Disclaimer: Todo de Rowling, nada mío.

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Reto: Precuela o justificación de una frase sugus.
Frase sugus: 2005, octubre 3. (Frase, al final del texto)
Fecha: 2005.10.17
Nota: Un poco forzadillo, pero.

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Ese suspiro

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¡Pafff!
La bofetada debe haberse escuchado hasta en las cocinas.

Y el ofensor no rodó escaleras abajo porque la única escalera en la sala común de Gryffindor sube, no baja.

Hermione se pasó la manga por la boca, asqueada, mientras el otro se levantaba del piso. Ella reculó alejándosele.

—¡Y no te me vuelvas a acercar, so... so...! —Su vocabulario no estaba preparado para una situación así.

—No te preocupes, pedazo de loca —respondió él, con calma—. Que eso es lo que eres, una loca violenta. —Con fría y despectiva calma—. Deberían encerrarte. Pero tranquila, que ni yo ni nadie se te volverá a acercar. —Echó una mirada alrededor, en pos del tácito acuerdo del público, pero no había público, como que él mismo había procurado que no lo hubiera, claro está.

Sólo Ron venía entrando por el retrato.

Seamus alcanzó a salir en tres zancadas, antes de que el retrato se cerrara.

—¿Qué pasó? —preguntó Ron, pero Hermione estaba demasiado ocupada secándose dos solitarios lagrimones de rabia y recuperando su dignidad extraviada, como para responder.

Entonces Ron fue más concreto:

—¿Qué te hizo?

—Él... él... —no era que no quisiera decirlo, era que no encontraba las palabras con qué hacerlo.

Finalmente empezó por el principio:

—Me había dicho que estaba teniendo problemas con las últimas lecciones de transfiguración y me ofrecí para ayudarlo con el hechizo... Raro porque nunca me había pedido ayuda. Ustedes sí, y Ginny y Neville, y hasta Lavender a veces, y... —Hermione se aceleraba y se atoraba en el intento de explicar y evadir a la vez la explicación que a ella misma se le hacía clarísima, ahora, pero sólo ahora, de lo que había pasado, y que habría preferido no comprender. Detuvo el chorro de palabras para preguntar con un tono desolado:

—Él seguro creyó que yo había adivinado sus intenciones y que estaba de acuerdo. ¿verdad?

—¿Ein? —Cucharilla-de-té-Ron, un poco lento, como siempre.

—¡Soy una imbécil!

—¿Intenciones? —preguntó Ron, y entonces comprendió. Su cuerpo, tantas veces más rápido que su mente, ya había tensado los músculos y soltado la adrenalina necesaria en el torrente de su sangre, ya de por sí caliente.

Pero al ver subírsele los colores a Ron, y cómo apretaba los puños, la faceta responsable de Hermione salió a flote, recuperando el control. Alcanzó a retenerlo por la manga antes de que pudiera salir en venganza del entuerto cometido.

—Déjalo, Ron. No vale la pena —rogó, aferrándose a él.

Además, ella tampoco era una frágil e indefensa doncella atribulada.

—Además, ya yo le dí su merecido —agregó.

En el intento de retener al volátil pelirrojo lo había abrazado estrechamente, así que la sonrisa con que lo dijo Ron no pudo verla.

Sólo sentir algo estremecido contra su pecho, algo que lo mismo podía ser risa que llanto.

Algo que lo hacía relajarse, soltar la furia. Tan solo por venir de ella.

—Cuando entré estaba en el suelo —dijo él entonces, con media sonrisa, soltando presión de una vez, bajando el nivel de furia al acordarse de esto, y de cómo había salido el otro, medio cojeando y con una mano sobre la mejilla izquierda.

—Soy muy ruda —lamentó ella, realmente consternada.

—Sí lo eres —respondió él, dándole el gusto. La tenía en brazos, y en ese momento estaba dispuesto a darle la razón en lo que fuera, con tal de que siguiera allí, refugiada en su pecho, moqueando contra su sueter. Pero anexó una disculpa—: Sólo con quienes lo merecen.

Ella volvió a suspirar, casi a sollozar, por un momento. Pero para el pecho de Ron igual pudo haber sido que reía al acordarse de tercer año, como él se había acordado al hablar de esos merecimientos agresivos.

Seamus no era Malfoy, pero también lo merecía.

Uno es humano, lo que en el caso de Ron quiere decir celoso.

Le encantaba pensar que ella trataba así a los muchachos.

Ojalá Ginny aprendiera de ella.

Un suspiro de ella atrajo de vuelta su mente, regresándolo al aquí y ahora de sus labios tan cercanos.

A una tentación que se intensificaba con cada latido del pulso en sus muñecas.

A la tentación de meter la pata haciendo exactamente lo mismo de lo cual se suponía que la estaba consolando.

Pero no le dio tiempo, porque en ese momento ella se apartó para mirarlo y decir:

—Seamus no lo merecía.

—¿No? —lo preguntó sin pensar.

Ya no le importaba Seamus, ni su patético intento de seducción con Hermione.
Porque para ese momento Ron sólo estaba pensando en qué pasaría. Qué habría pasado si en lugar de ser Seamus hubiera sido él. Qué pasaría sí...

Ella volvió a lamentarse:

—Soy muy ruda.

Ron nunca sabrá si fue porque quiso preguntar lo que no se atrevía a intentar y a último momento cambió el sujeto de la frase, o porque quiso darle a ella la razón para que cesara en la cantinela, y que se diera cuenta de lo que decía, y para acabar con ese lamento de ella que parecía decir: «Temo que Seamus tenga razón y que nadie, nunca, jamás en mi vida, se me vuelva a acercar», o si fue más bien por echar a broma el peso del instante... pero terminó haciendo la pregunta más estúpida de su vida, de la que por años se arrepentiría:

—Si así golpeas a un gryffindor que tú misma dices que no lo merecía. ¿qué harí­as si Draco viniera de repente y te diera un morreo, eh...? —preguntó—. ¡Ey!. ¿y ese suspiro?

Hermione sólo volvió a suspirar.

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