Capítulo7: Problemas de enamorados
Un alegre tintineo de campana llegó a sus oídos. Alguien había entrado por la puerta. Él estaba agotado, llevaba más de cinco horas trabajando sin parar. No obstante, debía atender a su cliente. Abandonó el martillo y la espada que estaba siendo forjada sobre la mesa de trabajo y fue en busca del comprador. Él era un herrero.El más prestigioso de toda la localidad. Atravesó todo su local, echando un orgulloso vistazo al trabajo que tanto le había costado. Armas blancas de toda clase inundaban el recinto; desde el más pequeño puñal, hasta la espada más afilada. Por fin, avistó a su cliente, que observaba con curiosidad el taller. Llevaba un traje azul marino con una estola dorada, a juego con sus gemelos. Levaba el pelo corto y muy repeinado. Sus ojos eran azules como el océano y una cicatriz surcaba su cara, desde la oreja derechahasta labarbilla. Le daba un aspecto un tanto grotesco.
-Buenos días¿desea que le ayude en algo?- ofreció su ayuda Will Turner.
-Sí, chico- contestó el extraño.
-No se preocupe, aquí encontrará lo que busca y si no es así, siempre puede hacer un encargo. Si gusta, puedo enseñarle lo que tengo en el taller en estos momentos y después valorar y decidir...
-No necesito esa clase de ayuda, chico. ¿De verdad crees que un hombre como yo iba a venir a este putrefacto taller? La razón de mi visita es confidencial y si no fuese porque se pasa el día trabajando, jamás hubiese visto mis zapatos de piel de serpiente encima de este suelo.
Will se quedó estupefacto. Se cruzó de brazos y miró a aquel hombre maleducado. Una respuesta se formó en sus labios.
-La única razón por la que recibo hombres de su talante en este local, es por trabajo. Por lo que veo, usted no me va a dar ningún beneficio, así que sus zapatos de piel de serpiente deberían salir por donde entraron.
-Cuida esa lengua chico, no le conviene hablar así.
-¿Ahora soy yo el que necesita clases de educación? Primero aprenda a comportarse y luego salga de aquí, si no es mucha molestia.
-Ja, ja, ja. No va a decir lo mismo cuando sepa de qué le quiero hablar-hizo una pausa y al ver la inevitable cara de sorpresa de Will continuó- De gracias a que son órdenes del alto mando porque si no fuese así ya le hubiese estrujado contra el suelo. No podría ni moverse. Pero no vamos a entrar en detalles ¿verdad? Tendría que ver su cara, chico, denota rebeldía y mala formación... Al grano, la razón de mi visita es...
Abrió los ojos. Se encontraba sobre su cama, no recordaba nada de la noche anterior. Se revolvió entre las sábanas e intentó hacer un esfuerzo por pensar. Ana María respiraba con fuerza a su lado, estaba profundamente dormida. Recordó la fiesta y recordó su sensación de malestar, nada más. Pensó que se habría desmayado y alguien la había conducido hasta allí. Hacía mucho que no bebía un traguito de ron. "Me habrá pasado factura", pensó. Se sentó en la cama con cuidado, esperando marearse por la resaca. Sin embargo, no fue así. "Por lo menos ya estoy bien" fue su pensamiento positivo. Todavía estaba vestida, eso era también una buena señal. Suspiró aliviada. Se colocó el pelo alborotado en su sitio y salió decidida al pasillo, cerrando la puerta con cuidado. No había nada ni nadie por allí. Se dirigió al comedor y encontró los restos de una larga juerga. Era su trabajo recoger así que, de muy mala gana, comenzó la faena. Miró el reloj. Eran las diez y media de la mañana. Recogió vasos, platos y cubiertos que iba limpiando con sumo cuidado. Barrió el suelo y fregó la mesa y el suelo, dejando todo reluciente. Quedó satisfecha. Volvió a mirar el reloj. Había avanzado cincuenta minutos desde que comenzase. Se comió una manzana jugosa y subió a la cubierta, como de costumbre.
No había nadie. Nadie, excepto Jack como pudo comprobar cuando su vista pudo ver el timón. Jack oyó unas pisadas y se volvió. La miró de arriba abajo y siguió con su trabajo, mirando de nuevo al frente. Ella avanzó como si los pies le pesasen y se sentó en el mismo lugar de siempre.
-Buenos días por la mañana- oyó decir a su capitán.
-Buenos días- respondió cansada.
Myre sintió como el sol calentaba su piel dorada y le gustó esa sensación. La brisa no jugaba con ella, se había apagado. Miró a las velas preocupada, no ondeaban en absoluto.
-Llevan así desde que te llevé a la cama.
-¿Me llevó a la cama usted?
-Vamos, Myre, no te hagas la tonta. Te encontré aquí por la noche, perdida. Parece que con mi ayuda te encontraste a tí misma de nuevo, sobre todo cuando me pediste...
El espanto inundaba la cara de Myre, "¿Qué he hecho¡No recuerdo nada!". Se levantó corriendo a donde estaba Jack, le agarró por la camisa y comenzó a zarandearle.
-¿Qué te pedí¡Vamos, dímelo¿Qué hiciste para que me encontrase?
Jack se dio cuenta en ese momento de que la chica no recordaba nada en absoluto, ni de su trance, ni del abrazo que habían mantenido durante unos largos minutos. Tampoco recordaba las palabras que ella misma le había dicho: "No me dejes..." Todavía resonaban en su cabeza. Esa dulce voz que había sido emitida desde esos labios que tanto deseaba. Pensó divertirse a su costa durante un momento.
-Chica¿qué crees que hace un hombre para que una mujer encuentre su lugar en el mundo?
No debería haber dicho aquellas palabras. Myre dejó de zarandearle para dibujar asombro en su mirada. Jack le sonrió con picardía.
-¿Qué te ocurre, querida¿No quedaste satisfecha? Podemos volver a repetirlo, si quieres, porque por lo que decías anoche...
Jack no pudo continuar porque recibió una bofetada que le dejó tumbado en el suelo. La fuerza de la muchacha se reflejó en la cara de Jack. Notaba como la sangre le hervía donde le habían golpeado. Myre se agachó donde él estaba y con cariño retiro su mano para poner la suya. Le acarició por un instante, pese al nuevo asombro del capitán. Jack pensó que se había arrepentido e intentaba disculparse. No debería haberse fiado porque, con más fuerza, recibió otro golpe en el mismo sitio.
-Pero¿qué demonios haces¿no te bastaba con una?- replicó.
-Eres lo peor que he conocido en mi vida. Sabes perfectamente que yo no hubiese hecho nada contigo si no hubiese existido ningún resto de alcohol por mis venas. Lo único que has hecho ha sido aprovecharte de una borracha...-hizo una pausa- Espero que disfrutases y da gracias al alcohol, porque si no hubiese sido por eso, jamás me hubieses rozado tanto. Eres un pirata, claro, un pirata mayor que sueña con jovencitas que nunca conseguirá.
Myre no fue consciente del daño que estas palabras causaron sobre Jack. Verdaderamente, no pensaba nada de lo que había pronunciado. Sin embargo, estaba terriblemente enfadada. Había llegado a pensar que podría llegar a confiar en él, que llegaría un día en el que querría pasar una noche loca con ella porque de verdad la quería. Ahora pensaba que ese pensamiento había sido un error por su parte y que jamás ese hombre llegaría a amarla. Myre dio la espalda a Jack, todavía tirado en el suelo y se dirigió hacia el interior del barco, sin saber exactamente a donde iría.
Jack, por su parte, se levantó del suelo de madera con cuidado, apoyándose en el timón. Mientras con una mano lo manejaba, con la otra se masajeaba la parte afectada. Pero no era lo que más le dolía. Una extraña presión comenzaba a inundar su vientre. ¿Remordimientos? No, no era la primera vez que mentía y, qué demonios¡era un pirata! Sin embargo, la dulce frase "No me dejes" comenzaba a verse sustituida por "Espero que disfrutases y da gracias al alcohol, porque si no hubiese sido por eso, jamás me hubieses rozado tanto. Eres un pirata, claro, un pirata mayor que sueña con jovencitas que nunca conseguirá". No pudo evitar sentirse culpable. Ganarse la confianza de la chica iba a ser, a partir de ahora, muy difícil.
-...Elisabeth- acabó la frase aquel grotesco hombre.
-¿Le ha ocurrido algo?- preguntó ansiosamente Will mientras se aproximaba al extraño, que guardó las distancias.
-No, todavía...
-¿Qué piensa hacerle hijo de &$¬?
-La educación brilla por su ausencia... En fin, es normal tratándose de un temerario como usted. No obstante, yo no pienso hacerle nada a su amada. Es su padre el que piensa que usted no le hace ningún bien. Me veo obligado, por tanto, a llevármelo.
Un grupo, compuesto por diez soldados, entraron en el recinto y rodearon a Will.
-¿A dónde me van a llevar¡No me podrán hacer nada, ni separarme de Elisabeth!
-Eso ya lo veremos, chico. Ahora, no opongas resistencia y, por lo menos, podremos salir de aquí todos con vida.
Will no estaba en buena posición para comenzar a pelear. Estaba desarmado y la espada más cercana se encontraba a unos tres metros, mientras que los soldados lo rodeaban a escasos centímetros de él. Resignándose, no tuvo más remedio que ver como le ataban las manos y sentir como le tapaban los ojos y lo amordazaban con fuerza.
-Dígale al señor gobernador que la primera parte de la operación se ha realizado satisfactoriamente y que acepto con gusto su invitación a cenar- dijo el hombre vestido de azul, dirigiéndose a un soldado.
-A sus órdenes- respondió retirándose...
-¡Tierra a la vista!- anunció alegremente Ana.
-¡Tortuga, señoras y señores, nos espera!- coreó Guibs.
El barco se llenó entonces del ambiente de siempre. El ambiente de alegría con que se desembarcaba en Tortuga. Ron y sexo les esperaba en tierra. Myre que había desaparecido durante el medio día, apareció otra vez en cubierta.
-¿Qué ocurre?-preguntó a Guibs
-Tortuga, muchacha, es Tortuga... La tierra preferida por los piratas. Creo que te gustará- respondió y se marchó a ayudar a Kevin con las velas.
Myre miró más allá de la proa. A unos pocos kilómetros se divisaba una isla. No parecía gran cosa, pero estaba aún muy lejos para apreciar su belleza y su gente. Jack no paraba de dar órdenes. Myre lo observaba y, a la vez, soñaba con ser ella la que un día llevase su propio barco. Jack pasó cerca de donde ella se encontraba y notó como él le rozaba ligeramente la cintura.´No lo había visto, por lo que no podía asegurar nada. Quizá lo había imaginado. Pronto descartó esa idea al recordar el episodio de esa mañana.
-¡Echad el ancla!-ordenó Jack.
Myre se estremeció. Estaba en Tortuga donde había vivido de pequeña, su hogar... No se lo podía creer. ¿Qué haría ahora? Desembarcar era lo primero. Mientras pensaba ensimismada, volvió a notar el roce en la cintura y pudo ver a Jack. Se encontraba sonriéndola, como siempre sonreía. Ella hizo lo mismo y apartó la mano de su cuerpo. Fue el momento en el que Jack echó una carcajada. La cara de Myre no tenía expresión de tantas emociones que deseaba mostrar. Odio, sopresa, asombro¿amor?...Jack se acercó a su oído.
-No pienso olvidarte, querida. Tú misma me lo dijiste...-susurró.
Jack se marchó tal como había venido, con sus extravagantes andares. Myre se quedó donde se encontraba. Miró a su alrededor y pudo observar como absolutamente nadie se había dado cuenta de lo que había pasado... "¿Por qué no puedo recordar nada de lo que pasó? Empiezo a dudar de que fuese verdad lo que me dijo. Si hubiese conseguido lo que quería... no seguiría haciéndome carantoñas, mucho menos ahora que estamos en Tortuga". Resignándose, decidió que tendría que volver a preguntarle qué había ocurrido.
La tripulación desembarcó entre risas del barco. Algunos saludaban con largos y profundos besos a sus mujeres en el muelle. Jack y Myre volvieron a quedarse solos en la cubierta mientras observaban a los demás. Volvió a ser él el que rompió el amargo silencio, mientras colocaba unas cuerdas bastante gruesas en su lugar:
-¿No tienes a dónde ir, pequeña?- preguntó sincero.
-A todos lados y a ningún sitio- respondió ella con ironía.
Él se limitó a dejar su trabajo por unos segundos, a mirarla y a sonreírle con picardía, como hacía siempre. Era esa sonrisa la que enamoraba a Myre y hacía que despegase los pies de la tierra.
-Cuando acabe, te llevaré a algún sitio bonito- dijo y continuó trabajando.
Myre no tenía nada importante que hacer, salvo hablar con su capitán sobre su verdadera conducta borracha. El único plan que tenía lo incluía a él, así que esperó a que terminase. Cuando esto ocurrió, él se acerco a ella como siempre hacía, sin ser visto. Myre solo alcanzó a ver una mano que tomaba la suya y la agarraba con delicadeza. De repente, se volvía a encontrar en los brazos de su capitán, aunque ella le daba la espalda. Le acarició la cintura como había echo aquella tarde un par de veces.
-¿Vamos?-preguntó Jack.
-A sus órdenes, capitán- respondió enfadada.
Jack deshizo su abrazo pero no soltó su mano.
-¿Me la devuelve, capitán?
-Llámame Jack, Myre- respondió él ignorando el resto de la pregunta
-¿Me devuelve mi mano, capitán?
-Jack, querida.
-A mí me gusta más capitán...- dijo ella con picardía.
-¿Tengo que ordenártelo?-respondió él de la misma forma.
-¿Vas a devolverme mi mano, Jack?
Jack no pudo evitar volver a sonreír. Aquella muchacha le estaba volviendo loco la cabeza. SIn embargo, notaba que ella lo miraba con recelo. Debía contarle la verdadera historia de la noche anterior, por lo menos para tranquilizarla. Sabía que quizá no volvería a hablarle en su vida o que quizá, el efecto fuese el contrario.
-No pienso hacerlo, no hasta que hayamos hablado.
-En lo de hablar no discrepo, pero creo que puedo hablar sin que mi mano esté atada a otra...
Jack notó como ella le fulminaba con la mirada y prefirió soltarla.
-Por lo menos, déjame llevarte a un sitio distinto, pequeña...
Ella guardó silencio, lo que él interpretó como un "sí". Desembarcó de La Perla y comprobó que ella le seguía por detrás. Pronto se colocó a su lado y echaron aandar. Ella seguía el rumbo que él le indicaba. No sabía donde acabaría y sospechaba que el lugar conseguiría tranquilizarla y él se aprovecharía de ello. Sin embargo, necesitaba saber la verdad y por alguna extraña razón, sabía que se la diría.
Estaba anocheciendo, el sol se tornaba rojo y las nubes secoloreaban de colores naranjas y rosas. El olor a agua salada conseguía transportarla a otra época en la que en ese mismo lugar fue feliz. En su camino por el muelle, pudo comprobar que nada había cambiado mucho. Recordaba los barcos más grandes pero ella también había crecido. El pueblo pirata se situaba un poco más arriba, en la montaña. Unas largas escaleras conducían a un arco, que indicaban la verdadera entrada a a la población. Sin embargo, ellos no fueron a Tortuga. Siguieron caminando sobre el muelle de madera, contemplando a otros marineros que desembarcaban las mercancías de sus barcos. No mucho más tarde, la madera se convirtió en fina arena blanca. Jack se quitó su calzado y comenzó a pasear por la orilla, dejando que el agua mojase sus pies. Myre le imitó y pudo sentir el frescor del agua, se sintió bien. A su izquierda una pared de piedra comenzó a elevarse a gran altura. Estaba húmeda y tenía restos de sal y moho.
-¿Alcanza el mar mucha altura cuando sube la marea?-preguntó con curiosidad la chica.
-Demasiada. Has tenido suerte, es imposible pasar por aquí caminando con la marea alta. ¿Ves aquel saliente de allí?-dijo señalando una enorme piedra que sobresalía del acantilado a bastantes metros por encima de sus cabezas- Normalmente, el agua llega hasta esa altura, aunque los días que se enfada alcanza mucho más.
-¡Increíble¿Cómo piensas volver luego? Porque creo que no tienes intención de dar un paseo corto.
-Tienes toda la razón-sonrió- Ya encontraremos la forma. ¿Nunca viniste por aquí cuándo estuviste viviendo en Tortuga?
-Mi padre no me dejaba ir más allá del muelle...
-Y tú obedecías...
-¡Ja,ja,ja! Alguna vez intenté escalar la roca, pero nunca descubrí este camino...
-Entonces te conduzco a un sitio extraño...
-Puede ser...
Siguieron en silencio el resto del paseo. El agua comenzaba a llegarle por las rodillas y amenazaba con estrellarlos en la roca. Myre, a pesar de todo, confiaba en aquel hombre y continuó andando sin asustarse.
-Ya no queda mucho-dijo él.
En efecto, unos pocos metros más adelante, parecía que la roca daba un giro de noventa grados. Solo era un efecto visual porque cuando alcanzaron el lugar pudo comprobar como el acantilado acababa para dar paso a una enorme playa. Consiguió salir del agua y notó la arena, aún caliente. Unas palmeras enormes la bordeaban. Parecía una celda, una celda hermosa de la que no se podía escapar. Tan solo se oía el ruido del mar y de las gaviotas que por allí pasaban. El sol, a punto de ocultarse, daba un toque acogedor a la playa. Myre estaba extasiada, se tiró sobre la arena y permaneció echada.
-¿Te gusta?-preguntó Jack.
Ella se había olvidado de él entre tanta belleza. El efecto que estaba causando esa playa sobre ella era el que él quería. No obstante, cuando volvió a oír su voz recordó el motivo de su paseo y suspiró con amargura. Miró a los ojos a Jack.
-Es preciosa-respondió Myre.
-Haces juego con la playa, tú también eres preciosa...-dijo casi susurrando y girando la cabeza.
-Jack, mira, solo estoy aquí...
Él avanzó hasta ella y se sentó enfrente. Puso un dedo en su boca para hacer que callase. Myre no continuó porque ese dedo comenzó a jugar con sus labios, a acariciar sus mejillas y a enredarse en su pelo. Él la miraba aún con ternura y comenzó a hablar.
-Solamente estaba jugando contigo- le dijo a ella.
-¿La noche de la fiesta?
-No, la mañana que te dije todo eso.
Ella guardó silencio. En el fondo, se alegró por no haber hecho nada con él pero por otra parte, le enfadaba el hecho de que la hubiese tratado así. Jack continuó hablando:
- Es verdad que ocurrió algo, sí, pero no lo que te hice pensar. Solo jugué con las palabras, haciéndote creer que te había hecho el amor, aunque solo estaba diciendo la verdad.
Jack le contó cómo la había encontrado en la cubierta, cómo la había abrazado, cómo había intentado devolverle su color... Le contó también las palabras que ella le había dedicado, el paseo hasta su cama, el beso que le dio antes de marcharse y la promesa que selló antes de salir de la habitación. Myre no daba crédito. Hacía mucho que no tenía esos ataques repentinos pero eran la prueba de que algo de verdad había en las palabras de Jack. Myre se levantó repentinamente y se dirigió hacia el agua. Se introdujo hasta el muslo, notando el frescor que había notado antes lo que ayudaba a asentar las palabras de Jack en su cabeza. Él ya se había levantado y se dirigió hasta donde estaba ella, colocándose a su lado.
-¿Por qué lo hiciste?-preguntó Myre.
-Soy pirata, miento e intento divertirme con ello. Me puedes dar otra bofetada si quieres.
-¿Después de las dos que te di, quieres otra?
-Pues por querer...
Ella se había colocado enfrente suya y le miraba a los ojos. Esos ojos castaños que tanto la llamaban, que tanto le gustaban. Había conseguido que Jack dejase de hablar y se dedicase a contemplarla.
-No me refería a eso...- comenzó a hablar Myre mientras tomaba la cara de Jack con su mano- ¿Por qué hiciste todo aquello esa noche?
Un silencio intenso se comenzó a consumir entre ellos aunque el mar y las gaviotas emitían una preciosa serenata, sin descanso.
-Porque... te quiero.
Myre quedó confusa ante las palabras de su capitán. Él aprovechó esa confusión para acercar su rostro hacia el de ella. Quedaron mirándose un largo rato, con unos labios que no se rozaban por milímetros y que intentaban romper esa barrera. Ella no hizo nada por separarse así que Jack la rodeó con sus brazos y consiguió rozar sus labios. Ella respondió al beso con dulzura y dirigió sus manos hacia el pelo y el cuello de él. Así estuvieron durante un intenso y largo período de tiempo que se escapó entre sus labios, sus manos juguetonas y el agua salada. Así estuvieron hasta que se recostaron juntos sobre la arena cuando ya la luna y las estrellas eran los únicos que daban luz en aquel hermoso lugar...
Espero que verdaderamente hayan disfrutado. Ahora me marcho de viaje durante un par de semanas y no creo que pueda escribir pero actualizaré en cuanto regrese! Besos para tods y reviews xfavor! ;)
