¡Los personajes pertenecen a S. Meyer, pero la historia es mía! Disfruten ;)

Capítulo 4

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Edward

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El domingo le rehuí a Bella como un cobarde, excusándome con tener que atender un cáterin en La Push. No era necesario que yo fuera, pero me ofrecí personalmente a cubrir el servicio de comida y postres en la fiesta y la familia Uley estaba encantada.

Hice todo esto con el fin de esquivar a Bella… y nuestro avance del día anterior. Esta pequeña pero gigante interacción me había asustado como la mierda porque si antes no estaba seguro, ahora sí. Mi atracción por ella no era una cosa unilateral, no, era una cosa de dos vías… y yo estaba jodido.

—¿Qué estás haciendo? —le había dicho cuando por fin pude separarme de sus labios. Me había dejado anonadado, tanto que pregunté algo bastante estúpido, porque ella me miró con su mejor expresión de «duh», haciéndome sentir un pendejo.

Bella sabía a las galletas con chispas que habíamos estado comiendo anteriormente… y fue absolutamente delicioso.

—Bueno, estaba esperando a que tú dieras el primer paso… pero acabo de descubrir que soy una persona impaciente.

—¿Primer paso? —pregunté sorprendido—. No sé de qué hablas.

—Sabes que nos gustamos mutuamente, ¿por qué lo haces tan difícil?

¿Estaba loca?

Creo que me quedé boquiabierto durante un segundo.

—No sé de lo que estás hablando.

—¡Oh, vamos! Que yo no tengo problemas aceptando cuando me gusta alguien —chasqueó la lengua—, pero es duro para mi ego que no lo aceptes de vuelta.

Parpadeé.

—¿Y si lo aceptara qué? —eso fue críptico, lo sé, pero meh. No iba a dar mi brazo a torcer. Pero luego vi sus labios sonrosados por nuestros acalorados besos anteriores... no lo daría a torcer todavía.

Bella me miró inocentemente por debajo de sus gruesas pestañas negras, casi pareciendo un angelito… ¡Ja!

—¿Qué de qué? Pues estaríamos juntos, tontito.

—No creo que sea tan fácil.

Lo pensó durante un segundo.

—Sólo quiero oírte decirlo.

—¿Por qué? —mi voz sonó como una jodida cacofonía y carraspeé, incómodo. ¿Por qué estaba actuando como un adolescente?... enfrente de alguien que apenas y había dejado de serlo hace un par de años—. Escucha, no contestes. Bella, esto no debió pasar.

La ira relampagueó en sus ojos avellana durante un segundo, pero se recompuso rápidamente.

—¿Por qué?

—Está mal, para empezar yo podría ser tu papá o algo así.

Me rodó los ojos.

—Creí que tendrías una perspectiva más abierta que eso… y mi papá tiene cincuenta y cinco años, así que no, no podrías, pero gracias por poner ese pensamiento tan traumático en mi cabeza.

Bufé.

—Eso no importa.

—Sólo espera y verás, Edward —sonrió y respondió mi pregunta mental anterior. Sip, definitivamente estaba loca—. No me gusta, pero puedo ser paciente.

—No sé qué esperas de mí, pero no lo recibirás —trabé mi mandíbula, inquieto. No le diría que sí que me gustaba. No lo haría.

No, señor. Aquí el que mandaba era yo.

Sus facciones resplandecieron con burla.

—Veremos.

Un segundo después, se dio la vuelta y salió de las cocinas.

Todo eso me traía a este momento: yo, como un jodido cobarde, no queriendo hacer frente a mis sentimientos.

Independientemente de nuestra edad (que vamos, sí, era una diferencia un poco… grande, por decirlo menos) también estaba el hecho de que trabajaba para mí. ¿Y qué había dicho yo cuando creé mi propio negocio? ¡Sí! No confraternización con el jefe. La confraternización era un perra, especialmente cuando se trataba del jefe.

Es decir, mis empleados se podrían hacer bolas entre ellos si querían, no tenía problemas, pero en cambio yo no quería demandas de mierda de acoso sexual sobre mí y aunque sabía que ese era un miedo tonto respecto a Isabella, era lo único a lo que me aferraba para poder mantener la paz conmigo mismo y no intentar algo increíblemente estúpido (o increíble y ya, para variar, pero a mi huesudo trasero le costaba aceptar esa opción).

También estaba el hecho de que en suficientes chismes había estado metido ya cuando mi divorcio sucedió. Solo bastaría una pequeña señal de que Bella y yo tuviéramos algo para que todos hablaran de nosotros y aunque a mí me iba como me venía, estaba seguro de que a ella no. Era una chica de ciudad… no sabía lo que era que te comieran vivo, y no la haría pasar por eso.

Así que con todo esto, ahora estaba soltando mil improperios por minuto mientras habría la cortina de la cafetería y le explicaba todo el itinerario a Seth.

—Escucha, Seth, porque esto es importante, ¿okey? —el chiquillo asintió y yo me quedé detrás del mostrador, contando el inicio de la caja como un poseso—. Bien, tengo que pagarle a un proveedor en Port Ángeles a las 4 de la tarde, y por nada del mundo se me puede pasar porque me dejarían con el envío colgado —quería apretar los dientes del enojo, bien sería más fácil hacer un transferencia, un cheque o qué se yo… pero estaba bastante consciente de que muchas empresas de provisiones pedían el dinero en físico para saltarse todo el lío de los impuestos.

» Por lo que sé, habrá una tormenta a partir de las cinco —le fruncí el ceño al cielo, esperaba que no le echara a perder la fiesta de revelación de sexo a Emily y Sam Uley. Ellos eran amigos míos muy cercanos desde la secundaria—. Necesito que Jacob vaya, ¿está bien?

Seth me echó una mirada.

—¿Y si está ocupado?

—Pues lo desocupas —gruñí frustrado y luego suspiré, tocándome la sien con la mano—. Solo no mandes a Bella, por favor.

—¿Por qué no?

—Porque si llueve la carretera no estará en condiciones y le podría pasar algo —mi estómago se agitó ante la idea—. Jacob conoce bien las calles, él estará bien. Aun así trata de que se vaya desde las 3 para que no le toqué el agua.

Seth asintió.

—Entendido, tío E —sonrió brillantemente—. ¿Ahora me vas a decir que te trae tan agitado?

Bufé.

—A ti qué te importa, crío —le gruñí—. Ponte a trabajar.

Le echó un vistazo a la tienda.

—Tío E, son las siete treinta de la mañana y no hay ni un alma, ¿en qué se supone que me puedo poner a trabajar? —rodó los ojos—. Ni siquiera han llegado los demás.

—Leah y Kim estarán aquí en unos minutos, me ayudará a terminar los detalles del cáterin de hoy —expliqué, intentando cambiarle el tema—. Recuerda que te quedarás a cargo, así que todas las decisiones las tomarás tú, ¿está bien?

Seth silbó en apreciación.

—Con que así se sienta el poder —murmuró para sí mismo y puse los ojos en blanco—. Trataré a Jake como mi perra hoy.

Me reí.

—Haz lo que quieras —por mí, que le den a Jacob. Se la pasaba pegado a Bella… más de lo que gustaría. Aunque no debería importarme.

Solo era por mí política de no confraternización. Sí, era por eso.

Sigue mintiéndote hasta que te lo creas, me dije a mí mismo.

—Como sea… ¿qué es lo que tienes, tío E? —Seth volvió a preguntar, mirándome atentamente a través de sus quisquillosos ojos marrones.

Maldita sea que no habría forma de quitármelo de encima sin primero darle una respuesta que lo satisficiere lo suficiente.

—Nada… solo estoy nervioso, supongo. Normalmente no atiendo de primero mano en las fiestas —eso era la excusa más ridícula del puto mundo y Seth lo supo en un instante, porque no me creyó. Sin embargo, lo dejó pasar.

Casi me sentí aliviado… casi. Hasta que abrió la boca de nuevo minutos después.

—Yo creo que a ti lo que te hace falta es una novia, tío E. Así seguro que estarías menos gruñón.

Me atraganté, y levanté la vista del menú que estaba en el mostrador.

—¿A qué viene eso? —lo regañé, cruzándome de brazos—. ¿Es que ahora eres un casamentero o qué? Pasas demasiado tiempo con tu mamá y las señoras del pueblo.

Se encogió de hombros.

—Siempre he sido un chismoso, ¿qué te digo? —sonrió—. Pero hablaba en serio.

—Yo también hablaba en serio, Seth.

—Es que no entiendo por qué no has tenido otra novia desde que la tía Kate se fue… —murmuró, notando que mi humor había decaído—. Solo quiero que estés bien, tío.

—Lo estoy —dije, aunque fue una verdad a medias. Estaba bien… en términos básicos. Es decir, era feliz con el negocio que tenía, mi familia era cada vez más grande y a mis sobrinos los adoraba con el alma. Solo que desde que llegó Bella… bueno, parecía que todo mi mundo se había torcido patas para arriba. Hacía muchos años que no pensaba en tonterías como el amor y esas cosas, incluso como que me había resignado un poco.

Mi error con Kate había sido creer que ella estaría para mí hasta que yo quisiera. La había desatendido y ella se había ido con alguien que le dio lo que yo no pude darle: amor – comprensión – una familia, todas esas cosas que las parejas tienen. En ese entonces estaba demasiado centrado en seguir creciendo con mi negocio, tanto que dejé lo verdaderamente importante de lado.

Ahora que ya tenía lo que antes había anhelado (estabilidad económica, un lugar en el mundo) me sentía sin propósito. No menos orgulloso de mí, pero sí solo. No tenía con quien compartir lo que había logrado.

Igual hacía muchos años en que ya no pensaba con tristeza respecto a mi decisión, aunque si sentía que se me pasaban los años volando. En dos años más tendría cuarenta… y sin hijos. Y si acaso decidiera tener uno después de esa edad, me vería como su abuelo o algo así en, por ejemplo, su graduación de la universidad.

Y sobre Bella y mi monólogo interno acerca de mi anhelo por ella… eso estaba bastante fuera de lugar y no tenía sentido siquiera pensar en eso. Ella estaba en la flor de su vida, y tenía mucho por vivir. No sería yo quien le quitara eso, jamás.

Sí, había mucho por pensar. Estaba bien, pero no taaan bien. No le había mentido a Seth.

—¿Y qué hay de Bella? —Seth se recargó en el mostrador, casi que aventándose frente a mí—. No creas que no he visto que le haces ojitos.

Resoplé. ¿Ojitos? ¿Estábamos en la secundaria?

Bueno… él sí.

—Crío, ¿es enserio?

—¿Qué? —me dio su mejor expresión inocente.

—Eres un chismoso —le gruñí, aunque estaba divertido por su intromisión; sabía que no había maldad en ella—. Entre ella y yo no pasa nada, somos compañeros y yo soy su jefe… como con todos aquí.

Seth se encogió de hombros.

—Es solo que parece que le prestas más atención de lo normal.

—Solo lleva un poco más de un mes trabajando, necesita el impulso —le resté importancia, pero sabía que no era cierto—. ¿Qué hay de malo con eso?

—Oh, nada —batió las pestañas hacia mí, portándose tan infantil como siempre. Me reí, rodando los ojos—. ¿Entonces no te gusta Bella, tío E? ¿Ni siquiera un poco?

Gruñí.

—Por última vez, Seth, no —mentí descaradamente, sintiéndome frustrado—. No me gusta Bella y nunca lo hará, ¿está bien?

El jadeo colectivo detrás de la espalda de Seth me sacó de mi pequeña burbuja y quise vomitar cuando vi a las tres chicas paradas en la puerta de la cafetería. Leah parecía incrédula, con la boca abierta y los ojos saltones seguro que sorprendida de mi inusual arrebato emocional. Al lado de ella estaba Lauren, que parecía bastante complacida con mi pequeña exhibición.

Pero lo peor fue Bella. Maldita sea.

Miré directamente sus ojos marrones y supe en ese instante que la había herido como la mierda. Pude ver cómo su confianza en mí se desquebrajó, como si todo lo que hubiese pasado entre nosotros ayer en el medio de la noche hubiese sido una mentira.

Me sentí enfermo.

Quise explicarle, decirle que lo que había dicho era una blasfemia, pero no pude. No podía con tanta gente delante nuestro; no sabiendo que si negaba mi anterior mentira probablemente Lauren o incluso Leah nos convertiría en comidilla del pueblo.

Así que actué como mejor lo hacía: me di la vuelta y me dirigí a las cocinas para arreglar todo antes de irme. Desafortunadamente, mi soledad duró solo unos minutos.

—¿Qué fue todo eso allá afuera? —Leah preguntó curiosa, sentándose en un banco en una esquina.

—¿De qué estás hablando? —murmuré, esperando que mi ánimo sombrío la hiciera retroceder. Obviamente, no tuve tanta suerte.

—Pues ese rollo de «no me gusta Bella».

—Solo estaba contestando la pregunta de Seth.

—¿Y por qué él preguntaría esa estupidez? Es obvio que no tienes nada con ella.

La miré agrio.

—¿Y si lo tuviera qué?

No era estúpido; sabía exactamente lo que estaba implicando con esa oración y por primera vez no me importó ni un poco, estaba de mal humor... y preocupado por haber herido los sentimientos de Bella, como para poder pensar en los demás.

Pareció sorprendida durante un segundo, pero se recompuso rápidamente.

—No seas absurdo. No hubieras dicho eso frente a ella si fuera así.

Ya sabía eso, gracias. No había excusas; ni siquiera el estar oxidado en cuanto a relaciones se refiere era una lo suficientemente buena.

—Tal vez solo soy un pendejo —murmuré para mí.

—¿Disculpa?

—Nada, Leah. Ponte a trabajar, nos vamos a las 12 a la Push.

Me miró vacilante, pero asintió y se puso manos a la obra. Estuvimos encerrados la mayor parte de la mañana haciendo la comida y preparando la vajilla, así que no tuve oportunidad de ver a Bella de nuevo.

Para cuando la camioneta de entregas de Cullen's estaba llena de todo lo necesario, me acerqué a Seth al mostrador y me di cuenta de que ella no estaba; probablemente había salido.

Me entristecí, estando consciente de que la había cagado y duro, pero sin poder hacer nada. Tal vez las cosas eran mejores así.

—Recuerda lo de Port Ángeles, por favor —le pedí a Seth—. Y no descuides la caja; Angie llegará en un rato para apoyar a Lauren.

—Sí, tío E, no te preocupes.

Asentí.

—Vale —le di una mirada significativa a Leah, que estaba a mi lado—. Vámonos.

Media hora más tarde estábamos entrando en el jardín de la familia Uley en La Push; el lugar estaba decorado con bonitos adornos en rosa y azul para la revelación del sexo del bebé y la cereza del pastel estaba en… literalmente el pastel. Por fuera, era de merengue blanco, recubierto de coco y sabor vainilla, pero por dentro el esponjoso pan era de un profundo color rosado. Y eso sólo lo sabía yo.

Me gustaba participar en este tipo de cosas, era bonito ver a las familias disfrutando… y me hacía sentir bien.

La mesa de dulces fue cortesía de Leah, ella tenía bastante experiencia en eso y no me dejaba meter mano. Había cupcakes de chocolate con glaseado rosa y azul, brownies, potesitos de Crème Brûlée (un gusto muy específico de Emily, la embarazada) y habíamos preparado una selección especial de dulces picositos para los invitados.

Todo estaba perfecto y el sol estaba en su punto máximo cuando la fiesta empezó a las dos de la tarde. Los invitados no tardaron en llegar y fue divertido. Me mantuve al margen a pesar de las insistencias de Sam, ya que no me encontraba del mejor humor y no quería ni un por un momento empañar su felicidad con mis expresiones torturadas.

Estaba pensando en Bella… y en su expresión. Es decir, ella era naturalmente alegre, pero la cara que me puso en la mañana era como para no olvidarla. Se sintió traicionada y fue obvio el por qué; yo no había dicho explícitamente que me gustara, pero era algo intangible… algo que estaba ahí, y ella y yo lo sentimos en ese beso.

Lo sentí en sus labios bailando contra los míos; en sus caderas uniéndose con las mías a pesar de la ropa y la incomodidad del lugar. La atracción estaba ahí, silenciosa pero sólida. Y luego fui y lo negué enfrente de todos, seguramente humillándola en el proceso.

Probablemente para este punto me odiaba, si no es que lo hacía ya.

—¿Estás bien? Parece que vas a vomitar —Leah se acercó y se sentó al lado mío en una de las sillas blancas en una esquina de la fiesta.

Asentí.

—Sí, no te preocupes.

—No es necesario que estés aquí, sabes que yo puedo recoger todo e irme cuando la fiesta termine.

Ella había manejado la camioneta de Cullen's y yo había traído mi coche, así que no habría problema en separarnos… y realmente tenía ganas de irme a casa y acostarme, pero no la quería dejar con todo el trabajo ahí sola.

—Estoy bien, eso no hace falta.

Ella me miró no muy convencida, pero no ofreció más.

El pastel resultó ser perfecto para Sam y para Emily, porque lo adoraron. Estaban absolutamente felices acerca del sexo de su bebé y eso aligeró mi humor un poco; la felicidad de ambos padres resultó ser contagiosa, al final de todo, y terminé el día sonriendo un poco a pesar de mi anterior estado de ánimo.

Sin embargo, la tormenta no tardó en llegar después de eso y el agua se puso insoportable, así que los invitados se terminaron yendo antes de tiempo. Afortunadamente, la pareja no tuvo problemas y nos despachó después de eso.

Para cuando Leah y yo estábamos cargando la vajilla y todo de regreso a la camioneta estábamos completamente empapados.

Mi celular comenzó a sonar insistentemente cuando ya iba de regreso al coche para poder manejar de vuelta a Forks. Entré a la seguridad de mi auto y tomé el aparatito del bolsillo izquierdo de mi chaqueta, revisando el identificador de llamadas. Era Seth.

—¿Sí?

—Tío E —casi sonaba aliviado. Puse la llamada en altavoz y me puse el cinturón de seguridad.

—¿Qué pasa, Seth? Ya voy de regreso.

—Er, bueno… puede que haya ocurrido un problema, aunque no estoy seguro.

Me paré en seco antes de encender el coche.

—¿Qué tipo de problema?

—Bueno, verás…

—¿Ajá?

—Bellasefueaportangelesynoharegresado —escupió en un tono tan rápido que no entendí nada de lo que quiso decir.

—¿Perdón?

Suspiró.

—No fue mi intención, ¡lo juro! Pero Jacob no estaba y ella era insistente como la mierda y casi eran las tres de la tarde y si alguien no iba cerrarían con el proveedor y luego tú me regañarías y…

Me congelé, no queriendo que fuera lo que estaba sospechando.

—¿Qué sucedió, Seth?

—¡Jacob no estaba! —lloró—. Y Bella sí, y me convenció de que no te llamara; dijo que ella iría y vendría rápido, pero ya pasaron dos horas y ya debería haber regresado y no lo ha hecho y estoy muy preocupado y…

Mi mano se apretó en el volante.

—Seth, ¡fue lo primero que dije que no hicieras! —grité, sintiendo la preocupación correr por mi cuerpo.

—Tío E, ¡ella es intimidante! Y dijo que podría hacerlo y y-yo… solo ¿podrías ir a buscarla? Tal vez solo se paró en algún lado por la lluvia.

Mi mandíbula se trabó en mi esfuerzo por no gritarle, y cerré los ojos, pellizcándome el puente de la nariz.

—Hablamos en un rato, Seth —colgué y di un rápido vistazo en la pantalla de mi teléfono que me dijo que faltaba un cuarto para las seis de la tarde.

Arranqué en un santiamén y ni siquiera le di tiempo al motor para que se calentara. Salí como alma que lleva el diablo hacia la desviación a la carretera Forks – Port Ángeles.

Estaba preocupado y esta había sido una de las principales razones por las que no quería que Bella fuera repartidora en primer lugar; las calles en general estaban bien, incluso estando húmedas con la llovizna… pero no con una maldita tormenta. Yo apenas y podía ver a través del maldito retrovisor, y hacía un frío horrible.

Estaba asustado con las posibilidades, pero trataba de pensar lo más positivo posible. Tal vez solo se quedó en el puerto esperando que la lluvia amainara y por eso no había regresado, pero también estaba la posibilidad de que le hubiera ocurrido algo… la sola idea me dio ganas de vomitar.

Esto no había sido culpa de Seth, había sido enteramente mía. Por mi estúpida necesidad de andarme escondiendo de ella no le había dado las órdenes directas a Jacob.

Joder.

Bella, ¿dónde carajos estás?

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Bella

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Obviamente había mal interpretado todo. Lo que sea que había creído que estaba pasando entre Edward y yo era una jodida fantasía.

La gárgola de Lauren lució extasiada cuando oyó a Edward pregonar que yo no le gustaba ni tantito, pero yo estaba más ocupada sintiendo cómo mi corazón se rompía como para jalarle los cabellos oxigenados hasta que borrara la estúpida sonrisa de su cara.

A pesar de que me dolió, encontré fuerzas en mi para no ponerme a llorar como una estúpida. Era una niña grande y sabía lidiar con el rechazo; no es como que lo hubiera sufrido antes, pero aun así…

Traté de no sentirme molesta cuando no salió en todo el día y no nos vimos ni una sola vez. Fui e hice mis entregas, comí de la tarta de durazno que Sue había hecho para todos y no dije nada cuando Kim me contó que Edward había ido a atender un cáterin a La Push y que no regresaría hasta después de las seis.

Sin embargo, unas horas después de la media tarde Seth andaba rondando como loco detrás del mostrador, andando de aquí para allá. El horario enloquecedor de entregas había terminado y yo estaba en mi merecido descanso comiendo un sándwich de atún que Nana había echo para mí, pero no pude resistir la ansiedad. El chiquillo me estaba poniendo de los nervios.

Dejé mi comida abandonada en la mesa y me acerqué a él.

—¿Y a ti que mosca te pico?

Seth ni siquiera me miró, siguió murmurando para sí mismo. Lo observé preocupada.

» ¿Seth?

Eso pareció llamar su atención porque parpadeó hacia mí.

—Oh, Bella, ¿qué hay?

—Dímelo tú. Llevo horas aquí tratando de llamar tu atención.

Se encogió de hombros, pero podía ver que estaba nervioso.

—No es nada.

Me recargué contra el mostrador, clavando mis ojos en los suyos. Tragó saliva.

Chiquillo mentiroso.

—Dime.

—¿Has visto a Jacob? —ignoró mi pregunta.

—Er, no. No desde la media tarde.

—Ese perro —bufó—. No entiendo por qué sigue trabajando aquí.

—Me pregunto lo mismo —coincidí—. Así que, ¿me vas a decir qué tienes o tendré que sacártelo a la mala?

Se puso blanco.

—No tengo nada —mintió.

—Dime.

—Me.

—Ja, ja. Qué graciosos tus chistes de secundaria, Seth.

—Soy un crío, ¿no habíamos quedado en eso ya?

—Estás cambiándome de tema.

—No lo hago —rebatió.

—Sólo dime.

Me miró por un segundo, pero luego suspiró resignado.

—Se suponía que Jacob tenía que llevar un encargo a Port Ángeles antes de las 4… el viaje es de 50 minutos y ya casi es la hora en que se debería de ir y el zángano no aparece ni responde su celular.

—Bueno, eso es fácil. Puedo ir yo.

—U-uh… no, no puedes —dijo lentamente, como si al hacerlo así yo no me fuera a sentir ofendida. Le alcé la ceja cuestionándolo.

—¿Por qué no?

—Porque es trabajo de Jacob.

—Bueno, Jacob no está y yo soy el otro repartidor. Tan fácil como eso —ofrecí.

—No lo creo.

—Sólo dame el maldito encargo y ya, Sethie —rodé los ojos.

—No puedo. Tío E me dijo que no quería que fueras tú —soltó de repente, y por la forma en que su expresión se vio culpable parecía que no quería haberlo dicho.

Achiqué los ojos hacia él.

—Ah, ¿sí? ¿y por qué no?

¿Así que ahora Edward quería hacerme menos porque nos besamos y no le gustó?

Pues que le den. Una cosa no tiene que ver con la otra.

—Va a haber una tormenta.

Le eché un vistazo a la ventana.

—Yo veo que está perfectamente soleado —rebatí.

—Er, sí, pero hay tormenta pronosticada para las 5.

—Faltan dos horas para eso; podría ir y venir sin problema.

—Sí, pero Tío E dijo…

Tío E —me burlé— puede decir muchas cosas, pero…

—Él es el jefe —me interrumpió Seth.

Oh, sí que estaba consciente de ese hecho, gracias.

—¿Y no dices que este encargo es muy importante, pues?

Él asintió apresuradamente.

—Lo es.

—Edward no se tiene que enterar —suspiré—. Iré, lo dejaré y asunto arreglado. Si pregunta, fue Jacob.

Seth no pareció muy seguro.

» Vamos, Sethie, ¿es que no confías en mí?

—Sí confío, pero te puede pasar algo y…

—¿Qué me va a pasar? —me mofé—. Estoy perfectamente bien y jamás en mi vida he tenido un accidente. Vivía en Nueva Jersey, por Dios. Port Ángeles no es nada.

Suspiró.

—Bueno, supongo que tienes razón. Pero ni una palabra de esto a tío E, ¿está bien?

Sonreí, contenta.

—Lo prometo, Sethie.

Sacó un sobre amarillo de debajo del mostrador y lo puso en mis manos. Pesaba.

—Son 3000 dólares —dijo—. Cuéntalos para confirmar.

Abrí los ojos sorprendida, pero asentí y me puse a contar los billetes de 100 y 50 dólares.

—Está correcto —dije cuando terminé.

—El proveedor de tío E no acepta pagos con tarjeta —explicó cuando vio mi expresión confundida. Se encogió de hombros—. Edward dice que es una mierda para evadir impuestos.

—Edward está en todo lo correcto… —murmuré para mí—. ¿Y la dirección?

—Aquí —me dio un papel arrugado con unos cuantos garabatos y saqué mi celular para verificar en Google Maps. Estaba en el centro del puerto y no sería difícil de encontrar.

—Bien. Voy y vengo.

Salí pitando de ahí después de guardar los restantes de mi almuerzo; ya comería cuando regresara a casa con Nana Cope. Me monté en mi moto y me puse el casco, mi chaqueta de cuero me cubría del clima frío aunque el cielo no se veía encapotado. Sinceramente dudaba mucho que lloviera como Seth había dicho, pero nunca se sabía.

Me tomó una hora llegar al lugar acordado y casi estaban cerrando la tienda cuando entré, pero afortunadamente hicieron un espacio para mí y pude pagar las cuentas de Edward, firmando los papeles necesarios y los recibos.

Sin embargo, para cuando salí de la tienda la lluvia ya estaba empezando, pero apenas era una ligera llovizna. Pensé en quedarme en el puerto y esperar a que se quitara, pero corría el riesgo de que en realidad solo empeorara y quedara atrapada hasta la noche o peor, hasta la mañana siguiente.

Así que me monté en la moto e hice mi camino, pero a mitad de la carretera Forks – Port Ángeles el infierno en forma de tifón se desató y se me hizo muy difícil manejar la moto en esas condiciones, pero no retrocedí. No es como que pudiera hacerlo, de todos modos, porque estaba en medio del bosque y no había lugares donde cubrirse… lo más que podía hacer era intentar llegar a la entrada del pueblo y cubrirme en algún lugar.

El problema fue que estaba tan concentrada en ver a través de la jodida lluvia, que no me di cuenta de la gravilla suelta y mojada que estaba en una de las curvas de la carretera. Iba lento… bastante lento en realidad, así que creo que eso fue lo suficientemente bueno como para cubrir mi trasero cuando derrapé y perdí el control del volante y de la moto.

—¡Mierda! —grité cuando las llantas trastabillaron bajo mi peso, y un segundo después bajé mi pierna para intentar frenar el golpe, pero eso solo sirvió para que me resbalara de la moto y cayera hacia la zanja que había ahí. La maldita carretera tenía orillas un poco profundas a los lados, así que rodé cuesta abajo raspándome con todo a mi paso. El casco amortiguó los golpes en la cabeza, pero me dolió como la mierda.

—Joder, joder —susurré para mí, viendo el desastre alrededor. Había tenido suerte y mi maldita Iron no había rodado conmigo… porque de otra manera me hubiera aplastado y eso no hubiera sido bonito.

Como pude me quité el casco, sintiéndome mareada y con ganas de vomitar. Quise llamar al 911, a la nana Cope… demonios, incluso a Edward, pero cuando saqué el iPhone de mi bolsillo derecho del jean la pantalla estaba partida por la mitad y se negaba a encender. Seguro que se había roto cuando caí de bruces por la hierba.

—Me lleva la m… —suspiré, bueno, no era el fin del mundo. Estaba mojada y hacía un frío horrible pero no me dolía nada, así que seguramente no me había roto ningún hueso y el casco había amortiguado bien los golpes en mi cabeza.

Sólo tendría que comprarme un teléfono nuevo. Eso había sido lo único dañado aparte de mi dignidad.

O al menos eso pensaba hasta que eché un vistazo y en mi pierna izquierda…

Jodido cristo.

Mi jean estaba rasgado por toda la pantorrilla y tenía una herida de aproximadamente quince centímetros de largo en mi piel.

Ni siquiera pensé en la fea cicatriz que eso dejaría, solo pude concentrarme en la sangre deslavada que se mezclaba con la lluvia que caía del cielo…

Me mareé.

Podía soportar todo en el mundo; vómito de bebés, eses, eructos de personas sin educación… pero no la sangre. Era mi maldito punto débil.

No sirvió de nada apartar la mirada y fingir ser valiente, ya era demasiado tarde.

Un segundo después, vi todo negro.


U-uh. Pobre Bella, y Edward la super cagó así que ahora le toca arreglarla… ¿Qué opinan de este par? El siguiente capítulo será una inflexión muy interesante entre esta bonita pareja… ¿creen que por fin se declaren o terminarán peleando como perros y gatos?

Se me había olvidado decirles que en mi FB en mi perfil hay una publicación fijada con imágenes de cómo me imagino que es Cullen's Bakery, las casas de Bella y Edward, la moto de Bella y el auto de Edward. Les dejo el link por si quieren pasar a ver (https/ www . facebook natalie . gonzalez . 756859?mibextid=LQQJ4d)

Muchas gracias por sus bonitos reviews; déjenme uno de nuevo en este capi y les prometo que la próxima actualización llegará prontito 🍪🍪