¡Los personajes pertenecen a S. Meyer, pero la historia es mía! Disfruten ;)
Capítulo 5
.
Bella
.
Me dolía todo… absolutamente TODO.
Abrí los ojos, sintiéndome mareada e inconexa, como esas veces cuando despiertas de un sueño letárgico y no sabes en qué universo estás. Lo primero que vi fue a Edward recargado en una silla contra la pared, dormido.
Parpadeé, ¿seguía soñando?
—Vaya, alguien decidió despertar por fin —volteé tan rápido hacia el sonido de la voz que casi me quedo sin cuello. Nana Cope estaba a mi lado izquierdo, mirándome divertida.
—¡Auch! —me quejé, tocándome la nuca—. Hola, nana, ¿qué diablos sucedió?
—¿No recuerdas?
Hice un rápido inventario mental.
—Mmh… ¡oh, mierda! —me tapé la boca, disculpándome cuando nana me miró mal—. Me caí de la Iron, ¿cierto? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
—Una semana, caíste en coma.
Me puse blanca.
—No me jodas.
Nana se cruzó de brazos y me echó dagas con la mirada.
—No seas tonta, niña, apenas llevas unas cinco horas aquí; te pusieron un tranquilizante porque traías una herida profunda en la pierna y necesitaban ponerte puntos, pero entraste en pánico así que te anestesiaron.
—¿Entré en pánico? No recuerdo eso —mi mente estaba bloqueada. Y eso no explicaba por qué mi ángel – demonio de ojos verdes como la hierba estaba doblándose el cuello en una incómoda silla a dos metros de mí.
—Oh, sí, como una bebé llorona. Te le pegaste a el joven aquí y no querías que te soltara —nana hizo un movimiento de cabeza señalando a Edward.
Er… no recordaba eso, pero era muy probable que lo hubiera hecho. Mi subconsciente actuaba de formas extrañas a veces.
Y Edward era bastante abrazable, ¿alguien podía culparme? Ciertamente yo no.
—Cómo crees.
—No miento, podrás preguntarle al doctor cuando venga. De hecho, debería ir a hablarle para que nos podamos ir.
—¿Irnos? —me quejé, sintiéndome adolorida—. Yo creo que necesito un día más aquí. Siento que me apalearon.
—Bueno, eso es lo que te mereces por salir con la lluvia, a pesar de que te habían dicho que no lo hicieras —nana entrecerró los ojos hacia mí—. Esa moto… son puros problemas.
Si nana Cope odiaba a mi bonita Iron antes del accidente, seguro que ahora estaba crucificada para ella. Genial, tendría que oírla quejarse de ello lo que me restaba de vida.
—En mi defensa, nadie me dijo directamente que no lo hiciera —sonreí inocentemente—. Solo me dieron el recado.
—Eso debería haber sido suficiente.
—Tú sabes que esas cosas no funcionan conmigo…
—Como quiera, eso me dio perspectiva —le eché una mirada curiosa al no entender lo que me estaba tratando de decir—. El señor Cullen aquí lleva todo el rato contigo, y no se ha despegado de ti.
Me sonrojé. Maldita sea, yo no me sonrojaba nunca. Ella se dio cuenta.
» ¿Me puedes explicar qué está pasando?
—Eso me gustaría saber —murmuré para mí. Este hombre me causaba dolores de cabeza, pero mejor no me hacía ilusiones. Mi corazón palpitaba como loco pensando «hey, obviamente está enamorado, digo, lleva cinco horas aquí cuidando de mí» pero mi cerebro la cagaba contestando «solo se siente culpable, deja de actuar como colegiala y piénsalo razonablemente».
—¿Entonces?
—Mmh, no lo sé, nana —mentí terriblemente—. Tiene preocupación de empleado – trabajador o algo así.
Me miró sin creerme ni un momento, pero se levantó de su silla para ir a buscar al doctor. Antes de irse se agachó a susurrarme en un tono de voz muy bajo que apenas oí:
—Ese hombre está loco por ti, mi niña. Y parece que es mutuo, así que vas a necesitar hacer algo al respecto.
Parpadeé, abriendo la boca como un pez, pero ya había salido de la habitación cuando se me ocurrió algo para contestarle.
Nana Cope era bastante atinada siempre, y si decía que Edward tenía sentimientos por mi… entonces él en serio los tenía.
Mi corazón comenzó a latir como loco ante la idea, viéndose apoyado en sus cavilaciones anteriores, pero de mientras mi mente luchaba, aun intentando que hubiera un poco de racionalidad en mí.
Aunque cuando se trataba de mi... yo actuaba por instinto. Como siempre sucedía cuando las cosas del amor estaban involucradas, dejé la razón de lado y permití que el sentimiento calentara mi pecho.
Ya ni siquiera recordaba que estaba enojada con él en la mañana. Eso se sentía como a eones de distancia… no es que me quejara. No me gustaba enojarme con la gente. Y mucho menos con Edward.
Nunca con Edward.
Justo en ese momento el cobrizo de mis sueños comenzó a removerse del suyo propio, y dos segundos después un par de ojos claros se posaron en mí. Le sonreí, enternecida al ver su estado somnoliento.
—Hola —murmuré—, ¿estás bien?
—Eso debería preguntar yo —me contestó. Por un momento creí que estaría enojado, porque vaya humorcitos cambiantes que se cargaba Edward, pero en realidad parecía aliviado—. Me asustaste mucho, patito.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Bueno, Seth me llamó cuando no llegaste después de dos horas —le eché un vistazo a el techo de la habitación para ignorar su mirada acusadora, pero como quiera el tono de su voz no dejaba mucho que desear—. Te estuve buscando como por media hora hasta que encontré tu moto y a ti a un lado de la carretera. No reaccionabas.
—U-uh, sí, me desmayé —susurré, arrugando entre mis dedos la tela del cubrecama que me cubría.
—Me di cuenta —sacudió la cabeza—. El doctor dijo que te desmayaste por la impresión. Despertaste cuando llegamos aquí, pero te tuvieron que anestesiar porque estabas asustada. Te pusieron quince puntos en la pierna izquierda.
—Oh, fue bueno que hicieran eso mientras estaba noqueada, de otra forma me hubiera desmayado de nuevo —bromeé.
Me miró como si estuviera loca.
—Bella, pudiste haber muerto o algo peor, no entiendo por qué la risa.
—Bueno, no me morí —la cara de Edward fue un poema cuando dije eso—. Es decir, no me pasó nada malo.
—Pues no, pero pudo haber pasado.
—Pero no pasó —rebatí.
No entendí por qué parecía tan disgustado conmigo. Ese era mi mayor problema con Edward; mientras yo me tomaba las cosas a la ligera, él se las tomaba a pecho. Éramos como el agua y el aceite, pero aun así se sentía bien… de una manera extraña.
Suspiró, pero un amago de sonrisa cayó en sus labios, ocasionando que su bonito hoyuelo derecho hiciera aparición. ¿Ven? Era un bipolar. Pero aún así quería que fuera mío.
—No tienes remedio —dijo al final, soltando una rara combinación entre una risita y un bufido.
—Lo sé —sonreí inocentemente—. Además, no me caí de la moto por la lluvia.
Alzó la ceja hacia mí, interrogante.
—¿Ah, no?
—Duh, obvio no. Las calles estaban mojadas pero iba lento, no había razón para caerse —me encogí de hombros—. Es solo que había gravilla en una vuelta; todo el mundo sabe que es muy fácil derrapar cuando hay gravilla de por medio. Iba tan concentrada en la lluvia que no la vi y bueno, perdí el control de la moto. En teoría ni siquiera debí haberme caído, pero bajé la pierna antes de tiempo y me resbalé en el canal.
Suspiró.
—Lo dices tan fácil. Recibiste quince puntos por eso, Bella.
—U-uh, bueno, no creo que me agrade esa cicatriz, pero ¿qué se le va a hacer? —hice un puchero, y no se me pasó desapercibido que sus ojos se quedaron puestos en él durante más tiempo de lo normal—. Lo importante es que no pasó a mayores.
Se removió incómodo en su asiento.
—Supongo.
—Hey, ¿qué pasa? —pregunté cuando vi su carita abatida. Me iba a dar algo con sus cambios de humor… pero prefería verlo furioso que triste. No era buena lidiando con las emociones, y las de él me mataban.
Palmeé un lado de la cama.
» Ven aquí —pedí. Me miró inseguro por un momento, pero terminó parándose de su incómoda silla y sentándose a un lado mío. Me acomodé y me erguí, quedando casi a su nivel. El escozor y la tirantez de mi pierna se comenzó a sentir cuando hice eso, pero la anestesia hizo su trabajo y mantuvo el dolor a raya.
—¿Qué es lo que sucede? —pregunté, queriendo abrazarlo. Deseé estar un poco loca como hacía un rato para que me dejara hacerlo, pero no quería cruzar sus límites. Ya lo había hecho con el beso anterior y eso había resultado mal. Por mucho que lo quisiera, ahora era responsabilidad de él dar el primer paso.
—Yo… —suspiró de nuevo, pinchando el puente de su nariz entre su índice y su pulgar—. Estaba asustado cuando te encontré, en serio pensé que te había sucedido algo muchísimo más grave —alzó su mano cuando notó que abrí mi boca para interrumpirlo, así que lo dejé continuar.
» Sólo pensé en la forma en la que me miraste esta mañana y yo… —bajó la mirada hacia su regazo, y yo no pude evitar una mueca. Ah, sí, solo recordé que no me quería— estaba mintiendo, Bella.
Mi cabeza se levantó de golpe, tanto que creí que me rompería el cuello.
—¿De qué hablas?
—Pensé que si te ignoraba, la atracción amainaría y todo estaría bien entre tú y yo, porque vamos, ¿por qué te molestarías en fijarte en mí? Casi te doblo la edad… y tú obviamente estás llena de vida.
—Qué cosas tan tontas dices —lo interrumpí—. En primer lugar, no me doblas la edad, y en segunda, sí, estoy llena de vida… justo así como tú. Hay una razón por la que te dije que me sentía atraída por ti —esa razón iba más allá de sus perfectos bíceps, pero me guardé ese comentario para mí—. ¿Por qué no lo aceptas y ya?
¿Por qué no me aceptas y ya?, fue lo que quise decir.
Él se rio entre dientes.
—¿Ves? A eso me refería. Eres tan fácil de seguir, Bella… contigo no solo hay negro y blanco, tienes todos los colores —medio sonrió—. Es refrescante.
—Dejando de lado eso… y mis pocos instintos de supervivencia —lo miré entre mis pestañas—. ¿Dijiste que sentías atracción por mí?
Oh, sí, no lo iba a dejar pasar.
Después de lo de sus inseguridades respecto a mí, lo que dijo de la atracción era lo único que se había quedado en mi mente.
Edward volvió a reír, sacudiendo la cabeza en negación.
—¿Ves? A eso me refiero —chirrió, pero no tardó mucho en ponerse serio. Me miró y sentí que me estaba atravesando con sus ojos, y cuando tomó una de mis manos entre las suyas, pude notar como mi corazón luchaba por salírseme del pecho. Solo él lograba este efecto enloquecedor en mí.
» Lamento haber dicho lo que dije en la mañana —frunció el ceño, perdiéndose en sus pensamientos por un momento—. Te herí con mi negación, y fui lo suficientemente idiota como para no darme cuenta de eso hasta hace poco. Me asusté mucho con tu accidente, patito, y eso me obligó a no dar las cosas por sentado. La verdad es que…
» La verdad es que estoy un poco asustado de lo que está pasando entre nosotros dos —continuó diciendo, y al ver mi expresión confundida explicó—: Creo que estás consciente de que somos muy diferentes… en muchos aspectos, no solo por la edad. Pero también creo que eso es lo que nos hace coincidir, si eso tiene sentido.
—¿A qué quieres llegar? —pregunté. Me estaba mareando… ¿me quería o no me quería?
—Tenías razón la otra vez, cuando me dijiste que no tardaría en decirte lo que siento por ti —dijo. La sangre se me subió a los oídos, y mis tímpanos pitaron al ritmo de mi corazón—. Estoy atraído a ti como un magneto, y ya me cansé de negarlo. ¿Podrías perdonarme por actuar como lo hice? Estoy consciente de que yo, de todo el mundo, no actué como debería y me porté inmaduro, por lo tanto te entendería si decides qu…
Ni siquiera terminó de hablar antes de que echara mis brazos alrededor de él y lo besara. Sí, yo no era muy difícil, pero ¿y qué? Había que vivir el hoy – no tenía caso enojarme con él por más tiempo. Yo no era de la clase de personas que guardaban rencor.
Edward estuvo sorprendido por una milésima de segundo, pero pronto sus labios estuvieron danzando contra los míos. Esta vez, a diferencia de la anterior, se dejó llevar como si fuera lo más natural entre nosotros dos.
Sentí su lengua pidiendo permiso para entrar en mi boca y no tardé nada en dejarlo hacerlo; lo sentía por todas partes, con sus manos plantándose firmemente en mi cintura, por sobre la delgada bata de hospital.
Esto se estaba poniendo cada vez más caliente, y no había mucho que nos separara… al menos no de mi parte. Gemí cuando sus dedos rosaron mis pezones que se alzaron erectos contra su toque. Me estaba quemando por él y me encantaba.
Eso hasta que moví mi pierna demasiado y me pegué contra la suya, causando que aullara de dolor por mis puntos golpeados.
Edward se separó de mí en el instante en que me oyó quejarme.
—Lo siento, no debí dejarme llevar así.
—Edward, no soy de porcelana. No me voy a romper.
Sonrió con disculpa, y acarició mi pómulo con su mano derecha.
—Para mí lo eres, especialmente ahora —explicó, y yo resistí el impulso de rodar los ojos… aunque por dentro me derretí—. También hay otra cosa de la que quiero hablar.
Lo miré imperturbable.
—¿Qué es?
—Bella, una de las razones por las cuales no tomé importancia de tus acciones anteriores fue porque, y repito, eres muy joven para mí.
—Ya hablamos de eso y…
—Sí, sí, lo sé —detuvo mi verborrea con la mano—. A lo que quiero llegar es que obviamente para este punto de la vida tú y yo tenemos planes… ideas muy diferentes. Yo, aunque quisiera, no estoy para tener una relación sin seriedad o que no me lleve hacia ningún lado. Si vamos a intentarlo, quiero algo que conlleve todo.
Se me aceleró el corazón y mi expresión se puso en blanco. Había anhelado tanto a Edward que no me había dado cuenta de que tenía razón… él necesitaría completa seriedad. No lo amaba, no iba a mentir, pero era obvio que lo que sentía se expandiría rápidamente si le daba la oportunidad. Podía verme a largo plazo con él… envejeciendo con él. Esa era una respuesta fácil.
—Sé que a veces parezco un poco desubicada —contesté, sintiéndome enrojecer—, pero mi forma de ser no está peleada con mis ideas. Si tu miedo es el largo plazo por mí, no lo tengas. Tengo todo mi corazón en esto, estoy metida hasta la médula.
Sonrió, y su mano estuvo acariciando mi mejilla en un santiamén. Todas las dudas que antes se reflejaron en sus ojos fueron erradicadas por mis palabras.
—Entonces, ¿me darás una oportunidad?
Fingí pensarlo durante un momento.
—Eso depende…
La expresión de Edward estaba en blanco y me frunció la ceja en confusión.
—¿De qué?
—Necesito que me prometas que habrá más de ese beso que me acabas de dar.
Sonrió brillantemente, marcando su hoyuelo.
—Hecho.
—Y también —hice una pausa dramática tratando de no desfallecer de ternura con adorable rostro confundido— que controles tus cambios de humor.
—¿Perdón?
—A diferencia de como tú me encuentras a mí… tú me pareces muy difícil de seguir —suspiré fingiendo cansancio y me jalé un mechón rebelde detrás de la oreja—. Yo me considero una persona paciente, pero tú eres frío, luego caliente y luego frio de nuevo y eso me provoca dolor de cabeza.
Edward soltó un pequeño resoplido por la nariz.
—Créeme, yo no era así hasta que llegaste tú.
—¡Ah! Con que ahora es mi culpa.
—Por supuesto. Me pones de los nervios.
Le puse los ojos en blanco.
—Estás perdiendo puntos, Cullen. No te daré tu oportunidad si sigues así.
Me dio su mejor expresión de perrito mojado. Demonios, o él era muy bueno o yo era muy fácil. Algo me decía que era la segunda…
—Lo lamento. Prometo que trataré de mantenerme a raya —chasqueó la lengua y me dio otra de sus miradas condescendientes—, pero tú promete que te cuidarás más. Nada de hacer que me den ataques al corazón por accidentes en moto.
—Ah, esa es una fácil de cumplir —le guiñé y, ahora que por fin tenía el derecho, deposité un besito corto en sus labios. Al estar cerca de él su olor a colonia masculina me mareó… ese olor amaderado con toques de sándalo me iba a matar, y moriría feliz.
Sin embargo, un pensamiento completamente válido cruzó mi mente y cambié de tema.
» ¡Oh! —lo miré con horror—. Hablando de motos… ¿cómo está mi Iron?
Fue el turno de Edward de rodar los ojos.
—No tiene ni un rasguño —gruñó—. Saliste más golpeada tú.
—¡Jum! —no creía eso del todo—. ¿Dónde está?
—La remolcaron a tu casa, no te preocupes.
—Tendré que llevarla al taller… oí de un buen taller especializado en Port Ángeles.
—Sí, bueno, eso no será en el futuro próximo.
Le eché una mirada y crucé mis brazos en jarras.
—¿Y por qué no?
—Acabas de tener un accidente, patito… te preferiría a unos cuantos kilómetros lejos de las motos en estos momentos.
—Fue un accidente menor —discutí—. A la gente le pasa esto todos los días y no por eso pausan su vida.
—Lo que haga la demás gente no me importa, pero tú sí. No aceptaré discusiones al respecto —sus ojos se oscurecieron peligrosamente, y aunque se veía caliente como el infierno, necesitaba discutir.
Mmph.
—Seguiré conduciendo.
Suspiró.
—No gastaré mi energía peleando —dijo, mostrándose inusualmente calmado. Estaba siguiendo al pie de la letra mi petición de controlar su temperamento. Me contuve de decirle «buen chico», porque seguro se enojaría—. Sólo… ¿podrías no hacerlo hasta que te quiten los puntos?
—¿Por qué, Edward? No pasará nada malo.
—Hazlo por mí, patito —pidió con tono lastimero, mostrándose vulnerable—. No quiero pasármela preocupado por tu seguridad.
En serio, él era muy bueno. Debía aprenderle una o dos cosas.
—Está bien —accedí.
Sonrió y sus ojos se iluminaron más, así que aproveché su pequeño periodo de felicidad para darle otro beso… y otro, y luego otro. Este hombre me sacaba el lado encimoso que tenía enterrado dentro y no parecía importarle, así que para cuando la puerta se abrió de golpe yo ya casi estaba sobre su regazo.
Nos separamos rápidamente, pero fue demasiado tarde. La mirada del doctor y nana Cope fue de sorpresa. La última pasaba sus ojos entre Edward y yo, y estos estaban llenos de preguntas. Tendría que soportar la inquisición y contarle todo; no habría poder que me dejara escapar de ello.
Edward se mostró avergonzado por un momento, pero luego carraspeó y se levantó de la cama.
—Buenas noches, Doctor Gerandy.
El doctor canudo miró entre Edward y yo con una expresión divertida… y algo chismosa. ¡Ja! Algo me decía que esto tenía la posibilidad de convertirse en chisme de proporciones épicas próximamente.
No es como que me importara. Entre más supieran, mejor.
Tal vez debería rentar ese pequeño espectacular que había en el centro de Forks y ponerle una frase como «el Sr. Cullen le pertenece a Bella Swan» o algo así de simbólico. No se me pasaba que a las viejecitas del pueblo les gustaba de más el café de Cullen's… pero solo cuando Edward estaba en el mostrador.
—Buenas noches, Sr. Cullen —el doctor se puso su mejor máscara de profesionalismo y me volteó a ver—. Señorita Swan, parece que por fin nos ha dignado con su presencia.
—Sí, doctor, verá… es que me gustan mucho las camas de aquí, por eso decidí acostarme un rato.
El doctor Gerandy echó una risita entre dientes y revisó el historial clínico que colgaba de la cama.
—Tuviste una herida de quince centímetros en la pantorrilla izquierda, que suponemos fue a causa del golpe de tu pierna con el cubrecadena de la moto.
Asentí.
—Tiene sentido. Bajé mi pierna cuando no debía.
El doctor me miró con comprensión.
—Bueno, tuviste suerte. Nada de contusiones ni rasguños en otros lados además de esa herida, pero tuvimos que administrarte el tranquilizante por lo grave de tu ataque de ansiedad.
—La verdad es que no recuerdo eso —confesé. Edward me miró preocupado.
—¿Eso es normal, doctor? —preguntó.
—Sí, podría ser… el shock a veces hace que no recordemos cosas.
—No soy buena con la sangre —admití—. La detesto, así que eso pudo ser el desencadenante.
—Es un poco raro… pero no único. No hay nada de qué preocuparse —el doctor le dio una mirada significativa a Edward y luego a mí—. Estarás bien y en una semana debes venir a quitarte los puntos, te recomiendo estos siete días de reposo… probablemente te comenzarán a picar cuando la herida cicatrice, pero no los rasques. Con todo eso, ya estás dada de alta. Puedes irte cuando quieras.
—Bueno, ¡manos a la obra! Que ya quiero irme de aquí —le sonreí a mi nana—. Sin ofender, doc.
El aludido se rio.
—No se preocupe, la entiendo. Espero no verla pronto por aquí, señorita Swan.
—Nah, no se preocupe.
El doctor salió no mucho después de eso y Edward se volvió a acercar a la cama, tomándome de la mano. Se dirigió a nana Cope y a mí.
—Las espero afuera —dijo—. Tómense su tiempo.
Dicho esto salió de la habitación, dejándome con el demonio en persona… mi nana.
—Niña, tienes muchas cosas que explicar.
Gemí.
Vaya día.
.
Edward
.
Sostuve el ramo de lirios rosas entre mis manos, viendo la imponente casa de la familia Swan a tan solo unos metros de donde estaba. El lugar se erguía frente a mí, con una fachada beige, tres pisos y un corredor para visitas en el que seguro estaría sentado en poco tiempo. Se notaba, por donde le vieras, que este sitio tenía el toque de un arquitecto en sus paredes.
Salí del coche después de tomar una pequeña respiración; no entendí por qué sentí que esto era difícil… bueno, había venido ayer a dejar a patito después de su pequeño accidente, pero había sido durante la noche y me había ido casi tan rápido como llegué.
Ahora se sentía más real, lo que significaba que si daba este paso las cosas se pondrían serias de verdad entre ella y yo.
No podía esperar.
—Edward, buenas tardes —la señora Cope salió a través de la puerta de vidrio una vez que me vio en el porche—. ¿Qué te trae por aquí?
—Buenas tardes, señora Cope. Vine a ver a Bella.
—Ah, ¡por supuesto! Pasa, pasa —corrió el cristal y me dejó pasar; apenas eché un vistazo a los muebles de tonalidades blancas y el concepto Art modern (1) de la casa—. Está en su cuarto; no se ha levantado en todo el día. ¿Te molesta si la vas a ver ahí? Preferiría no molestarla.
—No se preocupe, señora Cope. No quiero molestar a Bella tampoco —contesté.
La señora Cope me echó miradas curiosas por aquí y por allá en nuestro camino a la habitación de Bella, y me pregunté brevemente si sabía de nuestro pequeño intercambio de la noche anterior. Era obvio, porque nos habíamos besado… pero me revolvió el estómago la idea de que tal vez estaba acostumbrada a que Bella hiciera ese tipo de cosas con cualquiera.
Alejé esos malos pensamientos antes de que se hicieran colmena en mi mente y pensé en decirle, en explicarle, pero primero tenía que hablar con Bella. Ya estábamos en algo serio, eso había sido gran parte de nuestra conversación la noche anterior, pero seguía preguntándome cómo se sentía con la idea de decírselo a los demás.
No me gustaría esconderme, jamás, pero lo dejaría a su consideración. Bella no estaba acostumbrada a las habladurías de Forks; no sabía en qué se estaba metiendo, así que me encargaría de contárselo.
Le dio unos pequeños toques a la puerta de madera antes de que se escuchara un suave «pase» desde dentro de la habitación.
—Bella, tienes visita —la señora Cope anunció cuando asomó su cabeza por la entrada.
—¿Quién es?
—Hola, patito —saludé, entrando al lugar y haciéndome ver. El cuarto de Bella, al igual de todo lo sobrio y lo austero de la casa, era de color blanco. Frente a su cama había una pequeña cómoda y una televisión colgando de la pared, también tenía en la esquina un clóset con un diseño en triángulo de color negro. Era bastante bonito, en realidad.
—Wow, hola, Edward. No te esperaba —ella estaba acostada en su cama. Echó un vistazo a su pijama rosa con estrellas de mar y se sonrojó—. De verdad no te esperaba.
Sonreí avergonzado.
—No quise ser inoportuno. Quería saber cómo seguías —las flores picaron en mis manos y ella por fin las notó.
—¡Oh! Qué bonitas. ¿Son para mí?
Asentí.
—Sí, lo son.
—Adoro los lirios. Muchas gracias —su sonrisa casi me deja sin aliento, pero lo mejor fue ver cómo sus ojos se enternecieron graduablemente—. Nana, ¿podrías ponerlas en agua?
—Claro, mi niña —la señora Cope sonrió y tomó el ramo de flores de mis manos—. Te quedas en tu casa, Edward.
—Gracias —murmuré, viendo como se cerraba la puerta al cerrar tras de sí.
Bella se corrió a un lado de la cama y palmeó el asiento contiguo al suyo, viéndose tan animada como siempre. No tardé mucho en cruzar la habitación y sentarme a su lado, sintiéndome algo inseguro en mi actuar.
Me pregunté constantemente por qué me volvía tan inestable alrededor de ella… era molesto, por decirlo menos, ya que yo no actuaba así en mi vida diaria. Era obvio que Bella había desestabilizado lo que yo con tanta gracia había tardado en construir y me sorprendió el hecho de que no me importaba en lo absoluto; no mientras ella estuviera a mi lado, sonriendo y brindándome lo que, al parecer, necesitaba sin saber.
—Es bueno que hayas venido… estoy aburridísima. ¿Puedes creer que de todos los lugares donde pude haber caído, tuvo que ser sobre mi teléfono? —bufó, soltando tanto aire por la boca que se le movieron los cabellos de la frente—. Pero es que le he partido la pantalla en dos, ¡no me lo creo!
Me reí. Ni siquiera parecía enojada al respecto, sino más bien frustrada. Era cómico de ver.
—Agradece que fue tu teléfono y no tú.
—Uh, suenas como nana… te llevarías bien con ella. Creo que le gustarás más de lo que yo podré gustarle alguna vez —bromeó.
—Tal vez entre los dos podremos algún día hacerte entrar en razón.
—Nah —se medio encogió de hombros—, yo ya no tengo remedio.
No pareció un comentario hecho al azar, pero no me atreví a cuestionarla. En cambio me acerqué a ella, acariciando su pómulo dulcemente y volteando mi cuerpo hacia el suyo, sintiendo cómo el calor irradiaba desde su muslo hasta el mío.
—¿Cómo te sientes, patito? —murmuré, estando a pocos centímetros de su rostro. Sabía que estaba de algún modo sintiéndome demasiado cómodo con su presencia, e incluso invadiendo su espacio personal, pero Bella, tal como ella era, no se quejó.
—He estado mejor… —sonrió—, y creo que ya sé cómo mejorarlo.
—¿Ah, sí? —pregunté. Su aliento se mezcló con el mío cuando respondió:
—Sí.
Ni medio segundo después, ya tenía a la escurridiza muchacha por encima de mí.
Bella tocó mi pecho como quien no quiere la cosa, y me empujó de manera que mi espalda quedara laxa contra el colchón. Se montó a horcajas encima de mí tan rápido que me pregunté cómo es que no le dolieron los puntos, pero nada consiguió salir de mi boca porque la suya estuvo sobre la mía un instante después.
Su lengua jugó conmigo, cazándome y tomándome desprevenido. Todo su calor irradiaba contra mí y, madre santa, me puse duro rapidísimo.
Había tenido aventuras por aquí y por allá desde mi divorcio, por supuesto, pero nada serio. Obviamente ningún hombre sano de treinta y tantos y soltero se hubiese quedado en el celibato… pero ¿esto? Esto era otra cosa. Esto era calor y placer.
Mis manos estaban frenéticas, tocando, acariciando, amasando el cuerpo de Bella como si la hubiera extrañado de toda la vida; como si mi cuerpo hubiera estado en periodo de reposo hasta que la tuve para mí.
La pasión mezclada con todos los sentimientos que tenía hacia Bella magnificaba el encuentro en un 100%. Nunca había sentido esto antes. Ni siquiera con mi exesposa.
Si sentía así de poderoso y apenas nos estábamos tocando, ¿cómo sería cuando hiciéramos el amor?
Mis manos se fueron hacia sus nalgas y la tomé duro, sin importarme que tal vez estaba enterrando mis dedos más fuerte de lo debido. Esto no pareció importarle porque gimió en mi boca y se restregó contra mí, encendiendo llamas contra mi cuerpo. Mi polla lloraba por ella, dura, debajo de mis jeans, pidiendo que la soltara e hiciera el ridículo short de algodón hacia un lado y me enterrara en el paraíso. Me tomaría un segundo estar en casa.
Joder, la necesitaba. La quería ahora.
Mis labios bajaron de su boca a su largo cuello de cisne; acariciando, besando y chupando todo su alrededor. Era delicioso, sabía a ella, y me encantaba. La sensación de probar su piel por primera vez fue como encontrar un oasis en el desierto.
Su pequeña camiseta de estrellas de mar ni siquiera fue un rival para mí; la hice de lado en un segundo y sí, por supuesto que Bella no estaría usando un sujetador. Esta mujer sería mi muerte.
Una vez que bajé la blusa, las tetas salieron disparadas hacia mi cara, con los pezones rosado oscuro erectos hacia mí, casi como si me estuvieran pidiendo que los besara. Lo hice, chupé con avidez y sentí cómo Bella se deshacía en mis brazos, con sus pequeñas manos jalando mi cabello, atrayéndome hacia ella. Como si alguna vez se me llegara a ocurrir siquiera parar.
Estaba bien, todo estaba bien, hasta que una pequeña gota de consciencia entró en mi cuerpo, sacándome durante un segundo de la neblina lujuriosa que me tenía obnubilado.
Mierda, mierda, mierda.
Me separé en un instante.
—¿Qué pasa? —Bella preguntó, mirándome confundida. Tuve que cerrar los ojos, porque sus labios rojos, su cabello revuelto y sus tetas al aire iban a producir que me diera una combustión espontánea o algo peor—. ¿Por qué te detienes?
Me aclaré la garganta y, aun sin ver, suavemente la quité de mi regazo, poniéndola a un lado.
—¿Ed? —por fin le di una mirada cuando su voz sonó tumultuosa, y me sorprendió ver los inicios de las lágrimas formándose en sus ojos castaños. Oh, mierda, ¿la había lastimado?
—Mierda, patito, ¿te lastimé? —pregunté frenéticamente—. Lo siento mucho, corazón. No quería atacarte de esa forma yo… no sé qué me pasó.
Bella parpadeó hacia mí, borrando rápidamente sus lágrimas.
—No, ¿de qué estás hablando? —inquirió llorosa—. ¿Por qué me estás rechazando?
Boqueé.
—Amor, no te estoy rechazando… tienes una herida de quince centímetros en la pierna izquierda y te acabo de atacar, por Dios santo.
Bella me frunció el ceño.
—Hasta donde recuerdo, yo fui la que se lanzó sobre ti.
—Bueno, sí… pero yo soy el adulto. Debí haberte detenido.
Ella se cruzó de brazos.
—¿Adulto? ¿Pues cuántos años crees que tengo? Según tengo entendido, yo también puedo votar.
Rodé los ojos.
—Sabes a lo que me refiero.
—No, francamente no lo sé.
—Bella, estás convaleciente… —antes de que me pudiera interrumpir, continué—: y creo que hay aspectos de nuestra relación de los que todavía debemos hablar, ¿no crees? Como que nos estamos adelantando un poquito aquí.
Mi polla lloró, completamente en desacuerdo con mis palabras. Especialmente porque Bella se enfurruñó, y parecía que seguía bastante deseosa. Sin embargo, yo lo supe mejor, así que traté de calmarme.
—¿Qué aspectos? —terminó preguntando—. Ayer entendí… bueno —se sonrojó y me miró tímidamente, lo cual lo sentí… raro—. Creí que estábamos juntos, ya sabes, en una relación. ¿O es que acaso he entendido todo mal?
—¡No! Por supuesto que no —la corregí rápidamente—. Yo… mmhp, quiero estar contigo, patito, en todos los sentidos, y me parece que es lo más sensato y de hombre decirlo así, con todas sus letras. No quiero una relación a escondidas… ni nada de eso, pero también entiendo que tú tal vez…
—Yo quiero lo mismo —cortó mi parloteo—. Quiero estar contigo, en todos los sentidos también. Y no quiero esconderlo, Dios sabe que me moriría de celos si viera cómo las mujeres de todas las edades te coquetean diariamente sin saber que tienes dueña.
Alcé la ceja.
—Dueña, ¿eh?
—Por supuesto, soy posesiva y celosa como la mierda —asintió—. Sobre aviso no hay engaño.
Solté una carcajada.
—No me importa. Trae los grilletes, soy tu prisionero —sonreí, tomándola de la cintura y volviéndola a poner a horcajas sobre mí, pero esta vez de una manera más inocente. Traté de no ponerme duro bajo su cuerpo, porque me sentiría debajo de sus nalgas… y sería una historia de nunca acabar. No me la cogería con la pierna lastimada, no era tan bruto.
» Sin embargo —continué diciendo, ignorando mis sucias cavilaciones—, hay cosas que debes saber, patito. En este pueblo, como ya te habrás dado cuenta, los chismes vuelan como la pólvora —pegué un fuerte suspiro—. Me temo que eso es una de las pocas cosas de las que no te podré proteger… porque por mucho que yo quiera, no puedo obligar a la gente a no hablar.
Bella se rio encima de mí, enviando vibraciones por todo mi cuerpo. Se encorvó, con su rostro a centímetros del mío. Su cabello hizo una cortina entre nosotros y el exterior, y el momento se sintió demasiado íntimo.
—Ah, no me importar los chismes —dijo jocosamente—. En realidad, estaría bien. Así todos se enterarían de que estamos juntos.
—Cuida tus palabras; empiezo a creer que soy un premio para ti.
Sonrió.
—Me gustan las cosas brillantes.
—Pequeña bribona —bufé, tomándola de la cintura y haciéndole cosquillas. Rio, retorciéndose sobre mí y pidiéndome por favor que parara.
—¡Bien, bien! ¡No eres un premio! ¡Ya, por favor! —pidió entre risas, con lágrimas escurriendo de sus ojos. Sacudí la cabeza, ralentizando mis movimientos hasta que ella quedó jadeando sobre mí.
La imagen por sí sola, era bastante alentadora. Me sentía como un jodido adolescente, metido en el cuarto de su chica, fajándose con ella y soñando en poder follársela… la experiencia completa.
—En serio, Músculos —Bella repuso después de un momento, cuando estuvo más calmada—. No me importan los chismes nadita… me importas tú, y eso debe ser suficiente, ¿no crees?
Alcé la ceja e ignoré su último comentario.
—¿Músculos?
Me lanzó una sonrisa.
—Estuve pensando en eso hoy en la mañana —explicó—. Me pusiste patito porque soy Swan, ¿cierto? —no esperó mi asentimiento y siguió hablando—. Bueno, yo desde el momento uno he estado obsesionada con tus bíceps… así que ahora te diré Músculos.
Me reí.
—Me parece justo.
Aunque cuando Emmett la oyera llamándome así… bueno, no escucharía el final de eso.
—Ahora que hemos tocado el tema, Músculos, tengo una pregunta para ti —la curiosidad brillando en sus ojos automáticamente activó la mía.
—Dispara.
—¿Vas al gimnasio?
Me mordí el labio para no reírme, porque ella siempre soltaba las preguntas más inverosímiles y que jamás se me ocurrirían, pero contesté honestamente.
—No particularmente al gimnasio, no, pero hago ejercicio en casa. Tengo aparatos y todo eso.
—Ah, eso lo explica. Ya decía yo que estos no eran solo de amasar —apretó apreciativamente mi bícep izquierdo.
—Creo que tienes un poco de baba, corazón… —simulé limpiar la comisura de su labio. Ella me estrechó los ojos.
—Hombre, ya no te diré nada, porque luego no podré con tu ego.
Me reí, acariciando su cintura. Seguimos hablando durante un rato más, siempre teniendo cuidado con sus heridas cuando Bella se me lanzaba para comerme. No es como que yo pusiera trabas, pero no volvimos a lo que habíamos hecho en un principio. En serio no quería lastimarla.
—Creo que debería dejarte descansar —solté un suspiro cuando vi que llevaba más de tres horas hablando con ella. ¿Cómo demonios el tiempo pasaba tan rápido cuando estaba a su lado?
Le di un pequeño beso en los labios y suavemente la quité de mi regazo.
—Supongo que sí —hizo una mueca—. Te veré mañana.
Me paré en seco cuando me senté en la cama.
—¿Perdón?
Me miró confundida.
—Er, sí. En el trabajo, quiero decir.
—¿Cuál trabajo, amor?
Abrió la boca como un pez, mirándome en estado de shock.
—¿Estás corriéndome por accidentarme? —prácticamente gritó—. ¡Eso es negligencia, Músculos! Y no importa qué tan bien beses, no lo dejaré pasar. No, señor.
La miré como si estuviera loca. Que vamos, sí lo estaba un poco.
Loca de atar.
—¿De qué hablas, patito? Solo estoy siguiendo las recomendaciones del doctor… te dijo que debías tener una semana de reposo —expliqué—. Tu trabajo en Cullen's seguirá ahí cuando regreses el lunes.
Al menos tuvo la decencia de sonrojarse.
—Bien, lo siento… —se encogió de hombros y lo dejó pasar—. Pero ¿una semana? ¿Qué esperas que haga una semana? ¡Moriré de aburrimiento!
—Eso debiste pensarlo antes de…
—Desobedecer tus órdenes directas —me imitó con hastío. Sólo me quedó reírme—. Por favor, Músculos, no me hagas esto. No sé si aguantaré estando siete días sin hacer nada… y mira que soy buena en ello —sus grandes ojos de ciervo me rogaron. Negué.
—Lo siento, amor, pero órdenes son órdenes —dije como si nada—. ¿Qué te parece si vengo a verte después del trabajo? Puedo venir cuantas veces quie…
—Quiero todos los días —me interrumpió—. Claro, si puedes.
Acaricié su pómulo, maravillándome cuando la sangré subió a él y manchó su piel de alabastro.
—Por supuesto que puedo, patito. Estaré aquí mañana a las cinco —prometí.
Ella me hizo un puchero.
—Está bien… te extrañaré —se quejó—. Diablos, sueno como una auténtica enredadera, pero no puedo evitarlo.
Me reí, besando su labio inferior que sobresalía.
—No me importa… me siento de la misma manera —contesté, sin querer hablar aun acerca de mis sentimientos. Era muy pronto, y recién habíamos comenzado algo. Lo que sea que tuviera con ella, sería mejor conservarlo para mí mismo por el momento, incluso aunque me costara.
» Vendré mañana, lo prometo.
No nos tardamos mucho más en despedirnos y bajé de su habitación, encontrándome con la señora Cope en las escaleras. Ella no me preguntó nada, pero pude ver que estaba curiosa. Seguro que acribillaría a Bella con preguntas en cuanto cruzara el portón.
A la mañana siguiente desperté, sintiéndome un hombre nuevo. Tuve todas las intenciones de gritar y presumir a mi nuevo amor, pero me contuve y continué mi día como si nada. No diría nada hasta que Bella estuviese conmigo.
Seth tuvo su buena reprimenda por… sí, desobedecer órdenes directas, y ya que vamos al caso, también Jacob. Él se había asustado realmente por Bella, y parecía que en serio se sentía culpable, así que se lo dejé pasar, dejándole el claro que para la próxima su trabajo estaría más que pendiendo de un hilo.
Ahora solo me quedaba un tema para preocuparme: Bella. Ya no me sentía seguro dejándola suelta por las calles con su moto, especialmente porque la temporada de lluvias y de ventiscas había comenzado oficialmente, así que me tomé el atrevimiento de adelantar la licencia de maternidad de Ángela una vez que Bella se reincorporara a la cafetería.
Estaba seguro de que ella se enojaría muchísimo cuando supiera que había sido relevada de su puesto de repartidor a mesera, pero mi instinto protector básicamente me lo había pedido a gritos. Seguro tendríamos que hablar de ello, pero dejé de pensar en eso… cuando se tuviera que cruzar ese puente, lo haría.
Art Mordern (1): Es un tipo de diseño de interiores.
Primero que nada: les dejé unas fotos alusivas que están ancladas en mi perfil de fb (ahora sí, el link ya está en mi perfil de aquí jeje / cualquier duda x dm o x review y les contesto). Estaba pensando q tal vez debería hacer un blog, para que queden para la posteridad jajaja
Segundo: ¡ya por fin están juntos! ¿les gustó así? ¿o creen que Patito debió haber hecho sufrir un poco más a Músculos?
Tercero: muchas gracias por sus bonitos reviews, déjenme uno y actualizaré muy pronto. Pinky promise.
¡Nos leemos luego!🍪
