Kurogane sentía el hervor de la sangre por sus venas mientras la chica del mechón blanco hacía lo que podía para ayudar al estúpido mago. Todo ayudaba: el llanto desesperado del bollo blanco, la princesa inconsciente con el rostro arrasado por las lágrimas, el chico aunque-no-el-mismo-chico pero que el parecer compartía sus recuerdos... y que lucía en el pecho el emblema del asesino de su madre. En aquel momento su única opción era mantenerse inmóvil, apoyado en la pared, y cruzar los brazos contra su pecho para intentar contener sus sentimientos, al menos hasta poder definir cuáles eran. Miedo, culpa, rabia, frustración, desesperación... y algo más, no sabía bien el qué.

La chica dejó las pinzas en la bandeja y se volvió hacia los demás. No hacía falta que hablara, pero lo hizo igualmente. Kurogane notó como si el río desbordado de su interior hubiera roto una presa más. Apretó los brazos con más fuerza. El bollo pidiendo ayuda a gritos. Las miradas compasivas de aquellos pobres desgraciados que ahora encima se habían quedado sin agua,de los dos vampiros que habían prolongado la escala en ese mundo sin motivo aparente, del chico aunque-no-el-mismo-chico que acababa de aterrizar allí y sin comerlo ni beberlo estaba metido en el fregado hasta las orejas, de la bruja que mostraba una política mucho más intervencionista de lo habitual.

Y entonces le oyó. Dejadme morir, venía a decir el muy imbécil, y todo irá bien. Dejadme morir. Qué maldita petición era esa. Qué maldita solución era esa.

La última presa se rompió, y su brazo salió disparado como un ariete contra una columna, dejando un hermoso boquete.

Ya no oía, casi ni veía. El bollo blanco gritó algo, pero era un sonido lejano, atenuado. Carecía de importancia. Tenía que moverse, que actuar, que hacer algo.

- ¿Y quién diablos aceptaría algo semejante?

De algún modo había acabado suspendiendo en el aire al mago agonizante, agarrándolo por el cuello del jersey.

- .. lo siento.

Una sonrisa triste, pero auténtica. La primera, y tal vez la última. Por fin le veía sonreir de verdad, con los ojos. Y ese único ojo que durante escasos segundos le miró con ternura infinita fue más que suficiente.

Ese sentimiento aún sin definir se alzó sobre los demás y los frenó.

- Bruja. ¿Hay alguna manera de salvar a este tipo?

- ... la hay.

El tono de voz delató el alto precio que iba a tener que pagar. Pero lo que acababa de ver un instante atrás bien lo valía. La remota posibilidad de volver a verlo sonreír, tal vez con los dos ojos, bien valía cualquier sacrificio.

Fuera cual fuera.