Saludos a todos los lectores que se hayan arriesgado a entrar en este humilde escrito :)
Gracias por adelantado.
Lo primero que tengo que comentar es que esta historia se va a dividir en dos partes: la primera se titula "Náufragos" (y es ésta presente) y la segunda… ya lo verán en su momento. Cada una de ellas consta de tres historias, de tres personajes muy distintos y muy iguales entre sí (esto lo comprenderán al final de la primera parte, o eso espero)
Ahora, sin más dilación, pueden empezar a leer y, espero, les guste y disfruten de las palabras y de la historia. De nuevo, muchas gracias por estar ahí.
Pd: El próximo capitulo, en una semana o dos, estará disponible :)
Náufragos
Náufragos, náufragos…
Perdidos en el inmenso océano de la vida
…errantes y sin rumbo
Náufragos, pobres náufragos
Caísteis al mar demasiado pronto
… y el mar no devuelve a sus victimas.
Sin marcha atrás
A veces sientes que tu vida no vale nada, que no sabes porque estás aquí, porque haces lo que haces, porque respiras, porque sientes… porque vives. A veces no sabes que camino tomar. O, quizás, ya estás equivocado y da igual cuál escojas porque ya no hay marcha atrás. Ya no se puede volver atrás...
No se puede retroceder en el tiempo.
Las decisiones tomadas no se pueden cambiar…
A veces sientes que has perdido el sentido a tu vida.
A veces te sientes un náufrago en medio del mar.
El viento le azotaba fuertemente en el rostro. Las ramas de los árboles impactaban una y otra vez en su cara… pero nada de eso importaba. Ya nada. Ya no había ninguna razón para permanecer allí: había perdido todo cuánto significaba algo en su vida. Las lágrimas caían incesantes por sus mejillas, mezclándose con las gotas de lluvia, de la tormenta de esa noche cerrada y negra.
Siguió corriendo, huyendo, escapando. Nada le retenía. Todo lo había perdido. Ya nada le quedaba. Tan sólo su vida, pero aquella tampoco tenía sentido en esos momentos.
Sin mirar atrás. No podía mirar atrás. No quería mirar atrás. No quería recordar.
Las ramas de los árboles le dejaban rastros de sangre que se mezclaba incesantemente con el agua salada de sus ojos. No, no quería recordar. No quería volver a recordar aquel momento, cuando todo lo había perdido. Siguió corriendo, huyendo, escapando.
Lo que había sucedido nunca abandonaría su mente.
- Despierta – una voz autoritaria le arrancó de la pesadilla que estaba teniendo. Como siempre, desde aquel día, se volvía a ver corriendo y huyendo, dejando atrás aquel lugar. Y, a pesar de todos y cuantos remedios había tomado para alejar aquel sueño, siempre regresaba a él con más fuerza. Y siempre terminaba con la visión de una persona tendiéndole la mano e invitándole a irse con él. La misma persona que le hablaba en esos momentos y le abría, una tras otra y sin misericordia, las ventanas para que entrase la luz de la mañana. Con gestos cansados por su no descanso levantó un brazo y se intentó esconder del sol. Otro día más. Otro día más en aquel lugar, con su vida sin sentido desde aquella noche de pesadilla.
- Levántate. Ha llegado el momento – le ordenó la voz con cierta diversión en su tono antes de cerrar la puerta y dejarle solo de nuevo. Si, aquel día no era un día más. Aquel día era el "día"
Con cansancio se incorporó de la cama. Aquel era el día. Escondió la cabeza entre las manos, miró al suelo buscando alguna razón, buscando alguna explicación de porque había llegado a ese extremo… y siempre llegaba a la misma conclusión: desde aquella noche se dejaba arrastrar porque él ya había dejado de luchar. Nada tenía sentido desde aquella noche. Nada por lo que ilusionarse, nada por lo que soñar con un futuro mejor. No había nada. La lluvia, los árboles, la tormenta… no eran nada comparado con la rabia e ira de su interior, de la tormenta que azotaba su alma, del dolor que desgarraba su corazón desde aquel día
Con desgana, como todos los días desde aquella noche, se puso una túnica por encima, agarró su varita y se dirigió hacia el pequeño espejo que tenía en un rincón de su habitación. En su mano otro de los objetos que había llevado desde el día siguiente a esa noche.
Se observó el rostro en el cristal, quizás buscando algún indicio de aquel que había sido una vez, pero como siempre, como desde aquella noche, la alegría había muerto dentro de él, la chispa de la felicidad se había apagado. Vivía porque vivía, pero el motivo no lo sabía. Vivía porque había sido demasiado cobarde para morir. Otra vez ahí, otra vez el recuerdo de aquellos días felices, cuando todo parecía perfecto. Todos, todos se equivocaron con él. No era valiente, no era leal. No era nada.
Un pobre náufrago en medio del mar, rodeado por la inmensidad de la vida.
Levantó una de sus manos y colocó el objeto sobre su cara: una máscara blanca e inexpresiva le miró desde el otro extremo. Vivía porque había que hacerlo, pero se dejaba arrastrar sin luchar en aquel presente sin sentido. Aquella noche su espíritu había dejado de luchar y latir mucho antes de encontrarse con él. Mucho antes de abocarse en aquella espiral de violencia y sangre. Mucho antes de convertirse en aquello que había despreciado siempre. Mucho antes de convertirse en mortifago.
Con pasos lentos se encaminó hacia la sala principal. Aquel era el "día"
Nadie más, excepto dos personas, sabían de su caída a ese lado del mal. Por ello, todo el mundo estaba sorprendido de la sonrisa de superioridad y satisfacción que existía en esos momentos en Lord Voldemort, porque nada sabían. Nadie más conocía su identidad, excepto él y la persona que le había enseñado aquel camino de dolor, aquella persona que se encontrase al final de su descontrolada carrera…
- Yo te puedo ayudar – dijo alguien enfrente de él. Hasta ese instante no se había dado cuenta de su presencia – Yo te puedo ayudar – volvió a repetir con tono de superioridad y control.
- Nadie lo puede hacer – contestó él en el suelo, de rodillas e impotente, con las manos llenas de su sangre, llenas de culpabilidad.
- Él puede – y justo en ese instante reconoció la voz, en cualquier parte la había reconocido. Había algo en ella atrayente, magnético… tentador. No podía perder ya más, así que ¿Por qué no intentarlo?
- Enséñame cómo.
- Ven conmigo – dijo y, al levantarse, pudo observar que una máscara blanca le cubría el rostro…
Máscara que él ahora llevaba, ocultando sus sentimientos, ocultando su rostro. Máscara física tras la que se ocultaba, pero existía otra más en su interior, aquella en la que había enterrado todo cuanto había sido hasta ese momento de su huida desenfrenada. Aquella tras la que se había escondida antes incluso de tener ésta en las manos.
- Bienvenido – le saludó Voldemort una vez que llegó a su altura. La primera vez que le veía desde su llegada. En aquella ocasión había estado tan turbado que no se fijó muy bien en él, pero ahora observaba perfectamente sus ojos, aquella mirada que le perforaba a uno el alma, aquella ansia de poder que emanaba
"Es un agradable placer tenerte entre mis filas" recordó que le dijo en aquella ocasión, y ahora parecía haber dicho lo mismo al saludarle al llegar con aquella sonrisa de satisfacción. ¿Placer¿Por qué? No había razón por la que alegrarse de lo que sucedía.
Como siempre, desde aquel día, se dejó llevar sin preguntar la razón.
Náufrago perdido…
… Creíste ver una salida
… Creíste que todo acabaría si te dejabas arrastrar a las profundidades del mar
… mas las sirenas son crueles y te dejaron solo y con tu agonía
El dolor no le importó. Nada importa ya. Había traicionado a todo y cuánto una vez había creído. Se había traicionado a sí mismo. Nada importaba. Vivía dejándose arrastrar. Una vez, no hace mucho tiempo, había conocido el lado amable de la vida: alegría, felicidad, sueños y esperanzas… pero todo ello había desaparecido sin rastro, con el viento, con su vida, aquel día. Despierto en medio de una pesadilla que no tenía salida. El brazo le quemaba, el dolor le embargaba, pero nada importaba. La marca relucía, palpitaba en su piel. La calavera parecía esbozar una sonrisa macabra y de burla desde su posición recién estrenada. Aquel era el día. Quedaba envuelto ya por siempre jamás en la oscuridad.
Pobre náufrago
… flotando en medio de la inmensidad de la vida
… sin rumbo y perdido
Náufrago, náufrago
Creíste ver el horizonte
… pero eran tan sólo cantos de sirenas en mitad del mar.
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Espero que les haya gustado y, ya saben, para cualquier cosa (lanzamiento de tomates, hechizos o cosas parecidas… ah, y también criticas, tanto positivas como negativas, todas son aceptadas) pueden hacerlo a través del lugar donde pone"submit review"GO
De nuevo, y nunca me cansaré de repetirlo, muchas gracias por leer
Próximo capitulo: Cadenas invisibles
