Último capitulo de la primera parte :D
En la siguiente (si recuerdan, consta el fic de dos partes de tres capitulos cada una) se desvelará la identidad de cada uno de nuestros "Náufragos" aunque... excepto el primero, los otros se pueden averiguar con un poco de intuición ;)
Ahora si, espero que les guste este nuevo capitulo y que disfruten con él (aunque, de nuevo, sea algo trágico)
Besos miles
Pd: Y gracias por los comentarios. Gracias, gracias, gracias :D

Herencia maldita

De pequeño se aprende observando. De niño se mira al alrededor sin saber que aquello que te rodea marcará las pautas de tu vida. No lo reconoces, no lo sabes. No alcanzas a conocer en profundidad las responsabilidades que marcan tu nacimiento. Te agobian, te cargan pesos a tu espalda que dificulta tu caminar sin ni siquiera pedirte permiso. Responsabilidad de los deseos nunca cumplidos de los padres que quieren que sus hijos sean mejores y más grandes que ellos… sin importarles la opinión de éstos. Todo es tal y como quieren, exigen, mandan. Se da más de lo que se pueda dar, se hace más de lo que se puede hacer… Las cadenas más profundas son las de la sangre. La herencia más maldita es la de la familia…

Indiferencia.
Aquello era lo que sentía a su alrededor.
Indiferencia hacia él, aunque las apariencias mostraran otra cara.
Indiferencia por todo lo que hacía.
Nunca le había visto una sonrisa de satisfacción por cualquier mínimo logro suyo.
Nunca desde que recordase, desde que tuviese conciencia de sí mismo y de su alrededor.
No, nunca le había visto ese orgullo de ser su padre.
Indiferencia.
Nada más que eso era lo que presentía a su alrededor.
Cuántas veces había deseado aquella satisfacción, aquel orgullo de su parte, pero nunca lo había conseguido. Él existía porque necesitaba un heredero y luego de haberlo conseguido, se desentendía de todo lo que conllevaba. Y él… él sólo callaba y aguantaba, esperando aquella sonrisa que nunca llegaba.
Como tenía engañado al resto del mundo.
Familia perfecta.
Perfección por los cuatro costados en el exterior… y luego, dentro de las cuatro paredes, indiferencia y vacío, mucho vacío. Habitaciones vacías, sin ruidos, sin comunicación. Ni miradas. Ni una sola palabra.
Silencio y más silencio.
Al menos, siempre estaba ella, su madre, un apoyo en medio de todo aquel mar de indiferencia, pero ella no podía llenar todo el vacío que sentía. No era lo mismo. Ella le protegía y ayudaba, le guiaba de forma imperceptible para que su padre no se enterase y pensase que era débil. Tenía que aprender, aprender a sufrir y a resistir, aprender con dureza. Aprender a través de la indiferencia y del vacío, del dolor y del sufrimiento. Y, mientras tanto y como siempre, esperando aquella sonrisa que nunca llegaba ni llegaría.

Náufrago, náufrago,
Las olas te arrastraron desde tu nacer
Perdido en medio de un mar
Despiadado y cruel

Reflexiones y reflexiones,
Siempre pensamientos que no llevan a ninguna parte.
No puede hacer nada, sólo callar y sufrir.
Callar y fingir.
Fingir alguien que no es.
Fingir el sentirse superior a los demás porque él lo ha mandado y exigido: ser como el resto de la familia, estar a la altura. Altivo, superior. Como él, como su padre, como todos antes de él. Fingir, callar y acatar todo lo que se le dice. Hacerlo sin preguntar. Nada de preguntas, nada de pensar.
Pero no puede, no quiere dejarse arrastrar a esa espiral sin sentido.
Quiere vivir su vida. Quiere poder elegir, quiere poder actuar como realmente es él, no como debería ser.
Quiere rebelarse, pero no puede, nunca ha podido escapar, nunca ha querido pues… sigue esperando una sonrisa de satisfacción.

Náufrago, náufrago
Arrastrado por las olas
Quiere escapar,
pero las fuerzas no le llegan
Quiere huir,
Pero la resaca es más fuerte
Y le vuelve a arrastrar a mitad del mar.

Sus primeros recuerdos son muy nítidos, al contrario de lo que se podía esperar de alguien de tan corta edad como tenía entonces. Bien recuerda cada color, cada forma, cada palabra, cada gesto. Bien recuerda lo que no se dijo, como no se dijo… las razones por las que no se dijo las averiguó más adelante, cuando empezara a tomar conciencia de quien era él, que lugar ocupaba él en el mundo, en su familia.
Bien recuerda su cara y sus gritos silenciosos.
Bien recuerda el rostro grave de su padre al verle en el suelo. Sus brazos cruzados, su gesto serio. El movimiento de indiferencia y desilusión en su cara. El pequeño sabe que no le ayudará, nunca lo hace. Aguanta las lágrimas, no llora aunque la sangre le mana abundantemente por sus piernas a causa de la dolorosa caída. Su padre aguarda. Sabe que no debe llorar. Sabe que debe ser fuerte y aguantar el dolor. Tiene que ser fuerte, tiene que hacerlo. Calla. Aprieta fuertemente los labios y, poco a poco, se levanta de nuevo. El dolor recorre su cuerpo, las lágrimas pelean por salir, pero no debe hacerlo, no debe mostrar ninguna debilidad. Al final, tras mucho esfuerzo, se pone de pie. Espera una sonrisa de satisfacción, como siempre, pero ésta no llega, nunca lo hace.
Ve alejarse a su padre, ve la indiferencia en su rostro, como siempre.
No ha conseguido nada.
Se deja caer exhausto al suelo, y esta vez llora, llora por el dolor. Llora por el vacío. Llora porque sabe que nunca podrá conseguir lo único que ansía. Llora porque siente cada vez más dolor en las piernas. Gateando, regresa a su habitación, y llorando se venda la pierna magullada y herida con un trozo de sábana. Tiene que ser fuerte, tiene que resistir el dolor, aunque vea el hueso, aunque no pueda casi andar por la caída sufrida. Tiene que fingir, siempre seguir fingiendo alguien que no es.
Fingir, la única lección que le enseñó su padre.
Sus primeros recuerdos son esos.

Naciste náufrago
Creciste náufrago
Pero no quieres morir náufrago

Fingir.
Fingir como lo hacia antes, como lo hace siempre.
Fingir que nada le importa.
Fingir ser superior.
Fingir alguien que no es.
Acatar órdenes.
Ser fuerte, no llorar
pero no puede.
Busca un lugar donde poder ser él mismo, donde nada importe, donde las caras blancas e inexpresivas no le sigan persiguiendo. Busca un lugar donde poder pensar con claridad.
Camina.
Piensa.
La indiferencia como su única compañera verdadera.
Los rostros inexpresivos le persiguen, le acosan, le rodean. Él no quería, nunca quiso… pero le obligaron. Como siempre, cumple órdenes. Como siempre, tiene que hacer lo que otros le dicen, lo que le dice su padre. Como siempre, el honor de su familia está en juego, él es el heredero, tiene que obedecer. Ahora tiene que ser fuerte, no tiene que llorar, pero no puede parar el curso de sus pensamientos repletos de deseos insatisfechos e ilusiones nunca cumplidas, de anhelos de escapar de aquella prisión que le retiene. Pero no puede, nunca ha podido traspasar los barrotes. No puede o no quiere arriesgarse. Mientras tanto… tendrá que seguir fingiendo y haciendo lo que se le ordena sin replicar ni dudar. Como siempre, tiene que seguir cargando con aquella responsabilidad de su nacimiento, por ser quien es en la familia.
"Demasiado para mi" piensa mientras se apoya en la pared, en mitad del pasillo, al recordar la orden tajante que tiene que cumplir próximamente "demasiada responsabilidad. Demasiado para él, un joven en mitad de la adolescencia nunca disfrutada con completa plenitud"
Tiene que callar, no puede protestar. Tiene que cumplir lo que se le ordena.
Tiene que seguir fingiendo.

Náufrago, náufrago
Arrastrado por las olas
Quiere luchar contra la marea
Pero no puede, no tiene fuerza suficiente
Las olas le seguirán arrastrando hasta el fin

Esperando aquella sonrisa de orgullo, esperando aquella satisfacción de su padre.
Esperando todo aquello se vio arrastrado.
Cuando se dio cuenta se encontraba delante de él, del Señor Oscuro, del Mal más poderoso.
Su interior temblaba, pero no podía mostrar debilidad. No, no podía. No quería desilusión en la cara de su padre. Cuantas veces la había visto. Aún seguía esperando aquella sonrisa de satisfacción, de orgullo. Tenía que sufrir, y callar, y fingir, siempre fingir ser otra persona, la persona que quiere su padre que sea.
Soportó el escrutinio, dejó que el Lord del Mal mirara en su interior. Soportó la tortura física y mental. El escrutinio de sus más íntimos secretos y sentimientos nunca dichos. Soportó todo porque así tenía que ser.
Al abrir los ojos, vio una sonrisa… pero no de la persona que él quería que fuera. Lord Voldemort le sonreía. Una sonrisa que emanaba maldad por los cuatro costados, una sonrisa que demostraba superioridad. Una sonrisa tan despiadada y cruel que no presagiaba nada bueno. Y, luego, la sentencia, las palabras que le condenaba, no había duda alguna: tendría que matar. Y no a una persona cualquiera. A él.
Por ello buscaba ahora un lugar donde llorar sin que nadie le viera, donde poder ser él mismo sin ataduras ni imposiciones, sin obligaciones, sin sentencias.
Un lugar donde desahogar su pena, y llorar, y llorar por todo lo que le exigían, por aquella sonrisa de orgullo que nunca había visto y siempre había esperado, por tener siempre que fingir, no poder ser él mismo.
Su herencia, su maldita herencia.
¿Por qué no podía ser él mismo?

Caminando y caminando encontró un lugar. Un baño donde poder desahogar su pena y su dolor en paz. Donde poder mirarse a los ojos y ver, bajo aquella careta que siempre llevaba, aquel niño indefenso y perdido, aquel niño que sufría la indiferencia de su padre, aquel niño que siempre había hecho lo que su padre le había ordenado… incluso el sumergirse en la más completa y letal oscuridad.
Maldita herencia.
¿Cómo poder desprenderse de ella?
¿Cómo luchar contra lo inevitable?

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Espero que les haya gustado :D
Pista: El final del capitulo enlaza con "cierta" escena del libro 6 ;)
Hasta el próximo capitulo :D