Aqui está la segunda parte de esta historia :)
Como espero que recuerden, dije que eran 3 protagonistas, tanto en la primera parte como en la segunda (algunos fáciles de averiguar, otros no tanto), y ahora son los mismos y en el mismo orden, es decir, el protagonista de la primera historia en la primera parte (Náufragos - "Sin marcha atrás") es el mismo protagonista de esta primera historia de la segunda parte (espero que se entienda :P Y si no, ya saben, pueden preguntar sin problemas)
Como siempre, espero que disfruten con el nuevo capitulo.
Gracias mil por leer :D
Esperanzas
En la más profunda oscuridad,
En el abismo más profundo
Sigue brillando, sigue latiendo
Una luz de esperanza en el camino
Caer está permitido, levantarse obligatorio.
Mirar hacia delante. Desprenderse de las culpas que nos persiguen. No ser esclavo del pasado. Es lo más difícil, lo más complicado de la vida. Saber mirar hacia atrás sin sentir culpabilidad. Saber que hubo un momento en la vida en que todo cambió, en que la caída fue casi terminal…
Saber que, en la más profunda oscuridad, todavía puede existir una pequeña luz de esperanza. Nada está perdido aunque todo parezca indicarlo. Hasta en la noche más negra sigue existiendo luna y estrellas, escondidas tras las densas nubes.
Se cae… para aprender a levantarse.
Peter Petigrew. Si, aquel era su nombre.
Peter Petigrew. Cobarde como segundo nombre.
Se lo merecía.
Siempre lo había merecido.
Un cobarde, un maldito cobarde.
Siempre lo había merecido.
No llegaba a comprender porque el Sombrero Seleccionador le había puesto en la casa de los valientes. Él, que no era valiente en absoluto. Que siempre había buscado la sombra de los demás, que siempre había buscado alguna protección para no tener que enfrentarse a nada. Que siempre había evitado meterse en líos. Que siempre había estado buscando protección. Como ahora, como siempre.
Cobarde, era un maldito cobarde.
Ahora, mientras observaba las ruinas de la casa, se preguntaba que podría haber hecho antes para cambiar el presente que tenía. Nada. No podría haber hecho nada. Nunca se había atrevido a nada, y esa vez no hubiera sido diferente. Era un cobarde y lo sabía. Mirando las ruinas de la casa las comparaba con las ruinas de su vida. Exactamente iguales. Caídas, rotas, incompletas. Mirando y recordando lo que fue un día y que no volvería. Nunca habría marcha atrás en la vida. Nunca se podría cambiar le pasado. Había que seguir adelante, siempre adelante. No se podría retroceder. Las decisiones tomadas no se podían cambiar. Nunca se podía. Había que seguir viviendo, siempre seguir, aunque se hubiese errado, aunque se hubiese fallado, aunque se hubiese caído, una y otra vez, y una y otra vez…
Los rayos de la luna caían sobre la destartalada casa, iluminando las ruinas, dejando en penumbra a la persona que las miraba en silencio. Una sombra. Si, aquello era lo que era él: una sombra en medio de sombras. Exactamente igual que los demás. Una sombra oscura con una máscara blanca sobre su rostro. Ocultando su cara, ocultando su identidad… pero no ocultando su cobardía, no ocultando su vergüenza interna.
¿Cuántos años habían pasado ya desde aquello¿Desde que una persona le tendiese la mano y le sugiriese el lado oscuro como única alternativa a su huida¿Cuántos años habían pasado desde su caída, desde su no retorno a lo que había sido y ya no era? Miro la casa. Tantos recuerdos, tanta felicidad que ahora ya no volvería. No, nunca lo haría. Ya todo había cambiado tanto que esos tiempos nunca más regresarían.
Cerró los ojos, intentando borrar los recuerdos que surgían por doquier con el observar del lugar. Ya sólo quedaban dos de aquellos cuatro muchachos que un día llenaran con sus risas la misteriosa y enigmática casa. Sólo dos. Él había sido artífice de la caída de uno de ellos, indirectamente del otro.
Quería dejar de recordar, quería que esas imágenes no llegasen a su mente, pero no podía. Regresaban, una y otra vez. Volvían y le acosan. Le rodeaban y gritaban con sus voces silenciosas su culpa.
Culpable por ser cobarde.
Culpable, mil veces culpable.
Culpable, asesino y de nuevo culpable por ser tan cobarde.
Cayó de rodillas a la fría y helada tierra. La máscara blanca que cubría su rostro se deslizó al suelo y rodó un par de centímetros antes de detenerse. Culpable por ser cobarde. Culpable por dejar que la oscuridad le arrastrase a un callejón sin salida. Lágrimas de arrepentimiento sincero surcaron por su rostro. Lágrimas saladas que no podían limpiar el pasado. Sin marcha atrás. En su vida no había marcha atrás. Lo sucedido no se podía cambiar. No se podía retroceder en el tiempo.
La casa en ruinas observaba la temblorosa figura que estaba a un par de metros. Observaba y callaba en el presente pero en el pasado las imágenes gritaban con sus voces de culpabilidad. Martilleaban la frágil mente del hombre que, de rodillas, lloraba y lloraba por su vida, por él mismo.
Peter Petigrew. Si, aquel era su nombre, pero merecía que desapareciese y en su lugar pusiesen cobarde, y mil veces más culpable.
Nunca había sido valiente. Nunca aunque el Sombrero hubiese dicho lo contrario.
Nunca se había merecido nada de lo que había disfrutado en el colegio, ni siquiera la amistad sincera de la que había disfrutado. Amistad que él había roto. Amistad que él había matado. Poco a poco había sido portavoz de la muerte. Por su cobardía, por su búsqueda de la sombra del más fuerte. Por su debilidad.
Observó la máscara caída cerca de sus manos. Aquello no era una excusa para todo lo que había hecho. Su declive había comenzado mucho antes, bastante antes de que la marca le quemase la piel. Bastante antes de huir corriendo desesperado por el bosque en busca de alguna salida. No, no era una excusa, ni la causa de su comportamiento. La razón era él. Únicamente él era el culpable de todo lo que había sucedido. De sus sufrimientos. De sus muertes. De todo lo que ocurría. De la guerra. Sólo él era culpable de que él regresará. De que el mal empezará otra guerra, la más despiadada y más sangrienta que el mundo hubiera visto antes. Sólo él, sólo él era el culpable. Su mano plateada se lo recordaba cada día.
El silencio se sumaba a su conciencia y le traía recuerdos de un tiempo que ya no volvería. La casa que él observaba desde la lejanía era el lugar donde habían transcurrido tantos tiempos felices, donde había conocido la autentica amistad… unión que él había roto. Lugar, también, donde pocos años atrás había vuelto a reencontrarse con los supervivientes de aquel grupo que se había desmembrado y separado por la muerte de uno de ellos.
Tantos años escondido, tantos años culpándose a sí mismo. Tantos años fingiendo ser una rata para escapar, para eludir aquella culpabilidad que le perseguía… pero ella había sido más rápida y nunca le había abandonado. Observando, desde sus pequeños ojos de roedores, lo que sus actos habían hecho. Observando aquel vestigio de su amigo. Observando y evitando mirar a los ojos a ese niño que él había dejado sin padres. Pero, al final, todo había sido descubierto y él había abandonado aquella forma que había adoptado durante años y años. Todavía seguían retumbando en su mente las palabras de una persona que, antaño, había sido uno de sus mejores amigos.
"Si eres mejor como rata que como humano, no tienes mucho de lo que alardear"
Si, hubiera sido mejor animal que persona. Mejor un ser irracional que sólo se preocupaba por el día a día, por la comida, por el dormir, que ser una persona llena de remordimientos, de culpabilidad… de cobardía. Una persona que todo lo que tocaba lo arruinaba.
Llena de ruinas, como la casa. Silenciosa la casa esa noche, silenciosa la noche. Noche plagada de silencio y también de gritos que retumbaban en sus oídos diciendo y gritando culpable.
Y, ahora, esa noche…
Esa noche sería la que cambiaría todo.
El mundo que conocía iba a dejar de existir.
Por ello había ido a ese lugar, a orillas de la casa.
Para verla por última vez, para despedirse de ella.
Para volver a vivir, una última vez, aquellos recuerdos felices y alegres de una etapa de su vida.
Para volver a recordarse lo cobarde que había sido, lo cobarde que era ahora, cuando en sus manos tenía una forma de evitar la tragedia que se avecinaba.
Observaba la casa, observaba la figura recortada del castillo sobre las nubes. La quietud de éste, la sensación de que esa noche nada iba a pasar. Pero se equivocaban… esa noche todo cambiaría. El amanecer sería rojo, vivo color de la sangre que se iba a derramar en esa noche en la que el mundo entero cambiaría y sería dominado por el Mal para siempre.
Tenía en sus manos la posibilidad de cambiar el destino, de no ser culpable, de nuevo, de las muertes que se iban a causar. Pero, como siempre, la cobardía predominaba en él. No era valiente en absoluto. No se merecía haber pertenecido a la casa de los leones. Haber sido amigo de aquellas tres personas, haber conocido aquella felicidad…
Escuchó ruidos a lo lejos.
Pronto le iban a llamar.
Pronto iba a comenzar todo.
Echó un último vistazo a la Casa de los Gritos, a ese lugar donde había conocido la felicidad sin límites.
Las imágenes surgieron por última vez, aquellos cuatro amigos que juntos reían y no se preocupaban del después. Aquellas promesas de permanecer siempre unidos. De no separarse jamás. Vio, con una claridad increíble, los rostros de aquellos dos que habían muerto. Le estaban mirando, miraban hacia el lugar donde él se encontraba… Es más, le observaban sin temor, como si supieran que él estuviese ahí. Como si el pasado y el presente se hubieran fundido en ese instante.
El tiempo se paralizó. Las voces del presente dejaron de escucharse, las risas del pasado se quedaron congeladas. El espacio se volvió blanco, increíblemente blanco. Y, junto a él que se encontraba todavía de rodillas en el suelo, estaban ellos dos. Los dos amigos muertos y desaparecidos tanto tiempo atrás.
Sentía su presencia a su lado. No quería levantar la vista y enfrentarse a su visión, a su culpabilidad. No quería mirarles a los ojos y ver sus rostros. No quería sentir su rechazo una vez más…
De pronto, en cada uno de sus hombros, notó una ligera presión. No era rechazo lo que transmitían, no era rencor. No, nada de eso. Era apoyo, era decisión. Era la fuerza que le faltaba en su interior. Era valentía.
Giró a un lado y a otro y pudo ver las sonrisas de cada uno de ellos, de James, de Sirius. No le culpaban. No le apartaban de ellos… estaban a su lado ahora, junto a él. Sacando a flote la fuerza y la valentía que habían estado todos esos años escondida en lo más profundo de su cuerpo.
Ayudándole a encontrar el camino correcto. Ayudándole ahora. Siempre había tiempo para cambiar. Los hechos pasados no se pueden cambiar pero si se puede transformar el futuro si se deseaba con todas las fuerzas. Y él lo deseaba. Él ahora lo deseaba con todo su ser. Quería cambiar, quería dejar de ser un cobarde. Quería ganarse el lugar que había ocupado en la escuela sin merecerlo… ahora iba a demostrar que había sido digno de pertenecer a esa casa sinónimo de valentía y lealtad. Siempre era mejor tarde que nunca.
Tomó aquella difícil decisión que, sabía, le iba a costar la vida.
Pero estaba feliz, estaba ardiente de felicidad… al fin y al cabo… estaba haciendo lo correcto, dejando a un lado lo fácil, la vida que había llevado hasta ese preciso instante.
Sentía el apoyo de sus amigos, de la valentía que le habían ayudado a descubrir.
Había errado hasta entonces, iba siendo hora de cambiar y de encontrar el camino correcto. Ahora, ahora que todavía no era demasiado tarde.
Lo difícil es levantarse tras una dura caída y él lo había hecho.
Sonrió.
Las formas del presente se dibujaron.
Ya no estaban a su lado sus amigos físicamente, pero si que todavía sentía su apoyo invisible. Siempre habían estado allí, a su lado, pero no había sido hasta ese momento cuando lo había descubierto.
Ya no existía marcha atrás… pero esta vez el camino era el correcto.
Había encontrado, al final de todo, la valentía que tantas veces había estado buscando.
Recogió la máscara caída, se incorporó, se la colocó en el rostro pero ahora ya no sentía la opresión que había sentido tantas veces, ahora ya sabía que sólo era una máscara. Algo que se podía poner y quitar, algo que podía ser cambiado.
Y él… él podía hacer que todo cambiase.
En la más profunda oscuridad,
En el abismo más profundo
Sigue brillando, sigue latiendo
Una luz de esperanza en el camino
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Pd: Ya sólo faltan las dos restantes historias (de sus respectivos protagonistas) y el epilogo... el final se acerca
Pd2: Gracias por ayudarme :D (TKM A.)... Caer está permitido, levantarse obligatorio
