Capítulo Segundo

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Metió las llaves a la cerradura, giró la perilla y entró a su "hogar".

Fue toda una hazaña lograr salir del taxi con la muchacha posada en uno de sus brazos. Para subir las escaleras fue también otra proeza, para ello tuvo que cargarla. Le sorprendió la ligereza del cuerpo y el hecho que a pesar de tanto movimiento, ella siguiese durmiendo.

Aún la sostenía en brazos cuando cerró la puerta.

Meditó.

¿Dónde colocarla? El lugar más obvio era su habitación pero, quería evitar confusiones con la mujer cuando despertase. Más la idea le era tentadora.

Sintiéndose sumamente incómodo, la llevó a su alcoba, colocándola en su amplia cama. Le quitó el abrigo que aún tenía puesto y lo depositó en un sillón cercano. Su vista se fijó en el revoltijo de los cabellos y los peinó con falsa indiferencia.

El roce suave de las hebras en la punta de sus dedos. El embriagante aroma de los mismos… le encantaba. Pronto dejó de peinar los largos cabellos y decidió taparla con una manta.

Se dirigió a la cocina. No sabía exactamente que hacer. Abrió el grifo y lavó su rostro. A pesar de ser invierno y hacer un crudo frío en las calles, él sentía su cuerpo hervir. Y el sonrojo que hace un buen tiempo su rostro ofrecía, parecía no querer irse.

Regresó a la habitación luego de secarse la faz. Sus ambarinos ojos se posaron en la figura durmiente. La pasividad del rostro y el vaivén de su respiración. Los pequeños labios entreabiertos daban suspiros cortos.

La miraba intrigado, como en la fiesta.

Se sentó a pocos metros de ella, viéndola de frente, viéndola dormir.

Apoyó el codo en el bracero y su mejilla en su mano. El frío y apuesto rostro miraba escéptico a la muchacha. Examinó de lejos las curvas del rostro femenino, los largos cabellos que cubrían su cuello y caían en sus sábanas, los menudos hombros desnudos, la tela negra que la cubría y que luego se perdía en la manta que le había puesto. Las curvas de su caderas y por último, lo largo y delgada de una pierna que estaba expuesta.

Quien le viere pensaría que el joven no tuviese interés en que lo que sus ojos le mostraban. Una encantadora y provocadora imagen, por demás decir angelical. Era demasiado para él, pero llámenlo curiosidad, siguió mirando.

¿Qué estaba pensando?

Un rubor intenso se formó en el distraído rostro.

Qué haría…su primera intención no era llevarla a su departamento, a decir verdad…ni siquiera se le había cruzado la idea de encontrarse con aquella bella jovencita de largas y onduladas hebras. Nunca estuvo en sus planes…

Más, un poco de debilidad, un poco de sentimiento; le hizo a él, Ryoma Echizen, preocuparse por la jovencita de frágiles sonrojos y profundos ojos. Observaba con aparente aburrimiento el rostro…como quería despertarla.

-Ryusuki…Sakuno…-dijo en suspiro y una muy leve sonrisa se formó.

Pasó una mano por sus desarreglados cabellos verdosos, la detuvo en su nuca y cerró sus ojos. Que haría con ella… era lo que su mente no paraba de repetir.

Un sonido,…mejor dicho un ronroneo lo sacó de sus pensamientos.

Abrió de repente los rojos.

Ryusaki se movía gustosamente sobre sus sábanas y acomodaba su cuerpo, quedando involuntariamente en una posición muy seductora. Cosa que no pasó desaperciba por el joven hombre frente a ella.

-"…Porqué demonios no se despierta…" – pensó con dificultad sin apartar su vista de la jovencita. Un hilo rojo cubría su rostro.

Así, pasó una hora. Echizen, en su ensimismamiento, quedó profundamente dormido en el sillón en el que estaba postrado.

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Los labios entreabiertos, dejando pasar una tibia respiración que chocó con un helado brazo. Al sentir la calidez de su propio organismo, frunció el ceño levemente para luego abrir lentamente sus ojos. Se sentían pesados y su vista, pese aún estar un poco borrosa, estaba mejor que cuando salió de la fiesta.

¿¡La fiesta!

De un respingo se sentó. Llevándose las manos a la cara instintivamente. No tuvo mucho tiempo para pensar, sus ojos de color sangre divisaron las telas que la cubrían y lo suave de colchón. Y más aún, la voz que heló sus sentidos y que la hizo sobresaltar.

-Hasta que al fin despiertas…

-Ryo…ryoma! – gritó la aludida sonrojándose violentamente.

El muchacho parpadeó un par de veces, extrañado por la reacción tan brusca de la mujer. Su rostro inalterable. Acomodó sus cabellos suavemente y se levantó de su asiento pero, sin ir a ningún lado.

Ella no perdía ningún movimiento del ambarino.

-Ryoma, yo… ¿en dónde…dónde estoy? – tartamudeó no muy segura de querer escuchar la respuesta.

La mirada felina se clavó en ella, desentendida. Una sonrisa burlona pero provocadora apareció en su rostro. Dio unos pasos hasta ponerse frente a ella. Ryusaki tuvo que levantar la vista desde donde estaba.

Y él se agachó, tomó el mentón con una de sus manos y habló muy suavemente.

-Ja, no lo sabes? Si tú misma me pediste que te trajera acá, a mi apartamento, Ryusaki.-dijo con una tranquilidad perturbadora.

Ella se sonrojó aún más y sus ojos se abrieron para observarlo con incredulidad. Quiso hablar, preguntar si eso era cierto. El nerviosismo se apoderaba de ella y la insistente mirada, la mano que seguía en su barbilla, le hacía más difícil el trabajo.

Ryoma notó lo confundido del rostro y la preocupación que poco a poco iba creciendo en el. Suspiró resignado, era muy fácil poner a esa joven al extremo de los nervios.

La soltó lentamente y le dio la espalda.

-Era broma- le dijo en tono serio.

No sabía si sentirse más tranquila por lo que le dijo o, avergonzada de haberle, por un segundo, creído. Sonrió con tristeza y colocó sus manos sobre su regazo. Trató de pensar, porque estaba aquí…con el muchacho tenista.

El recuerdo de la fiesta vino a su mente, las copas que se ella se bebió demás y un brazo fuerte evitando que se cayera… la presencia de Echizen. Se dio cuenta sin que él dijese palabra.

Él le había ayudado.

-Gracias, Ryoma…-dejó decir con sonrisa dulce al hombre.

Este la miró de reojo.

-Te traeré algo para que tomes.- dicho esto, salió de la habitación.

Sakuno quedó viendo el vacío por donde él se había ido. Aún no cabía en su mente el lugar en donde estaba. No podía creérselo…demasiada suerte, casi irreal.

Llevó una mano a su frente y se dejó caer nuevamente en la comodidad de la almohada. Dejó descansar su cuerpo entre las sábanas que provocaban delicias en su piel. Se había olvidado por completo del vestido que portaba y de lo corto que era este.

Ruborizaba tapó su cuerpo nerviosamente.

Se sentía tan bien…

-"…Ryoma…se preocupó por mí?" – pensó recostada. Sonrió para sí al pensar que eso, sí era cierto.

Un pequeño temblor invadió su ser al ver una figura pasar por la puerta. Era Echizen, quien traía en su mano izquierda una taza con un líquido humeante.

-Toma.- se acercó a la cama y le alcanzó el vaso.

-Gracias.-le sonrió.

Bebió un sorbo, pero separó el vaso de sus labios. Una expresión asqueada se mostró en su rostro. Miró al muchacho, este le devolvía el ver con simpleza.

-Que? – habló el tenista.

Un sudor frío recorrió su mejilla y sonrió con timidez.- No…nada…-y bebió más.

-Es café…ni que fuera algún brebaje de Sadaharu…- dijo recordando los famosos jugos que preparaba el calculador tenista.

Sakuno paró de beber.- A decir verdad,… yo nunca he probado esas bebidas. Pero supe por Horio que el sabor no era muy agradable.

-Es la bebida del infierno…-susurró evitando la mirada de la castaña pero, esta lo escuchó lo suficiente para soltar una risita.

Él también sonrió levemente.

-Gracias.- le dijo después de terminar. El muchacho no respondió sólo tomó el recipiente y lo colocó en una mesa cercana.

Un pequeño silencio se percibió. El "príncipe" no decía palabra alguna. Era como si estuviera desconectado de la situación. Ella le veía con hipnotizante mirada y un sonrojo muy perceptible, sin embargo el ambarino parecía no darse cuenta de nada.

-"Será mejor irme…"- pensó con cierta tristeza.

Más cuando intentó ponerse de pie, el peso mismo de su cuerpo la trajo de vuelta a la cama. Un pequeño mareo producto del alcohol que aún corría por sus venas no le permitía estar estable.

El movimiento que realizó la mujer no pasó desapercibido por el ambarino, que se acercó a ella y se sentó a su lado en la cama.

-Aún no te sientes bien.- le dijo casi dictatorialmente.

La de cabellos ondulados castaños estaba sonrojada al tenerlo tan cerca. Instintivamente cubrió su pecho con la sábana que la cubría y bajó su rostro para que no la viese. Esperó a que el muchacho dijese algo más. Acaso sólo se quedaría ahí sentado?

Levantó un poco su vista y le miró.

Echizen tenía una ceja arqueada y una sonrisa burlona. Eso hizo que ella se ruborizara y se ocultara aún más entre las blancas telas. No sabía porque pero se sentía como una presa. La mirada vehemente en ella la ponía en peor estado. Lo único que quería ahora era salir de aquel lugar.

Sus sentimientos por el príncipe eran muy fuertes pero verse en tal situación con él, superaba toda sensación de gusto.

-Se…será mejor que me vaya…-tembló su voz, sin apartar la mirada.

-Nadie te lo impide.- habló cortante.

Su cuerpo no le obedecía. Talvez era el miedo a caer, ya que estaba segura de que apenas colocase un pie en el suelo, sería como esa vez en el pasillo. Aunque la idea de que fuese Ryoma quien la atrapase le agradase, nada aseguraba que el despistado tenista lo hiciese.

Los determinantes ojos posados en ella, que estaría pensando el joven hombre?

-No te vas a ir? – dijo de repente el de cabellos verdes oscuros.

-Yo…-articuló con dificultad. No pensaba correctamente ya que se sentía consumir en el ver del muchacho.

Echizen suspiró.

-Si no te sientes bien, no te vayas. Causarás más problemas si te vas en este estado- dijo, apartando la mirada y tratando de concentrarse en ver otra cosa que la faz de ella. No fue un acto voluntario su insistente mirada en la castaña.

Un especie de atracción nació de él para con la muchacha. Se fijó en sus labios rojos (por el frío que hacía), en lo blanquecina que era su piel, el refinado cuello que era tapado apenas por unos, largo y suaves cabellos. La delgadez del cuerpo, la finura del rostro, cada detalle de ella no pasó desapercibido.

El rubor que cubría las mejillas, también lo analizó. Se percató de que si se acercaba más a ella, aquel color iba en aumento. La simple idea lo animó.

Que otras reacciones podía causar en esta mujer?

No demoraría en averiguarlo.

-Ryo…Ryoma.- interrumpió los pensamientos del tenista, la tenue voz de la castaña. El aludido la miró del rabillo del ojo. A sabiendas que tenía su atención, prosiguió.- Quiero…ehh quiero saber porque me ayudaste…bien podrías haberme dejado en la fiesta.- finalizó con un dejo de tristeza en el tono.

El de dorado ver la contempló unos instantes más antes de contestar.

-No lo sé.- comenzó. Ryusaki le miró sorprendida.- Que? Hubieras preferido quedarte, así como estas, en aquel lugar.- le espectó. Ella se sintió ofendida y bajó su rostro. El prodigio notó la reacción y un pequeño sentimiento de culpa le invadió. Cerró sus ojos y alzó su vista al techo – Fue mejor así, quién sabe que te hubiera pasado…-terminó en suspiro.

Lo último dicho por el muchacho hizo que levantara su vista y le regalara una de sus más hermosas sonrisas. Unas imperceptibles lágrimas habían comenzado a formar en sus ojos.

-Muchas gracias, Ryoma.- habló de corrido, sin tartamudeos.

Ante esto, el ambarino sólo atinó a sonrojarse y ocultar su ver, entre sus cabellos.

-No fue nada.- soltó con aparente tranquilidad.

El ambiente antes tenso se había aligerado con unas simples palabras de oculta preocupación. No podía negarse a sí mismo que eso fue lo que sintió. Un ligero temor a que le ocurriese algo a la muchacha, a sabiendas de que podía haberlo impedido. Talvez, sólo talvez era eso lo que no lo dejaba tranquilo.

-"Sakuno Ryusaki…que eres para mí?" – se preguntó.

-Y…-rompió el silencio.- Ryoma, dónde estuviste…digo en la reunión.- inquirió un tanto pensativa la de ojos rojos.

-Con Momo y, algunos ex - titulares de Seigaku- respondió automáticamente el hombre.

-A ya veo…

-Tú le estabas haciendo compañía al mesero no, Ryusaki? – preguntó en un tono sarcástico el de ojos gatunos.

-Eh? – un rubor cubrió su rostro.- Bueno…yo, yo sólo…sólo…- su voz tembló.

El "príncipe" le miró de reojo divertido.

-Olvídalo, talvez fue mi imaginación.- soltó con simpleza, sin dejar de percibir lo sonrojado del rostro de su acompañante. Le gustó.

La muchacha ahogó un ruido de queja. No le agradaba del todo que el hombre "jugara" de esa manera con sus sentimientos. Más una extraña comodidad de tenerlo con ella, la hacía muy feliz.

Nunca en su vida pensó en que estaría tan cerca del de dorados y desordenados cabellos verdosos. Si, era cierto que se lo había imaginado varias veces: que él fuese bueno con ella, que él le declarase su amor, que ella gustosa aceptara y vivieran felices para siempre. En ese orden. Su gran fantasía…

Si embargo, aquí estaba.

Todo gracias al alcohol.

Dejó escapar un suspiro de sus labios y se tomó ambos brazos con sus manos en señal de tener frío. Y sí que lo hacía. Pudo divisar confusamente, los copos de nieve que seguían cayendo a través del cristal de la ventana.

-Es probable que mañana las vías amanezcan muy congestionadas.- mencionó el de ojos ámbar notando la distracción de la muchacha.

-Dirás hoy, Ryoma.- agregó dándole una mirada de complicidad.

Este le devolvió el mirar y habló:

-Ryusaki, tú que hacías en la fiesta.- secamente, el muchacho.

La de cabellos marrones, que seguía mirando en dirección a la ventana de la habitación, quedó en blanco con la pregunta. Que le diría? Le mentiría? O le diría la verdad a aquel sujeto.

Que esperaba verlo, esperaba tener una oportunidad de armar una conversación con él que pasasen de unos vanos saludos y de monosílabas palabras. Dejar que sus sentimientos fluyesen y se animara de una vez por todas a confesarle lo que por varios años había callado.

-Ryusaki.-llamó Ryoma al notar lo vació del rostro de la mujer.

-EH!- Sakuno le miró y sonrió levemente.- Ne, fui con Tomoka...pero en un descuido mío, nos separamos.- confesó con tristeza.

-Descuido?- repitió extrañado.- Tuyo?

Ryusaki rió con infantilismo.- Si…mío…-habló con cansancio. Seguramente el tenista se burlaría de ella, ya que siempre era torpe y débil.

-A mi parecer fue ella la que cometió a propósito el descuido.- dijo serio el joven. La de dulce mirada fijó su vista en él.- Te lo digo porque la vi.- terminó seco.

-Oh.- se limitó a "decir". Se sintió un poco tonta, quien diría que su mejor amiga la abandonaría en un lugar que no conocía sólo para….Ya, ya no le interesaba más eso. Debía concentrarse en que ahora era ella la que había salido ganando. Que sin querer o competir había terminado a solas con él.

Realmente, el licor se le había subido al cerebro.

-Pero, aún no me haz dicho que hacías ahí, Ryusaki.- la voz grave de Ryoma la tomó desprevenida. Una mirada de complicidad le era dirigida.

-Acompañé a Tomoka…claro.- dijo con falsa seguridad.

-Y porque no te fuiste cuando te dejó.- habló sin sutileza.

-Ah…eso…eso era porque…-a la muchacha le costaba pensar en ese momento. No podía engañarle. No con esos persistentes ojos en ella.

El prodigio de tenis esperó con benévola paciencia a que la jovencita contestara. Quería escucharla. El motivo. Quería vehemente saberlo.

Ocultando su mirar con el cerquillo de su frente, tapando el visible rubor que envolvía el contorno de sus mejillas, Sakuno respondió.

-Deseaba…deseaba ver a alguien.- contestó con vergüenza. Sus manos en puño se posesionaron de las sábanas que cubrían sus muslos. La mitad de su cuerpo para arriba temblaba ligera ante su confesión.

La mente del tenista estaba en estado de coma. No entendiendo a la perfección lo que la mujer le hablaba. No le era del todo placentero que le hablaran en círculos, si van a confiarle algo, quería que fuera de frente. Lo único que hacían era ganar más tiempo para luego escabullirse entre mentiras…

Pero bueno, este no era el caso.

-Alguien? – repitió.

La castaña asintió con la cabeza con suavidad. Ejerció presión en sus manos. El ligero temblor de antes, parecía sacudirla emocionalmente. Como un torbellino, sus pensamientos eran difusos y variantes.

Estaba lista? Se lo confesaría?

Echizen percibió la duda en la persona que yacía al lado suyo en la cama. Interpretó esa duda como falta de confianza para su persona y decidió, de mala gana, no preguntar más al respecto. Todo para no incomodarla y él, de paso, no involucrarse en asuntos que no le competían.

No la miró más.

-Dejaré que descanses, ya cuando amanezca podrás irte.- habló ruda y fríamente.

Los ojos de Ryusaki se abrieron sorprendidos y a la vez heridos por la forma tan brusca en el hablar del hombre. Tuvo miedo. No quería que él malinterpretase nada. No él. Mientras se debatía entre que hacer o decir. Ryoma ya se había levantado de su lado.

-Que descanse.- le dijo como despedida. No se dignaba a verla y, no entendía la razón.

Ella vaciló un momento pero, armándose del poco valor que poseía, llamó su nombre. Más bien, gritó.

-Ryoma, espera!

Ante el llamado, él se giro. Los ambarinos ojos, determinantes y gélidos, se contuvieron en su ser.

-Que.- dejó decir.

Sentir ese tipo de ver encima suyo le intimidaba.- Yo quiero…quiero decirte…que…-tartamudea. Su peor defecto se hacía presente en crucial momento.

-Habla ya.- soltó sin delicadeza. Le molestaba tanto esa actitud…

Rendida ante la forma de ser tan distante del muchacho, sólo pudo decir en un susurro lo que intentaba expresarle.

-Deseaba verte.

Sus hombros caídos junto con su rostro oculto en sus cabellos largos, delataban su esperanza perdida. No levantaba su ver, no porque no quería afrontarlo sino, porque ya se estaba dando por vencida. Hasta pensó que no la había escuchado.

Nunca se cansó de él, más…ya no podía más ante el indiferente tenista.

-Porqué.

-Ah? – Sakuno levantó su vista confundida. Esperaba cualquier respuesta que acabase por completo con sus esperanzas pero en lugar de eso, el muchacho le pedía razones.

-Porqué deseabas verme.- habló con más claridad, pensando él, que no había sido oído. Su mente estaba inquieta.

Ella sonrió cansada.

-Porque desearía verte…-resopló resignada.- Talvez porque yo…- una risita nerviosa escapó de su garganta. Mordió ligeramente su labio inferior. No entendía el porque del joven en torturarla.

-Tu que.- insistentemente, Ryoma pedía saber.

Ella le miró. Su frágil cuerpo tiritaba y de los contornos de sus mejillas, lágrimas rodaban. Se quedó estático ante lo que vio. Tan indefensa, tan débil, tan delicada…tan humana.

Y no era porque él se sentía un mounstruo a comparación de ella. Las emociones humanas, fuera del ámbito del deporte en lo que la competencia y el disfrute era lo que contaban, le confundían. No sabía como reaccionar ante ellas.

Y ahora, estaba esta jovencita, enseñándole que el dolor podía dejar de ser sólo un sentimiento y que podía materializarse en lágrimas que parecían no parar. Estaba ella mostrándole su parte más indefensa. Su vulnerabilidad, su alma.

-Ryusaki.- dejó salir de sus labios en un suspiro.

Ella cerró sus ojos y negó ligeramente con la cabeza, impidiendo que él continuase. Bajó su vista con pena.

- Porque… te amo.- dijo para terminar con una muy débil sonrisa.

Realmente deseaba que el licor pudiese llegar a su cerebro y borrar con su alcohol, lo dicho en ese momento.

Quedó quieto, helado ante tal confesión por parte de ella. Todo el sarcasmo, prepotencia, arrogancia., todo por lo que era muy famoso, desapareció de su cuerpo. Consumiéndose en las palabras profesadas por la joven en su cama.

Con incredulidad en su rostro, el joven "príncipe" enmudeció.

-Que…no me vas a pedir razones de eso también.- habló Sakuno con ironía y notable molestia por el silencio del hombre.

-Tú en mi lugar que harías.- comentó el muchacho, no dejándose llevar. No sabía que decirle. Se impresionó ante la mirada de frustración que el lanzó la muchacha.

Sus ojos de rubí color no le afrontaron.

-Yo…ya hice bastante…- destapó las sábanas que la cubrían y se sentó en la orilla de la cama. Con su vista buscó sus sandalias.- Creo que…ahora sí debería irme…- se colocó de pie. Un mareo repentino hizo aparición.

Él no dejó pasar el tambaleo del cuerpo frente al suyo y rápidamente se acercó. Más ella colocando una mano frente de él, le indicó que estaba bien.

-Yo ya hice bastante…-repitió exhausta.

Sin mirarlo, pasó por su lado en dirección a la puerta de la habitación. Llegando a ella y a punto de girar la manija, la voz de Ryoma Echizen la paró en seco.

-Aún te falta mucho, Ryusaki.- el de ojos dorados como de gato le veía con la clásica audacia de siempre. Una provocadora sonrisa en su rostro.

Sakuno giró su rostro en la dirección de la voz hablada. Con estupefacción presente. Desentendida, extrañada, confundida…era lo que su mirar expresaba al de él.

-Como…? -habló en suspiro.

El joven se acercó a ella con seguridad en cada paso. Había llevado sus manos a los bolsillos de su pantalón oscuro. Su ver hipnotizante, seductor…El objetivo de su mirar, moría en el nerviosismo.

Se detuvo en frente de ella, llevando una mano al costado de su rostro. Interponiéndola entre la puerta y él. Clavó su vista en los ojos color sangre. Toda esa valentía que había mostrado momentos antes, se esfumó cual brisa.

Simplemente no podía defenderse ante aquel hombre.

-No quieres oír acaso, mi respuesta.- habló con altanería a la jovencita.

Ella le devolvía el ver con timidez, sonrojada al máximo. Recargó totalmente su cuerpo contra la puerta sin quitar la vista del atractivo joven. Sus manos a su lado vacilaban en apartarlo o quedarse quietas.

Él sin embargo, le producía un placer verla así. Todo ese valor que vio hace un momento, lo sacó de quicio. No le agradó en lo más mínimo el repentino cambio de actitud de la muchacha. Le agradaba verla dulce, tierna, que se preocupara por él… porque sólo así, se daba cuenta de lo mucho que podría hacer por ella.

Acortó peligrosamente la distancia y posó sus labios muy cerca del oído derecho de su acompañante. Sopló lentamente. Esta acción la estremeció por completo, haciendo que cerrase sus ojos automáticamente para concentrarse en la respiración caliente que chocaba con su oreja, provocándole escalofríos.

Echizen sonrió con satisfacción para sus adentros. Su acción había provocado un estremecimiento en la mujer. Y sentirse capaz de realizar ese tipo actos, le gustó. Siempre le había gustado dominar a sus oponentes en los partidos, pero esto, no tenía comparación.

Este el era el comienzo de un nuevo juego, cual seguro disfrutaría al máximo.

Continuará…

Hey! Gracias por los review, saber que no soy la unica ke a la que le gusta el lemon de esta pareja me …alegra? Jajajaja no lo sé pero igual gracias n.n

En el proximo cap el tan esperado lemon, ojala les haya gustado este preludio nos vemos! chaufis