Capítulo Tercero

Acortó peligrosamente la distancia y posó sus labios muy cerca del oído derecho de su acompañante. Sopló lentamente. Esta acción la estremeció por completo, haciendo que cerrase sus ojos automáticamente para concentrarse en la respiración caliente que chocaba con su oreja, provocándole escalofríos.

Echizen- sonrió con satisfacción para sus adentros. Su acción había provocado un estremecimiento en la mujer y sentirse capaz de realizar ese tipo actos, le gustó. Siempre le había gustado dominar a sus oponentes en los partidos pero esto, no tenía comparación.

Este el era el comienzo de un nuevo juego, cual seguro disfrutaría al máximo…

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No veía nada.

Sus ojos color sangre no se dejaban ver al individuo que tenía al frente. Rezando mentalmente que todo fuera un sueño, Ryusaki esperó. No, aún lo sentía. Percibía la presencia del tenista dominándola. Siempre había sido así… no hace falta repetirlo. Pero, ¿qué hacer? Quitarlo de encima, decía la finísima voz de su consciencia. Lo más lógico sería eso, pero sus músculos no reaccionaban.

Tenía curiosidad…que iría hacer próximo, el hombre…

Dejó que, con una mano, tomara su rostro temblante. Estaba asustada, al tacto frío abrió los ojos esperanzada para encontrarse con la misma sonrisa desafiante, gustosa… terrible para ella. ¿Cómo interpretar aquella sonrisa? En ese momento, como deseó poder leer la mente.

Él la miraba. Sonrió aún más cuando ella le devolvió el ver y al como sus mejillas se tornaron de carmín color, por él. Con el pulgar, acarició la mejilla; lentamente, dulcemente, experimentando cada roce. Al principio notó como ella se tensaba, pero poco a poco fue relajándose. Aprovechó que la mujer volvió a cerrar los ojos para poder acercársele aún más, hasta sentir que las ropas se tocaban.

Vaticinó la reacción de la muchacha.

Había tomado su rostro y lo acariciaba…, siempre pensó que sus manos debían ser suaves, diestras y sentirlas en su piel, le encantó. Cerró sus ojos para experimentar las sensaciones de tener a su "príncipe" con ella, mas pronto la sorpresa invadió su rostro.

Echizen había dejado de tomar el rostro de Ryusaki para pasar a un desesperado abrazo. Envolviéndola de la cintura con sus brazos, apoyó su rostro contra el espacio del hombro y cuello de la joven, besando sin intención la delicada parte. Sintió el palpitar veloz y fuerte chocar su pecho, sus ojos en forma de gato le miraban reojo, expectantes a cualquier movimiento

La abrazó más fuerte.

-Ryo…Ryoma…! – susurró alarmada. El calor de su rostro era demasiado perceptible, agradeció que él no se lo viera.

No hubo respuesta. Como le gustaba al muchacho hacerla…¿sufrir?

Se quedó pensativo. ¿Cuáles eran sus propósitos para con ella? ¿Sólo descubrir hasta dónde podía llegar aquella mujer con él? ¿Era eso…?

¿Por qué la abrazó…?

Porque quiso hacerlo.

¿Nada más…?

Por supuesto, él era Ryoma Echizen. Tenista de fama mundial, no sólo reconocido por sus dotes para el deporte sino por ese especial carácter. Frente a reporteros, cámaras, entrevistas, agentes, fanáticos…jamás mostró interés alguno. Era más bien al contrario. Eran todas esas personas las que se esforzaban en llamar su atención, jamás esperó nada de ninguno pero aún así lo hacían y él nunca volteó a verlos.

Si lo vieran ahora… él, Ryoma Echizen, muriendo literalmente para que la muchacha hiciera…"algo".

Paciencia no tenía.

Subió una mano, palpó con sus dedos lo tersa de la piel de la espalda, y la posó en el cuello, donde un lazo era lo único que permitía que el vestido se viniese abajo. En realidad, era lo único. Jugó con el, deshaciéndolo lentamente, tirando del lazo para aflojarlo. Se sorprendió al escuchar un espasmo. "Al fin", pensó, por un momento creyó que la muchacha jamás se movería. Sintió como ella se trataba de librarse del agarre. Giró su rostro y la afrontó. Sus gatunos ojos se toparon con aquellos adorables que reconoció desde que la vio.

Los rubíes brillaban intensamente, la fina boca estaba entreabierta y el sonrojo al máximo tono. El labio inferior le temblaba, un llamado para ser probado. No resistió.

Vuelvo a decir, la paciencia no era su mayor virtud.

La besó.

Con desesperación al principio, adecuando aquella boca a la suya para que danzaran al mismo ritmo. No le importó ser un poco rudo, todo lo que quería era que ella le correspondiera y aquella muestra era suficiente. ¿Qué más quería? Ella misma se lo había dicho. Un "te amo" que lo desubicó pero que lo hizo comprender varias inquietudes con respecto a esa jovencita. ¿Qué más quería? Ella se entregaba a él… ¿no?

Siguió forcejeando por debajo de los labios de ella. No le interesó en lo más mínimo lo que la joven pensase. Debía saciar esos deseos que nacían de él. Y no se detendría. Un "beso" no sería lo único que tomaría de esta mujer. El sentimiento de posesión no le abandonaba, su raciocinio no funcionaba y sus manos se encontraban fijas en el cuerpo de ella, no iba a soltarla. Por lo menos, no esta noche.

La sorpresa no cabía dentro de ella. El hombre había tomado posesión de su boca sin previo aviso, callando un espasmo dentro de su garganta. No podía hacer nada, su cuerpo había quedado inmóvil ante él. No respondía, por más que quisiese a la caricia, tenía miedo.

¿Por qué le besaba?

Sus largas manos subieron hasta toparse con el pecho varonil, presionando suavemente la camisa que el muchacho portaba. Aquello, hizo que el tenista abriese un poco los dorados ojos. El beso continuaba igual de forzoso. La miraba con devoción, no con amor. Estaba obsesionado con la belleza que la mujer reflejaba. Esta, había cerrado fuertemente sus ojos y sus mejillas se habían encendido. Sus manos temblaban en su pecho, decidió con una mano tomar una de ellas. De alguna manera, pareció tranquilizarla ya que dejaron su titubeo.

Más sus labios no se detuvieron.

Poco a poco fue invitándola, convenciéndola de seguir el mismo baile que él. Sus labios eran irresistibles y al igual que al dueño, le gustaban ganar.

La boca por la cual habían salido tantas burlas y prepotencias, callaba. Y no porque se lo ordenasen. Él tomaba posesión de otros labios para sellar los suyos. Quien imaginaría que esta era la manera en la cual, este arrogante tenista callaría.

Sintió como él tomaba su mano y la encerraba en la suya para luego levantarla hasta por encima de su cabeza, para poder pegarse más a su cuerpo. Se lo permitió. Él estaba empezando a ganar ese juego de forcejeo que se había formado. Ella ya no estaba quieta, ya no luchaba inconscientemente y simplemente se limitó a lo que sabía hacer mejor. Amar.

Pero no a cualquiera. Sólo a él. A Echizen.

Respondía a la caricia en sus labios con timidez y nerviosismo. No era una experta en la materia pero necesitaba sentirlo a él. Tenía la necesidad de sentir a pleno todo ese cariño que el de cabellos verdes parecía manifestarle. Una urgencia que era provocada intencionalmente por el mismo hombre.

La arrastro más así mismo. La había acorralado entre la puerta y él. Sin oportunidades de escapatoria alguna. Sintió la participación de su compañera en su extraño juego y bajo la intensidad de su beso. Ahora lento y pasional. Captó como el cuerpo que estaba debajo de él se tensaba.

Se sorprendió en el como la muchacha podía reaccionar ante el simple cambio de un afecto. Sonrió con ironía al pensar en todo lo que le esperaba esa noche.

Abandonó los deseosos labios para posarlos en un cuello desnudo. Dando pequeños y suaves roces en la sensible piel y logrando una vez más un cometido. La muchacha abrió sus ojos en parte en espanto y en parte sorpresa al percibir la humedad de los labios del tenista chocar con una parte de su cuerpo. Pero no tuvo tiempo para más dado a que el muchacho comenzó a propinarle las dulces caricias. Ella no pudo hacer nada más que soltar leves gemidos que resonaron en los oídos del ambarino.

Sonrió nuevamente con malicia y continuó con su labor. Liberó la mano de la castaña y esta, automáticamente fue a parar en su cuello. La dejó hacerlo. Sintió también como la mano que estaba posada en su pecho, se aferraba más y más a él. Estrujaba su camisa. Por debajo de ella la piel de él, moría en querer entrar en contacto con aquellos dedos que causaban estragos. Deseaba fervientemente.

Sus oídos se afinaron al escuchar aquellos gemidos. Sus ojos brillaron intensos y fue a dirigirlos nuevamente a los de la de ojos rojizos. Cómo le gustaba verla con el rostro sonrojado y agitada. La mujer le devolvió el ver con embelesamiento. El de cabellos entre negros y verdes sonrió levemente. Estaba despeinada, con fingida dulzura separó algunos cabellos que caían y le tapaban los ojos. Detuvo su mano en la mejilla de ella, sintiendo el calor que de esta emanaba.

Parecía haberse calmado.

Al menos…eso pensó Ryusaki.

Nuevamente, tomó los labios. Con fuerza, dejando de lado la delicadeza subió la mano que yacía en la estrecha cintura femenina y la posó en un menudo hombro. Hielo. Así era el tacto de él. Como si colocasen un cubo en una superficie hirviendo. Si su piel pudiera emanar humo, eso estaría haciendo ahora mismo.

Ella hizo lo mismo. Elevó la mano que estaba aferrada en la camisa masculina y la reunió con la otra. Ahora el cuello del "príncipe" estaba encerrado entre sus brazos, mientras que su cuerpo se pegaba más al de él con urgencia. El de ojos ámbar aprovechó esto para abrazarla de la cintura y poder movilizarla con más facilidad.

Comenzó a retroceder. Muy consciente de hacia donde se dirigían. Tenía entreabiertos los ojos y observaba con detenimiento las facciones de ella. De verdad, estaba encantado con lo bello del rostro. Inocente lleno de ternura y amor.

Casi se sentía culpable.

Sólo un poco.

No, en realidad. Muy culpable.

De alguna bizarra forma él creía sentir "algo". Una fuerte sensación que se concentraba en su pecho. No sólo era su deseo, sino "algo" más. "Algo" que se hizo presente al escuchar la declaración por parte de ella. Un sentimiento que pareciese estuviese dormido y que surgió al llamado de "algo". Y ese "algo" era lo que no sabía que era.

Si supiera con palabras como describirlo, lo haría. Más, ahí estaba él, con la muchacha en sus brazos, entregándose a sus caprichos. Se sentía muy confiado y extremadamente posesivo. Demasiado seguro, demasiado tranquilo… hasta podría decirse feliz…

Rápidamente quiso desechar ese pensamiento. ¿Feliz? Cómo podía sentirse así si tan sólo, después de largo tiempo, le estaba dirigiendo la palabra. Ella no había influenciado mucho en sus decisiones. La mujer no había ganado sus partidos ni había logrado hacerlo famoso. Pero, estaba ese "algo" que no le permitía sentirse satisfecho.

Sin embargo, en este momento, se sentía así. El tenerla junto a sí, lograba lo que él por sus propios méritos no había podido conseguir… Ese "algo" que para él aún carece de nombre.

Topó contra un objeto.

No tardo en darse cuenta contra que se había chocado. Detuvo su paso y continuó propiciando placer a la los labios femeninos. Acarició con lentitud la cintura de la mujer. Firme y estrecha. El vestido era el único obstáculo que encontraba para poder adueñarse de aquel cuerpo maravilloso escondido tras la tela. Pero, sabía muy bien, que pronto ya no habría más.

La castaña de largos cabellos ondulados palpaba la piel del cuello. Subiendo lentamente hacia los cabellos, desordenándolos aún más con sus manos. Sintiendo la suavidad de cada hebra. Tan dóciles y fáciles de peinar. A eso se dedicó mientras que su boca ya se había acostumbrado a la de él.

Se sentía tan feliz. En su pecho, el corazón y su marcha tan alborotada, daban fuertes golpetazos. La invasión de una nueva sensación reinaba en su cuerpo. Llenando cada espacio del mismo, entibiándolo. Le gustaba aquella sensación. Y le gustaba más porque era la persona más importante la que la ocasionaba.

Lo abrazó a su pecho. Ya nada le importaba. Las razones por las cuales el tenista era tan afectuoso con ella, ya habían pasado a segundo plano. No quería arruinar lo que estaba sintiendo. Se sentía tan bien el estar cerca de él. El poder oler la esencia que del ambarino emanaba. Tan seductora y hechizante.

No se resistía.

Su fuerza de voluntad, que ya había caído momentos antes, se perdió totalmente.

Lo amaba con sinceridad. Un amor puro, inocente…

Se sentía realmente culpable. Sentía en cada roce que la muchacha hacía en él, choques electrizantes. Pequeñas descargas que se expandían en su cuerpo. Ella causaba eso en él. Sensaciones que se había encargado de obviar en toda su vida.

Era "injusto" que una sola mujer se encargase de despertar aquello.

La hizo dar media vuelta y ahora, quien retrocedía, era ella. Ryusaki no se dio cuenta de nada hasta que topó con lo que el tenista había chocado antes. Notó como él separaba sus labios de ella y le miraba. La muchacha, agitada y nerviosa, miró el objeto contra el cual se había topado.

La cama en la cual había estado recostada minutos antes.

Su rostro se encendió. No comprendía como habían llegado hasta allí. Ni siquiera se percató de haber caminado. Volteó a afrontar al ambarino, encontrándose con la mirada felina. Bellos y profundos ojos dorados le observaron. Serios e imponentes. Mas un lejano brillo en ellos le llamó la atención. Brillo que antes no notó debido a que no quiso verle cuando le besaba.

Ansias y lujuria.

Eso es lo que pudo observar en aquel par de ojos. Pero, al mismo tiempo, sintió como esos sentimientos eran fuertemente oprimidos. Realmente, el muchacho, no quería hacerle daño. Por más que quisiera intimidar en la de cabellos marrones, no podía. Toda acción que él efectuaba, era real. Al igual que su deseo por ella. Era genuino y por ello, lo reprimía.

Se sentiría culpable por el resto de su vida si dejaba que sus voluntades fueran a más. No podía aprovecharse de aquella ingenuidad pero, "quería". No deseaba que nadie voltease a verla ni que ella mirase a nadie de la misma forma en que lo hacía con él. Quería dejar una marca en su cuerpo. Una especie de repelente que alejara cualquier insignificante hombre que quisiera propasarse con ella. Si pudiera hasta haría suyo su nombre para que nadie más le llamara.

Un amor tan puro que se le era entregado sin condiciones ni reclamos. Ni igualdad.

No permitiría que un infeliz aprovechara aquella dulzura e inocencia.

Por eso, el mismo, no podía.

Giró su rostro para no verla.

Los ojos color sangre notaron la lucha interna que dentro del muchacho se formaba. Dudó en hablar. No quería arruinar el momento. Sin embargo, el mirar de él, el antes gélido y cruel… ya no lo era más. Un Ryoma confundido estaba delante de ella. Más, si su rostro era de frustración, sus ambarinos ojos no podían mentirle.

Tomó el rostro del muchacho entre sus manos con toda la dulzura que de ella emanaba. De nuevo, ese roce electrizante fue lo que sintió la piel de Echizen. Le pedía con el ver, que él le devolviese la mirada, cosa que al cabo de segundos logró. Sonreía.

El de cabellos verduscos frunció el ceño incrédulo.

La jovencita le sonreía. Una tranquila y bondadosa sonrisa que lo hacía sentirse aún peor de lo que estaba.

-Ryoma-kun…-habló por primera vez ella.- Talvez lo que te diga en este momento….-dudó.- puede que lo que te diga no sea de tu interés pero…-calló. Inquisitivos ojos le pedían en silencio que continuase.- Yo realmente deseo, lo que mas deseo en esta vida…-contuvo su aliento, mejillas rojas.- es continuar amando a Ryoma-kun…- susurró.

Los dorados ojos se abrieron en sorpresa pero los labios del muchacho no dijeron nada.

-Es por eso…- la voz de la muchacha continuó.-… que si…-subió su ver hasta el de él. –…que si eres tú…- su voz amenazaba en tartamudear. Su vergüenza estaba hasta el límite, pero era algo que ella deseaba.-…que si eres tú,…está bien…-dejó escapar en sonrisa. Diminutas lágrimas comenzaron a salir de sus rubíes por ojos.

Es llanto de felicidad… o de vergüenza…

-Sí que eres extraña.- se escuchó irónica la masculina voz.

Sakuno abrió los labios para protestar pero, nuevamente calló. Había dicho demasiado. Si realmente él pensaba que el confesarle sus sentimientos era una mala broma, tenía suficiente. Le costaba el hecho de que el objeto de sus afectos se burlara tan cruel de ella.

-Siempre fuiste extraña, Ryusaki…- silencio.

-Eh?- dejó decir inocentemente la aludida.

Echizen rió con sarcasmo.-Eso mismo, tan rara…- llevó una mano a sus cabellos tapando con ella la mitad de su rostro. Se alejó del cuerpo femenino unos pasos.- No entiendo cómo…- sentía bastante confusión por lo dicho por la mujer.- Cómo puedes ser tan ciega.- la miró con el dorado ojo sin cubrir. Otra vez, aquel bello rostro le veía desentendido. Rió por lo bajo.

-Ryoma-kun…-su voz denotaba preocupación por el muchacho.

-Deja que hable…-le exigió al momento que levantaba una mano frente suyo en señal de que callase. La castaña obedeció.- Bien…- llevó una mano a su cintura, posándola en su cinturón. Aún no pensaba con claridad. Nuevamente ella lo desubicaba con sus declaraciones de amor y… confianza.- Porqué…- soltó para sí mas ella llegó a oír.- Por qué esa confianza…- habló más fuerte, le observaba. Los ambarinos ojos gatunos llenos de frustración y confusión.- Por qué a mí…

La de ondulados cabellos largos primero se sorprendió llevándose ambas manos al pecho. Miró detenidamente el suelo como pensando en una respuesta. El tenista la vio negar con la cabeza, interpretó eso como un "no confío en ti" y rápidamente habló.

-Ja.- rió con arrogancia.- Veo que hablé demás…-cerró sus ojos y giró el rostro con desprecio.

-¡No!

Ryoma no volteó a verla.

-Te equivocas.- habló casi en grito. Las manos en su pecho temblaban.- te equivocas…-su voz decaía.- Yo…yo confío en Ryoma-kun, creo en todo mi ser.- lo sentía perfectamente bien, su rostro sonrojarse por sus palabras.- Yo amo a Ryoma-kun.- terminó sin tartamudeos.

Él sonrió con malicia al mismo tiempo que fruncía el ceño.

Otra vez estaba ella, repitiéndole sin más esa palabra.

-Yo escogí a Ryoma-kun…para que sea la persona más importante…-susurró con ternura la de rojizos ojos.

-¿Inclusive si no correspondo a tus sentimientos?- soltó sin delicadeza, la miraba de reojo, atento a cualquier reacción.

Ryusaki sintió un golpe frío en su pecho y apretó sus manos fuertemente.

-Aún así.-aceptó con valentía pero con mucho, mucho dolor.

Los ojos dorados brillaron ante tal respuesta.

-Porque insistes…- Sakuno palideció. Echizen tomó el mentón femenino obligándolo a elevarse hasta él. La de castaños cabellos abrió los ojos. Una sonrisa, que no era de malicia ni de ironía. Parecía… sincera.- en comprobarme…- acercó sus labios hasta los de ella, deteniéndose a escasos milímetros.-…lo extraña que eres…-selló sus bocas en un profundo beso que hizo que la mujer perdiera el equilibrio y posara ambas manos en el fuerte pecho del tenista.

Unos segundos más sin respiración hasta que fue de nuevo él quien separó los labios.

-Sabes que te puedo hacer sufrir.- habló en su agitación. Con un ver frío y determinante.

-Lo sé.- contestó ella con firmeza más también con miedo.

-Entiendes que jamás podría llegar a amarte.- continuó, le daba cortos besos entre pregunta y pregunta.

-Lo…sé…-respondía como podía. Ella se sentía igual de agitada y los nervios no le ayudaban en lo más mínimo.

-Esto puede ser un capricho mío, comprendes…- mentía en cada palabra y cada vez, era más evidente. Una sonrisa adornaba el rostro masculino. Gesto que fue captado por los ojos rojos entre caricia y caricia.

Correspondió el gesto.

-Entiendo.- y lo abrazó fuertemente. Halándolo para fundir más aquel maravilloso contacto.

-Perfecto.

Se olvidó completamente de todo aquello que lo confundía. Desechó toda idea que amenazaba en acercarse a su mente con intenciones de volverlo a la realidad. No podía, no deseaba y no quería. Tenía la más increíble experiencia igual de incomparable que jugar su deporte prodigio. Sentir el largo cabello enredarse y desenredarse con tanta facilidad entre sus dedos. Lo apretaba con sus manos y lo liberaba, recorría las hebras y palpaba la suavidad de las mismas.

Se encontró nuevamente con aquel lazo. Sólo un tirón y caería.

No perdió tiempo.

Haló con suavidad mientras que la pegaba a su cuerpo. Ambas tiras cayeron a los costados de los hombros menudos de la jovencita y una espalda quedo desnuda. Ryusaki sintió la brisa chocar su piel y se estremeció. Los labios se detuvieron un momento. Ryoma la abrazaba.

El muchacho acariciaba la espalda femenina. Por fin, podía sentir bajo la yema de sus dedos lo tersa de la piel. Ella moría con cada roce en su espalda, abrazándolo aún más con fuerza y atrayéndolo hacia ella. Así mismo, la boca del hombre no había quedado tranquila. Propinaba besos contundentes y seguidos en el cuello de Ryusaki.

Pronto las manos en la espalda recorrieron camino rodeando la cintura y subiéndolas por los brazos hasta llegar a los hombros. Ella soltó su agarre y giró su rostro hacia el de cabellos entre negros y verdes.

Con suavidad tomó el fino rostro y lo atrajo hacia él. La hizo retroceder hasta que cayese sentada en la cama.

Continuó besándola. No se contuvo. Lo hacía con firmeza pero al mismo tiempo con afecto. Colocó una rodilla en la cama y, con el peso de cuerpo, la obligaba a echarse sobre la superficie de la misma. Como era de esperarse, Sakuno accedió. Sentía aún la mano del sujeto en su espalda, que la sujetaba con delicadeza hasta que ella apoyase completamente su cuerpo en la cama.

Todo ese tiempo había estado con los ojos cerrados mas al sentir que caía los abrió despacio.

Frente suyo, un par de ojos felinos de dorado color le miraban con atención.

Ella sintió que la sangre se le venía al rostro y soltó un pequeño ruidito que hizo que el "príncipe" sonriese interesado. Lo vio aproximarse, aún con la mirada fija en ella. No dudó más, era demasiada vergüenza para ella el verlo. Cegó su ver para evitar el tener que afrontarlo y esperó a que el ambarino tocase sus labios.

Mas el beso nunca llegó por el contrario, escuchó una risita proveniente de su compañero. Abrió uno de sus ojos color sangre con inocencia.

Echizen reía con soltura encima de ella, apoyado con ambas manos al lado del cuerpo de la mujer. Su rostro se notaba alegre y relajado. Ella quiso reír con él, mas su nerviosismo ante la escena lo evitaba.

-Ehh ehhh…-tartamudeó.- Ryoma...-kun…- los dorados ojos chocaron con los rubíes de ella.

-Me tienes miedo, Ryusaki.- era una pregunta incómoda dado a la posición en la que se encontraban.

Los labios de ella temblaron.

Él dejó de mostrar sus ojos y sonrió con cansancio.

-Veré como arreglo eso.

-uh?

Y diciendo esto, el joven se lanzó hacia el cuello desprevenido. Los besos eran tibios y húmedos. Ryoma aprovechaba la inmovilidad de la mujer para poder acomodarse mejor entre ella. Con su lengua daba círculos en la piel para luego morderla suavemente, sin provocar daño.

Quiso callar. Hacía lo imposible para no soltar ruido alguno. Mas las caricias que le eran otorgadas hacían que su cuerpo se moviese de manera nunca antes vista y que su garganta emitiera sonidos que nunca se creó capaz. Con reverso de su mano se tapaba los labios…

Percibió como una mano subía hasta su cuello, rozando en todo momento su piel, acariciándola. Se estremeció aún más cuando sintió como la misma mano, bajaba por su pecho y capturaba entre sus dedos un delicado seno que desde hace buen momento estaba expuesto. No pudo evitar soltar un gemido ante el tacto tan atrevido.

Pero, esto no hizo que el tenista parase. Con lentitud comenzó a masajear aquel encanto. Blando y suave. El mismo no pudo impedir sonrojarse por sus pensamientos. Felizmente ella no le veía el rostro sino, volvería la situación aún más incómoda. Hipnotizado por el momento, siguió con su labor. Apretándolo de vez en cuando sólo para oír aquel ruidito por parte de la jovencita que ya había empezado a gustarle.

-Ryo…ma- kun…-la oyó gemir entrecortadamente.

Bajó sus labios de su cuello. Besando la parte central de su pecho con dulzura. Subió su mirada al rostro de ella. Le encantó el intenso rubor en las mejillas y la respiración agitada que comenzaba a realizarse. Sonrió y descendió aún más, lamiendo con exquisitez la piel hasta toparse con otro pequeño bulto.

Con fingida inocencia, lo lamió.

Ryusaki arqueó la espalda al mismo tiempo que abría los ojos. No se esperó nunca eso. Sin embargo, el muchacho sintió una fuerte emoción cuando vio la reacción de la castaña. Volvió a tocar con su lengua aquel botón que adornaba la punta del seno izquierdo. Otra vez, la oyó gemir y sintió aún más placer al oír entre dulces gemidos, su nombre.

-Ryoma-kun! – habló exaltada.

Entrecerró el ver y concentró toda su atención a aquella aureola rosada. Su boca cubrió el sonrosado pezón y lo succionaba suavemente. La otra mano, seguía jugando con el seno y con el dedo pulgar, movía lentamente como queriendo torturar, el pezón correspondiente.

Ella no cabía en sí. Siendo tocada de esta manera y por la persona que más quería, para ella, era gozo. Una felicidad que la embargaba completamente. Agitándola, provocando que su cuerpo se cubriese con un leve sudor.

Ryoma lamió una última vez aquel pecho para subir su rostro hasta el de ella, quien con una sonrisa en los labios, lo esperaba. Se incorporó delante de ella, quedando las piernas de Ryusaki entre las suyas. Tomó una delicada mano y la invitó a arrodillarse frente a él. El ver dorado siempre fijo en el rojizo. Llevó una mano hacia su rostro y la dejó ahí un momento. Luego la soltó, la palma quedó quieta ahí.

Guió la otra mano hacia el cuello de su camisa. La tomó tan suavemente que a la mujer le costaba creer que realmente fuese Echizen quien estaba con ella en ese momento. Posó los dedos en los botones y volvió a dejar aquella mano allí.

No necesitaba explicarle que debía hacer, ni tampoco darle permiso. Se sentía avergonzado pero quería que ella, "cooperase". Sus mejillas se tornaron levemente carmesí y evitó la mirada de la castaña. Esta formó una sonrisa con sus labios y se acercó más a él.

La mano en la mejilla, la acariciaba cariñosamente casi con embelesamiento. Pronto, la bajó hasta acompañar a la otra mano, en el cuello de la camisa de él. Le miró como pidiendo permiso de manera ingenua pero lo único que recibió como respuesta fue un semblante serio y muy sonrojado que no se dignaba a verla.

Sus ojos le miraron con ternura.

Comenzó a aflojar el nudo de la corbata con lentitud que a Ryoma le pareció perturbadora. Cuando la corbata estuvo afuera, empezó a desabrochar los botones de la camisa con igual parsimonia. El ambarino le miró de reojo. Por un momento, creyó que Ryusaki era una niña que, desenvolvía gustosa un regalo. Con paciencia para no perder ningún detalle.

El calor invadió su cuerpo.

Los dedos de ella se habían adentrado en una ya abierta camisa. Un tacto que a él le pareció eterno. Sakuno observaba con nerviosismo el torso descubierto del hombre. La vergüenza comenzaba a adueñarse de ella pero aún así, no quiso detenerse. Labios entreabiertos daban suspiros al roce de cada yema. Alzó su vista para encontrar la de Echizen, notó el profundo sonrojo y se sonrojó ella aún más. Captó como él, con la mirada pedía que…continuase.

Subió sus delicadas manos por el fuerte abdomen, pasando por el pecho masculino hasta detenerse en el cuello igual de varonil. Llevó ambas manos hacia los hombros y logró deslizar la camisa por ellos. Ahora, estaban iguales, desnudos de la cintura para arriba.

Un fuerte calor pareció haberse colado por el cuarto. El crudo invierno que hacía en las calles parecía haber obviado aquella casa. Permitiendo que los amantes, buscaran sus propios medios para darse abrigo.

Dos ver llenos de pasión y confusión. Uno, no sabía que era lo que le atraía de aquella niña, su belleza, el perfume que de ella emanaba o aquella confesión que, aunque lo negase, lo había echo feliz. Aquella declaración con la que pretendió jugar pero que al final, resultó ser el puente que le conduciría a la verdad.

La confesión, en realidad, consistió en una simple excusa. Entre beso y caricia a la piel se pudo dar cuenta de ello. Sintió, que en cualquier momento pudo haber echo lo que hacía. Pero, el orgullo no permitía que confiase sus sentimientos a nadie y, por más que no pudiese contarlos, pensaba que sería denigrante que él fuese quien lo hiciese.

Más ella, con su encanto y sencillez, y un nerviosismo que siempre consideró extraño, logró manifestarle lo que dentro de su corazón escondía. Dándole la libertad que él necesitaba para actuar. Una excusa para poder acercarse sin remordimiento a ella y poder tomarla como parte suya.

Las inexpertas manos bajaron ahora hacia la hebilla del cinturón. Sin embargo, el de dorado ver la detuvo. Estaba excitado y no quería que ella lo supiese. Llevó la mano hasta detrás de su cuello, depositándola allí y con una de las suyas, tomó la cintura feminidad hasta que chocase con la suya. Ella se dejaba guiar cual marioneta, confiando ciegamente en lo que el joven hacía, su titiritero.

La abrazó de la cintura, rodeándola y sintiendo la firmeza de las caderas. Jugó con la tela que aún quedaba en el cuerpo de la muchacha, una diminuta ropa interior.

¿El vestido?

Quedó limitado a un pequeño montículo sobre la cama. Ryoma con diestra habilidad se había encargado de despojarlo antes.

Sus ojos quisieron deleitarse con la desnudez de ella. Bajaron lentamente posándose en los atributos femeninos hasta aquella pantaleta. Los cabellos ondulados caían sobre su pecho y otros recorrían su espalda. Volvió la vista hacia el rostro.

Nunca vio mujer más bella.

Lo acarició con extraña ternura.

Fue ella, esta vez, la que no pudo esperar más. Los labios de la castaña no aguantaron en su soledad y fueron en busca de más sensaciones que sólo aquel hombre podía causar. Hecho que sorprendió al ambarino pero que no dudó en devolver las caricias que le ofrecidas.

Las manos de la muchacha recorrían la fuerte espalda y pasaban a los tonificados músculos del tenista. Acariciaba los pechos y luego llevaba ambas manos a los cabellos verduscos y los revolvía a medida que su placer incrementaba.

Manos traviesas jugaban nuevamente con los senos de su compañera. Recostados, con él encima. Ryoma, disfrutó de los suspiros y gemidos que podía sacarle a la de ojos rojos. Ella por su parte, deseaba fervientemente que la proximidad de sus cuerpos sea aún mayor.

Agitaba no dejaba de suspirar el nombre de su amante y cada vez que lo hacía, él prodigio intensificaba sus caricias. Pero eso mismo, traía graves consecuencias.

No podía evitarlo, era una debilidad siendo hombre.

En su ensimismamiento, Sakuno sintió un roce en su entrepierna que la despertó por completo. Y cuando Ryoma se acercaba más a su cuerpo y chocaba aquella parte, el roce se volvía más profundo. Tanta estimulación al cuerpo femenino, le estaba costado caro al muchacho. Pese a que disfrutaba hacerla estremecer, aquellos gemidos lograban efectos en él y más aún, en su intimidad. Desde hace momentos atrás, el ambarino había notado la presión que se formaba en sus pantalones pero no sabía como decírselo a la jovencita.

Si bien deseaba que ella disfrutara de esto, él no quería quedarse atrás.

Ryusaki notó la incomodidad del sujeto y comprendió que era aquella "molestia" entre sus piernas. Parpadeó varias veces con genuina inocencia y no tardó en sonrojarse profundamente. Llevó las manos que estaba en la espalda varonil hasta el abdomen bien formado hasta toparse nuevamente con la hebilla del pantalón.

Echizen alzó una ceja interrogativamente.

Con mucha timidez y vergüenza, la castaña comenzó a quitarle el cinturón. Estaba muy nerviosa y su torpeza se estaba haciendo presente. Él quedó viendo como ella logró quitarle al fin la correa. Las manos temblorosas se detuvieron en el botón del pantalón. Por un leve momento, el pudo sentir un leve roce sobre la superficie de su miembro que lo hizo tiritar de placer. Un pesado suspiro escapó de los labios del de mirar dorado.

Ella sonrió con ternura. Él comenzaba a relajarse.

Se incorporó delante de él hasta quedarse a su altura. Tomó el rostro de un sonrojado hombre y le besó con dulzura. La mano puesta en el botón, descendía sobre la ropa, acariciando por encima de ella, la intimidad de su compañero. Sakuno lo oyó suspirar nuevamente. Desabrochó el botón y de forma lenta, bajó el cierre del mismo.

Pese a su falta de experiencia y su innato nerviosismo, adentró una mano al pantalón topándose con aquello que causaba tanta tensión y placer en el joven. El tacto a esa zona hizo que el muchacho temblase. Sentir la mano de la jovencita, rodear su miembro erecto, le desquiciaba. Su respiración varió y se volvió más pesada y corta.

El rostro lleno de placer de Echizen la llenó de vergüenza. No sabía que hacer. Más, su fuerte deseo de devolverle aquello que momentos antes había sentido, fue motivo suficiente para que actuara. Tomó el miembro entre su mano y, lo sintió caliente y rígido. Lo apretó curiosa y, ni bien hubo realizado esa acción, la respiración del joven se volvió más agitada.

Empezó con suaves movimientos. Acariciando la virilidad hasta donde su timidez se lo permitía. La mano libre, acariciaba los cabellos del de ojos dorados. Los estrujaba con delicadeza entre sus dedos. Estimulando aquella área sensible y prestando atención a aquellos suspiros que soltaba continuamente. Notó que los ojos del joven se oscurecían y que, luego volvían a brillar intensamente a medida que su mano realizaba algún acto que estimulaba más a su compañero.

Pronto los movimientos en su virilidad se hicieron más continuos y rápidos. Tanto descender y ascender, estaban ocasionando que aquel bulto creciese en su tamaño y por ende, que se volviera insoportable de controlar.

Los ojos ámbar estaban oscuros en lujuria y pasión.

Pese a que le encantaba lo que la castaña estaba realizando, detuvo la mano con la suya, alejándola de su espina. Suspiró agitado a medida que hacía que ella lo abrazase. "Había faltado muy poco", pensó. Si no la detenía, era probable que aquel muchacho hubiese acabado antes de siquiera empezar.

Se sintió avergonzado.

Mas su deseo aún no había muerto. Su excitación continuaba presente y tanta estimulación había logrado su cometido. Deslizó una atrevida mano hasta la cavidad femenina asombrando a la dueña quien soltaba un gemido de placer ante tal intruso. Acarició la superficie y comprobó la humedad que se había formado.

-Ryoma-kun.-

Escuchó su nombre en un gemido. Movió con rapidez uno de sus dedos dentro de aquella intimidad dando como resultado que la muchacha se aferrase a su cuerpo con urgencia. El cuerpo frágil temblaba.

No la quería hacer sufrir más.

Tomó su cabeza entre sus manos y besó los labios que empezaba a echar de menos. A medida que el beso se intensificaba, la fue acostando en la cama. Reposó la cabeza femenina en una almohada y colocó ambos brazos alrededor de su cuello. Su miembro erecto apuntaba en dirección de su cavidad vaginal. La miró nuevamente, quería estar seguro.

Aunque, a decir verdad, esperaba algún arrepentimiento por parte de la castaña.

-Estoy…lista…-fue lo único que recibió como respuesta ante aquella mirada tan preocupada que inconcientemente fue reflejada en el rostro de su amante.- si es Ryoma-kun,…esta bien…-terminó con dulce voz.

El semblante de él mostró alivio y una sonrisa de tristeza se formó en su rostro.

Se adentró hacia la cavidad íntima, empujando levemente para no ocasionar algún daño innecesario. Las paredes estrechas de la fémina le indicaban que esta, era virgen. No le sorprendió, al contrario, eso lo hizo sentirse aún más posesivo con ella. Observó que el divino rostro mostraba signos de dolor, quiso detenerse mas una caricia en su rostro lo motivó a continuar.

Aunque ella no quisiese admitirlo, un fuerte dolor comenzaba a formarse en su vientre. Pronto llegaría a aquella barrera que limitaba su virginidad. Sabía que le dolería pero debía ser fuerte. No quería que su querido Ryoma se preocupase por ella. Aunque esa preocupación sea fingida, le interesaba.

La espina del tenista chocó contra aquel muro que delimitaba la zona de placer. Ejerció presión sobre él pero, se detuvo. Ella sufría. Su rostro se entristeció levemente. Se acercó a su oído y susurró unas muy importantes palabras…

-Falta muy poco.- dijo mientras aumentaba la presión en sus caderas. Ella se abrazó a él con mucha fuerza.- Te prometo…- adentró su miembro aún más. Lágrimas escaparon de los ojos de ella.-…que no te haré sufrir más.- introdujo totalmente su virilidad. Ahogando con sus labios un grito de la castaña.

Un suave bamboleo de caderas dio inicio. Echizen besó los temblantes labios muchas veces hasta que estos por fin pararon. Besó la frente en muestra de ternura y continuó con tu trabajo.

El miembro entraba y salía con lentitud del cuerpo femenino. Arrancándole grititos de placer a la misma. Pudo darse cuenta que la mueca de dolor había desaparecido por completo. Se sintió aliviado. Con una de sus manos tomó un pecho y lo acarició con suavidad. Esto hacía que la muchacha suspirase por más…

Pronto el placer y la excitación invadió el cuerpo de Ryusaki. Haciéndola olvidar por completo aquel punzante dolor que había sentido y reemplazarlo por una agradable sensación que llenaba su cuerpo. El hombre no dejaba de besar el cuerpo desnudo de su compañera. Primero los labios, luego los hombros y posó los labios en aquellos atributos que tanto le habían fascinado.

El bamboleo continuaba y a medida que el placer crecía, las estampidas también. Sentirla de esa manera le hacía perder la razón. Rozar su piel con sus manos y sentirla plenamente, mezclar sus cálidos alientos y sus sudores eran una química embriagante.

Ella gemía y gritaba de gusto. El placer y el gozo no cabían dentro de ella. Los movimientos se tornaron rápidos y violentos. Con fuertes y continuas estampidas del miembro dentro de la intimidad. Ambos llegarían al punto máximo que una relación física podía dar.

Pero, ninguno quería acabar sin el otro. Habían comenzado esto juntos, por medio de provocaciones pero lo habían echo. Por eso, terminarían igual.

Una tibia sensación recorrió el vientre de ella, haciéndola gritar el nombre de su amante a la vez que lo abrazaba lo más que podía. Él, a su vez, terminó satisfecho. Esparció su esencia en el cuerpo de la mujer y se dejó envolver en los brazos de ella.

Agitado, cansado y tratando de respirar tranquilamente sobre el pecho de ella. Echizen pudo comprobar con bizarro interés, como la muchacha había caído rendida al sueño. Debía encontrarse exhausta. Después de todo era la primera vez que realizaba algo como esto.

Aún sentía una calidez en su pecho. Y esta vez pudo darse cuenta que era provocado por el estar en sus brazos. En aquellos brazos que pese a que la dueña se había quedado dormida, lo recibieron abiertos y acogedores.

Sonrió con cansancio.

Miró el rostro dormir. Pasó con uno de sus dedos la curvatura del rostro y lo detuvo en los labios que tanto había drenado. Los acarició con el pulgar.

Con fingida indiferencia, acercó el frágil cuerpo al suyo y lo envolvió. Brindándole calor.

Después de todo…aún nevaba afuera.

Continuará.

MIS DISCULPAS A TODOS

Hola ¿que tal? Después de tiempo ¿no? Han de estar muy fastidiados conmigo u.u jeje pero bueno, aquí les traigo el penúltimo capítulo de esta historia. Creo que me voy a dedicar a los one-shots plenamente jaja n.ñ pero bueno, espero que la historia sea de su agrado y por lo que podrán ver, traté de hacerla desde el punto de vista de Ryoma ya que había dedicado mucho al como lo ve Sakuno en capítulos anteriores como en otros fics.

Espero realmente que este capítulo que contiene lemon les guste y gracias por los comentarios, reclamos y demás mensajes que me envían.

Gracias y nos vemos (ojala pronto) n.n