Capítulo 1
El acuerdo
La manos de nuestra protagonista estaban temblorosas, frías y llenas de nerviosismo mientras acariciaba la tela de su vestido de satén color perlado. Se había despertado muy temprano aquella mañana, saludando al alba antes de que una maquillista traída especialmente para ella le hubiera arreglado la imagen, muy a pesar de que ella había insistido en ser lo suficientemente capaz de hacerlo sola. Finalmente cedió ya que no había tiempo, y ahora estaban por darle los últimos toques a su delineado de ojos.
Sakura observó su reflejo en el gigante espejo cristalino de su habitación, dejándose llevar por la fineza de la línea de su mentón y acariciando un poco su mejilla para calmar los nervios. Aquella mañana se había despertado especialmente inquieta.
Era cierto que lucía preciosa con la discreta sombra de ojos color canela y el resaltante labial carmín rojizo en sus labios, el cuál contrastaba de una buena manera con la paleta de colores de su atuendo. Movió su cabeza en diferentes direcciones para poder observarse desde distintos ángulos antes de decretar que estaba por fin terminada y lista para bajar al evento que tenía. Sakura trató de ensayar un poco su sonrisa, levantando sus pómulos y cerciorando que sus hoyuelos lucieran perfectos. Una sonrisa falsa pero creíble era el ingrediente más necesario para una reunión de esa altura.
—Su alteza, está lista. —Una de las mucamas la interrumpió, dirigiéndose a ella con sumo respeto y haciendo una breve inclinación doblando las rodillas a quince grados antes de indicarle que sus padres ya la estaban esperando en el salón principal.
Sakura echó un último vistazo a su imagen y trató de aprobarla mentalmente antes de por fin decidirse a bajar. Enderezó su postura de la forma más correcta posible, y con el singular porte elegante característico de las mujeres de su clase para caminar, empezó a avanzar hasta la salida de su habitación.
Sabía que tenía un deber, y de hecho, estaba asustada por cumplirlo. Pero con un poco de suerte todo saldría bien, así que justo con esas mismas palabras empezó a tranquilizarse cada vez más mientras bajaba las escaleras, repitiéndolas como si fueran algo sagrado. Cómo siempre, al terminar de bajar la escalera la esperaban otras dos mucamas. Esas chicas de atuendos blancos impecables eran las encargadas de guiar a la princesa siempre que tuviera alguna reunión especial o evento oficial al que asistir fuera del palacio. Naturalmente al tener sangre azul corriendo por sus venas, a Sakura no se le permitía andar sola por cualquier lado.
Sakura era una princesa muy protegida en virtud de su linaje.
Sus cuidadoras abrieron las puertas del salón con una reverencia para que ella pudiese entrar. Cabe resaltar que en momentos como el anterior, le parecía completamente innecesario que otros realizaran por ella tareas tan simples cuya ejecución no la perjudicaría en nada llevar a cabo.
—Su alteza Real, Sakura Senju, Princesa de Konoha y Heredera del Ducado Haruno. —Anunciaron su entrada. Por protocolo real cada vez que se entraba en una habitación dónde estuvieran presentes más de diez personas, tenía que ser anunciada con su nombre y sus títulos de nacimiento. Y en ese momento estarían sus padres, más los abogados y los numerosos sirvientes en el salón, entonces la presentación era inminente dada la situación.
Avanzó con cuidado y acomodó nuevamente su vestido para realizar una pequeña inclinación al encontrarse presa de la mirada de sus padres. Mebuki y Hizashi, los actuales Duques de Haruno, la observaron desde la delicada pieza de importación francesa de sofá en la que estaban tomando asiento. Sakura inspeccionó el interior del salón, al parecer había sido exquisitamente redecorado para recibir al invitado de honor: Sasuke Uchiha.
Las flores de la mesa de cristal en el centro fueron reemplazadas con los mejores lirios de la zona. El tapizado de los sillones era con bordados de hilo color oro, el cual hacía recordar el orígen arabesco de su invitado. Las paredes eran las únicas que seguían conservando el mismo aspecto de la última vez que las vio, el mismo tapiz de arte renacentista con los retratos de sus ancestros colgados allí para recordarle a todos de donde provenía su casta. Y claro, grande y al centro, estaba el retrato de la reina Tsunade Senju. Su tía.
—Oh, querida. —Su madre se giró para encontrarse con ella. Indicándole con una mano que continuara y se acercase al centro. —Toma asiento, el té será servido en unos minutos.
Sakura acomodó nuevamente un mechón rosado de su cabello hacía atrás y se acomodó en el sillón tratando de mantener una posición erguida. —¿Dónde está él? —Musitó con delicadeza. Regla número uno para una princesa: No es apropiado alzar la voz bajo ninguna circunstancia.
—¿Tu prometido? —La pelirrosa dio un pequeño respingo, del cual para evitar un reproche de conducta, esperaba que su madre no se hubiese dado cuenta. Para ella era extraño percibir de forma tan cercana a un extraño del que no sabía mucho en verdad.
Sakura asintió.
—Llegará en cualquier momento. —Le dijo enfatizando su perfecto acento de la nobleza.
Mebuki comenzó a intercambiar un par de palabras con su padre, las típicas conversaciones de una pareja sin mucho en común "lo lindo que está hoy el clima" o "La buena elección de tapizado francés, que aunque poco patriótico, es perfecto visualmente". Sakura respiró hondo, tratando de ocultar lo banal que le parecía todo aquello y mirando por una de las gigantes ventanas observó a un pájaro volar mientras trataba de matar el tiempo. Se detuvo un momento a pensar en lo mucho que extrañaría su hogar una vez que se concretara su matrimonio y tuviera que seguir a su marido.
Aquel lugar en que nuestra pelirrosada princesa creció durante todos los años de su vida era apodado "El Palacio de Primavera", esto porque en los períodos de dicha estación florecían de forma hermosa los jardines que rodeaban la mansión. Y la querida Sakura era reconocida por ser la "Flor" que llenaba de vida cada uno de los pasillos de aquel lugar, puesto que era fervientemente amada por todos.
Al ser la única descendiente de los duques, era un figura sumamente importante desde su nacimiento. Con algo de ironía Sakura recordó sus días de estudiante universitaria, cuando había viajado al otro lado del país para matricularse en la carrera de "Historia y Geografía de Konoha", había sido la primera vez que dejaba el palacio y conoció a muchas personas -en este caso compañeros- de los cuales todos en algún momento le hacían saber que la envidiaban, repitiendole constantemente lo privilegiada que era por haber nacido dentro del seno real. Y obviamente lo mucho que ellos morirían por estar en su lugar.
Pero no todo en la vida era miel sobre hojuelas, porque en conjunto con la alcurnia de su cuna, Sakura cargaba con una gran responsabilidad encima: La responsabilidad de dedicar la vida al bienestar de su gente, de no decepcionar a su familia, y de cumplir la expectativas que todos, inevitablemente, tienen sobre ella desde el nacimiento.
Justo ahora, estaba por conocer a la persona que se convertiría en su marido de por vida. No por amor, no por cariño. Vaya, sólo había visto su cara unas cuantas veces en las revistas de chismes que se dedicaban a hablar de lo "Royal". A su mente acudieron las fotografías de aquel hombre de cabello negro y mirada fría que siempre aparecía en los primeros puestos de las revistas de negocios, o del "Top de hombres con la que toda mujer sueña casarse". Un apuesto y rico príncipe, así era como todos llamaban al chico con quien había acordado casarse por mutuo acuerdo para el progreso de sus respectivos países.
Los Uchiha tenían desde hace muchos años las intención de formar una alianza con la familia real más importante del Continente Europeo que los beneficiaria tanto pública como políticamente, y en consecuencia a eso, los Senju obtendrían petróleo de aquel pequeño país en Medio Oriente. Era bien sabido, que el país de Konoha tenía deficiencias para conseguir el oro negro, y que el país de Sasuke, Suna, era abundante en él. Un acuerdo de ese tipo traería múltiples beneficios monetarios en ambos reinos.
Sakura rodeó los ojos y volvió a posar su mirada sobre la ventana, queriendo olvidar todo e imaginando que se sentiría no ser ella en esa situación.
—Sasuke Uchiha Bint Abdul Faisal, Jeque de Sunagakure y heredero del Rey Fugaku Bint Abdul Faisal. —Los pensamientos de la princesa fueron interrumpidos por la voz de los anunciantes. Sus padres se pusieron de pie, el mayordomo le ofreció una mano enguantada para ayudarla a levantarse. Sakura colocó su mejor postura, alineando sus pies y cruzando sutilmente las palmas de sus manos frente a su vientre.
Su prometido había llegado por fin.
Por su parte, Sasuke entró y lo primero que divisó fue a la diminuta princesa de cabellos rosados, pero ella tenía la mirada gacha así que desafortunadamente no tuvo una primera impresión de sus ojos. Se dirigió educadamente hacia los duques y los saludó siguiendo las reglas correspondientes al protocolo real de Konoha.
Hizashi y Mebuki le indicaron a Sasuke que tomara asiento junto a la princesa Sakura.
Más tarde mientras mantenían una conversación acerca de los términos del acuerdo prematrimonial, Sasuke se dio cuenta que la princesa no había dicho ni una palabra en todo lo que habían avanzado del tema. Seguía con su pulcra postura de piedra, y una leve sonrisa que era linda pero inexpresiva. Lo cual lo molestó un poco.
—Nuestra Sakura está perfectamente instruida en el arte y la música. Así como en las lenguas románticas y las asiáticas. Puede usted con toda seguridad afirmar, que será muy feliz al tener como esposa a la princesa. —Expuso Mebuki. Tratando de crear en él las mejores impresiones sobre su hija. Sakura frunció el ceño, pareciera más bien que enlistaba las características de un producto y no de un hija que estaba a nada de partir con un extraño a un lugar aún más extraño.
Sasuke enmarcó la ceja mientras se giraba un poco a ella. —¿Es así, princesa? —Sakura sintió un nudo en su estómago, la voz fuerte del pelinegro entrando en sus oídos era demasiado dominante.
No sé sentía capaz de responder algo, así que sólo movió la cabeza como afirmación.
—Entonces yo tampoco tengo ninguna duda de que me hará bastante feliz. —Aquella era una respuesta directa y clara hacia la lista de virtudes que Mebuki se había encargado de hacerle saber. Sasuke buscó los ojos de Sakura, acorralando a la pelirrosa con sus ojos hasta que esta no pudo ocultarse más de él. Ella levantó la vista para encontrarse con sus negras orbes adornando una mirada sagaz y segura. Cómo de un felino pronto a atacarla. Mantuvo contacto visual durante unos segundos antes de volver a rechazar su mirada.
—Bueno. —Continuó de pronto el Duque Hizashi, a la par que una seña que ejecutó levantando una de sus manos para que el abogado real -presente desde el inicio- se acercará hasta donde estaban ellos. —Ya que no ha quedado nada inconcluso. Es hora de firmar el acuerdo prematrimonial, entonces podremos empezar a concluir los últimos detalles de la boda.
Sasuke fue el primero en poner la tinta con su firma y sello familiar en el papel, después la nerviosa Sakura siguió el mismo procedimiento.
Terminado aquello, ahora solo era cuestión de días para convertirse en esposa y no sabía cómo sentirse al respecto. Posó sus ojos color jade sobre el hombre que tenía al lado. Su traje de terciopelo negro era impecable, resaltaba su metro noventa de estatura y su espalda ancha. Su andar denotaba seguridad en sí mismo, algo de lo que ella carecía muchísimo. Era obvio que no tenían personalidades afines, en consecuencia a eso se preguntó: ¿Funcionaría aquello? ¿Podrían si quiera establecer un trato respetable entre ambos? Su estado de preocupación era obvio porque no conocía el tipo de persona que era el hombre con el que iba a compartir su vida.
Si Sasuke Uchiha, el duro príncipe apodado "La serpiente del desierto", pudiera describir en una sola palabra su primera impresión sobre la novia que le eligieron, sería: aburrida. Claro, había algo en lo que no se habían equivocado sobre ella los numerosos artículos que había leído antes de tomar el vuelo hacía Konoha, y era en que Sakura era hermosa como los ángeles. Su piel se notaba a kilómetros que era suave y no tenía una sola imperfección, sus grandes ojos reflejaban el color de las esmeraldas más finas, y su cabello lacio y sedoso caía como una cascada sobre sus hombros. Aquel vestido también remarcaba su silueta esbelta, y los tacones de aguja de color crema estilizaban sus largas piernas aún más. Era como una perfecta visión sin nada de personalidad.
Sasuke suspiró, la ventaja era que al menos tendría una esposa hermosa, supuso.
Al día siguiente se celebró se celebró su fiesta de compromiso con la grata presencia de la Reina de Konoha, Tsunade I . Sakura vistió un elegante vestido color azul turquesa que le llegaba por debajo de la rodilla, y Sasuke un traje de punto color gris oscuro. Hacían una pareja magnífica sonriendo ante las cámaras mientras sostenían cada uno una copa de champán. Sakura sintió su loción llenar sus fosas nasales, eran un olor tan masculino que se encontró repentinamente gustando de aquella fragancia.
Sasuke tomó su mano para guiarla hasta el centro de la multitud y presentarla ante aquella numerosa gente importante de su reino -que había acudido con su príncipe- ella sintió un cosquilleo recorriéndole la espina dorsal, así como una sensación de frío en la nuca que la llevó a realizar una que otra mueca.
—Nos permiten un segundo. —Informó Sasuke, tomando por la cintura a Sakura y la alejándola de allí. —¿Se encuentra bien? La noté un poco incómoda antes.
—Puede llamarme Sakura. —Respondió débilmente. —Y estoy bien, es sólo que los ambientes con mucha gente pueden llegar a sofocarme. —Tomó una gran bocanada de aire antes de proseguir —Gracias, su alteza.
—Tú puedes llamarme Sasuke también. —Sakura advirtió que el tono de su voz era muy masculino también. Su piel se erizó.
—Esta bien, Sasuke. —Sonrió. —Puedes regresar con tus invitados, yo estaré muy bien aquí.
—¿Yo solo? —Enmarcó una ceja. —Seré juzgado como futuro mal marido. —Bromeó, relajando un poco el semblante serio. Los violines seguían tocando y el murmullo seguía algo presente.
Él extendió una de sus manos hacia ella. —¿Me permites llevarte a pasear un momento por los jardines? —Ella sonrió y la tomó. Avanzaron por la multitud hasta que salieron. En el jardín principal, había unos cuantos invitados que también habían dicho salido a tomar aire fresco, aunque no eran demasiados, lo cual les proporcionó cierta sensación de intimidad.
—Entonces Sakura. ¿Cuáles son sus pasatiempos favoritos? Me atrevo a afirmar que no hemos pasado mucho tiempo juntos a pesar de nuestra actual circunstancia, por lo que cada momento a su lado me he propuesto aprovecharlo para conocerla mejor. —Estaban caminando en dirección a una fuente. Sasuke enfatizó su última oración y Sakura se dio cuenta que él le hablaba formalmente de nuevo.
—No sé que espera con exactitud saber de mí. —Respondió ella con voz trémula. —Me gusta la jardinería, pero no creo que sea algo relevante para hablar entre nosotros. Sugiero que sea usted quién me hable un poco más, apuesto que sus pasatiempos son mucho más interesantes que los míos. —Agregó. Sakura dejo su copa vacía en la bandeja de plata que sostenía uno de los meseros. Sasuke le ofreció una segunda pero ella se negó, alegando que no solía beber más de una copa.
—En respuesta a usted segundos atrás, me parece que nuestras percepciones sobre lo que es interesante difieren en extremo. —Sakura notó que el tono de voz era seco, era así desde que lo había conocido. —Solo soy el tipo de hombre que asiste a reuniones y se la vive trabajando.
—Ya veo. Entonces ambos somos de gustos simples. —El pelinegro sí tomó otra copa de champán. Sakura anotó mentalmente el movimiento de su boca al beber un trago, sus labios eran lindos. Sasuke capturó la forma en que los ojos de ella repararon en él y se acercó hasta su oído, alertando todos los sentidos de la pelirrosa, quién estaba concentrada en su embriagante olor y encogida como un gatito. Sasuke la intimidaba.
—No me gustan las cosas simples. —Le susurró lentamente, después cuando se alejó colocó una sonrisa ladina, sus ojos negros se tornaron más profundos.
El estómago de Sakura volvió anudarse, mientras lo observaba extenderle el brazo para que regresarán juntos a la fiesta. Ella lo miró unos segundos antes de aceptarlo y enredar su brazo en el hueco del de él.
Dentro del salón los esperaban para que se colocarán los anillos de diamante que cerrarían su acuerdo.
