Hola!
Ha llegado el día, hemos llegado al final de Utopia.
Gracias. Gracias a todos los que habéis estado aquí, compartiendo conmigo esta historia con sus altibajos, con sus capítulos buenos y malos, con sus momentos tristes y alegres, con su drama y su happy ending.
Gracias por cada comentario, por cada favorito, por guardar la historia y por leerla. Gracias a los que habéis estado aquí, dandome ánimos y comentando a cada paso y a los que habéis leído en silencio. Gracias a todos por ser parte de otra historia.
Nos leemos más adelante. Os avisaré cuando me anime a subir otro fic por si os apetece volver a encontraros conmigo.
Besos y abrazos
AJ
Epílogo II
El final es solo el principio
— No puedo creer que de verdad vayas a casarte con Malfoy.
Ron resoplaba mientras se arreglaba su túnica de gala mirándose en el espejo para colocarse su rebelde pelo que no parecía aguantar peinado nunca.
—Ron, lo que yo no sé es como han tardado tanto —Dijo Harry, acercándose a su mejor amiga perfectamente vestido pero con las gafas torcidas—mi sobrino casi casi ha llegado al mundo antes de la boda —añadió tocando la pequeña barriga de Hermione que, pese a estar bien camuflada con el encaje del vestido era ya visible.
—Por lo menos han hecho una boda en condiciones —su amigo resopló —No como Ginny y tú.
—Nuestra boda fue perfecta —replicó el moreno.
—Perfectamente rara, querrás decir.
—¿Qué tiene de raro celebrar la boda en La Madriguera?
Ron puso los ojos en blanco.
—Harry, sabes que lo raro no fue celebrarlo en mi casa, lo raro fue que os casaran en un puñetero campo de quidditch.
—Pensé que te había parecido una idea apasionante —respondió su amigo imitándole.
—A ver, sí, lo era pero —refunfuñó —no fue normal.
Hermione rió al ver las orejas del pelirrojo del mismo color que su cabello.
—Me parece a mi que Lavender y Ronald tienen algo que anunciar —murmuró divertida —y que Lavender definitivamente no se quiere casar en un campo de quidditch… que seguramente es lo que Ron le propuso.
—¿Qué? —él se puso aún más colorado —¿Cómo lo s..? Quiero decir ¿Por qué dices eso? No es cierto —apretó los puños y bufó —no sé de qué hablas Hermione. Pero deberías prepararte antes de que llegues tarde a tu propia boda —dijo fulminándoles con la mirada.
—¿Sabes si ya ha llegado Malfoy? —Preguntó Harry dispuesto a zanjar el tema antes de que la cosa se animara.
—No —Ron se encogió de hombros —Ginny me dijo que nos avisaría cuando apareciera. Es raro —apuntó frunciendo el ceño — que estemos aquí, esperando al hurón para que Hermione se case con él —rió sin poder evitarlo —si nos hubieran dicho esto hace unos años nos habríamos muerto de la risa.
—Creo que habría enviado a San Mungo a cualquiera que lo hubiera siquiera insinuado —dijo Harry uniéndose a la risa de su amigo.
—La verdad es que nunca —añadió Hermione haciendo gestos con las manos —jamás, esperé algo así —rió con ellos, sus ojos brillantes de felicidad —pero le quiero — dejó salir el aire y sacudió la cabeza con una sonrisa —Draco Malfoy es el amor de mi vida —dijo volviendo a reír.
Sus dos amigos rieron con ella.
—Merlín —Ron se estremeció —hasta la frase es… —les miró poniendo los ojos bizcos —uuuhh
Se abrazaron justo cuando Ginny entraba.
—¡Fuera, fuera! —espantó a Harry y a Ron con aspavientos —Hermione tiene que prepararse. Sola —señaló la puerta —quedaros cerca, os avisaré cuando estemos preparadas.
—Eres una mandona —susurró Ron —pobre de tu hijo Harry
—¡Te he oído! —gritó la pelirroja.
—¡Mejor! —gritó él en respuesta —me da pena mi sobrino porque…
No llegó a terminar la frase porque su hermana le cerró la puerta en las narices.
—¿Preparada? —preguntó Ginny a su amiga cogiéndola de las manos.
—No —respondió ella con ironía —pero estoy muerta de ganas de bajar allí y casarme con él —se llevó las manos a las mejillas e inspiró hondo —estoy tan feliz que incluso me cuesta respirar —dijo exhalando despacio.
—Créeme, lo sé.
La siguiente media hora fue un caos. Molly, Fleur, Luna, Pansy e incluso Narcisa Malfoy fueron llegando a la habitación en la que la castaña se preparaba. La señora Malfoy abrió un par de botellas de champagne y, entre risas, maquillaje, pociones alisadoras, tules y encajes, todas se relajaron, contando anécdotas mientras hacían que Hermione fuera la novia más hermosa que Malfoy Manor había visto jamás.
Cuando se quedó sola frente al espejo Hermione sonrió, aguantándose una lágrima rebelde que quería deslizarse por su mejilla.
Habría dado cualquier cosa porque sus padres estuvieran allí en ese día tan importante aunque se juró, a sí misma, que haría lo que fuera porque estuvieran en el nacimiento de su hijo. Dedicaría su vida si hacía falta a estudiar la forma y encontrar el modo de recuperar sus recuerdos, así le llevara toda su vida.
—Es el momento Hermione —se dio dándose ánimos con una sonrisa.
Estaba increíble. Ni siquiera se reconocía en la imagen que reflectaba el espejo. La mujer que le devolvía la mirada era muy bonita, con un ligero maquillaje que hacía parecer sus ojos mucho más grandes y almendrados y sus labios jugosos y voluptuosos.
El vestido era muy sencillo, de corte princesa color hueso con un escote en uve y tirantes gruesos. Llevaba el pelo sujeto en un recogido suelto que dejaba rizos escapando aquí y allá, acariciando sus mejillas y su cuello.
Se puso los zapatos de raso del mismo color que el vestido justo cuando tocaban a la puerta
Ron se puso rojo al verla, sonrió como un bobo y murmuró algo para el cuello de su camisa.
—Estás preciosa Hermione —dijo Harry con una sonrisa
Ella hizo una reverencia y él le siguió el juego. Ginny rió tras su hermano, que puso los ojos en blanco, divertido.
—Estoy teniendo un dejá vù —dijo la pelirroja con una sonrisa.
—La boda de Kingsley —dijo Harry a su esposa.
—Exacto —exclamó Ginny colocándole la túnica —y estás igual o aún más guapo —le dio un beso en los labios y le empujó hacia Hermione.
—Es hora de que llevéis a la novia hasta Malfoy, él ya la está esperando.
—¿Preparada? —preguntó Harry tendiendo el brazo a su amiga.
—Sí —respondió ella agarrándose a él.
—¿Seguro? —dijo Ron con el ceño fruncido —Aún estás a tiempo, puedo sacarte de aquí en menos de lo que se dice snitch —continuó con una mueca maliciosa.
—Nunca cambiarás —respondió ella agarrándose también a él con la otra mano—¿Qué decís chicos? ¿Juntos?
Ron la miró con cariño y puso la mano sobre la de ella.
—Claro —dijo.
—Como siempre —respondió Harry.
Y así, flanqueada por sus dos mejores amigos, por aquellas personas sin las que no podría vivir, Hermione salió de la mansión Malfoy y caminó por los magníficos jardines de Narcisa hacia la pérgola que habían colocado bajo uno de los sauces más viejos y hermosos que ella había visto jamás.
Desde los bancos Luna y Theo, tomados de la mano, sonreían dándole ánimos con gestos silenciosos. Pansy y Blaise asentían, el anillo de la morena brillando en su dedo anular mientras se aferraba a su prometido con sus ojos azules resplandeciendo de felicidad. Minerva y Morgan estaban allí también, sonrientes junto al resto de los profesores de Hogwarts, Neville, Hannah, Lavender y las hermanas Patil.
Hermione se sentía completa, poco a poco fue dándose cuenta de que todos los que importaban estaban allí, con ella, compartiendo su felicidad. Los Weasley al completo e incluso Dean, Seamus y Aberforth.
Se agarró más a sus amigos y sonrió al sentir que ambos sujetaban sus manos, como si quisieran recordarle que estaban allí, a su lado, prestándole su fuerza.
Pero ella ya no necesitaba más fortaleza. Estaba donde debía estar, donde quería estar, aquel era su destino.
Con cada paso que le acercaba a Draco, notaba como la ansiedad que había estado sintiendo la última semana desaparecía y cuando le miró a los ojos pareció perder la gravedad y se hundió en ellos. Aquellos profundos orbes de mercurio líquido la contemplaban como si ella fuera la mujer más hermosa del mundo, con posesividad, admiración, deseo y ternura.
Cuando le vio sonreír ella le devolvió la sonrisa, temblorosa e incrédula porque sí, estaban allí, lo estaban haciendo. Iban a casarse después de todo.
Él tendió su mano y ella la aferró sin dejar de mirarle a los ojos, ambos ajenos a todo lo demás, completamente fundidos el uno en el otro.
—Hola —dijo él con voz ronca.
—Hola —susurró Hermione.
—Estás preciosa, Granger —besó sus nudillos y acarició su mejilla con un dedo.
Kingsley carraspeó por cuarta vez y ambos dieron un respingo mirándole mientras los invitados reían con comprensión, algunos les observaban con burla y otros con sana envidia.
Apenas quince minutos después ambos tenían las manos unidas al igual que las varitas, una cinta les envolvía mientras el hechizo del Ministro ligaba sus vidas y su magia en un ritual ancestral que clamaba al mundo que ambos se amaban por encima de todo.
Los siguientes días las publicaciones mágicas de medio mundo se hicieron eco de la noticia y pronto, la historia del ex mortífago y la hija de muggles dio la vuelta al mundo, proclamándoles como el ejemplo de superación de prejuicios y redención más grandioso del siglo.
Hermione estaba sentada en la arena, con los pies mojados por las suaves olas de la orilla y la vista perdida en el horizonte.
Era el lugar más espectacular que había visto en su vida. El agua de un azul turquesa translúcido, la arena blanca, la vegetación a su alrededor… Nunca antes había estado en Corfú, pero, aunque lo hubiera hecho, jamás habría imaginado que su ahora esposo podría tener una pequeña villa mágica, lejos de los ojos muggles con un terreno de playa privada en la cala más maravillosa del mundo.
—Pareces distraída.
La voz de Draco la sacó de su contemplación y alzó el rostro para mirarle, sintiendo una vez más la explosión de dicha que estalló en su pecho al verle.
Aún le costaba creer que aquella fuera su vida, con él.
—Es… —inspiró con una sonrisa de incredulidad —no sé, extraño y maravilloso estar aquí… contigo, ser tu mujer yo…
—Lo sé —Draco se había sentado tras ella, rodeándola con sus piernas y la empujó para que se recostara contra su pecho —yo nunca he sido tan… feliz, creo —apoyó las manos en la tripa de Hermione y acarició su redondez con dedos amorosos — es como si fuera un sueño del que me da miedo despertar —frunció el ceño y besó los rizos de su coronilla, descansando allí su barbilla mientras miraba el mar.
Ella sonrió, puso sus manos sobre las de Draco y se relajó sobre él.
—Kingsley me ha preguntado cuándo pienso regresar al trabajo —dijo al cabo de un rato.
El rubio resopló.
—Puede seguir esperando, Granger, dijimos que nos iríamos al menos tres meses, llevamos fuera apenas uno.
Hermione rió cerrando los ojos e inspirando aquel aroma a sal, humedad y tierra mojada.
—Y no voy a volver antes. Adoro mi trabajo pero puedo permitirme una excedencia y realmente la necesito después de todo lo que ha pasado.
—¿Una excedencia? Podrías no trabajar por el resto de tu vida, Hermione —farfulló él.
—Ya hemos hablado de eso. Voy a seguir trabajando, no quiero quedarme en casa o dedicarme a actos benéficos y cosas así, me he preparado para alcanzar un buen puesto en el Ministerio y voy a seguir haciendo del mundo un lugar mejor para nosotros y nuestros hijos.
—¿Hijos? —preguntó Draco repentinamente interesado —¿En plural?
—Claro —ella le dio un golpe en el dorso de la mano —no quiero que sea hijo único. Tú lo eres y yo también. Tuve suerte de encontrar a Harry y a Ron, que son como hermanos para mí, pero me habría gustado no ser hija única. ¿Hay algún problema con eso? —preguntó repentinamente dubitativa al sentirle rígido a su espalda.
—En realidad yo… no sé si seré un buen padre y…
—No digas tonterías Draco —bufó ella —claro que lo serás —giró el rostro para dejar un beso en su barbilla.
—La verdad es que, si se nos da bien no tendría problemas en tener más de uno —replicó sin ningún tipo de inflexión en la voz pese a que por dentro se sentía absolutamente exultante ante la idea de tener varios niños por la mansión. Seguramente tanto tiempo con los Weasley le había nublado el cerebro —serás una gran Ministra algún día. ¿Qué te parece? Una Malfoy como Ministra de Magia.
—Malfoy-Granger —puntualizó ella.
—Como sea —replicó Draco con un encogimiento de hombros.
—Además no es como si la ilusión de mi vida fuera llegar a esa posición Draco, simplemente quiero ser el cambio ¿Entiendes? Quiero ayudar a la sociedad a levantarse, a cambiar, a mejorar. Siento que es lo que he venido a hacer aquí.
—Te equivocas —susurró él agachándose hasta rozarle el cuello con sus labios —has venido aquí para encontrarme —mordió su oreja y sonrió al sentirla estremecerse, bajó las manos por su barriga, dejando que sus juguetones dedos se colaran bajo la braga de su bikini morado.
—Draco…
—Shhh —le mordió el cuello, acariciando los femeninos pliegues que se empaparon casi de inmediato —no hay nadie aquí —metió la punta de uno de los dedos en su apretado canal y sonrió cuando su carne se contrajo alrededor —déjate ir, Hermione —susurró acariciando el pequeño nudo de nervios mientras la penetraba lentamente —sé buena chica y córrete para mi, después podremos ir a casa y terminar lo que empecemos.
La bruja no tardó en obedecer y cuando Draco la cargó entre sus brazos para entrar en la villa, aun se estremecía con la fuerza de su orgasmo, murmurando el nombre de su marido entre temblores. Aquel día no volvieron a salir de la casa, aunque a ninguno de los dos les importó demasiado.
….
—¡Por Merlín Hermione! Parece que te has tragado un caldero —dijo Ron nada más ver a su amiga mirándola con la boca abierta —Harry le golpeó en la cabeza y él le fulminó con la mirada, frotándose la zona y frunciendo el ceño algo colorado —a ver, estás… guapa y eso, pero —se llevó las manos a la tripa —has crecido mucho.
—Vaya Ronald —espetó ella con retintín —tan halagador como siempre —puso los ojos en blanco —y ha crecido el bebé, no yo.
—No le hagas caso —Harry se acercó y la abrazó besando sus descontrolados rizos —estás preciosa.
Ron arqueó una ceja y decidió morderse la lengua.
—¿Dónde está Ginny? —preguntó la castaña entrelazando su brazo con el de Harry.
—Fue a ver a Molly a La Madriguera, también iban a pasar por el Callejón Diagon, creo.
—Bueno, volveré a verla mañana ¿Y qué hay de ti, Ron? —preguntó con una sonrisa pícara — ¿Dónde has dejado a Lavender?
El resopló, aunque sus orejas se pusieron muy rojas.
—Está trabajando en San Mungo, finalmente.
—Lo sé —Hermione arqueó una ceja —Harry me lo contó en una de sus cartas… porque él me ha enviado cartas ¿Sabes? A diferencia de ti…
El pelirrojo se encogió de hombros.
—Sabías que no iba a escribirte.
Ella suspiró.
—Ya, lo sé… aun así siempre mantengo la esperanza.
—Peor para ti —dijo él riéndose cuando ella le tiró un cojín a la cabeza al sentarse en el sofá.
—Cada día tengo más ganas de que este bebé salga de aquí —murmuró Hermione frotándose la tripa.
—¿Sigues sin querer saber si es niño o niña?
—Así es —sonrió la bruja —queremos que sea una sorpresa.
—Ginny no pudo aguantar las ganas de saber —rió Harry —James Sirius —añadió con orgullo —me alegra tanto que vayan a crecer juntos e ir juntos a Hogwarts ¿No es genial que antes de nacer estén destinados a ser amigos?
—Oh Harry…
Ella entendía lo importante que era aquello para Harry. Haberse criado de la forma en la que él lo hizo, la pertenencia, la familia, la amistad y el hogar eran algo fundamental para su amigo.
—Serán más que eso, serán familia.
Se agarraron las manos y Ron sonrió al verles.
—Necesitan un tercero, Ronald —añadió la castaña con un guiño divertido.
—Y lo habrá —soltó él a bocajarro.
Sus dos mejores amigos le miraron como si le hubieran salido tres cabezas y parpadearon en absoluto silencio.
—¿Qué?
—¿Cómo?
Preguntaron ambos a la vez.
—Bueno, eso —Ron se frotó las sudorosas manos en el pantalón —mierda, no sabía como decirlo, estaba esperando… yo que sé, el momento perfecto o la inspiración divina para saber cuál era ese momento pero es que… lo que sea —frunció el ceño —esto no se me da bien —se despeinó y suspiró encogiéndose de hombros —Lavender está embarazada de cuatro meses. Así que mira, ya tienen al tercero.
Sin poder evitarlo Harry soltó una risita y Hermione pronto se unió a esa absurda hilaridad. Solo Ronald Weasley, que tenía la capacidad emocional de un azucarero, podría soltar una noticia tan importante de una forma tan inapropiada. Pero le querían y, siendo sinceros, si no hiciera ese tipo de cosas, simplemente no sería Ron.
El pelirrojo se unió a las risas de sus amigos y se hizo un hueco entre ellos en el sillón.
—Después de todas las aventuras que hemos vivido —dijo pasando los brazos por encima de los hombros de ambos —esta nueva es pan comido.
…
Apenas dos meses después Hermione recordaba aquellas palabras mientras gritaba, aferrando la mano de Draco y diciendo una y otra vez que aquel bebé sería hijo único porque no estaba dispuesta a pasar de nuevo por un infierno como aquel.
—Respira Hermione —dijo el rubio apartándole con ternura un mechón de pelo de la sudorosa frente —ya queda poco, preciosa.
—¿Poco? —siseó la mujer entre aceleradas respiraciones —la enorme cabeza de tu hijo está intentando partirme en dos —chilló de nuevo aferrándose a su marido con tanta fuerza que él hizo una mueca de dolor —No puedo más —dijo jadeando mientras Katie utilizaba la varita para limpiarla e intentar calmar el dolor de las contracciones.
—Ya casi está, Hermione. Un último esfuerzo.
—¿Por qué no le quitas el dolor con magia o algo? —preguntó Draco angustiado.
—Le…leíste los li… los libros, Draco —estaba respondiendo la castaña con aquel tono repelente que le hizo sonreír —no puede… usar la ma…magia porque…
—Shhh —él besó sus labios agrietados y apoyó la frente sobre la de ella —lo sé, solo no me gusta verte así.
Le recordaba demasiado a las pesadillas que había tenido en lo que parecía otra vida, a la terrible experiencia de verla desprotegida, llena de dolor y sufrimiento.
—Está bien… yo estoy bien.
Hermione forzó una sonrisa porque no hacían falta palabras, entendía, ella entendía lo que le ocurría y, pese a todo, quiso consolarle.
—Te quiero —susurró Draco besando su frente y volviendo a sujetar su mano —vamos a conocer a nuestro hijo, Granger.
Y así, en un último y doloroso empujón, Scorpius Draco Malfoy llegó al mundo entre exagerados llantos y chillidos.
—Oh —Hermione lloraba cuando Katie le colocó al bebé sobre el pecho —es tan dramático como tú —besó la cabecita y le contempló con incredulidad —no llores mi vida —susurró frotando la barbilla sobre aquella mata de pelo casi blanco —bienvenido al mundo Scorpius, bienvenido a casa —miró a Draco, que les abrazaba a ambos con sus ojos grises sospechosamente brillantes —¿No es precioso, Draco? —le preguntó con una sonrisa.
Él asintió, intentando encontrar la voz que había perdido.
—Lo es —respondió, ronco —es perfecto. Sois perfectos.
Y sois míos. Pensó en un arranque de fiera posesividad.
Con Hermione había descubierto que un Malfoy era capaz de amar y en aquel momento, con Scorpius durmiendo tranquilamente entre ellos, se dio cuenta de hasta que punto era capaz de hacerlo.
—Ahí fuera hay tanta gente esperando por conocerte, hijo —dijo con una sonrisa —que casi me siento tentado a aparecerme con él en este instante.
—No seas desagradable, Draco —Hermione rió entre dientes —todos son familia, Scorpius tendrá una enorme familia que le querrá y le protegerá siempre… ¿No crees que es algo maravilloso?
Sí, lo creía, pero no reconocería ni bajo un imperius que en el fondo le caían bien todas aquellas comadrejas.
Suspiró con pesadez.
—Está bien —se levantó y besó a su mujer y a su hijo antes de ir hacia la puerta —que empiece la fiesta.
No solo su madre, los Weasley y los Potter estaban allí, también estaban Luna y Theo, quienes acababan de regresar de un viaje por Tanzania, los recién casados Pansy y Zabini, el último profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de Hogwarts, Morgan. Un poco más lejos pudo ver a Longbotton con su novia Abbott, a Finnigan y Thomas y a una muy embarazada Lavender quien esperaba el nacimiento de la próxima Weasley para unos tres meses después y a unas cuantas personas más de las que Draco no sabía su nombre, aunque podría jurar que eran un par de Hufflepuff, una Ravenclaw y las gemelas de origen hindú de las que no recordaba el apellido. Plantándose al lado de la cama de Hermione, se cruzó de brazos y se dedicó a vigilar los movimientos de todos y cada uno de los visitantes, dispuesto a maldecir con un densaugeo a cualquiera que osara a tocar más de la cuenta.
—Mira Harry —dijo Ron lo bastante alto para que los demás le oyeran —¿No te recuerda Malfoy un poco a Fluffy? —preguntó con una risita.
Harry no pudo evitar sonreír al igual que Hermione.
—¿A quién? —preguntó él rubio fulminándole con la mirada.
—Nada nada —dijo Harry empujando a su amigo para que no siguiera hablando —no es el momento. Otro día Malfoy, con una copa te lo cuento.
El rubio decidió ignorarlos y continuó vigilando a los demás, bien pegado a la cama de su mujer, dispuesto a proteger a ambos de todo y de todos, aunque ese todo fuera el exagerado cariño de aquella caterva de pelirrojos y ese todos la gente a la que tanto Hermione como él consideraban su familia.
—Relájate, Malfoy —Morgan le golpeó el brazo con camaradería —enhorabuena, no puede negar que es un Malfoy —dijo señalando la piel pálida y el pelo platinado del bebé.
—No —Draco sonrió con orgullo y miró de reojo al antiguo Inefable —¿Qué tal va todo?
—Bien —respondió con un asentimiento — Hogwarts siempre presta ayuda a quien la necesita, es un buen lugar para reencontrarse con uno mismo.
—Empiezas a sonar como un maldito profesor —replicó el rubio riendo entre dientes.
—Lo soy —sonrió y apretó con cariño la mano de Hermione —felicidades, es un niño precioso.
—Por supuesto —intervino Draco —es mi hijo.
La castaña puso los ojos en blanco y Morgan le ignoró.
—Debo volver a Hogwarts, pero antes —le dejó una pequeña cajita al lado de la almohada —es para Scorpius —dijo pasando un dedo por la mejilla del bebé con mucho cuidado.
—¿Has visto a…? —preguntó ella tras agradecerle el presente.
—Sí —respondió con los ojos aún ligeramente ensombrecidos pero más llenos de esperanza que la última vez que le vio —la vida está llena de segundas oportunidades —miró de reojo a Malfoy —¿No crees?
—Absolutamente —respondió ella.
Tres días después los Malfoy dejaron San Mungo y volvieron a casa. Cuando Hermione entró con un dormido Scorpius en lo que tiempo atrás fue su Lugar Seguro dejó escapar el aire con un suspiro y se giró para buscar la mano de Draco.
—Me siento bien aquí —dijo yendo a la habitación que habían habilitado para su hijo y dejándolo en la cuna —es como si estuviera segura, como si algo dentro de mi sintiera que este lugar es inexpugnable.
—Y puede serlo con un golpe de varita —respondió él tomándola entre sus brazos.
Ambos se quedaron allí, abrazados, contemplando a su hijo dormir.
— Te quiero, Draco —dijo ella rompiendo el silencio y girándose entre sus brazos para apoyar la cabeza en el pecho de él.
—Lo sé —respondió Malfoy sonriendo al oírla gruñir suavemente—teniendo en cuenta la cantidad de gilipolleces que he hecho a lo largo de mi vida y el número de veces en las que he tomado la decisión equivocada, debo haber hecho algo jodidademente bien en otra vida para merecerte —murmuró con los labios sobre su frente — yo también te quiero, Granger.
No había sido fácil llegar hasta allí, las vidas de ambos habían estado llenas de altibajos y su relación antes de la guerra fue siempre un campo de minas listo para volar por los aires. No obstante, ya fuera por el destino o la casualidad, ambos sabían que habían nacido para estar juntos y allí, junto a la cuna de su hijo recién nacido, los dos juraron en silencio que lucharían por aquel amor inaudito y sorprendente siempre, hasta el final.
