-Esta historia es una narración de la vida de la reina María de Aragón, que hasta el día de hoy no ha sido debidamente representada en la literatura ni en la ficción. La trama contiene ficción, pero para desarrollar los acontecimientos históricos que sucedieron realmente. Muchos de los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más otros personajes, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "Requiem in D Minor, K.626: Lacrimosa" de Snorre Tidemand para el contexto del capitulo.


Reino de Castilla/año 1495

En la sala del trono de la corte de Castilla, donde usualmente el rey y la reina recibían a los dignatarios más importantes del reino y desde donde dirigían su poder dado por Dios a sus súbditos, hoy tenía lugar una reunión como nunca antes había ocurrido, pues en los largos años de reinado que la reina Seina y el rey Pein, no se habían enfrentado a otra guerra que no fuera la bélica y a través de la cual habían expandido su reino hasta ser la envidia de toda la cristiandad, pero hoy era un día diferente, el futuro era diferente. La reina Seina, sentada sobre su trono, portaba un espléndido vestido de seda plateada, estampado en finas flores de color azul, de mangas acampanadas por sobre otras ceñidas a las muñecas, con un corsé azul debajo y falda de dos capas, una azul claro y la otra plateada con bordados de igual color, y sobre el vestido una especie de abrigo de piel gris oscuro que parecía resaltar la cofia o tocado de gasa blanca que cubría su cabello—largo y que caía tras su espalda en una coleta—como hacían las religiosas mujeres casadas, con la corona de Castilla sobre su cabeza y las manos cruzadas sobre su regazo, teniendo una expresión magnánimamente afectuosa como siempre. A su lado estaba su esposo el rey Pein, de rebelde cabello naranja peinado hacia atrás por la corona de Aragón sobre su cabeza, vistiendo una chaqueta rojo oscuro de cuello alto y cerrado, pantalones marrón oscuro y botas de cuero de igual color bajo un pesado manto de terciopelo rojo con armiño, y piel sobre los hombros, de mangas largas y acampanadas, con las manos en los apoyabrazos del trono, igual de solemne que su esposa.

El importante acontecimiento en cuestión era que, ahora que habían alcanzado la edad apropiada, los reyes habrían de casar a sus hijos con príncipes o princesas de gran notoriedad como se esperaba de su rango, algunas de sus hijas como la pequeña Mirai aún habrían de esperar mucho para ver realizada tal cosa, pero otros de sus hijos como el príncipe Sai ya habrían de enfrentarse a ello con entereza y seriedad, con todos los cortesanos presentes y sus hijos situados ante ellos, solo a pasos del trono, estoicos y dignos de ser llamados hijos de reyes. Al frente de sus hermanos y como heredero de los reinos de Castilla y Aragón, se encontraba el príncipe Sai, pálido y de aspecto algo frágil pero alto, gallardo y encantador con su sola presencia, de corto cabello oscuro, vistiendo una chaqueta marrón dorado de cuello redondo por sobre una camisa holgada, de mangas ceñidas a las muñecas y que sin embargo se veía un tanto grande sobre él, bajo un ligero abrigo de piel marrón oscuro, pantalones de igual color y botas de cuero negro. Junto al príncipe Sai se encontraba su hermana más cercana, la infanta Hinata de largos cabellos azul oscuro que caían sobre sus hombros y tras su espalda como una cascada de rizos, de rostro fino y hermoso, alegre, con una diadema en forma de cuentas que caía sobre su frente, y portaba un vestido rojo claro, de cuello redondo que se entallaba a su figura por un fajín dorado bajo el busto, con falda doble—una dorada debajo y otra roja por encima—, abullonadas mangas blancas desde los hombros y que se tornaban ceñidas desde los codos hasta las muñecas, decoradas con bordados dorados.

—La defensa de nuestras fronteras, exige alianzas y sacrificios— proclamó Pein, tomando la palabra.

—Vosotros, hijos de reyes, estáis destinados a sellar y fortalecer las relaciones de nuestros reinos con nuestros aliados— recordó Seina, actuando como la reina y no como la madre que deseaba.

—Es nuestra intención formalizar cuanto antes vuestro compromiso con los herederos de las diferentes casas reales— manifestó el rey, calculador y ambicioso como buen estadista.

—Sai, príncipe de Asturias y Gerona, casara con Ino Yamanaka, hija del Emperador Minato— declaró la reina con voz estoica pero sutilmente matizada de afecto.

Pese a ser el predilecto de su madre, su adoración y a quien llamaba amorosamente ángel, Sai bajo la mirada, nervioso y con el gran temor de no agradar, ¿le gustaría a su esposa? Este era el anuncio oficial de su compromiso, pero ya había oído hablar de Ino, todos decían que era muy bella, encantadora, ¿se decepcionaría cuando lo viera? Si, un día iba a ser rey de las Españas, sus padres y preceptores lo habían educado así desde su más temprana infancia, pese a su salud frágil, pero no deseaba que su esposa solo viera a un futuro rey cuando lo conociera o cuando se desposaran, deseaba hacer feliz a todo aquel que lo conociera y más a la mujer que habría de compartir su vida con él, ¿pero podría? Como si intuyera cuales eran sus pensamientos, Hinata entrelazó una de sus manos con la de su hermano mayor, al estar a su lado, dirigiéndole una ligera sonrisa aunque él solo la viera por el rabillo del ojo, obligado a ser solemne, pero ella no; Hinata era maravillosa, muy alegre, emocional, reflexiva y espontánea, además de bella, una joven única y a quien cualquier hombre sobre la tierra se sentiría orgulloso y afortunado de llamar su esposa, de eso nadie tenía ninguna duda. A la mirada de Hinata también se unieron las de sus hermanas menores, las infantas Sakura y Mirai, que consideraban a su adorado hermano como el mejor hombre del mundo, el futuro rey que Castilla y Aragón necesitaban para convertirse en un solo reino, uniendo así las Españas, el sueño de sus amados padres, porque todos ellos vivían en pro de un propósito mayor y no solo por los sentimientos.

—La Infanta Hinata con el archiduque Naruto, heredero del Sacro Imperio— nombró entonces Pein, regresando a su hija a la realidad.

—Un doble matrimonio que convertirá a los Austrias en nuestros más firmes aliados contra Francia— de eso se trataba todo, de aislar al rey francés de sus dominios.

Mordiéndose el labio inferior sutilmente, emocionada pero conteniéndose con una ligera sonrisa ante todos los nobles señores y damas presentes, Hinata sintió un nudo en el estómago y que no dejaba de sentir desde que los enviados de Flandes le habían presentado un pequeño retrato de su futuro esposo el archiduque Naruto, días atrás, sabía que era un hombre realmente guapo, y su reputación galante la hacía sentir tanto ansiosa como nerviosa, ¿le gustaría? Que pregunta, se reprendió Hinata mentalmente, absteniéndose de entornar los ojos, ¿cómo no iba a gustarle? Hinata no quería presumir pero era bien sabido por las cortes de las Españas y otros reinos de Europa, sus hermanas y ella eran las princesas mejor instruidas de toda la cristiandad, la belleza y el encanto personal no eran lo más importante en un destino como el suyo, sino la inteligencia y la capacidad de poder cumplir con su deber, Hinata había nacido para entregarse a una valiosa alianza como sus hermanas Sakura y Mirai, no esperaba más que lograr encontrar la felicidad con su futuro esposo, y daría todo de sí para lograrlo. La mirada de los reyes Católicos se centró entonces en la menor de sus hijos, la infanta Mirai de casi diez años, de rostro tierno y encantador, con brillantes ojos rojos y largo cabello negro peinado por una diadema de tipo cintillo decorado con perlas y pendientes a juego, portaba un vestido marrón grisáceo de escote alto y en V bajo una enagua gris claro, ceñido bajo el pecho por un fajín gris verdoso y con perlas bordadas en el corpiño, de mangas ceñidas de igual color con largos holanes blancos que casi le cubrían las manos, y falda lisa.

—Como se acordó en su día, el príncipe de Gales desposara a la pequeña Mirai— ratificó el rey Pein, viendo a su pequeña hija sonreír con entusiasmo. —En cuanto a Portugal...— inició desviando la mirada hacia su esposa.

El peso sobre aquella decisión era incierto, y Pein lo supo cuando Seina volvió la mirada en su dirección, pidiéndole comprensión antes de que ambos redirigieran su atención a su solemne hija mayor, que casi pasaba inadvertida en las negociaciones que estaban teniendo lugar, excepcionalmente bella, puede que fuera la más bella de sus hijas pese a ser la mayor y tener veinte y cinco años. Su primogénita Takara vestía de negro como siempre, un vestido de escote alto y redondo con cordones cerrando el escote sobre una enagua blanca de cuello alto y redondo, con mangas holgadas que se ceñían en las muñecas y se tornaban acampanadas, con larga falda bajo un abrigo color negro que permanecía abierto, y sobre su largo cabello naranja yacía una cofia negra que ocultaba sus cabellos, que ella misma había cortado. Takara era la primogénita, en quien descansaba la sucesión si…Dios no lo quisiera, Sai moría, pero no quería saber nada de matrimonio, hace años atrás su adorado esposo el príncipe Izuna de Portugal, heredero del rey Tajima, había muerto trágicamente tras caer de su caballo, sin haber cumplido siquiera un año de casados, y tras retornar a las Españas, Takara había manifestado su deseo de entrar en un convento y tomar los votos, cosa que sus padres le habían prohibido hacer, mas aún permaneciera en la corte junto a sus hermanos, estaba claro que deseaba volver a casarse. Mortificada, bajando la mirada con nerviosismo, Takara cerró los ojos y espero a que sus padres terminaran de hablar, temiendo que el yugo del matrimonio cayera sobre ella y la hiciera traicionar la memoria de su amado Izuna.

—El heredero al trono y duque de Viseu, casara con la Infanta Sakura— reveló la reina Seina finalmente, sonriendo al quitarle un peso de sus hombros a su hija mayor.

El futuro heredero al trono de Portugal era Sasuke Uchiha, pariente del fallecido esposo de Takara y primo del actual rey Tajima, Takara lo había conocido en su estadía en la corte portuguesa y él le había pedido matrimonio entonces, lo que ella había rechazado, enlutada por la muerte de Izuna y decidida a regresar a Castilla, y volvería a negarse si él le propusiera matrimonio hoy, pero se sintió infinitamente más tranquila ante la decisión de sus padres, respirando profundamente y desviando la mirada hacia su hermana Sakura, de trece años. Quizás Sakura fuera la menos bonita de todas sus hermanas, más con Takara y Hinata haciéndole sombra, pero no por ello era menos encantadora, de rostro fino y dulce, con brillantes ojos esmeralda, piel blanca como el alabastro y largo cabello rosado que caía sobre sus hombros y tras su espalda, peinado por una diadema dorada y plateada de tipo cintillo, portaba un vestido verde jade de cuello alto y V sobre una enagua de cuello ato y cerrado color purpura, ceñido bajo el busto por un fajín dorado, larga falda de una sola capa y abullonadas mangas blancas que se volvían ceñidas hasta las muñecas, con las manos cruzadas sobre su vientre, joven pero esbelta y alta, más que sus hermanas a su edad y eso la hacía parecer más solemne. Muy a gusto con la idea del matrimonio, por lo que había oído de Sasuke Uchiha, heredero al trono de Portugal, y sometiéndose a la voluntad de sus padres, Sakura sonrió ligeramente en su lugar, intercambiando una mirada con su hermana Mirai a quien era tan cercana en edad y amistad, iba a ser reina de Portugal un día, ¿cómo no sentirse afortunada?

—Esta es nuestra decisión— determinó Pein ante la admiración de los nobles hacia sus hijos. —Gracias a vosotros, nuestra familia se extenderá por las cortes europeas más importantes— su poder sería más grande que nunca a través de los matrimonios de sus hijos.

—Creed que todas ellas os aguardan con gran respeto y admiración— garantizó Seina con incuestionable convicción. Levantándose de su trono, la reina se aproximó a sus hijos, afectuosa, pero sin abandonar su máscara de reina. —Si Dios quiere, estáis llamados a gobernar un continente, habréis de estar a la altura de la misión que se os encomienda— sus hijos serían el ejemplo y la envidia de toda la cristiandad, estaba segura.

—Estamos seguros de que haréis honor a vuestro rango y engrandeceréis nuestra estirpe, en nombre de Castilla y Aragón— aseveró el rey, situándose a su lado y observando con idéntico orgullo a su hijo e hijas.

No esperaban menos de sus hijos, descendientes de grandes reyes como ellos mismos, Seina y Pein tenían la mayor fe del mundo en ellos, no podría ser de otro modo, pues habían nacido y sido forjados en la guerra, tenían acero en la sangre y los huesos. Solemnes, majestuosos para todos quienes los vieran, el príncipe y las princesas reverenciaron respetuosamente a sus padres, acatando su voluntad como siempre habían hecho hasta hoy, y continuarían haciéndolo, solo esperando ser algún día tan grandes reyes y reinas como ellos habían sido hasta hoy para las Españas.

Todos ellos eran fruto de un sueño, un sueño que se esforzarían por hacer lo más duradero posible.


Alvor, Portugal/25 de Octubre de 1495

Mientras en la corte de Castilla se celebraba el triunfo y el futuro por venir, en el reino de Portugal comenzaba a regir el duelo, pero al mismo tiempo la impaciencia, ya que en sus aposentos y acompañado por algunos de los nobles más importantes, el rey Tajima yacía recostado en su lecho, enfermo y sin fuerzas, su vida se estaba extinguiendo, haciendo de él un agudo contraste con al gallardo y valiente heredero que ingresó en la estancia en completo silencio, se trataba del duque de Viseu de veintiséis años, Sasuke Uchiha, alto, muy apuesto, de cabello azabache y ojos negros como ónix, vestía una chaqueta negra de cuello alto y cerrado con mangas ceñidas, pantalones negros y botas de cuero de igual color, bajo un abrigo de terciopelo negro con bordados dorados, con hombreras de piel y cortas mangas hasta los codos. A su lado se encontraba su madre Mikoto Uchiha, de largo cabello azabache con reflejos azulados que caía sobre sus hombros y tras su espalda como una cascada de rizos, de ojos negros y piel blanca, ataviada en un sencillo vestido rojo de cuello redondo, holgado y que se ceñía a su cintura por un fajín dorado con encaje, las mangas eran ceñidas a las muñecas, decoradas por holanes dorados, con botones que cerraban los laterales de las mangas, y larga falda de una sola capa. Suspirando al observar a su sucesor, el rey Tajima le indicó que se acercara, lo que Sasuke acató estoicamente y con recelo, dada la enemistad entre ambos, su madre se encontraba dos pasos detrás de él y con el ceño fruncido, igualmente desconfiada aunque permaneciera silente, el odio en sus ojos por el rey era evidente, y comprensible.

—Vos sois mi heredero, así lo dispuso Dios arrebatándome a mi único hijo legitimo— afirmó Tajima, pues no refutaría lo que Dios ya había decidido. —Dos consejos he de daros, antes de que os ciñáis la corona— advirtió seriamente y sin apartar la mirada de la suya. —Continuad explorando los océanos y preservad alianza con Castilla, haced de Portugal, el reino más importante de toda la cristiandad— instruyó y suplicó, para tener la certeza de que dejaba a un buen rey tras de sí.

Hasta hoy el reino de Portugal se había enorgullecido al adelantarse a toda la cristiandad, si bien a Castilla se le adjudicaba el presunto descubrimiento de un nuevo camino a las indias, Portugal llevaba años estudiando los mares y las rutas de comercio, buscando el descubrimiento de nuevas tierras, y era el deseo de Tajima que aquellos logros no se perdieran, eran el sello de Portugal, que esperaba se convirtiera un día en el reino más adinerado y próspero de Europa, la joya de la península. La mirada de Sasuke inevitablemente se desvió hacia la pequeña mesa al costado de la cama del rey, y donde reposaban los símbolos del poder real; la corona de oro, el cetro y el orbe, símbolos que pronto habrían de ser suyos, pero por los que no demostró mayor interés, sino que sin pronunciar palabra alguna, pues podía prescindir de ellas en aquel momento, Sasuke simplemente asintió en silencio y regresando la mirada del rey Tajima, como si esperase que en algún momento él extrajera una daga y se la clavara en el corazón pese a encontrarse agonizante, como si él estuviera esperando a que se confiara para darle muerte, sonaba tonto pero Sasuke se sentía así y no era para menos. Sintiendo que las fuerzas le faltaban más y más cada vez, teniendo incluso algo de dificultad para respirar, apoyando su cabeza en la almohada, el rey Tajima desvió la mirada de Sasuke a la madre de este, Mikoto, su tía por vía paterna y a quien observó con ojos suplicantes, sabía que le había causado mucho daño a ella y a toda su familia, un daño que jamás podría resarcir, pero esperaba que ella pudiera darle su perdón ahora que iba a morir, lo necesitaba.

—Perdonadme— suplicó Tajima débilmente, haciendo que Sasuke volviera brevemente la mirada hacia su madre, quien permaneció imperturbable, —se cuánto daño he infringido a vuestra familia, pero sois buenos cristianos— obvió, esperando al menos algo de piedad de su parte. —Permitid que abandone este mundo en paz— rogó encarecidamente.

—Ni cien coronas comprarían nuestro perdón— contestó Mikoto, con la voz cargada de veneno.

—Madre…— riño Sasuke por lo bajo, no precisando de un escándalo, nadie lo necesitaba.

—¿Vais a traicionar en esta hora la memoria de vuestros muertos?— espetó ella a su hijo. Los Uchiha habían sido perseguidos por el rey, ejecutados, entre ellos su hijo Itachi, y no perdonaría aquella afrenta, jamás. Mikoto se aproximó lentamente a la cama del rey, inclinándose para susurrarle algo al oído. —Oídme bien, miserable; solo lamento no haber podido acabar con vuestra vida con mis propias manos— confesó, sin ceder en su rencor. —Preparaos para arder en el Infierno por toda la eternidad— susurró antes de separarse, para que solo él la escuchara.

Ni aunque se lo pidieran de rodillas, Mikoto no podría perdonar, ¿cómo hacerlo? Su esposo Fugaku había muerto esperando que la familia Uchiha se mantuviera unida y leal al rey de Portugal, pero el rey había vuelto la cara suyos, pese a tener su misma sangre en las venas—ya que el rey Kiyoshi, padre del actual rey, había sido hermano de Mikoto—, y encima de todo había hecho asesinar a Itachi, su segundo hijo. El dolor de Mikoto había sido grande, más cuando su primogénito Rai había muerto siendo joven, su vientre había sido pobre en producir un hijo que pudiera alcanzar la madurez, salvo Sasuke, quien ahora habría de convertirse en rey; no, no perdonaría, no podía hacerlo. Emitiendo un jadeo, como si le costase respirar ante las palaras que su tía Mikoto había pronunciado, el rey Tajima exhaló su último aliento y finalmente cerró los ojos, abandonando el mundo de los vivos para siempre. Igualmente silente y estoico, sin dar a entender que aquello lo afectase, Sasuke se aproximó para tomar la corona con gran solemnidad, estudiándola en sus manos antes de decidir ceñírsela, volviendo la mirada hacia su madre, porque no olvidaría todo lo que había vivido, no olvidaría como su madre y él habían tenido que huir a Castilla años atrás para salvar sus vidas, y su hermano mayor Itachi había sido asesinado, los Uchiha habían sido perseguidos solo por su poder y notoriedad, porque el rey no tenía más herederos tras la muerte de su hijo Izuna, y ahora la subida al trono de Sasuke era un símbolo, un homenaje a todos los suyos que habían muerto en esta lucha.

—Nunca olvidare la sangre que trajo esta corona a mis manos— aseguró, sosteniéndole la mirada a su madre, viéndola esbozar una ligera sonrisa. —Juro que honraré a los míos, y a mi reino— prometió a sí mismo, a su madre y a todos los miembros de su familia que siguieran vivos o que habían muerto.

Viendo a su madre sonreír ligeramente, con los ojos brillantes de orgullo por ver a su hijo alcanzar la noble posición de rey, un título que su fallecido esposo Fugaku no habría podido siquiera imaginar; Sasuke lentamente se ciñó la corona en las sienes, suspirando profundamente y sin que nadie se diera cuenta, como si un enorme peso cayera sobre sus hombros, porque no había deseado ser rey, el titulo había llegado a él, hasta hace poco su único deber en la vida había sido sobrevivir, ni siquiera se había atrevido a casarse o buscar una esposa pese a tener ya veintiséis años, por temor a que el rey Tajima viera en ello una amenaza y quisiera tomar su vida. Pero, ahora ya no tenía que preocuparse por nada, era "libre", podía comenzar a vivir como no lo había hecho hasta hoy. Todos los presentes procedieron a arrodillarse ante su nuevo rey, jurándole lealtad, entre ellos sus hermanas Miso—viuda del rey Tajima—y Emi, pero la más profunda de las reverencias sin duda la hizo su madre Mikoto, sin hacer desaparecer la sonrisa ladina de su rostro, y que solo se volvió mayor cuando su hijo le tendió la mano, instándola a permanecer de pie, pues en todos estos años ella había sido su fuente de fortaleza, y lo seguiría siendo.

El rey había muerto; larga vida al rey.


Reino de Castilla

Acompañada por dos doncellas, Mikoto Uchiha se dejó escoltar hacia el salón del trono donde su sobrina la reina Seina de Castilla y el esposo de esta, el rey Pein de Aragón, se encontraban y donde seria recibida, ataviada en un abrigo de terciopelo negro que permanecía cerrado, con mangas acampanadas y hombreras de piel, con su largo cabello azabache azulado peinado en una coleta que caía sobre su hombro derecho, adornado por un tocado portugués que sostenía un velo negro que caía tras su espalda. Tanto si ella lamentaba la muerte del rey Tajima como si no, era el deber de los nobles de Portugal vivir el periodo de luto, entre ellos el nuevo rey, y Mikoto no iba a hacer lo contrario sin importar que su ánimo fuera todo menos luctuoso, ingresando en el salón del trono, y sujetándose ligeramente la falda para no tropezar. Mikoto encontró su mirada con su fuerte y valiente sobrina Seina, sentada sobre su trono como reina que era, portaba un espléndido vestido de terciopelo dorado sobre una enagua blanca de cuello alto y cerrado, con un corpiño dorado y falda a juego, con mangas acampanadas forradas en piel, con aquella impoluta y conservadora cofia blanca que cubría su cabello y solo dejaba ver su rostro, estoica y seria, pero que no tuvo reparos en esbozar una ligera sonrisa al encontrar su mirada con la suya. Le provocaba nostalgia ver a su sobrina, y si todo salía como ella esperaba, Mikoto anhelaba visitar a su hermana Sumiye en Arévalo, llevaba muchos años sin verla y tenía entendido que su salud no era precisamente buena.

—Altezas— reverenció Mikoto respetuosamente, sin olvidar el protocolo.

—Querida tía— correspondió Seina desde su trono, teniendo que mantener el papel de reina. —Mucho dolor nos ha producido la pérdida que ha sufrido vuestro reino— manifestó con gran empatía y comprensión.

—Sé que tanto como yo sufren vuestras altezas la muerte del rey Tajima— asintió ella, agradecida por su consideración y afecto.

—Pero una nueva era se abre para Portugal, y lo hace de la mano de vuestro hijo— obvió Pein, que hasta entonces había guardado silencio. —Por tanto, pese al dolor del momento, mucho nos alegramos de ello— objetivamente hablando, claro.

Maquiavélico y calculador, Pein no iba a ocultar que no estaba precisamente triste por la muerte del rey Tajima, y si bien no podría decir si el fallecido rey portugués podría haber sido mejor soberano de lo que había sido, por sus actos sin duda podría haber sido mejor hombre, habiendo perseguido a su propia familia solo por su poder y notoriedad, en vano ya que ahora Sasuke era el nuevo rey y con ello la alianza entre Portugal, Castilla y Aragón se haría más sólida que nunca, después de todo y por vía materna, Seina era prima de Sasuke y sobrina de Mikoto. Con las manos cruzadas sobre su regazo, de forma solemne, Seina aguardó por la respuesta de su tía, en el fondo y aunque ya fuera reina de Castilla, su sueño no solo era que los reinos de las Españas se convirtieran en uno solo, también quería que algún día el poder de Castilla se extendiera hasta abarcar toda la península, por ello estaba tan interesada en casar a su hija Sakura con el ahora rey Sasuke, quizás en el futuro ambos tuvieran una hija que se desposara con el futuro rey de Castilla y Aragón, y entonces un día su sueño se cumpliría. Sin hacer desaparecer la ligera sonrisa de su rostro, reservada pero feliz, discreta pero dichosa al mismo tiempo, Mikoto no pudo estar más de acuerdo con el rey de Aragón, al menos aquí en Castilla no tenía que pensar que alguien viera con malos ojos que actuara o hablara de determinada manera sobre el fallecido rey Tajima, por fin podía evidenciar su alegría por ser la madre del nuevo rey, un rey compasivo y amable, con visión y mucha inteligencia.

—Señor, en este momento florecerá sin reservas la amistad entre nuestros respectivos reinos— aseguró Mikoto con una sonrisa.

—Así sea, pues nunca debió ser de otro modo— correspondió Seina, sabiendo que su tía era la mejor negociadora que podía existir entre ambos reinos.

—El rey Sasuke es joven, piensa más en el provenir que en el pasado— declaró ella como carta de presentación.

—Hablemos pues del matrimonio que sellara nuestra unión— invitó la reina, ansiosa por hacer del compromiso de su pequeña Sakura algo oficial.

—Mi señor el rey, mi hijo— Mikoto no pudo disimular su alegría al usar esas palabras, —tiene buenas razones para desear que este asunto prospere, pero de manera diferente a lo hablado— comunicó, teniendo cuidado de cómo se expresaba.

Cuando los reyes católicos habían extendido la propuesta de matrimonio de su hija la infanta Sakura a la corte de Portugal, Mikoto se había mostrado exultante, feliz por tan noble novia para su hijo, una novia digna de un futuro rey y ahora no pensaba distinto...pero que Sasuke ahora fuera rey, cambiaba bastante las cosas, ya que no tenía un heredero, y era más importante que nunca que se casara y tuviera descendencia, Sakura era una joven idónea, pero no dejaba de ser demasiado joven, y no era la única hija de los reyes católicos que estaba disponible para un enlace, de hecho, su hijo el rey Sasuke había propuesto un cambio, que en nada ofendería a los reyes católicos, porque mantendría intacta la alianza entre ambos reinos. Era el sueño de la reina Seina que las Españas un día fueran una sola, y que encima de todo llegaran a unir la península, pero también era el sueño del rey Sasuke. Hasta ahora, la reina Seina había hecho que su primogénita Takara comenzara a instruir a Sakura en la usanza de la corte portuguesa y la ayudase a aprender el idioma, preparándola para sus futuras responsabilidades, pero la tomó por sorpresa a ella y a Pein escuchar aquella respuesta de parte de su tía, intercambiando una mirada entre sí, ¿qué significaba esta respuesta por parte del rey Sasuke?, ¿acaso se negaba a desposar a la infanta Sakura?, ¿de qué manera deseaba modificar el enlace?, ella era la única hija que tenían disponible, Hinata era unos años mayor e iba a desposar al archiduque Naruto, y por otro lado Mirai era aún menor.

—¿Pone el rey de Portugal alguna objeción la alianza propuesta?— preguntó Pein, haciendo a un lado su impresión inicial.

—Ninguna— sosegó Mikoto calmadamente, —salvo que desea desposar a otra de vuestras hijas— aclaró sabiendo el impacto que aquello causaría.

Era una declaración muy osada, pero que Mikoto transmitió tal y como su hijo le había pedido que hiciera, para sorpresa de Seina y Pein, que fruncieron ligeramente el ceño, desconcertados, volviendo la mirada el uno hacia el otro, esperando que uno de ellos entendiera lo que el otro no, y regresando su mirada hacia la Uchiha. ¿Acaso Sasuke pretendía desposar a…?


La petición de lady Mikoto, y que parecía ser una decisión tomada por parte del rey Sasuke, tomó por sorpresa a los reyes, aunque no demasiado, era comprensible él que eligiera a Takara por sobre Sakura, quien solo tenía trece años y apenas estaba aprendiendo de los dominios de que habría de ser soberana, mientras que Takara ya había vivido en la corte portuguesa durante varios años antes de haber desposado a Izuna, había aprendido la historia del reino, sus costumbres, su idioma y se había ganado el amor y la admiración de quienes allí vivían, en cierto modo era la reina perfecta para un rey que habría de comenzar una nueva dinastía, además era una mujer adulta, con más de veinte años y muy bella, si el matrimonio se celebraba en breve, un heredero nacería en poco tiempo, mientras que el enlace con Sakura habría de dejar pasar un tiempo para que ella alcanzara primero la edad apropiada. Mikoto no era partidaria de ninguno de los dos esponsales por sobre el otro, ella simplemente estaba acatando la voluntad del rey, lo que dejo un poco más tranquilos a los reyes católicos, pero no a la princesa Takara cuando sus padres la llamaron a sus aposentos para comunicarle la noticia, que fue mucho más escandalosa y dio a conocer su negativa en el acto, y es que Takara no podía creerlo, ¿por qué Sasuke la deseaba por esposa?, ¿por qué a ella y no a Sakura?, ¿por qué? Decir que se encontraba desconcertada era poco para Takara, estaba anonadada y no por una buena razón, estaba furiosa, furiosa con sus padres, con lady Mikoto y con Sasuke.

—¿Yo?— preguntó Takara, recuperando el habla y saliendo de su estupor. —¿Por qué no mi hermana Sakura como está dispuesto?— cuestionó completamente fúrica.

—El rey de Portugal da dos razones; el amor que sus vasallos aun sienten por vos, y vuestra edad, que os permitirá darle un heredero sin tardanza— explicó Pein a su hija, comprendiendo las razones del rey Sasuke para proceder de esa manera.

—Mi vida esta solo al servicio de señor— replicó ella, levantándose de su lugar y sosteniéndole la mirada a su padre, —cumplí vuestro deseo de no tomar los votos, pero no me casare— declaró con firmeza y sin ceder en su posición.

—¡Haréis como se os ordene!— contestó él, tajante y sosteniendo la mirada a su hija.

Como rey y hombre de estado, Pein no era capaz de entender porque su hija mayor no podía simplemente aceptar su voluntad, ¿acaso todos no eran parte de un plan para deshacerse de su enemigo, el rey de Francia? Sai desposaría a Ino Yamanaka, Hinata desposaría a Naruto el futuro Emperador del Imperio Romano Germánico y Mirai al príncipe de Gales, ¿era muy difícil para Takara entender que este matrimonio era por el bien de Castilla?, ¿era tan egoísta que no podía pensar en el porvenir de sus reinos sino que en su propio dolor?, pues ya sea que ella lo quisiera o no, el matrimonio tendría lugar, así lo dejaba en claro el rey de Portugal y Pein y Seina no perderían la alianza con Portugal. El tono de voz de su padre no intimidó a Takara, estaba acostumbrada a que él alzara la voz cada vez que algo no iba de acuerdo con sus planes, y era normal que él estuviera de acuerdo con este nuevo enlace, ya que así Sakura podría ser entregada a otro matrimonio—quizás al reino de Nápoles, que su padre ambicionaba para el reino de Aragón, o Escocia para hacer más fuerte la alianza de Mirai con Inglaterra, aislando al francés—, pero ella no cedería, y se lo dejo en claro a su madre, desviando la mirada hacia ella que hasta entonces había permanecido en completo silencio. Sin tener nada que decir, pues pobres serían sus excusas, Seina solo pudo observar a su hija con una mirada triste en sus ojos azules, una vez, hace años, le había prometido que no volvería a desposarse, que podría vivir su luto sin necesidad de tomar los votos, y ahora tenía que romper esa promesa, por el bien de Castilla y Aragón.

—Me disteis vuestra palabra— recordó Takara con la voz quebrada, decepcionada por el silencio de su madre.

Sintiéndose herida y traicionada, con sus ojos negros brillando a causa de las lágrimas que pedían resbalar por sus mejillas, Takara se sujetó la falda del vestido para no tropezar y abandonó la estancia lo más pronto posible, dejando en claro así que ella no cedería, si su madre no respetaba una promesa, ella si lo haría, y le había jurado a su fallecido Izuna que no amaría a otro hombre, no traicionaría esa promesa. Acostumbrado a lidiar con el tempestuoso y rebelde animo de cinco mujeres, partiendo por su esposa a quien era difícil contentar como reina que era, Pein comenzaba a acostumbrarse a alzar la voz para no quedar como tonto y tener que guardar silencio, desplomándose sobre el escaño ante el escritorio, llevándose una mano a la frente para masajearse las sienes, desviando ligeramente la mirada a su esposa Seina, que contesto apartando la mirada, sintiéndose culpable. Seina sabía que quizás no debería haberle prometido a Takara que no volvería a casarse como le había dicho en su día, cuando ella había llegado cargada de olor y tristeza de la corte portuguesa, devastada por la muerte de Izuna y decidida a tomar los votos, pero acatando sus deseos había evitado un mal mayor. ¿Qué pensáis hacer para solucionar este despropósito? cuestionó Pein en silencio y sin apartar la mirada de su esposa, pues no podían perder la alianza con Portugal, era indispensable firmar el acuerdo cuanto antes, y el rey Sasuke ya había dejado claro que no quería a Sakura sino que solo a Takara.

O cede el rey, consideró Seina, o tendrá que ceder la princesa.


Tan pronto como fue posible, y ya sea que su primogénita Takara estuviera de acuerdo o no, la reina Seina hizo llamar a sus dos hijas involucradas en el enlace con el rey portugués, para que pudieran hablar y así dejarle en claro a Sakura que ya no habría de casarse con Sasuke, y a Takara que lo quisiera o no, habría de desposarse con él, usando más tacto del que con seguridad usaría Pein de estar en su lugar, ya que él tenía mentalidad de estadista y rey, no tanto de padre. Ambas hijas se encontraban de pie frente a la reina Seina, que permanecía sentada sobre un escaño de la sala donde los infantes pasaban sus horas de estudio y ocio, en contraste con su hermana mayor Takara, de casi su misma estatura—dado que ella era muy alta—y que vestía de negro como una joven y eterna viuda, la infanta Sakura portaba un sencillo vestido lila grisáceo bajo una enagua blanca de cuello en V con bordados de oro, de escote alto y cuadrado—con el borde del escote de color dorado—, con mangas abullonadas que se tornaban ceñidas desde los codos a las muñecas que terminaban en holanes blancos, y falda de una sola capa, con su largo cabello rosado cayendo tras su espalda como una cascad de rizos hasta las caderas y peinado para formar una trenza de tipo cintillo sobre su coronilla. Takara lucía una expresión suplicante y triste, ya había perdido la cuenta de todas las veces que le había pedido a su madre que cambiara de opinión y la ayudara a evitar el matrimonio, como ahora, y por otro lado Sakura permanecía callada y sería, intentaba ocultar el dolor que le provocaba saber que su matrimonio con el rey Portugal no tendría lugar.

—Madre, por favor, hablad con padre— rogó Takara por millonésima vez, —no quiero casarme, todo lo quiero es dedicar mi vida al señor— insistió dolida por su negativa a ello.

—Vuestro padre no entenderá— obvió la reina, conociendo bien a su esposo. —Entended vos, Takara, esta es decisión tomada— estableció seriamente y sin apartar sus ojos de los de ella, —se trata del futuro de Castilla, no de vuestros sentimientos…de los de ninguno de nosotros— añadió en voz baja, pero lo suficientemente audible para ambas.

Sin más palabras que decir y habiendo escuchado suficiente de los alegatos de su hija mayor, la reina Seina se sujetó la falda del vestido y se irguió, sosteniéndole la mirada a sus dos hijas antes de abandonar la habitación, incluso ella había tenido que hacer a un lado los sentimientos muchas veces en pro del reino de Castilla, Sakura entendía eso, guardando silencio y acatando su voluntad y la de su esposo Pein, pero no Takara, ella siempre imponía su voluntad, pero no esta vez, eso no pasaría. Suspirando sonoramente, desquiciándose los nervios al no saber que más hacer para conseguir que Sasuke la rechazara como esposa y tomara a Sakura como se había acordado hasta hace poco, Takara enterró el rostro entre sus manos, murmurando una plegaría por ayuda al altísimo cuando su hermana menor paso a su lado, claramente para abandonar la habitación en completo silencio, haciéndola sentir culpable. Decir que Sakura se sentía herida era un eufemismo, se sentía devastada, ya se había hecho a la idea de que su futuro habría de ser el de reina de Portugal, la esposa de Sasuke Uchiha, y ahora él cambiaba de idea y decía que deseaba desposar a Takara, a su hermana mayor, a la hermosa y encantadora Takara, a quien todos elogiaban y admiraban…la hacía sentir poca cosa, porque Sasuke había conocido a Takara en Portugal hacia años atrás, y a ella la rechazaba ahora, sin siquiera conocerla, tras nada más acceder al trono, ¿cómo no sentirse humillada y ofendida? Quedaba libre para otra alianza, ¿pero qué alianza?, ¿quién querría desposarla ahora que había sido rechazada por un rey?, eso era lo que más la frustraba.

—Sakura— llamó Takara, impidiendo que su hermana se marchara, —Por favor, no os enfadéis conmigo— rogó, haciendo que volviera la mirada hacia ella, —¿acaso creéis que quiero casarme?— no deseaba volver a casarse, jamás lo desearía.

—Solo sé, que un hombre que habría de ser mi esposo, os recordó y no dudo en elegiros por encima de mí— determinó Sakura sencillamente, pues la realidad se imponía. —No sé qué le habéis dicho, o hecho, antes de volver a Castilla— consideró en voz alta, escéptica con respecto al dichoso sufrimiento de su hermana mayor.

—Nada, hermana, excepto añoraros a vosotros y llorar por mi esposo— aseguró la pelinaranja de inmediato para que ella no se hiciera una idea errónea.

—¿En serio?— cuestionó la pelirosa, no sabiendo si creerle. —Pues tendréis que enseñarme como lo hicisteis— contestó sin humor, teniendo suficiente de sus excusas.

Igual que su madre antes que ella y sin nada más que decir, o escuchar por parte de Takara, Sakura se sujetó la falda del vestido y abandonó la estancia, deseando refugiarse en sus aposentos cuanto antes y así llorar como nunca se permitiría hacer en presencia de testigos, pues sabía cuál era su deber y lo que se esperaba de ella, sin importar que por dentro sintiera que el corazón se le hacía pedazos, viendo despedazados los planes de sus padres y también su posible futuro. Su reputación como infanta de Castilla y Aragón, hija de los reyes católicos y una dama exquisitamente formada, intelectualmente hablando, seguiría en pie, ¿pero y sus prospectos?, ¿qué rey la querría tras haber sido rechazada?, ¿qué hombre de su nivel la querría por esposa ahora?

Su futuro había cambiado, y no precisamente para mejor.


No importaba en que tono hablara con sus padres o que palabras usara, Takara no conseguía hacer que ellos dieran pie atrás al posible matrimonio entre ella y Sasuke, porque Sakura ya estaba fuera de cualquier negociación dado que él no la quería por esposa, de la misma manera en que Takara no quería por esposo a Sasuke ni a ningún hombre, pero conocía a una voz amiga que podría escucharla y ayudarla con sus problemas; lady Mikoto, que en su día había sido su guía en la corte portuguesa. Ambas mujeres transitaban por los pasillos del palacio, enlutadas por igual, solo que lady Mikoto portaba un sencillo vestido negro que apenas era visible bajo una pesada chaqueta o manto negro de aspecto aterciopelado, con cuello alto y cerrado, con mangas abullonadas desde los hombros a los codos y que se tornaban ceñidas, estampada en finos bordados beige y dorado en el centro del corpiño, en el dobladillo de la tela, en el contorno de las mangas y los laterales, con su largo cabello azabache azulado cayendo tras su espalda bajo el tocado portugués negro con velo que coronaba su cabeza, y pendientes de oro en forma de rombo con un ónix en el centro y una perla al final en forma de lagrima. Para Takara era incomprensible, Sakura era joven, tenía trece años desde hace unos meses pero sus cursos femeninos había comenzado a los once y eran lo suficiente regulares como para que la boda pudiera celebrarse, no sería la novia más joven si es que eso era motivo de preocupación, y por ende podría engendrar un hijo sano, ¿entonces por qué Sasuke la había elegido a ella por sobre Sakura?

—Sois como una madre para mí— declaró Takara sinceramente, intercambiando una afectuosa mirada con la Uchiha, —hablad con vuestro hijo, os lo ruego, no es mi voluntad volver a casarme—imploró, sin ceder a la posibilidad de un matrimonio.

—El rey tiene sus razones— intentó disuadir Mikoto, sabiendo que no conseguiría que su hijo cambiara de opinión.

—Mi hermana es joven, pero ya está en edad fértil— respaldó ella, para ayudar a su querida hermana Sakura, que se sentía muy mal tras lo ocurrido. —No entiendo ese empecinamiento— Sasuke la quería por esposa desde hace años, esa era la verdad.

—Sois la princesa de Portugal— contestó la Uchiha con obviedad, pues muchos aún la consideraban como tal, —nunca habéis dejado de serlo, y allí os tienen en gran estima— era más fácil para todos en Portugal volver a amar a una princesa a la cual ya habían amado antes. —Tened en cuenta que Sasuke es el primer rey de su dinastía— siempre era difícil para un nuevo rey el asentar su mandato, más sin tener descendencia.

—Pero es el heredero legítimo— afirmó la princesa, pues esa era la verdad, —¿acaso alguien lo cuestiona?— inquirió en caso de que ese fuese el problema.

—No— refutó Mikoto al instante, pues no era eso lo que se ponía en duda, —pero vuestro matrimonio es signo de continuidad, afianzara su reinado y unirá a todos en torno a la corona— aclaró lo más claramente que le fue posible para convencerla.

La verdad es que Mikoto estaba mintiendo, el asunto no era solo ese, sino que además Sasuke ambicionaba algún día unir el reino de Portugal a los reinos de las Españas; Castilla y Aragón, para nadie era un secreto que el príncipe Sai, hijo varón y heredero de la reina Seina y el rey Pein, tenía una salud muy frágil, y si algún día fallecía en el peor de los casos, Takara como primogénita de los reyes católicos se convertiría en princesa de Asturias y reina de Castilla y Aragón, y cualquier hijo que Sasuke y ella tuvieran uniría los tres reinos de la península en uno solo, los reinos en auge de las Españas y el adinerado reino de Portugal, una alianza imbatible, y que solo se conseguiría si desposaba a Takara, no a Sakura que estaba tras ella y su hermana Hinata en la sucesión. La respuesta no dejo satisfecha a Takara, ¿cómo podría? Tras la muerte de su querido Izuna y habiéndola consolado en su dolor, Sasuke le había propuesto matrimonio para que permaneciera en Portugal, y ella había esperado que desposara a otra mujer en todos estos años, cosa que no había hecho, y ahora que ascendía al trono renegaba de Sakura como esposa y la exigía a ella, ¿acaso era una coincidencia? No para Takara, ella podía ver la verdad y no era de su agrado, todo lo que ella deseaba era convertirse en una monja de claustro y alejarse del mundo, no tener nada que ver con banalidades ni lujos, por ello había cortado sus largos cabellos, por ello vestía como viuda en la corte, por ello renegaba del matrimonio, porque no quería traicionar la memoria de su amado Izuna, pero nadie la comprendía.

—Vuestro hijo porta la corona que debió heredar mi querido Izuna— mentó Takara con tristeza, —¿ha de yacer también con la esposa que tanto le amo?— cuestionó pues no veía otra realidad que esa. —No puedo volver, no lo resistiré— declaró, inamovible en su postura.

—El rey no ignora cuanto dolor os causara revivir vuestra perdida— tranquilizó Mikoto, alzando una de sus manos para acariciar el rostro de la princesa, —pero él y yo os ayudaremos— no estaría sola en Portugal, si es que ese también era su temor.

—No, mi señora— volvió a insistir la princesa, puede que no hubiera tomado los votos pero no iba a casarse otra vez, —he entregado mi vida a Dios y no voy a torcer mi destino— si lo hiciera, traicionaría la memoria de su amado Izuna.

—Alteza, vos y yo sabemos que vuestra boda es decisión tomada— recordó la Uchiha, pues el peso de semejante decisión no recaía solo sobre ella.

—Decidir una boda es una cosa, que se celebre es otra bien distinta— protestó Takara con idéntica convicción.

Para que una boda así tuviera lugar, y tratándose de una hija de reyes como ella era, Takara sabía que se precisaba de la aprobación de ambos cónyuges, y ella no quería casarse con Sasuke ni con ningún hombre, menos si debía regresar a Portugal en cuya corte había sido tan feliz hace solo unos años atrás, ¿cómo estar dispuesta a revivir todo ese dolor cuando ni siquiera quería formar parte de aquel enlace? No solo traicionaría la memoria de su querido Izuna si aceptaba, sino que también apuñalaría por la espalda a su hermana Sakura, el costo para que aquella boda tuviera lugar era demasiado alto. Tras decir aquello, la princesa Takara se sujetó la falda del vestido y tomó rumbo a sus aposentos, necesitaba rezar, quizás Dios escuchara sus oraciones y le dijera que es lo que debía hacer. Sin creer del todo en aquellas palabras o más bien sin aceptarlas como algo seguro, dado que los reyes católicos aún debían de pronunciarse al respecto, Mikoto solo suspiro profundamente, siguiendo con la mirada a tan terca princesa...quizás, si Sasuke no fuera igual de terco, la infanta Sakura seria reina de Portugal a la mayor brevedad posible, y sería una joven más dócil y respetuosa por los deseos del rey, pero Sasuke quería a Takara, y como madre y súbdita, Mikoto no podía sino hacer todo lo posible para que su hijo tuviera a la mujer que deseaba.

Todos habrían de ceder para cumplir la voluntad del rey.


Durante horas de cada día de la estadía de lady Mikoto en la corte, Takara rezó para que Dios la escuchara, para que la salvara del matrimonio o le diera una respuesta sobre qué es lo que habría de hacer, si tenía que aceptar, y esa mañana la respuesta llegó a ella, una respuesta tan polémica como digna de elogios y con la cual se dirigió por los pasillos del palacio hacia los aposentos de su madre, donde sabía que ella se encontraba reunida con lady Mikoto, dispuesta a matar dos pájaros de un tiro. Sentada ante su escritorio, frente a su tía Mikoto, la reina Seina portaba un vestido color beige con finos bordados ocre, de cuello alto y cerrado, con mangas holgadas y que se ceñían en las muñecas, bajo una chaqueta superior de corsé azul que se anudaba en el frente, y con falda de una sola capa, con la impoluta cofia blanca sobre su cabeza, cubriendo su largo cabello castaño que caía en una coleta tras su espalda, despejando su rostro. Tía y sobrina se encontraban discutiendo el difícil panorama europeo de las alianzas matrimoniales de los hijos de los reyes católicos; Sai como futuro soberano de Castilla y Aragón, Hinata como Emperatriz de los Países Bajos y Alemania, Sakura quizás como reina de Nápoles o Escocia, y la pequeña Mirai como reina de Inglaterra, esas maniobras políticas aislaban exitosamente al rey francés…solo faltaba Portugal, y como una respuesta a aquella incógnita, las puertas de los aposentos de la reina se abrieron, dejando que la princesa Takara ingresara en la estancia para grata sorpresa de la reina Seina y de lady Mikoto.

—Madre— reverenció la princesa educadamente. —Aceptare mi matrimonio, si se cumple una condición— declaró intercalando su mirada entre lady Mikoto y su madre.

—Vuestro esposo en todo querrá complaceros— garantizó Mikoto con una sonrisa. —Decidnos qué habéis pensado— invitó, dando por hecho que la joven por fin había entrado en razón.

—Una condición tan grata al señor, que si es aceptada, iré incluso feliz al matrimonio, y si no, nadie podrá decir que eludiéndolo falto a mí deber— advirtió Takara antes de dar a conocer su exigencia. —Desposare a Sasuke, cuando haya expulsado a los judíos de su reino— reveló finalmente y con voz estoica, decidida.

Ni aunque le hubiesen dicho a Mikoto que escucharía aquella exigencia, no habría podido creerlo, abriendo los ojos como platos y conteniendo a penas un jadeo a causa de la sorpresa, una cosa es que su hijo Sasuke la hubiera enviado a Castilla como embajadora para negociar que la princesa Takara diera su beneplácito a convertirse en su esposa y reina de Portugal, pero otra muy distinta era tener que ceder en una cuestión que involucraba a la soberanía de Portugal, algo que solo podría decidir el rey. Si Mikoto se sorprendió, la reina Seina también lo hizo, pero no lo demostró, pues hasta simpatizaba con la idea, es más, había pensado en imponer aquello como cláusula del matrimonio, si su hija aceptaba. El arzobispo Sarutobi mucho había hablado con ella, consolándola en su dolor, ayudándola a someterse a penitencias en busca de la aprobación de Dios y hacer que escuchara sus oraciones, y si bien hasta ahora Takara mucho se había empecinado en evitar el matrimonio, esa mañana se había despertado con una idea en la mente; los judíos eran opositores a la verdadera religión, en Castilla y Aragón eran vistos como enemigos, pero Portugal aparentemente no los veía de la misma forma, ¿acaso era su presencia en el reino lo que había causado la muerte de su amado Izuna? Quizás, si conseguía que los expulsaran del reino de Portugal, Dios perdonaría su pasada banalidad y su Izuna comprendería si se unía a Sasuke para hacer del reino de Portugal algo más grande, quizás así honraría su memoria, pues él había querido que fuera reina de Portugal.

—Alteza, no es fácil cumplir condiciones tales de un día para otro— alegó Mikoto, intentando no perder la compostura tras aquella exigencia.

—Puedo esperar— sosegó Takara con su melodiosa voz cargada de calma, sin inmutarse.

—¿Y cuáles son las razones de vuestra petición?— inquirió la Uchiha, no sabiendo si tomar las palabras de la joven como una exigencia sincera.

—Quizá perdí a mi esposo como castigo a que su reino fuera refugio de herejes— contestó la princesa con naturalidad. —No volveré a desatender los mandatos del señor— ya fuera que volviera a desposarse o que continuase llorando a Izuna.

Con esa resolución y sus convicciones más claras que nunca, Takara reverenció a su madre la reina Seina y a lady Mikoto antes de abandonar la estancia en completo silencio, con su dignidad intacta y más alta que nunca, pues no precisaba de una respuesta, lady Mikoto no tenía poder de decisión en algo como esto, solo Sasuke, y su respuesta habría de tomar tiempo en llegar, lo que ella necesitaba para conformarse o permanecer aferrada a sus creencias; había llegado a una conclusión que unía su sentido de la responsabilidad y el deber a su vocación religiosa, si es que Sasuke estaba dispuesto a aceptar sus exigencias, de otro modo la rechazaría y le permitiría continuar llorando a su amado Izuna, mas de no ser el caso, tendría que bajar la cabeza, acatar la voluntad de Dios y sus padres, y casarse. A solas en la estancia, Mikoto liberó el aire que había estado conteniendo, llevándose una mano a las sienes ante la reacción que—sabía—su hijo tendría cuando le comunicara tamaña exigencia, apesadumbrada a diferencia de su sobrina la reina Seina, que desvió la mirada para enfocarla en la nada, con una expresión pensativa, pues no estaba para nada en desacuerdo con aquella idea, de hecho, había pensado en solicitar a Portugal la expulsión de los judíos de sus territorios en el contrato de matrimonio de Sakura, y le satisfacía que Takara se adelantara a ello y condicionara su matrimonio con su fervor religioso, así sabrían si el rey Sasuke realmente estaba tan interesado en desposar a Takara o a Sakura, y en entablar una alianza con Castilla.

—Es solo un artificio para eludir su deber— intuyó Mikoto, intentando convencerse de ello, —¿pensáis ceder?— indagó, volviendo la mirada a su sobrina.

—Sabéis cuanto me importa este enlace, y a Castilla le conviene que Sakura quede disponible para otra alianza— justificó Seina tranquilamente. —Takara cumplió cuando le toco, y lo hará ahora, lo sé, pero no fácilmente— su hija tenía un carácter difícil, y Sasuke tendría que aprender a vivir con ello, si reamente deseaba desposarla. —Ved como están las cosas, Sakura no es menos hija nuestra que Takara— obvió para que el rey Sasuke volviese a considerar a Sakura como futura esposa.

—El rey ha sido determinante, solo casara con la princesa Takara— zanjó la Uchiha, pues comenzaba a no ver con tan buenos ojos el enlace tras esto, y a preferir a la infanta Sakura, pero no podía incumplir los deseos de su hijo y soberano.

—Entonces ya tenéis respuesta a vuestra pregunta— obvió la reina con idéntica tranquilidad.

El rey Sasuke exigía tener por esposa a la princesa Takara, no estaba dispuesto a cambiar de opinión, y tendría que cargar con el peso de esa decisión, pues Takara no cedería hasta que su exigencia fuera cumplida, y la propia reina estaba de acuerdo con ello. Convenía a Castilla y Aragón que Sakura quedara libre para otra alianza, como quizás lo sería que desposara al rey de Nápoles, cuyos dominios deseaban anexar a sus territorios, principalmente Pein a la corona de Aragón. Apoyando las manos en el escritorio frente a ella y bajando la cabeza, Mikoto maldijo mentalmente para sí, pues si bien su hijo era un político y estadista astuto, ahora podía acarrear sobre si más problemas de lo que creía, y ella tenía que sufrir dolores de cabeza por ello.

Pero si el rey quería desposar a la princesa Takara, habría de pagar el precio que ello conllevaba.


PD: Saludos, mis amores,prometí iniciar esta nueva historia, y aquí la dejo, agradeciendo su apoyo y deseando como siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 la próxima semana volveré a actualizar "Kóraka: La Sombra del Cuervo", luego "Titanic Naruto Style" y el proximo capitulo de "La Reina Olvidada":3 esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a carlos29 (agradeciendo sus palabras y poder contar con su aprobación), a "ktdestiny" (agradeciendo su apoyo y dedicándole cada capitulo), a Guest, (agradeciendo sus palabras y aportes, como los de todos), y a todos que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.

Personajes:

-Sakura Haruno como María de Aragón -Sasuke Uchiha como Manuel de Portugal

-Seina Uchiha como Isabel I de Castilla -Pein Haruno como Fernando II de Aragón

-Sai Yamanaka como Juan de Aragón -Hinata Hyuga como Juana I de Castilla

-Takara Uchiha como Isabel de Aragón -Mirai Sarutobi como Catalina de Aragón

-Mikoto Uchiha como Beatriz de Portugal -Tajima Uchiha como Juan II de Portugal

-Naruto Uzumaki como Felipe de Habsburgo -Ino Yamanaka como Margarita de Austria

-Minato Namikaze como Maximiliano de Austria -Izuna Uchiha como Alfonso de Portugal y Viseu

Historia Real: llevaba meses deseando hacer esta historia, desde el año pasado, ya que María de Aragón y Manuel de Portugal son una de mis historias favoritas del siglo XVI. Los hechos del capitulo son completamente verídicos; Manuel se convirtió en el nuevo rey de Portugal en 1495, y comprometido con la infanta María—cuarta de lo cinco hijos de los reyes católicos—, replanteo el enlace par desposar a la hermana mayor de esta, la princesa Isabel; ella tenía veinticinco años y María trece. Si alguien no conoce de nombre a María de Aragón, fue madre de Isabel de Portugal, emperatriz e ilustre esposa de Carlos I de España y V de Alemania, regente de España y una de las mujeres mas bellas de Europa. Los diálogos están escritos en español antiguo, porque era el idioma que María manejaba, y quise ser lo más precisa históricamente. Mi mayor referencia para crear esta historia fue la serie de "Isabel", y la actuación de Susana Abaitua como María de Aragón, así como de la hermosa Blanca Suarez como Isabel de Portugal en la serie "Carlos Rey Emperador", ya que se dice que ella era la hija más parecida a María.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3