¡Hola!
Antes de empezar este capi quiero pedir un favor a todos mis fieles lectores. Estoy creando un fanart que sirva de "cartel" para este fic, he elegidodos y no sé cuál seleccionar, así que me encantaría que me ayudarais. Dejadme un review explicando cuál os gusta más de los dos. El 1 está en http/img71.imageshack.us/img71/9749/otaaaatt2.png y el 2 en http/img115.imageshack.us/img115/2077/espirituguardian2ux8.png . Copiad y pegad los enlaces y decidme cuál es vuestro favorito. La votación se cierra el día 4 de agosto, viernes, cuando se publicará el final de este fic (sí, sí, ya hay fecha definitiva).
Ahora leed, votad, y que vuestros espíritus guardianes os acompañen siempre.
VIII
Un visitante inesperado (o esperado) me aguardaba en la puerta trasera del hospital, la salida de urgencias, donde Chas estaba también con el taxi, sacudiendo la cabeza al ritmo de una música inaudible para mí. Ya nos habíamos visto por la mañana, antes de le debacle del apartamento de Rachel. En la iglesia, para más señas. Gabriel.
"¿Qué te ha pasado?" me preguntó al ver la tirita cruzada sobre la ceja izquierda, mirándome con los ojos entornados.
"Nada. Al parecer ahora les gusta ponérmelo difícil" repliqué.
"Así que Eva te salvó la piel".
"Vaya, las noticias corren muy rápido entre vosotros. Será porque como tenéis alitas y todo eso, podéis llegar más rápido a chismorrear los unos con los otros."
Su expresión se endureció por un momento. No le gustan mis blasfemias, y supongo que precisamente por eso las hago, para fastidiarle. Me encanta. Ya que mi destino está pendiente de un hilo, debo divertirme al menos mientras esté aquí.
"Si no quieres hablarme¿por qué no te largas?" me preguntó.
"Porque te necesito. Quiero que me contestes a algo, y que dejes de eludirme de una maldita vez".
Gabriel se encogió de hombros. Sus alas se estremecieron ligeramente, con un gesto de pajarito hipotérmico.
"Ya sabes que hay cosas a las que no puedo respon..."
"Y tú sabes que mi paciencia tiene un límite" le interrumpí.
"Oh, vamos, no me vengas con amenazas. Pensaba que eras un poco más original."
Y lo dice el rey de los tópicos. O la reina. Nunca lo he sabido exactamente.
"Bueno" suspiró. "¿Qué quieres saber?"
"¿Por qué a Rachel Hodges ya la han poseído cuatro veces y sigue teniendo la sensación de que va a repetirse? No es normal."
Gabriel negó con la cabeza.
"No, no lo es."
"¿Y?"
"¿De verdad quieres saberlo?"
Le dirigí una mirada asesina antes de echar mano al paquete de tabaco y encender un cigarrillo. Era el primero de la tarde. Habían pasado tantas cosas que, extrañamente, casi me había olvidado de fumar.
"La señorita Hodges es una puerta." Respondió finalmente, mirando al frente, como si aquello no fuera conmigo.
"¿Que es una qué?"
"Una puerta."
"Lo he oído" le corté, empezando a exasperarme. "¿Pero qué demonios es una puerta?"
"Una puerta es el lugar que se utiliza para pasar de un lugar a otro."
Una fantástica definición, pensé al descubrir la cara de satisfacción de Gabriel. Iba a tener que arrancarle la respuesta poco a poco. Esperé un instante a que continuara, pero no lo hizo.
"Esto te divierte¿verdad?" dejé caer.
"¿A ti no?"
Sus ojos claros e inexpresivos se clavaron en mí. Di una calada al cigarrillo antes de lanzarme por última vez.
"Contesta de una vez."
"De acuerdo." Gabriel se aclaró la garganta antes de continuar. "Una puerta, en el sentido en que estamos hablando, es el medio que utilizan los demonios para pasar del infierno a la tierra. Rachel Hodges es un lugar de paso obligatorio para todos los demonios. En ocasiones, su cuerpo reacciona violentamente y mantiene atrapado al demonio hasta que tú llegas y lo sacas. En otras, las que habéis creído falsas alarmas, los diablillos han entrado y han salido y ahora campan por la ciudad como si nada hubiese pasado."
No supe cómo responder a la explicación. Acabé el cigarrillo en silencio. Después lo tiré al suelo y traté de pensar qué conclusión sacaba de todo aquello. Miré hacia el taxi y vi que Chas seguía bailando solo sentado en el asiento del conductor. Ni siquiera me había visto.
"¿Y esa puerta puede cerrarse?" logré decir por fin.
"No."
"Vaya. Acabas de arreglarme la vida. Si no se puede cerrar¿qué hago¿Seguir exorcizándola una y otra vez hasta que parezca un lugar de paso demasiado incómodo y elijan otra ruta para venir a la Tierra?"
Me pareció que Gabriel casi se reía. Yo y mis frases ingeniosas. Pero lo cierto es que personalmente no veía de qué reírse. El asunto estaba bastante crudo, incluso visto por el lado optimista.
"Hay un acuerdo tácito entre Cielo e Infierno" dijo. "Uno no puede deshacer lo que el otro ha hecho. Así que si ahí hay una puerta, no podemos quitarla."
"O sea que los demonios seguirán pasando a través de Rachel para siempre" aventuré.
"Algo así. O bueno, hasta..."
¿Hasta? Había un límite. Por fin empezaba a ver la luz al final del túnel.
"¿Hasta qué?"
"Bueno, el cuerpo humano puede aguantar una determinada cantidad de posesiones demoníacas. Es decir, que básicamente ese hasta es hasta su muerte. Que tal y como están las cosas, no debe de andar muy lejos."
Vale. Nada de luz. El túnel volvía a estar totalmente en la oscuridad. Al oír el bocinazo de un coche me di cuenta de que debía dejar mi pesimismo para otro momento, Chas ya me había visto y tenía prisa. Además, estaba empezando a llover. Otra vez.
"En definitiva" concluí "¿Qué puedo hacer?".
"Muy sencillo" respondió Gabriel. "Deja que esto siga su curso, o aceléralo."
No podía creer lo que estaba oyendo. Esas palabras en la boca de un ángel. Un supuesto angelito, enviado de Dios.
"¿Insinúas que la mate o la deje morir?"
Él se encogió de hombros de nuevo, asintiendo pesadamente con la cabeza.
"¿Y cuál se supone que es la opción correcta?" insistí. No me lo creía. No podía creer que la solución al problema de Rachel fuera ese.
"Dios te dio el libre albedrío. Úsalo" concluyó antes de alejarse y marcharse, sin mediar una palabra más.
Y luego, de críos, nos cuentan que los ángeles son buenos y bonitos. Estaba jodido. Muy jodido. Y Rachel, todavía más.
Chas tocó la bocina una vez más. La lluvia estaba arreciando. Corrí al aparcamiento y me dejé caer en el asiento trasero. La vida de una buena chica estaba en mis manos. Matarla o dejarla morir. Por primera vez, me sentí el sucio verdugo que ejecuta la justicia de Dios.
