Epílogo

Ya no llovía.

El día del funeral de Rachel Hodges fue especialmente bueno. Salió el sol, hacía menos frío. No parecía noviembre.

El parte oficial de su muerte fue colapso cardiorrespiratorio. Escapó del hospital en un delirio, vagó sin rumbo unas horas y su cuerpo se rindió definitivamente en las escaleras de una iglesia. Acudió mucha gente al entierro, el cementerio estaba abarrotado. Su familia, sus vecinos, toda la gente a quien había hecho un favor. Era una buena chica. Las buenas chicas siempre tienen a alguien que las recuerde cuando han muerto. No como yo.

Fui, pero me quedé al margen. Estuve lejos, observando cómo el padre Hennessy oficiaba el funeral. Él sabía la verdad. Yo también. Muy pocos la sabíamos, pero quizá era mejor así.

Estaba a punto de marcharme cuando oí una voz familiar a mis espaldas, entre las lápidas.

"John".

Me giré.

"Eva".

"Lo siento" dijo ella caminando hacia mí. Ya no iba vestida de negro. Llevaba una camisa blanca, resplandeciente.

"Yo también lo siento" le contesté, encendiendo un cigarrillo.

"Sé que fue duro para ti" continuó ella. "Que te dolió mucho verla muerta. Yo era tu espíritu guardián. Siempre he podido sentir cuando sufrías."

Aparté la mirada. De repente me sentía un poco incómodo. Nunca me ha gustado mostrarme vulnerable y ante Eva, sin remedio, lo era. Ella lo veía todo de mí, lo sabía todo de mí. Podía sentir conmigo cada uno de mis estados de ánimo.

Fue entonces cuando caí en algo que acababa de decir.

"¿Eras mi espíritu guardián?" pregunté "Es decir, que ya no lo eres."

Ella sonrió, haciendo un gesto negativo con la cabeza.

"Me ascendieron a ángel, anoche. Por eso pude... ya sabes, ir volando a salvarte."

Le devolví la sonrisa, por el juego de palabras. Se la veía feliz. Debía de hacerle mucha ilusión ser ángel.

"O sea que al final te pusiste de parte del Cielo" comenté, dando una calada a mi cigarrillo.

"Sí. Me ofrecían una mejor recompensa."

"¿Ah, sí? ¿Cuál?"

"La redención".

Dio media vuelta y echó a andar, adentrándose en el cementerio, entre las hileras de lápidas y por el césped verde, bajo el sol. La seguí.

"Mi historia es bastante larga" dijo, antes de que pudiera siquiera preguntarle por qué la redención "¿De verdad quieres saberla?"

Asentí, poniéndome a su altura.

"¿Alguna vez has oído hablar de los imprimátur?" preguntó. Negué con la cabeza. Era la primera vez que oía esa palabra. "Imprimátur es una de las formas latinas de decir Purgatorio. No estás aquí, ni allí, ni en el Cielo ni en el Infierno, pero tampoco en la Tierra, sino que puedes ir por todos pero no perteneces a ninguno. También se les llama imprimátur a las pobres almas que no están en ninguna parte. Pues bien, yo era una de ellas."

No me miraba. Miraba al frente, como si quisiera eludirme mientras hablaba. La seguí, escuchando atentamente.

"Tenía diecinueve años cuando morí. Veníamos de una fiesta, mi amiga Maggie y yo. Estábamos un poco borrachas... yo conducía." comenzó. Hablaba en voz baja, como para sí misma. "Su muerte fue culpa mía. Así que tenía que purgarla, para ir limpia al Cielo."

"Y te ofrecieron ese trabajito de protectora" dije.

"Muchos." Prosiguió Eva. "He hecho un montón de trabajitos de protectora, como tú has dicho, ofrecidos por los dos bandos. Te juro que empezaba a estar cansada. Tenía ganas de paz, de una maldita vez, paz."

Su cabello refulgía más rojo que nunca. Nos habíamos alejado bastante del centro de atención, así que tímidamente empezó a desplegar sus nuevas alas. Eran enormes, perfumadas, suaves. Al contrario que las de Gabriel, casi parecían apetecibles.

"El tuyo fue el trabajo definitivo. Estabas destinado a morir anoche. Es difícil impedir una muerte, pero yo lo hice. Estuve contigo todo el tiempo, a tu lado. Me merecía la redención."

Así que eso era todo. No era por Rachel, sino por mí. Se suponía que me había llegado la hora, y ella había cambiado el curso de las cosas. Finalmente desvelado el propósito verdadero de Eva.

"Bueno, si me has salvado la vida, gracias entonces" le dije.

Ella sonrió.

"Nunca creí que diría esto, pero me caes bien, John. Contigo es imposible aburrirse".

Vaya, un cumplido. De la señorita alas nuevas. No me lo habría imaginado.

"Tú también me caes bien. Aunque me gustabas más como antes. Es una pena que no hayas decidido quedarte como mi espíritu guardián para siempre."

"Créeme, ya he hecho cuanto tenía que hacer".

Terminé mi cigarrillo y lo tiré al suelo, sobre la esquina de una lápida. Lo pisé, leyendo la inscripción. William Parry, 1933-2003. De sus amados hijos y esposa. Nunca te olvidaremos. O sea que, de no ser por Eva, ahora yo estaría debajo de una igual, sólo que sin inscripción. Sólo el nombre y la fecha.

"Lástima que me dejes solo" dije.

"Necesitas gente de verdad. Humanos" dijo ella. "Una chica. No te mueras solo por hacerte el duro el resto de tu vida."

"Te largarás, ¿eh?" esbocé media sonrisa. "Aunque te lo suplique."

"Tú no suplicas, John Constantine. Te conozco mejor de lo que te conoces tú mismo."

Se había detenido, y estaba frente a mí, deslumbrante en su camisa blanca. Por un momento creí ver una cierta tristeza en su mirada. Tal vez también lamentaba que la historia se hubiera acabado.

"Esto es un adiós, entonces, supongo" dije.

"¿Quién sabe?" Eva se encogió de hombros, sus alas se estremecieron. "Puede que volvamos a encontrarnos un día, dentro de muchos años, cuando hayas encontrado a tu chica y haya un pequeño o una pequeña Constantine dando vueltas por ahí."

Pobre Eva. Estoy seguro de que tampoco me conocía tan bien. Un pequeño o una pequeña Constantine... no será con mi consentimiento, seguro.

"Adiós, Eva. Me lo he pasado bien" dije.

Ella echó a andar de nuevo, alejándose del cementerio, de mí, hacia el campo abierto. Creí que no me había oído, que aquello era todo, que no había más despedida. Pero entonces ella se volvió, mirándome por encima de su hombro, y dijo:

"Hasta luego, John. Sólo hasta luego."

Di media vuelta, y echando mano a mi paquete de tabaco, empecé a caminar en sentido contrario. Sí, era un hasta luego. Porque mientras John Constantine siga siendo quien es, de una forma u otra, no le vendrá mal tener alguien echándole un ojo por ahí. Y bueno... si existe la posibilidad de que algún día haya un pequeño Constantine, no puede decirse que no sea posible que Eva y yo volvamos a encontrarnos.

FIN

Sara se seca una lagrimita Sniff... nunca creí que podría acabar este fic, pero aquí está y da pena y alegría a partes iguales. Pero sé que si he llegado hasta aquí es por vosotros. Muchas gracias a todos los lectores, y espero que me sigáis leyendo.

Reviews please! (para variar, como despedida).

¡Ciao a todos, besikos!