Disclaimer: Nada es mío, todo pertenece a otra gente y/o otras empresas y lo único que yo consigo es desgastar mis neuronas y las teclas del teclado.
Stand by my side
Messed up
- Estás… estás… muy…
- ¿Azul?
- No, no estaba pensando en eso precisamente.
Susan sonrió ante la cara de bobalicón de Remus y le dio un beso suave en los labios, mientras sonreía. Llevaba puesto un vestido de noche azul y su melena indomable estaba sedosa y peinada de un modo muy elegante.
- Tú estás cañón metido en ese esmóquing…- dijo la chica obligándole a dar la vuelta sobre el mismo- Qué ganas tengo de quitártelo…- y le guiñó un ojo antes de subir al coche.
Remus, que estaba emitiendo una tenue luz roja, subió al asiento del copiloto, dándole un último vistazo a su casa.
- Estoy sólo este fin de semana- dijo el licántropo mientras se abrochaba el cinturón.
- Ya lo sé…- contestó Susan arrancando el coche y sonriendo de forma traviesa- Ya había pensado en hacerte compañía, para que no tuvieses miedo por las noches…
- Miedo me das tú- contestó el licántropo riéndose
Susan también se echó a reír y puso música.
- En cuanto podamos, nos escapamos de la fiesta, ¿hace?
- Hace
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- Estos uniformes sólo son una vulgar manera de rebajarnos mientras ellos lucen sus galas… ¡Maldito…!
- Mundo podrido- corearon en un suspiro dos voces resignadas
- Exacto
Lily y James se miraron con paciencia antes de devolverle la atención a Meaghan, que se miraba con disgusto en el espejo. Para la fiesta de la puesta de largo les habían dado un uniforme más serio, camisa blanca y falda o pantalón negro. Además tenían que llevar pajarita y el pelo recogido.
Las dos chicas habían intentado peinar a James, que pese a haber tenido la oportunidad de escaquearse, había pedido trabajar aquella noche; pero todos los intentos por domesticar aquella masa capilar con vida propia fueron inútiles. La versión oficial de su disposición a trabajar aquella noche era que lo hacía por solidaridad con las dos chicas. La no oficial, y verdadera, era que quería estar con una de ellas.
- Meaghan, no es para tanto- suspiró Lily, mientras acababa de colocar los centros de mesa.
- ¿Cómo que no es para tanto? ¿Tú me has visto?- protestó la chica- ¡Parezco un pingüino!
- Piensa en positivo Meg: la cantidad de trufas y copas de champagne de 20 galleons la botella que vas a poder afanar- dijo James poniéndole una mano en el hombro, el resto de camareros rieron ante la afirmación del chico.
Lily le miró como regañándole y James encogió los hombros.
- Pues va a tener razón el niño bonito- pensó Meg en voz alta- ¡Pienso pillarme una borrachera de espanto a costa de los Parker!- dijo aplaudiendo feliz
- ¡Meg!- la riñó Lily, pero su amiga había desaparecido tras las puertas de las cocinas- Eres un sinvergüenza- le dijo a James, dándole un golpe en el pecho.
- Muchas gracias- contestó él con una amplia sonrisa, pellizcándole en el costado.
Justo cuando Lily estaba a punto de pegarle con una servilleta, la señora Mittens entró en el comedor, embutida en un traje negro de lentejuelas. Meghan, que volvía en ese momento de su primera incursión en las cocinas, murmuró:
- Parece una salchicha untada en caviar.
Lily le dio un pisotón para que se callara mientras James se aguantaba la risa.
- ¡Todos en posiciones ya!- exigió la fofa mujer con tono autoritario- Pobre de aquél al que se le ocurra fallar esta noche, la imagen del club tiene que ser impecable…- dijo mirando hacia Lily, que tuvo que esforzarse mucho para no bajar la mirada ante aquella indirecta tan directa.
- Maldita vieja… la primera que jode la imagen del club es ella…-volvió a murmurar la castaña.
La señora Mittens dio un par de indicaciones más antes de volver a desaparecer, y todos se fueron colocando por mesas. James le mandó un guiño a la pelirroja antes de que se abrieran las puertas y un río de colores y voces entrara en el silencioso salón. La noche iba a ser larga.
James vio como Lily se giraba, y sonrió, sonrió con regocijo y felicidad. Le daba igual no poder tener a Lily entre los brazos, no poder besarla, no ser el propietario de sus caricias… le daba igual mientras la tuviera cerca y ella le regalase un poco de su magia con cada sonrisa, con cada palabra. Había creído saber lo que era estar enamorado… Ahora lo sabía con seguridad
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El señor y la señora Potter entraron en el salón del Club, acompañados por Sirius, que miraba hacia todos los lados buscando chicas. El moreno estaba muy atractivo, con un traje gris y una camisa negra, y enseguida varias féminas repararon en él.
- Sirius, chico, da gusto entrar contigo a una fiesta- le susurró confidencialmente el señor Potter- No me miraban tantas chicas bonitas a la vez desde que me casé.
- Te estoy oyendo Sigmud- le regañó la señora Potter, mientras Sirius se reía.
Ocuparon una de las mesas cercanas a la cristalera, donde ya estaban sentados más amigos de la pareja.
- Ahora viene todo el rollo de los discursitos y los regalos ¿no?- le preguntó en voz baja Sirius a la señora Potter.
Esta asintió con una sonrisa.
- Aún recuerdo mi puesta de largo…- dijo ensoñada.
- ¿Y eso cuando fue, en la Edad Media?- bromeó su marido, ganándose un buen pisotón.
La llegada de la camarera de la mesa interrumpió las risas de la mesa.
- Buenas noches ¿Desean tomar algo?
Sirius levantó la vista sonriendo, había reconocido la voz.
- ¡Meggie!
- ¡Tú no!- protestó la castaña con disgusto
- Esta es Meg señora Potter- dijo el muchacho ignorando a la castaña- la hija de Catriona McCormack, y mi amiga.
- Oh, encantada Meg- dijo la señora Potter estrechándole la mano y con una sonrisa- Éste es mi marido.
Meaghan saludó a los abuelos de James y luego les tomó nota.
- ¿Tú que quieres Sirius?- preguntó la chica suspirando, mientras el moreno le tironeaba de la manga.
- Yo quiero un besito- dijo poniendo morritos. La chica le ignoró deliberadamente y se alejó de la mesa.
Los comensales se echaron a reír.
- La tengo loca- dijo Sirius sonriendo de manera altanera.
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Remus intuía que no iba a ser una velada agradable antes de entrar en el Club. Cuando llevaba sentado en la mesa dos minutos, con Susan y sus padres, tuvo la certeza de que hubiera sido más agradable cenar sardinas en lata con Filch y la señora Norris en uno de los cuartos de mantenimiento.
- Y dime Romulus…- empezó la señora March
- Remus- corrigió Susan con irritación.
La señora March sonrió falsamente.
- Siempre he sido mala para recordar los nombres bárbaros… - se disculpó- Entonces Remus, ¿Qué planeas hacer cuando salgas del colegio?
- Me gustaría profundizar en materia de defensa- contestó el chico
- ¿Auror?- aventuró el señor March sin mirarle
- Puede
- Oh, es difícil. Sólo los mejores lo consiguen. Y no es un trabajo que de estabilidad…
- Entonces tendré que ser de los mejores- contestó Remus con frialdad y clavando sus ojos en los del padre de Susan.
- Y con el Señor Oscuro…- aventuró la madre de Susan- Es probable que te maten- dijo con una sonrisa que daba a entender que ella no lo sentiría en lo más mínimo.
Susan suspiró incomoda.
- ¿Qué tal el negocio de los calderos de Vietnam, papá?-dijo la rubia intentando desviar la conversación, pero su padre la miró con insolencia y no contestó.
- Supongo que tus aspiraciones son salvar el mundo ¿no?- volvió a atacar Bruno, mirando al chico y riéndose- Como tantos otros bobos…
- Mi intención es cambiar lo que considero injusto, señor.- le cortó fríamente el joven
- Un héroe trágico de andar por casa entonces- dijo la señora March levantando su copa y dando un pequeño trago.
Susan miraba incómoda hacia todos los lados, sin atreverse a meterse en la conversación. Remus entonces le dio un trago a la copa de champagne que tenía delante.
- Si lo que están intentando dejar claro es que no soy lo suficientemente bueno para su hija, díganlo de una jodida vez y déjense de rodeos- dijo con tranquilidad- No se amarguen la noche y me la amarguen a mí… Aunque eso va a ser difícil, porque sus petulantes caras dejan translucir que precisamente viven de eso, de la amargura. Señora…- dijo el licántropo mirando a la madre de Susan- Lo que usted necesita es que la den un buen repaso, así al menos dejará de tener esa cara de cera… Buenas noches y espero que hasta nunca.
Y dejando a los señores March y a Susan con la boca abierta, se levantó de la mesa y se encaminó con paso decidido hacia la salida.
Susan se quedó desconcertada pero se levantó enseguida.
- Susan, no vayas- le dijo su padre muy irritado.
La chica dudó, pero enseguida siguió a Remus, arremangándose el vestido para no caerse. Le alcanzó casi en la salida, pero él, aunque la había visto y la había oído llamarle, no se paró.
- ¡Remus, quieres parar, por favor!- exclamó cogiéndole por el brazo
El licántropo se giró y la miró a los ojos. Susan se asustó un poco al verle tan enfadado.
- ¿Dónde vas?- preguntó
- Me voy- contestó él.
- Entonces me voy contigo- dijo ella con determinación.
Remus se rió, pero sin pizca de alegría.
- No Susan. Tú perteneces a este sitio- dijo extendiendo a los brazos- Perteneces al mundo de tus padres… no puedes venir a mi mundo, pobre, sucio y marginal.
- ¡Deja de decir tonterías!- chilló la chica- ¡Yo no soy como ellos Remus! ¡Yo te quiero!
Remus la miró unos segundos, antes de girar la cabeza.
- ¿Sabes? He estado en esa mesa, y si de verdad te importo tienes una forma curiosa de demostrarlo…- tragó saliva, como si le costase seguir hablando- No me importa no gustarle a tus padres, pero no puedo soportar que te avergüences de mí… y en esa mesa he visto como tú callabas y no hacías nada para intentar defenderme.
- Yo…- empezó a decir Susan- Ellos… no sé plantarles cara…
Remus volvió a mirarla, con los ojos brillantes.
- Pues entonces me temo que todo se acaba aquí. Tendrás que buscarte a alguien que se adapte a sus exigencias- murmuró Remus.
Luego se giró y salió a la calle, a la oscura noche, perdiéndose su figura detrás de la maciza puerta.
- Remus…
Susan, aturdida, rabiosa y triste no pudo hacer más que dejarse caer al suelo y empezar a llorar, toda su frescura y viveza desaparecidas también detrás de la puerta.
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Ajenos a esta escena, en la mesa que ocupaban los señores Potter, Meg estaba sirviendo la cena.
- Meaghan cielo…
- No me llames cielo- murmuró la chica con una sonrisa mientras servía el vino.
- ¿Cariño?
- No
- ¿Querida?
- ¡Cómprate un perro Sirius!- exclamó frunciendo el ceño y mirándole de forma amenazante- Y déjame en paz- añadió en voz baja al ver que mucha se gente se había girado al oír el grito.
- ¿Cuándo acabas?- insistió el joven
- Cuando acabe
- Eso no es un dato muy esclarecedor- protestó el muchacho haciendo una mueca y cruzando los brazos.
El señor Potter se echó a reír y le dio un golpecito a Sirius.
- Parece que esta chica es dura de pelar, ¿eh Sirius? Me parece que no te lo va a poner nada fácil…
Meg se sonrojó y miró a Sirius con enfado por ponerla en ese tipo de situaciones.
- Sirius sólo está bromeando- murmuró negando con la cabeza- Y resulta un poco…
- Baboso- concluyó la señora Potter con una sonrisa, coreada por el resto de comensales.
- ¡Yo no estoy baboso! Sólo quiero hablar contigo, que hace mucho que no hablamos- contestó el chico con naturalidad
La chica suspiró mientras los demás observaban la situación con curiosidad.
- Cuando tenga un descanso, si no estás corriendo detrás de una falda, te busco.
-¿Me lo prometes?- preguntó el chico alzando una ceja con desconfianza.
Meg le mandó a paseo con un gesto de su mano mientras volvía a la cocina.
- Todo un carácter- comentó el señor Potter- Demasiado para ti, chico.
- Es genial- dijo Sirius- Como James pero más agradable a la vista.
Los ocupantes de la mesa prorrumpieron de nuevo en carcajadas.
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Los tres jóvenes trabajaron sin descanso durante dos horas, cruzándose de vez en cuando en el comedor o en la cocina y dedicándose sonrisas de ánimo. Meaghan iba cada vez más sonriente, Lily sospechaba que a causa del champagne que estaba escamoteando en la cocina.
Cuando hubieron retirado los platos de la cena y hubieron servido el postre y el café, justo cuando iba a empezar el baile que Martha iba a abrir acompañada por su novio, a Meg, James y Lily les dieron media hora de descanso.
- Yo me voy a buscar al imbécil ese- dijo Meaghan quitándose el delantal y apurando otra copa de champagne- menudo pelma…-murmuró mientras salía de la cocina.
James miró a la pelirroja con las cejas alzadas.
-¿No está un poco…?
- ¿Borracha?
- Pensaba decir "achispada" pero borracha también me sirve.
Lily suspiró.
- Espero que Sirius cuide de ella.
James se echó a reír y Lily le miró con reprobación.
- Ah… ¿pero de verdad lo decías en serio?- preguntó él sorprendido.
Lily sonrió y le tomó por el brazo.
- Anda vamos un rato al jardín, aquí hace mucho calor…
James por supuesto opinaba lo mismo de la temperatura; sobretodo después de que Lily se hubiese pegado a él y rodeara su brazo, guiándole hasta el jardín.
Se sentaron en uno de los bancos que flanqueaban el camino que llevaba a la piscina. De fondo, se escuchaba el vals que tocaba la orquesta.
Lily se quitó la pajarita y se desabrochó los dos primeros botones de la camisa, suspirando.
-No quería darle la razón a Meg para que no levantara una trinchera en el salón… pero la verdad es que esta pajarita es un engorro…-subió las piernas al banco, rodeándolas con ambos brazos.
James se estaba empezando a preguntar si la pelirroja lo estaba haciendo a posta. Esos aparentemente inocentes gestos estaban consiguiendo que empezara a perder el norte. Intentó concentrarse en otra cosa que no fuera el tirante violeta del sujetador de la chica que se adivinaba desde su perspectiva.
- ¿Tú no tienes calor?- preguntó Lily volviéndose hacia él sonriendo
- ¿Yo? Mucho- contestó él con convencimiento.
- Pues quítate la corbata, ya te ayudo yo después a ponértela.- se ofreció la chica.
James asintió y se quitó la molesta corbata. Lily le miraba sonriendo.
- Estás guapo con la corbata- comentó.
James sonrió y luego, como la chica, se desabrochó el botón del cuello de la camisa.
Estuvieron unos segundos en silencio, mirando las estrellas, y escuchando la música.
- Es curioso esto de las puestas de largo…- comentó Lily entonces- Yo pensaba que ya no se hacían…
- Bueno, las familias de una cierta posición lo siguen haciendo. Es como un cumpleaños, más o menos.
Lily asintió.
- Pero está todo eso de los vestidos largos, el baile… No sé, es como ser princesa por un día- dijo sonriendo.
- ¿Te gustaría tener una puesta de largo?- preguntó James alzando las cejas.
- No sé, a mi no me va demasiado todo ese protocolo y esa formalidad… Pero disfrazarse así por un día… Y bailar con un príncipe azul… Debe de ser algo bonito.
James se levantó sonriendo.
- Espera un segundo…
- ¿Dónde vas?- preguntó la chica con curiosidad, levantándose también.
El chico le hizo un gesto para que se esperara y entró en la cocina. Un minuto después salía con un mantel doblado debajo del brazo y una rosa blanca de las que adornaban las mesas.
- Vamos a celebrar tu puesta de largo.
- ¿Qué dices?
- Bueno, no tenemos ni vestido, ni joyas, ni príncipe azul… Pero tenemos un mantel, una rosa y estoy yo… Algo podremos hacer…
- Estás loco…- dijo Lily riendo, mientras James le prendía la rosa en el pelo
Luego Lily se puso el mantel a modo de falda, encima del uniforme, y dio una vuelta sobro sí misma.
- Bellísima- dijo James con un gesto de cabeza exagerado.
Lily saludó como una dama, agradeciendo el cumplido.
- ¿Me concede este baile?- dijo James tendiéndole la mano
- No sé, no sé… tengo ya una cola con demasiados pretendientes- dijo la pelirroja afectadamente- Pero creo que haré un sacrificio…
- Muchas gracias- contestó James pomposamente, mientras Lily ponía su mano sobre la del joven.
El vals seguía sonando de fondo y ambos empezaron a bailar al son de la música, sonriendo pero siguiendo interpretando su papel. James bailaba bastante bien, y poco a poco la fue llevando hacia la fuente del centro del jardín.
La música había cambiado, pero ambos seguían bailando el vals. James miraba a los ojos verdes de la joven, que eran dulces y tristes, y lo hipnotizaban, igual que el cuerpo grácil que sujetaba contra sí. No sabía muy bien cuando había pasado, pero se dio cuenta de que Lily estaba más cerca de él de lo que correspondía a un vals, y de que él estaba respirando aceleradamente.
Lily también le miraba y estaba asustada. Tenía la misma sensación abrumadora que había tenido en el "Liquid", cuando James le había acariciado las mejillas y le había dicho que contaba con él… percibía una dulzura exquisita debajo de la dura corteza del joven. Se sentía imantada a él, segura entre sus brazos… su corazón palpitaba con anticipación.
Seguían bailando ahora lentamente, mejilla contra mejilla y con los ojos cerrados, separados del mundo. Sólo existían ellos y la música.
James acarició suavemente la espalda de la pelirroja, pero ella se estremeció y se separó unos centímetros, casi jadeando, y sus miradas se encontraron.
Él supo que no había vuelta atrás mientras se inclinaba hacia ella, para encontrar sus labios, sin mirar sus ojos asustados. Labios que le recibieron inmóviles, pero suaves y tiernos. James estrechó su abrazo, quedando sus torsos en contacto y ambos sintieron un escalofrío delicioso, Lily recuperada de la sorpresa, rodeó al merodeador por el cuello y le devolvió el beso con una fuerza que no sabía de donde había salido.
James recorrió su espalda, hasta alcanzar la cintura de la pelirroja y la obligó a hacer inexistente la distancia entre ellos, mientras el beso iba adquiriendo más fuerza y Lily metía sus manos dentro de la camisa del chico.
- No… no… no James- empezó a protestar ella mientras James la interrumpía con besos, recuperando poco a poco el dominio- ¡Esto no está bien!-Lily se separó unos centímetros, su cara era una mezcla de emociones indescifrable.
James tardó un par de segundos en reaccionar y soltar a la pelirroja, avergonzado y excitado a la vez. Ella le miraba; no sabía si con recriminación, con enfado o con tristeza. Ninguno de los dos parecía saber que decir.
Al final él bajó la mirada y Lily, con dos lágrimas brotando de sus ojos, se fue corriendo, recogiendo por el camino su pajarita.
Sólo las flores del jardín fueron testigos entonces de la rabia de James contra sí mismo.
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Remus estaba intentando ahogarse en un vaso de whisky desde hacía un par de horas. Triste, deprimido… todo era ya bastante confuso en su cabeza. Sólo sabía que estaba enfadado. Muy enfadado. Y más que con nadie, consigo mismo… Aún no entendía cómo podía haber dejado a Susan en ese pasillo frío, sola y llorando… ¡Demonios! ¡Pero estaba tan enfadado con ella, por ser, por ser… tan inalcanzable!
- ¿Qué haces aquí, Remus?
El licántropo levantó la cabeza, con un gesto vago, y vio a Liz Benalli sonriendo detrás de él. Unas chicas que parecían estar con ella la esperaban algo separadas.
- Liz… ¿Quieres tomar algo?
- Creo que la heladería estará cerrada- comentó la chica sentándose a su lado
- Bueno, siempre podemos tomar algo un poco más fuerte.
Ella asintió e hizo un gesto a sus amigas para que no la esperaran. El camarero les sirvió dos copas más.
- ¿Estás bien Remus?- preguntó la chica frunciendo el ceño.
El joven suspiró, mirando con aburrimiento su vaso medio vacío
- No… la verdad es que no. Me he peleado con Susan…
- Oh… seguro que lo arregláis- dijo la chica poniendo su mano sobre el hombro del muchacho.
Remus encogió los hombros.
- No creo. Era hora de que nos diéramos cuenta de que ella es la princesa y yo el mendigo…
- Tú no eres ningún mendigo Remus- le reconfortó la mujer en un susurro
Él la miró y asintió, dando otro trago a su vaso.
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Susan cerró la puerta de su cuarto con fuerza. Había salido del Club sin avisar a sus padres y había conducido hasta la mansión, pensando a marchas forzadas. Se sentía triste, rabiosa, pero extrañamente en calma y determinada.
Había llegado el momento que había temido tanto, y sin embargo en ese momento se sentía libre.
Cogió una maleta pequeña y la llenó con ropa, dinero y todo lo que pudo. Con una tranquilidad pasmosa, escribió una breve nota a sus padres donde les comunicaba su decisión.
Se iba de casa. Y no se iba por Remus, se iba porque no podía más. Como había dicho Snape, había llegado el momento de elegir y ella había elegido.
En la salida de la mansión March cogió el autobús Noctámbulo, pasaría la noche con Remus.
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- ¿Meaghan no estás un poco borracha?- inquirió Sirius al ver que su amiga estaba haciendo malabarismos para colocarse la tira del zapato que se le había soltado.
- Estoy totalmente sobria- contestó la chica trastabillando al erguirse- Sólo necesito aire fresco.
- Y un lavado de estómago…- murmuró el merodeado poniendo una mano detrás de la espalda de la chica, sin rozarla, por si se caía.
- Cállate, eres un peñazo.
Salieron a uno de los balcones laterales del salón y Sirius se apoyó en la barandilla. Meaghan apoyó las dos manos en la misma barandilla e inspiró aire. El chico la miró con una sonrisa divertida.
- Estás borracha.
- No estoy borracha… sólo ligeramente etilizada- concedió la morena- El Moët Chandon sube sin que te des cuenta…
El chico se echó a reír mientras Meaghan se sentaba en un banco de madera. Sirius se sentó a su lado.
- ¿De qué querías que habláramos?- preguntó la chica.
- No sé… me apetecía hablar contigo.
Meaghan le dedicó una mirada escéptica, alzando las cejas exageradamente.
- ¿No puedo querer hablar contigo o qué?- preguntó Sirius con voz de pito
- Entenderás que para mí es extraño- dijo suspirando la chica y riéndose después- Tú eres el príncipe azul y yo soy el sapo. Me resulta raro.
- Ya te dije el otro día que me gustas mucho, Meg- dijo el chico con naturalidad.
Meaghan le miró con los ojos desorbitados y la boca abierta.
- Quiero decir, como amiga.- se explicó rápidamente Sirius, azorándose un poco.
La chica asintió y se echó a reír.
- Tú a mi también Sirius- contestó- Como amigo…
- Pues como amigo te digo que espero que no te vuelvas a enrollar con Diggory…
Meg entornó los ojos y le miró con aburrimiento.
- Deja de meterte con Amos, tus conquistas tampoco son como para tirar cohetes…
El chico encogió los hombros.
- También tienes razón… Anne no es muy inteligente ¿no?
- No, no demasiado- contestó riéndose- Pero eso no es malo. Yo tampoco lo soy demasiado. Es no sé… es… es…- la chica no parecía encontrar las palabras- gilipollas.
Sirius sonrió y le dio un golpecito cariñoso a la camarera.
- No todas las chicas tienen la suerte de ser como tú- dijo riéndose, luego se levantó.- ¿Te apetece bailar?
- No sé donde tengo mi centro de equilibrio en estos momentos- contestó Meg- Si eso bailas tú y yo te miro.
Sirius obligó a la chica a levantarse y entraron de nuevo al concurrido salón. Sirius sintió el tacto de los dedos de Meaghan entre los suyos mientras avanzaban y pensó que era una sensación bastante agradable y fresca. Tanto como los momentos en que podían estar solos.
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Era ya tarde cuando Susan llegó a la casita de los padres de Remus. Estaba nerviosa y exaltada, pero a la vez estaba tranquila. Estaba segura de que Remus vería en ese gesto la importancia que le daba a su relación y que ella no era una niña rica. Ahora las cosas no serían fáciles, pero estaba convencida de lo que estaba haciendo.
Llamó al timbre de la casa, sabiendo que Remus estaba solo. Oyó un ruido amortiguado y vio como se encendía la luz del pasillo y el recibidor.
Remus abrió la puerta de entrada, llevando sólo los calzoncillos puestos. La cara que puso al ver a Susan no era ni mucho menos la que la rubia esperaba.
Parecía asustado.
- Remus sé que no son horas pero… ¡Pero me he ido de casa!- exclamó la chica con una sonrisa- Y bueno, me gustaría…
- ¿Quién es Remus?- preguntó una voz femenina, un par de segundos después, segundos en los que a Susan se le heló el corazón y se le rompió en dos mil pedazos, prediciendo la catástrofe, Liz Benalli apareció al final del pasillo, vestida con una camiseta de Remus- Oh…- dijo al ver a Susan.
La rubia miró a la chica con indescriptible sorpresa, y luego se volvió hacia Remus, que miraba hacia el suelo, con culpabilidad y tristeza.
-¿Remus?- murmuró la chica, con las primeras lágrimas brotando de sus ojos- ¡Remus! – sabía que si en ese momento él le decía que no era lo que parecía le habría creído, le habría querido creer con todas sus fuerzas.
Pero Remus no respondió, simplemente la miró a los ojos, como esperando recibir una bofetada, un grito.
Pero Susan no hizo nada de eso. Se dio la vuelta y con paso calmado salió del jardincito de la casa, Levantando con lentitud su varita y subiéndose poco después al indiscreto autobús violeta que parecía totalmente fuera de lugar en la penumbra de esa noche.
En la puerta estaba Remus, desolado. Sin saberlo, se había quedado con la inocencia y la niñez de Susan en sus manos.
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Bueno, al fin he sido capaz de acortar la espera… pero todo tiene su lado negativo… Dudo que vuelva por aquí antes de un mes… Si he actualizado es a)porque ayer hizo dos años que empecé a publicar en esta página, b) porque mañana es mi cumpleaños y quiero que me felicitéis (jejeje) y c) porque este capítulo es una patata caliente y quería pasárosla… jejeje.. Espero todo tipo de reacciones por vuestra parte…. Me alegro que no sepáis donde vivo…
Bueno muchas gracias por todos vuestros reviews! No me extiendo más porque tengo que estudiar. Sed buenos y no os olvidéis de felicitarme… que una con la edad se vuelve sentimental (20 años Dios! Qué depresión!)
Besitus
