Cuando Hay Chispa
Era la noche antes de navidad, y nada en casa se oía. Ninguna criatura molestaba, ni siquiera un ratón.
Bueno, ninguna criatura que no fuésemos Electro y yo en la dieciseisava calle, dentro de la Consolidated Edison Company.
"¡Suéltame, Spider-Man! Debo absorber la energía de esta central. ¡Con ella estaré a un paso menos de convertirme en energía pura!"
"Sí, y dejando a media Manhattan a oscuras como broche final. Lo siento Chispitas, pero no quiero quedarme sin los watts por los que pago una vez al mes. Además, es navidad. ¿No pudiste haber escogido un día menos ajetreado para hacerme venir hasta aquí?"
Max Dillon. Me caía mejor cuando era normal. Le conocí casi de pasada, cuando todavía asistía conmigo a la preparatoria Midtown. Deseaba encajar estando rodeado de abusivos, hasta que una broma pesada en un laboratorio que debió haberlo matado produjo que la combinación de la caída de un rayo y unos cuantos químicos alterasen completamente su sistema nervioso, dándole la habilidad de absorber y de descargar grandes cantidades de energía eléctrica.
"¡Esto no te incumbía!"
"Me incumbe si tú estás involucrado, Max. No me importa cuál haya sido tu motivo, no puedes privar a la gente de la luz."
"¡Claro que puedo! Todos siempre me privaron de vivir, de tener confianza en mí mismo. Deben sentir y saber lo que es vivir en un mundo sin luz. ¡Sin esperanza!"
El descubrir sus nuevos poderes había llevado a Max a tomar la decisión de asesinar a quienes se habían burlado de él. Y bueno, vuestro amigable vecino Spider-Man no lo podía permitir. El terminar tras las rejas causó que hasta sus propios padres le desconociesen.
"Max, escucha. Yo sé lo que se siente. Lo que es ser molestado y humillado. Pero esta no es la manera. Debes ser mejor que ellos. ¡Todavía tienes la chance de reconstruir tu vida una vez salgas de prisión!"
"Tú no sabes lo que se siente. ¡Nadie sabe lo que se siente ser así! Ser un monstruo. No poder tocar a otros sin temer freírlos."
No podía decir que no sentía pena por él. Pero lo único que podía hacer era molerlo a golpes y patadas con unos guantes y botas de gomas equipados, para luego utilizar un toma-corriente que le dejase drenado y privado de su energía. Con eso hecho, ya solo me quedaba dejarle envuelto en telaraña como mi regalo adelantado de Navidad para la policía.
Estaba a punto de abandonar la central cuando vi que un familiar y distinguible auto volador descendía justo frente a la entrada, buscando una zona libre de nieve y de escarcha para poder aterrizar sin problemas. Una sonrisa en mis labios se dibujó bajo mi máscara apenas vi quiénes bajaban de él.
"¡Los Cuatro Fantásticos!"
"¡Spider-Man! ¡Por fin te conocemos en persona! S.H.I.E.L.D. recibió señales de una gran concentración de energía eléctrica proveniente de esta planta, y como los Vengadores estaban ocupados con una misión en Israel nos enviaron a nosotros. ¿Qué es lo que ha ocurrido?"
"¡Todo está bien, Míster Fantástico! Electro ha sido un niño muy travieso y recibirá carbón y un bonito traje a rayas esta noche. Es todo suyo si desean llevárselo."
"¡Pero mira si no es lenguaraz y creído el chico insecto, Estirado! En fin, mejor que vaya a buscar a ese rufián allí adentro."
Reed Richards y Ben Grimm. Míster Fantástico y la Cosa. Uno, de mente brillante, tenía la capacidad de estirarse hasta límites inimaginables y estaba encantado de verme; el otro, de aspecto rocoso y con una fuerza que rivalizaba con la de Hulk, no demasiado.
"Vamos Ben, no seas tan duro con él. Apenas acabamos de conocerle."
Sue Storm, apodada la Mujer Invisible. Además de poseer la habilidad que dicho apodo sugería, era capaz de crear campos de fuerza con diversos tamaños y densidades. Ella y Reed terminarían casándose un par de años después, tras tantas idas y vueltas por parte del segundo. De haber estado en la posición de Reed le habría propuesto matrimonio sin dilación. ¿Quién no querría a una mujer tan agradable y bella como ella?
"Pues a mí ya me caes bastante bien, Spidey. ¡El hecho de que hayas vencido a Electro con solo esos guantes y botas de goma a pesar de que podrías haber muerto es bastante heroico!"
"¡Vaya! Gracias."
Johnny Storm, también conocido como la Antorcha Humana. Capaz de rodear su cuerpo en llamas, volar y lanzar bolas de fuego, haríamos equipo entre los dos en más de una ocasión, especialmente cuando el mundo estuviese en crisis. Nunca olvidaré aquella vez en la que me ayudó a construir aquel inútil y chillón vehículo llamado el Spider-Móvil para luego terminar haciéndolo estallar mientras perseguíamos torpemente con él a Demonio Veloz a través de la ciudad. Qué jóvenes e imprudentes éramos en aquellos años.
"Oigan, me avergüenza pedirles un favor como este pero, ¿creen que podrían llevarme con ustedes para dejar al Señor Estática con los hombres de azul? Necesito regresar temprano a mi hogar, y viendo que he usado todo lo que quedaba de mi fluido de red para amarrar a nuestro amigo me esperan tres horas de regreso a pie."
"No tienes por qué avergonzarte, hijo. Con gusto te dejaremos donde necesites. Como Johnny siempre prefiere volar, contamos con un asiento extra en el Fantasti-Car. Además salvaste New York entera de un apagón repentino. Considéralo nuestro regalo de Navidad."
El ir en el Fantasti-Car me ayudó a cubrir la distancia entre la planta de energía y mi barrio. Habiéndome despedido de los Cuatro Fantásticos y con mi cámara a reventar de fotos de Spider-Man contra Electro que podría vender al gruñón de Jonah al día siguiente, me dispuse a esconderme en el patio trasero de mi casa para proceder a cambiarme, no sin antes cerciorarme de que nadie en mi vecindario había visto a mi otro yo circular por allí. Y cuando finalmente estuve preparado, di la vuelta para ingresar por la puerta de calle.
Mientras giraba lentamente la perilla, lo único en lo que podía pensar era la decepción que me causaba el no haber podido asistir a la fiesta de navidad que Harry había organizado en su casa con el permiso de su padre, habiendo invitado a todo nuestro curso. Era mi oportunidad para pasar tiempo con mi mejor amigo y finalmente ser considerado alguien popular, y la había desperdiciado solo por salir en mallas a tomar frío y a hacer lo correcto. Mi único consuelo era que por lo menos tía May y yo estaríamos juntos como cualquier otra nochebuena.
"¡Peter, tesoro! ¡Al fin has llegado! ¡Comenzaba a preocuparme!"
No existen palabras que describan lo sorprendido que estuve al ver que tía May no era la única que había estado esperándome.
"¿Gwen? ¿Capitán Stacy?"
"Hola, Petey."
"Feliz navidad, Peter. Este año he podido tomarme el día libre, así que Gwendy y yo pensamos que les vendría bien algo de compañía en esta noche tan especial."
"Espero que haya más que lo que veo en esa mesa."
Sonreí mientras giraba la cabeza hacia atrás. Reconocería aquella voz en cualquier lado.
"¡Harry! Pero creí que..."
"Sí, bueno, cancelé la fiesta. Tenías razón Pete, era una mala idea. Y de todos modos, aquellos que se ponen a contar cuánto dinero traigo en mis bolsillos no son mis amigos."
Tía May corrió a estrechar la mano de Harry apenas me oyó mencionar su nombre.
"¡Harry Osborn! Qué agradable sorpresa. Peter me ha hablado mucho de ti, querido. Es un placer."
"El placer es todo mío, tía May. Lamento que mi padre no haya podido venir. Me habría gustado presentárselos, pero suele estar muy ocupado en estas fechas."
"Oh, no te preocupes jovencito. Estoy segura de que ya llegará el momento para ello. Por favor toma asiento. Llegas justo a tiempo."
No tenía ni idea ni sospecha alguna en aquel entonces, pero sería la primera y última nochebuena que pasaríamos todos juntos. Mas lo único que quería en aquel momento era disfrutar el momento con las personas que más me importaban. Las horas pasaron volando tan rápido que no pude evitar entristecerme cuando llegó el tiempo de despedir a todos en la puerta de calle.
Harry fue el primero en irse. Había recibido una llamada urgente por parte de su padre, que exigía saber en dónde estaba. Y al cabo de un rato le tocó al capitán y a Gwen decir adiós.
"Me alegra saber que ese avaro de Jameson te esté pagando más últimamente. Pero desearía que no tuvieses que pasar tanto tiempo fotografiando a ese lunático enmascarado de Spider-Man. ¡Arriesgas demasiado tu vida solo por unos cuantos billetes verdes! No dejo de temer que algo malo pueda llegar a pasarte."
"Necesito el dinero, Gwendy. Sin él no podré ayudar a tía May con las deudas, y Jameson paga bien. Además no tienes nada de qué preocuparte, es solo por un año más. En cuanto nos hayamos graduado buscaré un trabajo mejor. Te lo prometo."
"Bueno, si tú lo dices. Es solo que a veces me preocupo por ti, Petey. Desde que tu tío murió has actuado muy extraño, y siempre andas mucho tiempo afuera. Y cada vez que nos vemos, ya sea aquí o en la escuela, te veo más cansado. Te conozco mejor que nadie, y sé que te importa mucho May. Pero no quiero que termines exhausto."
"No te aflijas, lo sé. Pero créeme, estoy en excelente forma."
Permanecimos callados unos segundos, con el lejano soplido del viento del norte y las animadas voces de tía May y del capitán Stacy, que conversaban delante nuestro, haciéndonos compañía. No sabía exactamente qué tópico de conversación sacar para tranquilizar a Gwen. De pronto, ella volvió a hablarme.
"Peter…"
"¿Sí?"
Noté duda y miedo en su tono de voz y en su rostro mientras retrocedía. Fue por un ínfimo segundo, antes de que una sonrisa afable y cariñosa fuese formada por sus labios. Pero los noté.
"Olvídalo. Puede esperar. Bueno, creo que es hora de retirarnos. Solo prométeme que tendrás cuidado."
"Lo prometo."
Y de pronto sentí un leve pero perceptible calor en mi cara, seguido de un poco de estática. Ella me había dado un pequeño beso en la mejilla derecha para luego apartarse y volver a sonreírme, ruborizada.
"Feliz Navidad, Peter."
Mi temperatura corporal subió exponencialmente mientras la vi alejarse y subir al asiento trasero del auto de su padre. Mi corazón latió con mayor rapidez que cuando me balanceaba entre los edificios, y de pronto ya no sentía ni el frío ni la constante caída de la nieve. Lo único que pude hacer mientras veía al coche patrulla desaparecer al doblar una esquina más adelante fue sonreír embobado.
"Feliz Navidad, Gwen."
Y sin mucha más dilación procedí a cerrar la puerta de calle detrás de tía May y de mí. Había sido la mejor navidad que había tenido desde la última que había pasado con el tío Ben.
