Almas gemelas

En vista y considerando que tengo demasiados fics inconclusos que están en mi pc y mi cabeza, he disidido continuar con esta, hasta donde llegue.

Les doy las gracias a quienes me han dejado sus comentarios, no los recuerdo a todos, por eso no les nombro, pero les aseguro que los tengo presentes y les dedico este capítulo.

Por cierto, les invito a visitar mi fotolog de estos chicos bonitos y me dejen su mensaje en para poder ir cambiando las imágenes más seguido.

La visita al abuelo

El vuelo a Luxemburgo fue bastante tranquilo, aunque a Dúo le pareció terriblemente aburrido, en especial porque Heero se había recostado en el asiento y se había dormido todo el viaje, recostándose luego en su hombro. Era extraña la sensación, lo admitía, de su respiración en su cuello, el suave calorcito parecía revolverle el estómago en un montón de maripositas bailarinas que le hacían cosquillas, pero se mantuvo quieto.

Una voz señaló que estaban por aterrizar, así que despertó a Heero para que se colocara el cinturón de seguridad. Este se enderezó respirando profundo para luego darle un beso en la mejilla antes de sentarse bien y abrocharse el cinturón.

- Perdona que me haya dormido, es que los viajes me aburren y prefiero dormirme, lo hago ya de forma inconsciente.

- No importa – le sonrió tratando de tranquilizarse.

- Pero debiste aburrirte de lo lindo – le tomó la mano – soy un pésimo acompañante de viaje.

- Pues fue agradable verte dormir – le sonrió sonrojándose – pero deberías contarme cosas de ti, se supone que somos novios y no sé nada más que tu nombre y que eres uno de los posibles herederos al trono.

- Bueno, aparte de eso, estudié ingeniería en informática y ciencias de la comunicación – suspiró – soy uno de los solteros más cotizados de Europa, perseguido por los paparazzis por casi todos lados y, por si no te has dado cuenta, soy gay – le guiñó un ojo – toda mi familia lo sabe, así que no habrá problemas con que te lleve conmigo. Excepto por una cosa, mi madre se pone furiosa cada vez que alguien habla de mi "anormalidad", así que no digas ni por si acaso que eres gay o algo parecido, simplemente llámame por mi nombre.

- Espero que tu madre no me reciba a balazos como hizo mi abuela contigo – le dijo sonriendo apretando sus dedos – cambiando de tema, ¿cómo me recibirá tu abuelo? Porque supongo que le has dicho que me llevas contigo.

- En realidad, no, sólo le dije que al fin había encontrado mi otra mitad.

- Pero eso ¿no es mentirle a tu abuelo?

- Tal vez, pero se escuchaba tan feliz con la noticia que no tuve corazón para decirle que su amado estaba muerto – suspiró y ambos miraron el reflector que decía que ya habían aterrizado – pero se pondrá contento al verte.

- Pues si me llevas a casa como tu novio, tu madre se pondrá furiosa.

- Bueno, es que yo vivo con el abuelo, no con mis padres – se puso de pie – vamos, no te preocupes tanto, no vas a tener que soportar a tu suegra porque mi abuelo no vive en la ciudad y a mi madre no le gusta ir allá porque dice que se aburre – Dúo lo siguió y ambos bajaron del avión rumbo a la aduana y recoger el equipaje.

- Creo que se parece un poco a mi abuela.

- Quizás tengas razón – sonrió – mi madre siempre ha sido celosa hasta de la sombra de mi padre, por lo tanto también lo ha sido conmigo.

- Supongo que ella sabe lo de tu abuelo.

- Sí, hace diez años él nos lo confesó todo, en especial que quería volverlo a ver, así que mi padre, que iba por negocios a Estados Unidos, hizo el contacto y volvieron a verse. Por supuesto, el abuelo nos hizo prometerle a mi padre y a mí que no le revelaríamos a mi madre el nombre de su amado, la conoce muy bien, sabía que armaría quién sabe qué soberano escándalo, pero ahora ya no le podrá hacer daño.

- ¿Y no tienes más familia?

- No, mi abuelo dice que estaba muy, pero muy deprimido cuando hizo a papá y que nunca sintió la necesidad de volver a dormir con la abuela.

- Tu abuela no debe de haberla pasado muy bien.

- Supongo que no, pero no pasaba mucho tiempo en casa, prefería por sobre todo pasarla en la capital, en fiestas de alta sociedad, o en los salones de beneficencia – se encogió de hombros – pero el abuelo siempre ha dicho que ella sabía lo que era cuando se casaron.

- Mi abuela ha vivido amargada, hasta hace poco yo desconocía la razón, pero es que creo que ella amaba al abuelo con esa clase de amor obsesivo, de ese que lo quieres para ti, no importa si no es feliz contigo.

- Mejor nos apuramos – le dijo en voz baja tomando tanto su pasaporte como el del trenzado –hay periodistas por aquí y no quiero que sepan que salí y entré al país – lo tomó del brazo y lo guió a la salida.

- Debe ser difícil llevar una vida normal siendo una celebridad.

- Ni que lo digas – dijo abriendo la puerta de la limosina que se detuvo a su lado – llévanos a la casa del abuelo, Hugue – ordenó y subió el vidrio polarizado que los separaba del chofer – tranquilo, Dúo, mientras no salgamos a la ciudad, no habrá problemas.

- Yo quería aprovechar de conocer la ciudad – suspiró mirando por la ventana.

- Pues donde vive el abuelo hay un pueblito muy pintoresco, allí nadie sabe quienes son los Yuy en realidad, podremos visitarlo cuando quieras.

- Gracias, Heero, pero quizás yo pueda venir a la capital por mi cuenta...

- Dúo mío, estás olvidando que aquí eres mi novio, al menos delante de mi familia ¿cómo crees que reaccionaría el abuelo si te marchas solo tal como lo hizo tu abuelo?

- No había pensado en eso – se acomodó en el asiento – lo siento, pero es que quería tener unos cuantos recuerdos de este lugar.

- Siempre hay formas de adquirir los recuerdos que quieras – le dijo malicioso.

- No me refería a eso – le dijo todo rojo.

- ¿Y a qué se supone que me refiero yo? – siguió en el mismo tono.

- No estoy muy seguro – dijo al fin – pero me parece que tus palabras no son nada de inocentes – agregó.

- Está bien, está bien – se rió – pero se supone que somos amantes, así que te verás obligado a compartir la habitación conmigo ¿cómo sé si no te tiento en una de esas y adquieres ese tipo de recuerditos?

- Siempre y cuando no me embaraces – le dijo sonriendo también.

El resto del viaje Dúo se dedicó a contarle todo tipo de cosas, desde que había estudiado ingeniería mecánica y que tenía un curso de auxiliar de enfermería, hasta que le gustaba hacer figuras de greda, también le contó del único novio que había tenido, claro que él jamás le había permitido a Solo pasar de los besos, ya que sabía que este tenía una larga lista de conquistas y primero quería saber si no iba ser uno más en su lista, pero cuando este se dio cuenta que pretendía algo más, un día desapareció y no supo más de él hasta que le contaron que se había muerto de SIDA.

- Gracias a Dios, nunca me dejé llevar por sus impulsos, sino ahora sería uno más de las víctimas de ese mal ¿no crees?

- Tienes razón – lo abrazó – y quizás no estuviésemos juntos ahora – miró hacia afuera y le señaló el paisaje – estamos por llegar, de seguro el abuelo nos estará esperando en la terraza con té y pasteles.

- Una dulce bienvenida – se acomodó en su hombro – pero creo que el cambio de horario comienza a afectarme.

- Bueno, después del té podrás descansar a tus anchas, aunque de seguro el abuelo querrá saber muchas cosas de ti.

- Estoy muerto de sueño – bostezó.

- Debiste dormir durante el vuelo – le acarició la mejilla.

- Los vuelos me ponen nervioso – se acomodó mejor – y nunca he podido dormir sentado o sobre algo que sirva para estarlo, por muy cansado que esté.

- Eres toda una contradicción, Dúo mío – le dijo – porque te estás quedando dormido en el asiento de un automóvil.

- Me estoy quedando dormido sobre el pecho de mi novio – lo corrigió.

- Buen punto – sonrió – pero ya casi llegamos, no tiene caso que te duermas, ya podrás hacerlo en una cama.

- Que bueno, porque no sirves mucho de almohada, estás muy duro – le dijo haciéndole cosquillas en el costado – estás muy flaco ¿sabes?

- Estoy perfectamente así – le dijo un tanto ofendido.

- No, te falta un poquito de relleno – le acarició las costillas – no digo que engordes, pero un poquito más de carne no te vendría mal.

- Hago demasiado ejercicio como para poder engordar – suspiró – fui campeón olímpico de argollas y paralelas en cuatro ocasiones y ahora doy clases de gimnasia en la escuela local.

- Pues eso no me lo habías dicho ¿te imaginas que alguien menciona algo así y yo no tengo ni idea?

- Podemos excusarnos diciendo que nos hemos estado conociendo de otras formas – le dijo mientras este se enderezaba la ver la reja de metal labrado – estamos en la casa del abuelo – explicó al ver su cara – no es que temamos por nuestra seguridad, pero esta casa fue construida durante el tiempo de la guerra y el abuelo nunca quiso modificarla, él la suele llamar algo así como Deathscythe, dijo que significaba sombras de muerte, pero a la abuela no le gustó mucho la idea, dijo que el nombre le hacía pensar en un campo de concentración y el abuelo le dijo que así eran.

- Él estuvo confinado en uno si mal no recuerdo.

- Sí, pero el abuelo no habla nunca de eso, dice que de solo recordarlo tiene las peores pesadillas que te puedas imaginar.

- Supongo que sí, mi abuelo señalaba en su diario que le costó mucho tranquilizarlo luego que lo rescataron, que tenía muchas pesadillas que lo hacían llorar por las noches, que fue horrible lo que le hicieron allí.

El vehículo se detuvo frete a una alta puerta de madera, Heero se bajó tendiéndole la mano a Dúo que trataba de recomponerse un poco, pero que no conseguía quitarse la cara de sueño.

- A esta hora estaría echándome un buen sueñito – suspiró.

- Pobre amorcito – lo abrazó – después del té podrás dormir hasta mañana si quieres, es mejor que te acostumbres un poco antes de presentarte al resto de la familia – lo besó en la mejilla.

- Joven Heero – le dijo un anciano que parecía ser el mayordomo – su abuelo les espera en la terraza.

- Gracias, Paige, pero primero llevaré a Dúo a la habitación para que se refresque un poco.

- Por cierto, joven Heero, su madre se escandalizó cuando supo que venía con su novio y ha pedido que le preparen una habitación lejos de la suya.

- Pues no estoy de acuerdo, Dúo se quedará conmigo mientras esté en esta casa – le dijo – si él quiere, puede usar la habitación de al lado, pero no más lejos que una pared de por medio ¿verdad?

- Estoy de acuerdo, ella debería preguntar antes de tomar una decisión así.

- Lo mismo dijo el Señor Heero y hubo una discusión esta mañana, que de seguro sabe quien ganó, por lo que sus padres se fueron a la capital y no van a regresar hasta dentro de una semana.

- Está bien – sonrió de nuevo – así podrás acostumbrarte a tu nuevo hogar, corazón mío.

- Vamos, quiero conocer a tu abuelo – lo empujó suavemente hacia la casa, algo avergonzado.

- Una cosa más, joven Heero – le dijo el hombre mayor mientras Heero subía las escaleras rumbo a su alcoba – la señorita Silvia dijo que vendría a verlo mañana, que necesitaba hablar con usted.

- Esa mujer no se da por vencida – suspiró molesto.

- ¿Quién es ella?

- Silvia Noventa es una de las tantas mujeres que consideran que seré el mejor de los maridos una vez que me quite las "rarezas" como las llama mi madre, su abuelo fue soldado en la guerra y está muy bien catalogado, pero a mí no me interesan las mujeres.

- ¿Y le has dicho a ella la verdad?

- Muchas veces, pero ella no me cree, dice que son inventos míos para no casarme. Además, cuenta con el apoyo de mi madre, aunque el abuelo insista que debería velar más por mi felicidad que porque le dé nietos.

- ¿Y tu padre?

- Bueno, mi padre es casi un cero a la izquierda con respecto a mi madre – abrió una puerta – ya te darás cuenta en cuanto los conozcas.

- Que bonita vista tienes – le dijo avanzando hacia el balcón – mañana me llevarás a conocer el pueblo ¿verdad?

- Claro que sí – le sonrió – ese es al baño, si quieres refrescarte.

Dúo entró en el baño y se miró al espejo, tenía un aspecto de agotado, pero de seguro después de descansar un poco estaría en excelentes condiciones, quizás pudiera hablar con el abuelo y comenzar a narrar una nueva historia de amor para ellos.

- Dúo, no te vayas a quedar dormido en el baño – lo llamó y el trenzado se mojó la cara antes de salir.

- Heero, ¿no crees que le afecte mucho a tu abuelo el verme? Digo, sé que soy igualito a mi abuelo y como él falleció, quizás fuera perjudicial para su salud – le dijo caminado por la habitación hasta colocarse junto a él – no me gustaría hacerlo sufrir sin necesidad, a mi abuelo no le habría gustado aquello, por mucho que quisiera que nuestras familias se juntaran. Además, sería terrible para mí si algo le pasa, me sentiría culpable por el resto de mi vida y eso tampoco le gustaría nada a mi abuelo, después de todo siempre fui su consentido...

- Dúo, cállate – le dijo divertido – el abuelo es un hombre fuerte, recuerda que sobrevivió a un campo de concentración.

- Si, lo sé, pero en ese tiempo era joven y soñaba seguramente con regresar a los brazos de mi abuelo, el que ahora no va a estar con él.

- Quizás tengas un poco de razón – le concedió – pero si fue capaz de sobrevivir más de 50 años de separación es posible que soporte el golpe.

- No quiero que la impresión lo mate.

- Mi abuelo tiene un corazón de oro – le sonrió – pero es muy fuerte, verás que lo soportará muy bien.

/Al ver aquella pequeña imagen, mi corazón pareció abrasarse con un extraño sentimiento, era algo nuevo para mí ya que pensaba, hasta el momento, que jamás me podría gustar un hombre, pero aquel muchacho era tan hermoso que hubiese llegado al mismo infierno con tal de conocerle, de escuchar su voz que debía ser como la música que dicen hacen los ángeles. Y también tenía curiosidad por saber de qué color eran aquellos grandes ojos que debían ser las ventanas de su alma por lo hermosos y expresivos que se veían.

Pero he mantenido una cara impasible, no quiero que nadie sepa que me enamoré de una fotografía, pero aquel muchacho americano llamado Dúo Maxwell tiene algo que presiento llenará mi vida para siempre, pero vaya a saber si él llega a sentir algo semejante por mí, después de todo somos tan distintos, venimos de dos culturas tan dispares...

En fin, hemos averiguado que los Nazis atacaran el pueblo en que los tienen sitiados al amanecer, así que nos hemos repartido a las personas que vamos a sacar del desastre que más que seguro que hagan los alemanes. Yo lo escogí a él sin mostrar emoción, pero creo que Quatre me ha descubierto, igual que Trowa, pero ninguno de ellos ha dicho nada al respecto.

El plan es sencillo, quizás un poco infantil, pero nos hemos dado cuenta que los nazis hacen las cosas sin un plan de respaldo por si las cosas no resultan, así que tenemos algo a favor. Además, no creo que hayan estudiado bien las vías de escape de la ciudad.

Sólo espero que el corazón no me traicione cuando esté delante de mi hermoso ángel, que la voz no me tiemble y no se me vaya a ocurrir quedarme idiotizado mirándolo como le pasó a Trowa la primera vez que vio a Quatre.

Por cierto, somos un grupo reducido, pero de distintas nacionalidades. Yo, por ejemplo, soy japonés; Quatre es árabe, Trowa es Italiano, Adams es británico...

¿Cómo es que funcionamos? Aún no lo descubro, pero supongo que es a causa de nuestra amistad, cada uno está marcado por el deseo de detener a los nazis antes que se adueñen del mundo.

Ahora dejó de escribir porque si no duermo no podré ayudar a Dúo a salir de la ratonera en que lo tienen los nazis./

Dúo leyó el libro y luego volvió la mirada hacia el anciano Heero que asentía triste. Desde que le dijeran que su abuelo había muerto una extraña sombra se había estacionado en su mirada azul oscura, un poco más tirada a púrpura que los de su nieto. Se habían agradado mutuamente, pero Dúo sospechaba que él ocultaba sus lágrimas cada vez que lo veía.

- Te pareces mucho a mi querido Dúo – le dijo – excepto por la forma de vestirse, el siempre andaba vestido de negro cuando no estaba de soldado – le mostró una foto – así solía vestirse, le gustaba hacerse pasar por sacerdote y así evitaba que registraran nuestras cosas cuando pasábamos por algún pueblo controlado por los nazis ¿a que era guapo? – sonrió con nostalgia.

- Mi abuelo no tenía fotos de estas – le dijo.

- Sería porque él no sabía que se las había sacado – sonrió – recuerdo que así estaba vestido cuando me rescataron del campo de concentración – se rió – nunca pensé que un sacerdote fuera capaz de decir tantas palabrotas juntas, hasta que me di cuenta de quien se trataba.

- Me imagino que debe de haber estado furioso, yo vi las fotografías posteriores y de algunos otros sobrevivientes, parecían verdaderos esqueletitos ¿cómo puede haber gente tan mala en este mundo?

- Lo mismo me dijo Dúo mientras me ayudaba a salir de la cámara de gases, me dijo que ahora él se encargaría de cuidarme, que en sus manos yo florecería ¿quién iba a pensar que sólo sería por unos meses?

- Abuelo, sabemos cómo escaparon de los nazis y, según el diario de Dúo, unas cuantas cosas de tu rescate, pero nada concreto.

- Bueno, Dúo se dedicaba a escribir su diario por las tardes cuando pensaba que nadie lo miraba, pero yo estaba siempre conciente cuando dejaba mis brazos. Una vez le dije para qué lo hacía y me dijo que así haríamos una novela de amor – suspiró triste nuevamente – vi que al principio se presentaba como un agente externo a la narración, pero cuando le pedí que fuera mi pareja lo cambio, empezó a escribir en primera persona porque quería plasmar nuestra felicidad en sus hojas.

- Pero tú también tienes un diario de esa época.

- Cierto, pero yo lo llevaba para matar el tiempo y luego lo hice para tratar de mantener un poco de cordura esperando la hora que me mandaran a la cámara de gases.

- ¿Qué tal si nos cuenta un poco más de cómo conoció a mi abuelo?

- Bueno – dijo pensativo – recuerdo con claridad esa noche, pero todo quedó impreso en una de las hojas sueltas del diario, claro que las escribí en japonés porque los nazis revisaban todo lo que teníamos.

- Vas a tener que leérnosla, abuelo – le dijo Heero sentado en uno de los sofás individuales.

- ¿Sabes? Creo que eres un poco frío con tu novio – y Dúo se sonrojo.

- Es que no quiero distraerlo – le explicó.

- No es excusa, así que siéntate con él.

- Er, mejor que no – dijo Dúo – lo siento cerca y me pongo... nervioso, eso.

- Me extraña de Heero, normalmente todos quieren acercarse a su calor.

- Pero es que a mí me quema – dijo desesperado.

Una risita resonó en la sala y luego una chica se acercó a ellos.

- Paige me dijo que habías llegado y que estabas con tu novio en la sala con el abuelo, pero, por lo visto, no te quiere cerca.

- Pues te diré, querida Silvia, que Dúo está aquí para entrevistar al abuelo aparte de estar conmigo – se puso de pie y se dejó caer al lado de Dúo – él me quiere mucho, más de lo que tú me podrás querer nunca ¿verdad, cielo?

- ¡Ay, si, como tu mamá lo va a aceptar así como así! – se burló – te convendría más casarte conmigo.

- Tú sólo quieres a mi Heero porque es uno de los herederos al trono.

- ¿Y qué sabes tú, remedo de... – lo miró de arriba abajo – hombre?

- ¡No te metas con Dúo! – le dijo Heero perdiendo la paciencia poniéndose de pie – si le gusta a mi mamá bien y si no, lástima por ella, porque de todas maneras me voy a quedar con él, le moleste a quien le moleste. Además, esta es la casa del abuelo.

- Y, según yo recuerdo – dijo el hombre mayor – te he dicho cientos y miles de veces que no me agrada que te aparezcas por aquí sin haber solicitado una entrevista con mi nieto primero, así que te voy a pedir que amablemente te retires de mi hogar.

- ¡¿Cómo puede aguantar que su nieto se convierta en un marica! – chilló furiosa pero se fue al ver la mirada asesina de Heero.

- Que chica más molesta.

- ¿Qué tal si mejor nos olvidamos de ella y seguimos con lo nuestro?

- Eso suena un pelín indecente – le dijo Heero sentándose de nuevo rodeándole los hombros – ¿no lo crees así, abuelo?

Pero el abuelo lo ignoró y sacó las hojas que antes le mencionara a Dúo, en ellas estaba impreso todo el dolor de haber conocido y perdido aquel ser tan bello que conoció por escasas horas, al menos eso pensaba en ese tiempo.

/Estoy herido, pero no es nada grave, sé que si muero, no será a causa de una bala loca que me rozó el hombro mientras trataba de proteger al ángel que debía rescatar de aquella ratonera.

Según los pronósticos del centro meteorológico de los nazis, esa noche nevaría, pero ellos jamás hacen caso de este tipo de cosas y bombardearon de fuego el viejo edificio sitiado, de manera que el humo obligara a sus ocupantes a abandonarlo si no querían morir asfixiados.

Usando el sistema de alcantarillado, cada uno de nosotros entró al edificio siniestrado, yo me acerqué al único trenzado que había en el lugar suponiendo que se trataba de él, Dúo Maxwell. Le hablé con mi pésimo inglés y le dije que me siguiera, luego le pregunté si hablaba español y me dijo que sí, así sería más fácil comunicarnos. Me preguntó quien era y yo no fui capaz de decirle mi nombre, los americanos son renuentes a aceptar a los japoneses, aunque desconozco el motivo. Luego me dijo que era la persona que yo buscaba y salimos por las alcantarillas con el agua helada hasta las axilas, no podíamos nadar porque los soldados buscaban sobrevivientes y el capoteo podía alertarlos. Avanzamos lentamente por los canales con el agua cada vez más helada, al fin comenzaba a nevar, así que le dije que nadáramos para no morir congelados.

Sentía algo muy extraño al tenerlo tan cerca, aún el hielo en el agua no podía evitar que sintiera calor en mi interior, quería ver sus hermosos ojos con tanta ansiedad, pero sabía que debía esperar que amaneciera para voltearme a mirarlo, pronto estaríamos a salvo y en nuestra base y con ropa seca ¿sería tan hermoso como aparentaba en la fotografía? Claro que algo había vislumbrado de su apariencia entre el humo, pero lo mostraba distorcionado.

Llegamos nadando hasta el punto en que el agua ya era demasiado baja como para seguir nadando, se veía a los costados pequeñas plataformas que nos permitirían transitar hasta la salida.

- Debemos hacerlo con cuidado – le dije y lo ayudé a salir del agua – quítate las botas, te molestaran al caminar.

- Pues me siento helado – se quejó tratando de escurrir un poco la ropa notando como una delgada capa de hielo comenzaba a cubrir el agua que corría por las alcantarillas – ¿seguirá nevando?

- Ya lo sabremos, no falta mucho – le dije tomándolo de la mano de nuevo y guiándolo hacia la salida.

Dúo era realmente hermoso, lo podía ver ya que la luz le daba de lleno, su largo cabello trenzado escurriendo agua de un hermoso color chocolate, un poco más bajo que yo, su piel clara y sus ojos, esos que tanto llamaron mi atención desde la foto, eran de un intenso color violeta.

- ¡Vigilen las salidas de las alcantarillas! – escuchamos gritar a los soldados.

- Diablos, alguien los alertó – dije molesto y me asomé a la salida de la alcantarilla – no podemos subir, deberemos lanzarnos al río.

- Si, señor – me sonrió y ambos nos asomamos a la boca del alcantarillado.

- ¡Allí hay dos! – y cientos de disparos cayeron sobre nosotros.

Di un violento gemido, pero ya estaba en el agua y él me imitó tratando de nadar hacia mí.

- No, Dúo bonito, huye.

- ¡No me iré sin ti! – me dijo.

- Sigue la corriente y entrégales esto – le metí dentro de la camiseta un sobre resistente al agua – sálvate.

- Pero ¿Y qué va a ser de ti? – gimió viendo que el agua junto a mí se teñía de rojo.

- Huye y sálvate, Dúo bonito – lo empujé hacia donde la corriente era más fuerte zambulléndome hacia el otro lado mientras las balas seguían cayendo sobre nosotros, al menos él y la información estarían a salvo./

- Es más o menos lo que dice mi abuelo en su diario – dijo el trenzado al ver que detenía su lectura – a él también le llamó mucho la atención sus ojos.

- Si, me preguntó por qué tenía tan bonitos ojos, si se suponía que los orientales tenemos los ojos castaños – sonrió – yo le conté que mi padre tenía los ojos del mismo color y el cabello castaño, que por eso era tan diferente. Sin embargo, yo no le conocí, él era británico y se fue del lado de mi madre cuando ella me estaba esperando y jamás volvió a saber de él.

- Pero, ¿tú no tuviste curiosidad de conocerlo? – le dijo Heero.

- Por desgracia, lo conocí – suspiró – mientras estaba en prisión esperando que Dúo enviara por mí, fue uno de los que peor me trató.

- Y supongo que no le dijiste que eras su hijo ¿verdad?

- Ya de por sí era cruel en su trato conmigo – negó con la cabeza – pero antes de morir me pidió que fuera a verlo, allí me enteré que tenía cuatro medio hermanos, dos de ellos mayores que yo. Claro, yo no le iba a decir nada, después de todo se suponía que me quería pedir disculpas en su lecho de moribundo, pero insistió en querer saber mi nombre.

- Al final ¿supo quién eras? – le dijo Heero asombrado.

- No, le di un nombre falso para que pudiera morir en paz, no creo que le hubiese agradado saber que había mancillado la honra de su propio hijo.

- ¿Y el resto de la familia supo la verdad?

- No, aunque el mayor de mis medios hermanos sospechaba algo, estuvo investigando el tiempo que él vivió en Japón como embajador y supo que había estado viviendo con una mujer japonesa, intentó localizarla, pero mi madre murió poco antes que yo me viniera a Europa y no pudo localizar a nadie que supiera qué había sido de ella luego que mi padre se marchó.

- Tu vida se ha visto de tragedia en tragedia, abuelo.

- Pero ¿por qué no les contó nada?

- No se debe mancillar la honra de un hombre muerto. Además, si él no les contó nada, fue porque no les tenía confianza.

- Tal vez temía perder a su familia si se atrevía a decirles que había estado viviendo con una mujer y que la había dejado embarazada – dijo Dúo.

- Y por lo mismo no volvió a buscarles.

- No me interesaron entonces sus motivos, ni los quiero conocer ahora, simplemente sé que fue mal esposo, mal amante y mal padre.

- Olvidemos esa parte – dijo Dúo – no nos sirve para la historia principal, sigamos con lo del campo de concentración.

/Luego de separarme de Dúo, nadé hacia la orilla contraria, pero el hombro me molestaba debido a la herida, sabía que allí los nazis podrían atraparme con mayor facilidad, pero debía llamar su atención para que mi ángel se pusiera salvo. Sin embargo, no llegué muy lejos, porque una bala me dio en la pierna y caí, por lo que al poco rato me encontraron los malditos.

Fui llevado a rastras a donde estaban los superiores, era una casucha de metal muy helada y me sentaron frente a una mesa con las muñecas amarradas a mi espalda, sentía que la sangre corría lentamente por mi brazo y mi pierna, pero a ellos poco parecía importarles si moría desangrado.

Pero dentro de los nazis hubo un alma compasiva que curó mis heridas mientras llegaba el grupo encargado de interrogarme, quizás porque no podría responder sus preguntas si estaba muerto. También me trajo de comer, yo no me había alimentado desde que salí del campamento decidido a rescatar a Dúo de donde estaba.

Al poco rato llegaron varios hombres, a mi parecer altos oficiales, gritando órdenes en alemán y comenzaron a interrogarme. Querían saber quien era, a qué ejército pertenecía, que hacía con el soldado que escapó, cosas así, pero yo me hice el que no entendía ni media palabra respondiendo siempre en mi lengua natal. Aquello los hizo perder la paciencia, así que llamaron a los de la SS para que me interrogaran.

Eran dos tipos enormes, casi como roperos de dos cuerpos, con unos negros maletines de cuero, de allí sacaron dos enormes jeringas y un líquido transparente.

- Esto te hará hablar – me dijeron como si yo no hubiese sospechado ya que se trataba del suero de la verdad.

Uno de ellos me tomó con fuerza el brazo izquierdo y el otro me inyectó, dijeron algo acerca de esperar que hiciera efecto y yo comencé a pedirle al Dios que me escuchara que hablara en un idioma que ellos no comprendieran, que no por salvar mi vida fuera la perdición de muchas otras. Y al parecer me escuchó, ya que tan pronto empezó a hacer efecto, perdí toda noción de mí, los oía hablar a mi lado, pero no comprendía nada y seguía repitiendo en mi lengua ¿sería tanto mi enamoramiento? "No les entregaré a mi ángel", cosa que los enfurecía sobre manera, me dieron de golpes, pero ni así consiguieron lo que querían, fue peor ya que por ello perdí toda razón y tuvieron que aturdirme.

Y aquí estoy, encerrado en una celda, con una hogaza de pan y un poco de agua, esperando mi condena. Sé que voy a ser enviado a un campo de concentración, he escuchado a los guardias murmurarlo por días, y luego seré enviado a la cámara de gases.

Y pienso que es una verdadera crueldad no haber encontrado a mi amor.../

- ¿Qué hace este crío abrazado de mi hijo? – los interrumpió una voz femenina realmente furiosa – no me digas que te ha dado otro ataque de tus rarezas, Heero, porque esta si que no te la perdono.

- Madre ¿quieres dejar de gritar? – la interrumpió igual de molesto – y no me gusta el tono con que estás tratando a mi novio.

- ¡Tu novio! – exclamó con más fuerzas y Dúo retrocedió algo asustado.

- Cálmate, mujer – le dijo el abuelo – te vas a poner vieja antes de tiempo.

- Creo que mi padre tiene razón, Middie querida – dijo el padre de Heero – deja que Heero nos presente a su novio.

- Mira, aguanto las rarezas de tu hijo, pero...

- Dúo Maxwell, ellos son Middie y Alexander Yuy – la volvió a interrumpir Heero – y aunque no lo quieras, madre, es mi novio y final del tema.

- Pero es un chico...

- Cierto, ya me había dado cuenta de lo que es, y muy guapo, por si no te has fijado en él – lo abrazó – y si me vas a volver a salir con eso que siendo gay no voy a poder darte nietos, lo siento, me sigo quedando con mi Dúo.

- ¿Dúo Maxwell? – repitió Alexander asombrado – papá ¿no se llamaba así...?

- Si, es su nieto – asintió este – así que quiero que lo traten con respeto y cariño – miró a su nuera – en especial tú, y ya deja a Heero en paz, es su vida la que estás tratando de arruinar.

- Eso no es cierto.

- Entonces déjalo ser feliz a su manera, ya está grande para que lo controles.

- Ay, sabía que te ibas a poner de su parte – se volvió hacia su esposo – pero tú, querido, de seguro no vas a permitir perversiones bajo este techo ¿verdad?

- Middie – dijo algo temeroso – es la casa de mi padre ¿recuerdas?

- Eres un inútil – le dijo y salió de la sala dando un portazo.

- Te lo dije – Heero soltó a Dúo – no te preocupes por ella, ya se calmará, es como una tormenta, en algún momento tendrá que pasar.

- Lo malo es que ahora le va a poner más empeño en encontrarte una "esposa adecuada" – le dijo su padre sentándose junto a la ventana – pero, de todas maneras ¿qué hacían?

- Dúo va a escribir una novela de amor con su abuelo y el mío de protagonistas, así que el abuelo nos contaba su versión de los hechos.

- Vaya, espero que en el papel sí tenga un final feliz – suspiró.

- Nosotros le daremos un final feliz ¿no es verdad, amor? – lo besó en la frente y el trenzado se sonrojó – abuelo, síguenos contando.

/ Y pienso que es una verdadera crueldad no haber encontrado a mi amor para poder retenerlo a mi lado por un tiempo, sólo espero que se encuentre a salvo, que haya sido mi grupo el que lo haya encontrado y no los nazis, de puro imaginármelo en un campo de concentración, o torturado, me da escalofríos.

Y al fin vino mi sentencia, sería enviado al campo de concentración nazi en Auschwitz-Birkenau, sé que es allí donde más judíos mueren cada día, no respetan ni siquiera a las mujeres, he oído decir muchas veces que esa raza debe ser exterminada por completo.

Hoy seré trasladado al campo de concentración, por eso me han dado un poco de pan y un poco de agua, no creo que estén en buenas condiciones, pero tengo tanto apetito que igual me los comeré.

Se siente un silencio sepulcral a mí alrededor ¿qué será?

- El espía irá a morir a Auschwitz-Birkenau – escucho susurrar a uno de los guardias mientras sus pasos resuenan en el frío suelo – se irá con los judíos en el tren de la tarde – se para frente a mí como haciéndome burla – a ver si sobrevive a la cámara de gases.

Por supuesto, sigo fingiendo no entender ni jota de lo que dicen, pero tengo miedo, dicen que es natural temerle a la muerte, pero es que yo no quiero morir sin haber conocido el amor en los brazos de Dúo.

Un ruido de llaves me saca de mi ensimismamiento y siento como el soldado me saca a tirones y sin contemplaciones de la estrecha celda. Me arrastra hacia afuera y me meten en un camión que va cargado de gente, sabía que eran unos desgraciados, pero nunca pude imaginar tanto ¡Iba una mujer con un bebé en sus brazos! Ella se veía muy angustiada, de seguro no había comido en más días que yo, así que me acerqué a ella y le ofrecí lo poco que me quedaba del pan que los nazis me dieran y lo que me quedaba de agua. Me entregó al pequeño y yo pude contemplar su carita, sería un hombre hermoso si llegaba a sobrevivir, pero estaba totalmente desnutrido.

- Hans, entrega a estos corderos al tren del matadero – ordenó otro hombre en alemán y escuché a todos los soldados reírse a nuestro alrededor. Luego el camión partió sin darnos tiempo a sujetarnos, pero conseguí evitar que el bebé se golpeara contra el fondo del camión.

- Tú no eres ni judío ni gitano – me dijo una mujer mayor – ¿por qué te mandan a Auschwitz-Birkenau?

- Me acusan de espionaje – le dije de inmediato antes que pensara que me enviaban allí por homosexual, es bien sabido que los judíos son homofóbicos y ya tengo bastantes problemas con los nazis para ganarme más enemigos.

- Todos los que nos son igual a ellos son enemigos y espías – dijo otro hombre sentado más allá –y por lo tanto deben morir.

Escuché un sollozo de parte de la mujer y me arrebató al niño, ella tiene más miedo por la vida del bebé que por la suya propia, si hubiera algo que yo pudiera hacer, lo haría, pero estoy tan indefenso como ellos, encerrado como un pobre animal, sin esperanzas de rescate.

Suspiré y me dejé caer al suelo del camión, no había absolutamente nada que pudiéramos hacer y poco a poco todos nos fuimos resignando a esperar nuestro destino: morir como ratas./

- ¿Es el mismo bebé que mi abuelo menciona en su diario, aquel que le causaba pesadillas? – lo interrumpió Dúo preocupado y él asintió – Dios mío.

- No le voy a contar todo lo que teníamos que pasar día tras día allí mientras esperábamos ser los siguientes en morir – les dijo – era casi como se burlaran de mí, todos a mí alrededor eran llevados y yo seguía siendo torturado, tratando de ocultar al bebé para que ellos no lo mataran tal como a su madre, alimentándolo con lo poco que conseguíamos allí, hasta que un día ya no pude alimentarlo más, estaba tan desnutrido que enfermó y murió en mis brazos – respiró hondo – fue de lo más horrible, ya que pocas horas más tarde me llevaron a la cámara de gases, y abrieron las válvulas, quizás de forma inconsciente dejé de respirar y la aguanté lo más que pude. Pero ya comenzaba a perder la batalla cuando escuché ruidos de explosiones y el gas fue cortado y la puerta abierta de golpe, el aire frío entró a raudales y pude respirar otra vez. Pero estaba medio inconsciente cuando él me rescató.

/Ya no tenía fuerzas para resistir más, mi cuerpo negado de alimentos por semanas, el frío y el principio de asfixia se estaban llevando mi conciencia, estaba por entregarme a la muerte cuando la puerta se abrió de golpe dejando escapar el gas y permitiéndome respirar aire puro.

- Malditos nazis mal nacidos – despotricó una voz a mi lado mientras su dueño me cubría con una manta y seguía lanzándoles gruesos improperios. Abrí un poco los ojos y me asombre ¿un sacerdote diciendo tales palabrotas? Pero era perdonable, después de todo, un hombre de Dios como él no podía soportar ver semejantes cosas – en cuanto atrape a uno de esos desgraciados, le voy a sacar las tripas para afuera y lo voy a ahorcar con ellas – traté de enfocar la vista mejor, esa voz yo la conocía de alguna parte y no podía creer que un sacerdote deseara hacerlo algo semejante a una persona, por muy mala que esta fuera – salgamos de aquí antes que los aliados destruyan el edificio – me levantó con cuidado, pero sin hacer muchas fuerzas – por Dios, Heero, que flaco te han dejado, amorcito.

Entonces me di cuenta quién era mi salvador, ni más ni menos que Dúo Maxwell en persona, por eso su voz se me hacía familiar y decía tales palabrotas, pero algo se quedó rondando mi cabeza mientras me cargaba fuera del edificio ¿me dijo amorcito? Menos mal que venía oculto contra su pecho o habría notado mi rubor.

- En mis manos volverás a ser el Heero de antes – me dijo bajándome en el asiento de un vehículo de asalto – pero ahora debemos irnos, no quiero que sospechen que hemos sacado a los cautivos de Auschwitz-Birkenau mientras ellos estaban entretenidos con los aliados.

- Dúo – suspiré contento y me dejé llevar por la fatiga, confiaba en sus manos mi vida sin contemplaciones, porque lo amaba./

- Creo, abuelo, que con eso mi Dúo podrá empezar la novela – volvió a acomodar a su novio, que en medio del relato se había sentado derecho, contra su pecho – así podrás descansar un poco de nosotros.

- ¿Por qué me suena que te quieres quedar solito con tu novio? – le dijo su padre burlón – o quizás no te agrada compartir tanto tiempo su atención, ni siquiera con tu abuelo.

- No estoy celoso – le dijo muy tranquilo.

- Pues lo simulas muy bien – sonrió – ahora creo que estás enamoradísimo.

- Pues mira que no me había dado cuenta – le dijo con sarcasmo abrazando a Dúo con fuerza – vamos a descansar, has hecho bastante por hoy.

- Pero no es necesario que me aprietes tan fuerte – se quejó tratando de hacer que aflojara su abrazo – me dejas sin aire.

- Que frágil eres, amorcito – lo soltó un poco – vayamos a descansar.

- ¿Siempre eres igual de dominante, Heero?

- Pensé que era lo que te gustaba de mí, que fuera quien tomara el control.

- Pero no siempre – le dijo ruborizado.

- Anda, no te enfades y vayamos a la cama ¿de acuerdo?

- Me gustas más cuando me pides el parecer – le dijo sonriendo y se pusieron de pie – mañana empezaré a escribir, ahora, no creo que pueda.

- O que mi hijo te deje – le dijo Alexander y recibió en respuesta una mirada asesina de parte de este – nos vemos mañana.

- Padre, otra insinuación de ese tipo y te juro...

- Vamos, Heero – lo cogió del brazo y lo sacó de la sala – en realidad estoy muerto de sueño ¿te molestará mucho que me eche a los brazos de Morfeo?

- Por supuesto que no – le sonrió entrando juntos en la habitación y observó como el trenzado se sacaba los zapatos luego de sentarse en la cama – ¿te despierto a la hora de la cena? – le ofreció.

- No, si tengo hambre me despertaré solo – se recostó contra las almohadas y casi al instante estaba dormido profundamente.

Heero se acercó a la cama y tomó la colcha y lo cubrió. Le gustaba mucho, quizás sentía lo mismo que el abuelo sintió por el de Dúo hace tantos años, desde que vio aquellas fotografías que el abuelo atesoraba que esperaba encontrar a alguien así, pero nunca esperó que su sueño se volviera real.

- Lucharé contra viento y marea para que tú y yo tengamos un verdadero final feliz – le prometió apartando los mechones de su rostro con ternura antes de depositar un beso en su frente – nadie conseguirá separarnos – se apartó y se sonrió – descansa bien.

Dúo se despertó al día siguiente totalmente hambriento ya que Heero había respetado su deseo de descansar toda la noche. Y a propósito de Heero ¿era sobre su pecho donde había estado durmiendo? Se dijo al notar que algo cálido estaba bajo su mejilla subiendo y bajando acompasadamente. Eso no lo podía hacer una almohada ¿verdad?

- No sabes de la que te libraste por no bajar a cenar anoche – le dijo Heero acariciando su cabello – mi madre me montó un escándalo monumental, pero el abuelo le dijo que si no le gustaba la situación, era libre de marcharse cuando quisiera – le levantó el mentón para que lo mirara a los ojos – y mi padre, primera vez que yo recuerde, le ha dado la razón y se ha marchado a la capital sola.

- Creo que estaba más cansado de lo que pensé – suspiró – pero ahora tengo hambre ¿qué hora es?

- Mm – dijo Heero levantando su brazo izquierdo – las ocho de la mañana, hora local – sonrió – si quieres, puedo pedir que os traigan el desayuno, aunque aquí normalmente nadie desayuna tan temprano, excepto yo en época de clases – agregó.

- Como no cené, me podría comer un caballo – bostezó – pídeme un desayuno enorme ¿Si? De tipo americano.

- Y el desayuno de tipo americano consiste en...

- Ah, lo siento, es que soy muy goloso – sonrió sentándose en la cama – quiero una gran jarra de café, tostadas con mermelada, frutas, galletas, leche con cereales, ese tipo de cosas.

- ¿Y como te mantienes si comes tanto?

- Es mi metabolismo ¿sabes? Puedo comer como bestia, pero sigo igual.

- Menos mal que soy rico, sino, como te mantengo – le dijo divertido.

- Yo no voy a ser un marido mantenido ¿sabes? – le dijo algo molesto.

- Ni yo espero que lo seas – lo atrajo de regreso – sólo que me gustaría mimarte un poco ¿sabes? – lo besó en la mejilla pero un ruido los sobresaltó – de acuerdo, primero el desayuno – se rió ante el rubor del trenzado – después saldremos a pasear por el pueblo antes que te pongas a trabajar en la novela.

- Y no quiero bromas referentes a mi apetito.

- De acuerdo, de acuerdo – sonrió y se sentó marcando el número interno de la cocina, pidiendo dos desayunos enormes mientras Dúo iba al baño.

El pueblo era hermoso y pintoresco, tenía muchas cosas atractivas para los turistas, pero lo que más le gustó a Dúo fueron las artesanías en loza y piedras semi preciosas, de seguro a su hermana le gustaría mucho tener una de esas, suspiró, pero el valor era demasiado alto para que él, con el poco dinero que cargaba, lo comprase.

- ¿Te gustó algo en especial? – le dijo Heero notando la tristeza en sus ojos.

- Si, pero no me alcanza el dinero – le mostró el precio.

- Es una pieza muy delicada y femenina – sonrió Heero.

- No es para mí, es para mi hermana – se defendió un tanto molesto.

- Si quieres, lo podemos comprar a medias – lo tomó y se lo llevó al vendedor. Luego de regatear un poco, regresó con él envuelto en papel de seda – le dije que era para impresionar a mi cuñada en Estados Unidos y me ha hecho una rebaja – le mostró la nota de venta.

- Mm, te creeré por ahora – le dijo dudoso.

- No seas así, amor, lo conseguí especialmente para tu hermana – lo abrazó – piensa que es un presente para mi cuñada querida.

- Para la conventillera de mi hermana, dirás.

- Deberíamos buscar un presente para tus padres – suspiró – aunque dudo que a tu abuela la haga muy feliz el que te encuentres conmigo.

- Mi abuela fue infeliz, es por su culpa – dijo molesto – si ella no se hubiese metido entre tu abuelo y el mío por capricho, ellos hubiesen sido felices.

- Y yo no te habría conocido – le dijo – no hay mal que por bien no venga, al menos para nosotros – le levantó el mentón – y se supone que vamos a crear una historia en la que ellos sean verdaderamente felices.

- Me hubiese gustado que lo fueran de verdad – suspiró – vamos a comer helados ¿sí? – le dijo cambiando de tema.

- Eres un goloso sin remedio ¡me vas a dejar en la ruina! – le dijo burlón.

- Ah, no te quejes, tú querías un novio dulce – se rió.

Entraron en el café y Heero lo dirigió hacia una mesa en un rincón. De inmediato el mozo se les acercó a preguntar qué iban a servirse, por lo que Heero le respondió que querían la carta de los helados.

- Este café es famoso por sus copas heladas – le explicó al trenzado – enormes helados de muchos sabores, con crema, con chispas de chocolate, con salsas de diferentes sabores y galletas de todas clases...

- Basta, o no voy a saber por cual decidirme – lo interrumpió – además, parece que sabes mucho de los helados de aquí.

- Debo admitir que son mi debilidad – se sonrojó – en especial los con salsa de fresas y crema.

- Y me acusas a mí de goloso – le dijo divertido.

- Si no lo fuera, no estaría contigo ¿no te parece?

- A mí no me vas a servir en el postre – le advirtió.

- No, te prefiero de plato de fondo – sonrió – eres mucho más contundente.

- No molestes – le dijo ruborizado de nuevo.

- No te enfades – le tomó la mano – te pediré el helado que me gusta a mí, así sabrás lo que es bueno.

Dúo lo miró hacerle una seña al mozo y este de inmediato retiró la carta y anotó el helado que Heero quería.

- Se me acaba de ocurrir cómo empezar el libro – sacó una libreta de su bolsillo y un lápiz – claro que voy a necesitar algunos datos de cómo mi abuelo llegó a quedar encerrado en ese edificio en el que lo encontró tu abuelo.

- Un poco difícil saberlo, según vimos en su diario no dice nada al respecto, lo empieza cuando vio al mío saliendo de la alcantarilla.

- Bueno, pero espero que a tu abuelo no loe moleste que llene los vacío de la historia con mi imaginación.

- No creo, además, también podríamos darle un final feliz a la historia de Quatre y Trowa ¿no crees? – dejó que el mozo colocara en su mesa dos enormes copas de helado – gracias.

- Pero necesitamos la autorización de sus parientes para incluirlos en la novela.

- Me voy de dedicar a eso esta tarde mientras tu escribes.

- Genial, y cuando tenga listos las primeras páginas se las presentaremos a tu abuelo antes de continuar.

Ambos atacaron el helado y Heero vio los ojos del trenzado brillar al probar el helado y luego cerrarlos mientras lo degustaba. Una sonrisa asomó a sus labios y siguió degustando su propio helado en silencio.

/Era una tarde gris, típica de los últimos días de abril cuando el joven americano arribó a ese pueblo junto con otros tantos rebeldes. Un grupo bastante variado era en el que estaba sirviendo en ese momento, eran los restos de un batallón americano de asalto, un par de franceses, cuatro belgas y doce polacos. Pero los americanos se mantenían apartados de los otros, en especial uno de ellos. Era Dúo Maxwell un muchacho de apenas 19 años, estaba en Europa a causa de la casualidad, ya que se había subido de polizón a un barco y no supo a donde iba hasta que arribó a puerto en Marsella hace ya más de tres años. Él tenía el cabello largo, siempre sujeto en una trenza que le llegaba casi a las rodillas, de color chocolate, unos llamativos y grandes ojos de color violeta y contextura delgada. Pertenecía a las tropas de asalto del II ejército americano y no ostentaba ningún rango, pero no le importaba.

- ¡Los nazis vienen hacia el poblado! – entró gritando uno de los franceses frenético. Los franceses eran los líderes del comando y pertenecían al sistema de inteligencia de los aliados, tal vez por eso estaban tan exaltados – debemos organizar alguna clase de defensa.

- ¿Estas loco, Francoise? – le dijo el otro francés preocupado – ni siquiera tenemos municiones para aguantas un par de horas ¿cómo diablos pretendes que nos defendamos de un batallón de nazis?

- Debemos ocultarnos en algún lugar – dijo entonces uno de los belgas que mantenía la calma mientras los otros recogían con presteza las pocas cosas que tenían – no debemos dejar que se lleven nuestras cosas o averigüen cosas de nuestro comando central.

- ¿Hay noticias de la resistencia de esta zona? – dijo el francés llamado Francoise – ellos quizás nos pudieran prestar ayuda.

- Según los informes presentados, se encuentran a dos días de aquí – le dijo el joven belga – pero no sabemos cómo comunicarnos con ellos.

- Bien, sólo nos resta que ellos escuchen la radio alemana y sepan de nosotros para que vengan a tratar de rescatar los informes que tenemos – suspiró –busquemos el mejor sitio para esperarlos.

- El edificio frente a la plaza – le dijo Dúo tranquilo colocándose el casco – tiene sólo dos accesos fáciles de proteger por si tratan de entrar y las ventanas del segundo piso están demasiado altas para que traten de entrar por allí. Además, los techos de los edificios más cercanos son más bajos y están a demasiada distancia como para que consideren invadirlo por el techo.

- Muy bien, entonces nos quedaremos allí esta noche./

Heero asintió a las palabras de Dúo, le gustaba como enfocaba la idea del inicio de la historia, al parecer el abuelo de Dúo tenía casi la misma personalidad de su nieto.

- ¿Has conseguido noticias de Quatre Winner? – le dijo dejando de transcribir sus notas al computador y volviéndose hacia él, que estaba sentado en su propio portátil al otro lado del escritorio.

- He encontrado una familia en Arabia con ese apellido – le dijo – he enviado un mensaje, pero aún no envían una respuesta – suspiró – además, encontré a una familia que parece ser pariente de Trowa Barton, también les escribí, pero no sé cuando tenga una respuesta.

- Supongo que puedo omitirlos por el momento, pero de todas maneras eran parte de la resistencia que comandaba tu abuelo.

- Tienes razón, mi abuelo los mencionó en su diario al iniciar su relato.

- ¿Por qué no insistes en tratar de comunicarte con ellos? – dijo volviendo la mirada a la pantalla – aunque podría seguir el relato sin la autorización, después de todo, no creo que vayamos a publicar la novela más que para la familia, después de todo, no será la gran cosa.

- Bueno, pero de todas maneras sería mejor tenerlos – volvió a intentarlo. Al parecer su querido Dúo no tenía gran confianza en sus habilidades como escritor, pero él iba a conseguirle un editor a su novela, sería la única manera de hacerles justicia por su amor destruido – por cualquier inconveniente que pueda suceder.

- Ah, mi hermana te manda un mensaje agradeciendo "de todo corazón" – dijo con sarcasmo – el regalo que le mandaste y me dice que la abuela está furiosa conmigo porque me vine contigo – suspiró – papá y mamá dicen que me cuides bien y que no me dejes comer sapos y culebras.

- ¿Sapos y culebras' – dijo extrañado y divertido.

- Bueno, re refieren a que no me dejes comer porquerías, comida chatarra y cosas por el estilo – le explicó.

- Tus padres te quieren mucho – le sonrió – dame su dirección y les enviaré un mensaje personal diciéndoles que me estoy encargando de cuidarte muy bien, que no se preocupen por su barril sin fondo.

- ¡Heero! – lo amenazó y ambos se rieron.

/ Estaban diez jóvenes dentro de una vieja casona que habían acondicionado como base de su resistencia. Habían interceptado una comunicación entre las tropas nazis en que decían que tenían sitiados a un grupo de comandos aliados al norte de Polonia, así que pidió datos al comando central de la resistencia francesa y enviaron los datos del grupo además de unas cuantas fotografías de los soldados sitiados.

Era el líder de aquel pequeño grupo un joven japonés de 19 años, de cabello castaño oscuro y extrañamente desordenados, pero lo más llamativo de él eran sus ojos, que pese a ser típicos de un asiático, eran de un oscuro color azul. Se llamaba Heero Yuy, también conocido como el soldado de hielo, pero algo raro le pasaba ahora.

Al ver aquella pequeña imagen, su corazón pareció abrasarse con un extraño sentimiento, era algo nuevo para él ya que pensaba, hasta el momento, que jamás le podría gustar un hombre, pero aquel muchacho era tan hermoso que hubiese llegado al mismo infierno con tal de conocerle, de escuchar su voz que debía ser como la música que dicen hacen los ángeles. Y también tenía curiosidad por saber de qué color eran aquellos grandes ojos que debían ser las ventanas de su alma por lo hermosos y expresivos que se veían.

Pero había mantenido una cara impasible, no quería que nadie supiera que se enamoró de una fotografía, pero aquel muchacho americano llamado Dúo Maxwell tiene algo que presintió llenaría su vida para siempre, pero fuera a saber si él llegaría a sentir algo semejante por él, después de todo eran tan distintos, venían de dos culturas tan dispares...

Habían averiguado que los Nazis atacarían el pueblo en que los tenían sitiados al amanecer, así que se habían repartido a las personas que iban a sacar del desastre que más que seguro que harían los alemanes. Lo escogió a él sin mostrar emoción, pero parecía que Quatre lo había descubierto, igual que Trowa, pero ninguno de ellos ha dijo nada al respecto.

El plan era sencillo, quizás un poco infantil, pero ya se habían dado cuenta que los nazis hacían las cosas sin un plan de respaldo por si las cosas no resultaban, así que tenían algo a su favor. Además, no creía que hubiesen estudiado bien las vías de escape de la ciudad.

Sólo esperaba que el corazón no lo traicionara cuando estuviera delante de su hermoso ángel, que la voz no le temblara y no se le fuera a ocurrir quedarse idiotizado mirándolo como le pasó a Trowa la primera vez que vio a Quatre.

Por cierto, son un grupo reducido, pero de distintas nacionalidades. Heero, como decía, era japonés; Quatre era árabe, Trowa era Italiano, Adams era británico... ¿Cómo es que funcionan? Aún no lo descubren, pero suponen que es a causa de su amistad, cada uno está marcado por el deseo de detener a los nazis antes que se adueñen del mundo./

Heero lo escuchaba atentamente, le gustaba escuchar la voz de su propio ángel, aunque tenía que admitir, aunque solo fuera para él, que lo ponía un poco idiota, o tal vez mucho, se dijo al mirar la pantalla de su portátil, había cinco mensajes en su bandeja de entrada mientras escuchaba el relato de su trenzado.

- La familia Winner me ha respondido – le dijo abriendo el mensaje – dicen que Quatre aún está vivo y que le agradaría volver a ver a su superior, que si mi abuelo está dispuesto a recibirlo.

- Genial, estoy seguro que a tu abuelo le gustará ver a un viejo camarada.

- Quizás de él podamos obtener un poco más de información de ese tiempo para complementar la novela.

- Y quizás nos pueda contar su propia historia de amor, si es que puede.

- Bien, mientras terminas de escribir ese capítulo, iré a decirle al abuelo para que preparemos la visita de Quatre – se puso de pie – la familia Barton también me respondió – volvió a sentarse revisando el mensaje – la persona que me responde dice ser hijo de la hermana mayor de Trowa Barton, pero que ellos conocían la trágica historia de su tío abuelo, quien fue enterrado en el panteón familiar a mediados de 1950, pero que quiere conocernos.

- Dile que venga, así podremos mejorar la novela ¿no crees?

- Les diré a ambos que sí, que los iré a buscar al aeropuerto de Luxemburgo dentro de unos días, que ellos me avisen de su arribo, después le diré al abuelo que tendremos visitas y le daremos una sorpresa.

- Bueno, pero debes averiguar cuantas personas vendrán y decirle a Paige que prepare las habitaciones para las visitas – suspiró – además, debieras tener en cuenta que a tu madre no le va a gradar nada la situación.

- Pues que no se aparezca por aquí – se encogió de hombros – sé que no le gusta eso de tener un hijo gay, pero algún día va a tener que aceptarlo por mucho que le moleste.

- No me gusta eso de ser la manzana de la discordia en tu familia.

- No digas tonterías, Dúo, a mi madre le gusta incordiar, no dejes que te gane.

- Deberías hablar con ella...

- Ya lo he hecho un millón de veces y no me escucha – le dijo terminando de teclear un mensaje y enviándolo – simplemente no le hagas caso.

- Pero, yo quisiera...

- No te angusties por ella, cuando salga la novela, se olvidará de nosotros – lo besó en los labios y salió de la habitación – porque serás famoso – agregó en voz baja yendo a buscar al abuelo...

Continuará...

Espero que la espera haya valido la pena, porque apenas tengo un capítulo más esbozado (ni idea de cómo va a terminar, se los advierto)

Quiero dar las gracias por los comentarios que me han dejado, han sido gratificantes, me encantaría responderlos, pero no lo tengo a mano.

Por cierto, en el original, no aparecían de nuevo Quatre ni Trowa, así como jamás apareció Wufei, pero como me los han pedido, van a aparecer.

Saludos y gracias de nuevo por leer.

Wing Zero (sigo de color rosa, espero que me cambien la pintura)

P. D. ¡Visiten mi fotolog o les disparo!