CAPITULO DE APOYO

(18-19)

"ANGIE Y KEEGO"

MIGDRAD, 10 AÑOS ANTES…

Su barbilla estaba apoyada sobre su mano derecha y sus ojos miraban fijo al frente. Aunque no lo pareciera, Angie escuchaba atentamente a su madre, que se encontraba de espalda a ella. Hacia mucho tiempo ya que la madura hechicera tenia solo breves momentos de lucidez, la madre de Angélica había perdido la razón tras el anuncio a todos los pobladores de Migdrad de la muerte de los saiyajin, aquel había sido un evento alegre para aquel planeta, pero no para las dos mujeres que ahora conversaban.

En esa ocasión, se habían repartido invitaciones para un baile que ofrecería el rey, no podían dejar de celebrar con gozo su nueva libertad. Aquel simple papel solo significaba una cosa para Irna: debía huir y esconderse con su hija, porque su protector, el saiyajin Broly no regresaría nunca más.

-Nunca te he reprochado nada mamá, pero tengo tantas preguntas y jamás me has respondido alguna.- Angie cerró por un momento los parpados y dejó salir un suspiro largo, en cualquier momento su madre podría volver a su estado irracional.

-Porque sé cuales son esas preguntas Angélica y no creí conveniente que supieras la respuesta, pero ahora no debo ocultarte nada más, no estoy segura de volver a salir de las profundidades de aquella oscuridad.-

-Madre…- Angie giró para verla, su rostro estaba lleno de contrariedad.

-Estoy conciente de lo que me sucede, pero no es algo que pueda evitar.- Irna levantó su mano izquierda al ver que Angélica estaba a punto de interrumpir - Escúchame bien hija mía, escúchame con atención. Estoy orgullosa de ti linda mía, porque fiel a las razas de donde provienes, has convenido en entrenar tus habilidades, mas no es suficiente. ¡Oh! Que daría yo por darte lecciones para que dominases la magia, que daría yo porque tuvieses alguien que te adiestrara en batalla.-

La joven de ojos azabache sonrió con ternura, seguramente… -Esta bien mamá, ¿por qué no te recuestas un momento?-

Irna soltó una risilla al ver el desencanto de su hija –Aún no he perdido la razón, pero necesitaba decirte eso antes de explicarte algo más importante.- la madura hechicera hizo una pausa y miró el techo de aquel humilde hogar –Te has preguntado siempre, porque ese día tuvimos que salir de la aldea y refugiarnos en este sitio del que pareciera nadie conocer ubicación.- aquella no había sido una pregunta.

-Termine suponiendo que se debía a que soy hija de aquellos que, según mis vagos recuerdos, todos odiaban.- comento Angie sin algún resentimiento.

-Y supones bien hija mía, pero hay una razón más.- la joven alzo una ceja tras el comentario de su madre –Tu Angélica, eres parte de la familia real… porque yo fui heredera al trono.- Irna no dejo emitir exclamación alguna a Angie –El rey, es mi hermano. No me mires de esa forma, sigo sin desvariar. Cuando tu padre y tu abuelo…-

-Te recuerdo que…-

-Lo sé, no te agrada que les llame así pues no les conociste, pero déjame continuar. En el momento en que ellos llegaron, se apoderaron del poder en Migdrad y…- Irna desvió la mirada –Broly, se apodero de mi.-

-¡Madre!- Angie parpadeo varias veces hasta tomar una actitud de decepción –¡Sabia que no existía aquella tontería de la magia del amor!-

-Existe, porque yo me enamore de Broly, él… era distinto. Poseía un tipo de maldición, jamás entendí la razón pero tenia un poder tan enorme que hasta su padre le temía, por eso habían venido a Migdrad, varios hechiceros fabricaron un artefacto con el que podía controlarlo.- la hechicera adulta pareció salir de aquel ensueño –Cuando Broly me eligió como concubina, tu tío, es decir el rey, se molesto bastante, sabia que de alguna forma eso me hacia invulnerable.-

-¿Invulnerable? ¿A que?-

-El rey quería deshacerse de mi, porque a su muerte la que heredaría el trono seria yo y no su hijo, Keego. Y aunque con la llegada de los saiyajin ese trono no existía más, no desistió en sus planes; sin embargo su cólera aumento al saber que tu venias, Paragas, tu abuelo, comenzó a poner atención en mi, algo extraño en su carácter y mi hermano supo, que seria imposible tocarme sin obtener consecuencias.- Irna entrecerró los ojos –Aún cuando ellos se fueron, no podía hacerme nada con el temor de que al regresar, los saiyajin no encontraran a quien daría un heredero mestizo de su raza.-

-¿No me estas mintiendo? Tu historia parece tan sacada de la imaginación, pero a la vez todo toma sentido.- Angie se levanto bruscamente de su asiento. –Como aquella vez, en que el príncipe y yo nos encontramos en las praderas donde suelo entrenar, en un principio se dirigió a mi de forma desconfiada, pero después fue todo lo contrario. Recuerdo, que al traerle a la casa, lo echaste y era yo de tan corta edad, que me moleste demasiado, sobretodo porque le prometí casarme con él si a cambio nos cuidaba a ti y a mi.-

-Keego, hija mía, es mas miserable que mi hermano. Hay algo en él que me hace estremecer de recelo.- Irna tomo una pausa -El día que me expulsaron de palacio, tras mi estancia en las habitaciones de Broly, Keego de propia voz me informo que esa orden la había dado él y no mi hermano, como yo suponía.- Angie miro fijamente a su madre –Y años después, tras nuestra huida, supe por rumores que el rey había muerto de forma misteriosa, pero claro, Keego no puede heredar el trono hasta contraer nupcias así que aquel día que lo trajiste a nuestro hogar pude adivinar sus intenciones.-

Angie sonrió con ternura –Eso fue hace dos años madre y tras la 'amable' despedida que le diste, dudo que vuelva para hacer cumplir la promesa que le hice.-

-Promesas… ¿qué es una promesa? Las promesas se rompen, no así los juramentos.- los cabellos de Irna cubrían gran parte de su rostro y sus manos sobre sus rodillas, comenzaban a inquietarse –Los pactos, las promesas, los juramentos. Tu padre volverá y seremos muy felices pequeña. Tu abuelo estará orgulloso de ti, no nos llamara más basura. Broly, mira a Angie, ella sabe pelear como tu, Broly…-

La adolescente semi saiyajin camino hacia donde su madre se encontraba y sin decirle nada, ayudo a que se levantara amablemente, tras eso la condujo a su cama y la recostó con suma calma –Hoy me has dicho más de lo que quería y debía saber. Pero yo también quería decirte algo ¿sabes? Mañana nos iremos de aquí, he conseguido un transporte que nos llevara fuera del planeta, porque yo también me entero de rumores y estos, no traen buenos augurios para Migdrad, madre.- sonrió –Aunque dudo que puedas enterarte de esto pronto.-

Medio año después…

Gotas de sudor resbalaban desde su sien hasta la línea esternocleidomastoidea, se mezclaban con más de la misma secreción en su pecho, que no dejaba de subir y bajar de forma rápida y rítmica. Una serie de patadas y otra de puñetazos, la agilidad de sus extremidades era admirable. Sus sentidos, entrenados para percatarse de la cosa mas nimia, la alertaron de un cambio en su entorno, mas no detuvo su entrenamiento, lo que hubiera sido solo había estado ahí por un breve momento y no le había hecho daño.

Los dos soles del planeta Nidin, mundo que ahora era su hogar, se habían ocultado en sus respectivas direcciones, dejando una estela de rojizos colores que pronto darían paso a la oscuridad y a las estrellas. La jornada de aquel día había concluido.

Angélica fiel a su rutina, respiró profundamente antes de emprender la marcha que le llevaría de vuelta a su, por el momento, improvisado hogar. Aunque antes, recolectaría algunos frutos de la flora que se encontraba en su camino.

Desde hacia algunos meses, que vivía junto con su madre en Nidin, cuyos habitantes amablemente albergaron a los sobrevivientes de una terrible guerra interplanetaria, guerra de la que Migdrad había sido blanco. Les habían dado un espacio, solo de ellos dependía el rehacer su vida. Al menos ahora convivía en una comunidad, donde no existía ningún pasado, ni desigualdad entre las distintas razas, aunque eso de convivir no se le diera bien debido al aislamiento que había tenido en lo que llevaba de vida.

La chica de cabellos azabache avanzó con paso firme aferrando el bolso de cuero que llevaba en su mano izquierda. Siendo poco el tiempo que llevaban en ese lugar, no estaba tan confiada de dejar a su madre por mucho tiempo sola y ese día en especial, había tenido un presentimiento extraño.

Antes de entrar a aquella humilde choza, saludó a los habitantes vecinos a ella, quienes le correspondieron con una leve inclinación de cabeza. Entre murmullos y lejanas palabras, Angie pudo enterarse que hablaban de un hombre, alguien recién llegado y de identidad desconocida.

Dentro de aquel hogar no había un solo haz de luz, la semi saiyajin tendría que encender fuego para iluminar el sitio.

-Madre, he llegado.- anuncio al aire, sabiendo que no obtendría respuesta alguna.

Avanzo algunos pasos y busco con que encender un poco de leña. Sin embargo se quedo paralizada a mitad de su camino, su mano soltó aquel bolso de cuero que traía hacia unos instantes haciendo que cayera pesadamente al suelo, los músculos de su rostro se tensaron y sus pupilas se dilataron.

-No.- musitó -¡No!- exclamó en un sonido ahogado, casi desgarrando su garganta. Dio dos pasos rápidos al frente y como si alguien le hubiese empujado cayo de rodillas al suelo. Al frente, cuan larga era, se encontraba Irna, inmóvil y con la mirada quieta en un punto, pálida como nunca antes le hubiese visto.

-¿Mamá? Vamos, muevete.- sus manos normalmente hábiles, fueron torpes para sacudir el cuerpo de su progenitora. Pero Irna estaba fría, helada, una temperatura que no podía tener un ser vivo en una situación normal.

El corazón de Angélica se acelero, había una neblina en sus pensamientos, no creía lo que estaba sucediendo. Porque la lógica le indicaba que su madre…

-¡¡NO!- el grito lanzado por la adolescente se escuchó en la comunidad entera, pero hizo eco en los propios oídos de la chica de cabellos azabache. Su madre había muerto.

Varios habitantes vecinos corrieron a auxiliar a la joven, pero poco pudieron hacer. Sencillamente mostraron sus condolencias, en el estilo y costumbre de cada raza.

Día siguiente…

Sus ojos negros acostumbrados a transmitir bondad y serenidad, ahora tenían un tinte de soledad y tristeza. Apenas hubo amanecido, Angélica dio sepultura a la que fue autora de sus días. No terminaba de aceptar aquel suceso, porque no comprendía el motivo que lo había causado.

-¿Por qué murió? ¿Por qué no pude hacer nada?- se preguntó a si misma apoyando una rodilla sobre el suelo, mientras algunos mechones de su cabello cubrían su rostro.

El viento soplo fuerte. Los sentidos de la chica se alertaron, esa entidad, la que había sentido la tarde anterior estaba nuevamente ahí y con una presencia demasiado notoria.

-Yo te ayudaré- se escuchó una gruesa voz, tono que antes, en un capitulo de su vida, Angélica ya había oído.

-¿Sabes por qué murió? ¿Acaso tienes las respuestas que necesito?- preguntó Angie apenas subiendo unos decibeles su tono de voz. Ni siquiera abandonó la posición que tenia.

-Tienes tus respuestas. Pero te ayudare más: quieres venganza.- la semi saiyajin escucho algunos pasos, hasta que sintió una presencia junto a ella. Solo hasta ese momento, la chica dirigió una mirada hacia aquel ser.

Una capucha cubría su rostro, pero algunos mechones de cabello rubio escapaban de aquellas telas.

-¿Qué quieres de mi? ¿Quién eres?-

-Tú quieres venganza y yo te quiero a ti. Te ayudare si aceptas.- dijo el personaje como meditando sus palabras.

Angie se levantó y le dio la espalda, comenzando a caminar en dirección opuesta sin decir una palabra. La verdad, sentía miedo. Aquella voz… aquellas palabras. Aquel ente no era parte de la comunidad en donde ahora habitaba y ella, pese a cualquier situación que hubiera vivido en su corta vida, aún era una adolescente. Una chiquilla de catorce años, que mucho desconocía de sus orígenes y de su verdadera herencia. Su paso comenzó a hacerse más rápido cada vez, pero no avanzó mucho antes de sentir un peso sobre su hombro.

-Suéltame.- ordeno la híbrido saiyajin con poca autoridad. –Tu no sabes nada.- agregó

Aquel ser sonrió bajo la sombra que ocultaba su rostro –Esa fue mi promesa: Te ayudare y cuidare por siempre, cuando seas mi esposa, eso incluía a tu madre querida, pero ahora no se encuentra con nosotros.- la capucha entonces resbalo, dejando al descubierto la identidad de un hombre de cabellos rubios y blanco rostro -¿Lo recuerdas? Tu sabes quien soy, lo supiste desde que comencé a hablarte.-

Angie giró su rostro para enfrentar la identidad –Tu, tu eres…- la impresión le interrumpió -¡El príncipe de Migdrad! ¡¡Keego!-

-Me alegra saber que tu memoria esta bien desarrollada, al igual que algunas de tus habilidades.- Keego sonrió amablemente –Lamento la muerte de tu madre, pese al trato descortés que me dio en aquel tiempo.-

-¿Qué es lo que quiere de mi, alteza?- preguntó ella con un dejo de sarcasmo mientras hacia una leve reverencia. Angélica recordó en ese momento la platica que tiempo atrás había sostenido con su madre, pero pensó que no era conveniente comprobar que tan verdadero había sido aquello.

-Hagamos las formalidades a un lado. Quiero ayudarte, conozco tu historia y sé como tu, que los causante de la muerte de tu madre, fueron la tristeza y la soledad.-

Angélica frunció el seño con enojo -¡¿Qué dice! ¡Mi madre me tenia a mi! Ella no se encontraba sola, no tenia un motivo para sentir tristeza.-

Keego sonrió aparentando ternura –Querida niña, tu lo sabes, pero no quieres admitirlo. Tu madre siempre estaba triste, siempre estuvo sola desde que aquel saiyajin se fue de su lado.-

-¿Cómo sabe usted eso? No tiene motivo para hablar de ello. Si no mal recuerdo, todo Migdrad tenia odio a mi… a los saiyajin.-

-Es cierto, pero siempre hay una excepción. Yo admiraba a tu padre, así que ante la tardanza de su regreso, me dedique a investigar que había sido de ellos ¿quieres que te muestre?-

La chica se encontraba escéptica. -¡¡No quiero saber!- gritó –Yo no podía sentir nada por ellos, por él. Mi madre me tenia a mi ¡Esto es una farsa! ¡Váyase!.-

Keego hizo algunos movimientos con sus manos hasta hacer aparecer frente a él una especie de espejismo –No tienes que creerme a mi, solo cree en las imágenes que muestran los mejores hechiceros de nuestro desaparecido planeta.-

Broly. Su padre y su abuelo en batalla. Dos hombres de físico similar: Goku y Vegeta, aliados. Estallido de poderes. Locura, desesperación y muerte.

-Observa, sin temer. Es el pasado. Ellos fueron los verdaderos culpables, los causantes de todo. Broly debía regresar contigo y con tu madre, debía regresar con la victoria y un titulo en sus manos, el que le correspondía, el de príncipe de su raza. Todo esto, te dará fuerza, querida niña.-

-¡¡No es verdad! Yo no siento nada, no siento nada ¡No siento absolutamente nada!- la chica no podía más con las imágenes, una tras otra y más de lo mismo. Su padre: solo, desquiciado, sin razón. Nuevos rostros desconocidos volvían a matarlo, asesinarlo sin escrúpulos, crueles, despiadados. -¡Mientes! ¿Cómo creer en lo que me muestras?-

-Solo tu tienes la opción entre creer o no creer. Pero ten por seguro, que yo te ayudare a vengarte, porque eso es lo que quieres.-

-En el pasado tú y tu padre nos hicieron daño a mi y a mi madre.- Angie casi gruñó. Un aura comenzó a rodearle y algunos mechones de su cabello comenzaron a flotar.

Keego se mantuvo impasible –No confíes en mi, si no quieres. Pero recuerda la promesa que hicimos hace tiempo. Yo prometí cuidarte si te casabas conmigo y tu aceptaste, me lo prometiste también. Las promesas deben cumplirse Angélica, al costo que sea-

-¡¡BASTA DE ESO!-

Ojos verde-azules, fríos y llenos de ira. Cabellos dorados elevados al cielo. Aura resplandeciente y amenazadora. Ninguna pelea previa, solo explosión de sentimientos. Ella, la hija de Broly. Angélica, mitad saiyajin, mitad hechicera.

Keego la miro como quien observa un próximo obsequio -¡Esa es tu sangre guerrera! La herencia de tu padre y una de las armas que utilizaras para cobrar tu venganza. Tienes la magia, herencia de tu madre y yo te enseñare a combinar ambas. Te otorgaré parte de mi poder y lo retirare de ti, en el momento que cumplas con tu cometido. Te casaras conmigo y nuestra herencia, será el poder absoluto. Mejoraremos nuestra raza y un nuevo Migdrad renacerá.- Angie parecía no prestarle total atención -¿Cómo te sientes ahora? Aceptaras por fin mi propuesta.-

La apariencia de Angie volvió a la normalidad.

Keego se paro frente a la adolescente y la miro fijo a los ojos –Tienes el poder para acabar con quien desees, con ellos. Puedes hacer lo que quieras, porque quien posee poder, lo tiene todo.

Ella parecía meditar. Algo había quedado en su conciencia:

'…al costo que sea'

-Acepto.- dijo la chica cerrando los ojos y dejando salir un suspiro largo –Quiero venganza.-

Keego sonrió y le ofreció una mano. A partir de ese momento emprenderían un viaje, una nave les esperaba a algunos kilómetros, con ella había escapado el príncipe del devastado Migdrad y con ella comenzarían el camino para cumplir sus propósitos.

Angie tomo la mano del hombre de rubios cabellos, pero antes le miro de reojo.

'Quiero venganza. Si, quiero venganza Keego. Las promesas no siempre se cumplen pero los juramentos si y yo juro, que pagaras de la forma más cruel. Aprenderé todo de ti y cuando menos lo esperes, serás la victima de mi venganza, al costo que sea'

FIN DEL APOYO

POR

MAYTELU

Nota de la autora (19 de Diciembre del 2005): Un breve y necesario receso para continuar con esta historia. Creí bastante necesario aclarar el pasado de estos personajes, para que entendieran lo que viene a continuación. Sé que me he tardado y no puedo hacer mas que pedir disculpas, el mismo pretexto de siempre así que ya ni lo menciono. Comentarios y buenas palabras a las malas palabras también las recibiré pero no sean duros conmigo, gracias, je, je.