Kimetsu no Yaiba no me pertenece, es propiedad de Koyoharu Gotouge. Llevaba tiempo dando vueltas a esta idea y me he decidido por fin a escribirla. Espero que os guste y me dejéis comentarios con vuestra opinión. Os lo agradeceré muchísimo.
Sé que llevo tiempo fuera de la plataforma, he estado publicando este fanfic en otra página, pero, tras mucho meditarlo, he decidido comenzar a subirla aquí también.
Sé que dije que iba a subir mensualmente los capítulos, pero, con este, he decidido adelantarme un poco. Aunque, es bastante probable que el tercero lo suba en vísperas de Nochebuena. Nos vemos entonces y espero que este capítulo os guste.
Senjuro preparaba el desayuno en silencio, estaba algo tenso. Aunque respetaba y admiraba mucho a su hermano no entendía su decisión de permitir a un demonio estar ahí, no importaba que estuviera dormida.
Pero en el fondo, lo que más le preocupaba era la reacción de su padre una vez se enterase. Podía ser realmente imprevisible.
Oyó pasos detrás suyo y se giró.
—¡Buenos días! —saludó sonriendo Sumiko. Senjuro sonrió también, pese a no tenerlas todas consigo se alegraba de que Kyojuro hubiera encontrado de nuevo aprendiz. Esperaba que ella no saliera huyendo como el resto.
—Buenos días— respondió el chico mientras terminaba de dar los últimos retoques y servía todo en unos platos. Había preparado suficiente para tres, no sabía si su padre desayunaría con ellos, pero aprendió por experiencia que lo mejor era tener algo preparado por si acaso.
Los dos jóvenes se sentaron a comer y Senjuro la miró con curiosidad. A simple vista parecía una persona amable, pensó.
—Está muy rico— comentó Sumiko tras probar un bocado.
—Gracias— dijo él, contento de que le hubiera gustado, aunque tras eso se instaló el silencio. Ninguno de los dos tenía ganas de hablar en esos momentos. Tampoco era algo incómodo, y ambos agradecían aquello.
Sin embargo la paz no duró demasiado. La puerta de la cocina se abrió con brusquedad y un hombre de mediana edad entró.
Sumiko dejó el bol del que estaba comiendo y se dispuso a saludar al que, por su aspecto idéntico a Senjuro y a Kyojuro, deducía que era el padre de ambos, pero, al ver lo pálido que estaba el chico, se detuvo. Un olor nauseabundo llegó entonces a su nariz. Alcohol. Ese hombre apestaba a eso.
— ¡Senjuro! —gritó entonces el adulto —¡¿Me puedes explicar qué hace en esta casa un demonio?!
—Padre…— Senjuro dudó un momento —.Kyojuro me aseguró que no pasaba nada-trató de explicar lo ocurrido.
—Así que es cosa del inútil de Kyojuro…—murmuró Shinjuro, mordaz, reparando entonces en Sumiko, que estaba tensa—¿Y quién es esta?
—Soy la aprendiz de su hijo, me llamo Sumiko Kamado —se presentó enseguida la chica, adelantándose a Senjuro.
Shinjuro la miró con poco interés hasta que su mirada se detuvo en la cicatriz de su frente y en los pendientes. Abrió mucho los ojos y dejó caer la cantimplora de cerámica llena de sake que llevaba en la mano derecha, y se hizo añicos al impactar contra el suelo, manchando la madera de alcohol.
Su reacción pilló desprevenidos a los dos y pronto, Shinjuro sostenía a la chica contra el suelo. Impidiendo cualquier movimiento por parte de ella.
—¡Padre! —gritó Senjuro tratando de que soltase a Sumiko, pero sólo consiguió que su progenitor le empujase hacia atrás y el chico cayó al suelo. Aunque hiciera años que se hubiera retirado, la fuerza de su padre seguía siendo considerable —¡Padre, pare por favor!-suplicó el muchacho, que se había levantado y volvía a intentar ayudar a la chica.
Kyojuro abrió la puerta de su casa y, nada más traspasar el umbral, escuchó gritos provenientes de la cocina. Frunció el ceño y fue deprisa hacia allí, temiendo lo que pudiera encontrarse. Lo que no se esperaba fue ver a Sumiko en el suelo y a su padre sujetándola. Senjuro trataba de apartarle, sin éxito alguno.
— ¡Hermano! —El alivio en la voz de Senjuro era evidente y Kyojuro se acercó, con intención de calmar la situación. Aunque no hizo falta, pues, en ese momento, Sumiko fue capaz de propinar un cabezazo al adulto, con la suficiente fuerza para que perdiera el conocimiento.
Los dos jóvenes se miraron sorprendidos, mientras que Sumiko se levantaba, nerviosa, consciente de lo que acababa de hacer.
— L-Lo siento…— se disculpó enseguida, avergonzada —.Fue lo único que se me ocurrió para que me soltase…
—Espérame en el patio —dijo Kyojuro, haciéndose cargo de la situación —.En un rato iré yo para allá.
La chica asintió y se apresuró a marcharse de ahí. Kyojuro suspiró un poco y miró a su padre, aún inconsciente en el suelo.
— Senjuro, ayúdame a llevarlo a su cuarto, por favor— pidió y entre los dos cargaron con el adulto hasta allí y lo dejaron tumbado en su futón— ¿Qué pasó? —preguntó cuando los dos estuvieron fuera del dormitorio.
— Atacó sin más a Sumiko —contó Senjuro enseguida.
—Nosotros estaremos en el patio, cualquier cosa nos avisas y, Senjuro… —Kyojuro dudó un momento—.Es mejor que evites a padre hoy-aconsejó, al percatarse de que la mejilla izquierda de su hermano estaba algo roja, posiblemente de haber recibido algún golpe.
—Tengo experiencia…No te preocupes —trató de tranquilizarlo Senjuro, aunque consiguió el efecto contrario.
—Lo siento— dijo Kyojuro enseguida.
—No es culpa tuya —contestó, casi por costumbre el más joven. Se había acostumbrado ya a esa situación.
—Estoy seguro de que padre terminará volviendo en sí —comentó Kyojuro, en un intento de aligerar el ambiente —.Bueno, nos vemos después —se despidió mientras se encaminaba hacia el patio, dejando a su hermano solo.
Senjuro le miró alejarse. No podía estar menos de acuerdo con las palabras del mayor, no creía que su padre fuera a reponerse. ¿Cuántos años llevaba bebiendo? ¿Seis ya?, ¿Siete? Pero no tuvo el valor de expresar eso en voz alta y a la cara de Kyojuro.
Shinjuro observaba desde su dormitorio a su hijo entrenando con la chica. Fruncía el ceño, irritado. Su hijo era más idiota de lo que pensaba, aún se creía especial. Ser un Pilar no servía de nada. Era un suicidio y una forma de buscar la muerte.
Apretó los dientes, ¿cómo era posible que no lo hubiera entendido Kyojuro? Se llevó la cantimplora de cerámica llena de sake a los labios, había cogido una nueva, y dio un largo trago. Se limpió, sin cuidado alguno, con la mano derecha los labios y se tumbó en la cama.
No tenía ganas de hacer nada más que eso. ¿Qué sentido tenía? Gruñó un poco y cerró los ojos. Se dormiría un poco.
Kyojuro dudaba, por un lado quería continuar con su tarea como Pilar de las Llamas, aunque la idea de dejar solo a su hermano, a merced de su padre, no le agradaba en lo absoluto, pero, ¿tenía acaso otra opción?
A más dudase más gente podría morir a manos de los demonios. Era su obligación velar por su seguridad.
Miró al frente y siguió supervisando el entrenamiento de su suspiró un poco y asintió, decidiendo aprovechar ese momento para preguntar una cosa-¿Nos vamos a quedar aquí?
Kyojuro negó —Nos iremos por la tarde, después de comer.
—Rengoku…¿qué crees que le pasa a mi hermana?— preguntó súbitamente la chica. Era algo que llevaba pensando desde que se había despertado.
—No lo sé —admitió Kyojuro tras pensarlo por unos segundos—.Es la primera vez que veo un caso así.
Sumiko suspiró y, sin decir nada, retomó el entrenamiento. Kyojuro volvió a su tarea de supervisarla sin más.
Senjuro observaba desde la puerta cómo su hermano y Sumiko se marchaban. Sonreía un poco, de manera forzada, pero no deseaba preocupar aún más a Kyojuro.
Ya era suficiente con el hecho de haberse convertido en una deshonra para la familia Rengoku. ¿De qué le servía haber pasado, hacía ya casi un año la Selección Final si su katana, cuando la sostuvo por primera vez, no cambió de color como debería haber pasado?
Reprimió las lágrimas de rabia que amenazaban con caer. Se suponía que su papel era prepararse para sustituir a su hermano como Pilar en caso de fallecer este prematuramente. Así había sido siempre en su familia. Pero él había roto una tradición que se remontaba a la creación del Cuerpo. Ni siquiera había sido capaz de asegurarse de que los tomos escritos por anteriores Pilares de las Llamas estuvieran intactos, muchos de ellos habían sido rajados por su padre o les faltaban hojas.. Le había prometido a su hermano arreglar los que pudiera, pero esa tarea llevaría meses y algunos, por su estado, serían irrecuperables.
Cuando perdió de vista a los dos se metió deprisa en la casa pues comenzaba a notarse bastante frío ya. Posiblemente esa noche volviera a nevar, se dijo Senjuro mientras cerraba la puerta.
Trató de alejar los pensamientos que, segundos antes, habían rondado por su cabeza, pero, por mucho que intentase silenciarlos, siempre terminaban regresando, nunca desaparecían por completo.
—¿Se han ido ya? —escuchó a su padre preguntar. El joven se giró como un resorte y, al no encontrar la fuerza suficiente para responder, asintió nervioso —.Me voy al bar —dijo Shinjuro entonces.
Senjuro se apartó de su camino enseguida. Cuando su padre se terminaba el alcohol que tenía en casa, solía marcharse a un local cercano y se pasaba la noche ahí, bebiendo.
Esas eran las mejores noches, sin tener que estar preocupado por no hacer ruido y arriesgarse a enfadar a su padre. Uno de los escasos momentos en los que Senjuro se permitía relajarse completamente.
—De acuerdo, padre— dijo, pero el adulto le ignoró y se marchó sin más.
Sumiko se tumbó sobre la hierba, completamente agotada tras el entrenamiento. Cerró un momento los ojos y se concentró en acompasar su respiración. Rengoku se sentó al lado de ella y la observó, contento.
—Si sigues a este ritmo en unos meses estarás preparada para la Selección Final —comentó. Se sentía bastante orgulloso.
Ella abrió los ojos y se llevó las manos a la frente, retirándose algo del sudor— ¿Puedo preguntar algo? —quiso saber Sumiko.
—¡Adelante!
—Me he fijado que en tu katana hay algo escrito, ¿qué pone?—.Le había generado curiosidad desde la primera vez que lo había visto, pero, con la mente en cosas más importantes, nunca se había acordado de preguntar.
Rengoku la miró alzando algo la ceja derecha. No se trataba de un kanji demasiado difícil de leer, aún así, desenvainó algo su arma y se lo mostró. Esperando que ella pudiera leerlo esa vez.
Se hizo un silencio incómodo entre ambos.
—Esto…yo… —murmuró un rato después Sumiko nerviosa —.No sé leer… —confesar eso le había costado bastante. Y, a juzgar por la expresión con que Rengoku la estaba mirando, esa opción él no se la había llegado siquiera a plantear.
—¡Lo siento mucho! —medio gritó el hombre— ¡No se me había ocurrido que fuera eso!
Kyojuro se regañaba a sí mismo por dentro. Ahora que lo pensaba con calma, podía entender el comportamiento mostrado por la chica en varias ocasiones. Como cuando llegaron a una pequeña ciudad y, debido a que se separaron mientras él cazaba un demonio, Sumiko fue incapaz de cumplir el encargo de él de encontrar una posada para descansar ambos.
—No pasa nada —contestó ella enseguida, restando importancia a aquello. Tampoco era algo que le hubiera preocupado anteriormente. Nadie en su familia había aprendido a leer o a escribir.
—Aún así deberías aprender —comentó Kyojuro. Sumiko le miró con cierta sorpresa. Era una mujer, así que, ¿algo así de qué le iba a servir? No era que no confiara en el criterio de Rengoku, pero…¿de verdad se suponía que tenía que aprender? El hombre, viendo la expresión dudosa de ella, añadió —.Una vez formes parte del Cuerpo, se esperará de ti que, cada cierto tiempo, escribas informes de tus misiones o te veas en la necesidad de coordinarte mediante cartas con otros miembros.
La joven asintió —¿Hay más mujeres dentro del Cuerpo? —quiso saber, aunque ya se podía imaginar la respuesta.
Kyojuro hizo una mueca antes de responder —Hay, pero son una minoría. Está compuesto prácticamente por hombres —comentó. Algo bastante normal si se tenía en cuenta el propósito de los cazadores de demonios —.Pocas son las que deciden continuar blandiendo una katana tras pasar la Selección, suelen terminar siendo enfermeras y aprenden cómo curar a los heridos.
Sumiko se incorporó y se acercó a la cesta donde Nezuko estaba, retiró levemente la manta que la cubría y suspiró al comprobar que seguía dormida. De haber sido una humana habrían tenido la opción de llevarla ante algún médico para que la examinase.
—He estado pensando en lo que le ocurre a tu hermana —confesó entonces Kyojuro —.Y se lo comenté a una de los Pilares en la reunión del mes pasado.
— ¿Y qué dijo? —quiso saber Sumiko, tratando de no tener demasiadas esperanzas.
—Se ofreció a examinarla —le contó Kyojuro. La joven se le quedó mirando unos segundos en silencio. Si sabía eso desde hacía un mes, ¿por qué no le había dicho nada hasta ahora?— ¡Pero no pensé que fuera necesario!
¿¡Su hermana llevaba casi un año en ese estado y no lo había creído necesario!? Sumiko tuvo que contenerse para no soltar lo que pensaba en esos momentos, aunque no se le estaba dando demasiado bien disimular.
—Kocho es…bueno, un caso especial —trató de explicar Rengoku, no demasiado seguro de cómo relatar la situación de la Pilar de los Insectos.
—Entiendo —contestó Sumiko, quizá demasiado seca, aunque eso no pareció molestar al otro. A esas alturas, la joven dudaba que fuera posible hacerle enfadar, siempre le veía de buen humor, sonriendo la mayor parte del tiempo.
— ¡Pues le escribiré ahora mismo! —dijo el hombre mientras sacaba lo necesario para ello y, apenas unos segundos después, redactaba una breve carta que ataba a la pata de Kaname, su cuervo, quien, inmediatamente, emprendió el vuelo.
Quizá hasta le viniera bien a Sumiko tener la oportunidad de relacionarse con chicas de su edad, pensó Kyojuro, al acordarse de las chicas que vivían junto a Kocho.
Shinobu leía seria la carta que el cuervo acababa de entregarle. Era lo que se había estado temiendo, que Kyojuro aceptase su oferta. Habiendo pasado un mes desde que la hizo, llegó a esperar que eso no llegase a pasar. Era evidente que se había equivocado.
Se retiró algo uno de los mechones de su cabello de la cara y se lo recogió tras la oreja mientras pensaba en los preparativos que tendría que hacer. Debía tener una habitación lista para la chica demonio.
Aunque no era difícil decidir cuál elegir. La más alejada del resto, por seguridad. No pondría en más peligro del estrictamente necesario, por culpa de la decisión de Kyojuro y de su oferta, a las niñas que vivían bajo su tutela.
Al parecer, la hermana de esa demonio también estaría, comprobó Shinobu al repasar la carta. Suspiró un poco y trató de serenarse, de evitar que la rabia y la ira perpetuas que guardaba en su interior aflorasen, algo cada día más complicado.
Pero, ¿cómo no estarlo? Cada noche los demonios mataban a alguien, una familia perdía a un miembro importante o era completamente aniquilada. No podía parar hasta que todos hubieran desaparecido, aunque eso entraba en conflicto con la última voluntad de su hermana.
En momentos así, Shinobu se sentía dividida. No creía que un mundo en el que humanos y demonios pudieran convivir en paz fuera posible, pero esa había sido la principal meta de Kanae, su hermana y sentía la necesidad de hacerlo realidad, por honrar su memoria. Ella, en cambio, nunca había sido tan ingenua, ni amable. Había momentos en los que llegó a envidiar a su hermana mayor por eso.
—Shinobu —una voz femenina hablo y la sacó de sus pensamientos y levantó la mirada. Parada en la puerta estaba Kanao, su hermana pequeña adoptiva.
—¿Ocurre algo, Kanao? —preguntó, forzando esa falsa sonrisa que, por Kanae, intentaba siempre mantener.
—Yo…lamento no haber dicho nada antes, pero… —Kanao dudó un momento— .Quiero presentarme a la Selección Final y llevo tiempo entrenando en secreto.
Shinobu abrió mucho los ojos, sorprendida por esa declaración. No sabía cómo tomársela, era la primera vez, desde los ocho años que la conocía, que la joven tomaba una decisión por su cuenta.
—No pasa nada —la tranquilizó inmediatamente, haciéndose cargo de la situación —.Te ayudaré.
Kanao asintió, aliviada de que no hubiera puesto ningún impedimento.
—¿Qué respiración estás aprendiendo? —se interesó Shinobu.
—La de las Flores —admitió Kanao. La otra mujer sonrió con dulzura, por primera vez de manera sincera.
Por supuesto. Ella no era la única que quería mantener vivo el recuerdo de Kanae. Se acercó a la joven y la abrazó. Había estado tan cegada por su odio y su dolor que se había olvidado de cómo podía sentirse Kanao.
La chica, de manera algo mecánica, correspondió a aquella muestra de cariño. No era una persona habituada a eso.
—Lo decidí con la moneda —admitió al rato Kanao y Shinobu frunció algo el ceño. Ya le parecía extraño que hubiera sido decisión suya completamente.
—Kanao…sé lo que te dijo mi hermana —comenzó a decir, tratando de medir sus palabras —.Pero debes tratar de no depender tanto de eso de esa moneda.
—Pero…
—Lo sé —la interrumpió la mujer —.Tomar decisiones por tu cuenta, siguiendo lo que crees que es lo mejor, es lo que deberías hacer.
Kanao tragó saliva nerviosa y la miró. No sabía cómo hacer eso, aunque lo había visto cientos de veces en la Mansión de las Mariposas, no era capaz de hacer lo mismo.
— L-Lo intentaré— prometió. Sabía que esa era la única forma de calmar a la mayor.
—Gracias. Estoy segura de que serás capaz —dijo Shinobu mientras la abrazaba.
Rengoku se relajó un poco cuando llegaron a su destino. Les había tomado menos de lo previsto llegar a la Mansión de las Mariposas.
— Vamos al patio— indicó el hombre, era probable que ahí encontrasen a alguien, o eso esperaba el Pilar de las Llamas.
Sumiko asintió y le siguió, repasando mentalmente todo lo que le había contado acerca de aquel lugar. Era donde los heridos durante alguna misión acudían a recuperarse y servía de base para los que formaban parte del Escuadrón de los Ocultos, una rama dentro del Cuerpo que se dedicaba a recoger a los heridos, confeccionar los uniformes y limpiar las zonas donde tenían lugar las batallas contra los demonios. Por lo que Rengoku le había contado, era obligatorio que llevaran la cara cubierta, dejando únicamente los ojos visibles.
En el patio, una zona cubierta completamente de hierba, había varios postes de madera, unidos con cuerdas que servían para colgar la ropa. Sumiko se fijó también en un estanque que había, de un par de metros de largo. Pero lo que más llamó su atención fue el grupo de chicas,cinco de diferentes edades, que estaban colgando varias sábanas en las cuerdas.
Rengoku se dirigió hacia ellas sonriendo.
—¡Buenos días! —.Al parecer gritar no fue la mejor idea, pues sólo consiguió asustarlas y que, a una de las más jóvenes se le cayese lo que llevaba en las manos y el viento lo hiciera volar hasta hacerlo caer en el estanque.
Una de las mayores, una chica con el pelo negro recogido en dos coletas, se acercó a ellos deprisa, mientras las tres más pequeñas intentaban alcanzar la sábana ayudándose con un palo largo que tenían cerca. Mientras que la otra joven, que debía tener la edad de Sumiko, se quedaba quieta sin hacer nada.
—La señorita Kocho nos informó sobre su visita-dijo la chica de las dos coletas —.Ya tenemos todo preparado, síganme, por favor.
Entraron en la vivienda y, tras recorrer varios pasillos, llegaron a una habitación. Tenía una sola ventana, completamente cubierta con tablones de madera, de forma que no entraba nada de luz del exterior. El único mobiliario que había era una cama con sábanas blancas.
Saltaba a la vista para quien había sido preparada, pensó Sumiko mientras se retiraba la cesta de la espalda y la dejaba en el suelo, pero, antes de sacar a su hermana, notó que la otra chica se tensaba y retrocedía varios pasos.
Intercambió una mirada rápida con Rengoku y este asintió, por lo que, con cuidado, Sumiko sacó a su hermana y la dejó sobre la cama. Nezuko, dormida aún, apenas reaccionó, pero eso no pareció tranquilizar a la otra chica, quien sólo se relajó cuando salieron del cuarto y cerró la puerta con llave.
—Órdenes de Shinobu —explicó al ver cómo la miraba Sumiko.
—¿Dónde está? —preguntó Kyojuro —.Teníamos cosas que hablar.
-Salió un momento a comprar unas hierbas medicinales.— Aunque la chica trataba de disimular su nerviosismo, saltaba a la vista que la presencia del hombre la intimidaba bastante.
—¡Entiendo! —dijo Rengoku mientras asentía, como si se hubiera esperado eso.
—Si me disculpa, tengo que atender a varios pacientes —se disculpó la chica, queriendo marcharse de ahí cuánto antes.
—¡Por supuesto! ¡No queremos entretenerte!
Shinobu examinaba con atención a la demonio dormida. Podía sentir las miradas de Rengoku y de la hermana de la chica clavadas en ella, pero hacía lo mejor por ignorarlas.
—Su pulso es normal-comentó un rato después—.Al igual que su frecuencia cardiaca, yo diría que está completamente sana-sentenció tras revisar también el interior de su boca.
—Pero, entonces, ¿por qué le pasa esto? —preguntó con evidente inquietud Sumiko y Shinobu se giró para mirarla, sonriendo con dulzura.
—No lo sé.— Shinobu se apartó algo de la cama —.Pero parece estar vinculado a su naturaleza como demonio.
La Pilar de los Insectos no podía decir mucho más, su especialidad era crear venenos para matar demonios, aunque había examinado a más de uno, y experimentado con ellos, para crear sustancias que pudieran matarles, nunca había sido con intención de curar.
— Rengoku, ¿podemos hablar en privado?
—¡Claro!
Los dos se marcharon hacia el despacho de la mujer una vez Shinobu hubo candado la puerta de la habitación, dejando sola ahí a Sumiko.
Sin nada que hacer, trató de distraerse recorriendo la enorme vivienda. Era acogedora, y las chicas con las que se había topado antes parecían bastante amables, pero no había tenido ocasión de hablar con ellas en condiciones, ni siquiera sabía cómo se llamaban.
Se encaminó a la zona del patio y ahí, sentada en una plataforma de madera, estaba una de las chicas de antes.
Era una joven que, por su apariencia, debía tener una edad similar a Sumiko. Tenía el pelo largo de color negro recogido en una coleta en el lado derecho de su cabeza, al igual que el resto de las chicas de ahí, lo que usaba para atarse el cabello era un broche con forma de mariposa. La diferencia eran los colores de este, en caso de ella, era una mariposa con las alas de color rosa en la parte exterior y verde en la interior. Los ojos de esa chica eran de un suave lila.
—¡Hola! —saludó Sumiko sentándose a su lado—. Me llamo Sumiko Kamado, ¿y tú?
La chica se quedó mirándola sin responder y sacó una moneda de su bolsillo, la lanzó al aire y la atrapó con la mano derecha, para después mirar lo que había salido.
— Kanao Tsuyuri —se presentó por fin, para después volver a guardar silencio.
—¿Puedo ver la moneda? —Sumiko no pensaba rendirse tan pronto, es más, la actitud de ella sólo hacía que su curiosidad aumentase.
Kanao dudó un momento, pero terminó por ceder y mostrársela. Sumiko la cogió y la examinó, en principio no vio nada llamativo, se trataba de una moneda normal y corriente.
Se la devolvió y la miró —¿Tú también entrenas para la Selección Final?
— Sí. —Kanao miró al frente, esperando que eso supusiera el final de esa conversación.
Shinobu se sentó en una de las sillas de su despacho e invitó a Rengoku a hacer lo mismo. El hombre se sentó y la miró, expectante.
—No puedo ayudaros mucho más—reconoció la mujer, dejando de sonreír —.Nunca he visto un caso así.
Rengoku asintió, se lo había estado esperando —¡No pasa nada!
—Podéis quedaros aquí el tiempo que haga falta —ofreció la mujer, recuperando su sonrisa.
Rengoku se quedó callado, pensando en la oferta. Sólo visitaba aquella mansión cuando no le quedaba más remedio, la gran mayoría del tiempo era él quien se encargaba de vendar sus heridas y seguir adelante.
Si accedía, tendría un lugar fijo en el que poder descansar entre misiones, aunque no le convencía del todo la idea de pasar demasiado tiempo en un mismo sitio, podría ser buena idea, más con la fecha de la Selección cada vez más cerca.
—No es mala idea, además que pronto es la prueba para los futuros cazadores —comentó y Shinobu asintió.
—Perfecto entonces.
—¿Vas a enviar a alguien este año? —preguntó Kyojuro y Shinobu se tensó visiblemente, pero disimuló manteniendo su sonrisa, aunque menos sincera.
—Este año sí, y supongo que tú enviarás a esa chica, ¿no?
— ¿A Kamado?, sí. Tiene potencial y estoy seguro de que lo conseguirá.
—Kanao también —comentó Shinobu. No dudaba ni por un segundo de aquello, la estaba entrenando a conciencia para eso.
Rengoku asintió con su habitual entusiasmo y se retiró tras despedirse.
Los siguientes cuatro meses transcurrieron despacio para Sumiko, quien dedicaba todo su tiempo a entrenar y, con ayuda de Shinobu, quien, al ver que a Rengoku no se le daba demasiado bien enseñar a leer y a escribir a su pupila, se encargaba de eso. Y, aunque no era capaz de entender aún todos los kanjis y algunos no los escribía correctamente, Sumiko iba progresando poco a poco en eso.
Ese día, por fin, era el momento en el que, tanto Kanao como Sumiko partirían solas para dirigirse al lugar donde sería el examen de ingreso al Cuerpo.
Sumiko miraba, sin salir de su asombro, la cantidad de cajas de comida que Rengoku había preparado para ella, para comer la semana que duraría la Selección Final.
—Esto…es para Kanao y para mí, ¿no? —preguntó, mirando al hombre, esperando que dijera que sí, pero Kyojuro se echó a reír.
—¡Kocho se ha encargado de eso ya! —afirmó y la chica tragó saliva. Podía haber más de cincuenta fácilmente, ella sola no iba a poder con todo ni de broma. Pero su maestro parecía decirlo en serio, y tampoco quería rechazar ese detalle por su parte, sería muy descortés.
Sonrió un poco y se colocó la katana enfundada en el cinturón. Estaba lista para marcharse ya, sólo faltaba que Kanao llegase y las dos podrían irse.
Justo en ese momento, el sonido de una suave risa les llamó la atención. Shinobu se acercaba a ellos, acompañada por su pupila.
—Veo que Kamado no se va a morir de hambre—comentó la mujer, risueña.
—¡Por supuesto que no! —exclamó Rengoku.
—Pero, ¿no crees que es demasiado para una sola persona? —intentó mediar, a favor de la chica, Shinobu.
—¡Esta fue la cantidad que le preparé a Kanroji en su momento! —Kyojuro parecía bastante convencido de no haber cometido un error.
—Ya veo, pero, Rengoku, la constitución física de Kanroji no es la misma que la de Kamado —trató de explicar Shinobu. De hecho, Kanroji era un caso excepcional, no era normal para una chica necesitar la enorme cantidad de comida que Mitsuri requería para mantenerse sana y en forma.
— ¡Oh, ya veo! —exclamó el hombre —¿La mitad sería suficiente?
—Sí, yo creo que sí.
Sumiko miró a su salvadora, aliviada de que la hubiera ayudado con eso. Terminó de empaquetar la comida que se llevaría y miró a Kanao de reojo.
—Mucha suerte a las dos —dijo Shinobu, sonriendo levemente —.Os estaremos esperando aquí cuando volváis.
Ninguno dudaba de eso, las dos tenían nivel suficiente para superar eso sin dificultad.
— ¡Buena suerte! —gritó Rengoku mientras las dos jóvenes salían por la puerta, rumbo al monte Fujikasane.
Sumiko observaba el lugar, les había tomado casi un día entero llegar a su destino, pero por fin estaban ahí.
No eran las únicas que se presentaban. Había unas cincuenta personas en total, aunque Kanao y ella eran las únicas chicas ahí.
Tragó saliva, nerviosa y se obligó a sí misma a prestar atención a las dos niñas que llegaron, cargando dos farolillos para iluminar tenuemente la zona. Parecían gemelas, las dos vestían un kimono morado idéntico y, físicamente, la única diferencia era el color de su cabello, una rubia platino y la otra morena. Hasta tenían el mismo corte de pelo, observó Sumiko.
—Buenas noches a todos —empezó a hablar la morena —.Nos complace ver el nivel de asistencia a las pruebas de este año.
—Como ya sabréis, el objetivo es sobrevivir en este monte durante una semana —continuó hablando la otra niña.
—Más allá de los árboles de flor de glicina de esta zona los demonios campan a sus anchas —prosiguió la morena y, al ver que varios del grupo retrocedían con miedo, añadió —Son alérgicos a estas flores, así que no se acercarán. Esta zona es segura.
—Os explicaremos el resto una vez hayáis superado la prueba —les informó la rubia mientras las dos comenzaban a retirarse —.Mucha suerte y nos vemos dentro de una semana.
—¿Vamos juntas?— preguntó Sumiko a Kanao, con pocas ganas de afrontar eso sola y creyendo que estando las dos tendrían más posibilidades de sobrevivir.
Kanao dudó y estuvo a punto de sacar la moneda, pero las palabras de Shinobu acudieron a su mente. Quizá ese fuera un buen momento para decidir por su cuenta, pensó y asintió como respuesta.
Sumiko sonrió contenta y las dos avanzaron hacia delante, decididas a enfrentarse a los demonios que las esperaban más allá de los árboles de flor de glicina.
Bueno, y hasta aquí es el segundo capítulo de esta historia. Espero que os haya gustado. He decidido que iré subiendo los capítulos mensualmente, para tener suficiente tiempo para ir escribiendo.
Así que, nos vemos el mes que viene con el tercer capítulo.
¡Hasta la vista!
