Los personajes son de S. M., la trama es de mi autoría.
Una mujer sin corazón
de la saga La vida de ellas
XXVIII Sobre cómo las palabras duelen
Angielizz (Anbeth Coro)
Agradecimientos a: Sandy56, Noriitha, Pilar, Miranda24, MarisolPattinson, SeireneOz, Adriu por sus dulces comentarios
Aprendí desde joven que hay ciertas frases que te acompañan toda la vida, por ejemplo, una tarde mamá y tía Rebeca estaban en la cocina tomando vino y yo entré sin que me vieran llegar.
—Es por la maldición, Esme. Esto que tenemos nos va a seguir por siempre. Sólo mira nuestra historia. Nuestra madre tuvo tantos hombres e hijos que no le alcanzaban los dedos de las manos. La abuela se mantuvo sola cuando murió el abuelo en la guerra. No me hagas hablar de la historia entre Aro y tú. Y mírame a mí.
La tía Rebeca solía ser sólo diversión, pero sonó triste.
—Tienes una hermosa vida, y una hermosa hija.
—Lo tengo, pero somos mujeres y estamos malditas, Esme. Nosotras nunca tendremos una historia con final feliz.
—No es así, Carlisle y yo somos muy felices.
—Carlisle es una excepción, el pobre ya tuvo su final triste antes de ti, no se puede tener eso dos veces.
—Rebeca…
—Sólo desearía que Tanya y Alice no se vieran arrasadas con la maldición, ¿es mucho pedir?
Esa conversación ajena me marcó, también lo hicieron las palabras de Peter cuando regresó aquella navidad. Pero no todas fueron palabras malas.
—Pasa, cielo —abrí la puerta del despacho de papá.
—¿Me buscabas?
—Dice tu madre que quieres dejar la universidad.
—Bueno, Rose dejó los estudios y no me gusta mi carrera —dije sentándome despacio en el sillón ocasional frente a su escritorio.
—Y hablé con tu hermano, también.
Perdí el color de mi piel, ese bastardo traidor.
—Está preocupado por ti, lo que está ocurriendo contigo es serio, Alice.
Negué con mi cabeza.
—No es por eso.
—¿Entonces abandonar tus estudios no tiene nada que ver con el video que hay tuyo en internet?
Mordí mis mejillas internas y miré al suelo, avergonzada.
—Yo no sabía que iba a pasar eso.
—Los hombres a veces somos muy estúpidos.
—Tú no lo eres —contradije al notar que conjugó en primera persona y en plural.
—No de esa manera. Y tienes que saber que como todo hay personas crueles. Tienes que ser más lista que esas personas, cielo. Los desconocidos no son de fiar.
—¿Y cómo se supone que conozca nuevas personas?
Sonrió y por un par de segundos no dijo nada.
—Entonces no confíes en extraños, cielo. No les des mas de ti de lo que merecen. La confianza es algo que se da a voluntad, no a diestra y siniestra —me limpié la lágrima de la mejilla.
—Lo siento.
—No, no lo sientas, no has hecho nada malo. Tu hermano y James están investigando sobre lo que ocurrió, pero facilitarías mucho su trabajo si le dieras un nombre para dar con el culpable de divulgar el video.
—¿Lo viste? —pregunté con preocupación y pánico. Lo último que una hija quiere es que su padre vea cosas indebidas de sí misma.
Negó con su cabeza y se puso de pie.
—¿Estás molesto conmigo?
—No.
—¿Y mamá?
—Estamos preocupados por ti.
—Edward sí está molesto —me había llamado estúpida por permitir que me grabara ese idiota.
—No contigo, lo tomaste desprevenido, y estoy seguro que se arrepiente de haberte hablado así —me limpio las dos nuevas lágrimas que se escurren por cada mejilla—. Volverás a la universidad la siguiente semana, dame unos días para solucionar esto. Si al final del semestre encuentras una mejor opción, entonces lo discutiremos.
Me puse de pie y pasé mis brazos alrededor de él.
—Gracias, papi.
Papá, mamá e incluso James me dieron su apoyo incondicional tras ese incidente. Pero mi relación con Edward se fracturó después de la discusión que tuvimos por el video que había mío en internet. Edward dejó de ser la persona con la que yo me esforzaba en mantener intacta mi imagen, él me había llamado estúpida por permitir que un desconocido me grabara. Posiblemente su reacción era comprensible dado que lo tomé con la guardia baja cuando le conté, pero su respuesta fue juzgarme a mí en lugar de darme su apoyo. Y me bastó una palabra para destruir nuestra relación como era antes.
Sigo su instrucción deslizando mi pie izquierdo hacia un lado como buena soldado, pongo mis brazos detrás de mi espalda exponiendo aún más mis pechos. Jasper me mira con una mezcla de enojo y deseo, y me gusta por supuesto.
—¿Quieres que te diga cuantos hombres llevé al apartamento de Edward? —lo provoco, pone el consolador entre mis piernas y va introduciendo primero uno de sus dedos para guiarse, mueve el juguete hasta hacerlo entrar en mí.
—Mejor dime cuantos orgasmos conseguiste con ellos.
Le entrecierro los ojos, pero no respondo.
Enciende el juguete con un pequeño control inalámbrico y comienza a vibrar en mí, aprieto la sonrisa contra mis labios.
—Se mueve mejor que tú —lo presiono.
—Ya veremos si sigues pensando eso más tarde.
Aumenta la velocidad y comienza a moverlo dentro de mí con su mano, mantengo mi rostro tranquilo y mi cuerpo quieto siempre sosteniéndole su oscura mirada.
—¿Puedes recordarme en qué posición me encuentro en tu lista?
—¿Hay una lista?
—Debe haberla.
—Veamos —digo agarrando aire cuando aumenta la intensidad y cambia las vibraciones a la punta—, En el número uno: estaba el chico con granos, por supuesto —Jasper sacude la cabeza y sigue moviéndose despacio en mi interior—, el que tenía un percing en la lengua —añado—, había uno que pesaba como doscientos kilos. Buenisimo en el ¡ah! —aumenta las embestidas con el consolador, cierro los ojos, voy a… —¡Jasper! —gruño frustrada cuando apaga el juguete y detiene los movimientos.
—Sigue.
—El anciano que usaba viagra, por supuesto —entrecierra sus ojos y aumenta las embestidas para después encender el juguete y poner máxima potencia. Mierda. Maldita sea. Yo… oh… veng— ¿Por qué paras?
—Se acalambró mi mano —miente y cambia de mano y vuelve a ajustar a mínima intensidad y movimientos lentos, balanceo mis caderas, pero me detiene con su otra mano de mi cadera para evitarlo—. Quédate quieta —le entrecierro los ojos.
—El asiático con sus veintitrés centímetros.
—Los asiáticos no tienen —lo interrumpo.
—Creeme, éste sí —apaga el juguete y lo saca de mi interior—No puedes dejarme así.
—En realidad sí puedo —se da la vuelta y camina lejos de mí.
—¡Jasper! —me quejo desde mi lugar obligándome a quedarme quieta, frustrada y con ganas de más, pero sin lanzar por la borda mi dignidad, pero él no regresa— ¡Jasper!
—Te haré una pregunta y más vale que seas sincera o tendré que pedirte un taxi —abro la boca.
—No vas a enviarme en un taxi.
—¿Quieres apostar?
Le saco el dedo medio y comienza a caminar hacia mí, cuadro mis hombros y levanto el mentón para verme tan alta como él. Aunque soy consciente que estoy totalmente desnuda y con las piernas abiertas parada en medio de su sala.
—Pregunta.
—¿Qué es lo que no te gusta del sexo conmigo?
Levanto una ceja.
—Sé lo que no te gusta del sexo con todos esos idiotas, quiero saber qué es lo que no te gusta del sexo conmigo.
Me rebano el cerebro intentando dar una respuesta honesta y demoledora para su ego, pero no se me ocurre nada.
—No te lo diré —sonríe y se acerca hasta acomodar el mechón de cabello tras mi oreja.
—¿Te gusta que te amarre? —se me encoge el estomago de emoción ante la posibilidad de repetir eso, pero me encojo de hombros restándole importancia, su sonrisa se amplía— ¿te gusta el sexo oral? —suelto un bufido sin querer responder, sonríe aún más— ¿y antes?
—No —mi voz es apenas un susurro.
—Y he lamido cada centímetro de ti, Alice. Creo que sólo necesitaría hablarte como batman o recitarte poesía para terminar con tu lista de cosas que no te gustan —muerdo mis labios para no sonreír, maldito ególatra con buena memoria
—O te puedo hacer llorar mientras me follas —se ríe esta vez.
—Seguramente lo disfrutarías —ejerce presión en mi mentón para hacerme abrir los labios, cielos, debo estar chorreando entre mis piernas a este punto, intento cerrarlas, pero como si hubiese leído mi pensamiento pone su mano entre mis muslos para evitarlo— y ya que me he venido dentro de ti antes eso cuenta como poner mis fluidos en ti. ¿Qué es lo que no te gusta del sexo conmigo?
—Me gusta todo, ¿eso quieres escuchar?
—Sí, te quiero escuchar decirlo.
—Me gusta todo —esta vez mi voz suena sincera sin juegos.
—Quiero las llaves del edificio de tu hermano —abro la boca y la cierro mientras piquetes dolorosos me invaden. Él cree que podría serle infiel. Intento retroceder pero me sostiene con fuerza de la cadera y mi barbilla. No confía en mí. ¿Y por qué iba a confiar en mí? Si le he dado una lista estúpida antes de tipos inventados. Y aun así quiero escucharlo decírmelo. Él también cree que soy una zorra fácil, por supuesto que quiere esas llaves de regreso, son una garantía de que sabré tener las piernas cerradas, que no le pasare ninguna enfermedad.
—¿Por qué? —mi voz suena por suerte tranquila y divertida y obligo una sonrisa a salir. No sonríe, al contrario, es como si estuviera analizándome y yo me obligo a sostener su mirada sin muecas ni emociones.
—Por la misma razón que te negaste a devolvérsela.
—Me las gané.
—Y acabo de mostrarte porque creo que yo también me las gané. Creo que acabas de admitir que soy mejor que todos ellos.
Está jugando uno de sus juegos, comprendo, yo soy uno de sus juegos para inflar su estúpido ego. ¿Qué mejor manera de saber que es el mejor en el sexo que saliendo con alguien con la lista más larga de hombres en su cama? Hago mis manos puños, pero me quedo quieta e inexpresiva.
—¿Porque eres mejor que ellos debería dartelas? —le doy una sonrisa coqueta y le levanto una ceja que quiere ser juguetona. Claro, el idiota debe querer ser el idiota perfecto para su mujer perfecta. Y eso incluye ser bueno en la cama.
Comenzó a salir conmigo porque quería no sólo llevarme a su cama, sino demostrarse que podía hacer que yo fuera pidiendo más de él. Y una vez que tuvo eso se aseguró de romper con todas esas cosas que le dije desde la primera noche que no me gustaban. Soy su propia apuesta personal, un reto y nada más. Estúpida, Alice. ¿Cómo llegué a considerar siquiera que él buscaría algo más serio conmigo?
—¿Acaso no lo soy? —pregunta devolviéndome a este horrible presente en el que yo estoy desnuda con las piernas abiertas y de pie en medio de su sala frente a él. Asiento inexpresiva y él sonríe totalmente ajeno a la batalla emocional que hay en mi interior—, ven conmigo.
Voy con él, porque he aprendido a guardarme mis sentimientos desde joven. Por la misma razón que dejé que ese otro idiota me diera el peor sexo anal del mundo y me enviara al hospital sin hacer quejas ni pedirle que se detuviera; por lo mismo que he permitido que todos ellos acaben lo que empiezan incluso cuando van a la pila de recuerdos asquerosos: porque así soy.
Porque yo no sé retractarme incluso cuando eso me lástima o me quiebra, así que dejo que Jasper me lleve a su cama y comience a besarme y yo sigo cada uno de sus movimientos, gimo y me muevo como sé que él está esperando que haga. Me desconecto por completo de mi cuerpo, como si fuera en automático.
He sido una apuesta personal, no me sorprende, yo acepté esta apuesta, yo fui quien cedió a las tres citas y luego acepté venir a su apartamento. Yo fui quien estuvo tonteando a sabiendas de que solo quería que yo repitiera con él. Pongo mi pecho contra el colchón mientras él se acomoda detrás de mí, repartiendo caricias y besos que no tienen ningún efecto. Entierro mi cara contra el colchón.
Él también fue una apuesta, una que perdí, este es un juego que aceptamos los dos. Excepto que pensé que el juego había terminado antes de Navidad, que esto era otra cosa, no un noviazgo, no una relación abierta, algo nuestro.
No tengo ningún orgasmo, tampoco finjo tenerlo, no estoy para fingir a ese nivel. Su desconfianza me hiere más que el hecho de que nunca me va a tomar en serio. Y esa idea me quema por dentro. Por suerte, usa condón esta vez. Así que en cuanto sale de mí va al baño y yo aprovecho para escapar.
Me apresuro a la sala y me visto a prisas, me pongo el vestido a velocidad sin ponerme brassier y subo mis tangas en tres segundos. Tomo mis zapatillas y mi bolso, dejando mi ropa interior dentro. Saco el llavero felpudo rosado con la llave del apartamento de Edward dejándolo en la barra de la cocina, donde pueda verlo.
Y entonces me voy.
No estoy para estos estúpidos juegos por hoy.
/
Treinta minutos más tarde estoy tocando a la puerta de James.
Abre la puerta sin vestir su camisa y llevando sólo bóxer.
—Que buenos músculos —lo molesto. Se cruza de brazos.
—¿Qué haces aquí?
—¿Estás solo?
Se mueve hacia un lado y me deja pasar. Respiro hondo y entro. Apagué mi celular apenas subí al taxi, bajé en elevador descalza y hasta que llegué al edificio de James me puse las zapatillas.
—¿Puedo usar tu baño?
—¿Estás bien?
Ignoro su pregunta y me dirijo al baño. Podía haber enfrentado a Jasper, pero todos los escenarios que imaginé mientras teníamos sexo, o él tenía sexo conmigo, terminaban de manera desastrosa. La mayoría de esos finales confesando mis debilidades, o sentimientos como a la gente le gusta llamarlos.
Pude haber ido a mi apartamento, pero Jasper irá ahí, también pude ir a la cafetería y mantener mi cabeza fría, pero Jasper también irá ahí.
Así que vine con James, porque el orgullo de Jasper no le permitirá buscarme aquí. Confío en eso.
—Voy a quedarme a dormir aquí —le informo a James cuando salgo del baño.
—¿No quieres traer tus maletas? —levanta una ceja con sarcasmo.
—Y tú vas a dormir en el sillón —añado.
James tiene tres habitaciones en su apartamento: su habitación, su estudio y su cuarto de ejercicio. No es un gimnasio. James entrena uno de esos deportes extraños de lanzar puños y vestir ridículo de blanco. ¿Karate? ¿Tae kwon do? ¿Yiu-yitsu? Ni idea.
Algo.
Así que esa habitación es en realidad tapete para ejercicio y espejos en las paredes. Cuando James se mudó aquí lo molestaba constantemente con ese espacio, le decía que era su salón de ballet.
—¿Pasó algo?
Niego despacio.
—¿Jasper te hizo algo?
—No —no me hizo nada, me dijo mucho, pero lo que se dice hacer: nada.
—¿Así que decidiste que pasar la noche del domingo juntos era tu manera de conectar?
—Podría decirse.
—¿Tendré que partirle la cara a Jasper? No me molestaría, pero necesito saber la razón.
—Sí te molestaría.
—Sí, un poco, es tan guapo.
Sonrío.
—Lo sé.
Me quedo viendo fijamente el techo unos segundos antes de volver a James que no ha parado de mirarme con detenimiento.
—No te lo diré, déjame en paz.
—¿Cómo está Edward?
¿Mi desquiciado hermano? ¿El que invitó a vivir a una desconocida? ¿El que me obligó a contratar a alguien? ¿Ese?
—Sigue recuperándose.
O empeorando. A saber.
El celular de James vibra sobre la barra de la cocina y se acerca a revisar.
—Es Jasper.
Me encojo de hombros y voy a la habitación de James, pero me desvío al cuarto de los espejos.
—¿Haces yoga? —le pregunto a James en un grito para que me oiga.
Me giro al pasillo y veo a James a un par de pasos rodándome los ojos con el celular pegado a la oreja, mierda. ¿Me escuchó? Por la cara de James sospecho que sí.
—Es la televisión… ¿No te lo dijo? Hizo un video de yoga y es todo un éxito —le saco el dedo a James—. No sé qué pasó entre ustedes, pero ella no quiere hablar contigo… Lo siento, Jasper, Alice me da un poquito más de miedo.
—Haces bien —respondo.
—Dice Jasper que olvidaste tus llaves en su apartamento.
Respiro hondo antes de hablar, para que mi voz suene clara y tranquila.
—Son de él.
—¿Las llaves de tu apartamento?
—De Edward.
James se queda unos segundos escuchando lo que sea de Jasper y luego extiende el celular hacia mí.
—Quiere hablar contigo.
Me acerco a James y presiono el botón de colgar.
—Voy a descuartizarte si vuelves a responderle.
El apartamento de él es vacío.
No hay cuadros en las paredes, no hay decoración en los muebles, podría pasar a simple vista como un apartamento minimalista, pero no es así, no hay ningún articulo personal, ni en la sala, ni en su habitación.
—¿Cuándo habrá una foto mía aquí? —le pregunto para molestarlo cuando regresa de su habitación con un pantalón de ejercicio suelto y una camisa blanca.
—Tengo una tuya en el baño, es inspiradora.
Yo me lo busqué.
—¿Te masturbas con ella? —lo fastidio.
Niega.
—Defeco con ella —cerdo.
James abre el refrigerador y saca una jarra con jugo que sirve en dos vasos. Ugh. Esta es su manera de decir: tenemos qué hablar. Me siento en la silla frente a la barra de la cocina y él se queda del otro lado frente a mí.
—¿Y entonces?
Se rasca la cabeza, verás, James no es bueno lidiando con sus sentimientos, mucho menos con los de otros, así que se lo facilito:
—No confía en que podré respetar nuestra exclusividad. Así que me pidió las llaves del apartamento de Edward de regreso —le explico.
—¿Por qué?
—Porque me escuchó decirle a Edward que llevaba hombres ahí.
—¿No tienes tu propio piso?
—El de Edward cuenta con seguridad.
—¿Y entonces? —James está perdido con esta conversación.
—¿Por qué querría las llaves? No confía en mí. Lo que es estúpido porque yo podría follar donde sea, o ir al apartamento de otro hombre.
—Debería pagarte las sesiones de terapia —dice pensando en voz alta, le entrecierro los ojos—. ¿Y no sería estúpido entonces pedir tus llaves para asegurarse que no tendrás sexo? Es decir, Edward vive encerrado ahí, no es como que pudieras usar su apartamento de todos modos. Y ahora que lo sabe, es seguro que no permitirá que entres acompañada.
Suena a algo que haría mi hermano.
—Y —añado para quitarle el punto de sensatez— ha estado usándome.
—¿Usandote? —asiento.
—Le dije todo lo que no me gustaba del sexo en nuestra primera noche juntos.
—Eres muy directa, Alice.
—Él lo preguntó. Y desde entonces ha estado haciendo todas esas cosas para demostrarme que me gustan cuando las hace él —James asiente varias veces, con las cejas acercándose.
—Es un malvado rufián —dice con voz de falso enojo— te dio el mejor sexo de tu vida, ese imbécil. Hay que matarlo —y finalmente se ríe de mí.
—Lo digo en serio —pero sigue riéndose, cuando al fin consigue callar sus risas pregunta:
—Ayer hablamos sobre no salir corriendo y aquí estás otra vez. ¿Qué pasa contigo, Alice?
Pasa que no soy estúpida. Estoy sintiendo cosas por Jasper, lo sé. Pero soy estúpida porque hemos dicho más de una vez que esto es sobre sexo. Miro mis manos alrededor del vaso con jugo. Tuerzo los labios de un lado a otro antes de animarme a hablar.
—Le gusta alguien —hablo despacio, asimilando las palabras para que se me graben—, y me dio una lista de canciones que le dedicó a ella, o que le va a dedicar a ella cuando al fin se atreva a confesarle lo que siente. Lo que sea. Y creo que él me gusta a mí. La última vez que me sentí así resultó que era un hombre casado. Y el último hombre del que me enamoré… bueno, tú sabes cómo acabó eso. Se convirtió en el pendejo más gigante de la historia.
—Tú le importas, Alice. Y Jasper es un buen tipo, lo sabemos.
—Me pidió que le diera mi top de hombres con los que he follado —contradigo.
—Y es un imbécil, claro.
—Soy su maldito ranking de hombres de la ciudad —me estremezco y le doy un trago al jugo de naranja frente a mí para tragarme las emociones—. Esto no tiene ni un mililitro de alcohol.
—Tengo una cruda horrible y estoy escuchándote quejarte por un hombre desde temprano —dice refiriéndose a la llamada que hice por la mañana—, no hay alcohol aquí además y coincidimos en que Jasper es un imbécil a veces. ¿Algo más?
James es lo opuesto a mi hermano, él es demasiado impaciente. Lo quiere todo de un jalón o nada, así que no se anda por las ramas.
—¿Si termino esto ahora, todavía puedo dar marcha atrás a mis sentimientos? ¿Funcionaría?
—No funciona así, Alice.
Eso me temía.
—Si te pregunta, le dices que estabas llorando por una pelea que tuviste con Victoria, ¿okay? Y yo vine corriendo a ayudarte.
—Okay —me da un apretón en mi mano libre—. Pregúntale por Enrique Hernández.
—¿Quién es Enrique Hernández?
—Cuando vuelvas a considerar romper lo que sea que tengan, pregúntale por él.
—Te mataré si resulta ser un terapeuta.
Me sonríe.
—Tú confía en mí.
Después de eso James me regresa a mi apartamento, porque él no quería dormir conmigo, ni en el sofá, y porque no puedo ir a trabajar con la misma ropa y ya que se me ocurrió enviar a la nueva amiga de mi hermano a una entrevista a las siete de la mañana debo volver a mi casa, además Coco y Channel necesitan comida.
Mi sorpresa al abrirse las puertas del elevador en mi piso, es que Jasper está sentado frente a mi puerta. Idiota.
—¿Podemos hablar? —se pone de pie sujetando entre sus manos una bolsa de papel.
—No.
Saco de mi bolsa las llaves y las introduzco en la manija. Es extraño como la noche anterior quería que se quedará conmigo y ahora quiero que se vaya a la mierda.
—En retrospectiva lo que dije estuvo mal —se atreve a decir. Le entrecierro los ojos.
—En retrospectiva eres un idiota, así que eso es comprensible. Ahora, si me disculpas, mañana tengo que madrugar.
—Lo siento.
—No me importa.
—Sí te importa, por eso estoy aquí, porque quiero arreglar esto.
—No tengo idea de cómo se puede arreglar nada. ¿Algo más?
—Te compré algo.
Este imbécil cree que comprándome cosas puede comprar mi perdón, al parecer. Le levanto una ceja.
—No lo quiero, gracias.
Y entonces ignorando mi negativa Jasper saca de la bolsa de papel un cubo de rubick. Agh, lo odio tanto.
—¿Es para lanzártelo a la cara?
—Puede que sí, pero de preferencia no.
Verás, Jasper y yo tenemos historia, ¿de acuerdo? Lo conozco desde que tengo diez años y con el tiempo se convirtió en un grano en el culo conmigo. Ósea no, pero sí. Lo que quiero decir es que ésta está lejos de ser nuestra primera pelea.
La primera vez que peleamos yo acababa de cumplir dieciséis años, en mi defensa él me llamó primero niña presumida de papi por quejarme por el automóvil rosado que me regalaron, cuando yo quería una camioneta cuatro por cuatro. Y como me llamó así, yo le llamé exgordo friki resentido. Sí. Yo me pasé.
No me habló por tres días, aunque siguió yendo a visitar a Edward porque eran vacaciones de primavera, a sus veintidós años me aplicó la sagrada ley del hielo. Así que me tragué el orgullo y fui a disculparme con él. Dijo que era demasiado fácil solo decir que lo sentía y ya. Así que me mandó a la mierda. Al siguiente día, mientras él estaba en la piscina me acerqué con un cubo de rubick armado por los seis lados. Le dije que no había dormido nada aprendiendo a armarlo y que lo sentía.
Con los años, cuando uno realmente la cagaba con el otro aparecíamos con un cubo de rubick armado, y como nos volvimos expertos en eso y en pelear fuimos añadiéndole dificultad, así que pasamos de armar cubos de cuatro a cinco, seis, siete y ocho piezas por lado. El cubo que sostiene Jasper es un gigantesco cubo de nueve piezas.
—Ya lo tenías armado, ¿cierto?
Sonríe un poco y niega con su cabeza.
—No, pero lo compré hace algunas semanas.
—Así que eres precavido para disculparte, pero no para evitar cagarla conmigo. Bonita lógica.
En lugar de tomar el cubo me cruzo de brazos, pero mis ojos siguen fijos en el cubo que a saber cuánto tiempo le tomó aprender a armar.
—Nueve piezas no es suficiente.
En realidad, sí lo es, intenté aprender a armarlo hace unos meses y me rendí, por eso le di uno de ocho por ocho en nuestra anterior pelea. Jasper se agacha y veo entonces la segunda bolsa de papel. Ugh. Este idiota.
—Pensé justo eso, así que —y saca un segundo cubo, de diez. Muerdo con fuerza mis mejillas por dentro para no sonreír. Venga. No se lo voy a poner fácil. No debería.
Es decir, ¿que si eso me parece gracioso y encantador? Sí. ¿Supera al hecho de tenerme como su ranking de penes funcionales? No. ¿Qué si creí que me estaba tomando algo serio? Pues tampoco. Soy su amiga con derecho, esto es acerca del sexo que nos gusta y nuestra amistad. Pero no esperaba que enviara a la mierda nuestra amistad para usarme como una muñeca sexual con la cual entrenar.
Todos los hombres me ven como lo que soy, pero esperaba que él, en especial él, me viera como sólo Alice. ¿Cómo puedo culparlo por eso? Él fue a buscarme a mi oficina hace dos días porque sabía que saldría corriendo a buscar un pene para distraerme… y justo eso hice. Esa soy yo, él lo sabe.
—No tienes que disculparte conmigo, Jasper. Pero… si hubieras sido sincero, te lo habría dicho a la mañana siguiente que dormimos juntos —mantengo mis ojos en el cubo de diez piezas al hablar, concentrándome en los colores y los pequeños cuadros que lo conforman—, lo entiendo, claro. Estoy segura que ni siquiera todas tus exnovias juntas pueden sumar la cantidad de hombres con los que yo he dormido —me concentro en el dolor que causan mis uñas clavándose en las palmas de mi mano para ser inexpresiva al hablar—. No son una fuente confiable, así que… Lo que digo es que te habría ahorrado esas citas, si lo que querías era un dato.
Estiro mi mano para abrir la puerta, pero Jasper me detiene. Por favor, ¿por qué no puede sólo déjame ir? Estoy teniendo una madura conversación sin emociones estúpidas de por medio. Sólo quiero entrar en mi apartamento y dejar que Coco y Channel se encarguen de lidiar conmigo.
—¿Eso es lo que crees que estoy haciendo? —me encojo de hombros. Honestamente no tengo la menor idea de lo que se supone que está haciendo. Sé lo que yo gano con esta etiqueta. ¿Qué es lo que busca él? Abre la boca para continuar su perorata infinita y lo interrumpo con frialdad.
—Estamos pasando el rato, Jasper. No vamos a complicarlo tan pronto. ¿O sí? —me obligo a levantar la mirada y elevar una ceja siendo tan dura como puedo, conmigo y con él, porque necesito que esa idea se me tatué en el cerebro. Somos amigos con derecho, es la etiqueta más importante que alguien me ha dado. Y considerando que mis amigos hombres son él y James, y que jamás volvería a tener sexo incestuoso con James… la única persona que puede ser mi amigo con derecho se limita a él.
¿Dejar esto que tenemos para conseguir en unas semanas a un extraño que me dará sexo aburrido? ¿Volver a estar con alguien que posiblemente olvida mi nombre en cuanto lo menciono y por eso me llaman solo con apodos?, ¿arrepentirme del imbécil con el que dormí al despertar? ¿No tener a nadie que se preocupe por mí? ¿Nadie que me busque sólo para conversar? No. No quiero eso. Eso lo sé.
Puede que Jasper tenga razón y yo no sepa lo que quiero. Pero ya sé lo que no quiero. Y entre lidiar con el mismo idiota que me usa para entrenar como saco de box o tolerar a extraños idiotas y sin cerebro ni habilidades en la cama. Prefiero quedarme con Jasper, por mucho. Sólo necesito poner en control mis ideas y enfocarme en el objetivo: sexo divertido. Y descubrir también cómo evadir problemas: no tener sentimientos al respecto. Victoria me lo advirtió. Si quería que esto funcionara entonces tenía que tener claro de qué iba esto.
Inspiro despacio y miro de nuevo a Jasper con una suavísima sonrisa antes de acercarme a dejar un beso en su mejilla.
—Tú y yo estamos bien, ¿sí? Tengo que entrevistar a la amiga de mi hermano mañana y para eso debo madrugar.
—Alice.
Tomo el cubo de rubick de diez piezas y lo desordeno por completo antes de devolverlo a su bolsa, y después hago lo mismo con el de nueve. Poniendo toda mi atención en lo que hacen mis dedos.
—Listo. Así no podrás hacer trampa la próxima vez.
—¿Estamos bien? —no parece conforme conmigo. Asiento porque no sé si seré capaz de mentir—. No necesito esto —saca de su pantalón las llaves del departamento de Edward con el llavero felpudo rosa.
—Devuélveselas a Edward, estoy segura que igual va a quitármelas.
—Talvez ese juego se me salió de las manos, y es obvio que te ofendí —niego con mi cabeza, aunque este juego se nos salió de las manos a los dos.
—Tonterías —Jasper insiste en que tome las llaves y lo hago, pero sólo para demostrarle que me vale una mierda las llaves y que no hay ningun resentimiento aquí.
—Te fuiste de mi apartamento sin decir adiós.
—Salió una emergencia.
—¿Con James? —asiento.
—Él necesitaba algo y fui a salvarle el trasero.
Casi podría ser cierto. Por la mueca en la cara de Jasper sé que no me cree. Respiro hondo.
—Bien. Me ofende que pienses que podría ir y follarme al siguiente idiota con pies que se cruce en mi camino, cuando acordamos ser exclusivos.
—No pienso eso.
—Porque te di las llaves.
—No pensaba eso antes tampoco.
Con los brazos cruzados repiqueteo mis dedos contra mi piel, impaciente y deseosa de que se vaya.
—Estamos bien —repito.
Los ojos de Jasper escrudiñan mi cara y yo me limito a quedarme quieta y sostenerle la mirada.
—Llamame cuando tengas ganas de tener sexo —me despido de nuevo, girando mi muñeca y abriendo la puerta.
—Te llamaré cuando te extrañe a ti —sus palabras se sienten cálidas por dentro, sacudo mi cabeza, esto es sobre el sexo.
—Me gustaría saber cuántos días es eso.
—¿Alice? —me giro hacia él y toma mi rostro entre sus manos y me besa. No un beso exigente ni uno que pretenda encender la pasión entre nosotros. Un beso dulce y suave, manteniendo sus dos manos en mis mejillas en todo momento. Cuando se separa parpadeo sintiéndome confusa—, para que me extrañes.
—Llamarás primero tú —le digo encogiéndome de hombros, mostrándome tan indiferente como puedo, esforzándome en reconstruir las barreras viejas.
—Tal vez eso sea cierto.
—Lo será —y con eso doy un par de pasos más y entro a mi apartamento.
Cuando cierro la puerta Coco y Channel están acostadas contra sus estómagos en el piso y me miran con sus cabezas ladeadas. Una lágrima se desliza lenta por mi mejilla mientras me deslizo sobre la puerta hasta tocar el suelo. Ambas corren a mí.
Amigos con derecho, sólo somos amigos con derecho, le recuerdo al estúpido corazón que ha decidido volver a encenderse y pulsar con fuerza por ese idiota que solo va a romperlo.
De nuevo, me recuerdo, Jasper va a rompérmelo de nuevo.
¿Qué, qué?
¿Qué te ha parecido el capítulo de hoy? Yo amo a Jasper aunque a veces sea un bruto con lo que dice y hace, pero al menos sabe ir y disculparse.
¿Y el tuyo? ¿Cuál es tu personaje varonil favorito? Aquí no tienen muchas oportunidades de amar a Edward, porque aquí es sólo el hermano de Alice, pero ¿entre Jasper y James?
Nos leemos
