LXXII
Más contingencias imprevistas

Diez minutos más de cabalgata nos bastaron para divisar a Eren. Por alguna razón, se alejaba del bosque de árboles gigantes, rumbo al sur, hacia Shiganshina. ¿Por qué iría allá en específico? Supongo que lo sabríamos pronto. Por el momento, sin embargo, debíamos seguirle.

Lo que me parecía extraño, sin embargo, era la ausencia de Zeke. Hace un rato que pasamos por el bosque de árboles gigantes, pero no vimos ni una sombra de su presencia. Era probable que hubiese escapado, pues ya había tenido noticias de que el capitán Levi, quien se suponía que debía estar custodiando a Zeke, había muerto en acción. También era posible que Zeke también hubiese perdido la vida mientras trataba de escapar de Levi, lo que frustraría los planes de Eren. Si ese era el caso, su única oportunidad de activar el retumbar estaba en Mitras, por lo que era lógico que se devolviera hacia el norte. Pero seguía avanzando hacia el sur. ¿Sabría Eren algo que nosotros no? Y si ese era el caso, ¿cómo lo supo?

La respuesta estaba justo detrás de mí.

Era bastante probable que Louise le hubiera dicho a Eren sobre los planes de reencuentro entre él y Zeke. Ella había escogido unirse a la tropa que iba a la capital a comprar víveres y otras cosas necesarias para nuestra estadía en la prisión. Aquello le había permitido enterarse del estado del plan a través de pancartas especialmente diseñadas para transmitir mensajes sin que nadie más se diera cuenta. Era factible que, entre esas pancartas, estuvieran codificadas las instrucciones para el encuentro entre Eren y Zeke.

—Louise, ¿sabes algo sobre cómo Eren va a reunirse con Zeke?

—Bueno, la única instrucción que recibí al respecto fue "Shiganshina" —repuso ella con voz queda. Era evidente que aún lamentaba haber traicionado la confianza de mis compañeros, y la mía, por supuesto—, así que asumí que ese sería el lugar donde ambos se reunirían.

Aquella era suficiente información. Ya sabíamos el lugar donde Eren y Zeke se reunirían, y nos convenía llegar antes que cualquiera de los dos. De ese modo, decidimos abandonar la persecución, y dirigirnos directamente a Shiganshina. Erwin estaba allí, por lo que nos era conveniente informarle de los nuevos acontecimientos, y así tendríamos más posibilidades de detener el retumbar. Desde mi punto de vista, la forma más segura de hacerlo era eliminando a Zeke. Sabía que eso haría que Historia no pudiera heredar el titán bestia, pero, si lo pensaba bien, a mí me convenía tomar ese curso de acción. Sin embargo, era posible que Erwin tuviera un mejor plan.

Llegamos a Shiganshina justo cuando el sol aparecía por el este. Sabiendo que Eren nos llevaba poca distancia, decidí ir directamente a las barracas, e informar a Erwin sobre nuestros descubrimientos. Debía hacer esto rápido, por las razones que ya había mencionado, pero tampoco podía hablar atropelladamente, de otro modo, el comandante no nos entendería.

Cuando llegamos a las barracas, desmonté mi caballo, ordenándole a Louise que no lo hiciera, pregunté dónde podía encontrar a Erwin, a lo que un soldado me respondió que estaba en su oficina, y subí hasta la oficina del comandante en el último piso. Casi falta de aliento, me permití un momento para recuperar el aire y la calma, y entré a la oficina.

El comandante se encontraba sentado, hojeando unos papeles, pero alzó la mirada cuando abrí la puerta. Noté que había un soldado mirando por la ventana, el que usaba una venda alrededor de la cabeza. Su peinado se me hizo bastante familiar, pero no podía pensar en eso. Enfoqué mi mirada en el comandante. Él me miró con comedida sorpresa antes de hablar.

—Capitana Ackerman —dijo Erwin, juntando ambas manos—. Anoche supe que nuestra reina dio a luz.

—Eso es cierto —dije, buscando luchar contra la impaciencia—. La acompañé durante el proceso. Se encuentra descansando en este momento.

—Es bueno oír eso. ¿Tiene algo que comunicarme?

—Se trata de Eren —dije, y no pude evitar componer una cara de pena—. Escapó de la prisión con la ayuda de una infiltrada en nuestras filas. Se dirige hacia acá, si es que no ha llegado ya. Tiene por objetivo encontrarse con Zeke, y así activar el retumbar de la tierra.

Erwin se quedó mirándome por unos cuantos segundos, como si estuviera evaluándome, antes de responder a mi acusación.

—¿Y tiene pruebas de lo que está afirmando?

—Obtuve información de la infiltrada que mencioné, y me dijo que tenía instrucciones de comunicar a Eren el lugar donde él y Zeke debían encontrarse, y ese lugar es aquí, en Shiganshina. Además, desde que Eren literalmente afirmó que debíamos destruir a Marley, quedaron claras sus intenciones. El retumbar de la tierra es el único método efectivo que tiene a mano para atacar a los enemigos de Paradis.

Erwin se llevó una mano al mentón, imaginaba que sopesando la información que le había entregado. Aparentemente, no tardó mucho en hacerlo, porque pasó solamente un poco más de un minuto para darme una respuesta.

—Le creo, capitana Ackerman —dijo, poniéndose de pie, y acercándose al soldado que miraba por la ventana—. Dispondremos de los soldados que sean necesarios para evitar que Eren y Zeke se encuentren. Además, contamos con un as bajo la manga.

El soldado que me daba la espalda, giró sobre sus talones, y, de forma inmediata, me quedó claro por qué me resultaba familiar. No me impidió componer una cara de sorpresa e incomprensión. Lo que no entendía, sin embargo, era por qué estaba allí, pues yo tenía la impresión de que él estaba muerto.

—Le hice una promesa a Erwin, y quiero cumplirla —dijo Levi como si no tuviera un ojo vendado y un par de dedos menos en su mano derecha—. Ese maldito simio es muy astuto. Si hubiera reaccionado medio segundo más tarde, no me habría recuperado tan rápido. Aún estaría bajo el cuidado de la cuatro ojos.

—Hange mintió a Floch cuando le dijo que el capitán Levi había muerto —explicó Erwin, dedicándome una mirada severa por alguna razón—. Hizo bien en dar caza a Eren en lugar de a Zeke. No sabía si Levi estaba en condiciones para pelear, pero él llegó a esta oficina como diez minutos antes que tú, diciéndome que no podía esperar en darle su merecido a Zeke y arrastrarle hasta Mitras para que la reina hiciera lo suyo con él. —Yo me quedé mirando a Erwin por un rato, y él soltó una pequeña carcajada, para luego continuar—. Fueron sus palabras textuales. En fin, capitana Ackerman, tengo que preguntarle algo muy importante.

—¿Y de qué se trata?

—¿Está segura que su historia con Eren no le va a impedir hacer lo que sea necesario para detenerle, incluso matarlo?

—Completamente —dije, aunque no pude evitar que la voz me temblara un poco—. Eren ya no significa nada para mí. Porque, definitivamente, yo no significo nada para él. Me dijo que me ha odiado desde que éramos niños. Si no tuviera una relación de pareja con Historia, esas palabras me habrían afectado bastante, incluso habrían sido debilitantes. Es posible que haya vestigios de lo que alguna vez sentí por Eren dentro de mí, pero no me impedirán hacer lo que sea necesario para evitar el retumbar de la tierra.

Erwin se llevó una mano al mentón, perdido en pensamientos. Tal vez dudaba de mi determinación por impedir el plan de Eren, tal vez creía que había demasiada historia entre los dos para que yo pudiera ser objetiva. Pasaron unos treinta segundos, o algo así, para que Erwin me diera una respuesta.

—Es una soldado muy competente, y es un enorme crédito para la isla —dijo Erwin, e intuí que se venía un pero, y no me equivoqué—. No obstante, aún me da la impresión que usted no ha cortado completamente todos los lazos que posee con Eren. Me temo que, cuando llegue el momento de tomar decisiones difíciles, usted no podrá reaccionar de la forma que se espera de un soldado con su rango y habilidades. Lo siento, capitana Ackerman, pero no formará parte de la misión para detener a Eren. Su escuadrón se quedará con usted, por las mismas razones.

Inmediatamente, me ardió el estómago. ¿Cómo era posible que el comandante, un tipo que había hecho su carrera a base de correr riesgos, estuviera jugando a la segura? Iba a protestar, pero el capitán Levi se adelantó a lo que fuese que iba a decir.

—Soy el único en todo este ejército que puede con Eren y con Zeke —dijo, y, aunque no se le escuchaba arrogante, me lo tomé como si lo hubiera sido—. Tú no solamente no tienes la habilidad, sino que tampoco la experiencia o la cabeza clara. Debes hacer lo que te ordena el comandante, o yo mismo me encargaré de que no intervengas.

Fruncí el ceño y crispé los puños. Miraba al capitán Levi como si fuese lo único presente en la oficina, ciega a todo lo demás.

—Pues no veo mucho futuro a un soldado tuerto —dije, sin pensar en las consecuencias que mis palabras pudiera acarrear—. Tener un solo ojo es bastante problemático para alguien que necesita estar al cien por ciento para ser remotamente útil en una batalla. Yo estoy en mejores condiciones físicas que tú, y tengo tantas razones para realizar esta misión como cualquiera que haya conocido a Eren. Y, en caso que no lo hayas captado, estoy hablando por mis compañeros también.

Se hizo el silencio en la oficina. Tanto Levi como Erwin me miraban con expresiones inescrutables. Me imaginé que estaban procesando lo que yo acababa de decir, aunque, para ser justa, no les tomó mucho tiempo ponderar mis palabras.

—Si ese es el caso, entonces creo que la mejor solución es que ambos participen en la misión —dijo Erwin con una voz pesada, y tanto yo como Levi entendimos que, más que una solución, se trataba de una orden—. Mikasa apoyará a Levi en el combate, y Levi se asegurará que Mikasa no pierda el temple cuando llegue el momento de acabar con Eren. Sé que los Ackerman trabajan mejor en solitario, pero me sentiré más tranquilo si ambos cooperan.

Honestamente, no sabía que pensar de las palabras de Erwin. Creí que me iba arrojar al calabozo por faltarle el respeto a Levi, pero, y esta es una teoría mía, Erwin creyó que yo tenía un punto al decir que Levi no estaba al cien por ciento, y tomó una decisión que no solamente beneficiaba a ambos, sino que al comandante también.

Erwin iba a volver a hablar, cuando un estampido sacudió todo el edificio de las barracas. Los tres miramos por la ventana, y vimos una columna de polvo a unos cien metros de nuestra posición. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que, entre la columna de polvo, apareció el titán acorazado. En medio de nuestro desconcierto, nos hicimos la pregunta obvia: ¿cómo diablos había llegado a Shiganshina? Luego, miramos hacia arriba, y divisamos una flota de dirigibles como el que habíamos empleado para escapar de Liberio.

Marley había comenzado su invasión a Paradis.