—¿Una discusión? ¿Contigo llorando?

El albino alzó una ceja, incrédulo de lo que escuchó.

Apretó los labios, no sabía que decir.

¿Por qué le respondió? Ahora se arrepentía.

Un silencio angustiante los envolvió. El reloj en su pared marcaba las cero horas con treinta y dos minutos. Solo quería que ya terminara.

—¿Qué clase de discusión?

Lo miró al instante. Su sangre se heló.

Sus ojos.

Sus ojos estaban idénticos a su sueño.

Igual de oscuros, igual de inexpresivos.

Igual de intimidantes.

Ojos carmesíes que la miraban como si quisiera hallar hasta lo más profundo de sus secretos. Como si quisiera averiguar lo que su corazón guardaba.

Cómo si quisiera poseerla y ya no soltarla.

Una corriente la hizo saltar de su sitio, quitándose levemente las sábanas de encima. Empezó a respirar pesado por los recuerdos de su pesadilla aún frescos. El calor empezó a gobernarla desde su pecho y se esparcía hasta sus extremidades.

—Kohaku, respóndeme. —Insistió, juntando ligeramente las cejas. — ¿Qué clase de discusión? Si quiero ayudarte debo saberlo.

Su corazón bombeaba desenfrenado, tanto que sentía latir todo su cuerpo. La sequedad en su boca le impedía palabra. El calor se volvió ardor infernal en su piel y el temblor en su mandíbula se intensificó.

Te necesito, Kohaku

Basta.

Te necesito, Kohaku.

¡Basta!

Te necesito, Kohaku.

¡BASTA!

¡Esas palabras se repetían incesantes en su cabeza! ¡No la dejaban tranquila! ¡La angustiaban! ¡La asustaban!

¡La aterraban y no entendía por qué!

¡¿CÓMO PUEDES SER TAN REPUGNANTE?! ¡YO CONFIABA EN TI!

Abrió los ojos a más no poder. Soltó el aire que no supo en qué momento empezó a contener. El temblor en sus brazos se detuvo por milésima de segundo. Imágenes pasaban frente a ella de lo que paso en esa pelea.

Y lo recordó.

Recordó todo.

Todo.

—¡¿CÓMO PUDISTE, SENKU?!

El sonido de la silla donde él se sentaba al caer rompió el silencio junto con su grito. Senku se levantó tan rápido del susto por su voz rota y reseca, pero aun así tan llena de ira contenida de la más profunda y aberrante.

Había recordado todas y cada una de las lagunas mentales de las que sufría.

Cómo es que meses antes de su «accidente» hubo alerta de un desconocido intentando ingresar a su complejo de apartamentos, aunque nunca fue capturado por alguna cámara o seguridad. Cómo es que continuamente se sentía observada yendo o saliendo de la universidad. Cómo su espalda se congelaba por completo a pesar de estar rodeada de personas. Cómo es que cosas suyas se perdían sin explicación en su apartamento, por más insignificante que sea. Ligas y broches para el cabello, pulseras y collares desaparecían de su habitación por más que le preguntará a Ruri-nee si los había visto.

Fue cuando una de sus bragas no fue encontrada que pudo afirmarlo. Tenía un acosador.

Un repugnante y asqueroso acosador.

Y lo que más lamento saber fue que era Senku.

Y no lo quiso admitir por qué lo admiraba, lo quería, hasta que le tendió una trampa y lo encontró en su casa, unas semanas después de que su hermana mayor se mudara.

¡¿Por qué, Senku?!— Bramó enfrentándolo. Apretó su pecho fuertemente de la frustración e impotencia y retrocedió unos pasos. Sus cejas y mandíbula temblaban. Su respiración no aguantaba. Las lágrimas ya no podían ser controladas.

La decepción la invadía.

El miedo la quebraba.

La mirada seria e inexpresiva la vulneraba.

Porque te necesito, Kohaku.

Y él sonrió.

No podía con eso.

¡No podía con eso!

No supo en qué momento pasó, pero ella ya se encontraba encima suyo, sujetando tan fuertemente el cuello de su camisa que podía sentir los latidos de su corazón a través de la ropa. Rechinando los dientes de la ira, contrario a su llanto cayendo por su mentón hacia el de él.

Solo era poco para acabarlo, solo era poco para matarlo...

Eres una escoria...— Su voz se rompía. —¡Una escoria! —Pero el fuego en su interior ardía más. — Perdiste mi confianza...—Las lágrimas caían cuáles cascadas, para luego endurecer su agarre y gruñir. — Y te haré pagar.

Y su sonrisa se ensanchó, como si todo eso fuera de su diversión.

¡Cómo si ella fuera su diversión!

Alzó el puño lo más alto que pudo con el fin de terminar con todo eso, que sienta un poco de la desesperación que ella sentía, pero dudó.

Fue solo un segundo dónde su alma se quebró viendo no al aberrante ser frente suyo, sino al científico entusiasta por la ciencia que conoció en preparatoria.

Aquel joven que le gustaba.

Solo fue un segundo dónde no pudo hacer nada más que llorar.

¡Argh! ¡Mierda!

Lo soltó lo más veloz que pudo y tomó el costado de su muslo. Un punzón en su piel la hizo levantarse.

¿Qué?

Pequeñas gotas de sangre corrían por sus dedos. Retrocedió, saliendo completamente de encima.

¿Qué me hiciste?...

Estaba asustada.

Alzó la vista, se estremeció.

Una jeringa vacía y goteando en la aguja llamó su atención. Senku la tenía sujeta a unos metros de ella, frunciendo el ceño, pero con una sonrisa burlona que la llenó de temor.

No tuviste que dudar, Kohaku. —El piso bajo sus pies se movía. Empezaba a dejar de escucharlo. —Eres demasiado compasiva para tu propio bien. —No podía quedarse más tiempo de pie. Su vista se nublaba. — Y por eso que...

Lo último de lo que fue consciente antes de desvanecerse fue un golpe en la cabeza.

Le dolía.

Se sentía traicionada, humillada, usada de la forma más dolorosamente baja posible.

Para ella, Senku siempre fue una persona de admirar. Con un corazón tan fuerte y con una voluntad inquebrantable que lo hizo llegar tan lejos a tan corta edad de pura convicción. Alguien que aprendía por placer como no había conocido antes y que sus conocimientos podían ser de ayuda para los demás.

Alguien por quien tenía sentimientos desde la preparatoria.

Él la ayudó en los tiempos más difíciles con Ruri. Él le enseñó la mayoría de las cosas que desconocía. Él la hizo conocer las maravillas de la ciencia. Él sin darse cuenta había calado profundamente en su mente y alma.

Pero todo eso se acabó.

Ahora lo único que sentía por él era asco.

Y decepción.

Toda la admiración que sintió se esfumó. Todos los momentos agradables en su memoria se pudrían. Todos sus sentimientos por él se transformaban en odio.

Le repugnaba. Lo aborrecía.

La engañó en todo. En su actitud, en su personalidad, en sus ideales, en su forma de ver el mundo y en su forma de verla a ella.

En su relación.

No había ninguna relación.

La engañó y manipuló todo este tiempo y lo sigue haciendo por esa estúpida mirada que le regalaba en esos instantes.

—¡¿CÓMO PUDISTE-?!

No pudo gritar.

Su voz raspaba su garganta. Estaba increíblemente reseca. Su boca y todo su cuerpo.

Se desesperó.

—¿Qué-?

La voz no le salía. Intentó llevarse la mano a la garganta, pero su brazo no respondía como quería. Todo su cuerpo empezó a arder cuáles llamas del infierno y sus músculos se relajaban a tal punto de sentirse dormida. Su corazón aumentó su bombeo a niveles preocupantes tanto que podía sentirlo latir en sus oídos.

¡¿Qué le estaba pasando?!

Una risita la sacó de sus pensamientos.

—Mírame.

Le hizo caso. ¿Por qué le hizo caso?

Aguantó la respiración por un segundo.

—No creí que lo ibas a saber tan rápido, o que lo ibas a saber en sí. —Susurró más para sí mismo, llevándose dos dedos al mentón. —Pero no podía esperar más de una leona.

No lo entendía. ¡No lo hacía!

Quería reclamarle. Quería gritarle.

—Has recordado todo, ¿No es así?

—Sí...

¡¿Por qué respondió?!

¡¿Por qué no actuaba?!

¡¿Por qué no lo golpeaba?!

¡Golpéalo!

¡Actúa!

¡Haz algo! ¡Lo que sea!

¡¿Qué mierda le hizo?!

Quiso zafarse de las sábanas. ¿Por qué tenía un short? ¿Cuándo se cambió? ¿Por qué sus piernas estaban húmedas? ¿Por qué tenían paños?

—Quiero que entiendas algo, Kohaku. — Quería llorar. No podía llorar. — Todo lo que hice, por más rastrero que fuera, lo hice por ti. —El carmesí en su mirada se volvió lúgubre. Su voz sonó ronca. —Por lo que siento por ti y por lo que sé que tú sientes por mí.

Tomó su cabello y recorrió hasta su mejilla con una delicadeza impropia de él y del momento, acariciándola con el pulgar mientras poco a poco bajaba para quedar a su altura.

Quería detenerlo, alejarlo.

Al estar a unos centímetros de su rostro, su visión se tornó borrosa. Retrocedió lo que pudo del pánico. La presión en sus dedos se intensificó para evitar que se separara. La miró directamente y ella a él.

Podía apreciar, aunque algo difuso aún con su increíble visión, sus labios entreabiertos respirando pesado, como lentamente su aliento chocaba más y más contra su boca, el ligero sudor bajar por su frente y pegar los mechones de su cabello, su mirada casi suplicante, el ligero sonrojo en sus mejillas bajo sus ojos oscurecidos y la calidez angustiante de su palma.

Se sentía impotente. Se sentía encerrada como si estuviera en una jaula hecha por el cuerpo de él.

No sudaba, no hablaba, no emitía ningún sonido del miedo.

Hasta que lo notó.

La erección en su muslo.

—Te necesito, Kohaku. —Se congeló viendo hacia el bulto. El terror subía cual corriente por su espalda. Senku se acercó hasta quedar con sus labios rozándose. —Y ya no lo puedo controlar.

La besó desesperado.

Quería enfrentarlo. ¡Tenía que enfrentarlo!

Y a pesar de las increíbles ganas de llorar ardiendo en sus ojos, por alguna razón no podía. No lo soltaba.

No hasta que la empujó y quedó sobre ella que una solitaria lágrima bajó por su mejilla.

—Porque ya eres mía.

...

Se sentía asquerosa.

El hombre encima suyo era espeluznante. El rostro que alguna vez amó ahora era la de un monstruo.

Quería vomitar.

Quería llorar.

Se sentía rota. Sucia. Degradada.

Y le dolía.

Le dolía como el pene entraba una y otra vez por su vagina no lubricada, ardiéndole el interior.

Como su cuerpo no reaccionaba ni detenía.

Como no podía liberarse del agarre de sus brazos para ir más profundo a pesar que el olor a hierro empezaba a hacerse sentir.

Como el aliento caliente le golpeaba el cuello y la saliva recorría sus pechos y hombros donde los cabellos blancos se escondían.

Como el techo parecía alejarse y abandonarla en ese momento que necesitaba que la salvaran.

Como intentaba hablar, pero solo salían pequeños sonidos y gemidos que lastimaban su garganta reseca.

Como le frustraba no tener su libertad.

Pero en especial le dolía como empezaba a sentirse culpable por como poco a poco disfrutaba del roce de sus sexos y su clítoris.

Esta no podía ser ella.

Este no podía ser él.

Solo quería que acabara.

Y que no lo recordara.

...

ACLARACIONES: NO busco romantizar este tipo de acciones. Los crímenes mostrados en este fanfic son degradantes y horribles, pero que he usado con fines netamente ficticios de terror y suspenso. Recuerden, es ficción.

No me funen:(

Esto ha sido lo más ooc y repulsivo que he escrito hasta ahora jajaja pero me gusta mucho el jugar con lo psicológico y el suspenso.

Espero que el miedo se haya trasmitido perfecto en la lectura y que me recuerden como la chica enfermita de los fics senhaku x"d

¡El próximo capítulo es el epílogo! Y contaré las cosas que no han quedado claras.

Sin más, gracias por leer y espero no me odien jajaja TT