La entrada al agua fue sencilla, el oleaje recién comenzaba a picarse, así que los surfistas pudieron entrar sin mayor complicación.

Takeshi y Sato no dudaron en tomar los kayaks de los albaz para adentrarse en el mar y poder ver las competencias de cerca. Hanako había entregado la tabla Krypto a su hermano para que tomara su lugar en el concurso, pero tenía en su poder la tabla de repuesto que les solicitaban por si las dudas, así que la tomó y se aventuró más allá del romper de las olas, brindando apoyo moral al mayor de los guardianes.

La joven sólo había escrito su apellido al registrarse a sabiendas de que Haruki podía llegar a tomarse personal aquellas contiendas, y las dudas respecto a cuál de los Yamamoto participaría en el último torneo del día habían llenado la playa de curiosos listos para ver el desplante de histrionismo y habilidad de cualquiera de los guardianes. Algunos cuantos por tierra, otros cuantos aventurandose en el agua.

Los surfistas tendrían veinte minutos a partir del silbatazo inicial para lograr sacarle algo al mar, y tendrían que ser osados al momento de enfrentarse al agua, porque el oleaje no parecía prometer nada a pesar de que el tiburón del arrecife había asegurado que la luna llena traería buena marea consigo.

Haruki miró sobre su hombro hacia la lancha de Bazzard, donde algunos turistas y locales se habían aglomerado para ver mejor, logró vislumbrar a Nanao, Nemu y Soi-fong observando con curiosidad, percatándose de lo simple que resultaba leer a la campeona que había puesto a sus hermanos a comer arena, leyendo aquel deseo en sus ojos: quería verlos caer.

Bueno, si tantas ganas tenía aquella humana pretenciosa de ver a los guardianes derrotados (y lo había demostrado en la fiereza de su partido), debió inscribirse también.

Tuvo que pasar saliva y respirar profundo. Su instinto asesino estaba demasiado a flor de piel desde la noche anterior, cuando había convocado a sus guardianes para hablar de la playa, pero aquel pequeño desliz de pensamientos no se lo podía atribuir solamente al nerviosismo del juicio que quería realizar contra los mortales. Había algo más (mucho más) de por medio. Le debía una explicación a Hanako.

Una respiración profunda y comenzó.

El oleaje había estado inestable desde el partido, el cielo despejado había adquirido un color naranja opaco tras la caída del sol, alrededor de veinticinco minutos de luz decente era lo que quedaba para realizar la competencia, y luego la penumbra y pleamar harían difícil la salida del océano.

Kouga comenzó a bracear en dirección a los cúmulos de agua que amenazaban con convertirse en olas, tratando de rebasar a la competencia y comenzar con ventaja. Sonreía socarrón, confiado, había alcohol en su sistema, pero no el suficiente como para que cayera presa del mar, así que Haru no dudó en levantar una ola para él, curioso de cuál sería su primer movimiento.

—Sólo espero que no te ahogues —exclamó Haruki al ver a Kouga pasarle por el costado.

Las palabras del tiburón no lograron amedrentarlo, el muchacho nadó en paralelo y trató de ponerse en pie sobre la tabla, pero rebasó el movimiento del agua y terminó siendo dejado atrás por la cresta, que reventó medio metro por delante de él.

Un sistema…

Haru sonrió de medio lado, inmerso en sus pensamientos y sin que nadie lo notara, mientras consideraba enviar sistemas de olas para ver si alguno se atrevía a tratar de dominar dos o tres en cadena.

Había visto a Renji y a Shuuhei intentarlo el verano pasado, él mismo se había vuelto un experto en abordar tres o más olas consecutivas, pero el hecho de que un mortal lo pudiera hacer con la misma facilidad que él, le dio la idea de que otros debían, si no poder en un primer intento, al menos intentar algo decente con ello. Un regalo del guardián para aquellos que pretendían derrotarlo literalmente en su propia casa.

Se recostó sobre su tabla, apoyando el mentón sobre los brazos cruzados y sonriendo inocente mientras las olas crecían poco a poco y los surfistas se atrevían a tomar la iniciativa, sin lograr nada más allá de uno o dos puntos con un puñado de décimas.

Sonrió divertido al ver a Renji adelantarse y dominar una de las primeras olas decentes, bombeando la tabla bajo sus pies para tratar de mantenerse en movimiento.

Si alguien tenía posibilidades de vencerlo esa tarde, ese era Renji.

Haru miró sobre su hombro, la sonrisa socarrona que Takeshi le dedicaba desde el Kayak lo hizo carraspear divertido, Haru asintió para sí mismo mientras Renji coronaba la ola, posicionando su tabla por encima de la cresta y luciéndose al domarla por arriba.

Si sus ojos emitieron un fulgor plateado, aquello pasó desapercibido para todos, la ola rompió de golpe y Renji salió disparado hacia el frente, azorado, con apenas un segundo para preguntarse qué había ocurrido, mientras Sato y Takeshi se deshacían en carcajadas que casi los tiraban de sus respectivos kayaks.

(Walk - Foo Fighters)

Haruki levantó la mirada hacia Hanako, quien negaba con la cabeza haciendo pucheros, un reproche infantil que hizo al tiburón sonreír dulcemente, gesto que tomó por sorpresa a Sato, quien por fin volcó su kayak.

El tiburón suspiró enderezándose un poco, comenzando a bracear hacia el siguiente sistema de olas. Y entonces la gente prestó atención.

El muchacho se puso de pie sobre su tabla, paseando sobre las olas que recién comenzaban a formarse, agua empujándolo hacia la orilla mientras él se trenzaba el cabello hacia el costado y sonreía, tanteando el mar.

Si el hecho de pasear sobre las formaciones de agua no le valió ni para algunas décimas, el muchacho le quitó importancia nadando de regreso y encarando la siguiente ola, percatándose de lo poco cooperador que se encontraba el mar en esos momentos a pesar de sus intentos.

Carraspeó divertido mientras se abría el cierre del traje de neopreno, dejando a la vista la piel de su torso, pensando en lo habilidosos que debían ser los surfistas que habían logrado acumular más de cinco puntos en los últimos minutos.

Amaba el mar.

No sólo por su naturaleza, sino por la majestuosidad con la que actuaba aquella masa de agua caprichosa y cambiante, como si fuera capaz de moverse a su antojo, como si la luna no tuviera injerencia en sus acciones, y al mismo tiempo como si todo le afectara directa o indirectamente.

La primera ola decente del sistema hizo aparición, y aunque Kouga le pasó por enfrente con toda la intención de hacerle daño con su tabla, rápidamente el mar se lo tragó sin que él tuviera que intervenir, puesto que la punta de su tabla se quedó atorada en el remolino inicial mientras él mismo braceaba lejos de la ola, permitiéndose sentir la resistencia del agua que tiraba con fuerza de él y de su tabla.

Haru se puso de pie en un movimiento cauteloso antes de erguirse y despegar un poco los brazos a los costados. La parte alta del traje de neopreno caía a su espalda, el muchacho había considerado atar las mangas en torno a su cintura, pero prefirió disfrutar de la dificultad extra que aquella inestabilidad le ofrecía, metió una mano a la ola en su costado mientras que alejó los cabellos sueltos de su rostro con la otra.

Subía y bajaba en un zig zag firme, consistente, sintiendo que la brisa marina le arrancaba un escalofrío.

Amaba el mar.

Y con ese pensamiento en mente, obligó a la punta de su tabla a apuntar el cielo, dando un giro brusco que lo proyectó lejos del agua.

Haruki sonrió doblando las rodillas hacia su pecho mientras giraba una vez en el aire, viendo las gotitas suspendidas como perlas brillantes a su paso, estela de la ruta que había trazado con su krypto antes de extender las piernas y forzar el aterrizaje, tomando esta vez la ola de regreso, sabiendo que perdería el impulso pero saldría de pie.

Ahí estaba la siguiente ola del sistema.

Haruki bombeó con las piernas para mantenerse en movimiento mientras la siguiente formación se levantaba bajo sus pies, y cuando el muchacho levantó los brazos sobre su cabeza en un aspaviento para mantener el equilibrio, los turistas por fin pudieron ver el tatuaje que, según los locales incrédulos, le había valido su apodo.

El tiburón toro hecho de tribales que se apreciaba en su costado izquierdo, que encerraba entre sus formas y figuras, la silueta de una medusa que sólo saltaba a la vista si prestabas atención a las líneas correctas.

La krypto se levantó sobre el agua apenas unos veinte centímetros y el muchacho la obligó a volver a hacer contacto, dominando la ola por sobre la cresta unos segundos.

Desde ahí no podía hacer mucho, así que caminó dos pasos con cuidado y la tabla se fue a pique, entrando en el barril de agua que comenzaba a formarse.

No volvió al centro de su tabla hasta que no se aseguró de estar dentro de la ola y poder continuar desde ahí.

Eso tenía que contar un par de puntos, ¿verdad?

Para cuando Haruki se había adueñado de la tercera ola, los contendientes se habían olvidado de la competencia, maravillados ante las habilidades del tiburón para cambiar de una ola a la siguiente con la facilidad con la que caminas un domingo por la tarde en la plaza del pueblo.

Haruki hacía que surfear pareciera una tarea sumamente sencilla, natural, se veía como pez en el agua, para ironía de los locales que conocían el secreto.

Porque Haruki amaba surfear tanto como amaba el mar.

Por ende, él también se había olvidado de la competencia.

Giró en círculos dentro de la ola, dio tres vueltas antes de abandonar el intento de dominarla. El agua lanzó su tabla hacia arriba y él dio un mortal de espaldas, ingresando al mar con las manos por delante y casi sin salpicar antes de emerger soltando un grito y buscando la tabla con su mirada.

Tomó la siguiente ola olvidándose por completo de los presentes, olvidando a los turistas, olvidando a los guardianes, olvidando su título y disfrutando por un momento la inmensidad del mar.

Porque mientras sus pies sentían esa resistencia de la tabla contra el océano, que tiraba suavemente de él, podía fácilmente olvidarse de todo aquello que lo acongojaba y enfocarse en la tremenda sensación de libertad que el surf le brindaba.

Pasó unos metros por enfrente de Hanako, quien gritó fanática con las manos a los costados de su boca al verle hacer una reversa, haciéndole sonreír con ganas por el cariño que sentía proveniente de su primera compañera como guardianes, además de compartir el amor por el océano y por el surf.

¿Cómo no amar el mar?

¿Cómo no amar surfear?

Y aunque le encantaría haber coronado esa ola con Hanako a su lado, entrar a la siguiente cresta del sistema lo hizo olvidarla otra vez.

El silbatazo final le hizo recordar por qué surfeaba esa tarde, Haruki no abandonó la ola hasta que ella no tuvo más para ofrecerle, siguió surfeando un poco más mientras daban los resultados y le coronaban como campeón absoluto de aquella justa. Siguió surfeando cuando las lanchas se alejaron hacia la arena. Siguió surfeando cuando otros nadadores y surfistas abandonaron el agua por temor a la penumbra y pleamar, siguió surfeando cuando Sato y Takeshi accedieron a llevarse la tabla de Hanako y siguió surfeando hasta que el cielo comenzó a tornarse morado.

Hasta ese momento reparó en que Hanako le sonreía desde el agua, mirándole con orgullo y devoción.

La chica se montó en la tabla para bracear mientras él la empujaba desde la retaguardia, ambos en silencio, cansados pero felices de lo obtenido aquel día. No en las competencias, no de la gente, sino esa libertad y diversión que no experimentaban décadas atrás.

.

Los Yamamoto se habían reunido en el risco de la sirena, observaban al primer grupo de turistas que participaban en el turno nocturno bajo la iluminación de las antorchas colocadas por los Quincys para mantenerlos tibios y alumbrados.

—Adviertan a los mayores —murmuró Haru observando la playa, a los bañistas que terminaban de recoger basura—, digan que Hana cantará esta noche.

—Pero, Haru, los humanos...

—Los humanos siguen siendo humanos —cortó autoritariamente —, y quiero un juicio acertado. Respeté su juego —acotó sin quitar la mirada de Kouga y Ginjou, quienes habían pasado más tiempo haciéndose los desentendidos que ayudando a recoger—, accedí a hacerlo por la suya, pero nunca negociamos que no se haría el resto. Adviertan que Hanako cantará.

—Debe haber uno solo en esta playa que...

—Si lo hay —volvió a cortar el mayor —, esta noche lo sabremos... El juicio se hará.

—Vamos a la taberna —pidió Hanako tomando la mano del tiburón, haciéndole suspirar.

—Yo no…

—Es mejor si nos ven a todos juntos —secundó Takeshi pensativo—, que sepan que va en serio.

Haruki dedicó una mirada pesada a cada uno de sus hermanos, que parecían estar todos de acuerdo con aquello. Suspiró profundo, paseando la mirada por los turistas de la playa antes de asentir una vez.

—Iremos a la taberna.

El camino fue silencioso en su mayoría, aunque Haruki había pedido una oportunidad de hablar primero con Kyouraku y después pasar la voz al resto, le tomó por sorpresa que todos accedieran tan rápido y de buen modo, hasta que comprendió que era temprano para encontrar al aludido en la taberna, y había concedido un permiso a sus guardianes para haraganear a sus anchas, expresión que sólo Hanako y Asami refutaron antes de llegar.

La gente del bar había suspendido las charlas ante la entrada de los hermanos, que nunca eran buen augurio cuando se presentaban todos juntos; sin embargo, parecían haberse relajado cuando cada uno de los Yamamoto se fue por su lado. Takeshi y Sato se dirigieron hacia la barra mientras Hanako y Haruki se sentaban en el rincón más alejado, con Haruki dándole la espalda a la gente, y Asami se acercó a saludar a uno de los meseros.

—Sea shanty —exclamó alguien levantando su tarro con ánimos de alivianar la tensión que la llegada de los Yamamoto había supuesto.

—Diosa Luna —se quejó Haruki en voz baja—, si Syunsui llega en medio de un canto, no podré hablar con él hasta la madrugada.

—¡Sea shanties!

—No seas tan duro con ellos —pidió Hana con una sonrisa amable mientras ponía su mano en el brazo del tiburón—, necesitan divertirse.

—¡Sea shanties! —Corearon varios más, uniéndose a sus voces casi todos los presentes.

—Quiero que duermas —murmuró Haruki llevándose las manos de la pelirroja a la boca para recargar ahí sus labios—, serán días pesados, y necesito que descanses.

—¡Sea shanties! —Y el grito se convirtió en exigencia para que alguien tomara la iniciativa.

—Convoqué a los albaz a venir —confesó la joven entrelazando sus dedos con los de su hermano antes de mirarle a los ojos—, pensé que sería bueno que la gente nos vea a todos aquí. Quiero que sepan que venimos en son de paz.

—No venimos en son de paz.

—Jugram y Bazz-B entrarán en cualquier momento —dijo la joven mientras la puerta se abría de nuevo, revelando la presencia de los aludidos y haciendo a Haruki carraspear mientras los alemanes se dirigían hacia la barra.

—¡Sea shanties!

—Da igual. Quiero que descanses en estos días.

—Lo haré, lo prometo… ¿Para qué me preparas esta vez?

(Sea Shanty Medley - Home Free)

Los golpes contra el suelo de madera marcando el ritmo antecediendo la voz y Haruki carraspeando al respecto.

There once was a ship that put to sea

La voz poderosa de Sato se alzó entre los presentes y Haruki se tensó en su sitio.

—¿Trae una pinta en la mano —cuestionó a Hana—?

—Trae una pinta en la mano.

Soon may the Wellerman come

To bring us sugar and tea and rum

One day, when the tonguin' is done

We'll take our leave and go

Las voces de todos aquellos que conocían la canción se sumaron al coro, haciendo a Hanako sonreír con ganas por el entusiasmo que la gente parecía mostrar ante los cantos de los marineros.

She'd not been two weeks from shore

When down on her, a right whale bore

The captain called all hands and swore

He'd take that whale in tow (huh!)

Por supuesto, la gente se sintió muchísimo más tranquila cuando fue Sato quien subiera a la barra a cantar y a brindar con ellos, moviendo su tarro en dirección a la gente y extendiendo con aquello una invitación para sumarse o interrumpir, como era costumbre en la taberna.

La gente cantó el coro con más ganas, tarareando un poco los que no conocían la letra mientras Haruki giraba en su silla, admirando a su hermano repartir sonrisas para todo el mundo.

La puerta se abrió de nuevo y por ella entraron Kyoruaku Syunsui y Ukitake Juushirou, saludando a los presentes con gestos y asentimientos antes de levantar una mano hacia la barra, una indicación para repartir una ronda de cervezas a quien la pidiera, siempre y cuando cantara para ellos.

Haruki carraspeó frustrado al ver a Takeshi tomar un tarro recién servido y subirse a la barra al lado de su hermano, cantando con voz poderosa el verso de otra canción, enlazando su voz con la de su hermano mayor antes de abrazarse por los hombros, disfrutando de la frustración del tiburón.

What will we do with a drunken sailor? What will we do with a drunken sailor?

What will we do with a drunken sailor? Early in the morning

Hanako soltó una carcajada cuando Takeshi inició a cantar el segundo verso de aquella pieza, apuntando a Haruki con su tarro y haciendo un llamado general a abuchearlo, divirtiendo a los viejos marineros que se habían dado permiso de relajarse ante el ceño fruncido del tiburón.

Put him in the brig until he's sober

Put him in the brig until he's sober

Put him in the brig until he's sober

Early in the morning

Way hay and up she rises - cantaron todos mientras los encargados paseaban entre las mesas, llevando pintas de cerveza en sus charolas por si había algún otro valiente que quisiera interrumpir a los hermanos.

Incluso Hanako y Haruki se levantaron a aplaudir al ritmo de la música cuando Bazzard rebasó a Jugram dejándole plantado con la misma expresión que había tenido Haruki cuando escuchó a sus hermanos cantar. Pero cuando el albaz recibió el tarro de manos del bartender en persona, el rubio prefirió carraspear y serenarse, sabiendo que no tenía caso hacer drama por aquello.

Oh, the wind was foul and the sea ran high

"Leave her, Johnny, leave her"

She shipped it green and none went by

And it's time for us to leave her (hey)

Leave him, Hana, leave him - canturrearon los Yamamoto y Bazzard levantando copas hacia su hermana, incluso Asami había hecho por unirse a esa treta, haciendo que Haruki les gruñera a todos mientras Hanako se desternillaba de la risa.

La sirena tuvo que tomar el brazo del tiburón para calmarlo un poco mientras Kyouraku se adelantaba un par de pasos.

La voz poderosa del antiguo capitán hizo a los presentes sonreír envalentonados, brindando y cantando con ganas, olvidándose por un momento de que todos los guardianes, y además los príncipes de los albaz estaban presentes ahí.

Cape Cod ships ain't got no sails

Haul away, haul away

They'd all blown off in the Northeast gales

And we're bound away for Australia

Haruki sonrió de medio lado escuchando la voz profunda de su amigo, quien levantó su tarro en dirección hacia ellos mientras otros se le sumaban a su canto.

Y aunque bien, todos se preguntaban quién sacaría el siguiente shanty para llenar la taberna, para todos fue una sorpresa ver a Haruki dar un paso al frente mientras arrebataba una pinta a la pasada y expresaba con voz potente: Santiana gained a day, AWAY Santiana.

Now! Pull the yan up the west, they say

Along the plains of Mexico

Hanako robó un trago a la cerveza de su hermano, pasmada por aquello mientras la gente cantaba con más ganas, emocionados ante las voces de los guardianes y sus propias voces unidas en una especie de tregua nocturna.

Well, heave 'er up and away we'll go

Away Santiana

Heave 'er up and away we'll go

Along the plains of Mexico

Jugram rebasó a Bazz-B arrebatándole la pinta de la mano y brindando con Haruki en la distancia mientras su voz se sumaba al shanty que el guardián había estado cantando. Aquello era impactante para todos los presentes, escuchar a los señores de la playa cantando en la taberna.

She's a fast clipper ship and a bully good crew

Away Santiana

And an old salty yank for a captain too

Along the plains of Mexico

Si bien, Haruki y Jugram solían disfrutar en silencio (casi en secreto) de los cantos de aquellos marineros que solían enlazar sus voces antes de contar historias imposibles de monstruos en altamar, una cosa era ser partícipes silentes de aquellas tradiciones y otra muy distinta era convertirse activamente en la tradición.

Sumarse al canto, dejarse llevar supuso un esfuerzo extra al ver las sonrisas altaneras de los muchachos que lideraban aquel shanty, que sería el último del popurrí que habían construído, pero que parecía sentar consigo las bases de algo más. Porque si Haruki y Jugram se estaban dando permiso de ser humanos esa noche, sólo podía querer decir que algo estaba pasando, y los más viejos se permitieron, mientras todos los Yamamoto cantaban el cierre de aquella canción, creer que sería para bien.

Well, heave 'er up and away we'll go

Away Santiana

Heave 'er up and away we'll go

Along the plains of Mexico (hey)

So leave her Johnny off we'll go

The drunken sailor Wellerman whaler

Bound away for Mexico

.

A pesar de que habían hablado frente a los presentes a la mesa, aquella conversación había carecido de sentido para todos, aparentemente, salvo para Jugram, Haruki y Syunsui, quienes intercambiaron miradas pesadas y graves.

—Esta noche uniremos nuestras voces a la de Hanako para hacer un juicio a los que llegaron a vacacionar.

—No es justo —se quejó Asami cruzándose de brazos y volviendo el rostro—, nosotros apenas y entendemos lo que está pasando y nos estás arrastrando a ello.

Haruki suspiró y bajó un poco el rostro, ensombrecido por su mal humor.

—Tuviste tu competencia y nadie te cuestionó. Tú podrás ser quien cambia el corazón de los mortales, pero te voy a recordar tu lugar en el acuario. El juez y verdugo soy yo.

Takeshi rápidamente puso la mano en la rodilla de su hermana, a sabiendas de que no se mediría y ni siquiera pensaría sus palabras antes de responderle. Hanako hizo lo propio, acariciando el rostro de Haruki para obligarlo a mirarla y encontrarse con sus esmeraldas, cargadas de desconcierto.

—El juez soy yo, Haru —puntualizó la medusa con voz dulce—, y de verdad no entendemos.

El tiburón asintió suspirando y poniendo una mano sobre la de Hanako.

—Pronto lo harán.

—Pasaremos la voz —murmuró Ukitake pensativo, asintiendo para los presentes—, le diremos a los viejos que se resguarden y que avisen a sus familias.

—Daremos una fiesta en la playa para los jóvenes —añadió Sato mirando a su melliza—, Don Tiburoncín malhumorado quiere que juzguemos a todos los jóvenes, que no adviertan a los nietos.

—Los nietos —bufó despectivo Kyouraku antes de negar con la cabeza—, esos no hacen caso ni en defensa propia. No me sorprendería que más de alguno termine ahogado esta noche. Aunque les advirtiéramos que corren peligro.

—Se puede evitar —aseguró Hanako con un hilo de voz, ganándose una mirada pesada de Haruki antes de un asentimiento para invitarla a continuar—, y estoy segura de que sé quién frenará la catástrofe, pero para eso tenemos que cantar.

—Pasaremos la voz, ¿los ponemos bajo aviso?

—No —pidió Haruki críptico, poniendo las manos en la mesa para luego levantarse lentamente—, lo que sabemos debe permanecer como un secreto todo el tiempo posible. Así evitamos complicaciones.

—Pues gracias por el voto de confianza —se quejó Asami, sarcástica y despectiva, cuando sus ojos chocaron con la mirada del tiburón.

—Al contrario, pequeña, gracias a ti —y la respuesta fue dicha con tal frialdad que los guardianes comprendieron que, si bien Haruki no les estaba dando explicaciones, tampoco ellos estaban confiando en él.

Lo vieron retirarse seguido de cerca por Hanako, quien se limitó a sonreírles suavemente, sin juzgarlos ni reprochar nada más. Prometiendo con su gesto afable que negociaría una tregua con el tiburón en nombre de la corte.

.

Reunidos en su arrecife, Haru les pidió que se fueran a sus opuestos. No necesitaron explicaciones para entender aquello y se pusieron en círculo, Sato frente a Saya, Asami frente a Takeshi, Hana frente a él, para luego decirles que debían elegir una canción para aquello.

—Ya he hablado con Hanako, ya sabe el tipo de trance que necesita catalizar, pero nosotros seremos quienes amplíen el poder de la medusa, así que necesitamos cantar con ella.

Creyó que sería sencillo. Que elegirían algo, pero la discusión se extendió más de la cuenta, colmando su paciencia en pocos minutos.

—No, no doy los tonos con Lost on you —se había quejado Asami antes de sacarle la lengua a Takeshi por proponer aquella canción—, además no alcanzo a Hana en los agudos.

—No me alcances, canta media octava abajo.

—Podríamos intentar con el folk —trató de iniciar Saya, viéndose interrumpida.

—Salvo Haru y ustedes, no nos sabemos ninguna.

—Conocen Mago de Oz y Celtian.

—Cristian Castro —sugirió Takeshi esperando un punto medio—, todos damos los tonos.

—Aburrido…

¿Era en serio?

¿Se habían pasado la noche cantando shanties con los viejos lobos y ahora no se les ocurría una canción?

Y, harto de los debates de sus hermanos, la voz poderosa de Haruki se alzó entre ellos, obligándolos a callar con su canto.

(Randy Dandy oh! - Jonathan Young, Colm McGuinness , Annapantsu , RichaadEB , Caleb Hyles )

—Now we are ready to head for the Horn

Respondieron al unísono, sumándose al canto del mayor e iniciando su ritual.

—Way, hey, roll an' go!

Haru tendió las manos a sus hermanas mientras cantaba el siguiente verso, ellas le imitaron, cerrando el círculo entre todos bajo la poderosa voz del tiburón y sintiendo con aquello el gancho de la magia de Hanako.

—Our boots and our clothes, boys, are all in the pawn.

La siguiente vez que unieron sus voces, tiraron todos hacia su izquierda y luego hacia la derecha, un forcejeo brusco antes de levantar las manos hacia el cielo y dar media vuelta, dándole la espalda a sus hermanos antes de continuar.

—To be rollicking Randy Dandy, o h!

La luna llena había alcanzado su cenit, podían escuchar el ruido de la fiesta hasta donde estaban, la música sintetizada retumbaba contra las olas, pero el océano se sumó al canto de los guardianes, secundando aquel embrujo que comenzaba a retorcerse por la arena, tomando poco a poco la forma de una mujer.

Si el tiburón cantó otra estrofa de aquel hechizo, fue suficiente para que el resto comprendiera que tenían que hacerlo todos juntos, así que Saya tomó el segundo turno para cantar, repitiendo el giro cuando entonaron el coro de la canción, ésta vez tirando de sus hermanos de cara al océano antes de levantar las manos a la luna y girar para encarar a los guardianes.

La poderosa voz de Hanako se alzó una vez que pudo ver los rostros de sus hermanos, y sonrió con aires macabros al percatarse de que las colas convencionales se habían ido. Cada uno de ellos había adoptado los rasgos característicos de sus respectivos animales de poder. Podía ver la piel platinada de Haru y de los mellizos, brillante aún en la penumbra. Podía ver las escamas de Asami, las aletas traslúcidas, la cola torcida de caballito que tenía Takeshi. Ella misma lucía capas y capas en su aleta, tentáculos traslúcidos colgando a sus costados mientras su piel presentaba la iridiscencia propia de los peces abisales y sus ojos se tornaban blancos.

Cuando fue ella quien guió el siguiente coro no hubo necesidad de volver a danzar, el ritual se apoderó de ella.

La medusa tomó su sitio en medio del círculo mientras el trance le vedaba los ojos y le permitía ver más allá del lindero entre el mar y la playa, los guardianes se reagruparon en torno a ella y retrocedieron para darle oportunidad de danzar mientras sus voces seguían con aquella canción, tomando turnos para guiar las estrofas y uniéndose en el coro con un eco abrumador que retumbaba contra las rocas del abismo.

Si bien, la danza había iniciado en el arrecife de los guardianes, con cada giro se habían ido recorriendo hacia el mar profundo, donde la talasofobia haría acto de aparición hasta en la mente del más valiente, y donde la luminiscencia de la medusa reflejaba el verdadero terror de su hechizo.

Hanako giró sobre sí misma, danzando al ritmo de las voces de Takeshi y Asami, su cuerpo estaba ahí, arremolinándose en la oscuridad con aires sensuales y peligrosos, pero la mente de la medusa paseaba entre los humanos de la fiesta. La música golpeaba contra su piel, pero ella no escuchaba las mezclas del DJ, sólo las voces de los guardianes cubriéndola como una cúpula mientras el espectro de lo que ella era serpenteaba entre los jóvenes incautos.

Cuando la voz de Sato golpeó los linderos de su mente, la medusa comenzó a agacharse en torno a los oídos de los presentes, murmurando su hechizo y haciendo que uno a uno sintieran un terrible deseo de caminar hacia el mar.

Nadie sería capaz de ver al espectro en el que Hanako se había convertido, nadando y danzando entre los asistentes a la fiesta, flotando entre sus cabezas como si estuvieran sumergidos, humanos incrédulos, ajenos de la maldición que se cernía sobre ellos esa noche y que amenazaba con arrebatarles la vida.

La única persona que podría haber notado la presencia del espectro estaba ocupada, lidiando con el idiota en turno, para tratar de hacer que la dejara en paz.

Incluso a ellos llegó el susurro de Hanako, quien susurró al oído de Kouga una sugerencia, una idea inocente, camina hacia el mar hasta que veas el sol en el horizonte.

Los ojos del muchacho se volvieron blancos un momento mientras la medusa se agachaba en el oído de Nanao, arrancándole un escalofrío con su aspecto de espectro.

—Camina hacia el mar hasta que sangren tus pies —pidió con voz de ultratumba antes de encarar a sus hermanos y comenzar a salir del trance una vez que el hechizo estaba puesto sobre todos los presentes.

The anchor's on board and the cables all stored

To be rollicking Randy Dandy, oh!

La voz profunda de Haruki se alzó una última vez, el resto de los guardianes guardaron silencio mientras Hanako descendía lentamente hacia los brazos del tiburón, y una vez que él se aseguró de tenerla bien sujeta, descendió también hasta sentarse en el fondo del mar, donde la luz de Hanako les iluminó el rostro a ambos, proyectando sombras irregulares y tenues.

—Se va a ahogar —musitó la medusa antes de comenzar a toser y a dar bocanadas con dificultad.

—Hanako, ¡Hanako!, quédate conmigo —suplicó el tiburón ayudando a la medusa a detenerse en los codos y reponerse del trance.

—¡Ve! —Exigió ella desesperada, llevándose una mano al pecho mientras sus hermanos los alcanzaban en el fondo— ¡Vete! Se va a ahogar.

—No importa que…

—¡Haruki, vete!

Y, ante la insistencia de su medusa, aún en contra de su voluntad, el tiburón nadó a toda velocidad en dirección a la playa, para evitar la tragedia que él mismo había solicitado.