La marcha nupcial empezó y sus pensamientos incrementaron hasta estallar al abrirse las puertas de aquella capilla. La novia hizo su entrada, sonriendo, tan feliz que si se lo proponía, seguro flotaba por los cielos igual que un globo.
Volvió a cuestionarse si debía solo aceptar su destino. Había pasado tanto tiempo sin ella, dos años anhelándola como a nadie más y aunque tenía tantas dudas y demasiadas preguntas que quizás jamás encontrarían una respuesta, ahí estaba él ahora, aletargado aún por la resaca, con la amenazante mirada de su supuesto suegro encima y sin saber cómo detener ese absurdo sin humillar, nuevamente, a su amiga de infancia.
-Ranma, santo cielos, reacciona!-se quejó a su lado la ostentosa novia, colgándose a su brazo izquierdo.
Él carraspeó mirando con detenimiento a las personas que le acompañaban aquel día en el cual, en teoría, uniría para siempre su vida a la de una mujer. Ningún rostro familiar o amistoso. Nada le quedaba en Nerima. Bien podía marcharse si lo deseaba o mas exactamente, si el padre de Ukyo no se lo impedía con sus suplicas y amenazas por igual.
Dos años después de buscar sin descanso al amor de su vida, que desapareció al siguiente día de decirle que tenían una hija, se había visto una vez más siendo casi obligado a cumplir el compromiso con Ukyo tras, aparentemente, haber deshonrado a la joven de cabello castaño la noche anterior.
Sería mejor dejar de beber, aquello solo le llevaría a más problemas.
-Me estás avergonzando, quita esa cara de una vez por todas.-insistió ella con molestia empezando a tirar de él hasta el altar.
La improvisada boda tenía demasiados detalles muy bien cuidados y tantos asistentes que no era posible que se hubiese realizado en apenas una hora. Aquello era otro más de los intentos de quién alguna vez consideró casi una hermana.
-Ukyo-pronunció, quizás con más fuerza de la necesaria y su voz produjo un eco que se perdió repitiéndose hasta desaparecer-No voy a hacer esto.
La mujer a su lado palideció.
-De qué estás hablando, Ranma?-balbuceó nerviosa
-He dicho que no me casaré contigo.-reclamó soltando la corbata en su cuello- Nada pasó y nunca pasará, entiéndelo, estaba borracho, pero no soy estúpido..Akane dió una última mirada antes de partir a destino desconocido, con tan solo su hija en brazos, dejando atrás todo lo que hasta ese momento había sido su mundo durante lo que para ella había sido una eternidad, entre esas lujosas paredes en las que había permanecido cautiva por distintas razones.
La enorme figura de la mansión se levantaba imponente en medio de la noche, igual a un enorme monstruo blanco que devoraba todo cuanto podía.
Estaba tan aterrada al salir como la primera vez que vio esa mansión, pero está vez se marchaba, no llegaba. Y ahora no estaba sola, tenía una hija a la cual debía proteger por encima de todo.
En medio de la noche, ambas escapaban de ese lugar usando ropas sencillas que no llamasen la atención. Sin dinero y sin más familia que ellas mismas, acompañadas solo por la incertidumbre de lo desconocido. No había tenido tiempo u oportunidad de tomar nada. Ni siquiera había podido terminar de hablar con él, con Ranma, pues él había permanecido sedado bajo la recomendacion del médico tras sufrir un desmayo.
No había espacio para titubear si quería salvar a su hija de ese ser tan despreciable llamado Mousse..-Nos casaremos, tú y yo.-afirmó el chino masticando las palabras, casi como una orden después de cortarle el paso a su habitación súbitamente esa mañana cuando regresaba de ordenar el desayuno para Saori.
-De qué estás hablando, Mousse?, estás loco.-se quejó ella, cansada de lidiar con aquel demente- No voy a casarme contigo, ni con nadie. Hazte a un lado y déjame pasar.
- Mírate, no sé qué te has creído, deberías estar agradecida de que te pida matrimonio, en lugar de solo hacerte mía-rugió él, tirando con fuerza de su brazo para detenerla
- Suéltame, imbécil!-Akane forcejeó con todas sus fuerzas para liberarse, sin mucho éxito.-He dicho que no me toques!
-Por qué no, maldita sea?!. Yo también tengo suficiente dinero, aunque claro ahora ya no necesitas de algo así, verdad?-susurró con rabia-Ranma te abandonó, se olvidó de tí y aún así tú...-Mousse acomodó su largo cabello con su mano libre, haciendo una pausa para calmarse-Pero Shinosuke te ayudó, no es así?. Pues yo quiero tener lo mismo que le has dado a él para obtener todos esos beneficios que supuestamente Genma les heredó.-el chino amago una sonrisa- Mi querida Akane es que no te das cuenta?-Habló está vez con tono más dulce- Ellos solo te ven como un juguete, en cambio para mí tú eres...
-Alguien a quien crees poder amenazar para siempre?-le cuestionó ocultando su aversión por el chino.
-No. No Akane.-negó con fingido dramatismo- Todo lo he hecho por tu bien.
-No me digas!
-Te protegeré y también a nuestra hija, desde y para siempre.-afirmó con voz melosa, liberándola para intentar acariciar su rostro.
-Ella no es tu hija y yo no seré tu esposa jamás-lo corrigió e intentó continuar su camino.
-Entonces me quedaré con ella hasta que crezca un poco-habló a su espalda el chino-Y haré de tu hija mi esposa.
Akane, a medio abrir la puerta de su habitación, se obligó a voltear una vez más hacia él y todo lo vio en un tono rojizo.
-Cerdo, mi hija es una niña!-gritó golpeándole el pecho-No te atrevas a tocarla!
Mousse se dejó golpear un poco. Se dijo a sí mismo que de esa forma compensaría a Akane por la desagradable frase que él acababa de pronunciar. Obviamente no se casaría con la bastarda, solo quería obligar de una buena vez a la tonta mujer a tomar la decisión correcta.
-Tienes 24 horas para decidir qué hacer. Vendré mañana temprano con el juez, ponte algo lindo, quieres?.-le susurró, deteniéndole ambas manos.-Shampoo-llamó entonces él
La exótica amazona china salió de su habitación acompañada por la pequeña niña y sonrió victoriosa frente a Akane.
-Lo haré-dijo en un hilo de voz la pelinegra, aún detenida por el chino-Me casaré contigo, Mousse.
-Ves cómo no eres tan irracional?-le comentó aún sin liberarla-Ha dicho que acepta.-informó a su amante
Shampoo se acercó a ellos y se apoyó a la pared esbozando su odiosa sonrisa.
-Pero no lo haré si esa mujer no deja ahora mismo a mi hija-amenazó Akane
-No estás en posición de exigir-habló la amazona
-Tendrás lo que me has pedido, incluso más-le aseguró en respuesta Akane al hombre frente a ella.
-De acuerdo, pero te lo advierto: no intentes algo estúpido.-respondió Mousse-Dale a la niña, Shampoo-ordenó
-Pero-quiso negarse ella
-He dicho que se la devuelvas. Akane no nos traicionará.
La mujer obedeció sin ganas.
-Shampoo se quedará para vigilar, solo por las dudas-aclaró el chino.-Mentir!-chilló la mujer de cabellos violetas.
-En serio crees que lo que hace es solo por el dinero?-la de cabello corto suspiró cansada-No. Lo hace porque está loco y jura que me ama.
-Mousse solo amar a Shampoo!-gritó enfurecida- Nosotros...-intentó explicar con las palabras confundiéndose en su mente-te quitaremos todo y luego tú... morirás, yo misma lo hare...
-Y tú le creíste?-Akanela interrumpió y esbozó una sonrisa-Mousse me ha dicho que me ama tantas veces, me ha ofrecido tantas cosas, incluso tu vida.-afirmó mirándola a los ojos.
La de cabello largo pareció dudar en su empeño por detenerla.
Mousse le había ofrecido su vida a la fea japonesa? En la aldea amazona eso significaba que...no, no era posible que él pensara de esa manera después de todo lo que ella había hecho por él.
-De habérselo pedido yo, ya estarías muerta hace tiempo.-insistió Akane.
- Silencio, eso...eso es mentira, Mousse no...
-Incluso me ha dicho que está harto de ti, que no te soporta y que te odia por haber asesinado a su padre.
Los ojos de la china se abrieron tanto como sus rasgos le permitían.
Lo que la fea japonesa acababa de decir era algo que solo Mousse y ella sabían.
-Él no...-balbuceó nerviosa
-El veneno y todo eso.-continuó la pelinegra-Le das asco, pero no sabía que tan útil le podías resultar, por eso te mantenía cerca. Te ha estado usando solo para tenerme a mí.
Akane sabía que se estaba arriesgando al provocar a la china, pero no tenía otra opción. Mousse nunca le había revelado aquel crimen, pero ella los había escuchado mientras discutían en el jardín el día de la lectura del testamento. Estaba solo probando suerte al intentar poner en contra a esos dos.
Shampoo apretó los labios con fuerza, sin saber que debía creer.
Ella sabía, en lo más profundo de su ser, lo sabía. Mousse sentía algo por esa odiosa y fea mujer. Pero quería creer que eran solo deseo y lujuria. Curiosidad por aquello que se le negaba.
-Me ha dicho que me protegerá de tí, qué crees que significa eso?. Él se deshará de ti, Shampoo, tan pronto como firme el acta de matrimonio ya no te necesitará y lo sabes. Te conviene dejar que me vaya.
La amazona la miraba con rabia, quería golpearla pero sabía bien que la japonesa se defendería. Y también sabía que no la estaba engañando.
En su aldea, si un hombre debía elegír entre dos mujeres aquella con la cual se casaría, la elegida podía decidir si la otra mujer se convertía en segunda esposa tras el nacimiento de la primera hija o si por el contrario debía morir.
Sin embargo, que el hombre en disputa ofreciera tomar la vida de una de ellas como ofrenda obviaba la falta de interés por la amazona en cuestión y un amor absoluto por la futura esposa.
No sólo eso. Mousse le había traicionado al contarle a esa mujer lo que ella había sido capaz de hacer por él.
Las ganas de llorar se agolpaban en sus ojos y un nudo cada vez más ajustado le impedía el habla.
Con el orgullo herido por el hombre al que amaba se negó a llorar en frente de Akane. Giró sobre sus talones y salió dando fuertes pisadas en dirección a la casa ocupada por Mousse en las afueras de la propiedad Saotome. Poco o nada le importaba lo que hiciera Akane.
El recorrido se le hizo corto y aún así angustiante. Tenía que hablar con él. Necesitaba corroborar todo el plan una vez más junto a él.
Él se casaría y adoptaría a la chiquilla y con eso sería Mousse quien manejase el dinero, luego ella se desharía de la madre y con prudencia también de Ranma. Después ellos se casarían y serían felices juntos. A la mocosa la enviarían a un convento. Mousse era un tonto sentimental que se negaba a lastimar a la chiquilla pero le había prometido libertad en cuanto a los padres de la bastarda.
Seguro que esa japonesa estúpida era una buena mentirosa, había logrado hacerla dudar. Pero cuando hablara con Mousse ella lo sabría, se daría cuenta de si el la estaba engañando para casarse con esa mujer y luego desecharla a ella.
Entró sin anunciarse y lo encontró relajándose dentro de la bañera. El agua tibia humedecía algunos de los largos cabellos negros de su prometido.
-Mousse-Habló ella con serenidad.
El hombre la miró fijamente a los ojos. Y casi obtuvo una respuesta en ellos pero se negaba a creerlo.
-Me aseguré de que no puedan huir antes de salir de la mansión-le explicó mientras se sentaba a su lado.
El chino no respondió y solo cerró los ojos buscando relajarse a pesar de la molesta e inesperada visita.
-Recuerdas el plan, verdad Mousse?-preguntó acariciando el largo cabello masculino tras varios minutos de silencio.
-Ajá-respondió él sin ganas, inclinando la cabeza hacia atrás.-Espero que no la hayas lastimado-le advirtió
Shampoo suspiró y deslizó su mano izquierda sobre el pecho de su amante.
-Nos desharemos de ella de todas formas-sugirió seductoramente en su oído
El chino tomó con fuerza su mano separándola sin cuidado de su pecho
- Obedeceme, Shampoo-ordenó-Si te atreves a tocarla te juro que yo...
- Shampoo no es una mascota-lo interrumpió la amazona-No tengo que obedecer.
Mousse abrió los ojos al sentir el piquete en su cuello. Se llevó ambas manos al sitio dolorido e intentó alejarse de la mujer.
-Qué me hiciste?-preguntó aterrado
-No es veneno-habló serenamente ella.-O tal vez si lo es, no estoy segura-añadió salpicándolo con un poco de agua en el rostro mientras le sonreía
-Maldita loca!-Mousse se levantó, sentía un hormigueo extraño en todo el cuerpo y la vista se le empezaba a nublar.
Con las fuerzas que le quedaban tomó torpemente la daga que mantenía siempre cerca y la clavó en el cuerpo de la mujer antes de caer inconsciente en la bañera.
-Oh, ya veo, entonces ella decía la verdad-murmuró Shampoo viendo como el hilo de sangre se deslizaba desde su hombro por todo su brazo.
Él le había dado en el hombro, pero de hecho su intención era darle en el pecho.
Shampoo lloró amargamente. No era veneno lo que había en la aguja, solo un relajante muy fuerte que poseían las mujeres de su tribu, una suerte de somnífero.
Contempló al hombre cuyo cuerpo yacía boca abajo en la bañera y se abrazó a sí misma, ahora estaba realmente sola, como tanto temía.
Una de las sirvientas la encontró horas después, con la mirada perdida, aún sentada junto a la enorme tina blanca donde el cuerpo inerte se encontraba con el rostro hundido en el agua ya sin espumas.
Los oficiales llegaron a la escena màs tarde y sacaron a ambos del cuarto de baño. Shampoo aún no parecía reaccionar mientras el cuerpo de Mousse se alejaba en el transporte mortuorio.
