¡¿Qué es esto?! ¡¿otro cap?! No es el fin del mundo tranquilxs. Solo público lo que ya tenía escrito y planeado así que esto saldrá rápido hasta que vuelva a topar con pared jajjaja Porque ustedes merecen esto y más. Ame todas sus teorías, me suena interesante que su imaginación vaya hasta allá. Muchas gracias a Lu-sun por tu comentario (ya te iba a reclamar que no te habías pasado jajaja) y si primero por acá. Aun así, no te apures, con que me leas me das mucho animo 😊

Capítulo 14: Insomnio

Caminó con determinación hacia la puerta principal del departamento de su desaparecida amiga. Tenía conocimiento que era seguida por su fiel sombra, pero no sabía que lo hacía meramente para demostrarle un punto. La chica se plantó de frente al ingreso, mientras que el Nara recargó su espalda contra el muro que estaba junto a la puerta. Ocultándose de esta manera de la vista de la Yamanaka en caso de que la abriera. Sus orbes aqua le tiraron una mirada de desaprobación, regresó su atención al frente y presionó con su dedo índice el interruptor del timbre. Por un minuto no tuvo respuesta, así que volvió a insistir golpeando con sus nudillos la superficie de madera.

— ¿Ino? —Preguntó consternada.

— ¿Quieres que abra su puerta? — Sugirió con una sonrisa ladeada el demonio —. Por como esta, no creo que se acuerde si le puso llave o no.

Nuevamente lo reprendió con la mirada y le ordenó que se fuera con señas.

— Ino. Soy Temari —se acercó a la puerta—. Se que estás ahí. Abre por favor.

Los segundos seguían pasando, pero escuchó un ruido como si le estuvieran quitando el seguro del otro lado de la puerta. Entonces se creó ante sus ojos una pequeña rendija de cinco centímetros entre la puerta y el marco de madera. Contempló ese vacío por un momento. Parecía que la dueña del apartamento le permitió entrar, pero no estaba de humor para recibirla personalmente. Antes de dar un paso hacia el frente, la chica de cuatro coletas sentenció con la mirada al demonio que las dejara solas. Shikamaru giró su cabeza hacia otro lado y se encogió de hombros. Temari empujó la puerta con las yemas de sus dedos, ingresó al departamento y cerró la puerta lentamente detrás de ella. Apenas pudo ver como la Yamanaka tomó asiento en uno de los sillones, alejada de la tenue luz cálida que emanaba una de sus lámparas que estaba sobre una mesita. Luego se cubrió sus piernas con una colcha que tenía ahí y tomó uno de los enormes cojines que decoraba su sillón para abrazarlo. La universitaria miró a su alrededor. Todo estaba casi en tinieblas, las cortinas estaban cerradas y el montonar de plantas que llenaban de vida su sala se veían deprimidas a causa de falta de agua. Se aproximó hacia su dirección, tomando asiento en uno de los asientos que quedaban de frente a su amiga. Ino mantenía su cabeza agachada, cubriendo una parte de su rostro con el borde superior del cojín y otra parte con su largo flequillo. También se dio cuenta que su largo cabello dorado estaba un poco enmarañado y suelto.

— Hola —trató de llamar su atención con sus palabras, pero la de orbes zafiro no se movió ni un centímetro—. Se que fue muy grosero de mi parte venir así sin avisarte, pero tenía días sin verte y me preocupé. ¿Cómo estás?

— Me siento mal, Temari —respondió en un tono muerto—. Eso es todo.

La Sabaku continuó observándola, buscó rápidamente como avanzar con su conversación sin incomodar tanto a la anfitriona.

— ¿Ya acudiste a un doctor? O ¿le has dicho a Sakura tus síntomas?

Perdida en sus pensamientos, la Yamanaka lucía como una muñeca olvidada en cualquier callejón, cabizbaja y sin despegar sus pupilas del suelo. Inhaló profundo, tragó saliva y apoyó su mentón sobre el cojín que estaba abrazando.

— Supongo —rompió el silencio— que vienes a decirme que ya me dieron de baja de la carrera, ¿no es así? —Encogió un poco su cuerpo, retrayendo sus piernas hacia su pecho.

— No. Aunque la doctora Tsunade me buscó para preguntarme de ti —su amiga no se inmutó—. Nadie sabe que vine a verte. Quería averiguar qué estaba pasando antes de alarmar a todos. No es normal que faltes a clase y que estes tan abstraída de tu alrededor —"Se lo que es eso", pensó la rubia—. ¿Dime que sucede?

— ¿Qué te hace pensar que pasa algo? —Le desvió la mirada e inclinó su cabeza hacia a un lado.

Claro que se había rodeado con gente que era afín a ella. Gente que prefería retraerse cuando se sentía mal o dibujaba una sonrisa en su cara para que no se enfocaran en su angustia. Era doloroso verla así, pues parecía que no estaba viendo a Ino, si no un espejo de sí misma. Una que no quería ser una molestia, que le aturdía que la tacharan de débil o de estúpida por aquello que la atormentaba. Una que alegaba que primero estaría muerta antes que permitir que alguien la lastimara. Tremenda hipocresía. La trastornaba tener que quebrantar esa imagen de fortaleza que proyectaba hacia los demás, pues su orgullo debía de admitir que por fin la habían doblegado y atormentado de tal manera. Sin decir palabra alguna, sabía que Ino estaba siendo cruel consigo misma. Castigándose, denigrándose y saboteándose porque algo la había herido y no quería contar su abuso. Sino mantenerlo en secreto, pues era algo que la avergonzaba.

— Tal vez no lo digas —cortó la quietud con su voz—. Pero sé que estas gritando por dentro.

Cual martillo al cincel, sus palabras rompieron en la coraza fría de la Yamanaka. Por fin, levantó la mirada. Revelándole a Temari lo hinchados y brillosos que estaban sus preciosos ojos zafiros. A punto de desbordarse en llanto, se cubrió su rostro con sus manos. Temari fue a sentarse con ella, quitándole el cojín del regazo. La tomó de los hombros y la acercó en un fuerte abrazo. Facilitándole que se desbordara sobre su hombro y se aferrara a ella como si su vida dependiera de ello. Ino sollozaba sin control, mientras su amiga le acariciaba su largo cabello. De no haber sido por su propia herida, jamás hubiera detectado por lo que estaba pasando la Yamanaka.

— Todo está bien. Estoy aquí. —La confortaba, pero la rubia negaba con la cabeza en medio de su llanto.

— Me canse de vivir así —hipó—. ¡Ya no lo soporto!

— Hey, —dijo en una voz suave sin soltarla— ¿qué está pasando?

— No —se cubrió su boca—. No puedo.

— Vamos. Sin importar que tan grave sea, puedes decirme —decidió cuidar sus palabras, en lo que iba descartando ideas—. ¿Ocurrió algo con tu familia?

— No. No es eso.

— Está bien. ¿Paso algo en la universidad?

La Yamanaka presionó sus dedos contra su espalda. Indicación que había acertado en algo. La chica de las cuatro coletas se ajustó a su cuerpo para que estuviera más cómoda. Podía sentir su agonía como si fuera suya. Era lamentable que algo estuviera apagando el deslumbrante brillo de su amiga, a quien consideraba un verdadero ícono de belleza, toda una maestra de cautivar la atención de cualquiera... a hacerla querer pasar lo más desapercibida posible. Aislándose de los demás. Ahí entre las penumbras reconsideró las palabras del Nara. Demonios personales, la maldad humana... tenía que seguir descartando las posibilidades que ella sospechaba.

— Si no me quieres decir porque es alguien que conozco, no te preocupes. Yo haré todo lo posible por…

— No —la interrumpió y comenzó a temblar—. No lo conoces. Puede que hayas escuchado su nombre, pero no creo que lo hayas tratado personalmente. Temari —hizo una larga pausa a causa de sus incontrolables hipos—. Me están chantajeando. —Apenas pudo decir entre gimoteos.

La Sabaku se alejó un poco de ella. Solo para ir a buscar aquella caja de pañuelos que vio muy a la mano en la sala. Regresó con su amiga que se abrazaba así misma. La rubia le aceptó un par y limpió con ellos sus ojos y su nariz.

— Soy una tonta — se sonó la nariz ruidosamente—. Nunca debí compartir mis fotos así.

— Respira —apoyó su mano sobre su hombro redirigiendo su atención en ella—. Cuéntame, ¿qué sucedió?

— Uno de los chicos con quien salí un tiempo. Me gustaba mucho y nos mandábamos fotos. Salimos en repetidas ocasiones —apretó los parpados derramando más lagrimas sobre sus rojizas mejillas—. Las cosas tendían a subirse de tono entre nosotros, por lo que a veces sexteábamos —hipó— antes de vernos. Hasta que él me pidió que le mostrara más —gimoteó—. Pensé que podía confiar en él. Fue una estupidez. ¡Nunca debí hacerlo!

— No seas tan dura contigo misma. Además, ¿sabes que lo que está haciendo es ilegal?

— ¡Lo sé! —La rubia tomó otro pañuelo—. Cuando perdí el interés y me negué a seguir viéndolo. Ahí fue cuando me amenazó la primera vez. Inmediatamente fui a denunciarlo al ministerio público. Les mostré las conversaciones en tiempo real donde explícitamente me amenazaba con compartir mis fotos privadas —gimoteó—. ¡Lo que no sabía era que su padre trabaja ahí! —un centenar de lágrimas volvieron a deslizarse por su rostro y sus labios temblaron. Se cubrió su boca para ahogar su llanto, luego se abrazó a sí misma. Meciéndose hacia delante y hacia atrás. Temari le permitió desahogarse y recorría con la palma de su mano la espalda de la Yamanaka—. Supongo que él le advirtió lo que hice después de traspapelar mi denuncia. Pues recibí otro mensaje de él amenazándome que si volvía a abrir mi boca imprimiría mis fotos y las colgaría por toda la universidad —volvió a gemir—. Todavía me insiste que salgamos —hundió sus dedos entre su cabello y lo apretó con sus puños—. Me toma más fotos y yo... ¡No sé qué hacer! ¡Cada vez que me toca me quiero morir!

El eco que hizo su voz en su sala fue espantoso y el llanto de Ino volvió a descontrolarse. Temari la envolvió entre sus brazos mientras que la Yamanaka inhalaba y exhalaba con violencia. Un centenar de lágrimas fluyeron a traves de su hermoso rostro. La Sabaku le servía como aquel soporte que tanto necesitaba, pero su confesión despertó algo en ella. Fue construyéndose peligrosamente una colera peligrosa en su interior. Su mirada seguía fija en la oscuridad, su cuerpo se tensó. Quizás era lo mucho que se identificaba con ella, pero no iba a permitir que ese bastardo siguiera torturándola con su intimidad. Después de varios minutos, el desconsuelo de su amiga iba disminuyendo en su intensidad. Apretó la mandíbula y su respiración exhaló su enojo.

— Dime su nombre.

Ino inmediatamente tomó una pequeña distancia de ella.

— Por favor Temari —la miró con sus ojos ahogados en lágrimas, aferrándose a sus hombros y un evidente temor se reflejó en su rostro—. No. No hagas nada. ¡Te lo suplico!

La Sabaku tomó su húmedo rostro entre sus manos, disfrazando su intenso sentir con un gentil rostro de compasión.

— Jamás haría nada que te ponga en riesgo. Escúchame. No estás sola —limpió una de las lágrimas de la rubia con su pulgar—. Lamentablemente dudo que seas la primera que le hace esto, pero me asegurare que seas la última. Quizás si encuentro a otras chicas que este sujeto afectó, logremos hacer algo. Te juro que no le diré a nadie sobre lo que me acabas de contar. Yo jamás te fallaría.

Ino debatió consigo misma si debía o no decirle el nombre de su agresor. El quedarse callada significaba que continuaría con su calvario. En cambio, si hablaba... Conocía perfectamente a Temari y que no iba a quedarse con los brazos cruzados al escuchar esa información. A pesar de que le prometiera que sus intenciones eran buenas, sabía que eso podría detonarse en ir hasta las últimas instancias para hacerlo pagar... y secretamente eso deseaba. Al menos necesitaba que le prestara su fuerza para hacerle frente a ese hombre y no sentirse tan sola en esa situación. Exhalando su tristeza, cerró sus ojos dejando caer más gotas cristalinas de su rostro.

— Misuki. —Pronunció casi en un susurro.

El silencio gobernó en el lugar. La chica de las cuatro coletas asintió bajando la mirada, agarró las dos manos de su amiga y le dio un fuerte apretón.

— Te agradezco que me contaras sobre esto. Eso requiere mucha fuerza —hizo que su mirada conectará con la suya—. Te propongo algo. Esta noche me quedare contigo, veamos películas, pongámonos mascarillas, pero mañana vamos a la universidad juntas. ¿Sí? No puedes perder años de estudio por un imbécil como él. No le des esa victoria.

— No lo sé. —Hipó.

— Ese cobarde solo quiere tenerte a su disposición. Hasta que las cosas se tranquilicen, confía en mí, ¿de acuerdo? Y si sientes que el mundo se derrumba, búscame. Te apoyare en todo lo que pueda, ¿está bien?

Ino asintió. Entonces Temari se levantó diciéndole que iría por ropa y por comida, le preguntó un par de sugerencias y salió de su departamento. Tras cerrar su puerta con gentileza, su rostro cambio.

Al entrar en su automóvil poco le importó que el asiento del copiloto estuviera ocupado por un hombre que aguardaba por ella con un cierto entusiasmo.

— ¿Y? ¿Ahora me crees que yo no hice nada?

Haciendo caso omiso de sus palabras encendió su coche, con su mirada fija hacia el frente y apretó con fuerza el volante sin relajar ni un poco su quijada. Shikamaru entendió lo que sucedía, pues no era la primera vez que la veía arder en furia. Eso despertó su perversa curiosidad. Haciendo que se preguntara a si mismo donde iba a terminar eso.

A la hora Temari regresó a la puerta de la Yamanaka repleta de bolsas. Una de ellas era su mochila, con su pijama, cambio de ropa para mañana y una que otra mascarilla que tenía guardada en su casa. La otra era una bolsa de mandado que contenía cosas como palomitas, papas, dulces que su amiga adoraba y refrescos. Y en la última bolsa traía una pizza mediana y un par de ensaladas para dejar que ella eligiera si quería comer ligero o pesado. Se presentó ante la rubia como un kit de remedios andando. Ino la recibió sentada en el mismo sillón, sus lágrimas habían parado, sus ojos estaban rojizos e hinchados, pero al menos pudo robarle una diminuta curvatura de sus labios. Ya no quería llorar, así que toda la propuesta que le había traído la Sabaku le había caído como un anillo al dedo. Por supuesto se ofreció pagarle su parte, pero Temari se negó. Fue a cambiarse y ponerse su pijama. Luego, en la pantalla que tenía en la sala puso una serie que las dos ya habían visto. Para ser exactos como tres veces, de principio a fin. Era una que Ino le insistió tanto que viera, que cuando dejó su brazo torcer se quedó verdaderamente picada con la historia. Cenaban en lo que terminaban de ver la primera temporada y al comienzo de la segunda se pusieron las mascarillas en lo que la chica de las cuatro coletas le pintaba las uñas. Entonces el teléfono de Ino vibró. Sus pupilas zafiro se posaron sobre este con sentimientos encontrados, pues quería asegurarse que no se trataba de un mensaje de su agresor, pero en verdad no quería averiguar si en verdad le había enviado uno. Temari se dio cuenta de la expresión en su rostro.

— ¿Esperas un mensaje? —La rubia negó con la cabeza—. De ser importante te marcarían, ¿no lo crees? De seguro es otra notificación sobre un nuevo seguidor de tu perfil. Es muy bonito. —Le pidió su otra mano para pintarle las uñas.

— Tienes razón —respondió ella, perdió su mirada en la pantalla y guardo silencio por unos minutos—. Muchas gracias por venir. En verdad me das mucha fortaleza.

—Dibujó una breve sonrisa y sus ojos se cubrieron por una delgada capa cristalina.

— ¡Ni te atrevas a llorar! Porque te vas a limpiar con las manos y vas a arruinar el esmalte —su comentario hizo que la Yamanaka riera, pues eso sería algo que ella le diría a las demás. Obedeció tirando su cabeza hacia atrás y se contuvo de derramar más su tristeza—. De nada, para eso están las amigas.

— Podrías mantener esto entre tú y yo. —Dijo en un débil tono de voz.

— ¿Qué cosa? —Fingió una cara de despistada.

— ¡Temari! —Volvió a reír.

— No pensaba decirle a nadie más. Comprendo tu punto —le soltó su mano—. ¡Listo! Que dices, ¿es momento de fundar mi propio estudio de uñas?

Ino contempló su trabajo, torciendo su cabeza para verlo de todos los ángulos.

— Esta bien, pero sé que estas cosas aniñadas no son tu fuerte —colocó sus manos sobre su regazo para no arruinar sus uñas—. Pero agradezco que lo hagas por mí.

— Un placer.

Terminaron la segunda temporada de la serie, pero a ese punto la visión de la Yamanaka se sentía bastante cansada debido a todas las emociones que tuvo que lidiar. Apagaron la pantalla para irse a descansar a la habitación de la chica del flequillo. Cuando entraron la anfitriona le pidió disculpas por el desorden, el cual únicamente era su cesto de ropa desbordándose de ropa sucia y unos cuantos pañuelos usados en su buro. La Sabaku le respondió que no se preocupara, que ni siquiera se había dado cuenta. Las dos se acostaron en la cama de Ino y apagaron las luces. Obviamente la primera en caer fue Ino, pero quien tardó en conciliar el sueño fue Temari y no porque su sombra estuviera acosándola. Bueno quizás sí, pero estaba siendo discreto. Pero su mente estaba trabajando a mil por hora sobre aquel sujeto que estaba chantajeando a su amiga.

En la mañana siguiente, se levantaron a tiempo para arreglarse. La primera en salir de bañarse fue Temari. No tardó mucho porque su cabello era corto y en lo que su amiga se bañaba, regó sus marginadas plantas dándoles un respiro. Ese era un gusto que tenían en común. A la Sabaku le encantaría tener su departamento llenó de plantas sin tan solo tuviera el don de la jardinería como lo tenía Ino, pues todo lo que tocaba crecía y florecía espléndidamente. Después fue abrir las cortinas y las ventanas, dándole un nuevo aire al hogar de la Yamanaka. Regresó a la habitación de su amiga donde la encontró terminándose de arreglar. Ino se vistió con una camisa de botones de color rosa, un suéter verde encima holgado, y unos jeans de campana altos. Al notar su presencia, Ino dio media vuelta y actuó como si nada hubiera pasado. Sonreía y su rostro se veía maquillado. No había ni un solo rastro de que estuviera llorando por días. A su opinión, ella era una de las mujeres más hermosas de su generación. Admitía que a veces envidaba lo femenina que era, que siempre sabia como arreglarse y que podía estilizar absolutamente todo. La contempló con ternura y comprendió que la rubia estaba esperando su sincera opinión. Le regaló un honesto cumplido.

Fueron a la universidad comenzando su día como regularmente lo hacían. Temari fue a su salón y tan pronto tomó asiento le envió un mensaje a Ino diciéndole que lo que sea que necesitara, estaría para ella. A lo que pronto ella le respondió con un emoji sonriente. Bajó su teléfono suspirando. Era temprano y solo pocos alumnos estaban presentes, incluyendo la Uzumaki quien estaba escribiendo algo en su teléfono. De seguro se trataba de otro chisme. La pelirroja siempre estaba enterada de todo lo que pasaba dentro y fuera de la universidad. Tanto de los alumnos como de algunos maestros. Así que, si deseaba saber sobre algún tema, ella con gusto se lo contaría y con información adicional.

— Oye Karin —la recién nombrada hizo un ruido con su garganta—. ¿Conoces a un tal Misuki?

— ¿Me vas a pasar tus apuntes sin costo? —Dijo en un tono aburrido.

Temari rodó la mirada.

— Si.

La chica de lentes sonrió y ladeó su cabeza.

— No vale tu tiempo.

— Vamos —se inclinó en su asiento hacia ella frunciendo el ceño—. No quiero salir con él, solo quiero información.

— ¿Información? —Arrugó la nariz—. Es un puñado de problemas, de ego inflado y familia importante. Solo viene a la universidad a cazar mujeres y aun así pasa las materias sin mover ni un dedo. Se rodea con hombres de su tipo, pero siempre anda orbitando alrededor del grupo de Itachi. Hablando de, va a haber una enorme fiesta en su casa este sábado. Es invitación abierta y suelen ser legendarias.

— ¿Asistirás?

— ¿Por mi cuenta? —bufó la chica de lentes—. Ni muerta. A menos que ustedes quieran. Pero tengo que advertirles que asistir a uno de esos eventos, es como ir a venderte al mejor postor. Está garantizado que una de nosotras terminara acostándose con un extraño. ¿A qué viene tu curiosidad?

— Una amiga lo tiene en la mira.

— No me digas que es esa tonta de cabello rosado. —Se mofó.

— No Karin. No es ella —subió su tono de voz—. Mira Sakura no te falta el respeto así que, mínimo en mi presencia, sube tu educación y respétala también.

— Como sea. —Extendió la mano para recibir su prometido pago.

La rubia con un gesto de desaprobación abrió su mochila. Sacó su libreta de apuntes y se la colocó en la mano a la pelirroja que continuaba muy entretenida en su teléfono.

— ¿Es un hecho que él va a asistir? —Preguntó sin soltar el cuaderno.

— Te lo aseguro con mi vida —respondió la Uzumaki. Por fin la Sabaku le soltó su premio—. Te mando la dirección para que se la pases.

— Gracias.

— ¡No! —Exclamó Karui que venía llegando y presenció el intercambio— ¡Nuestros tragos!

— ¡Ha! —la chica de lentes apartó el cuaderno de su alcance por si intentaba arrebatárselo—. Suerte a la próxima, cariño.

— Lo siento Karui —se disculpó Temari—. Prometo pagar tu primer trago el día que salgamos.

— ¿Y a tu informante de confianza? —Alzó una ceja con interés la otra pelirroja.

— No abuses. A ti ya te pagué. —La reprochó con la mirada.

Sus clases empezaron, las horas pasaban con normalidad. Tuvo su descanso que aprovechó para comer algo y asistió a más de sus clases. Mientras tanto continuó con su investigación con el susodicho agresor de su amiga en redes sociales para colocarle un rostro al nombre. Aunque carecía del conocimiento de su apellido, lo que iba a complicar su exploración. Entonces recordó que Karin había mencionado a Itachi en su conversación. Por lo que ahí comenzó con su búsqueda. Itachi Uchiha era un estudiante unos cuantos años mayor que ella. Era bastante popular debido a su astucia, su apariencia y su aura de misterio. Al abrir su perfil, primero fue a la sección de sus amigos, pero se dio cuenta que estaban ocultos a excepción de los que tenía en común. Abrió las fotos de su perfil y buscó entre las reacciones que le habían dado si aparecía el nombre de Misuki. Sin éxito. Luego se pasó a los perfiles de las reacciones, uno a uno fue escudriñando los nombres, filtrando información. Hasta que por fin dio con un sujeto que tenía ese nombre. Se trataba de un joven de cabello medianamente largo y lacio, de color blanco. De tez clara, mentón marcado y ojos de color verdes. Podría suponer que se trataba de él pues se veía bastante atractivo en su foto. De repente le llegó una notificación a la rubia que le heló la sangre. Era de la Yamanaka.

Trotó hasta la ubicación que la rubia le había enviado hace unos minutos hasta que llegó al baño de mujeres del edificio de humanidades. Cuando entró escuchó a una mujer tosiendo. Se fijó discretamente por debajo de los cubículos percatándose que estaban en su mayoría vacíos con excepción del baño de discapacitados donde se veía a alguien arrodillada enfrente del inodoro. Inmediatamente identificó el pantalón acampanado de Ino. La Sabaku intentó entrar, pero la puerta tenía seguro, así que no tuvo otro remedio que arrastrarse por el espacio que tenía la puerta y el suelo del cubículo. En el momento que ya tenía la mitad de su cuerpo adentro, la de orbes zafiro estaba devolviendo su estómago en el inodoro. Se acercó rápidamente, arrodillándose junto a ella y colocando su mano sobre su espalda.

— ¿Qué pasó? —Cuestionó consternada en un susurró.

Jadeaba por el esfuerzo que había hecho y su rostro estaba empapado en lágrimas. Soltó una de sus temblorosas manos que se sostenían del inodoro para señalar con su dedo índice a su celular que se encontraba desbloqueado en el suelo del baño. Al tomar el celular de su amiga vio que el último mensaje que envió era su ubicación con ella y cuando quitó su conversación encontrando que habia un mensaje de Misuki debajo de esta. "Te veo a las cuatro de la tarde. En mi auto." La mente de la Sabaku comenzó a maquinar. "Eso... fue hace una hora." Retornó la mirada a su desconsolada amiga que, aunque su estómago quisiera seguir sacando algo de su sistema ya no podía. Únicamente se estaba esforzando en vano. Al verla detenidamente notó que su coleta alta estaba despeinada, su ropa se veía tironeada y su maquillaje se había corrido por culpa de sus lágrimas. La pobre criatura sentía tanto asco de sí misma por lo que hizo que su cuerpo no lo resistió. Temari la tomó de los hombros y la jaló hacia ella, protegiéndola en un abrazo. Si cuando la encontró en su departamento estaba rota, ahora estaba hecha pedazos. Una vez más, la Yamanaka sollozaba, abriendo la boca como si quisiera gritar, pero solo salían murmullos silenciosos de su dolor e inhalaciones agonizantes de aire. Se aferraba de los brazos de su amiga, anclando sus dedos a ellos, porque ya no tenía fuerzas por sí misma. Jalando sus rodillas hacia su pecho, queriéndose convertir en un capullo de lo vulnerable que se sentía. "Me quiero morir", pronunció en susurros la Yamanaka. Sin importar cuantas palabras de aliento le brindara, nada detenía que siguiera repitiendo esa frase una y otra vez. Estaba tan bloqueada en su sentir, que no vio la expresión del rostro de la Sabaku. Su mirada filosa y fija en el horizonte, lo apretado de su quijada, su respiración lenta y profunda. Cualquiera que la viera no dudaría de apartarse de su camino para no sufrir las consecuencias, pues justo en ese momento decidió que había sido suficiente.

Al terminar las clases, volvió a acompañar a Ino hasta su departamento, pues no deseaba que lidiara con todo ese trayecto por su cuenta y sumergida en sus pensamientos. Emocionalmente estaba devastada, lloró tanto hasta el punto de quedarse dormida en el sillón. Temari la cubrió con una cobija y decidió dejarla descansar. Mientras conducía de regreso a su departamento, las ideas de Temari siguieron moviéndose a un ritmo acelerado. Ideando toda una estrategia, rutas, posibilidades, todo para conseguir una sola meta: La paz de Ino. Cuando llegó a su hogar, normalmente encendería las luces e iría directamente a su habitación. En cambio, solo prendió la luz de una lámpara que tenía en su sala. Iluminando tenuemente el área. Definitivamente se sorprendió al encontrar su sala completamente vacía, como debería de estar siempre, en vez de estar alojando a una criatura que solo la acosaba en las sombras. La rubia suspiró, tomó asiento en su sillón individual y dejó caer su mochila a sus pies. Reposó sus brazos en el mueble y se debatía consigo misma que no podía creer la ruta que iba a seguir a continuación. Cerró los ojos y pronunció con claridad.

— Shikamaru.

Su voz definitivamente jalo su atención hacia ella. Incrédulo la observaba desde la oscuridad de la cocina, pues de todos los posibles seres que podrían pronunciar su nombre, terminó siendo su presa quien lo llamaba. Intrigado del motivo de porque lo estaba invocando, caminó con cautela hacia el rango de visión de la universitaria saliendo de esta manera de las sombras. Presentándose con una camisa de botones de color guinda, pantalones negros y zapatos del mismo color, con manos sumergidas en los bolsillos y una expresión seria. Leyendo el lenguaje corporal de la dama entendía que quería hablar. Estaba al tanto sobre la ausencia del temor que evocaba en ella y en su lugar estaba notablemente nerviosa. Aun así, sus orbes aqua no se despegaban de cada acción que hacía. Se aproximó con tranquilidad, con su guardia baja y sin intensiones de atacarla. Decidió tomar asiento en uno de los sillones que siempre reposaba, apoyando sus brazos contra el respaldo, cruzando sus piernas y colocando su tobillo sobre su rodilla. Demostrándole que estaba listo para escucharla, pues teniendo en cuenta los previos acontecimientos en su vida y su muy evidente enojo reprimido, estaba seguro de que se trataría de un asunto muy relevante.

— Explícame otra vez lo del pacto temporal —la cabeza del chico de la coleta se inclinó ligeramente hacia un lado—. Cada detalle. Si omites algo y me doy cuenta jamás te daré otra oportunidad como esta.

Shikamaru escuchó las palabras de la mortal. Se tomó unos segundos para analizar su posición. Seria realmente predecible que decidiera tomar ventaja de su ignorancia y dejar unos cuantos factores afuera para manipular el trato y conseguir únicamente una vez lo que quería o ceder a las demandas de su propia presa, comportándose como deseara, solo para exigirle más con el tiempo. Bueno, cosecha lo que cultivas como dicen ellos. Era demasiado tentador como para dejarlo pasar. El Nara remojó sus labios.

— ¿Quieres apuntarlo o simplemente te lo digo? —la rubia encendió la grabadora de voz de su celular y con un gesto le indicó que continuara. El Nara suspiró—. Todo inicia mencionando que se quiere realizar un pacto. La parte interesada señala su objetivo, luego menciona lo que está dispuesto a pagar cuando se concluya el trabajo o termine el período de tiempo previamente definido. Lo que pueden ser horas, días o hasta un mes. Recuerda definir explícitamente ese periodo de tiempo. La otra parte puede aceptar la proposición o negarse tan pronto la escuche, incluso negociar una contra oferta, definiendo exactamente qué es lo que espera a cambio de sus servicios. Especifica hasta el más mínimo detalle cómo será la recompensa, modo, cantidad, qué acción. El pacto temporal se escribe al momento que enuncias las palabras, así que elígelas bien. No dejes nada al aire. Cuando ya se establecieron los términos y ambas partes están de acuerdo deberán de darse la mano del previo pacto para sellar el nuevo acuerdo temporal. Garantizando que ambos bandos van a respetar lo que se prometieron o de otro modo aceptaran gustosamente las consecuencias por no cumplir con su parte del trato. Una vez cumplido el objetivo, el pacto temporal se da por concluido y se elimina de nuestro acuerdo. ¿Alguna duda? — Cuestionó con un tono de voz perezoso—. Es mejor que preguntes ahora porque puede que haya olvidado un detalle.

— ¿Qué pasa si quien invoca el pacto no logra el objetivo? —Se cruzó de brazos y piernas la rubia.

— Será castigado y pagará de todos modos lo que acordó con la otra parte —el Nara empezó a menear ligeramente la punta de su pie que tenía en el aire—. Si la otra parte fue quien te fallo, se quedará sin su pago.

— Este pago que mencionas, ¿a qué te refieres?

— Lo que sea. Dinero, fama, bienes materiales, las vidas de ciertas personas, trauma emocional, alguna parte de tu cuerpo, etc. Solo ten en mente que quien debe pagar debe de proponer aquello que está seguro de que podrá dar. Es decir, pagos realistas.

— ¿Puedes romper nuestro previo pacto con ayuda de un pacto temporal?

— Interesante pregunta — el demonio razonó un poco—. No lo he averiguado, pero deberías de estar de acuerdo con eso y dudo que algún día lo estes. Aunque —sonrió maliciosamente— me encantaría que me sorprendieras diciendo que sí.

— Cualquiera de los dos puede invocar este pacto temporal, ¿cierto?

— Así es. Mientras sigamos atados de por vida.

— ¿Estos pactos temporales se pueden repetir?

— Cuántas veces quieras, por el tiempo que desees. Te advierto que no tomes a la ligera de hacer un pacto con un demonio. Lo que sea que desees tiene que valer su tiempo y energía.

— ¿Puedo indagar de los contra tiempos que me podría traer cada pacto antes de definirlo?

El demonio trazó un cierto disgusto en su rostro y dejó de menear su pie.

— Puedes hacerlo, pero estarías quitándole la diversión y yo podría mentir sobre ello. —Dijo con desinterés y encogiéndose de hombros.

— Al igual que podría sospechar lo que dices y no hacer ningún pacto contigo. —Alzó ambas cejas la rubia.

Shikamaru rodó su mirada hacia ella con tedio. Engatusarla de pequeña fue pan comido, pero ahora sabia como defenderse y estaba completamente consciente de lo que se estaba involucrando. Se pidió a si mismo paciencia y su mayor cooperación para averiguar qué era lo que tramaba.

— Cierto. Aunque los de mi especie prefiere decir la verdad. Causa más desgracia en la humanidad que las mentiras piadosas —la universitaria asintió bajando la mirada. Se tomó un momento para digerir toda la información en lo que se mordía sutilmente los labios. El demonio aguardó un poco antes de romper con el silencio—. Espero haber aclarado todas tus dudas, pero ahora permíteme hacerte una pregunta —dijo bajando su pierna para apoyar sus codos en sus rodillas y se inclinó hacia ella—. ¿A qué se debe tu espontanea curiosidad por los pactos temporales, princesa? —atrajo la mirada de la chica y él trazó una sonrisa ladeada—. Pensé que no querías saber absolutamente nada de eso —pronunció casi raspando su voz—. ¿Acaso quieres iniciar uno?

Temari volvió a enterrar su mirada en el suelo. Comprendía que su petición tendría que ser proporcional al pago para hacer que su atormentador accediera. Lo que sea que estaba tramando no iba a pedirle que se involucrara mucho con el tema. Su cuerpo estaba tenso y todas sus alarmas personales le suplicaban que desistiera. Entonces, la chica de las cuatro coletas subió la mirada, para conectar con la del demonio.

— ¿Ya aprendiste a usar tu celular? —destanteó un poco al Nara con su pregunta. Él frunció el ceño y asintió ligeramente. Temari se levantó en lo que sacaba su teléfono para abrir la aplicación que usó el demonio para enviarle un emoji y se acercó a él mostrándole la pantalla—. Sabes usar esta aplicación ahora, ¿no?

— Estoy en eso. —Vaciló al responder.

— Necesito que sepas usarlo, —lidiando con un tremendo conflicto emocional en su interior, terminó sentándose junto a él— antes de proponerte lo que estoy planeando.

Shikamaru la barrió con la mirada de pies a cabeza, pues incluso él se sintió confundido por el modo en que se habia aproximado la rubia. Luego fijó su mirada en la pantalla del celular de la rubia con la aplicación que le mencionaba.

— Presta atención en estas dos aplicaciones, puede que se vean diferentes en otros celulares, pero técnicamente es lo mismo —le señaló con su dedo índice a lo que se refería y en tiempo real le enseñaba que era lo que quería—. En esta aplicación si vas a tu perfil puedes configurar que solo puedas ingresar a través de una clave —le mostró un ejemplo a lo que se refería colocando dicha clave en su app, luego la cerró y la volvió a abrir. Provocando que una ventana nueva apareciera solicitándole una clave. Temari la ingresó sin problemas y esta le permitió abrir la misma aplicación—. ¿Viste lo que hice?

— Pusiste una secuencia de números.

— ¿Pero te los memorizaste?

— Si. Era el cumpleaños de tu hermano.

La universitaria iba a protestar como sabía que ese era el cumpleaños de su hermano, pero prefirió cerrar la boca e ir al punto. Cerró los ojos y reformuló sus palabras.

— Te voy a proponer este pacto temporal. Quiero acceso completo de esta aplicación en el celular de alguien mas y no solo eso —cerró la app que tenía abierta y le mostró la aplicación de la galería de fotos—. También quiero tener acceso a las fotos de ese celular. Tengo un plan de encontrar a esta persona. Tu trabajo seria socializar con él, que logres que te muestre las claves de estas aplicaciones y que te las memorices para que luego me digas cuales son.

— Suena sencillo. De cumplir con mi trabajo —entrelazo sus manos que colgaban en el aire y la miró fijamente—, ¿con qué me pagarías?

— Tan pronto tenga acceso a su teléfono —la voz de la rubia cambio a una más seria—. Te pagare con mi sangre. Prometo golpearlo tan fuerte que hare que mis nudillos sangren. De no cumplir con mi palabra, yo misma me cortare la muñeca solo para pagarte. Con un cuchillo de cocina y —tragó saliva, dibujando con su dedo índice una línea horizontal sobre su muñeca— de este modo. Solo un corte.

El demonio no pudo contener la maliciosa sonrisa de su rostro. Después de un tiempo de luchar por migajas, ella le estaba proponiendo darle voluntariamente más que eso por nada de esfuerzo. Shikamaru estaba conteniendo su hambre lo mejor que podía, pero su propuesta hizo que su boca salivara. Tragó el exceso y contempló a la chica. Con solo el contexto sabía lo que tramaba. Enfrentar al agresor de su amiga y usar fuerza bruta para quitarle el control que tenía sobre ella. Era más grande la colera que tenía dentro que aceptó hacer una tregua con él solo para lograrlo. Le parecía gracioso que todo eso pintaba que terminaría mal y él estaba emocionado por verlo.

— Acepto tus términos. Supongo que ese evento ocurrirá pronto. Entonces, ¿tenemos un trato? —Extendió su mano hacia ella sin borrar su perversa sonrisa de sus labios.

Las pupilas aguamarina se posaron en la mano extendida de su verdugo. Reconocía que habia perdido un tornillo por lo que estaba a punto de hacer, quizás era a consecuencia de toda la tortura que tuvo que lidiar con él. Pero no podía perdonar que le estuvieran haciendo eso a Ino. Así que, por ella, tomaría el riesgo. La universitaria llevó su mano hacia él y la estrechó. Provocando que los lazos negros volvieran a aparecer en los brazos de cada uno y sellaran su nuevo pacto con ese apretón de manos.

— Trato hecho. —Dijo ella.