1969 - La flor y el conde Drácula


El Potterverso es de Rowling


Lily terminó de ponerse su disfraz de flor. Era un traje de una pieza de color verde desde los pies hasta el cuello, por cuyas mangas sobresalían unas enormes hojas de tela que cubrían las manos. En la cabeza había una tela de color amarillo para representar el bulbo de la flor, con un agujero abajo por la que salía la cabellera pelirroja de la niña. Alrededor había pétalos blancos que rodeaban toda la cara.

Bajó al piso de abajo donde oyó a Tuney hablar con mamá.

— ¿Ya has preparado la bolsa, Tuney?

— Sí, mamá.

— ¿Has puesto el pijama, bragas limpias, zapatillas, el cepillo de dientes y la ropa que te he dejado encima de la cama?

— Sí, mamá. — dijo en un tono que sonaba como si quisiera decir que su madre era una pesada.

— ¿A dónde vas, Tuney? — preguntó Lily justo al entrar en la cocina.

— Me quedo a dormir en casa de Sophie. Haremos una fiesta de pijamas todas las amigas de clase. — respondió Petunia en tono petulante.

Lily bufó.

No le gustaban las amigas de Petunia. Siempre la llamaban rara y no querían jugar con ella. Quizá la menos mezquina era Sophie pero no hablaban mucho tampoco.

Petunia llevaba un disfraz de hada. Unas medias verdes con unas bailarinas negras, un tutú y un body con purpurina verde. También llevaba unas alas que tenían la misma forma que las de las libélulas con purpurina y unas correas para que pudiera ponérselas como si fueran una mochila. Por último, se había puesto una diadema plateada.

— Tuney, recuerda ponerte una chaqueta encima. Este disfraz es muy fresco y podrías resfriarte. — le aconsejó su madre.

— Pero mamá, Lily no va a llevar ninguna chaqueta.

— El disfraz de Lily está hecho de felpa y no correrá riesgo de resfriarse, tú sí.

— Pero las hadas no llevan chaquetas.

— O te pones la chaqueta encima del disfraz o no sales de truco o trato. — fue el ultimátum de Violet Evans.

— Pfff. — Petunia bufó y subió las escaleras a por la mochila y la chaqueta.

— Mamá, yo también quiero una fiesta de pijamas como Tuney y sus amigas. — le pidió la menor a su madre una vez su hermana se fue de la cocina.

— Lily, tendrías que habérmelo dicho unos días antes para poder prepararlo todo. — Violet se giró de nuevo hacia los fogones para preparar los dulces caseros que daría a los niños que se pasaran a pedir truco o trato a su casa.

— ¿Podemos invitar a Sev a dormir? Solo será una persona.

— Mmm — Violet lo pensó. No sería complicado preparar una cena para cuatro por mucho que en un principio tuviera planeado hacer una cena para tres personas. — Está bien, Lily. Por mí, puede quedarse. Pero tendrás que pedirle permiso a Eileen. En caso de que le deje, dile que no se moleste en llevarnos sus cosas. Le diré a John que vaya él a buscarlas cuando salga del taller. Pero si Eileen no le deja, no insistas. — le advirtió.

Lily asintió.

Petunia bajó con su chaqueta en la mano y su mochila con todas sus cosas para la fiesta de pijamas.

Ambas hermanas se despidieron de su madre, cada uno cogió una cesta de plástico con forma de calabaza de Halloween, Lily tomó otra para su mejor amigo y se despidieron de su madre. Una vez cruzaron la verja ambas hermanas se fueron en direcciones opuestas: Lily a la Calle de la Hilandera y Petunia a casa de Sophie.

...

— Severus, ven. Tengo que maquillarte. — Severus estaba correteando por la casa con su camisa blanca con volantes y unos pantalones negros, todo hecho de una tela exquisita de lino. Fue de las pocas cosas que Eileen trajo cuando se mudó al mundo muggle. — ¡Severus! — lo llamó su madre impaciente desde la habitación del muchacho.

El aludido subió las escaleras a toda prisa en dirección a su madre.

Eileen se sentó en la cama de su hijo y este se colocó delante de ella de pie. La mujer sacó un pequeño estuche de maquillaje y empezó a maquillar la cara de su hijo con una base blanca para darle un aspecto fantasmagórico, luego le pintó los labios de un tono rojo bien vivo, agregando pequeñas gotas que representaban la sangre saliendo de las comisuras de la boca y por último le maquilló los ojos con un sombreado negro y le repasó las cejas para darle un aspecto todavía más espectral.

— Listo. — dijo su madre al ver el resultado. — ¿Quieres ir al espejo del baño a ver qué te parece?

El niño asintió feliz e hizo lo que le había pedido su madre.

— ¡Me gusta mucho, mamá! ¡Ahora solo falta la capa!

El niño correteó de nuevo hacia su habitación donde lo esperaba su madre con la capa negra que le había hecho.

Fue en septiembre que Lily y Severus decidieron que irían juntos de truco o trato por las calles de Cokeworth. Y ambos pensaron sus disfraces, cada uno fiel a su estilo. Lily decidió que se disfrazaría de flor y Severus de conde Drácula. Los dos pusieron mucho esfuerzo en hacer el mejor disfraz para ser el mejor vampiro y la mejor flor de toda la ciudad. Así que Severus le pidió ayuda a su madre para hacer la capa del aristocrático vampiro y ella buscó la mejor tela negra que encontró, tomó las medidas de su hijo y empezó a coserle la capa.

Cuando Severus se puso delante de su madre, esta se agachó a su altura, le pasó la capa alrededor del cuerpo y le hizo un nudo.

— Y esta vez ve con cuidado, hijo. Recuerda lo que pasó la última vez.

Severus asintió algo avergonzado recordándolo.

Una semana antes, Eileen había terminado la capa y le pidió a Severus que se la probara para ver si las medidas eran las correctas o tenía que hacer algunos retoques. El niño, feliz con su nueva capa, empezó a corretear por todo el salón, pisó la capa, resbaló y la rasgó. Eileen, que lo vio todo, lo puso bocabajo sobre su regazo y empezó a propinarle unas fuertes nalgadas como castigo. Una vez terminó, mientras el chico se sobaba su trasero dolorido ella le dijo que merecía ir con la capa rota, pero que la arreglaría por no desperdiciar las horas que había invertido en crearla. Y aunque no se lo dijo, quería ver a su hijo feliz con su disfraz de conde Drácula con el que tanto se había ilusionado. Al arreglarla, la cortó para que quedara por encima de los tobillos del niño y así evitar resbalones. Tampoco se notaba el rasgón que quedó tras el incidente.

Justo en ese momento, llamaron al timbre.

— ¡Lily! — Severus correteó hacia la entrada para abrir la puerta a su mejor amiga.

Abrió la puerta y se encontró a Lily. Ambos se dieron las manos y alabaron el disfraz del otro.

— ¡Te queda muy bien el disfraz de Drácula!

— ¡Eres una flor muy bonita!

— ¡Pareces un vampiro de verdad!

— ¡El verde del disfraz resalta tus ojos!

— ¡La capa negra resalta los tuyos!

Eileen se acercó al borde de la escalera des del piso superior y llamó a su hijo.

— Severus, antes de que te vayas. He encontrado algo que podríamos usar como colmillos.

Severus y Lily emocionados subieron a la habitación del niño.

— Son unos dientes falsos mágicos que compré en Zonko en una excursión en Hogsmeade. Sabía que los tenía guardados en uno de mis baúles pero no los encontraba. Estaban al fondo de todo de mis estuches de maquillaje.

Lily y Severus abrieron los ojos y exclamaron sorprendidos. Eileen ya les había hablado de Hogsmeade y todas las tiendas que frecuentó ella cuando estudiaba en Hogwarts. Ambos ya estaban deseando poder pisar el único pueblo completamente mágico de su país.

— Con estos dientes podrás hablar con total naturalidad. No como con los dientes falsos muggles.

— Gracias, madre. — Severus se puso la dentadura falsa en la boca.

— Ahora sí que tu disfraz está perfecto, Sev. — asintió Lily convencida.

— No olvides ponerte la chaqueta. La camisa de lino es muy fina y podrías resfriarte.

— Pero, madre — el niño se giró hacia su progenitora — los vampiros no llevan ni chaqueta ni abrigo. Llevan capa. No será un disfraz lo suficientemente realista si llevo chaqueta.

— O te pones una chaqueta o no sales. — Fue el ultimátum de Eileen.

Severus bufó y fue a por su abrigo.

— Joder... — susurró.

— No se dicen palabrotas frente a una señorita. — lo regañó su madre.

Severus giró la cabeza buscando a la señorita que decía su madre, pero no la encontró. Solo estaban Lily, mamá y él. No había ninguna señorita.

— Por cierto, Eileen. — Lily se dirigió a la madre de su amigo. Siempre se había sentido un poco cohibida frente a Eileen. La señora era muy seria o distante con el resto de personas que no eran su hijo. — ¿Severus puede quedarse a dormir en mi casa? Haremos una fiesta de pijamas él y yo.

Eileen lo sopesó unos instantes que a Lily se le hicieron eternos. Siempre que Eileen la miraba fijamente y no decía nada, se ponía nerviosa y notaba un escalofrío que le recorría toda la espalda. Esa noche las tabernas estaban abiertas hasta casi el amanecer. Si Severus podía ahorrarse ver a Tobias borracho o con resaca, mejor.

— Puede ir. Pero no tenemos lista ninguna bolsa con las cosas que necesitara.

— ¡Oh! Mamá ha dicho que puede venir papá a buscarlo una vez salga del taller.

— Entonces puede ir.

Severus y Lily se miraron muy contentos.

Era la primera fiesta de pijama de ambos.

La pelirroja le dio una cesta con forma de calabaza a su mejor amigo y dejaron la casa.

Unos segundos después, sonó el timbre en casa de los Snape.

Eileen abrió.

Se encontró a Severus y a Lily delante de su puerta extendiendo la cesta de dulces hacia ella.

— ¡Truco o trato! — exclamaron.

— Vaya, ¿qué tenemos aquí? — dijo Eileen sonriendo — Una flor y... ¿el conde Drácula? Sois los primeros niños que venís a pedirme chuches. A ver que tengo. — se fue a la cocina y regresó con un cuenco lleno de dulces caseros. — Estos para ti — puso un puñado en la cesta de su hijo — y estos para ti — puso otro puñado en la cesta de Lily.

— Gracias. — los niños sonrieron y se fueron a la casa que estaba en frente de la de Severus.

— Adiós. Pasáoslo bien. — Eileen se despidió y cerró la puerta.

...

La Calle de la Hilandera era el barrio más pobre de Cokeworth, donde vivían los obreros más pobres de las fábricas, traficantes y prostitutas. Esa era la razón de su peligrosidad por las noches, en la que se incluían los grupos de borrachos. Sin embargo, en noches como las de Halloween, las calles de la ciudad, incluido ese barrio se llenaban de niños disfrazados pidiendo dulces, los más pequeños acompañados de sus padres. Es por ese mismo motivo, por el que los borrachos, las llamadas "mujeres de placer" y los traficantes se reunían alrededor de las tabernas lejos del ambiente de la noche del 31 de octubre.

Y aunque la Calle de la Hilandera era un barrio de bajos recursos, las madres y señoras de la casa se las arreglaban para que sus pequeños retoños pudieran disfrutar de esa festividad igual que las familias de más adquisición económica. Ellas mismas hacían los disfraces de sus hijos y los dulces caseros que repartirían a toda persona disfrazada que llamara a su puerta. Porque pese a su pobreza, eran excelentes cocineras. Incluso Eileen Prince, que ya hacía once años que se había instalado en el barrio, se había convertido en toda una experta en la cocina. Y eso que en el mundo mágico jamás se había acercado a un fogón para hacer comida sino para hacer una poción. La comida se la hacían los elfos, tanto en la Mansión Prince como en Hogwarts. Menos mal, que sus vecinas le enseñaron. Las mujeres de la Calle de la Hilandera se ayudaban las unas a las otras, enseñando lo que ya sabían a las más jóvenes y las recién casadas, atendiendo los partos de las otras porque no podían permitirse un médico, cuidándoles los niños si no podían por el motivo que fuese, ayudando a las ancianas que habían perdido a sus hijos tenían que cuidar a sus nietos, haciendo las labores domésticas de las vecinas que no podían debido al embarazo... Eileen encontró a nuevas madres, hermanas y amigas en esas mujeres cuando sus padres la desheredaron por casarse con Tobias.

Así que ni Lily ni Severus tuvieron problemas en rellenar toda su cesta de chuches en ese barrio. Es más, muchos ya conocían a "Severus, el hijo de los Snape, y a su amiga del barrio rico". El chico tuvo que aguantar a muchas vecinas preguntándole por su madre y por su padre: "mi madre está bien, gracias", "está en casa repartiendo dulces a los niños", "Tobias está en la taberna, no creo que llegue hasta mañana", "le diré a mi madre que usted le manda recuerdos, señora...". Por suerte para el abochornado chico, terminaron de pedir dulces en todas las casas que sabían que les repartirían golosinas en la Calle de la Hilandera. Por lo que ambos decidieron partir hacia el barrio donde vivía Lily.

...

Ya habían terminado de pedir dulces en el barrio de Lily, un barrio más adinerado que el de Severus, y ahora se dirigían a su último destino: la casa de los Evans. Incluso fueron a casa de los padres de Sophie, donde Petunia haría su fiesta de pijamas. No se encontraron ni con Sophie, ni con Petunia, ni con sus otras amigas, debían de estar en otra calle pidiendo dulces.

Lily iba unos pasos por delante de Severus, quien estaba pensativo.

— Oye, Lily

La aludida se giró hacia su amigo.

— ¿Por qué en tu barrio te dieron más dulces que a mí? En la Calle de la Hilandera nos dieron la misma cantidad de dulces a los dos.

— Mmmmm — Lily retrocedió unos pasos hasta estar a la altura de su amigo y miró ambas cestas. Tenía razón, ella tenía un tercio más de dulces que él. — Quizá es porque tu disfraz de Drácula les da miedo, Sev.

— Pero a mí me gusta. Mamá y yo nos esforzamos mucho para que quedara perfecto. Además en Halloween tienes que disfrazarte de algo que dé miedo, que para algo es la noche de muertos en la que nuestra magia fluye más que nunca.

— Yo creo que en Halloween hay que disfrazarse de algo que lleve muchos colores, porque está oscuro y así nos podrán ver.

— No, de algo que dé miedo.

— No, de algo con muchos colores.

— Miedo.

— Colores.

Antes de que se dieran cuenta, ambos empezaron a discutir, olvidando el motivo inicial de su conversación, el por qué el joven disfrazado de vampiro tenía menos dulces que la pequeña flor. Estaban tan metidos en su discusión que no se dieron cuenta que un grupo de niñas disfrazadas venía hacia ellos.

— Mira, Tuney, si es tu hermana la rarita y su amigo el barriobajero.

Lily y Severus cesaron su discusión y miraron hacia las chicas que hablaban de ellos.

— Sí, Tuney. Es tu hermana. La reconozco por el pelo rojo y los ojos verdes. El otro es su amigo, el que siempre va con esa ropa tan rara.

— Pero hoy no lleva la ropa rara, hoy lleva ropa muy bonita. — señaló otra niña, mirándolo fijamente.

— Aunque la mona se vista de seda...

Severus estaba harto. Se estaban burlando de él. Cerró las manos alrededor de su cesta con tanta fuerza que los nudillos se volvieron blancos. Esas niñas se estaban burlando de él por ser más pobre que ellas.

De repente las luces de las farolas se rompieron.

— ¡AH! ¡Un fantasma! ¡AAHHHHH! — las niñas salieron corriendo. Todas, excepto Tuney.

— Vosotros habéis roto las luces de las farolas. ¡Fenómenos! ¡Sois unos fenómenos!

Entonces corrió hacia donde habían ido sus amigas.

Severus y Lily se quedaron solos de nuevo.

— No debiste usar magia accidental, Sev — le regañó Lily. — Podrían haberse hecho daño con alguno de los cristales rotos.

— No sabía que se romperían las luces. Solo quería que se fueran. Se estaban riendo de mí por ser pobre.

El chico empezó a caminar de nuevo.

— ¡Sev! ¡Mi casa está hacia el otro lado!

— Me voy a casa.

— ¿Y nuestra fiesta de pijamas?

— Para mí Halloween ha terminado. Esas niñas no me quieren en vuestro barrio porque soy más pobre. Por eso me dieron menos dulces que a ti. No es porque les diera miedo mi disfraz de vampiro.

— Pero a mí no me molesta que estés en mi barrio o en mi casa.

Severus se quedó pensativo.

— Vámonos a mi casa, Sev. — Lily agarró una mano de su amigo e intentó arrastrarlo hacia su casa.

Severus estaba algo pensativo. Para él ya se había terminado la fiesta de la peor forma posible. Lo único que quería era cenar, dormir y no pensar más en los vecinos clasistas de Lily ni en las amigas bobas de Petunia.

Una furgoneta se acercó hacia ellos e hizo sonar el claxon.

El conductor bajó la ventanilla.

Era John Evans.

— Papá. — exclamó Lily

— Hola. — dijo el señor Evans. — ¿Os han dado muchos dulces?

— Sí, ya hemos ido a todas las casas. Ahora íbamos a ver a mamá. — respondió su hija.

— No deberíais estar en esta calle tan oscura. — dijo John viendo las luces de las farolas rotas.

Ninguno de los dos niños le dijo que eso fue producto de la magia accidental de Sev.

— Subid al coche. Nos vamos. Severus — John se dirigió al chico. — Pasé por tu casa y tu madre me dio tu bolsa con tus cosas para pasar la noche con nosotros.

Severus asintió. No quería ir a casa de los Evans sino a la suya, pero no se atrevía a decirlo para no causar molestias. Ambos niños subieron al vehículo y se pusieron sus cinturones de seguridad. John inició su marcha. Severus estaba cabizbajo. No quería estar ni con los señores Evans ni con Lily. Quería ir a su casa, a donde pertenecía. A la Calle de la Hilandera. Allí no se reían de él por ser pobre. Porque todos lo eran.

— Estás muy pensativo, Severus. ¿Ha pasado algo malo? — preguntó John mientras conducía.

Antes de que Lily pudiera responder, sabía que su amigo solía encerrarse en si mismo después de una discusión o cuando estaba triste, respondió Severus para sorpresa de Lily.

— Unas niñas malas y bobas se rieron de mí porque vivo en la Calle de la Hilandera.

Lily iba a quejarse por haber hablado mal de las amigas de su hermana, pero Severus tenía razón. Las amigas de Petunia, e incluso la propia Petunia, eran bobas y malas.

— No deberías hacerles caso, Severus. Tú sabes cómo eres. No permitas que los comentarios de gente a la que no le importas ni ellas a ti, te afecten. No te amargues una experiencia que deberías disfrutar solo porque hay gente que ni te conoce que les molesta tu presencia. Si esa gente es tan corta de mente que no se toma su tiempo en conocerte, no les dediques ni un ápice de tu atención ni tus pensamientos.

Severus asintió agradeciendo las palabras de John. Sí, John tenía razón. No debería amargar su noche de Halloween los comentarios de unas niñas bobas y malas y el clasismo de la gente adulta. La fiesta de pijamas con Lily ya volvía a apetecerle. En ese momento aun no lo sabía, pero a Severus le tocaría aplicar varias veces el consejo de John durante su estadía en Hogawarts.

...

Llamaron al timbre en casa de los Evans. Violet fue a abrir.

— ¡Truco o trato! — Severus y Lily extendieron sus cestas en forma de calabaza de Halloween.

— ¡Oh! ¡Qué disfraces más bonitos! Una flor y el conde Drácula. Habéis llegado justo a tiempo. Todavía me quedan un puñado de dulces.

La señora Evans cogió un cuenco, que ya tenía preparado en el recibidor, y les dio a cada uno la misma cantidad de dulces. Después se echó a un lado y los dejó entrar. Su marido llevaba la bolsa con la ropa de Severus.

John subió ducharse y a cambiarse de ropa. Todavía llevaba el uniforme del taller. Los niños dejaron las cestas de dulces en la cocina y ayudaron a Violet a poner la mesa. La señora Evans había preparado sándwiches decorados con temática típica de esa fiesta, pan de manzana y pastel de calabaza. A los niños se les hizo la boca agua con ver la comida.

— Mamá, ¿puedes hacer palomitas de maíz? A Sev y a mí nos gustaría ver una peli después.

— Claro, pero no tenemos ninguna película de Halloween.

— Oh. — Lily puso cara de pena por unos instantes. Después tuvo una idea. — Ya sé qué podemos ver. — Arrastró a Severus hacia el salón. Buscó algo entre las estanterías de VHS de series y películas que compartían ambas hermanas y sacó uno. — Mira, papá nos grabó algunos episodios de Scooby-Doo a Tuney y a mí.

Severus miró la carátula del VHS.

— ¿Tienes Scooby-Doo en VHS?

Lily asintió.

— Solo los capítulos que papá consiguió grabar. Haremos una maratón de Scooby-Doo esta noche.

Severus asintió de acuerdo con la idea.

— ¡Niños, a cenar! — se oyó la voz de Violet desde la cocina.

— ¡Ya vamos, mamá! — chilló Lily.

Severus se guardó los colmillos falsos en el bolsillo antes de entrar en la cocina.

...

Los niños se habían zampado montones de sándwiches y comido un trozo de tarta. Violet les prometió que para desayunar tendrían otro trozo. La cena había estado deliciosa. Severus no sabía si tenía hueco para más comida. Dudas que quedaron disipadas al ver a Lily venir de la cocina con dos cuencos de palomitas de maíz. Uno rojo para ella y uno verde para él. Mientras Lily ponía el VHS en el reproductor, Severus se comió una o dos palomitas. Cuando Lily se giró y lo vio masticando se rio y se sentó en el asiento de su lado en el sofá.

Justo cuando iban por la mitad del tercer episodio, Violet los mandó a lavarse los dientes y a dormir. Lily y Severus suplicaron quedarse hasta el fin del capítulo a lo que la señora Evans accedió.

Una vez Violet ayudó al chico a desmaquillarse, los dos niños se lavaron los dientes, Severus trajo su cepillo de casa, se pusieron sus pijamas, Severus tenía un viejo camisón de su madre, se fueron a dormir.

John había puesto un colchón en la habitación de Lily para que el amigo de su hija pudiera dormir con ella. Como Severus y Lily tenían nueve años, cumplirían diez en enero, fueron permisivos a la hora de dejarle a su hija que su amigo durmiera con ella. De haber sido adolescentes, John y Violet no habrían sido tan indulgentes en ese aspecto.

— Sev — dijo Lily desde su cama una vez se hubieran acostado — ¿sabes qué también se hace en las fiestas de pijamas?

Severus negó con la cabeza y miró a su mejor amiga expectante.

— Una guerra de almohadas. — respondió.

Severus sonrió.

Ambos agarraron sus almohadas con fuerza y empezaron a golpearse con ellas mientras chillaban y reían. Como vieron que con ellas no podían disputarse un claro ganador, dejaron sus armas a un lado y empezaron a hacerse cosquillas el uno al otro.

— ¡A dormir! — los regañó Violet abriendo la puerta de golpe.

Los niños detuvieron en seco su pelea, colocaron las almohadas en su sitio y se fueron a dormir. Esta vez de verdad.

...

A la mañana siguiente, desayunaron un trozo de tarta sobrante de anoche. Violet le dio unos trozos a Severus para que los compartiera con su madre. Se vistieron, Eileen había colocado una muda nueva a su hijo en la bolsa. John acompañó a Severus en coche a su casa, después iría a recoger a Petunia en casa de su amiga Sophie y el chico le contaría a su madre como había ido la noche de Halloween y la fiesta de pijamas (omitiendo las burlas de las niñas bobas y malas), Lily le contaría a su hermana como había ido la fiesta de pijamas con Severus y Petunia contaría su noche de Halloween y su fiesta de pijamas en casa de Sophie (ambas niñas omitiendo las burlas de las amigas de la mayor hacia el amigo de ella).

Pese a lo malo, tanto Severus como Lily disfrutaron mucho de esa noche. Y Petunia también.


Nadie me va a convencer de lo contrario de que a Severus le gustaban las novelas góticas tipo conde Drácula, Frankenstein, Camilla, el fantasma de la ópera,...

Los VHS eran los antecesores de los DVD. "Scooby-Doo, Where are you?" se estrenó en 1969, muchos críos que nacieron en los 60 vieron esos dibujos de niños, incluidos Petunia, Lily y Severus.

¿En los disfraces sois tem Lily o team Severus? ¿Disfraces de temática de colore brillantes o temática que dé miedo? Yo tuve una época de ambas, pero creo que ahora estoy en mi etapa de disfrazarme de cosas que den miedo.

Hasta la próxima