LA FLORERÍA DE LA CUADRA

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—Entonces, el chico molesto del supermercado, es tu vecino — Phoebe arrastró la última vocal, parecía absorta en sus pensamientos — Y también, es dueño de la florería.

Me limité a afirmar con la cabeza.

La pelinegra cerró los ojos.

—Y ahora son amigos — Mi amiga colocó un dedo en su barbilla.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

—¿Hace cuánto hablamos de eso, Phoebe?

Mi voz sonaba un poco cansada, y con justa razón.

La actual relación amistosa con mi vecino aún era considerada como inverosímil por mis amigos, entendía su sorpresa pero su actitud de incredulidad rozaba con la burla.

Quizás era mejor haber esperado un poco más de tiempo para contarles.

—Lo siento May, es que, pensar en tu rostro enojado aquel día que lo conociste y que ahora tengan que trabajar juntos, es un poco divertido.

Sentí la mano de Phoebe frotarme la espalda, me miraba con ternura, sabía perfectamente que resultaba embarazoso.

Hice una mueca.

—Bueno, diría que es más bien un suceso inesperado.

Sonreí de lado.

Si... no había mejor forma de definir mi relación con Drew.

A veces me sorprendía a mí misma recordando cómo había ocurrido todo, repasaba cada acontecimiento en mi cabeza tratando de entender en qué momento nos habíamos vuelto tan cercanos.

De vez en cuándo, me gustaba imaginar que las cosas estaban sucediendo tal cuál debían ser y que había ido a parar justo con él como reflejo del miedo que tanto me estaba atormentando por años, además, tal como había mencionado Solidad, él también estaba cambiando y me agradaba la idea de que ambos pudiéramos influir de manera positiva en el otro, tal como una buena amistad, además, aunque el semblante del peliverde era mayormente serio, muchas veces había sido testigo de su calidez y de sus buenas acciones.

Escuché a Phoebe carraspear, me miraba con expresión divertida.

Sin darme cuenta, estaba sonriendo de oreja a oreja.

Traté de disimular, giré el rostro y rogué en el interior, que Phoebe simplemente lo pasara por alto.

—Bueno, bueno — La escuché decir, vacilante — Cuéntame ¿Cómo marcha todo con el pedido? No han tirado el pastel por la borda, ¿Verdad? Sé que debe ser complicado con todo el tema de las flores, espero que no se esté pasando de la raya.

—En absoluto — Contesté.

Que los chicos en general hablaran del tema con tanta naturalidad ya no me resultaba sofocante, era un alivio poder platicar sin tener que desvíar la conversación a mi conveniencia.

Comencé a quitarme el uniforme y lo coloqué cuidadosamente en mi mochila.

—Hemos hecho que funcione, basamos el trabajo en la paleta de colores, no tanto en la composición.

Ella levantó las cejas, dudosa.

Levanté la mano por encima de la cabeza, estirándome.

—La clienta lo aprobó todo desde hace una semana, todo está bien — Traté de tranquilizarla.

Eché un vistazo alrededor y aspiré el aroma de la cocina limpia, satisfecha por haber concluido un día más de trabajo.

—Suenas bastante confiada — Phoebe colocó su mano en la barbilla —Quizás demasiado ¿Segura que estás bien?

Me tembló el labio inferior al sentir sus ojos grises taladrar mi mirada.

¡A veces me exasperaba su insistencia!

—¡Estoy haciendo lo mejor que puedo! ― Repliqué.

Phoebe levantó las manos cuándo se dio cuenta de que me estaba exaltando, me sujetó de los hombros y me acarició la cabeza, como si fuera una niña pequeña.

Y yo creí que había mantenido la compostura de manera admirable.

—Lo siento, lo siento — Se apresuró a decir — Te prometo que soy la más emocionada por ti, pero no puedo evitar preocuparme de más, soy como una madre miedosa.

Hice un puchero.

—Vamos, May, no te enfades — Insistió.

Fingí pensarlo.

Nunca podría enojarme tanto tiempo con Phoebe y ella lo sabía, la pude ver esbozar una sonrisa.

—Estoy tratando de dejar ese hábito de sobre pensar todo — Dije sincera — Confían en mí y esa es razón suficiente para creer que puedo lograrlo, procuro desechar cualquier pensamiento que no entre en ese razonamiento.

Ella me miró, conmocionada.

—Lo estás haciendo fantástico.

Oh, no.

Phoebe estaba a punto de llorar, así que la retuve en mis brazos un poco más de tiempo, de otro modo, lo haría yo también.

—Todo estará bien, mañana entregarás ese pastel y después nos veremos con Saúl — Me dijo.

Hice una mueca, agradeciendo que en nuestro abrazo no se diera cuenta de la cara que tenía en ese momento.

Quizás era porque estaba más concentrada en el pedido, pero había olvidado nuestra reunión en casa de Saúl. Me sentí un poco culpable de haberlo olvidado aún cuándo se habían esmerado en recordármelo toda la semana.

Tenía muchas ganas de disfrutar una noche con mis amigos, pero en ese momento, tenía más ganas de llegar a casa y continuar con los preparativos para la tarta.

Escuché la puerta de la cocina abrirse y vi las cabezas de Rod y Saúl asomarse.

—¿No nos invitan a su abrazo?

Rod extendió los brazos mientras se acercaba.

La pelinegra refunfuñó y me soltó para encarar al chico de anteojos.

—No necesito un abrazo tuyo — Replicó.

Rod extendió su sonrisa, con picardía.

—No, por supuesto que no lo necesitas, al menos no de mi.

Phoebe pareció darse cuenta casi de inmediato que había metido la pata, pude ver como buscó a Saúl con pánico en los ojos.

El chico de coleta ignoró a Rod (O quizás, no lo escuchó) se acercó a Phoebe y le plantó un suave beso en la frente, como si fuera lo más normal del mundo.

Ella se quedó ahí de pie, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo.

—¿Estás lista? — Le preguntó a la pelinegra, con dulzura.

Alcancé a distinguir un leve balbuceo de sus labios.

Pensé en intervenir para aligerar el ambiente, pero para mi sorpresa, fue el mismo Rod quién lo hizo.

—¡No puedo con esto! — Se quejó mientras salía de la cocina — No es gracioso si no caen en el juego.

Rod prefería molestar a los otros y ver sus reacciones. Si Saúl permanecía imperturbable era de esperar que pensara que no era divertido.

Era más o menos oficial para todos que Phoebe y Saúl estaban saliendo.

No me quedaba claro el motivo por el que la pelinegra no tocaba el tema, pero después, comprendí que no es que le incomodara hablar de ello y demostrarle afecto a Saúl, sino que más bien, era demasiado tímida.

Me bastaba saber con que algún día tendría que contarme como había ocurrido todo y yo esperaría pacientemente ese momento.

—¡May! — Escuché a Rod gritar — Ven aquí, me gustaría enseñarte algo.

Phoebe salió corriendo como un rayo, con Saúl y conmigo a sus espaldas.

—¡No grites! — Siseó — Miranda aún no se ha ido, no seas maleducado.

No es que a Miranda le incomodara nuestra interacción, pero era un común acuerdo común el mantener cierta indulgencia entre jefe y trabajador, nos hacía sentir menos mal.

Rod levantó los hombros.

—Ya se fue, yo debo abrir el lunes así que tengo las llaves — Explicó, restándole importancia.

Phoebe infló las mejillas.

—Siento que últimamente me tienes menos paciencia — Dijo Rod — Pero, es que me moría por entregarle a May nuestro obsequio, no puedes culparme por estar emocionado ¿O si?

Phoebe pareció olvidar su molestia con Rod y abrió mucho los ojos, contenta.

—¿Obsequio? ¿Qué obsequio? — Inquirí.

Phoebe colocó un dedo suavemente en mis labios, negando con la cabeza.

—Antes de que digas nada, escucha — Dijo, me colocó en frente de la mesa de la caja y me sujetó de los hombros.

Le hice caso, esperando.

—Rod — Llamó Phoebe — Muéstrale.

El chico de anteojos colocó en la tabla frente a mi, una caja para pastel de color blanco, la tapa formaba una cúpula con papel picado de forma que parecía estar hecha de encaje rígido, los bordes de la caja eran de color dorado y había un listón café al centro.

A un costado podía leerse mi nombre en letra cursiva y dorada: May Balance

—No es que no confíe en tus habilidades — Comenzó Rod — Pero, no sé, quería aportar mi grano de arena, espero no te moleste.

Sujeté la caja con los dedos, suavemente, el papel era de buena calidad y se sentía al tacto.

—¿Tú lo hiciste? — Pregunté

Rod asintió, orgulloso.

—Es fácil — Contestó — Lo complicado fue elegir si iba a tener agarradera, al final, yo creo que arruina el diseño, queríamos que tuviera tu nombre pero no podíamos decidir si era mejor hacerlo muy grande o demasiado pequeño, al final, yo creo que... ¡Eh! No me hagas pucheros.

Colocó su mano encima de mi cabeza, dudoso.

—Es el doble de hermoso de lo que yo hubiera podido hacer — Contesté

Sentí como la calidez se extendía en mi pecho.

Rod infló el tórax, con orgullo, continuando con su explicación.

―Phoebe se encargó del diseño, yo del material y de armarla, Saúl dejó una tarjeta en caso de que quieras escribir algo, o bueno, puedes dársela a tu clienta para que ella escriba algo lindo.

Saúl pasó un brazo por encima de Phoebe y Rod, los tres me miraban con emoción.

―Chicos ― Comencé ― Yo... Eh.

Dejé la palabra al aire.

¿Qué otra podría decir que no hubiera dicho ya?

¿Agradecerles? Nunca parecía ser suficiente.

―Te dije que la dejaríamos sin palabras ― Rod dijo en el oído de Saúl, bajito.

Phoebe lo mandó a callar pero yo, preferí hacerlo sentir como me sentía en ese momento

―Tenías razón, Rod ― Le dije con una sonrisa ― Estoy muda.

Usualmente, llevarle la contraría al chico era divertido, pero esta vez nadie trató de hacerlo.

Sus acciones conmigo eran reconfortantes y por primera vez en mucho tiempo, pensé que realmente merecía a gente tan grandiosa en mi vida.

―Estoy muy contenta, de verdad, ya verán que haré un trabajo grandioso ― Les dije.

Rod se cruzó de brazos.

—Pues claro que lo harás ― Dijo ― Entregarás ese pastel, todo saldrá fantástico y después, cuándo haya terminado, te estaremos esperando en casa de Saúl.

Sorbí por la nariz, riendo, había usado casi las mismas palabras que Phoebe.

Saúl se encargó de dejar bien cerrado cuándo salimos de la panadería, le entregó las llaves a Rod y lo regañó junto a Phoebe para que no se le olvidara que era lo que tenía que hacer el lunes por la mañana al llegar.

Cuándo los tres llegamos a la parada del autobús, Phoebe se acercó para darme un último abrazo.

―Por cierto, May, Saúl me pidió que te dijera algo ― Susurró muy cerca de mi oído ― Me pidió que te dijera, que eres libre de llevar a quién quieras a nuestra fiesta.

Me sacó la lengua y salió corriendo para unirse a Saúl.

La sugerencia de Phoebe no me tomó por sorpresa, sabía perfectamente a qué se refería, porque en efecto, no era la primera vez que la idea de invitar a Drew había rondado por mi cabeza.

No quería incomodar nuestra dinámica, pero su invitación significaba un previo acuerdo entre los tres para incluir a mi vecino en nuestro círculo social.

Era difícil imaginar que Drew aceptara, a final de cuentas y en el peor de los casos, simplemente negaría la invitación y todo seguiría igual que siempre.

Cuándo estuve en el camión, saqué mi celular y le escribí un mensaje a mi vecino.

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.

¡En camino a casa para terminar!

Deséame suerte

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Apenas pasaron unos minutos para recibir una respuesta.

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No la necesitas, May

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Refunfuñe

¿Era tan difícil decir algo amable?

Llegué corriendo a casa, subiendo las escaleras de dos en dos, prendí todas las luces a mi paso y me deshice de mi bolso a mitad de camino hacía la cocina, en un dos por tres me puse mi mandil y por primera vez en mucho tiempo, utilicé mi vieja bocina para escuchar un poco de AURORA.

De forma anticipada, había comenzado el trabajo relativamente pesado desde que Alexa, la clienta había aprobado el boceto, había planificado todo de manera que pudiera tener los ingredientes frescos sin tanto trabajo de por medio y evitar retrasarme y considerar cualquier margen de error.

Para comenzar, era imprescindible encontrar los mejores duraznos japoneses y melocotones, unos de buen tamaño, firmeza y lo más importante, de cáscara e interior rosado, había pasado varios días buscando en otras tiendas hasta que encontré unos en un mercadillo escondido.

Para el relleno, había que quitar la semillas de las frutas, pelarlas y cortarlas en rodajas, mientras que para el sirope y la gelatina, había hecho el labor dos días antes, porque era importante tener cuidado con el champagne rosado y las cáscaras en el fuego, quería que conservara el color rosado y cristalino y que las ramitas de canela y albahaca no opacaran el resultado final.

Los pedazos de durazno y melocotón previamente enjuagados y colocados apenas unos minutos para suavizar en la mezcla era como debía conservar en el refrigerador para dejarlos marinar correctamente y a partir de ese momento, era que debía continuar el procedimiento.

Saqué el sirope del refrigerador y lo puse en la estufa junto a unas hojas de grenetina, incorporándolo con suavidad y con cuidado de no estropear el color rosado.

Cuándo se calentó lo suficiente sin hervir, aparté la gelatina en un refractario rectangular y lo dejé a un lado de la mesa para meterlo después al refrigerador, era necesario dejarlo cuajar toda la noche para evitar que la crema se deshiciera.

Para resanar utilicé yogurth y nata fría, no era necesario más que lograr una consistencia firme y esponjosa, todo el sabor se concentraría en el bizcocho y el relleno, la clienta había especificado que no quería un pastel de crema batida así que no quería que le quitara protagonismo a nada.

Respecto al pan, había decidido por cuenta propia hacer un bizcocho de vainilla y un toque de pera, además, tener un poco de leche condensada le daría el dulzón preciso y complementario para evitar que el sabor del melocotón y el durazno se perdieran en el paladar.

Una vez que el horno avisó que el pastel estaba listo, lo saqué y lo dejé en una reja para que enfriara un poco. Mientras tanto, aparté un poco del sirope de durazno en una botellita para que fuera más fácil de dispersar y también, lavé gran parte de las cosas que había utilizado.

Cuándo comprobé que el pan estaba frío, lo dividí con un cuchillo de sierra en tres niveles, sujeté la base con un poco de crema fría en la base y dejé caer el sirope encima, como una lluvia fina que iba a permitir que el pastel se mantuviera suave. Después, unté crema por encima y acomodé los duraznos y melocotón al centro, repitiendo el proceso hasta que terminé con los tres pisos.

Al terminar, afiné los bordes con un raspador que había doblado un poco para darle una forma oval a los bordes, no quería que fuera un pastel típico, ese simple toque haría la diferencia.

Estuve mucho tiempo perfeccionando cada espacio, no me detuve hasta que me dolió la espalda y el cuello de tanto mirar de cerca.

Cuándo estuve contenta con la forma, guardé la crema restante en el refrigerador y con mucho cuidado, coloqué el pastel adentro, tendría tiempo de volver a verificarlo al día siguiente.

Dejé la caja en la mesa de la cocina junto a la tarjeta que Saúl me había entregado, había tratado de pensar en algo para escribir, pero no podía pensar mucho. me sentía un poco cansada y pensé que quizás podría preguntarle a Drew al día siguiente.

Decidí sentarme en el sofá, para descansar un poco, bajé el volumen de la música y cerré los ojos, lentamente.

Después de unos minutos, quise levantarme para apagar las luces, pero la alarma de mi celular hizo que me levantara de un salto.

¿Qué hora era?

¡Ya era de mañana!

Me había quedado dormida en el sofá con el mandil puesto, pero extrañamente, no me sentía agotada, al contrario, una ola de emoción me impulsó a ponerme de pie de un salto directo hacía la cocina.

Tenía muchos mensajes, pero decidí responderlos después, ya tendría tiempo de poner al tanto a mis amigos.

Saqué el pastel del refrigerador y volví a resanar los bordes para que quedara perfecto, hice unos círculos por encima, formando una barricada esponjosa por todo el perímetro.

Después, saqué la gelatina del refrigerador, y la corté en cubos que puse encima del pastel, había conservado su transparencia y el delicado color rosado, además, parecía bastante minimalista.

Finalmente, puse unas hojitas de menta al centro y me alejé para contemplar el resultado final.

Se veía precioso y yo me sentía muy satisfecha con lo que tenía frente a mi.

Saqué mi celular y tomé un par de fotografías del resultado, quizás, podría guardarlas, tal como me había aconsejado Brianna, ¿Quién sabe? Posiblemente servirían de algo.

Guardé el pastel en la caja que Rod había hecho para mi, con mucho cuidado para no estropear el trabajo, después, lo guardé en el refrigerador nuevamente para que no perdiera consistencia hasta la hora de entrega, faltaban cerca de tres horas, el tiempo necesario para comenzar a arreglarme y trabajar en mi aspecto.

Tomé una ducha larga y relajante, me di el tiempo de arreglarme e incluso, decidí peinarme. Estaba usando un pantalón de mezclilla de tiro alto, unos zapatos de tacón bajo color azul a juego con mi crop top, la prenda dejaba un poco de mi estómago al descubierto y los bordes de las mangas eran de encaje.

Usé un poco de maquillaje y esta vez me atreví a usar un gloss para tratar de favorecer mi aspecto, además, me coloqué dos pasadores a los lados para no esconder tanto mi rostro.

Me admiré un poco en el espejo.

No estaba incómoda con mi aspecto, es más, me sentía linda, me gustaba como se veía la ropa en mi.

Comprobé la hora en mi celular y fue entonces, que comencé a mentalizarme para lo que estaba a punto de ocurrir, porque sería la primera vez que estaría en la florería.

El trato era, que la clienta pasaría por su pedido en una hora hacía la florería, Drew me había repetido casi toda la semana que no tenía nada de qué preocuparme y que él se encargaría de todo, incluso ofreció hacerse cargo de la entrega pero yo insistí en estar presente.

Aunque Elizabeth me había dado el voto de confianza de que esta vez estaba más que preparada y dispuesta (Y en cierta medida, me sentía así de fuerte) no podía evitar recordar que mi último intento había terminado siendo un fracaso.

¿Será que esta vez era diferente?

No quería lucir indefensa, ya no me sentía de esa forma, pero, ¿Cómo poder hacerlo?

Sacudí la cabeza cuándo sentí mi celular vibrar, era Drew y ya había pasado más de media hora desde la última vez que había visto el celular.

Tomé un vaso de agua, dejé que el frescor inundara mi garganta y me animé mentalmente antes de contestar.

—Hey, Drew — Me sorprendí de escuchar mi voz tan animada, hubiera jurado que las ansias me estarían consumiendo — ¿Qué tal va todo?

Lo escuché soltar un quejido bajito, casi pude imaginarme su sonrisa de lado.

— May, buenos días — Saludó — ¿Estás lista? Me llamó Alexa, llegará en unos cuarenta minutos.

Sentí que contuve el aliento.

Cuarenta minutos.

Cuarenta minutos.

Aunque sonaba a que había tiempo de sobra, tenía la sensación de que el tiempo estaba pasando muy deprisa.

—¿May?

Agité la cabeza.

.

Vamos, May, tranquilízate

.

— Entonces, será mejor que vaya saliendo ¿Cierto?

Mi voz tembló levemente, lo noté en mi garganta.

Continué la conversación, tratando de respirar lento.

—¿Qué te parece si me esperas en la puerta? — Propuse — Iré saliendo.

Escuché ruidos del otro lado de la línea.

—May, no tienes que pretender nada — Dijo— Ya pasamos esa etapa ¿No?

Su tono de voz cambió, se volvió suave y pausado, amable.

Una sonrisa surcó mis labios.

Si, ya habíamos pasado esa etapa, pero si mi idea era tratar de normalizarlo para afrontarlo de la mejor forma, entonces tampoco podía mostrarme todo el tiempo vulnerable ¿Verdad? Sabía que podía confiar en que él estaría ahí, y eso era suficiente.

—Sé lo que te preocupa — Su voz sonaba incluso más suave y clara que hace un momento — No vas a estar sola.

Sentí que la sangre se me subió al cuello cuándo lo escuché pronunciar esas palabras, un hormigueo me recorrió desde la punta de los pies hasta la punta de los dedos de las manos.

—Lo sé — Contesté.

—Bueno, en ese caso, ábreme, estoy subiendo las escaleras — Anunció — Si se te cae el pastel será un desastre.

Fruncí el entrecejo, ofendida.

—Eso no va a suceder, te aseguro que-

Tardé unos segundos en entender que había colgado.

Me quedé un rato con el celular en la mano, escuchando la línea muerta, pero al cabo de unos segundos, comencé a recorrer mi casa como loca, guardando lo indispensable en un bolso y verificando que mi humilde morada no se viera tan desarreglada, apenas fue el tiempo preciso para echar un vistazo cuándo escuché que llamaron a la puerta.

Salí corriendo, tratando de no hacer ruido, le di un último vistazo a mi sala, me acomodé el cabello y abrí, con suavidad.

Ahí estaba mi vecino, con su habitual gesto serio pero desde hace algún tiempo, cálido.

Su cabello lucía un poco húmedo, podía distinguir un suave aroma fresco y dulce en mi nariz, aunque mi mente no podía asociar el aroma con nada que hubiera olido antes.

— Drew.

Asintió con la cabeza, en forma de saludo.

— May.

De manera automática, mi vista recorrió su rostro con atención hasta que se detuvo en sus ojos esmeraldas, tan cristalinos y transparentes, casi como un reflejo de su alma y de lo que había alcanzado a conocer de Drew como persona.

¿Era mi imaginación o parecía un poco más alto? Además, ¿Por qué tenía la sensación de no haberlo visto en mucho tiempo?

Me sostuvo la mirada unos instantes antes de carraspear.

Parpadeé para espabilarme.

¡Dios!

—¿Estás lista? — Inquirió — Será mejor que nos apresuremos.

—Si, si — Me apresuré a decir — Adelante.

Me hice a un lado, invitándolo a pasar.

¿Cuánto tiempo me había quedado sin decir ni una palabra? Ahora me sentía como una tonta.

—El pastel está en el refrigerador — Le dije

Drew abrió la puerta de la nevera y se quedó de pie, admirando la caja, acarició su mentón con el dedo y yo me quedé ahí, mordiéndome el labio.

De pronto temí, que no estuviera a la altura.

—¿Te gusta la caja? — Pregunté finalmente — La hizo un amigo para mí.

Su respuesta me tranquilizó

—Luce bastante sofisticado — Convino.

De manera hábil, deslizó la caja por sus dedos, levantándola con excesiva suavidad, sujeté la puerta para dejarlo pasar, eché un último vistazo a mi departamento antes de cerrar y seguí al peliverde en silencio.

Cuándo cruzamos la calle, mi vista se dirigió instintivamente hacía la florería, noté que estaba abierta porque pude ver los cristales de la puerta, una parte de mi quería mirar más de cerca, pero otra, me decía que era mejor esperar.

Atravesamos el umbral de su edificio, distinguí la puerta de su departamento pero Drew caminó hacía el lado contrario, en dirección a una puerta de acero.

—Usaremos la puerta de atrás — Explicó.

Drew maniobró para sujetar el pastel con una mano, tomó las llaves y las colocó en la puerta.

Decidí adelantarme y ser cortés para sujetar la puerta, distinguí al peliverde por el rabillo del ojo entrar pero no me atreví a ver el fondo.

.

Puedes manejarlo

.

Mi respiración era lenta y pausada, podía sentir bajo mis dedos el balanceo de la palanca, así que me concentré en ese movimiento repetitivo que extrañamente, había comenzado a relajarme.

.

Puedes manejarlo

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Con la mirada fija en el suelo, vi a Drew colocarse en la entrada y enseguida, dejé de sentir el peso de la puerta en los dedos.

—Yo te guiaré.

Usó un tono suave e indulgente y poco a poco, sentí cómo reemplazó el metal de la palanca con la calidez de sus manos.

No me aparté y tampoco me sobresalté, Drew se colocó frente a mí y yo mantuve la mirada en su pecho.

Aspire fuertemente y en seguida, asentí energéticamente: Estaba lista.

Con suavidad tiró de mí y ambos, nos adentramos en la florería.

Tanteé el terreno con la planta del pie, un poco recelosa al comienzo pero cuándo Drew se percató de que mis pisadas se volvieron más firmes, avanzamos.

— Cuándo era pequeño, había una señora que visitaba la vecindad cada semana con una canasta de rosas rojas.

Escucharlo hablar de su vida era un evento que había sido capaz de presenciar pocas veces, guardé silencio, conteniendo el aliento, esperando con atención a que continuara su relato.

—Honestamente, su mercancía no era visiblemente armoniosa, más de una vez pude ver una flor marchita o pétalos secos en medio de sus ramos.

Levanté los ojos hasta su mentón, desde ese ángulo podía ver sus labios moverse y la sonrisa que esbozó el seguir.

—Pese a eso, recuerdo perfectamente la sonrisa de mi madre cuándo mi padre le compraba un ramo, cada semana, sin falta.

Como no sabía cómo eran los padres de Drew, mi mente reprodujo la escena con mis padres como protagonistas, pude visualizar a mi madre sonriendo de oreja a oreja, contenta, recibiendo un ramo de mi padre.

—Visto desde una edad temprana, carecía de sentido para mi.

Reprimí una sonrisa divertida, sonaba perfectamente como algo que él Drew actual diría.

—Mi madre decía que el aroma la hacía recordar desde el fondo de su alma, incluso cuándo las rosas estaban ausentes.

Sus manos se cerraron alrededor de las mías, supuse, de manera inconsciente, comprendí que estaba feliz de rememorar el pasado, así que le devolví el apretón, aunque no podía estar segura de sí lo había notado.

—Mi casa no siempre tuvo ese olor suave, a veces era amargo y marchito, pero la mayor cantidad de recuerdos, acompañan siempre el olor que hay en esta habitación.

Drew dejó de caminar y por inercia, traté de agudizar mi sentido del olfato.

Un aroma dulce y fresco inundó mis fosas nasales, era muy ligero y suave, podría jurar que era similar al melocotón, si tuviera una forma sólida, quizás podría describirlo como una nube de crema batida o un buen desayuno por la mañana.

El aroma, era exactamente como Drew olía la mayor parte del tiempo.

—No hubo un solo aniversario que mis padres no festejaron con esta fragancia inundando la sala de estar.

La voz de Drew se volvió un susurro, pude distinguir nostalgia y melancolía en su voz.

Quise ver su rostro, así que levanté la vista unos centímetros más.

—Para el aniversario de Alexa, elegí las rosas y peonías como las protagonistas, tal como el de mis padres, ambas componen el centro en una vasija de porcelana blanca, como era una ocasión especial, le pedí a una conocida que pintara la pieza, de esa manera, aún cuándo las flores se marchiten, podrán darle otro uso.

Guardé silencio para que Drew continuara su relato, pero no dijo ni una palabra más, lo que me provocó un sentimiento de impaciencia.

Quizás... Era momento de echar un vistazo.

Desvié mis ojos de su rostro hacía lo que había a su espalda: La estancia era completamente blanca, estaba bien iluminada debido a que las puertas de cristal permitían que la luz se colara con completa libertad, el lugar lucía amplio a pesar de que había unas sábanas colgadas como cortinas por el perímetro de la estancia.

Pese a eso, pude distinguir lo que parecían ser los jarrones que había visto cuándo el lugar estaba en remodelación, aunque no era capaz de saber si había flores o no.

Mi mirada se paseó tratando de encontrar detalles en la estancia, había un candelabro de cristales que reflejaban un leve destello colorido en el local, como si de un arco iris se tratase, la loza era de un suave color crema, y junto frente a mi, había un mostrador igual de blanco: Pude distinguir la caja del pastel y a su lado, una vasija de color blanco, con suaves pinceladas que simulaban un atardecer de color anaranjado y rojo.

El arreglo lucía bien robusto y voluptuoso, conservaba una suave forma redonda de color rojo y rosado, parecía tener una nube de algodón por encima, pero no podía estar segura, después de todo, tampoco alcanzaba a ver con precisión de que tipo de flores se trataban.

Y el aroma... Si, definitivamente el aroma era por completo la esencia de Drew y era en eso en lo que quería concentrarme.

El olor llegó a mi mente en forma de corrientes de color roso, influenciada quizás, por el color de las flores, abracé la calidez de las manos que me rodeaban pero cuándo quise aferrarme un poco más, el calor desapareció de manera abrupta.

Drew me lanzó una mirada tranquilizadora, debió haber visto mi rostro de desconcierto porque en seguida señaló hacía los cristales del local, en dónde se asomaba una mujer alta y delgada.

Su cabello era corto y grisáceo, se podía distinguir el trabajo de un tinte trabajado para confundir el color con las canas que se asomaban en su cabellera y una mano delicada que se había encargado de sacarle provecho a las arrugas de su piel que demostraban la experiencia en años vividos.

Pese a eso, lucía jovial, alegre y llena de energía.

—¡Señor LaRousse! — Saludó — ¿Cómo se encuentra? Creo que llegué con bastante tiempo de sobra, espero pueda comprenderme, estoy demasiado emocionada.

Sus movimientos me hacían recordar a un colibrí, rápidos y efusivos.

—Para nada, la señorita Balance y yo la estábamos esperando— Dijo Drew.

Mi vecino se hizo a un lado para que Alexa pudiera verme, levanté la mano para saludarla con cortesía pero ella se acercó a mí como si fuéramos conocidas de toda la vida.

—¡Es un gusto conocerla al fin! — Canturreó.

Drew me miraba divertido, estaba segura de que mi cara parecía la de un conejillo asustado, y definitivamente, no era el momento de dudar.

—Buenas tardes — Respondí, tratando de sonar segura — Es un gusto recibirla y hablar fuera de la pantalla ¿Está lista?

Ella sonrió de oreja a oreja ante mi iniciativa.

Drew se acercó a nosotras, noté enseguida su intención de ayudar cuándo guío Alexa frente al mostrador.

—¡Oh! — Exclamó, levantando las manos frente al ramo — ¡Pero sí es precioso!

La mujer se inclinó hacía el ramo, pegó su nariz en el bulto rosa y la escuché aspirar la fragancia, con fuerza.

Puse mi dedo en mi llavero para repetir el balanceo de la palanca, había descubierto que esa acción me había ayudado a controlarme.

Por ahora, era suficiente con ver de reojo.

—Pensé que querría ver el resultado más de cerca — Dijo Drew — Ya que la señorita Balance y yo estamos aquí, quizás podamos afinar detalles.

Drew me hizo una leve seña con los ojos, invitándome a acercarme.

Me quité el sudor de las manos con el pantalón y me acerqué al mostrador.

—Permítame — Le dije a Alexa.

Me coloqué de lado, dándole la espalda al ramo.

Abrí la caja del pastel y detuve las pestañas. sentí que los dedos me temblaban un poco pero traté de enfocarme en el rostro asombrado de Alexa.

La tarta lucía exactamente igual que como la había dejado en la mañana, los bordes estaban perfectos y la gelatina parecían cristales cuadrados que reflejaban destellos de colores dentro de la caja.

—Es más preciosa de lo que recuerdo en nuestros bocetos — Me dijo — Me dará un poco de pena tener que cortarlo.

El breve silencio que se instaló a continuación me perturbó un poco, ¿Qué se supone que tenía que decir ahora? Porque algo debía decir, ¿Cierto?

Me mordí el labio, después de todo, era mi clienta y quería que se fuera contenta.

— ¿Sabía que esta es una receta secreta que recree solo para usted?

Noté un destelló de suspicacia en sus ojos.

—¿Ah, sí?

Le sonreí y asentí.

— Mi mamá preparaba un bizcocho de vainilla con perfume de pera y gelatina de melocotón en cada aniversario de bodas — Comencé — Si, ese postre le encantaba a mi padre y con el paso de los años, había detectado cierta peculiaridad en el proceso.

Alexa parecía absorta, escuchando cada palabra que salía de mi boca.

—Resulta que cuándo mi madre cocinaba bailando, el sirope de durazno y la nata de yogurth adquirían un sabor ligeramente más dulce. Mi padre nunca pudo comprobar si su danza afectaba el resultado final, pero le daba tanto miedo olvidar el sabor de su tarta especial que escribió sus emociones en un recetario.

Mi voz se volvió casi un susurró, como si le estuviera contando a Alexa un secreto muy íntimo, a final de cuentas, lo que le estaba diciendo era cierto y pensar en los padres de Drew y los míos me había dejado sumamente sensible.

—¿Y que escribió? — Preguntó Alexa.

Tome la tarjeta que Rod había hecho para mi y una pluma, con una facilidad que me sorprendió, dejé que mi imaginación volara para plasmar parte de mi felicidad en la tarjeta mientras leía en voz alta.

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Que nuestros sentimientos prevalezcan en nuestro paladar como el sabor de esta tarta.

Que nuestros recuerdos perduren eternamente como el delicioso aroma de estas flores.

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Roce la tarjeta con los dedos antes de dejarla en la caja nuevamente.

—Espero que la tarta esté a la altura de su noche especial.

Pude ver un leve puchero colarse entre los labios Alexa, quién me sujetó de la mano con suavidad y me dio un abrazo fraternal.

—Gracias — Susurró.

Drew me miraba con cierto brillo animado en los ojos, yo me encogí levemente de hombros, sonriéndole.

Alexa se removió nerviosamente en mis brazos, observó su reloj, como confirmando la hora y después, su actitud volvió a ser la de un colibrí efusivo.

— Es momento de que me retire, no quiero que se me haga tarde ¡Aún tengo mucho que preparar! — Dijo

Drew hizo una leve reverencia con la mano en el pecho en dirección a Alexa

— Permítame ayudarle.

Alexa aplaudió.

—Si, por favor, no quiero tirar nada.

La mujer se dirigió a la puerta con aspecto ensoñador.

Ladeé la mirada al mostrador, pensé que yo también debía ayudar pero necesitaba un poco de ayuda.

Busqué con los ojos a Drew, quién se sorprendió al posicionarse directamente en medio del mostrador, pude notar su sutileza al tapar el florero con su cuerpo.

—Ve primero — Me dijo — Iré detrás.

No sonaba como una orden, sino más bien una sugerencia amable y cautelosa.

Tomé la caja del pastel y salí del local, Alexa tenía la puerta del asiento trasero abierta y me hacía señas para que me acercara.

La superficie del asiento me permitió dejar el pastel bien fijo, Alexa se había encargado de acomodar un espacio con otras cajas para evitar que se moviera por todos lados.

—¡Ah! El ramo irá adelante — Escuché decir a Alexa.

Levanté la vista mientras salía del coche, pude ver por el rabillo del ojo a Drew rodeando el vehículo para dirigirse hacía el asiento del copiloto.

Cerré la puerta y rápidamente me dirigí hacía la entrada.

Noté que Drew y Alexa intercambiaban un par de palabras más, quizás alguna referencia respecto al cuidado de las flores o el jarrón, poco después, Drew se unió a mí para despedirnos de Alexa.

—Espero que disfrute de su noche — Dijo Drew

—Mis mejores deseos — Contesté.

La mujer levantó la mano, noté que movió los labios pero debido al sonido del motor no pude distinguir nada, cuándo quise acercarme para comprobarlo, una ligera nube de polvo se extendió por toda la calle frente a nosotros.

Había resultado mejor de lo que pensaba, ninguno de los peores escenarios que había imaginado se había manifestado y Alexa se había retirado contenta.

Coloqué la mano en mi pecho y abrí mis fosas nasales, sacando el aire de mi pecho, el sonido fue tan fuerte que tuve que tomar asiento en la banqueta.

¡Por fin había terminado!

Drew tomó asiento a mi lado.

La entrega, mi primer pedido serio, las flores... Por fin sentía que podía respirar, los resultados eran favorables y eso me había devuelto el alma al cuerpo.

El peliverde levantó la mirada al cielo, noté que estaba observando las letras de acero de "LaRousse" en la entrada, que a diferencia de otras veces, carecía de flores y enredaderas,

—¿Y las flores? — Pregunté en un susurro.

Creo que Drew no me escuchó, ya que no obtuve respuesta.

El peliverde se recargó sobre la palma de sus manos detrás de su espalda.

—Alexa se veía muy contenta, ¿No te parece? — Preguntó

Rodeé mis rodillas con las manos.

—Si, parecía feliz, ¿Es cliente habitual? — Pregunté.

—Lo es, confía en mi trabajo.

Tenía sentido lo que me estaba diciendo, quizás por eso, Alexa se había mostrado tan accesible con el pastel, como estaba satisfecha con los resultados de la florería, era de esperar que confiara también en la recomendación de Drew.

Era consciente de que había aprovechado la oportunidad al máximo, la había disfrutado y siendo totalmente honesta conmigo misma, la carga era menos pesada.

—¿Cómo te sentiste? — Preguntó.

Moví el cuello, tratando de desentumecerme.

—Fue mucho más sencillo controlar mis pensamientos — Respondí

—Te dije que no tenías de qué preocuparte — Dijo —Los progresos se van notando.

Sonreí de oreja a oreja.

—Fue gracias a ti — Dije — Tu historia me transportó, me concentré tanto en el aroma y fue tan mágico, que quería que Alexa se sintiera de la misma manera.

Había muchas cosas con las que podía sentirme agradecida con la gente, pero el sentimiento constante de calidez que Drew me brindaba, me hacía querer devolverle el favor de la misma manera, después de todo, era por su astucia que en el momento de la entrega, había logrado percibir el ramo desde un ángulo mucho más cómodo.

Miré de reojo al joven a mi lado, procurando ser lo más sutil posible.

Se sentía bien compartir ese momento.

Cuándo conocí a Drew, solía percibirlo sentado siempre por encima de mí, como una figura inalcanzable, perfeccionista y que no se equivocaba, alguien que era capaz de planificar su futuro de tal manera que todo le salía bien y alguien a quién aspiraba a ser.

Solidad se había encargado de brindarme una perspectiva más humana de mi vecino, sumado a eso, las pequeñas acciones que Drew había tomado para conmigo mostraban en él a un verdadero amigo en el que podía confiar y por ese motivo, pensé que era el momento adecuado para invitarlo a casa de Saúl.

Sin embargo, no era una invitación tan sencilla de hacer, pero, si algo había aprendido, era a tener un poco menos de miedo.

Piqué la banqueta con el dedo, moviéndolo en círculos.

—Oye, Drew.

El peliverde no había despegado la mirada del cielo, creí haberlo visto mover la cabeza suavemente, como si lo hubiera interrumpido en medio de sus pensamientos, no podía saberlo, después de todo, era mucho mejor que yo fingiendo.

—¿Si?

Tiré una piedrita a lo lejos.

Bueno, en el peor de los casos, simplemente rechazaría la invitación.

—Tengo una reunión con mis amigos — Le dije — Dijeron que nos estarían esperando para celebrar cuándo finalizara la entrega.

Procuré sonar natural cuándo hice hincapié en la palabra "nos".

—¿Los de la panadería? ¿Por qué ellos...?

Se calló de golpe, como si de pronto comprendiera la doble intención en mis palabras

Sentí su mirada en mi espalda.

Estaba segura de que era lo suficientemente inteligente para sacar sus propias conclusiones, removió los dedos y creí haber visto un rastro de nerviosismo que no logré confirmar porque enseguida se tapó la boca para toser.

Me animé a mirarlo, su cabello brillaba por la luz del sol y aunque su rostro era serio, percibí cierto matiz oscuro en sus pupilas, era difícil mantener la mirada pero la ansiedad de escuchar su respuesta no me permitió apartar el rostro.

Drew levantó las comisuras de los labios, levemente.

—Deberíamos festejar — Dijo finalmente.

Escucharlo pronunciar esas palabras me permitió recuperar el aliento acompañado de un cosquilleo en las manos, traté de que la sensación desapareciera cuándo prendí mi celular y busqué el chat de Phoebe, tenía que actuar rápido, de otro modo, Drew podría arrepentirse.

—Entonces, avisaré a Phoebe que estaremos ahí pronto — Estaba haciendo un esfuerzo en controlar mi voz — Cuándo nos reunimos solemos cooperar entre todos, pero como eres un invitado y yo tampoco sé que planearon esta vez, podemos preguntar si es que hace falta comprar algo.

Drew giró su cuerpo en mi dirección y usó su mano para tapar la pantalla de mi celular, obligándome a levantar la mirada nuevamente, era increíble lo mucho que sus ojos esmeraldas podían hacerme desentenderme de todo a mi alrededor.

Sentí su cuerpo girarse en mi dirección e inclinarse con lentitud.

Sentí su cabello rozarme la mejilla cuándo acercó su boca a mi oído.

No me moví, no quise hacerlo.

—Solo tú y yo, May.

Sentí que se me abrieron los ojos de la sorpresa.

"Solo tú y yo"

Drew estaba lo suficientemente cerca como para percibir el sonido de mi respiración, me removí para apartarme un poco pero él lo hizo primero.

A través de la luz del sol, fui capaz de distinguir los diferentes tonos de verde en su pupila.

No estaba imaginándolo, él de verdad había dicho eso.

—Suena bien — Mi voz sonó como un penoso balbuceo, pero fue automático, aunque me sentía como un ratoncito tímido y pequeño, fue como si siempre hubiera estado preparada para dar esa respuesta.

Drew soltó mi celular y giró el torso, se puso de pie y en un movimiento rápido se sacudió la ropa.

—¿Tienes algún lugar en mente? — Preguntó mientras me extendía la mano para ayudarme a ponerme de pie.

—Eh... Tengo unas cuantas cosas en mi refrigerador — Dije, sin pensarlo mucho, me había acostumbrado a que nuestras reuniones fueran un poco más hogareñas, pero...

No se sentía en absoluto como otra cena casual entre ambos, quizás era mejor dejarle decidir o proponer si tenía algo más en mente.

Drew asintió, con gesto serio, lo que hacía un poco más difícil saber qué era exactamente lo que estaba pensando, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y comenzó a caminar al interior de la florería.

—Tengo que cerrar el local — Dijo — Subiré en unos minutos y llevaré algunas cosas.

—Dejaré la puerta abierta.

Con una tranquilidad alarmante, caminé hacia mi edificio en modo automático, casi rígida, tratando de ignorar el latido de mi corazón en mis oídos, cuándo crucé el umbral, dejé un mensaje en el chat de Phoebe.

"No iré a la reunión, lo siento, te contaré luego, todo salió de maravilla así que no tienes nada de qué preocuparte"

Quizás una llamada hubiera sido lo más prudente, pero ella notaría en seguida que algo me estaba ocurriendo y no estaba preparada para enfrentarme a un interrogatorio de preguntas a las que yo tampoco tenía respuesta.

Puse música bajito, esperando que el sonido acompañara el ambiente, limpié un poco la mesa y saqué de mi refrigerador lo que pudiera ser de utilidad, aunque al no ver muchas opciones, preferí esperar la llegada de mi compañero, quién ya se encontraba tocando la puerta de mi departamento con una botella de lo que supuse, era vino.

Tragué saliva, ciertamente, se me estaba antojando una copa.

Mi vecino puso los ojos en blanco.

—Qué horror, casi pude ver el brillo en tu mirada — Dijo Drew — No, no es vino.

Refunfuñé, avergonzada, pero enseguida, solté una risa sonora.

—Una copa para el estrés ayuda de vez en cuando.

Hasta hace cosa de minutos mi corazón latía desbocado, preocupada quizás por la atmósfera, pero su comentario me había devuelto a la normalidad.

No tienes nada de qué preocuparte, May, es solo una cena.

Me hice a un lado para dejarlo pasar.

—¿Siempre estás estresada? — Preguntó

Yo arrugué la frente.

—Últimamente, ya no tanto — Le dije, sincera.

Drew se instaló en la cocina, dejó una bolsa en la barra y sacó una a una las cosas que había llevado: Pan de pita, queso de cabra, pimientos y un topper de carne sazonada.

—¿Tienes algo en mente? — Pregunté

Drew extendió todo en la barra.

— Algo sencillo — Explicó — La idea es hacer unas pizzas.

Casi no pude contener mi emoción, me adelanté a la alacena y saqué unos botecitos de especias.

—¡Tengo una idea! — Dije — Podemos hacer una mantequilla salada con queso de cabra, tomillo, miel, ajo y aceite de oliva — La emoción en mi voz era apenas controlable — ¡Ah! Tengo peras que sobraron de la tarta, podemos filetearlas y hacer dos opciones, una dulce y una salada, ¡Oh! Y meterlas al horno para que queden calientitas y bien tostadas.

Imaginé la cantidad de fragancias deliciosas que podrían surgir de las combinaciones inundando mi cocina: El dulce y tostado de la pera, el aroma del queso y el tomillo, el pan tibio y esponjoso...

—Con el jugo irán perfectas — Completó Drew.

Arrugué la nariz.

—Ah, sí, el jugo.

Drew tan solo se limitó a negar con la cabeza, divertido por el tono de mi voz.

Nos acoplamos con facilidad en la cocina, Drew se encargó de filetear las peras y los pimientos, mientras que yo me encargué del queso para dejarlo suave y esponjoso, quería que la mantequilla se deshiciera en mi paladar.

Drew parecía concentrado y absorto en su labor, sujetaba el cuchillo con agudeza y rebanaba la pera en delgadas láminas que iba colocando en otro cuenco, mis ojos se concentraron en sus manos y recordé, por un breve instante, el tacto de su piel.

Carraspeé y traté de concentrarme en el tazón que había entre mis manos.

— Por cierto — Dije — Me hubiera gustado ver la pintura en el jarrón más de cerca, ¿Era el amanecer o algo así?

En una charola, colocamos los panes con un chorro de aceite de oliva, unté la mezcla de queso de cabra en el centro y Drew colocó las láminas de pera por encima en unas y el pimiento y la carne en otras.

—Si, era el atardecer, pero en el mar — Dijo

Hice memoría, habría jurado haber visto nubes en el trabajo, eso no lucía como el mar en absoluto.

—No sé si la técnica tiene nombre — Continuó Drew — Pero, el trazo de la espuma se hace a toques sobre el lienzo, por eso da la sensación de que son nubes.

Drew puso la charola en el horno y yo encendí el cronómetro por quince minutos.

—¿Tú lo hiciste? — Pregunté mientras colocaba los utensilios en el fregadero.

Mi vecino negó con la cabeza y sacó su celular del bolsillo.

—Una conocida se encargó del trabajo — Explicó — Es pintora y la conozco desde hace ya algún tiempo, es la primera vez que implemento la idea de entregar un jarrón trabajado, después de pensarlo un poco, ella resultó ser la mejor opción.

Drew me extendió su celular para mostrar una fotografía, en ella, se podía apreciar el trabajo de la pintura en el jarrón con las detalles: la figura se extendía por todo el perímetro del jarrón, como una cinta de combinación entre azul, verde y morado, formando espuma entre las olas que chocaban entre sí.

Justo debajo, podía leerse el nombre de la autora.

—Brianna.

Era la chica del supermercado, la joven con la que posteriormente compartí una comida por la tarde y su pasión por el arte, la misma que le había dedicado a Drew la carta que colgaba en mi refrigerador y cuyo contenido me había causado tanta intriga.

También, era la muchacha con la que compartía encuentros que me habían ayudado a redirigir mis pensamientos cuándo me sentía perdida.

Drew asintió cuándo dijo su nombre y señaló la carta que colgaba en mi refrigerador.

— Vi que aún la conservas — Dijo

— Por supuesto que sí.

El olor de la pera se volvió demasiado fuerte en la cocina, revisé las pizzas antes de que sonara la alarma y comprobé que de hecho, ya estaban listas.

Me puse los guantes y saqué el pan del horno, la imagen de la cena resultó simplemente embriagadora: El queso burbujeaba en el centro y el caramelo de la fruta resbalaba por los bordes, el pimiento y la carne lucían ligeramente tostados del borde y tiernos del centro.

Noté que Drew hizo ademán de tomar asiento en la pequeña sala de mi hogar, pero lo convencí de que las sillas de mi balcón eran mucho más cómodas, a pesar de lucir un poco destartaladas, además, los rayos anaranjados anunciando el fin del día se prestaban para conversar más agusto.

Drew me hizo caso y nos dirigimos con los aperitivos al balcón, cuándo nos instalamos con dos pizzas cada uno en las bancas, mi vecino levantó su vaso frente a mí.

—Salud — Dijo.

Choqué mi vaso contra el suyo y ambos bebimos del jugo de arándano.

—Salud.

El queso estaba calientito, se derritió enseguida en mi boca, el sabor era un poco salado y dulce por el pan y la pera, pero estaba en perfecto equilibrio con la miel y el tomillo, además, el sabor del arándano balanceaba el fuerte sabor del ajo de la mantequilla.

Por unos segundos, mantuve la mirada fija al fondo de mi calle, admirando los colores en el atardecer, tan vívidos como la pintura del jarrón y como su autora, por la que una curiosidad inexplicable comenzó a sembrarse en mi mente.

Me daba la impresión de que Drew y Brianna podrían conocerse bien, o al menos, un poco mejor en comparación a mi con cualquiera de los dos, quizás compartían experiencias y hablaban de sus problemas, como dos amigos.

—Si me permites, yo también creo que elegiste a la persona adecuada para el jarrón — Me animé a decir — Brianna es muy apasionada con su trabajo.

Drew levantó la ceja ante mis palabras.

—¿Me perdí de algo? — Preguntó.

Abrí mucho los ojos, como si estuviera a punto de contarle un secreto.

—La conocí — Dije— Me he cruzado con ella un par de veces.

Drew me miró, intrigado.

—¿Un par de veces?

Asentí.

—Me encontré con ella cuándo estaba buscando la florería — Dije — Y cuándo recogió flores para su madre, ah si, y compartimos una comida, la reconocí cuándo me dijo su nombre, aunque por supuesto, ella no sabe que tengo la carta.

Drew parecía absorto en sus pensamientos.

— Fue una gran coincidencia — Continué, sin tener muy claro si había o no cometido un error al comenzar a platicar sobre ella.

Mi vecino bebió de su jugo y cerró los ojos.

— No lo sabía — Dijo finalmente.

Apreté los labios.

—¿No son amigos? — Pregunté

Drew se encogió de hombros.

—Bueno, si, aunque no diría que tan cercanos — Explicó — Es una admiradora con la que podría colaborar si el trabajo lo amerita.

Me mordí el labio, avergonzada.

—Oh, creía que sí.

Sin embargo, la curiosidad sobre Brianna no cesó en mi pecho.

Quería saber más pero, quizás, era mejor aprovechar la oportunidad de hablar con ella, podía deducir que ninguno de los tres había hablado del otro.

Cuándo terminé tomé el plato de Drew y me encaminé hacía el fregadero para lavarlos, lo que menos quería era que los trastes comenzarán a acumularse.

—Es sorprendente lo pequeña que es esta ciudad — Dijo Drew mientras se acercaba con un trapo para limpiar la mesa.

Me reí secamente.

—Si, sí que lo es — Coincidí.

La canción de fondo que nos había acompañado hasta ese momento se vio interrumpida por lo que reconocí como una llamada, estiré el cuello para ver en la pantalla que se trataba de mi hermano.

Torcí la boca.

No es que no quisiera hablar con él, pero en vista de las circunstancias, no quería tomar la llamada, así que le escribí un mensaje para decirle que le hablaría después pero no funcionó.

—Yo me encargo— Dijo Drew, quitándome suavemente los platos de la mano — Puedes contestar, quizás sea una emergencia.

Analicé sus palabras

Ciertamente, mi hermano pocas veces se mostraba tan insistente.

—Gracias, Drew.

Me sacudí las manos y me alejé un poco en dirección al balcón.

— Hola, Max, ¿Cómo estás?

Escuché revuelo del otro lado de la línea, el sonido de autos y motocicletas y después, la voz agitada de mi hermano.

—May, ¿Estás ocupada?

—Un poco — Admití — ¿Pasó algo?

—No — Dijo — No, no, simplemente, quería saludar.

Noté cierto tono indignante en su voz, escucharlo así, me hacía recordar cuándo le pedía a mi madre un dulce y no se salía con la suya.

—¿Seguro que está todo bien? — Insistí.

Esperé una cantidad de segundos considerables

Guardó silencio un periodo de tiempo considerable, pero como no dijo nada, volví a insistir.

—Puedes decirme.

—Es que... — Dijo finalmente — Te has olvidado de mí.

Apreté los labios para reprimir una risita, eso si que no me lo esperaba en absoluto.

—¿Qué dices, Max? No me he olvidado de ti — Dije — He estado un poco ocupada, pero mantengo el contacto contigo y los otros.

—No mientras — Recriminó — Hablé con Ash y dice que ya casi no le escribes.

Podía imaginarlos a ambos con rostros molestos, pero no pude reprimir una carcajada.

—No le veo lo gracioso — Dijo mi hermano

—Lo siento, ya me encargaré de hablar con Ash — Le dije — Respecto a ti, eres mi prioridad en esta ciudad y sabes que puedes venir cuándo quieras.

—¿Ah, si? Entonces, ¿Puedo ir ahora?

Escuché el sonido de los platos en la cocina, Drew los estaba colocando boca abajo.

—¿No puedo ir? — Preguntó mi hermano — ¡Ah! ¿Estás con alguien?

Esta vez, mi risa se tornó nerviosa.

—Bueno...—Susurré.

—No puede ser—Se quejó.

Los momentos dramáticos de mi hermano siempre eran algo para recordar, sobre todo, porque no siempre solía sentirse así.

—Te llamaré luego ¿Si? — Le dije.

Lo escuché maldecir al viento pero yo ya había colgado.

Caminé nuevamente hacía la barra, en dónde me esperaba Drew sentado, mirando de manera distraída su celular.

— ¿Todo bien? — Preguntó.

Me senté soltando un suspiro largo.

—Si, todo bien — Respondí — Era mi hermano.

Drew continuó con la mirada atenta en su celular, parecía estar escribiendo un mensaje pero no podía distinguirlo con claridad.

—No sabía que tenías un hermano — Dijo.

Junté las cejas.

—¿No lo mencione? — Pregunté.

Drew negó con la cabeza

—No que yo recuerde.

Puse un dedo en mi boca, era cierto, no le había dicho a Drew que tenía un hermano.

—Sin embargo, ya lo conoces — Le dije — Es el chico de gafas que me visitó hace ya un tiempo.

Drew no levantaba la mirada del celular.

—No se parecen mucho.

Me reí quedamente.

—Nos lo dicen seguido — Contesté — Creen que somos pareja.

Mi hermano me había visitado una vez en el trabajo, tuve que convencer a los chicos y a Miranda de que era mi hermano y no mi pareja, habían insistido mucho tiempo y no me lo preguntaron hasta después de un buen rato, temiendo quedar como entrometidos.

Drew no contestó, frunció los labios y se cruzó de brazos.

Entrecerré los ojos y lo miré con atención, tratando de descifrar qué era lo que estaba pensando, el peliverde desvió la mirada.

— Por Dios — Susurré — Creíste que Max era mi-

Drew refunfuñó, interrumpiéndome.

—No seas boba — Dijo — Aún si lo fuera, no es asunto mío.

Aunque no sonaba agresivo, mi corazón se encogió como si hubiera recibido un golpe, ni siquiera lo vi venir y fue sorpresivo, duró unas milésimas de segundos pero me obligué a recobrar la compostura de inmediato.

¿Por qué se sentía de esa manera?

Tragué saliva, tratando de restarle importancia

—Max y yo llegamos juntos a la ciudad — Contesté — Cuándo se matriculó decidí tomar el riesgo y aunque tiene su habitación, suele visitarme de vez en cuándo, Max ha sido mi mayor aliado incluso antes de venir aquí.

Quizás fue el tono suave de mi voz lo que hizo que la postura de Drew se relajara, carraspeó y recargó la mejilla en su mano derecha, su mirada se tornó suave y relajada, parecía que la vergüenza ya había pasado.

—Al menos cuándo llegaste, estabas acompañada.

Asentí.

—Era uno de mis mayores temores cuándo llegué aquí — Dije con sinceridad — Me sentía bastante sola y preocupada, pero Max siempre estuvo ahí para mí.

Tomé el trapo con el que había limpiado la mesa y lo colgué en el fregadero.

—Ahora las cosas han cambiado — Dije

Drew asintió.

—Ahora también están tus compañeros de la panadería — Contestó.

Aunque era cierto que ellos estaban presentes ahora más que nunca, no fue la única persona a la que tuve en mente.

—Si, los tengo a ellos y también te tengo a ti — Solté

Quise callarme apenas esas palabras salieron de mi boca, sentí la sangre subirme a las mejillas y ni siquiera me atreví a mirar a Drew, me golpeé mentalmente y solo deseé que me tragara la tierra.

—Y por supuesto, también a Solidad — Me reí con nerviosismo, quizás estaba a tiempo de arreglarlo — Me atrevería a mencionar a Brianna e inclusive a Harley.

El rostro de Drew era difícil de comprender, parecía imperturbable y sereno, quizás, ni siquiera había escuchado las palabras que habían salido de mi boca, así que simplemente traté de tranquilizarme.

Si él no mencionaba nada al respecto, yo tampoco iba a hacerlo.

—Solidad estaría encantada de saber que la consideras importante — Respondió.

Drew se puso de pie y se colocó su abrigo de un solo movimiento, se sacudió las mangas y comenzó a caminar hacia la salida.

—Es momento de retirarme, mañana tengo que abrir temprano — Dijo —Gracias por la cena.

Me puse de pie, avergonzada.

Dios, el cambio de humor en él era notorio y ahora más que nunca, estaba segura de que había metido la pata.

—Te acompaño a la puerta — Ofrecí.

Me puse de pie para tratar de alcanzarlo, tomé las llaves de la entrada y me precipité hacía adelante, pero apenas fui capaz de detener la fuerza de mi cuerpo cuándo Drew se detuvo de golpe, fue tan sorpresivo que tuve que detenerme de puntas para evitar chocar contra su pecho.

Busqué su rostro, confundida y temerosa, sentía que el corazón me iba a mil por hora, Drew no lucía enojado pero por primera vez en mucho tiempo, me pregunté si es que así lucía cuándo lo estaba.

Quise preguntarle qué era lo que estaba sucediendo, si es que había dicho algo que lo hubiera hecho enfadar pero simplemente no lo logré, nos quedamos mirándonos un periodo de tiempo que se sintió una eternidad hasta que, con un movimiento suave, Drew comenzó a inclinarse lentamente hacía mi.

Una ola de calor me cubrió desde la punta de los pies hasta la corona, los movimientos de mi vecino eran lentos y me estaba dando la oportunidad de apartarme pero, no quise hacerlo.

Sentí en la nariz el aroma de las rosas más fuerte que nunca y noté la tela de su abrigo rozarme las mejillas.

Contuve el aliento y pude percibir que él también, coloqué mi mano suavemente en la tela de su abrigo y levanté la mirada.

Mi vecino ladeó el rostro, miró por encima de mi cabeza, colocó su mano en la corona de mi cabeza y con mucha suavidad, depositó un beso en mi frente.

La sensación que acompañó el tacto de su piel fue intensa, como un torbellino que provocó un balbuceo torpe en mis labios, antes de que pudiera siquiera respirar, Drew había tomado la mano que tocaba su abrigo y había colocado un objeto en medio.

—Esto es para ti, creí que era más apropiado una real.

Su voz era suave y confidencial, casi me hablaba en un susurro, como si estuviera contándome un secreto.

— Felicidades, May.

Era una rosa de papel, de color rojo brillante y del tamaño perfecto para cubrir mis manos, estaba tan ensimismada observando el objeto que no me di cuenta de que mi vecino desapareció en un dos por tres, sin darme oportunidad para pedir una explicación.

Toqué los pétalos de papel, suavemente, tratando de descifrar si es que de esa manera se sentiría tocar una rosa real, el olor de Drew todavía estaba presente en el lugar y me sorprendió darme cuenta de que, de hecho, las únicas imágenes que acompañaban el momento eran las historias y cartas en cuyo contenido, se describía el mundo maravilloso de las flores.

Acompañado de ese sentimiento, la calidez se extendió al entender que Drew, había preparado ese pequeño y significativo detalle hecho de papel ya que sabía que no estaba preparada para una real.

Me toqué la frente, todavía con la sensación de los labios de Drew y me dejé caer en el sofá.

Desde hace un tiempo había tratado de redirigir mis pensamientos cuándo estaba con él, pero el cariño que sentía por Drew no era el que sentía cuándo estaba con mis amigos.

Tenía la sensación de estar unida a Drew más que cualquier otra persona que hubiera conocido antes y pronto, tuve que aceptar que mi vecino, estaba empezando a gustarme.


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¡Estoy de vuelta más fuerte que nunca!

Desafortunadamente, no hay actualización respecto al concurso de OS, así que por ahora no creo que haya nuevas historias, suelo actualizar con frecuencia de WATTPAD, además, hay una pequeña ilustración ahí que pueden ver si es que les da curiosidad.

Extrañaba pasarme por aquí, no me he ido pero he dedicado mi tiempo a otras cosas, así que se me ha pasado de largo actualizar.

Estamos cerca del final que esta pequeña historia, aunque prometo ser constante, no prometo hacerlo tan seguido haha, de igual forma. ¡Gracias a las nuevas lectoras! He visto las notificaciones y me ha puesto muy feliz saber que están aquí.

Espero leerlos y quedo atenda a sus comentarios.

Saludos, Xana.