Disclamer: Los personajes y parte de la trama son propiedad de Rumiko Takahashi y no mía.

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Nota: Segunda Parte de la trilogía "Los Hongos del Amor". Recomiendo leer esta trilogía en orden y estar alerta a los saltos en el tiempo. También os recomiendo ver de nuevo o por primera vez el capítulo del anime: "Vamos al Templo de los Hongos" para entender mejor como se desarrolla esta historia. Esta parte será un poco más larga, pero espero que os guste ^^

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Efectos Secundarios

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8.

Ranma se acercó vigilando el suelo, ceñudo y ella fingió por pura cortesía que veía lo mismo que él. Akane pensó que cuando llegara a su lado se agacharía y le ofrecería su espalda, como ya había hecho otras veces, para llevarla hasta la casa.

No fue así exactamente.

Con un rápido y enérgico movimiento que la cogió desprevenida, la levantó en volandas y todo lo que ella pudo hacer fue sujetarse a sus hombros antes de perder el equilibrio. Su pecho se pegó al de él y su corazón comenzó a latir muy deprisa, por suerte pudo ocultar su rostro antes de que el chico se percatara del intenso rubor que ya le bajaba por el cuello.

La tomó con fuerza, sujetando sus piernas e inclinando todo su peso sobre él. No dijo nada, parecía increíble la naturalidad con que actuó. Echó a andar despacio (¿demasiado despacio?) de vuelta hacia el portón del dojo. Gracias a ese silencio, Akane pudo concentrarse en sus sensaciones y se regodeó, olvidando su prudencia, en lo excitante que era que su prometido la cargara de ese modo, con una delicadeza que era del todo impropia en él. Cerró los ojos, sintiendo el balanceo de su cuerpo y la caricia del aire en su rostro.

—Estás horrible —Le soltó él, de pronto, arruinando la atmosfera, el momento y cualquier conato de fantasía que pudiera estar formándose en la mente de la chica—. ¿Qué ha pasado con Kuno?

—Lo de siempre —respondió, algo fastidiada—. Solo quería molestar.

—¿También quería darte un abrazo?

Akane entornó los ojos.

—Algo así, supongo.

Ranma bufó, sacudiendo levemente la cabeza.

—No entiendo por qué, de repente, hay tantos chicos interesados en abrazarte —replicó con la voz un poco dura—. Son unos patanes

. ¡Con la cantidad de chicas guapas que hay por ahí!

Será… El puño de Akane se cerró con fuerza, sintió el tirón en su antebrazo que le pedía que le diera un buen capón. Adelante, ahora no puede defenderse ni huir. Se lo merecía, claro. ¿Sería que los efectos secundarios de los hongos estaban empezando a extinguirse?

Esa idea le quitó las ganas de pelear y regresó la mano a su lugar, bajando la mirada.

—Eres un tonto —murmuró, derrotada. Suspiró—. Y un bocazas —añadió.

—¿Solo eso? —preguntó él, extrañado. Se paró del todo y echó la cabeza hacia atrás para mirarla con algo parecido a la preocupación en sus ojos—. ¿No vas a pegarme, si quiera? —Ella negó con la cabeza—. ¿Acaso Kuno te ha hecho daño? ¿Te golpeó en la cabeza?

. ¿Estás bien, mi amor?

Akane arqueó las cejas, sorprendida. Mi amor… Esas palabras no se habían ido y aún la hacían sentir un hálito de alegría.

Una alegría real, al fin y al cabo.

—¡Perdón! —Masculló Ranma, al darse cuenta de lo que había dicho—. No debo llamarte así.

Se mostró decepcionado y a ella le resultó encantador. De nuevo se dijo que lo echaría de menos pero, ¿no podía disfrutar de ello mientras duraba? En realidad, se sentía contenta y esa sí era una felicidad genuina. No era desbordante, ni absoluta como la que le produjo las setas pero le gustó esa felicidad porque era suya.

Esbozó una sonrisa, acercando su rostro al del chico para hablar bajito.

—Supongo que no pasa nada si nadie puede oírnos —opinó. El semblante de Ranma también se encendió cuando ella añadió—; cariño.

El chico retomó el camino sonriente y atravesó el portón aún con la chica en brazos, solo entonces reparó en algo.

—¿Qué es esa cosa pastosa de tus calcetines?

Antes de que pudiera responderle, Nabiki salió por la puerta principal y se quedó mirándoles. Al instante floreció en su afilado rostro una sonrisilla sabihonda.

—Vaya, vaya —canturreó contenta. Los miró de arriba abajo, pero sus ojos se centraron en Akane—. Veo que al final no has podido resistirte, hermanita.

—¿Qué dices?

—Has sucumbido y has usado los hongos con Ranma, ¿verdad? —Bajó el escalón que separaba la entrada del patio y con los brazos cruzados se acercó a ellos—. Bueno, era lo más inteligente.

—Te equivocas. Tus apestosos hongos están en el fondo del río.

—¡No te creo!

—¿Hongos? —repitió Ranma—. ¿Qué hongos?

—Nabiki sobornó al experto en setas del Templo para que le enviara unos hongos del amor —explicó Akane—. Pretendía venderlos al mejor postor, pero yo me hice con ellos a tiempo —Con una sonrisita agitó sus pies en dirección a su hermana—. Los aplasté y luego los lancé al canal.

—¿En serio has hecho eso?

—Te dije que lo haría.

—Había mucha gente interesada en esos hongos, Akane —replicó la mayor, ligeramente ofendida—. Podría haber sacado mucho más dinero, pero quería ayudarte a ti.

. Porque eres mi hermanita.

—¡Sí, claro! —replicó la otra—. ¡Por eso me enviaste a Kuno, ¿no?!

Nabiki se encogió de hombros con dejadez.

—Se enteró y…

—¿Kuno? —preguntó Ranma que estaba empezando a molestarse por lo que oía—. ¡Kuno no se entera de nada por las buenas, es demasiado tonto!

—¿Y si me hubiese quitado alguno de los hongos? —continuó Akane, escandalizada—. ¡¿Y si, de algún modo, hubiese conseguido que yo me los comiera?!

—Pues nada, estaríais muy enamorados —opinó Nabiki sin exaltarse lo más mínimo. Aquella conversación no podía importarle menos, o esa era la impresión que daba—. ¿Qué más da?

. Estarías enamorada y feliz.

—¡¿De Kuno?!

—¡Nadie puede ser feliz amando al zoquete de Kuno!

—Escúchame Nabiki, lo que has hecho es terrible —Le dijo Akane, poniéndose muy seria, a pesar de la expresión de absoluta indiferencia en los ojos de la mayor o de ese modo en que descolgaba la línea de su boca en una mueca de superioridad. Ella era la pequeña, luego jamás la tomaría en serio, pero esta vez debía decírselo—. Jugar con los sentimientos de los demás es algo monstruoso.

. ¿Acaso tú querrías acabar enamorada de alguien que no te gusta, incluso alguien a quien no soportas, para el resto de tu vida?

—Si tiene una buena fortuna como Kuno, no sería tan malo.

La pequeña se sintió repugnada por su chulería, por tal falta de comprensión.

—No entiendes lo que significa, ¿verdad? —le preguntó, aunque fue Ranma quien contestó.

—¿Cómo va a entender algo así? Para eso hace falta tener sentimientos.

Nabiki se irguió de pronto, como si fuera a decir algo, pero su hermana la cortó.

—Algún día todos estos negocios tuyos te acabarán estallando en la cara —Le dijo Akane. Le lanzó una larga mirada severa y después, apartó los ojos sin más—. Venga Ranma, vámonos.

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No habéis debido decir esas cosas, pensó, cuando los otros se marcharon.

Oyó el sonido de la puerta cerrarse a su espalda, los pasos alejándose al otro lado de la madera pero permaneció quieta, con la mirada enganchada en un lugar sin importancia del suelo del jardín. Sus brazos seguían cruzados, pero los dedos de su mano derecha, posados sobre su brazo izquierdo se movieron. Golpearon el brazo como si fueran las teclas de un piano y ella, una pianista furiosa.

Deberíais haberos callado, pensó otra vez. Cuando su mirada se quedaba anclada a algo, sin ver nada, era cuando su mente se movía más deprisa. Ideas, planes, estratagemas… podía sentir la velocidad que despertaba dentro de ella. No ha estado bien.

A Nabiki Tendo no solía importarle lo que pensaran de ella. Ya desde muy niña se había dado cuenta de que no era como los demás. Su manera de pensar se separaba mucho de lo que observaba en los otros niños y niñas de su edad, también de los actos de su propia familia y lo cierto era que nunca se preocupó por ello. Tal vez porque no tardó en descubrir que su particular manera de ver el mundo podía traerle grandes beneficios para sí misma.

¿Por qué, entonces, iba a preocuparle lo que otros le dijeran?

Ninguna otra persona que conociera estaba a su nivel, simplemente no entendían tan bien como ella de qué iba el mundo en realidad. Por lo general, y más tratándose de su familia, Nabiki no se ofendía ni se molestaba cuando la miraban raro o hacían algún comentario desagradable sobre su comportamiento. Al contrario, solía experimentar una ligera pena al constatar, una y otra vez, lo confundidos que estaban todos salvo ella.

Ella, Nabiki Tendo, era la única que sabía lo que significaba vivir de verdad. Y por eso era la única que sabía lo que había que hacer para llegar lejos.

Sin embargo, en esos momentos estaba molesta. Muy enfadada. Aunque no dejaría que algo tan patético se revelara en su rostro, incluso cuando no había nadie cerca que pudiera verla, mantuvo el tipo. Su semblante era neutro, sus dedos temblorosos dejaron de moverse para acariciar su barbilla, como si reflexionara.

No, en verdad, sí estaba reflexionando.

Se merece un castigo. No ha debido hablarme así.

Las palabras de su hermana y del bobo de Ranma habían sido demasiado hirientes, aun sin saber del todo por qué. Nabiki sentía auténtica rabia por dentro. Y quizás no fuera ni por lo que le habían dicho, sino porque habían arremetido contra ella los dos juntos y eso no lo soportaba. Rechazaba con todas sus fuerzas esa cursi camaradería con la que se habían dirigido a ella.

¡Eran tan irritantes!

Se pasaban el día discutiendo por cualquier tontería pero fingían ser una pareja unida solo para pretender hacerla sentir mal a ella. ¡Cómo si pudieran! Ella estaba por encima de ellos y de sus simples y superficiales razonamientos. ¿Creían que la harían sentir culpa?

¡Ja!

Qué estúpidos podían ser esos dos si esperaban eso. Se había librado de la culpa hacía años.

¿Cómo va a entender algo así? Para eso hace falta tener sentimientos.

La habían cabreado. Ninguno de los dos tenía el suficiente cerebro como para entender lo que ella entendía. ¿Y se atrevían hablar de sus sentimientos?

Había decidido no hacerlo se dijo, mordiéndose el labio inferior. Por ti, Akane. No pensaba seguir adelante. Metió la mano en el bolsillo del short que llevaba y sacó su monedero. Era el más pequeño y simple que tenía, solo lo usaba para guardar monedas sueltas. Lo sujetó en su mano, sintiendo su peso. Lo lanzó al aire y lo recogió en el acto, sonriendo un poco. Sentimientos, ¿eh?

Quizás yo siga jugando con vuestros sentimientos un poco más.

Atravesó el portón con paso firme y ligero para salir a la calle. El sol casi veraniego seguía alto iluminando la calle desierta. No se molestó apenas en mirar lo que iba encontrando su camino, sabía a dónde se dirigía y a cada paso que daba, se sentía más segura. No necesitaba motivos para actuar como quería, aunque a veces sus actos perjudicaran a otros; en esta vida solo hay que pensar en uno mismo y seguir adelante. Con todo, ese día sabía que estaba en su pleno derecho para hacer lo que se proponía.

No era una persona vengativa, pero tampoco iba a dejar que se rieran de ella.

Algún día todos estos negocios tuyos te acabarán estallando en la cara.

Sonrió aún más al recordar esas palabras tan débiles y tontas. ¿Se suponía que debía tener miedo? La pequeña Akane jamás comprendería a qué velocidad iba su pensamiento, hasta qué punto podía preverlo todo, anticiparse y sacar beneficios. Jamás nadie la cogería con la guardia baja.

Si tú supieras pensó, divertida. Cielos ¡Todo ese asunto de los hongos había sido tan fácil!

Nada más ver lo enamorados que Ranma y Akane volvieron de aquella montaña, la mente de Nabiki se puso a calcular la enorme cantidad de dinero que podría conseguir, si actuaba rápido y con cabeza.

Hongos del amor. Setas que podían hacer que dos personas, fueran quienes fueran, se enamoraran para siempre. ¡Era algo maravilloso!

En apenas un par de minutos organizó un plan, hizo sus previsiones y se puso en marcha. Mientras los demás aplaudían a su hermana y al tontorrón de su prometido, ella ya había elaborado una estrategia infalible para hacerse con una pequeña fortuna.

El primer paso fue conseguir que esos dos tontos se tomaran el antídoto. Los hongos no resultarían tan rentables si ambos estaban felizmente enamorados para siempre; pensándolo bien, esa opción no sería rentable nunca y por eso, Nabiki solía estar alerta a cualquier tipo de acercamiento entre ambos y se aseguraba de sabotearlo antes de que fuera a más.

Siendo tan orgullosos, no le costó casi esfuerzo convencerles de que para probar la fuerza de su amor, debían tomar el hongo sagrado. ¡Ellos realmente creían estar enamorados! No vacilaron un instante, incluso les sacó unos cuantos yenes a cambio de la información.

Par de tontos.

El siguiente paso fue conseguir las setas. Tampoco hubo problema en este punto, por suerte para ella, aún no se había encontrado con un ser humano que no se dejara sobornar. El experto cayó sin resistirse, tal como ella supuso, el suyo no era un trabajo con el que se ganara mucho dinero. La inversión quizás fue un poco más alta de lo que había creído, pero no se desanimó. Sabía que los beneficios la triplicarían como mínimo.

Después estaba la parte más delicada del plan: elegir a los candidatos más adecuados para la venta. Por supuesto Ukyo era una de las elegidas, intentó contactar también con Shampoo pero esta la despachó al instante; no se fio de su propuesta. Llamó a Kodachi, claro, aunque no logró encontrarla. A Kuno sí y ni siquiera tuvo que prometerle los hongos, que ya estaban en poder de Akane, bastó con contarle toda la historia para sacarle un buen dinero.

Estaba dispuesta a dejarlo ahí, porque entre el dinero de Kuno y el de Akane, había sido un buen negocio. Entendía que todo el asunto, al fin y al cabo, acabaría molestando a su hermana y esa no había sido su motivación. Solo le importaba el dinero, no le interesaba hacerla daño.

Al menos había sido así al principio.

No has debido cabrearme, Akane. Pensó, deteniéndose ante su destino y suspirando. No habría llegado tan lejos.

Aquella era la misma cabina desde la que Akane había contactado al monje del templo esa misma mañana y ahora estaba vacía. No había nadie alrededor, de modo que Nabiki entró sin más. Sacó unas cuantas monedas y marcó el número que había memorizado. Se colocó el auricular en la oreja y esperó contando los tonos. No fueron demasiados, al parecer había alguien ansioso al otro lado de la línea.

—¡¿Sí?! ¡Diga!

—Hola —saludó ella—. Recibí tu mensaje.

—¡Has tardado en responder!

—Bueno, no me parecía buena idea hablar de esto desde mi casa —respondió. Se giró para quedar de cara a la calle aunque no había mucho que ver—. Estoy en una cabina.

—Me trae sin cuidado —aclaró la voz. Sonaba afectada, impaciente y eso la gustó—. He decidido que acepto el trato.

. Quiero esos hongos.

—Has tardado en decidirte más de lo que pensaba.

—Tengo clara mi decisión —respondió. Sí que sonaba firme, aunque eso no la engañó. ¿Pretendía hacerla creer que había estado todo el día luchando contra su conciencia sin éxito? Estaba segura de que no—. Solo lo conseguiré de esta manera así que…

—¿Tanto amas a esa persona?

Hubo una pausa que Nabiki no entendió.

—Sabes que sí.

Y por eso vas a envenenarla para que te amé para siempre, incluso contra su voluntad. No le pareció mal, ni egoísta, ni siquiera una hipocresía. No le importó tampoco que la vida de su hermana se pudiera ver afectada por este hecho. Su acostumbrada indiferencia era más fuerte que nunca, tal vez porque seguía un poco rabiosa.

—Aun tienes los hongos, ¿verdad? —preguntó la voz, consternada porque sus planes de amor y felicidad pudieran truncarse ahora.

—Pues resulta que Akane los ha destruido.

—¡¿Qué?! —Aulló de manera estremecedora—. ¡Pero… pero…!

—Ya sabes cómo es, siempre hace lo que le parece más correcto.

—¡Es terrible! ¡¿Qué voy a hacer ahora?!

Nabiki chasqueó la lengua, apoyando la cadera en la cristalera.

—¿Quieres calmarte? No es el fin del mundo —Le tranquilizó—. Le dije a Akane que le había dado todos los hongos, pero me guardé unos pocos por si alguien me hacía una buena oferta.

—¿Unos pocos? ¿Cuántos?

—Los suficientes para que la persona que amas caiga rendida a tus pies —respondió, alargando su sonrisa—. Para siempre.

—Para siempre —La vocecilla indicaba una sonrisa bobalicona al otro lado y Nabiki sintió un estremecimiento de repulsión al imaginarlo—. ¿Cuánto pides?

Nabiki le dijo la cantidad de dinero más alta, más absurda y desproporcionada que se le ocurrió, tan solo para calibrar su reacción y prepararse para regatear. Para su sorpresa, su interlocutor la aceptó sin condiciones. El corazón de la ambiciosa chica se puso a vibrar de emoción contenida.

—Te los daré mañana en el instituto —Le dijo—. Lo único que tienes que hacer es cocinar algo con los hongos, procura que el sabor se disimule bien en la receta.

. Tú te comes una parte, y haces que esa persona se coma la otra parte. Si los dos coméis del mismo preparado, aun cuando no estéis juntos, el hechizo funcionará.

—¿Estás segura?

—Completamente —Había interrogado al Experto en setas al respecto. Akane y Ranma habían comido los hongos del mismo plato, por eso solo les afectó a ellos dos. De modo que funcionaría igual siempre y cuando las dos personas comieran del mismo preparado—. Una vez que lo hayas conseguido solo tienes que esperar 24 horas y el hechizo será permanente.

. Nada ni nadie podrá romperlo.

Escuchó una suerte de sonidos extraños al otro lado del teléfono. Algunos parecían carcajadas y otros chillidos de euforia; cuando le pareció oír gemidos de excitación, Nabiki colgó el teléfono.

Salió de la cabina y se estiró al sol, como un gato satisfecho y feliz. Una relajada sonrisa se extendió en su cara y no la reprimió. Jamás habría imaginado sacar tanto dinero con ese negocio pero con cada nuevo plan que ideaba se sorprendía a sí misma.

Echó a caminar rumbo al dojo, con cierta pereza, sin prisa alguna por llegar.

Sí, sabía que ciertas personas de su familia se enfadarían con lo que iba a pasar. El gran plan maestro de sus padres no llegaría a hacerse realidad, después de todo, pero al final el dojo saldría adelante, aunque fuera sin heredero.

¿Qué se le iba a hacer?

Como siempre, Nabiki racionalizó la situación; ella no podía controlar los actos de los demás. Solo podía pensar en sí misma y ser práctica. Tenía en su poder una mercancía valiosa y sería de tontos no darle salida.

Lo que después hagan con ella no es culpa mía.

Sabía que habría quien no pensaría así, y la culparían cuando supieran que ella había participado pero no le preocupaba realmente. Siempre lograba escabullirse con su dinero, dejando tras de sí los problemas que hubiera causado. Estaba por encima de todo eso.

Cuando llegó al dojo no quedaba ni un ápice de rabia en su cuerpo, estaba tranquila y contenta, incluso un poco emocionada pensando en todo lo que podría comprarse con los beneficios de su plan. Cuando pasó por delante de la puerta del comedor, rumbo a las escaleras, vio a Ranma y a Akane sentados juntos. Y no sintió nada: ni enfado, ni rencor, ni culpa, por supuesto.

Sabía que en un par de días o menos sus vidas habrían cambiado. Uno de ellos estaría perdidamente enamorado de alguien por quien no sentía nada, y él otro estaría triste, confuso, enfadado. O las tres cosas.

Ellos lo habían querido así.

Así es la vida.

Solo esperaba que la rabieta no les durara demasiado, esas cosas la aburrían una barbaridad. Y además, todo había sido por su culpa.

Si no me hubieran provocado.

En fin, cada uno debe hacerse responsable de sus actos, ¿verdad?

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Espero que os haya gustado el nuevo capítulo.

Sé que vuestro odio hacia Nabiki está subiendo, pero aún queda un capítulo más en esta parte así que aún no está todo decidido ^^

Fanfiction sigue como sigue, espero haber respondido a todo el mundo. Hay algunas reviews que no he podido responder de manera directa. A Sury, JHO y al resto de invitados quiero decirles que sí he leído vuestros mensajes (no sé si me llegaron todos, pero los que sí pude, los leí) y os agradezco de corazón vuestras palabras, vuestro apoyo a esta historia, a mí y muchas gracias a todos y a todas las que seguís leyendo ^^

Nos vemos pronto con el siguiente capítulo.

¡Besotes!

-EroLady-