En el que los dragones difieren con las órdenes de sus jinetes [segunda parte].
Snotlout quiso escupir al suelo en cuanto vio a esos cuatro estirados de pomposas vestimentas acercándose, siguiendo el rumbo que Hylla marcaba, pero el codazo de Hunter y la severa mirada de Hylla le dijeron alto y claro que no podía hacer esa tontería. Los monarcas se sienten sumamente ofendidos al esperar y tan solo recibir un saludo digno, se trata de un hombre robusto de estatura media y cabello rubio que inclina levemente la cabeza, casi como un leve asentimiento, y les desea unos buenos días al verlos llegar, pero nada más. Ezra incluso mira fijamente a su esposa para dejarle en claro que el resto de los vikingos deberían de saludar, pero ella se limita avanzar hasta las puertas del enorme establo improvisado que confeccionaron para los dragones.
–Comenzaremos con los dragones más amigables y fáciles de domar –comienza a explicar, Fishlegs rápidamente sigue a su jefa hacia la puerta de los establos. Cuando Hylla se voltea, Ezra se limita a cruzar los brazos tras la espalda y a esperar pacientemente–. El Gronckle, puede parecer duro e intimidante en un inicio, pero estos dragones se encariñan con facilidad y se mantienen leales hasta el último día de sus vidas. Los recomendamos especialmente para dragones de familia.
–¿Dragones de familia? –repite Ezra mientras Hylla comienza a abrir los portones de baja estatura.
Fishlegs es quien responde. –Dragones que son más bien tratados como mascotas, suelen ser usados para viajes cortos y cuidan de los niños debido a que los padres suelen tener muchas responsabilidades que atender. Suelen llegar a una familia en edad infantil o adolescente y crean sus vínculos más fuerte con los niños en lugar de los padres. La dragona con la que vais a tratar ahora es Meatlug, mi dragona, no os preocupéis majestad, mi chica es un encanto, seguramente no tendréis problema alguno.
Y mientras decía eso, las puertas del establo se abrieron y con algo de lentitud de allí salió la robusta dragona de Fishlegs, la Gronckle se mostró sonriente ante todos los humanos presentes, avanzó hasta donde su compañero de vuelo le señaló y esperó como una niña buena a ver qué era lo que ocurría. Hylla le dio una seña a Ezra y este dio unos leves pasos hacia la dragona.
–Tengo que admitirlo –empieza a decir mientras avanza–, es realmente un encanto.
Catriel alzó una ceja. –Me encantaría escuchar vuestra definición de "encanto" su majestad, porque hasta ahora usted no ha parado de señalar cosas desagradables como un "encanto".
–Voy a hacer como que no has dicho eso –Hylla gruñe un poco al decir eso, decide ignorar la mirada enojada de la reina, sobre todo porque susodicha mirada desaparece en cuanto Ezra hace el amago de fijarse en la reina de las Islas del Sur, y se acerca a la dragona y a su marido–. De acuerdo, primero que nada, tienes que extender tu brazo y esperar a que ella… ¿qué diantres?
Hylla se interrumpe a sí misma al ver la sonrisa bobalicona que tiene Meatlug en cuanto la mano del rey hace el amago de acercarse levemente. La dragona se emociona y se acerca mucho más de lo que debería de hacer en un contexto normal, antes de que nadie pudiese entender qué estaba ocurriendo, Meatlug alzó sus patas delanteras hacia los hombros del rey, tumbándolo de inmediato al suelo, colocándose arriba de él para comenzar a darle lametones en la cara.
–¡Su majestad! –suelta alarmado Raphael intentando acercarse, deteniéndose por la ofensa que sintió al ver a los vikingos conteniendo o soltando deliberadamente algunas risas.
–¡Meatlug! –dijo Fishlegs con un tono que intentaba ser duro pero fallaba lamentablemente en el intento gracias a la expresión exagerada de preocupación de su rostro–. ¿Dónde ha quedado eso de tener más desconfianza en los extraños? ¡Te lo vengo diciendo años, señorita dragona?
El pobre rey, mientras las risas salen y la confusión rodea todo el lugar, se limita a cerrar la boca con fuerza e intentar quitarse a la emocionada dragona de encima. Hylla y Fishlegs llegan a necesitar ayuda de Hunter, pero finalmente logran mover a Meatlug que mueve de lado a lado su cola rocosa con emoción, esperando a poder acercarse nuevamente al ser de nieve.
Hylla aprieta los labios mientras piensa.
–Bueno… primera prueba superada supongo –dice hundiéndose en hombros.
Ezra alza una ceja. –¿No sabes qué acaba de pasar? –Hylla niega sin mirarlo–, ¿no eres una experta en esto?
–No conozco la psique de los dragones, Ezra, no leo sus mentes, suelo comprender cómo actúan y que tan pacíficos o violentos son, pero cuando se salen por completo de lo común estoy tan perdida como tú… Por ahora podríamos tener la teoría de que estar rodeada de conocidos y tener el apoyo de su jinete la llenó de confianza, pero definitivamente tenemos que investigar por qué Meatlug actuó así contigo. Sigamos con el siguiente dragón.
–O dragones –señaló Ruffnut mientras su hermano corría a buscar al dragón que compartían–. Dos cabezas, un solo cuerpo, dos tipos de disparo muy diferentes, la pregunta que lleva cruzando desde milenios, ¿es un dragón o cuenta como dos? ¡Con ustedes…!
–¿Y se supone que nosotros somos exagerados? –cuestiona con algo de sorna Ezra en un susurro hacia Hylla.
–Presta atención –gruñe en respuesta.
–¡El Cremallerus Espantosus! –rugen los gemelos al mismo tiempo, mientras que, maravillados y emocionados, Barf y Belch salen del establo y buscan rápidamente a sus jinetes para juguetear con ellos y, con algo de suerte, recibir un poco más de ese pescado exótico de estos nuevos parajes.
–Uno deja escapar un gas terrible –anuncia Ruffnut mientras palmea la cabeza de Barf con orgullo.
–Y el otro suelta la chispa que lo enciende y prende todo en fuego –concluye Tuffnut con la emoción escapándose de su cuerpo en grandes cantidades–. ¿Qué tal una…?
–Nada de demostraciones –corta Aster dándole un golpe en la cabeza a Tuffnut–, ya lo dejamos muy claro antes.
Ezra intercede antes de que los gemelos puedan lloriquear. –Me encantaría una demostración.
–No –lo corta Aster sin tan siquiera pensarlo demasiado–, no quiere.
Ezra siente ganas de vomitar en cuanto se da cuenta que ese vikingo rubio que reconocía a la perfección, ese desgraciado que tenía el completo control del corazón de su esposa, aquel pagano que podía llamarse sin duda alguna el amado de Hylla era él quien se estaba dirigiendo a su persona y dándole ordenes ridículas.
–No me gusta cuando me habla –masculla Ezra hacia Hylla, con el ceño fruncido y una mueca en la cara que lo hacía verse como un crío malcriado al que le estaba regañando un adulto que no consideraba digno de respeto–, o le dices que no lo vuelva a hacer o le corto la lengua.
La vikinga bufa mientras pone en blanco los ojos. –No seas infantil. Tiene razón después de todo, las explosiones de Cremallerus Espantosus pueden hacer arder barcos enteros, con una demostración convertirían este establo entero en cenizas, y no nos da la gana volver a levantar todo esto.
–Eso me lo puedes explicar tú sin problema alguno, como acabas de hacerlo, lo que no quiero es que él me hable. Podemos solucionar esto a tu manera o a mi manera, tú eliges.
Hylla se tira algunos mechones hacia atrás mientras suspira con pesadez, luego, renegando, mira a Aster a los ojos. –No le hables –dice de tal manera que nadie tiene muy claro si es una petición o una orden, escuchan a Aster chasquear la lengua, lo ven cruzándose de brazos y observan como se retira entre murmullos hacia el interior de los establos. Ignorando la incomodidad surgida en vikingos, Hylla vuelve a acercarse a Ezra mientras le hace señas a Barf y Belch para que se vayan acercando, el dragón se mueve primeramente a ritmo de sus dos jinetes, pero cuando la mano de Hylla guía uno de los brazos de Ezra para extenderlo hacia la criatura, está enloquece y se abalanza con sonrisas babeantes y bobaliconas dibujadas en ambas cabezas.
Tumbando de paso a Tuffnut y a Ruffnut, Barf toma de la ropa a Ezra y lo alza de un tirón fuerte al cielo, el rey no puede evitar lanzar un grito pavoroso mientras se siente caer con una velocidad terrorífica, antes de sentir la brutalidad del suelo, unos nuevos dientes se clavan en su ropa, destrozándola más, para repetir el mismo proceso.
–¡Hylla! –bramó el rey en espera de que su esposa hiciera algo.
Pero ella solo se carcajeaba.
–¡No te angusties! –le grita entre risas–, ¡solo están jugando!
–¡Traidores! –bramaban los gemelos–. ¡Eso solo podéis hacerlo con nosotros!
Catriel hace una mueca. –Oh, cielos, parece que está a punto de vomitar.
–¡HYLLA! –vocifera otra vez–. ¡Haz que se detengan!
–Esos dos son unos rebeldes sin causa que adoran los problemas y el caos –asegura Hylla, que, en ese momento, se ve del revés para el rey de Arendelle–, y ahora mismo están jugando contigo, no puedo detenerlos.
Ezra no sabe si está a punto de estallar de la rabia o de soltar todo lo que tiene en el estómago por la boca. Hylla se limita a rascar su nuca, ahora con mucha más confusión que hace unos minutos.
–Bueno –comienza insegura–, supongo que también has pasado este nivel.
El rey suelta un terrible alarido y crea rápidamente, incluso un poco inconscientemente, un pequeño cumulo de nieve en el suelo al notar que las cabezas del dragón, o los dragones según se viera, se apartaban y se quedaban por completo quietas, a diferencia de hace unos segundos en los que constantemente se movían para atraparlo. Ezra se estampa bruscamente contra la nieve fresca, aliviando inmensamente la caída, pero aun así llevándose bastante daño. Alza la cabeza hacia donde, cree él, está Hylla, al encontrarla frunce el ceño con furia y escupe una pregunta.
–¿Cómo se supone que esto es pasar de nivel?
Hylla se ve terriblemente tranquila a pesar de lo furioso que está el rey. –Estaban jugando, no atacando. Les caes bien.
–Pues menuda manera de demostrarlo –masculla Murdoch cruzado de brazos. El rey oso se acerca al tirano de las nieves, lo toma de los hombros y sin hacer mucho esfuerzo logra levantarlo por completo, Ezra se apoya rápidamente en los hombros de Murdoch pues sus piernas tiemblan como tierras en terremoto y su cabeza no para de dar vueltas tan potentes que incluso llegan a dolerle–. Aun podéis echaros atrás –susurra contra uno de los oídos del rey de Arendelle, quien enfría sus manos contra el cuerpo del rey de DunBroch.
–Soy un rey, un hombre digno –gruñe en voz baja mientras logra calmar su cuerpo–, ¿qué diantres insinuáis al proponerme esa cobardía?
Su amigo se hunde de hombros, restándole importancia. –Luego no os arrepintáis de esa hombría que tan natural en vos decís que es.
Ezra sacude con fuerza su ropa y usa sus dedos para arreglar su despeinado cabello. Al verse lleno de agujeros, con la ropa desarreglada, con el cuello manchado por babas, y todavía mareado se pregunta nuevamente qué diantres sus padres consideraron que aquella muchacha era adecuada para él. Sin embargo, cuando la ve con una sonrisilla algo burlesca que, por motivos que no entendía del todo, le parecía encantadora.
–¿Continuamos? –pregunta con gracia, seguramente deseando ver al rey en más escenas ridículas, pero algo en Ezra le pide ignorar aquel indiscutible hecho para sencillamente disfrutar la sonrisa que le dedica. El rey suspira pesadamente para luego asentir con sencillez–. Bien, en este tendremos que ser más cuidadosos, el siguiente dragón es el Pesadilla Monstruosa.
–¡Di que sí! –aúlla Snotlout preparándose para traer a su dragón–. ¡Toneladas de puro músculo y fuego!
Hylla pone en blanco los ojos antes de ponerse a explicar a Ezra. –La Pesadilla Monstruosa es un poderoso dragón con gran límite de disparos, tiende a la violencia y tiene un fuerte sentido territorial, prende todo su cuerpo en fuego para alejar a las amenazas y depredadores.
Los soberanos observan a la criatura ser traída, un poco a regañadientes, por su jinete. Snotlout insiste con que su dragón es no solo de la mejor especie, sino también el mejor espécimen de la mejor especie.
Raphael siente un escalofrío recorriéndole el cuerpo. Intenta acercarse al rey de Arendelle, intenta advertirle que eso de combinar a un dragón que puede prenderse el cuerpo entero en terribles llamas y un humano con poderes de hielo no suena del todo bien, pero antes de que si quiera se le permitiera hablar, Ezra, aún fastidiado por el estropicio de su ropa, le quita importancia a su rostro preocupado e intenta extender nuevamente su brazo hacia el dragón, con algo más de cautela, no quería volver a brincar por los aires de esa manera tan terrible.
–De acuerdo, Hookfang en específico es un poco más comprensivo que el resto de las Pesadillas Monstruosas por haber sido entrenado –explica con calma Hylla, manteniéndose cerca de Ezra–, pero, al igual que cierto vikingo que no voy a mencionar…
–¡Oye! –gruñe Snotlout.
–Pierde la calma con mucha facilidad, antes era un dragón de entrenamiento de caza, ha quedado con secuelas por eso. Los ruidos y movimientos bruscos lo espantan con mucha facilidad, se amable, ¿de acuerdo?
–Como un cachorrillo maltratado –murmura Ezra mientras seguía el ritmo de la tranquila y profunda respiración de Hylla casi sin querer, casi queriendo–, pobre grandullón.
El resto de los cristianos se ahorran todos los comentarios que tienen con respecto a la falta de ternura de aquella bestia con la capacidad de prenderse fuego, se ahorran los comentarios más que nada porque saben a la perfección que ese leve frío que empiezan a notar solo les llega a ellos.
Hylla se aguanta una sonrisa por el comentario de su marido. –Puedes relajarte, Hookfang no es tan juguetón como Barf y Belch.
Por un momento todos los presentes pensaron que finalmente la naturaleza seguiría sus pasos habituales, que, por la confianza que su jinete y la jefa de Berk le proporcionaban, Hookfang se dejaría tocar por unos segundos por el rey de Arendelle, pensaron que los soberanos cristianos observarían la forma más natural y pura en la que los humanos se acercan a los dragones. Pero antes de que nada de eso pudiera ocurrir, Hookfang le dio una lamida en toda la cara al soberano de aquellas tierras.
Babeado, con una mueca de confusión e indignación en el rostro, con su esposa aguantándose las risas a su lado, Ezra toma aire y voltea lentamente para cuestionar a Hylla con la mirada. –¿Por qué? –masculla mientras sus puños tiemblan por la ira que disimula con una sonrisa torcida.
–No me lo vas a creer –es todo lo que puede decir entre risas contenidas. Ezra suspira.
–Le caigo bien –adivina lo evidente, ella se limita a asentir mientras tapa su boca con una mano–, ¿qué tal si me traes uno al que no le caiga bien?
Hylla asiente cuando logra contener sus ganas de burlarse. –Hunter, tráela.
El mencionado alza la ceja. –Pensaba que teníamos prohibido intentar matarlo –bromea cruzándose de brazos y provocando que los soberanos pegasen respingos–. Windshear es una dragona de la raza Látigo Afilado que, por naturaleza, desconfían de los machos de cualquier especie debido a la costumbre de los suyos a atacar a las crías que, por su ceguera infantil, no pueden defenderse en lo absoluto.
Fishlegs asiente. –El caso de Windshear y Hunter es casi un milagro de la naturaleza, ella, al igual que cualquier otra hembra del Látigo Afilado, actúa tranquilamente ante las mujeres, pero es completamente diferente con un hombre, el resto de los jinetes necesitamos mucho tiempo para que la dragona se sintiera segura a nuestro alrededor, además…
Ezra alza una ceja. –¿Además qué?
–Bueno, digamos que ella se da cuenta cuando alguien me cae mal –masculla Hunter con los brazos cruzados, retando al rey de Arendelle con la mirada–, en verdad, se supone que todos nuestros dragones son lo suficientemente inteligentes y su instinto les ayuda a saber en quién confiamos y en quién no… no sabemos qué diantres ha pasado con estos, pero estoy seguro de que mi chica no te dará ni una sola oportunidad.
Murdoch aprieta sus labios para no reírse.
–Será tan divertido si el comportamiento del resto de bestias se repite en la siguiente –bromea en susurros hacia los otros dos monarcas que se mantenían alejados del espectáculo entre vikingos, rey de Arendelle y dragones. Raphael asiente con una sonrisilla mientras Catriel tapa sus labios para que nadie notara las pequeñas risillas que amenazaban con escaparse.
Windshear se aparece de entre las sombras naturales de la pequeña y rústica construcción, Ezra observa asombrado la manera en la que sus escamas brillan como si del filo de un centenar de espadas se trataran, aquella especie que han llamado los vikingos Látigo Afilado no le parece que tenga el mismo encanto de lo que tuvo el Gronckle –hasta ahora aquel había sido su favorito–, pero era innegablemente impresionante e imponente, tan peligroso pero al mismo tiempo hipnotizante. Ezra, embobado por aquella maravilla, ni tan siquiera esperó por la explicación ni la guía de su esposa, se limitó a dar unos cortos y algo tímidos pasos hacia la dragona, extendiendo su brazo, ignorando las repeticiones de los vikingos de que una hembra de Látigo Afilado lo convertiría en carne picada como no se mantuviera a una distancia prudente.
Pero Windshear emitió un maravilloso rugido al cielo, tan poderoso que incluso pareció alejar las pocas nubes que osaban a pintar de blanco el cielo, para luego extender una sola pata delantera y luego postrarse levemente ante el rey. A Hylla la quijada no se le cae solo porque la tiene adherida al resto de su cabeza, Hunter, por otro lado, no puede evitar soltar un qué muy indignado y dolido, Snotlout balbuceaba preguntas que no concluían en nada en específico, los gemelos comenzaron a golpearse la cabeza entre ellos luego de alegar que seguramente estaban soñando y que tenían que despertarse a base de hostias, todo eso mientras Fishlegs ignoraba, intentando sumirse en su confusión y sus teorías, las risas disimuladas del resto de los cristianos soberanos allí presentes como espectadores.
–¿Me estás vacilando? –cuestiona Hylla frunciendo el ceño, negándose a mirar a su marido, quien no puede evitar sonreír con orgullo mientras, con toda la prudencia del mundo se acerca para, finalmente, colocar su mano izquierda en el hocico de la dragona. Fue impresionante para el rey sentir aquella combinación entre el calor natural de aquella magnifica bestia junto al frío de unas escamas que simulaban a la perfección las hojas de las espadas–. ¿Por qué te muestra respeto?
Ezra se hunde en hombros. –Pues es que soy un rey, querida.
–¡Esto no tiene sentido! –farfulla Hunter, sumamente ofendido y con la firme creencia de que estaba siendo traicionado por su querida dragona–, ¿qué le estás haciendo a nuestros dragones?
–Tal vez se deba a mi carisma natural –bromea Ezra, ganando los gruñidos de los vikingos y las risillas, ahora un poco más altas, de los otros tres reyes. Hylla pone los ojos en blanco al notar, por la mirada que le dedica, que en cierto punto Ezra intenta también hacerla reír a ella.
–Lo que tú digas, hielito, supongo que esto cuenta como pasar de nivel. Ahora la pregunta es cómo continuamos.
Su esposo alza una ceja. –Supongo yo que con tu dragón, el Furia Nocturna, ¿no es así cómo se llama? Tengo entendido que es uno de los más peligrosos.
–Es el alfa –asiente Hylla–, todos los dragones le obedecen desde que derrotamos a un Salvajibestia, además de ser el único que queda de su especie. El Furia Nocturna es muy inteligente, es protector con aquellos que considera parte de los suyos y tiene un poder inigualable. La cosa es que no es único dragón que te falta por conocer, te falta el Nadder Mortífero, Stormfly, para ser más precisos, la dragona de Aster –en cuanto concluye, Hylla puede ver a la perfección la expresión de enojo de su marido en cuanto pronuncia el nombre del hombre que ama–. Los Nadder Mortífero no son muy violentos a menos que les buenas razones para serlo, una vez tienen un buen motivo son unas completas bestias.
–Casarme con quien su jinete creía que era su mujer suena a un buen motivo para que esa dragona sea violenta, ¿no es así?
Hylla frunce el ceño y hace una mueca ante las palabras que pronuncia el rey de Arendelle, no ha defendido ni una sola vez a su amor desde que él llegó a su vida, pero en esta ocasión, ahora que tiene la oportunidad de hacerlo de una forma más disimulada, se aventura a, en un susurro, marcar una importantísima diferencia entre ambos hombres.
–Yo nunca fui "su mujer" –le deja en claro en voz baja, no quiere luego oír reclamos acerca de que lo ridiculizaba en público–, él jamás me vio como una posesión, el único idiota que alguna vez ha hecho eso conmigo eres tú.
–Oh, querida Hylla, no te pongas así –dice con una voz dulzona mientras pasa una de sus frías manos por la cintura de la vikinga–, no eres una posesión cualquiera, eres mi favorita, ¿recuerdas? –ella tiembla lo más disimuladamente posible cuando él se inclina contra su oído–. Mi muñeca favorita, mi linda muñequita de trapo.
–Desgraciado.
Él nuevamente se limita a hundirse de hombros. –Solo sigue trayendo a los dragones, querida mía –la escucha chasquear la lengua y retira la mano en cuanto ella se mueve bruscamente. La observa con completa fascinación mientras, aun renegando y con preocupadas miradas vikingas sobre ella, Hylla avanza hacia el establo completamente sola. Algo le dice que debería entrar ahí con ella, únicamente para cerciorarse que aquel estúpido vikingo de cabello rubio no se le acercara ni por accidente, tal vez podía pegarle los labios con hielo para que ni siquiera se atreviera a hablar, para que cuando intentara soltar una más de sus tonterías se destrozara su propia piel por su propia tozudez… quiere mantener a ese idiota completamente alejado de todo su reino, de todo lo que le pertenece, eso, evidentemente y sobre todo, incluye a Hylla.
El rey de Arendelle, para fortuna de los vikingos, logra contenerse pues Hylla no tiene que adentrarse por completo en el establo donde su antiguo amor está pues los dragones que aún quedan dentro salen apenas ven a la jinete del Furia Nocturna. Ezra siente una leve emoción al saber que será la primera vez que se enfrente cara a cara con la criatura que tanto adora su esposa, no ha visto ni una sola vez hasta este momento al Furia Nocturna, sabe a la perfección que sus escamas son negras, que sus ojos son verdes, que le falta parte de su cola natural que ha sido reemplazada por una prótesis de tela roja, ha oído de algunos vikingos que tiene una leve similitud física con los murciélagos y a la vez puede recordar a un gato, le parece fascinante finalmente poder tener a su alcance a aquella bestias. Del Nadder Mortífero no sabía absolutamente nada, ni siquiera sabía qué tenía que esperar de aquella dragona entrenada por aquel maldito bárbaro rubio, le encantaría mantener esa fortuna tan divertida que había tenido hasta ahora, sería maravilloso no solo haberle robado a la amada, si no también caerle inmediatamente bien a su dragona, su gran compañera de vuelo. Eso sería satisfacción pura y en mayúsculas.
Escucha las quejas de Hylla a la par que ve a los dos dragones restantes saliendo mediante saltos emocionados sin seguir ni una sola de las órdenes de la vikinga. Es la hembra de Nadder Mortífero la primera que se acerca al rey de Arendelle mientras el Furia Nocturna se mantiene cerca de su jinete, jugueteando un poco con ella y negándose por completo a regresar al establo ahora que todos sus amigos escamosos están a fuera y disfrutando de la compañía de sus jinetes. El vikingo rubio también sale apresurado en cuanto ve que ambos dragones, supuestamente peligrosos para el rey, salen emocionados sin preocuparse de las indicaciones que los vikingos insisten en repetir.
La dragona se acerca contentísima a él, lo cual llama la atención de todos los presentes. Ezra, presumido y sonriente, intenta extender su brazo hacia el hocico de la criatura, rezando que la dragona no fuera como aquella bestia de dos cabezas. Para desgracia del rey, la dragona era mucho peor.
Stormfly, al igual que Meatlug, se abalanza sobre el rey de Arendelle para llenarlo de babas y amigables lametones. Ezra cierra la boca rápidamente y maldice en sus adentros por qué diantres tenía que aguantar a otra dragona exageradamente cariñosa; luego de unos minutos agradece enormemente que la dragona parece quitarse por cuenta propia –pues los vikingos están demasiado confundidos y extrañados como para actuar–, pero el espanto le llega cuando los colmillos enormes de aquella bestia toman su bota negra y tiran con gran emoción de ella hasta quitársela y lanzar de inmediato hasta el Furia Nocturna.
Hylla observa entre espantada, y algo maravillada, como su dragón atrapa sin dificultad alguna la bota del rey para, de inmediato, correr hacia él y dejarla, junto con gran cantidad de babas, sobre su regazo.
Ezra mira horrorizado su bota arruinada, alza la vista hasta los dragones, mira al Furia Nocturna, luego a la hembra de Nadder Mortífero para concluir su ruta de miradas confundidas hasta su esposa. Toma aire, se quita lo mejor posible las babas de su cara con un pañuelo de su bolsillo y pregunta.
–¿Qué están haciendo?
Hylla titubea antes de poder responder. –Están… ellos… ellos quieren jugar a tira y atrapa con tu bota.
El rey parpadea algo horrorizado. –¿Cómo perros con ramas? –Hylla asiente–. ¿No eran estos tus peores dragones, los más peligrosos?
–Hombre… pues sí, la verdad es que lo son.
–Y quieren jugar como cachorritos.
Hylla se balancea sobre sus pies. –Sí –le cuesta contestar.
Ezra se pasa una mano por la cara antes de mirar al resto de vikingos con el mentón alzado. –¿Son estas las bestias que os iban a ayudar a derrotarnos, señores y señorita?
Avergonzados, los vikingos desvían la mirada; Ezra se permite soltar una risilla antes de tomar su destrozado calzado y tirarlo lo más lejos posible, provocando que todos los dragones se emocionaran y salieran corriendo detrás de la prenda.
Fishlegs aprieta los labios y observa a una confundida Hylla que se ha quedado completamente enmudecida intenta comprender qué diantres era lo que estaba ocurriendo con sus dragones. El joven Ingerman toma un poco de aire y se encamina inseguro hacia la nueva reina de Arendelle ante la atenta mirada del resto de jinetes.
Titubeando un poco, comienza a susurrarle algo a la jinete del Furia Nocturna. –Creo… creo, solo creo, que he leído de esto en algún lado.
–¿Dónde? –pregunta Hylla de inmediato–. ¿Qué fue lo que leíste?
Fishlegs mordisquea su labio inferior. –Cuando aún teníamos el Ojo del Dragón, Hylla, cuando nos informamos del alfa… Ponía algo de que los dragones son capaces de reconocer de inmediato a la pareja de su alfa, incluso cuando este aún no lo sabía.
Aster es el primero en reaccionar mientras los cristianos observan confundidos a los vikingos que no dejan de susurrar.
–¿Y eso que significa exactamente, Fishlegs?
El joven Ingerman observa a su jefa, bueno antiguo jefa y ahora reina de terrenos cristianos, con el ceño fruncido por preocupación, no está del todo seguro si siquiera debió haberlo comentado en un inicio, incluso se siente tentando a negar y decir que era todo una tontería, que definitivamente aquella no era la explicación para lo que estaba ocurriendo con sus compañeros de vuelo escupe fuego. Fishlegs suspira, sabiendo que en verdad es una buena respuesta esa teoría que tenía, toma fuerzas y comienza a explicarle todo lo que sabe a Hylla.
–Digamos que, de alguna manera, los dragones pueden reconocer a las parejas líderes, las parejas alfas, distinguen sin fallo alguno a los dos individuos que están supuestos a llevar la obligación y el honor de guiarlos y protegerlos. Mayormente se conocen a los dos de inmediato, pero en caso de que primeramente hayan conocido a uno primero, el otro, el segundo, será inmediatamente tratado como tratan al primero –ante la confusión de sus amigos, Fishlegs decide tomar la explicación por otro rumbo–. ¿Te has fijado exactamente en cómo han tratado los dragones a tu esposo? Windshear y Hookfang han mostrado respeto, el mismo respeto que tienen a ti, no son exactamente cariñosos, pero te tienen aprecio, saben que eres de confianza y que deben seguir tus órdenes; Barf y Belch han jugado, como siempre hacen, mostrado todo su cariño mediante tonterías algo violentas, no iban a lastimarlo, simplemente imitaban los juegos que Tuffnut y Ruffnut disfrutan, algo similar a lo que ocurrió cuando te debían la vida, ¿recuerdas? Meatlug fue extremadamente cariñosa, como siempre es; y, para terminar, Toothless y Stormfly jugaron con su bota, Hylla, su bota izquierda –insiste en lo último, señalando con la mano a la prótesis de Hylla–, ¿no juegan esos dos siempre con tu prótesis?
Hylla se pone pálida mientras el resto de los vikingos intentan asimilar todo lo dicho por Fishlegs.
–Ellos… ellos –sin pensárselo demasiado, Hylla voltea a ver a su esposo, quien sigue deseoso de saber de qué hablan–, ellos le han tratado como me tratan a mí… ¿lo han reconocido como mi pareja?
–¿Por qué harían eso? –cuestiona Snotlout con algo de la rabia que Aster le encantaría expresar–. Les hemos hablado de lo mucho que detestamos a ese tipejo, y son lo bastante inteligentes para comprender eso.
Fishlegs se quita unos segundos el casco para pasarse una mano por su corta cabellera. –Creo que al haber reconocido a Toothless como su alfa han reconocido a Hylla de la misma manera, por lo que, al estar casada con Ezra, tal vez lo están reconociendo como el otro alfa.
–¿Y por qué no hicieron eso mismo antes con Aster? –cuestionó con algo de rabia Hunter.
Fishlegs niega con la cabeza. –No escucháis. A Aster y a Hylla ya los conocían, ahora, como no conocen a Ezra, lo tratan como a Hylla, sin importar lo que nosotros le digamos. Básicamente nos están ignorando por completo y dando por hecho que saben mucho más que nosotros.
–Serán cabrones –farfulla indignadísimo Tuffnut.
Hylla se pasa una mano por la cara para luego ver a su dragón volviendo contentísimo con Ezra para dejar la bota con la que jugaban en las manos del rey. La vikinga hace una mueca en cuanto su dragón la observa y, llena de resentimiento, masculla lo siguiente. –Maldito réptil traidor e inútil.
Con su cola, Toothless le tira una piedrita a la frente a su jinete.
Hylla se enfurruña mientras escucha las risas de Toothless y Ezra provocando que no se pudiera dar cuenta, a diferencia de los soberanos presentes, que el rey de Arendelle estaba soltando risas totalmente genuinas, risas de verdadera diversión y alegría.
