Algún día lo entenderás todo
Primera Parte
Hora de Inicio: 11:25 a.m.
Fecha de Inicio: 7 de Julio de 2005
El olor a tostadas, tocino, panqueques, jalea y mantequilla derretida, preparadas con esmero, perfumaba el Gran Comedor; desierto y listo para recibir la gran masa de estudiantes hambrientos listos para devorar todo lo hecho por los elfos. Y así Harry Potter, de cabellos negros y ojos esmeraldas, fue el primero en invadir el recinto sagrado. Con paso vacilante se sentó en el extremo de la mesa Gryffindor más cercano a la puerta. Harry sirvió en su plato una triste tostada y en un vaso un poco de jugo de calabaza. Rumio con desgano un pedazo de tostada, trago con dificultad y continúo el proceso. Termino su desayuno sorbiendo el juego de calabaza. Mantuvo la misma posición estática, varios minutos, debatiéndose que debía hacer: Esperar a que el comedor rebosara de gente. O desaparecer rápidamente de allí.
Salió con paso ligero del Gran Comedor, sin ningún destino en especial. Sus pies lo llevaron a través de una maraña de pasillos desiertos, mientras pensaba lo mucho que su vida había cambiado en los dos últimos años. Una mueca, que anteriormente hubiese pasado por una sonrisa, se le dibujo en el rostro al pasar por los lavabos para chicas del segundo piso. Parecía que su cerebro, inconscientemente, quería recordarle el momento en que su existencia termino de derrumbarse. Primero con la muerte de Sirius y luego con lo acontecido en ese lugar.
Era la noche del baile de Navidad. Había sido un 6to año marcado por el miedo y el dolor. Harry había decidido no ir al baile. En cambio, Ron y Hermione fueron juntos Estuvo toda la noche sentado en el frío y húmedo suelo del baños de chicas; escuchando la alegre música que se colaba entre las paredes de piedra hasta sus oídos, tratando de encontrar un motivo por el cual celebrar.
– ¿Harry? – pregunto una voz femenina desde la puerta.
Harry levanto la vista y la reconoció enseguida. Hermione suspiro aliviada al encontrarlo.
– ¿Estás bien? – volvió a preguntar extrañada. – ¿Qué haces aquí?
Él solo encogió los hombros. Hermione lo miro enojada y le espeto:
– ¿No piensas hablarme?
La miro detenidamente.
– ¿Qué tal estuvo el baile? – dijo Harry, indiferente.
Hermione enrojeció por la pregunta.
– Así de bien ¿eh? – repuso Harry con una triste sonrisa.
– Podría decirse que sí – fue la escueta respuesta que le dio Hermione –. Igual sigues sin responder mi pregunta.
– Y tu la mía – replico Harry tranquilamente.
Hermione frunció el ceño y mordió su labio inferior, no sabía que contestar a eso.
– Se que te pasa algo – afirmo Hermione muy segura de sus palabras –. También se que tiene que ver conmigo.
– Brillante deducción, Hermione – le concedió Harry -.
– Te agradecería que fueras más específico – mascullo ella entre dientes.
Harry se puso de pie y la encaro.
– ¿De verdad quieres eso, Hermione? – pregunto Harry desafiante. Acorto la distancia entre los dos. – ¿Estas segura que eso es lo que quieres?
– ¡Si! – Exclamo Hermione perdiendo los estribos. – ¡Estoy cansada de tu trato frío y distante conmigo! ¡Has estado así toda la semana!
– ¡Ah! "¿Trato frío y distante?" – dijo imitándole la voz –. ¿Y de casualidad te preguntaste porque te trataba así? – añadió con ironía.
– Yo no… – balbuceo en un vano intento por justificarse.
– ¡No! ¡Ahora te callas! ¿Querías saber? ¡Pues vas a saber! – grito Harry totalmente fuera de si. Le dio la espalda intentando calmarse.
Volvió a encararla con los ojos brillantes, no de rabia, sino de tristeza.
– Estuve todo el maldito año invitándote a salir – comenzó Harry con un ligero temblor en la voz –, teniendo detalles contigo y tratando de comportarme lo mejor que podía: servicial, caballeroso, detallista, en fin…
Hizo una pausa tan larga que Hermione pensó que él no volvería a hablar. Sin embargo, Harry retomo la conversación segundos después.
– A pesar de esto, ni por enterada de diste de mis atenciones – sonrió irónicamente –. Algunas veces llegue a pensar que era invisible para ti.
– ¡Claro que me daba cuenta de lo atento que eras conmigo! – replico Hermione, indignada. – Pero no le hallé nada raro a eso, después de todo tu eres mi mejor amigo ¿o no?
Harry entorno los ojos.
– Así que nada raro… – murmuro Harry conteniendo la rabia. Luego, con voz enérgica le dijo –: Que extraño porque recuerdo que la mínima tontería que hacía Ron por ti era algo extraordinario.
Hermione enrojeció violentamente y con todo el coraje que puedo reunir le contesto:
– Las cosas con Ron son diferentes – dudo un poco –, lo que el hace es importante.
Harry enarco las cejas de golpe. Hermione no reparo en el alcance de sus palabras hasta que fue demasiado tarde. Ella intento reparar su error, pero él, con el corazón en la mano, le pregunto:
– ¿Por qué?
– ¿Por qué que? – inquirió Hermione sin entender a que se refería.
– ¿Por qué lo de él es importante y lo mío no? – repitió la pregunta con seriedad, dándole a entender que no era un juego.
Titubeo antes de responderle, ¿Cuál era el interés en su vida amorosa?
– Porque a Ron lo amo – dijo.
Se quedo estático unos instantes. Alzando la vista varias veces para evitar que las lágrimas en sus ojos se hicieran notar.
– Eso es todo lo que necesitaba saber – dijo Harry dirigiéndose a la salida.
– ¡Harry! – le llamo Hermione antes de que saliera.
Él se detuvo, sin voltearse. Y Hermione le pregunto:
– ¿Por qué tenías tantas atenciones conmigo? – Hermione parecía estar bastante desconcertada por su reacción.
Aunque ella no se percato, Harry estaba llorando.
– Algún día, Hermione – dijo Harry reprimiendo un sollozo, y tratando de mantener la voz firme -. Cuando estés lista –hizo una breve pausa -. Lo entenderás todo.
– Pero…
Sacudió la cabeza enérgicamente, alejando los recuerdos que lo atormentaban. Había pasado un año y seis meses exactamente desde esa noche.
– ¿Contraseña? – pregunto el retrato de la Dama Gorda, frente a él.
– Leones alados – respondió Harry.
La Sala Común estaba vacía. Bueno, casi vacía. Harry tomo asiento junto a la única apersona despierta a esa hora de la mañana, un domingo. Se acomodo mejor en el sofá y cerro los parpados, descansando los ojos. Suspiro cansado de la vida que le había tocado vivir. Gracias Merlín que hoy terminaban el colego y él, mañana, se iría a estudiar Medimagia a la Academia Alemana. Y cuando eso pasara por fin podría vivir en paz; triste, pero en paz. Lejos de los malos recuerdos, de la tristeza, del desamor… lejos de Hermione.
Abrió los parpados y observo a Hermione, a su lado. Se sorprendió al verla vestida con un diminuto camisón, no dejando nada a la imaginación. Mostraba sus largas piernas, instándolo a llegar a lo prohibido, a los mas profundo de su ser. Su diminuta cintura. Sus caderas, no exuberantes, pero si de proporciones perfectas. El vientre, perfecto en su humilde opinión. Y los senos, ¡Esos senos! No eran enormes, pero, para él, tenían el tamaño ideal; redondos y paraditos. Suspiro inconscientemente. Los labios, finos, con el inferior ligeramente hinchado; incontables veces había soñado con: probarlos, sentirlos, acariciarlos, atraparlos entre los suyos.
Tembló ligeramente. Finalmente: Los ojos. Con un hipnotizante color avellana, llenos de secretos, llenos de tantos sentimientos, llenos de tanto amor. ¡Oh, Merlín! ¡Como la deseaba! Quizás no era una súper modelo, pero era Hermione, su Hermione. La mujer que amaba y deseaba y, eso, la convertía en la más hermosa de todas las mujeres.
Desvió los ojos. No tenías que ser un genio para saber que Ron la había cagado de nuevo. Solo bastaba con ver la expresión de Hermione: cruzada de piernas y brazos, el ceño levemente arrugado y mordiéndose el labio inferior nerviosamente. Hermione no era la misma de meses atrás, todos sus sueños y esperanzas se desmoronaron meses atrás. Incluso ahora, Harry, recordaba la felicidad que irradiaba Hermione esa tarde inolvidable para él, al recibir una inesperada noticia.
– ¡Harry, Harry, Harry! – gritaba Hermione sin importarle que estaban en la biblioteca.
Harry levanto la mirada y la vio corriendo hacia él. No pudo reprimir una sonrisa.
– ¡Bajo la voz! – le pidió Harry en un susurro. – Madame Pince te va a regañar.
– ¡Me lo ha pedido, Harry! ¡Me lo ha pedido! – exclamo Hermione susurrando también. – Por fin me lo pidió – agrego calmándose un poco.
– ¿Quién te pidió qué, Hermione? – pregunto Harry desconcertado. – No te entiendo.
– ¡Ron, tonto! – dijo alzando el tono de voz. Harry no entendía porque Madame Pince no los regañaba. – Me pidió que fuera su novia – añadió ruborizándose.
"¿Cómo no vi venir esto antes?", pensó Harry con tristeza. Tarde o temprano iba a llegar este día, y Harry no estaba seguro de poder sobrellevar la situación. Aun así, Hermione se veía tan feliz que, él no fue capaz de arruinarle su momento especial.
– ¿Estas llorando? – pregunto Hermione, preocupada.
Enjugó un par de lágrimas que rodaron involuntariamente por sus mejillas. Con un patético intento de sonrisa, quiso justificarse:
– Si, Mione – dijo Harry, con una voz no muy varonil –. Estoy llorando de felicidad.
Hermione, enternecida, lo abrazó recostándole la cabeza sobre su pecho. Harry respiro el dulce perfume a vainilla y, teniendo sus senos tan cerca del rostro, lo invadió el incontrolable deseo de besarlos y acariciarlos; morderlos y lamerlos, de estrujarlos entre sus manos y perder el control. Merlín sabe que si ella no rompía el contacto en ese momento, hubiera cometido una locura imperdonable.
– Ay, tontito – le dijo Hermione cariñosamente -, ni siquiera yo me puse a llorar. Te hace falta una novia, pasas demasiado tiempo conmigo.
– No gracias – dijo Harry negando con la cabeza –. Estoy bien así, prefiero la soltería.
– Mira Harry, si no fueras mi mejor amigo pensaría que eres rarito – dijo Hermione con una inocente sonrisa.
– ¡Cielos, Hermione! ¡Gracias! Con amigas como tú, ¿Para qué quiero enemigas? – replico Harry sarcásticamente.
– ¡Oh, ven acá niño rarito! – exclamo Hermione abrazándolo de nuevo.
"Lástima que todo se fue al traste" pensó Harry. Luego, sonrió melancólicamente.
La felicidad de Hermione no duraría mucho después de eso. Ron demostró, con creces, lo patán que puede ser un Weasley. Maldito el día que Harry renunció al Quidditch, otorgándole, con esto, la capitanía del equipo. Desde ese fatídico momento, el poder y la fama se le subieron a la cabeza. Ron, jamás volvió a ser el mismo. Y, así, la pesadilla de Harry comenzó.
El retrato de la Dama Gorda crujió al abrirse. Ron entro, con la túnica al hombro, tambaleándose. Se apoyo en Hermione, que rauda y veloz fue a socorrerlo. Meses atrás, Harry, perdió la cuenta de las veces que había visto a Ron llegar a estas horas y en ese estado. Peor aún, ni recordaba la veces que tuvo que reprimirse para no propinarle un buen puñetazo. Maldito traidor manipulador.
– Te lo advierto, Potter – amenazó Ron –. No te metas entre Hermione y yo.
– ¿Y qué si lo hago? – replico Harry, desafiante.
Ron le golpeo el pecho con el dedo índice.
– Creo no tener que recordarte que Hermione me escogió a mí – dijo Ron con fingida inocencia.
Harry ignoro el estúpido comentario.
– Eso no te da ningún derecho a acostarte con otras mujeres – espeto Harry, con los ojos hinchados de la rabia –. ¡Ella te ama! ¡Maldita sea!
– ¿Si, verdad? Lastima que no sea muy buena en la cama – comento Ron con dejadez, como si estuviera hablando del clima.
Haciendo gala de su curtido autocontrol, Harry se contuvo de partirle la cara.
– Esta es la última vez que te lo digo – advirtió Ron calmadamente -. Si vuelves a meterte, Hermione sabrá, cual es la única cosa, en este mundo, que le ocultas.
Weasley abandono la habitación dando un portazo. Harry, impotente y abatido por no poder evitar que Hermione sufriera, se dejo caer sobre su cama; percatándose, por primera vez, que estaba en su habitación. Miro el paisaje a través de la ventana. El sol se había ocultado, en el horizonte, hacía más de una hora.
Despejo su mente, enfocándose en lo verdaderamente importante. Ahí estaba la clásica discusión, después de la clásica noche desenfrenada de Ron. Hermione terminaría echándose la culpa por no hacer feliz a su novio, y Ron saldría impune de la situación. Sin embargo, esta vez iba a ser diferente, esta vez Hermione no cargaría con la culpa ajena, esta vez Ron iba a recibir su merecido, esta vez Harry iba a partirle la cara. Caminó hasta ellos. Ron le daba la espalda y Hermione no se había percatado de su presencia. Palmeo varias veces el hombro de Weasley. Ron se giró iracundo.
– ¿Qué quieres imbécil? – pregunto con voz alcoholizada.
Harry le sonrió.
– Esto…
Ron devolvió la sonrisa como tremendo idiota y solo sintió el puño impactarle en la mandíbula. Tambaleándose, trato de devolver el golpe sin éxito. Vio el inmenso puño izquierdo de Harry abalanzársele directamente al rostro, el impacto fue directo en la nariz.
– ¡Harry! – chillo Hermione. La sangre brotaba a borbotones del tabique nasal de Ron.
– Mantente al margen, Mione – siseo Harry peligrosamente.
Ron, totalmente desorientado, no vio venir el tercer puñetazo directo a la mejilla. Cayó de rodillas al suelo, intentando desesperadamente detener la hemorragia nasal que le impedía respirar.
– ¡Vamos imbécil! ¡Defiéndete! – exclamaba Harry fuera de control. – Eres hombrecito para ponerle los cuernos a Hermione ¿verdad? Abusas de lo mucho que te ama para manipularla ¿no es así? ¡Pues eso termina hoy!
Hermione miraba la escena, aterrorizada.
Ron respiraba dificultosamente cuando se levanto. Escupió con asco la sangre que tenía en la boca.
– Esto lo vas a pagar caro, Potter – Harry lo miro burlonamente. Ron se enfureció todavía más. – ¿Por qué no le dices a la perra lo mucho que la amas?
Harry no espero a escuchar el sollozo ahogado de Hermione para darle otro golpe, tirando a Ron al suelo. Le dio otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y no hubiera parado si Hermione no lo toma del brazo bruscamente.
- ¡Basta, Harry! ¡Basta! ¡Lo vas a matar! – gritaba Hermione, desesperada.
Con el rostro y la ropa bañados en sangre, Harry, libero su brazo y se levanto. Contemplo el ensangrentado cuerpo de Ronald Weasley. Al menos un par de costillas le había roto.
– Su nombre es Hermione, pedazo de imbécil – dijo Harry prácticamente escupiendo las palabras –. Y esto… - añadió propinándole un puntapié en la entrepierna -, es para que lo pienses dos veces antes de acostarte con otra mujer.
Ron sollozaba encogido en el suelo. Hermione se arrodilló a revisarle las heridas. Harry miró incrédulo la escena.
– ¿Cómo pudiste hacerle esto? – dijo Hermione entre sollozos.
Hermione clavó su mirada en Harry. Odio puro era lo que irradiaba sus ojos.
A Harry se le encogió el corazón al verla en ese estado de desesperanza.
– Hermione yo… yo pensé que tú… – balbuceo Harry incoherentemente.
– Vete, Harry – ordeno Hermione sin dar lugar a replicas – Te quiero fuera de mi vida, ¡Ahora!
Harry la miro con lágrimas en los ojos. Escucharon pasos apresurados en las escaleras, los estudiantes se habían despertado por el alboroto.
– Siempre será así ¿verdad? – Habló Harry, ausente. – Weasley primero, Potter segundo – Hizo una pausa –. Me alegra haberlo entendido antes de irme.
– ¿Irte? – repitió Hermione sin creérselo.
Se enjugó algunas lágrimas y la miro con una desoladora sonrisa. Ron seguía emitiendo pequeños quejidos.
– Si Hermione, irme – dijo Harry, con voz quebrada –. Te lo dije hace tiempo, pero, tu estabas muy ocupada prestándole atención a Weasley.
Hermione abrió los ojos desmesuradamente y la mente se le quedo en blanco. Dean Thomas encabezaba la expedición masculina que bajaba por las escaleras. Del otro lado, lo hacía Lavander Brown.
- Tu no te preocupes, a partir de mañana, no tendrás que soportar mi molesta presencia – sentenció Harry.
Dio media vuelta y salió corriendo de la sala común.
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CONTINUÁRA…
