Advertencia: Este capítulo contiendo sexual algo explicito. Por favor, no lo leas si no te sientes preparado para leer algo así. Cualquiera que lo haga, lo hará única y exclusivamente bajo su responsabilidad. Yo cumplo mi parte con advertirles.
N. del A.: Rompiendo esquemas coloco mis comentarios al principio del capítulo. Lo he hecho por la advertencia que escrito allí arriba. Esta es la primera vez que escribo algo… de esta clase, por así decirlo. No es nada demasiado fuerte y de ninguna forma vulgar. Con esto no busco distorsionar la buena imagen que se tiene de los personajes, sino más bien darle un matiz distinto a la historia. De igual forma, esperare sus comentarios y opiniones sobre el capítulo; buenos o malos. Desde ahora, ¡Gracias por leer!
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Algún
día lo entenderás todo.
Cuarta Parte.
– ¿Estás seguro que no vas echarte para atrás? – preguntó Ginny por décima vez en la tarde.
– Ya te dije que no, Ginny – respondió Harry por décima vez la pregunta, exasperado
Ginny sonrió y le palmeó la espalda un par de veces, complacida.
– Así me gusta – dijo Ginny, divertida –, tan decidido como siempre.
Harry ignoró el comentario y miro la casa del otro lado de la calle, una vez más. Un par de horas atrás habían abandonado el hospital para dirigirse a la casa de los papás de Hermione. La casa, de fachada modesta, estaba ubicada a las afueras de Londres; en un complejo de casas llamado: Heaven's Suburb. Harry ya la conocía de antemano, cuando Hermione lo había invitado a cenar en las vacaciones de verano. En ese entonces, le pareció que les agradó a los señores Granger. Sonrió inconscientemente, al recordar que varias veces durante la cena le preguntaron si él y Hermione tenían algo. Por supuesto, el Sr. Granger resultó ser el clásico padre celoso y la Sra. Granger la clásica madre consentidora, que mencionaba hasta el cansancio la linda pareja que hacían.
– ¿Harry? ¿Harry? – Le llamaba Ginny, repetidas veces. – ¿Vives? ¿O ya te perdimos?
Volteó a verla y con un gesto que parecido a un "¿Que quieres?" la incitó a que hablara.
– Repasemos el plan – dijo Ginny, con solemne voz. Luego, se puso seria y comenzó a enumerar con los dedos –: Uno: Cruzarás la calle. Dos: Caminaras por la vereda que atraviesa el jardín. Tres…
– Llamare a la puerta y le diré a la Sra. Granger que vengo a ver a Hermione – completó Harry la frase, fastidiado por tanto protocolo.
Ginny lo miró ceñuda.
– ¿Que más? – preguntó ella, impaciente.
Harry rodó los ojos y, tratando de mantener la calma, le respondió:
– Luego, subiré a la habitación de Hermione, le diré que la amo y que no se puede casar con el idiota de Ron. Y, si no quiere, tomare mi escoba y la raptaré para que no cometa el peor error de su vida, ¿contenta?
Con una mueca de desagrado en el rostro, Ginny le replicó lo dicho.
– Ay Harry, que poca imaginación tienes – dijo y él la miró sin entender –. ¡Por Merlín! Si la vas a raptar usa a Buckbeack, es mucho más romántico.
Harry alzó las cejas, sorprendido. No era una mala idea después de todo.
– Aquí termina mi labor y comienza la tuya, Harry – repuso Ginny, después de unos segundos en silencio –. Ahora todo depende de ti, no lo eches a perder.
Asintió, vacilante y nervioso. ¿Qué pasaría si Hermione terminaba por rechazarlo una vez más? Sacudió la cabeza, alejando esos nefastos pensamientos.
– Tranquilízate un poco – dijo Ginny quien parecía haberle leído el pensamiento. Lo empujaba hacia la casa mientas le decía –: Si le hablas claro, ella no te va a rechazar. No te preocupes por nada... ¿Harry?
Harry había cerrado los ojos y dejado de escucharla. No perdería el tiempo, iría directamente al cuarto de Hermione y le diría lo que sentía. Entrar por la puerta del frente y saludar a sus papas solo era un trámite innecesario, que podía ser obviado en circunstancias como esas.
– ¿Harry? ¿Me estas escuchando? – preguntó Ginny, al darse cuanta que no le estaba prestando atención.
Se escucho un: plop y Harry desapareció ante sus ojosGinny retrocedió un par de pasos, asustada y sorprendida. Esperaba que la acción impulsiva de Harry no lo metiera en problemas de los que ya estaba.
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Respirando con dificultad, mientras se aparecía en el cuarto de Hermione, pensaba en lo peligroso e imprudente de su acto. Principalmente, si encontraba a Hermione en una situación comprometedora; saliendo del baño, por ejemplo. Recupero el aliento al materializarse dentro de la casa. Miro a su alrededor y se sorprendió al encontrar la habitación vacía. Su mirada se posó en la cama frente a él, ubicada bajo la ventana. Un sencillo pero hermoso y elegante vestido de bodas se extendía a lo largo del colchón. Su corazón se encogió dolorosamente, percatándose de lo cerca que estaba de perderla.
Giró sobre si mismo solo para encontrarse con un desvencijado escritorio, junto a la puerta. Se acerco con pasos firmes y contemplo montones de catálogos esparcidos por toda su superficie. Por encima de todo había un largo pedazo de pergamino, que Harry reconoció como la lista de invitados. Pasó un dedo sobre la rugosa superficie, buscando su nombre en la lista; sin encontrarlo. Sonrió internamente y desvió la mirada, dolido. ¿Tan rápido Hermione dejaba de tomarlo en cuenta para esas cosas, se preguntó y negó con la cabeza. Era un pensamiento un tanto estúpido, tomando en cuenta que él no quería que ella se casara. Recorrió con la vista el escritorio y le llamó la atención una vieja fotografía, enmarcada, que sobresalía debajo de una montaña de revistas, en una de las esquinas. Acerco su mano, temblorosa. La tomo y…
– ¿Harry? – preguntó una dulce voz a su lado, con extrañeza.
Él volteo a su derecha y dejo caer el portarretrato, sorprendido. Antes que la foto cayera al suelo, Hermione, envuelta en una toalla y con el pelo húmedo, se llevo las manos a los labios.
– ¡Harry! – chilló Hermione al mismo tiempo que el portarretrato impactaba contra el suelo, rompiéndose en pedazos.
Harry, sin saber que decir, retrocedió un par de pasos aturdido. Sus ojos recorrieron el cuerpo semidesnudo de Hermione, terminando de desnudarla con la mirada; recorriendo sus piernas, devorándola con los ojos e imaginando lo que encontraría si hacia desaparecer esa toalla. Hermione se sonrojó levemente y los ojos se le llenaron de lágrimas.
– Hermione, yo… verás… – balbuceó Harry, con la mente en blanco –. Lamento haber entrado así a tu casa.
Ella lo contempló unos instantes mientras un par de lágrimas recorrían sus sonrojadas mejillas. Aun así, Hermione, no dijo nada. Solo se quedó en silencio.
– ¿No vas a decir nada? – preguntó Harry, desesperado por un reacción –. Tal vez… ¿Un golpe? ¿Un grito? Que se yo…
– Tonto… – susurró ella ahogando un sollozo.
Hermione dio un paso vacilante y luego otro y otro, avanzando rápidamente hacia él. Estaba preparado para la inminente cachetada que veía venir. Cerró los ojos, fuertemente, pero nada paso. Espero y siguió sin suceder nada. Abrió lentamente un ojo para ver que había sucedido y vio a Hermione, a pocos centímetros de él, mirándolo con una tímida sonrisa en los labios. Inesperadamente, y sorprendiéndolo todavía mas, la joven se lanzó a sus brazos y lo abrazó con una firmeza casi asfixiante, temiendo que fuera una ilusión.
– Te… te extrañe mucho – dijo Hermione entre sollozos –. Pensé que… que nunca más te volvería a ver.
Harry sonrió internamente, la rodeó con sus brazos y posó sus manos en su estrecha cintura, correspondiéndole el abrazo.
– Ya estoy aquí, Mione – dijo Harry con tono resuelto –. Y no me voy a ir a ningún lado.
Ella se separó un poco de él para verle la cara. Harry admiro su belleza a pesar de de tener los ojos enrojecidos, las mejillas sonrosadas, el pelo mojado y las mejillas bañadas en lágrimas.
– ¿No vas a irte a Alemania? – preguntó Hermione con un ligero temblor en la voz.
Harry solo negó con la cabeza y vio como ella se mordía el labio inferior con insistencia.
– Pero… pero tu dijiste que ibas a estudiar Medimagia, una mejor vida te espera allá – replicó Hermione, asombrada.
Él acarició su mejilla con cariño, haciendo que ella entrecerrara los ojos disfrutando la caricia.
– Hermione, también puedo estudiar Medimagia aquí – dijo Harry, finalmente –. Y la vida que yo quiero esta aquí, junto a ti.
Una lágrima más resbaló por su mejilla y Harry la limpió gentilmente con su pulgar.
– A una mujer comprometida, no se le dicen cosas como estás días antes de su boda – espetó Hermione, con cierto resentimiento en la voz –. Deberías aceptar que solo eres mi amigo Harry. Simplemente, mi mejor amigo.
Harry cerró los ojos por un momento, en un intento por aclarar su mente, y a su cabeza vinieron las tranquilizadoras palabras de Ginny: "Si le hablas claro, ella no te va a rechazar". Volvió a abrir los ojos y solo le bastó verla para decidirse.
– ¿Cuándo vas a entenderlo, Mione? – preguntó él, con melancolía.
Hermione, aún en sus brazos, lo miró sin comprender y él respiró profundo.
– Yo te amo, Mione – soltó Harry, como si fuera la verdad más grande del universo –. Y eso es lo único importante para mí.
Contraria a cualquiera reacción esperada, Hermione, lo abrazo de nuevo y escondió la cara en el arco de su cuello. Harry recostó su rostro en los cabellos, ya no tan mojados, de la joven; aspirando su embriagante aroma; dejándose llevar por el mar de sensaciones que en ese instante lo invadían. Pero Potter no pretendía que el momento se perdiera. Por eso, con voz suplicante le pidió:
– No te cases con Ron, por favor. No cometas el peor error de tu vida, Mione – Y cambiando el tono de voz por uno más serio, agrego –: Tú sabes que Ron no te merece, no después de todo lo que te ha hecho sufrir.
Tras estas ultimas palabras, Hermione rompió el abrazo bruscamente y se separó un par de pasos de el. Harry extrañó inmediatamente su calor.
– Yo no puedo hacerle eso a Ron – dijo Hermione sacando a relucir su carácter testarudo –. No es correcto, Harry.
Él la miró incrédulo, sin poder creerse lo que acababa de escuchar.
– Ah, pero si es correcto que él te sea infiel ¿verdad? – le espetó Harry con veneno en la voz y casi de inmediato se arrepintió de hacerlo.
Hermione se masajeó los ojos, tratando que las lagrimas no escaparan de ellos y mantuvo el silencio.
– ¿A que le temes, Mione? – inquirió Harry impidiendo que el incómodo silencio se instalara entre ellos.
Ella le lanzó una mirada desafiante por la pregunta.
– No es cuestión de miedo – aclaró Hermione, con voz gélida –, se trata de un compromiso que no puedo eludir.
Harry frunció el ceño, cansado de la situación.
– Dime que me vaya y lo haré – dijo el optando por otro recurso: psicología inversa.
– Ya lo hice una vez – susurró Hermione, perdiendo su tono frió y la mirada desafiante.
Potter vio como su semblante se suavizó y una extraña sensación de calidez lo invadió. Se acerco a ella lentamente, como si temiese que se asustara y saliese corriendo.
– Dime que estorbo y me iré – dijo Harry retomando lo anteriormente dicho. Se acercaba cada vez más mientras le decía –: Dime que lo amas y desapareceré. Vuelve a decirme que no me quieres en tu vida y jamás volverás a verme.
Llegó hasta donde estaba parada, junto a la cama, y la observo, detenidamente. Tenía la cabeza gacha y estrujaba sus manos con desesperación. Harry le levantó la barbilla con delicadeza, obligándola a mirarlo a los ojos.
– Te amo, Hermione – dijo Harry, apreciando un brillo de felicidad en los ojos de la chica, así también como un leve sonrojo –. Y, por eso, porque te amo, haré lo que me pidas; sea lo que sea.
Hermione le sostuvo la mirada, apenada. Luego, se mordió el labio inferior con fuerza y, en un hilo de voz, le dijo:
– No quiero que te vayas…, no quiero que me dejes sola.
El corazón de Harry brinco de alegría mientras su dueño asentía con una sonrisa.
– ¿Eso significa que no te casaras? – pregunto Harry, anhelante.
A Hermione le tembló el labio inferior violentamente y Harry sintió el incontrolable deseo de besarla. Deseo que fue cumplido cuando Hermione se puso de puntillas, y abrazándolo por el cuello, lo besó tímidamente; posando sus labios sobre los de el. Harry le correspondió sin molestarse en preguntar el por qué de la acción, solo disfrutando. La abrazó por la cintura, atrayéndola más hacia él. Profundizaron el beso al invitar a los guerreros guardianes de sus bocas a entrar en batalla.
El aire se hizo necesario y el beso fue roto. Pero Harry, no se separó de ella y comenzó a besarle el cuello, arrancándole un suspiro. Hermione se dejo llevar y respondió besándole el lóbulo de la oreja. La sintió temblar entre sus brazos cuando los besos descendieron hacia sus hombros desnudos, bajando hasta llegar al comienzo de la mullida toalla donde podía apreciarse parte de sus senos. Las manos de Hermione intentaron con desesperación desabrocharle la camisa, sin tener éxito. Harta de la situación, abrió la camisa de un tirón y los obstinados botones volaron por toda la habitación. Hermione por fin pudo acariciar su fornido dorso. Harry sonrió entre besos.
Con un rápido movimiento la toalla cayó al suelo, desnudando completamente el cuerpo de Hermione. La separó y contempló en silencio, dejando que sus ojos reflejaran el cúmulo de sensaciones que ella provocaba en él. Hermione se sonrojó violentamente, al sentirse bajo la intensa mirada y una tímida sonrisa se posó en sus labios. La chica buscó a tientas en colchón de la cama y al toparse con el sedoso vestido de novia, lo tomó con su mano y lo arrojó, con premeditación, al suelo. Harry sintió como con ese simple acto su corazón bombeaba sangre a una velocidad vertiginosa, tomando conciencia que frente a él estaba la persona que mas deseaba y amaba en el mundo.
Hermione se dejo caer en la cama apoyándose en sus codos, adoptando una provocadora posición. Él admiró extasiado su pálido cuerpo, deleitando sus ojos. El verla así, entregada completamente a él, mostrando su intimidad y cada centímetro de su piel, le hizo comprender que tal vez, y solo tal vez, ella podía llegar a amarlo tan intensamente como él lo hacia. Con solo mirarla, se dio cuenta que su imaginación era patética y que su belleza era mayor a lo que alguna vez imagino; solo porque todo lo que tenia que ver su Mione trascendía lo físico. Su corazón era hermoso y así se lo hacia saber su cuerpo.
Lo tomó del cinturón y, atrayéndolo, hizo que cayera sobre ella. Buscó sus labios, y lo besó con desesperación. Entrelazó los dedos con su negro cabello, revolviéndolo más. Harry masajeó sus senos con ambas manos, mientras la besaba febrilmente. Como pudo, Hermione, logró desabrocharle el pantalón y este, junto con el bóxer, acompañó a la toalla en el suelo. Fue en ese instante, cuando Hermione sentía su masculinidad rozando la cara interior de su muslo, que Harry se puso nervioso y su rostro tomo una graciosa tonalidad rojiza. Los nervios primerizos fueron su peor aliado, permitiendo que la torpeza invadiera sus sentidos. Empezó a sobarla con una brusquedad impropia en el. Hermione lo separo un poco y lo miro a los ojos.
– Tranquilo, Harry – susurro Hermione con la voz cargada por el deseo –. Despacio, con gentileza. Lo estas haciendo de maravilla.
Sus palabras lograron calmarlo un poco y decidió no ocuparse de sus labios, prefiriendo cruzar fronteras. Rozó sus senos con los labios haciendo que ella se estremeciera. Los recorrió con lentas caricias, centímetro a centímetro. Un gemido escapó de sus labios al sentir como Hermione le tomaba el miembro y lo movía con sutileza. Disfrutando de las nuevas sensaciones, dejo los senos en busca de nuevos parajes que descubrir. Sin embargo, justo cuando seguía el camino rumbo a su intimidad, las cálidas manos de Hermione tomaron su rostro y lo hicieron mirarla. Ahí estaba, con una tierna sonrisa plasmada en los labios, invitándolo a lo prohibido. Deshizo el camino recorrido y volvió a recostarse sobre ella. Hermione abrió las piernas y las cruzó sobre su espalda, mientras lo miraba fijamente a los ojos. Entonces, su miembro rozó levemente su entrepierna y Mione gimió de placer. Harry la oyó suspirar, llena de deseo.
– Te deseo tanto – murmuró Harry, colocando con torpeza su miembro en la dirección correcta.
– Hazme el amor, Harry – fue lo único que alcanzo a decir Hermione, casi sin voz.
Y, con esas cuatro paredes como testigos, Harry entró en ella todo lo lentamente que su ansiedad le permitió. Una lentitud que llegó a ser, por momentos, desesperante. Pero antes de que él lograra terminar su incursión, Hermione, utilizando sus piernas, lo apegó contra ella; haciendo que terminara entrar. Gimió audiblemente, sintiendo como su virilidad la llenaba por completo. Seguido, Harry comenzó un rítmico movimiento de caderas, arrancándole: gemidos, gritos y quejidos de placer. Él la besó tratando de acallar las pruebas que gritaban a voces lo que estaba ocurriendo, en un intento desesperado por callar las suyas también. Los movimientos fueron acelerándose periódicamente, conforme con la cercanía del clímax. Así, entre besos y embestidas, llegó el momento cuando la represa cede y el torrente es dejado correr con libertad. Hermione clavó las uñas en su espalda al tiempo que arqueaba la espalda, sintomatizando el arribo del clímax a su cuerpo. Harry pudo sentir como los músculos de ella se tensaban en torno a su miembro, logrando que alcanzara la cumbre del placer al unísono con la mujer que amaba.
Harry se dejó caer, pesadamente, a su lado. Hermione se volteo hacia el y lo abrazó, colocando la cabeza sobre su empapado pecho. Sus respiraciones agitadas y sus cuerpos sudorosos, eran la música e instrumentos que armonizaban la habitación luego de lo recientemente acontecido.
– Te amo – dijo Harry, antes de que el silencio se instalase entre ellos.
Y, aunque no recibió respuesta, no le importó; porque nada podía arruinar la felicidad que lo embargaba en esos momentos. Nada. Sin embargo, mentir seria decir que una punzada de dolor no surcó su interior al no escuchar esas dos palabras salir de la boca de su amante. Hermione levantó la cabeza y le dio un breve beso en los labios. Volvió a recostarse mientras susurraba algo parecido a: Que descanses, cariño.
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Mientras tanto, al otro lado de la ciudad.
– Abuela – dijo Neville Longbottom, con debilidad desde la cama.
Una señora mayor, sentada junto a el, levantó la vista del periódico y lo invitó a hablarle.
– Creo que ha llegado el momento – repuso Neville, con una sonrisa cansada, al cabo de un par segundos.
Los desgastados músculos del rostro de la Sra. Augusta Longbottom, se tensaron. Pero, a pesar de todo, mantuvo la calma.
– ¿Quieres que le avise a alguien? – preguntó la señora Longbottom, tratando que su voz no sonara quebradiza.
Neville asintió y le entregó dos trozos de pergamino que descansaban sobre la mesita de noche. Luego, le dijo:
– Mándalos por lechuza, por favor.
La señora Augusta los tomó y Neville volvió a sonreír, acentuando sus demacradas facciones. Lo vio cerrar sus ojos y su corazón extrañó las viejas facciones redondas y gráciles de Neville. Una nostálgica sonrisa acampó en sus labios cuando a su mente retornaron todos los recuerdos de su nieto. Se le escapó un sollozo y una gruesa lágrima rodó por su aseñorada mejilla. Cuanto lo iba a extrañar.
– ¿Abuela? – la llamo Neville sin abrir los ojos.
La señora dio un respingo y, algo nerviosa, pronunció un breve: ¿Si?
– ¿Crees que podría ver a mis padres cuando vuelvas? – pregunto Neville, con amabilidad.
– Por supuesto, querido – respondió ella, con rapidez.
Augusta abrió la puerta de la habitación y se disponía a salir, cuando Neville volvió a hablar:
– Y abuela – abrió los ojos y sonrió con sinceridad –, no llores por mi, por favor.
– Por supuesto que no, querido – dijo la abuela de Neville antes de salir del cuarto, con las lagrimas agolpando sus ojos.
Augusta Longbottom se consideraba a si misma, una mujer fuerte desde antes que su hijo y su esposa perdiera la razón, y mucho más después de eso. Y, sin embargo, no pudo evitar romper a llorar en el pasillo del hospital, dolida con la vida; dolida con el cruel destino que le arrebató a su hijo y ahora le arrebata a su nieto.
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TO BE CONTINUED…
N. del A. (2): Hago una pequeña nota más aquí, para avisar que al fic solo le quedan dos capítulos más. Gracias a todos los que me han apoyado con sus comentarios y palabras de aliento, significan mucho para mí. Espero poder actualizar pronto.
