Algún
día lo entenderás todo.
Quinta Parte.
Cual sombra sigilosa, deslizó su curveado cuerpo fuera de la cama. El bulto bajo las sábanas se removió intranquilo, resintiendo la ausencia de calor femenino. En el más extremo de los silencios, y con la estresante preocupación del menor ruido despertando a su amante prohibido grabada en las entrañas, deslizó lentamente el sedoso camisón blanco que vestía su desnudo cuerpo por las noches.
La puerta rechinó a pesar del cuidado que imprimió al abrirla. Dirigió una rápida mirada a la cama y el aire lleno sus pulmones, tranquilizándola porque todo esta bien. Lágrimas de dolor agolparon sus ojos, advirtiéndole la gravedad de sus actos. Preparada para afrontar las consecuencias que sus actos traerían a su vida, el guardián de su intimidad se preparó para retomar su puesto. Y fue conciente de la vida que destruía cuando la puerta retomó su lugar en el marco.
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– ¿Señora Granger? – preguntó Harry, incrédulo. Sentado en la cama de la habitación de Hermione, terminaba de calzarse los zapatos – ¿Dónde esta Hermione?
Parada en el umbral de la puerta Jane Granger, la madre de Hermione. La sonrisa pícara que adornaba su rostro, provocó un leve sonrojo en Harry. Al despertar hacían un par de minutos, Harry, encontró el espacio junto a él, vacío. En ese momento, trató de tranquilizarse, reconfortándose con la idea de que Hermione aún se encontraba en la casa. Pero, en cuanto vio a la señora Granger abrir la puerta, esas esperanzas se desvanecieron con un chasquido.
– Hermione me pidió que te despertara antes de que mi esposo llegará a casa – dijo la Sra. Granger, obsequiándole una sonrisa compasiva. Harry frunció el ceño y Jane Granger añadió –: Personalmente, hubiera preferido que entrarás por la puerta. Pero bueno, los jóvenes de hoy en día tienen otros métodos.
Harry no pudo evitar sonrojarse, bastante. Tomó la camisa del suelo y cubrió su dorso con ella. La dejó abierta, conciente que no había botones que abotonar. En el fondo, Harry sabía, aunque su corazón se negara a aceptarlo, que Hermione había huido de él para no tener enfrentar las consecuencias de lo que habían hecho. Lágrimas de impotencia llenaron sus ojos. Harry bajó la cabeza, ocultándolas.
– Personalmente también pienso, que mi hija esta cometiendo un grave error casándose con el chico pelirrojo – dijo Jane Granger, tratando de reconfortarlo con la verdad. Aunque ella no lo vio, Harry sonrió.
– ¿Dónde esta Hermione, señora Granger? – preguntó Harry, repitiendo su pregunta anterior.
Jane volvió a regalarle la misma sonrisa compasiva de antes, que Harry 'personalmente' estaba empezando a odiar. La Sra. Granger se acercó a él y Harry notó que sostenía aprensivamente un sobre entre las manos. Le extendió el sobre mientras le decía:
– Mi hija también me pidió que te diera esto – dijo. Luego, cuando Harry agarró el sobre, habló de nuevo –: Dijo que eso te aclararía muchas de las dudas que puedas tener. Te desea…
Pero la Sra. Granger auto-interrumpió la oración al ver a la misma lechuza, que desde hace dos horas estaba tratando de entrar a su casa. Harry, reservando el deseo de saber que había dicho Hermione, giró la cabeza en dirección a la ventana de la habitación. Justo detrás de él.
– Creo que esa lechuza te esta buscando a ti – musitó Jane Granger con voz queda –. Lleva horas tratando de entrar a la casa. Pero no me atreví a dejarla entrar. Mi esposo es alérgico a las lechuzas – añadió al ver una cara de desconcierto en Harry.
Harry abrió la ventana, no reconoció a la lechuza pero, aun así, tomo el trozo de pergamino que llevaba atado a la pata. La lechuza emprendió el vuelo y Harry mantuvo su posición inicial, sentado en la cama; debatiéndose qué leer primero. Lo de Hermione o la nota reciente. Tomando en consideración el duro trabajo que realizó la lechuza, decidió primero leer la nota. La desdobló y leyó lo siguiente:
Harry:
La hora ha llegado.
Tú amigo,
Neville Longbottom
Era la carta más corta que Harry creía haber recibido en la vida y, sin embargo, el contenido era tan revelador, que un escalofrío le recorrió el cuerpo entero. Levantó su cuerpo de la cama como impulsado por un resorte y ante el asombro de la señora Granger, se abalanzó hacia la salida de la habitación. Como pudo, la madre de Hermione, se quitó del camino, abriéndole paso al 'mejor amigo' de su hija. Harry metió el sobre de Hermione, forzadamente, en el bolsillo trasero de su pantalón.
Con un par de zancadas, Harry bajo las escaleras hasta la planta baja. Otras zancadas más y llego a la salida. Con el corazón en la mano, abrió la puerta y la fría brisa vespertina, azotó contra su rostro y pecho desnudo. Los pulmones se le encogieron por el aire frío, dificultando su respiración. Atravesó el jardín con pasos rápidos, llegando a la acera de la calle en un abrir y cerrar de ojos. La vida de Neville pendía de un hilo, y él necesitaba llegar con urgencia a San Mungo.
Mientras por la mente de Harry pasaban miles de cosas, referentes a Neville, la señora Granger logró darle alcance. Lo tomó de un brazo, deteniéndolo.
– Harry, por favor – pidió Jane Granger, suplicante –. No puedes irte así, ¿Qué se supone que le digo a Hermione?
Harry suspiró, meditando cuidadosamente sus palabras. Seguía sin saber el contenido del sobre, seguía sin saber donde estaba Hermione y seguía sin saber si Hermione iba o no a casarse. En conclusión, Harry no sabía nada. La señora Granger lo miraba expectante, esperando con ansias su respuesta.
– Dígale a Hermione – dijo Harry, con firme e imperiosa –, que vendré por ella después. Dígale que luego de lo que hemos compartido, ella no puede casarse con Ron. Dígale que espero que su ausencia no signifique, que esta huyendo de mí.
– Pero Harry, es que tu no entiendes… – quiso protestar Jane Granger pero Harry la silenció con una mirada.
– Y dígale también – agregó Harry con una cálida sonrisa y separándose un par de pasos –, que la amo demasiado.
Esta vez, la señora Granger le regaló una sincera sonrisa y asintió, dando su aprobación. Vio que Harry sacaba su varita y, como toda buen Granger, reconoció el gesto como el mismo que hace su hija cada vez que se aparecía.
– Harry – le llamó Jane, en el momento en que el hechizo iba a ser ejecutado –. Quiero que sepas que tienes nuestra bendición, de mi marido y mía. Solo espero que puedas evitar, que mi hija cometa el error de casarse con ese 'individuo'.
Él asintió lentamente, entrecerrando los ojos en el momento. Entonces, completo la encantación y desapareció con un suave plop.
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Un zumbido constante y terroríficamente agudo, retumbaba, cruel como nada, haciendo hincapié en el recuerdo de la vida que se esfumaba lenta y silenciosamente. Como aspirante a la carrera de medicina que Harry era, sus oídos reconocieron el sonido inmediatamente y dejó sus pasos redirigieron su destino, inconscientemente, hasta la fuente de origen. El corazón palpitándole a paso de locomotora desbocada y la respiración cada vez más rápida y entrecortada, sus compañeros en tan larga travesía.
– ¡Sanadora! ¡La varita de electroshock, Merlín!
Las palabras de la masculina voz, penetraron su corazón como finas y punzantes agujas, aminorando la marcha de los latidos. Gruesas gotas de sudor frío hicieron acto de presencia, prueba fehaciente del desconcertante nerviosismo que embargaba su alma. Quiso ser positivo por una vez, porque Neville no merecía la muerte. No después de todo lo que le había pasado en la vida. Primero sus padres y luego su frágil estado de salud.
– ¡Demonios, sanadora! ¡Dese prisa! Ahora sí, ¡Despejen!
Silencio. El zumbido cesó y el mundo a su alrededor se detuvo. La esperanza se filtró a través de las paredes de su corazón, tal represa con estrecha rajadura. Así fue hasta que el zumbido nuevamente se hizo escuchar con violencia y una carcajada burlesca.
De entre todo el blanco, el marco ámbar de la habitación de Neville rompía la equidad blanquecina en las paredes del pasillo. Harry jamás, aun en su lecho de muerte, olvidaría la escena que se materializó ante él. Grotesca decididamente no era, impactantemente dolorosa sí. Asimilar que probablemente los ojos cafés de Neville no volverían a abrirse, un sentimiento de desasosiego le provocaba.
– ¡Intentémoslo de nuevo, señoritas! ¡Despejen!
Silencio. Luego, el zumbido desesperante volvió a escucharse. Se sintió empequeñecer ante la realidad neblinosa que ahora envolvía su vida. Pensó en la abuela de Neville, viéndola llorar desconsoladamente en una esquina del cuarto. Pensó en Alastor Moody, intentando menguar el dolor que invadía a su vieja amiga de la infancia. Y pensó en Hermione.
– ¡Vamos señoritas! Una vez más. ¡Despejen!
Golpe seco, su corazón deja de latir. Neville ascendió abandonando el lecho. Golpe seco, Hermione aparece traslucidamente ante sus ojos. Lejana y distante, inalcanzable también. Neville cae pesadamente sobre el colchón. El tiempo parece detenerse. Golpe seco, el efecto alucinante termina. Hermione se desvanece, con ella las esperanzas de ser feliz. Golpe seco, Augusta abraza el cuerpo de su nieto. Sonrisa nostálgica les regala Alastor. El medimago también sonríe. Golpe seco, el zumbido vuelve a escucharse. Pero ahora es esperanzador, intermitente y llena muchos corazones de alegría. Harry sonríe como todos.
Su corazón vuelve a latir. El de ambos.
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– ¡Lamento llegar tarde! – exclamó Ginny, desesperada.
Corría apresuradamente por el pasillo del hospital. El rostro bañado en lágrimas demostraba la preocupación latente en el corazón de la mujer que Neville alguna vez amó, y quizás todavía ama.
– ¿Está todo bien? – preguntó ella, con marcada ansiedad en la voz.
Harry le regaló una sonrisa reconfortante, indicándole que todo estaba bien.
– Lo peor ha pasado – dijo –. El medimago cree que pronto despertará. La señora Augusta tiene toda su esperanza volcada en esas palabras. Te recomiendo que no digas nada negativo, en especial después de…
Asintió apesadumbrada. Imágenes de cierta conversación con Neville revolviéndose dolorosamente en su interior. Una gruesa lágrima rodó por su pálida mejilla.
– Pero todo está bien, ¿verdad? – insistió en preguntar, no estando tranquila con las palabras anteriores.
Deslizó la mano entre su alborotado cabello azabache, signo inequívoco del nerviosismo que lo embargaba.
– El peligro ya paso – replico Harry, sus labios curveados en una mueca que debió ser sonrisa –. Pero el personal del hospital no cree que dure mucho.
Ginny inspiró violentamente y ahogó el sollozo que subía por su garganta en el proceso. Pacientes con dolencias iguales a Neville tenían casi cinco lustros sin presentarse. Finalizó la primera guerra y con ella los casos de esa enfermedad, afortunadamente. Bajo presupuesto para investigación y carencia personal capacitado, imposibilitó la búsqueda de la cura durante todo estos años. Grave Error. El ministerio de magia era el culpable, indirecto, de la probable e inminente muerte de Neville. Careciendo de planes a futuro, el gobierno no previno una segunda guerra.
– ¿No hay nada que puedas hacer? – inquirió Ginny, esperanzada –. Me refiero a que… Quiero decir… ¡Eres tú, Harry! Siempre tienes una solución.
Sonrió apenado. Reclinado contra la pared, dejó caer su cuerpo pesadamente al suelo. Ginny con más delicadeza tomó asiento a su lado. Olor a flores silvestres llegó a su nariz. Era la fragancia de Ginny. Nostalgia abrumadora reflejó su rostro, la ausencia de Hermione recayéndole en los hombros. Mientras deseaba fervientemente que su apoyo de siempre estuviera allí, la realidad resultó ser frustrante conforme su corazón aceptaba la inminente soledad que lo rodeaba.
– ¿Cómo te fue con Hermione? – pregunto Ginny, con un cambio de conversación abrupto.
Tan abrupto que segundos pasaron antes que Harry articulara una respuesta lo suficientemente coherente.
– Bien – dijo Harry, escuetamente –. Al menos eso quiero creer.
– Ah… – susurró Ginny, pensativa –. Yo pensaba que habían tenido una tarde llena de sexo y amor pasional. Tal vez una que otra confesión de amor. Y sino era mucha molestia la cancelación de una boda.
Frunció el entrecejo, consternado y un poco sonrojado. Entonces recordó el sobre que Jane Granger tanto empeño puso en entregarle. Levantándose ligeramente, lo sacó del bolsillo trasero de su pantalón. 'Demasiada formalidad para una carta' pensó preocupado. Rasgó el sobre y lo que leyó le impactó en demasía.
– ¿Qué pasa? – preguntó Ginny, mirando sobre su hombro.
– Toma – dijo Harry, pasándole la carta –. Léelo tu misma.
Le pasó la carta, regalándole una sonrisa sincera. Confundida la tomó no pasando desapercibida es actitud de Harry. Demostrar sus sentimientos no era algo que Harry hiciera demasiado bien. Y siempre te regalaba una sonrisa de ese tipo cuando algo lo angustiaba. Solo había que conocerlo lo suficiente. Más de una pequeña mirada momentánea no fue necesaria. Bastó reconocer los trazos finos que rasgaban el pergamino casi irrealmente.
– ¿Qué significa esto? – preguntó Ginny, visiblemente indignada. – ¡Ella no puede hacerte eso!
La atenta mirada esmeralda escudriño a la mujer frente. Escuchando como despotricaba contra Hermione, con razones válidas. Alguna vez, pensó que Ginny sentía algo por Neville. Tiempo después comprendió que de amistad nunca pasaría la relación con Neville. Hasta cierto punto, eso era injusto. Injusto porque, quizás, si Neville pudiese luchar por conquistarla las cosas serían distintas.
– Parece que nada salio como lo esperábamos – comentó Harry, cortando el monólogo de golpe
– ¿Qué quieres decir? – inquirió Ginny, hallándose fuera de base.
– Hubo 'confesión de amor', también 'tarde llena de sexo y amor pasional'. – Sonrió triste y añadió –: Pero fue mucha molestia cancelar la boda.
Una mezcla entre pena y 'compasión' expresaron los ojos de Ginny al mirarlo. Palabras positivas y consoladoras danzaron en sus labios, esperando ser dichas. Pero si las iba a decir nunca se sabría, Augusta Longbottom sonreída interrumpió el momento.
– Buenas tardes, Harry – dijo la señora Longbottom, extrañamente alegre. – Hermosa tarde, ¿no crees?
Desde su baja posición, frunció el entrecejo visiblemente en desacuerdo. Obligándose a parecer indiferente, levantó la vista y encogiéndose de hombros, le dijo:
– Sí. Supongo que lo es.
La anciana asintió con la sonrisa ancha. Pero transformó el alegre semblante al fijar su mirada en Ginny. 'Compresible' pensó Harry. A nadie le gusta que hagan sufrir a su familia, directa o indirectamente. Y eso, en efecto, había hecho Ginny al rechazar a Neville. Él lo comprendió, pero su abuela… Bueno, digamos que no lo tomó muy bien.
– A mi nieto le gustaría que estuvieras con él – dijo la señora Longbottom, seria. Suavizó el semblante y a Harry le dijo –: Entra cuando quieras, muchacho.
Augusta Longbottom cruzó el marco ámbar de nuevo. El ambiente quedo enrarecido luego de su partida Extraña tensión el silencio proveía, conforme la ausente conversación se hacía presente. La escuchó suspirar, ansiosa. Sintió una ligera presión en el muslo cuando ella se levantó de un salto.
– Todo saldrá bien – repetía Ginny para si misma, mordiendo su labio inferior.
¿Para qué decir que el gesto le recordó a Hermione? Absurdo sería siquiera mencionarlo. Deslizó sus dedos sobre el pergamino olvidado a su lado. Un cúmulo de emociones emergió de su tacto, subió por el antebrazo hasta llegar a la garganta donde le formó un angustioso nudo. Ojeó el texto de nuevo. Desvió la mirada en busca del consuelo que no encontraría nunca. Llevó las manos a su cara, fieramente las restregó contra ella, desesperado y con claras ganas de arrancársela.
– ¿Por qué? – murmuró, acongojado.
Una lágrima saltó de su iris verdosa. Perlada por la fluorescente luz del pasillo, la gota rodó a lenta y desesperante velocidad. Su mano, cual látigo, limpió brusca y rauda la rebelde lágrima. Un leve morado tiñó el pequeño sector afectado de su mejilla. Estampó su puño contra el pergamino. Relajó peligrosamente su mano e inesperadamente la fina hoja crujió bajo la presión ejercida por sus dedos. La muñeca le tembló por la excesiva fuerza empleada.
Otra lágrima, otro manotazo. Clara como el agua flotaba en su mente la siguiente movida. La única manera de detenerlo: Hermione en el altar junto a Ron, diciendo 'Acepto'. Detenerlo a él pero no a sus sentimientos. Las rodillas le fallaron al levantarse pero mantuvo una posición erguida y digna. Aprisionó fuertemente el pergamino entre sus dedos. Ninguna estúpida invitación lo detendría.
Entró al cuarto de Neville.
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N. de A.: He extendido la trama del fic más de lo previsto. Durara todavía un par de capítulos más. Quizás hasta unos 8 ó 10 capítulos. Mariet Malfoy con su comentario me instó a jugar un poco más con la trama, sacar todo el potencial que puedo. A ti Mariet gracias por eso y por tus constantes reviews. Igual gracias a todos los que leen la historia, y me regalan un poco de su tiempo dejando un comentario. Ante todo, ¡Gracias por leer!
P.D.: ¿Qué saben sobre contestar reviews? En las reglas dice que se prohíbe pero veo que la gente sigue haciéndolo.
