Algún día lo entenderás todo.
Sexta Parte.

– Me parece que malentendió mis palabras – dijo Albus Dumbledore, pensativo. Hizo una breve pausa. Luego añadió –: Tal vez, porque no fui lo suficientemente claro ese día. O porque usted quiso interpretar mis palabras en su beneficio.

Hermione se sonrojó y descansó la mirada en un punto distante. Estaban en el despacho del director de Hogwarts, cada uno sentado a un lado del escritorio. Hacían sólo unos minutos desde que había llegado al colegio para arreglar los últimos detalles de la boda.

– No sé de que me habla, profesor – replicó Hermione, siempre manteniendo sus ojos apartados del director.

– Bueno – dijo Dumbledore con una sonrisa –, entonces yo tampoco.

Ella posó su mirada en el rostro del director, ceñuda y un poco asombrada. Las cosas con Dumbledore nunca eran así de fáciles.

– De cualquier forma, no estoy aquí para hablar de eso, profesor – dijo Hermione cruzando las piernas –. Estoy aquí porque significaría mucho para mí, que usted aceptara ser el juez en mi boda.

Hubo una breve pausa después de eso. Un silencio incómodo.

– ¿Y para cuando es la boda? – habló Dumbledore, los ojos brillándole, preocupado.

– De hoy en una semana, señor – respondió Hermione a la mayor brevedad –. Los Weasley's ofrecieron su casa para la ceremonia y la recepción.

Dumbledore tomó un caramelo del escritorio y lo llevo a su boca, y evaluó la situación. Pensativo, acarició su larga barba mientras degustaba el ácido sabor del caramelo. Hermione se abrazó a si misma y supo que Dumbledore iba a negarse. Pudo presentirlo. Era ese empeño que había demostrado Dumbledore en proteger y ver feliz a Harry, siempre.

Finalmente, Dumbledore dejó su barba e inclinó el cuerpo sobre el escritorio.

– Lo siento mucho, pero me temo que no podré tener ese honor – dijo, inusualmente serio –. Tengo compromisos que atender por esos días… tal vez si aplazaran la boda…

– Le aseguro, profesor, que yo lo siento más que usted – dijo Hermione, suprimiendo su enojo –. Pero la boda no va a ser reprograma.

– Era solo una sugerencia – dijo Dumbledore y luego sonrió y añadió –: Comprendo que quieren unir sus vidas pronto. Solo le digo, señorita Granger, que piense bien las cosas.

Dumbledore trataba de autogestionarla para que rompiera el compromiso con Ron y se lanzara a los brazos de Harry. Eso molestaba bastante a Hermione.

– Créame, señor – replicó Hermione, firmemente –, que lo he pensado lo suficientemente bien, y no podría estar más segura de la decisión que he tomado.

Dumbledore llevo otro caramelo a su boca y pasaron unos segundos, antes de que contestara, vagamente, lo siguiente:

– No esperaba menos de usted. Por eso es una de las brujas más inteligentes que he conocido.

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Harry estaba profundamente herido, él realmente pensó que después de lo que había pasado, Hermione cancelaría la boda con Ron. O al menos, le daría una explicación. Pero Hermione había tenido el coraje de invitarlo a la boda, y dejar la invitación con su madre. Ahora entendía las palabras de la señora Granger.

Inspiró con fuerza y lleno sus pulmones con el frío aire londinense. Había pasado casi una semana desde que la condición de Neville había empeorado y desde que Hermione, simplemente, había desaparecido. Harry la trató de localizar por todos los medios imaginables, pero ella se había esfumado. Exhaló y dejo fluir sus tensiones y preocupaciones, hacia el exterior. Levantó la mirada y contempló la luna sobre su cabeza.

Claro que, Harry, iba a ponerle fin a la desesperante situación. Por eso estaba elegantemente vestido y listo para irrumpir en la fiesta que se celebraba en La Madriguera, a pocos metros de él. Alisó una arruga inexistente en la túnica que llevaba puesta y se arregló las mangas, innecesariamente.

Caminó con pasos firmes sobre el césped húmedo, hasta llegar a la puerta, y luego entró a La Madriguera. El ruido de las conversaciones, y la música, llegó a sus oídos como un fastidioso tamborileo. Harry miró a su alrededor, La Madriguera seguía igual que siempre. Suspiró.

Lo cierto es que, Harry, comenzó a arrepentirse de haber ido. Varias personas, a las que apenas reconocía, pasaron a su lado y algunas lo empujaron en el proceso. Saltaba a simple vista que habían decorado La Madriguera acorde con la magnitud del evento, pero que no lograron quitar el ambiente hogareño que siempre había tenido.

'Quizá' pensó, 'no fue tan buena idea haber venido'. Dio media vuelta y posó su mano en el picaporte, dispuesto a irse.

– ¿Te vas tan pronto? – preguntaron detrás de él, con sorna.

Esa frase terminó de convencerlo, no debió haber venido. Lo más lento que pudo, giró sobre sus talones y encaró la sonrisa de Ron. 'Va a ser una larga y tormentosa noche' pensó Harry.

– Buenas noches para ti también, Weasley – replicó Harry, bastante calmado.

Ron meció el vaso de Whisky entre sus manos y después, lo bebió de un sorbo.

– Me alegra que hayas venido, viejo amigo – confesó Ron y sonrió sincero.

Esto era producto de mucho Whisky. O bien, de un plan maléfico, minuciosamente pensado por Ron. 'Nah' pensó Harry 'Ron no es tan inteligente'.

– Así que te alegras ¿eh? – habló Harry con una ceja enarcada, suspicazmente.

Ron soltó una carcajada.

– Por supuesto, viejo amigo – repuso Ron con la misma sonrisa –, así puedes ver lo feliz que Hermione es conmigo, ¿no crees?

Alguna vez, en el pasado, Harry se preguntó cómo Ron había llegado a ser tan imbécil, y nunca pudo responder esa pregunta. Ahora, la respuesta era dolorosamente obvia. Ron era imbécil por naturaliza.

Harry sonrió con falsedad.

– Bien Weasley, muéstrame entonces lo feliz que haces a tu prometida.

Y Ron tomó esas palabras, literalmente. Pasó un brazo sobre los hombros de Harry y lo guió hacia el salón familiar, con paso vacilante.

– Sabes Potter – habló Ron de nuevo –, Hermione me comento que te invitó a la boda.

– Sí, recibí la invitación – dijo Harry, despreocupadamente –. Supongo que no tienes problemas con eso.

Weasley rió con ganas, su risa era casi una carcajada, y Harry frunció el ceño. Sólo por dos motivos Ron reía de esa forma: planeaba algo malo o planeaba algo maquiavélico. Y Harry se inclinaba por lo segundo.

– No, no, para nada – alcanzó a decir Ron al controlar la risa.

Algunos familiares de Hermione lo saludaron a lo lejos y Harry correspondió con un asentimiento de cabeza, repetidas veces.

– Hice el comentario – añadió Ron con una sonrisa cínica en el rostro –, porque pensé que tú, particularmente, tendrías un problema. Pero veo que no es sino todo lo contrario…

Ron se interrumpió el mismo, dirigió su mirada a la derecha, y Harry notó la lujuria en sus ojos. Como cada vez que había una reunión, Ron, estaba mirando el trasero a alguna prima de Hermione. Por eso, esa fue la oportunidad para perfecta para que Harry liberara sus hombros del brazo de Ron, y éste ni siquiera lo notó.

Una vez libre, pudo contemplar la decoración del salón familiar, que había sido agrandado para albergar la cantidad de gente presente esa noche. Caminadaza por el salón, que estaba tenuemente iluminado, y, a medida que lo hacía, la música llegaba con mayor claridad a sus oídos. Había mucho movimiento a su alrededor y una de las meseras se le acercó. Vestía gatito y chaleco negro. Entonces Harry se percató que había varias personas vestidas en ese estilo. Muggles, la mayoría.

– ¿Deseas algo de tomar, guapo? – preguntó la mesera, coqueta.

– La verdad…

– La verdad es que el joven no desea nada – interrumpieron a su lado –. Pero igualmente gracias.

Miró de soslayo a la derecha y el corazón le dejó de latir, porque era Hermione quien había hablado. Y la mesera, parada justo en frente, quedó en el olvidó.

– Baila conmigo – pidió Hermione y luego señaló a su alrededor.

Todos bailaban, en parejas, al ritmo de una lenta melodía.

– De acuerdo – murmuró Harry y no pudo evitar sonreír.

La tomó entre sus brazos.

– No tan cerca – dijo ella, sin mirarlo a los ojos.

Pero él la ignoró y la abrazó por la cintura, apegándola más. Hermione lanzó un suspiro entrecortado y pasó sus brazos alrededor del cuello de Harry. Se balancearon, lentamente, al ritmo de la canción. Conforme lo hacían, la fricción entre sus cuerpos calentaba las cosas, ligeramente, y Hermione murmuró algo ininteligible. Él sonrió.

– ¿Cómo dices? – le susurró Harry en el oído y Hermione se estremeciera ante el sonido de su voz.

– Dije que se siente bien estar así… – le respondió ella desde su pecho, temblorosa.

Hubo un pequeño silencio en el que escucharon al pianista, que acompañaba la fina voz de la cantante, tocar en solitario.

– ¿Sabes? – rompió Harry el silencio. – Te he extrañado mucho estos días.

Le depositó un delicado beso en el cuello y respiró el dulce aroma que despedía. Hermione se estremeció y la cantante volvió a entonar la canción.

– Supongo que has estado muy ocupada con los preparativos de la boda – añadió, despreocupadamente.

El ambiente se tornó tenso entre ellos, tan tenso que parecía haberse cuajado. Hermione se mordió el labio inferior nerviosa. Para relajarla, Harry la besó esta vez cerca de la oreja y las piernas le fallaron.

– No es eso, Harry…

La separó y le tomó el rostro con sus manos, silenciándola. Cuando ambos pares de ojos se conectaron, Hermione gimió asustada. Los ojos de Harry reflejaban tanta pena y dolor, juntos, que las lágrimas agolparon los ojos de ella.

– No lo digas, Hermione – dijo él y la abrazó de nuevo. Luego añadió –: No más mentiras, por favor, no más mentiras.

Las lágrimas abandonaron los ojos de Hermione y empaparon la reluciente túnica de Harry, a la altura del hombro. Quiso reconfortarla y por eso, Harry, la estrecho fuertemente contra él.

– Sólo quiero la verdad – dijo Harry, con suavidad –. Sea cual sea.

La melodía acabó, y su baile también; más no así el abrazo. Hermione se aferró mas a él y le dijo:

– No quiero que me dejes.

– ¿Y qué pasa con nosotros entonces?

Fue difícil, pero Hermione rompió el abrazo y se alejó de él. Harry logró captar, claramente, el significado, oculto, en esa acción. Y supo entonces, la respuesta a su pregunta.

– Somos amigos – dijo Hermione, con firmeza.

– ¿Nada más?

– Exacto, nada más – dijo.

Él admiraba esa convicción que Hermione tenía de cumplir con todo sus compromisos. Pero esa cualidad ya no le parecía tan admirable, ahora que era aplicada en su contra. La vida no era justa, simplemente no lo era.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? – inquirió Harry, con los ojos fijos en ella.

Hermione asintió.

– ¿Por qué te casas con Ron?

El piano, y una guitarra también, comenzaron a tocar. Era otra melodía de ritmo lento y embriagante. Ideal para que una pareja de enamorados la bailara. Tal vez una mujer y un hombre próximos a casarse.

– Porque Ron me lo pidió – respondió Hermione, con franqueza.

La cantante tenía una grandiosa voz, y Harry se preguntó si sería bruja o muggle. Era eso, o preguntarse en qué momento su vida se había vuelto un infierno.

– Sabes, 'Mione – dijo –, no es por ofender, pero como amigo te digo que eso es estúpido.

Hermione frunció el ceño y se mordió el labio inferior, estaba enfadada.

– Y lo peor, es que lo sabes – añadió, mirándola a los ojos.

La replica a eso bailó en la punta de la lengua de Hermione, pero cuando la tomaron por el hombro, esa replica se disipó.

– No sé si se han dado cuenta – dijo una voz que reconocieron como la de Ginny –, que son la única pareja en la pista de baile, que no esta bailando.

En ese momento la música cesó abruptamente, y las luces aumentaron de intensidad. A lo lejos en la tarima, alguien, que no era la cantante, tomó el micrófono. Se escuchó algo de estática, un sonido agudo y luego una voz ronca pidiendo silencio. Era un hombre de mediana edad, pelirrojo. El señor Weasley.

Había llegado el momento de anunciar el compromiso, y hacer el brindis por los novios. Después de hacer eso, no había marcha atrás. Harry lo sabía, y Hermione también. Qué difícil resultaron ser esos segundos, que parecieron minutos, en los que existió el suspenso sobre la siguiente acción de Hermione.

El señor Weasley llamó a los novios para que se acercaran a la tarima y, así, mostrarles a los invitados, quienes unirían sus vidas en mágico matrimonio, en unos días. Ron acudió rápidamente al llamado de su padre. Y, cuando la novia no apareció, todos empezaron a buscarla novia con la mirada.

La búsqueda, y el suspenso, fueron rotas cuando Hermione dio el primer paso hacia la tarima. Comprensión fue lo que invadió la mente de Harry, y se dio cuenta que el avión de esa relación jamás debió despegar. Por eso, se había estrellado a pocos kilómetros de la pista de despegue. Era triste, la verdad, cómo las personas se complicaban la existencia. Antes, estar enamorado era suficiente; pero ahora, también juegan un papel importante otras cosas. Un ejemplo claro eran las convicciones y los compromisos. Triste, muy triste.

Y sin embargo,…

– Es bonito estar enamorado – comentó Harry viendo los movimientos de Hermione.

Ginny, que estaba a su lado, lo escuchó pero no le entendió. Cruzó los brazos sobre su pecho y frunció el ceño, pensativa. No sólo a ella se le hubiese dificultado entender, a cualquiera. Ese hombre sufre por estar enamorado y dice que es 'bonito'.

– Lo malo es cuando no eres correspondido – añadió, monótono.

Las palabras fueron dichas segundos antes de que el señor Weasley rodeara a los novios por los hombros, y dijera:

Creo que hablo por todos, cuando digo que es un verdadero placer…

'No ser correspondido'. Ese era el riesgo que se corría al enamorarse. Ser herido. Sufrir por amor era frustrante, a veces doloroso, y la mayoría del tiempo desgarrador. Y ese era el caso de Harry. Había sido herido, y sufría. Pero en vez de llorar, él sonreía.

– Creo que prefiero la amistad – murmuró Harry y Ginny lo alcanzó a oír –. Es menos dolorosa y complicada que el amor.

–…desde siempre, mi esposa y yo, vimos venir esta unión. Estos dos muchachos, están hechos el uno para el otro porque…

Difícil, para él, renunciar al amor de una mujer como Hermione, resignarse a que la vida continuaba. ¿Amigos? Sí, los mejores. Tal y como había sido siempre. Apoyándose y consolándose, mutuamente. Si ella era feliz así, no iba a ser él quien destruyera esa felicidad. Metió las manos en los bolsillos de su túnica y entonces, suspiró.

–…por eso, damas y caballeros, magos y brujas, les pido que brindemos por la prosperidad y la unión eterna de estos dos muchachos. Para que tengan una larga y duradera descendencia, y que el amor llene cada rincón de su vida marital… – alzó una copa por encima de su cabeza y añadió –: ¡Por los Novios!...

¡POR LOS NOVIOS! – brindaron todos los presentes, y Harry y Ginny fueron los únicos que guardaron silencio.

– Me parece que se ha acabado – comentó Harry, nostálgico.

Los invitados silbaron, gritaron y aplaudieron en nombre de los novios. Era de esperarse, después de todo, se trataba de una fiesta de compromiso. El ruido de las voces se volvió frenético.

– ¿Qué quieres decir? – gritó Ginny, por encima del ruido.

– Me refiero a que todo terminó – explicó Harry y después sonrió y dijo –: Debo admitir que fue lindo mientras duró.

Ginny comprendió a que se refería y asintió, y cuando se giró la para hablarle, Harry había desaparecido.

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N. del A.: Bien, hubo retraso porque la PC se me daño. Tan pronto me la arreglaron (ayer) me dispuse a escribir el capítulo. Y aquí esta. El próximo, advierto, que será continuación de este. En el mismo punto en el que lo deje. Probablemente… repito, probablemente contenga algo de lemmon. Muchas gracias por leer y nos vemos en el próximo capítulo.