Advertencia: Bien, al final si salió el lemmon. Es mas explicito que la vez anterior, o como algunos dirían: más fuerte. En fin… no me responsabilizó si personas con falta de madurez lo leen. Yo cumplo con advertir. También debo añadir que me veo en la penosa necesidad de subirle la clasificación al fic. Ahora que ya están advertidos, leen bajo su entera responsabilidad.

Algún día lo entenderás todo.
Séptima Parte.

Fue difícil lograr que los invitados guardaran silencio. Pero, cuando finalmente los aplausos amainaron, el señor Weasley hizo uso de la palabra otra vez:

Ahora los novios abrirán la pista de baile nuevamente, bailando la canción favorita de ambos… ¿Hermione, a dónde vas?

Hermione había bajado a toda velocidad de la tarima y ahora atravesaba frenéticamente la multitud. Nadie entendió, ni entendería luego, porque estaba haciendo eso. Entre estática y una cacofonía de sonidos, Ron le arrebató el micrófono a su padre.

¡Hermione! – habló Ron, a gritos. – ¿Qué demonios estas haciendo? ¡Regresa aquí inmediatamente!

La muchedumbre se apartó del camino de Hermione y Ginny se percató que venía en dirección a ella. 'Que raro' pensó.

– ¿Dónde esta Harry? – preguntó Hermione, de golpe, cuando logró llegar hasta Ginny.

Estaba agitada por el esfuerzo que había realizado, algo sudorosa y desaliñada también. Ginny se preguntó el por qué de ese cambio tan repentino. 'Primero' se dijo, 'manda a Harry al cuerno. Y ahora, lo anda buscando. ¿Quién la entiende?'

– Hace un momento estaba aquí, pero…

– Mira Ginny – cortó Hermione, impaciente –, ahora no estoy para juegos. Así que haz el favor de decirme en dónde esta Harry.

– Yo tampoco estoy jugando, Hermione – replicó Ginny, bruscamente –. Él estaba aquí hace un momento y no sé a donde habrá ido.

Sin mediar palabra, Hermione salió corriendo hacia la salida del salón. 'Y muy probablemente', pensó Ginny, 'hacia la salida de la casa'.

¡Ginny detenla! ¡No dejes que se escape! ¡Ginny! ¡Maldita sea!

Ginny no estaba dispuesta a mover un dedo por su hermano, y así se lo hizo saber con sus acciones. Dio media vuelta, y también salió corriendo hacia la salida. Todo menos perderse lo que estaba a punto de suceder.

Los invitados estaban sorprendidos de ver a la novia, y a la dama de honor, abandonar la fiesta en no muy buenas circunstancias. Ron trató de bajar de la tarima, dando trompicones, para salir tras sus dos mujeres. Pero su padre, el señor Weasley, se lo impidió. Él había malinterpretado la acción de Ginny y pensaba que su hija iba a detener a su futura nuera. Que equivocado estaba.

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2:18 a.m. El café en la esquina de St. Joseph con Oxford Street, era probablemente el único abierto a esa hora de la madrugada en la ciudad de Támesis. Y estaba prácticamente vacío, con sólo una pareja, además de la mesera, dentro. Harry entró en el café y en un parpadeo, el olor a café recién hecho, y a panecillos, lo llenó. Era un aroma que siempre lo reconfortaba. Quizá porque era acogedor, hogareño.

– Hola Harry – dijo la mesera, pasando junto a él con una cafetera –. Siéntate. En un minuto te atiendo.

Era un local no muy grande, más bien de tamaño regular. Estaba decorado con colores sobrios, con pequeñas mesitas para dos personas, esparcidas por el sitio. Había una barra a la izquierda, donde también estaba el mostrador. Todo hecho de madera. La luz amarillenta de las lámparas, que iluminaban el café desde el techo, a esa hora de la noche era deslumbradora; y costaba acostumbrarse a la intensidad. Harry tomó asiento en la barra, y esperó.

Los muggles no lo sabían, pero la mesera, también la dueña de la cafetería, era una bruja. Se llamaba Grace y tenía 23 años. Bajita, de contextura delgada. Con el cabello hasta los hombros, negro y lacio. Cuando la veía siempre recordaba a Hermione. No por el cabello, si no por los ojos; exactamente iguales a los de ella. Mismo color, misma intensidad y misma tenacidad, impresa en ellos.

Escuchó como despedía a los últimos clientes, que ahora salían del café. Luego vio como cerraba el local con llave y volteaba el letrero de la puerta para que dijera: 'Closed'. La vio caminar hacia la barra, y Harry se preguntó por qué había cerrado tan temprano. La hora de cierre había sido cerca de las cuatro de la mañana, desde siempre.

– Bien. ¿Qué te sirvo? – preguntó Grace, desde el otro lado de la barra.

– Un café estaría bien – dijo él, sonriéndole.

Ella también le sonrió y echó a andar la maquina del café, junto a ella. Entonces tomó un trapo y empezó a limpiar la barra.

– ¿Todo bien? – inquirió, moviendo el trapo de un extremo a otro de la barra.

La pregunta tenía un doble sentido, y Harry lo sabía.

– Sí – dijo, evadiendo la pregunta implícita.

Grace torció la boca en una mueca de enfado. La máquina del café timbró y ella agarró dos tazas del mostrador y sirvió café en cada una. Le entregó una a Harry; la otra era para ella.

– Me refiero – se corrigió. Bebió un sorbo de café y continuó –: A qué si todo esta bien con Hermione.

Grace había leído lo del compromiso en el profeta, eso no le sorprendía. Después de todo, ella también era una bruja. Antes de contestar, Harry se le quedo viendo fijamente. Podía mentirle y decirle que todo estaba bien. Pero, ¿Qué ganaba con eso? Nada.

– No – habló con la verdad –, nada esta bien. Sobretodo entre ella y yo.

Hubo un largo silencio entre ambos, en el que sólo se escuchaban los sorbos que hacían al beber el café. Entonces Grace volvió a hablar.

– Supe que va casarse con el hijo menor de los Weasley's – dijo, con delicadeza –. Es una pena, la verdad. Siempre pensé que ustedes quedarían juntos.

Harry se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. Ambos terminaron sus cafés.

– Yo también lo pensé – admitió, con un leve sonrojó –. Pero no se dio.

– ¿Sabes? Hace unos días me llegó la invitación – comentó, mordiéndose el labio, pensativa –. Muy bonita, por cierto. Al estilo Hermione Granger. Elegante, pero sencilla.

Harry sonrió de medio lado. Hacía tiempo, se había percatado que cualquier lugar le recordaba a Hermione. Y ahora, debía incluir que las personas también. La sonrisa se le entristeció. Su mundo giraba en torno a Hermione, su mundo era ella. Pero ya no. Hermione ahora era el mundo de alguien más. O al menos así debería ser.

– ¿Vas a ir? – preguntó Harry, curioso. – Quiero decir, al matrimonio.

Grace torció la boca con desagrado.

– No es que tenga de donde escoger – dijo, frunciendo el ceño –. Así que sí, iré. ¿Y tú?

– También iré.

Guardaron silencio. Afuera resplandeció. Segundos después, un estruendo enmudeció todas las conversaciones que había en la ciudad. Grace frunció el ceño y luego, rió suavemente.

– Parece que la historia quiere repetirse – dijo, depositando su taza de café vacía, y la de él, en el fregadero.

– ¿A que te refieres? – preguntó Harry, mirando la calle a través de las vitrinas de la cafetería.

– Al día en que los conocí a ti y a Hermione – dijo y negó con la cabeza, sonriendo –. Recuerdo que entraron al café, empapados. ¡Llovía a cantaros! ¡La peor tormenta que allá visto en mi vida!

– Sí – dijo Harry, y no pudo evitar sonreír por el recuerdo –. Todo era tan distinto a como es ahora. Ella era feliz,… yo era feliz.

– Lástima que lo de ustedes nunca se dio.

– Así es – musitó, ausente.

El recuerdo de ese día parecía tan lejano, y Harry sentía que era parte de un pasado que no concordaba con el presente; de un pasado que pertenecía a la vida de alguien mas, no la suya. Y tal vez así era. Tembló cuando vio las primeras gotas de lluvia golpear las vitrinas de la cafetería.

Harry no necesitaba que nadie le recordara como había sido, sentía el recuerdo lejano, pero lo suficientemente vívido. Había comenzado justamente igual que ahora, el verano pasado. Un trueno y un resplandor, una pequeña llovizna y sin saber cómo, corrían buscando refugio contra la intensa lluvia. Sonrió, nostálgico. Habían encontrado ese refugio en este café, y también una amiga; Grace.

– ¿Harry? – dijo la voz de Grace, preocupada. – ¿Estas bien?

Harry asintió, lentamente.

– Creo que saldré a caminar – dijo y se levantó.

– ¿Con este clima? – preguntó Grace, incrédula. – Debes estar bromeando.

Él soltó una carcajada. Sin emoción y poco contagiosa. Grace la definió como triste; una carcajada triste y vacía.

– No, no estoy bromeando – replicó Harry, sonriendo. – ¿Cuánto te debo?

Grace se sintió casi ofendida por la pregunta, y su rostro lo reflejo.

– Supongo que no te debo nada – dijo Harry, apenado.

– Supones bien – dijo Grace, saliendo de detrás de la barra, molesta.

Ella le abrió la puerta para que saliera. Se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla; la promesa, silenciosa, de que se verían pronto, flotando entre ellos.

Llovía con fuerza cuando Harry salió a la calle. No volteó a ver el café, ni una vez. Siguió caminando con paso firme, y lento. Su túnica se empapó con el agua fría de la llovía, pero eso, a Harry, no le importó. Alzó la mirada al cielo, y tuvo que entrecerrarla porque la lluvia le lastimaba los ojos. Siempre había imaginado que cuando llovía, era porque el cielo estaba entristecido. Y en ese momento, especialmente, deseó que el cielo llorara todas las lágrimas que él no se permitía llorar por ella; por Hermione.

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– ¡Maldita sea, Hermione! ¡Detente! – gritó Ginny, toda mojada. – ¿No ves que esta lloviendo?

La lluvia las había tomado desprevenidas. Un momento el cielo brillaba lleno de estrellas, y al siguiente, estaba repleto de nubes cargadas con agua. En la tierra blanda, los tacones de ambas se hundían casi en su totalidad, y se les dificultaba caminar. Los vestidos se habían arruinado, y los peinados también. Pero Hermione seguía empeñada en buscar a Harry.

Así fue hasta que piso un pozo de agua y se torció el tobillo, cayendo de nalgas al suelo. Ginny suspiró y se echó en el suelo junto a ella, para ayudarla. Hermione se agarró el tobillo con fuerza y no dejó que Ginny lo revisara.

– ¿Vas a dejar que te lo revise? – preguntó Ginny, enfadada.

Hermione negó con la cabeza y Ginny murmuró un 'Perfecto'.

– No entiendo de qué te quejas – replico Hermione, mirándola enfurecida –. Tú fuiste la que me siguió.

Silencio. Ginny prefirió ignorarla. Era difícil esclarecer cuál de las dos estaba más enojada. Pero Hermione tuvo que tragarse su orgullo, para preguntarle a Ginny, otra vez, dónde estaba Harry. Realmente quería encontrarlo.

– Quiero verlo, Ginny – dijo, con la voz cargada de emoción –. Necesito encontrarlo.

– Ya te lo dije, Hermione, no sé dónde está – replico Ginny, calmada –. Y en todo caso, ¿Qué se supone que estas haciendo? Te casas en unos días, mujer. Que yo sepa, así no es como se comporta una mujer comprometida.

Hermione se recobró de su 'lapsus' suplicante y volvió a la carga.

– Sólo quiero hablar con mi mejor amigo – dijo, con resolución.

– ¿Tan desesperadamente? – preguntó Ginny, alzando una ceja. – ¿No puede esperar hasta mañana?

– No, no puedo esperar – respondió Hermione, mientras se masajeaba el tobillo –. Es demasiado importante.

– Lo estas hiriendo, Hermione – dijo Ginny, con voz grave –. Lo sabes, y no te importa. ¿Crees que es justo que Harry pase por todo esto? Él te ama, pero por encima de todo es tu amigo. Sólo tienes que hablarle claro y él lo entenderá. Siempre lo ha hecho.

– Dime algo, Ginny – pidió Hermione, con sorna –, ¿Realmente te crees en la capacidad de darme lecciones de moralidad, después de lo que le hiciste a Neville?

Había puesto el dedo en la yaga. Ginny sólo bajo la cabeza y las lágrimas agolparon sus ojos. Los recuerdos eran demasiados dolorosos. Hermione cayó en cuenta de su error, rápidamente.

– Lo siento – dijo Hermione, apenada. – No debí decir eso, es sólo que…

– Esta bien – cortó Ginny, con voz temblorosa –, no le des importancia. Yo no se la doy.

Se quedaron allí sentadas, las dos, bajo la lluvia. Hermione pensando en dónde podría estar Harry, y masajeando su tobillo. Ginny reviviendo viejos, y dolorosos, fantasmas.

– ¿Sabes algo, Hermione? – dijo Ginny, con la mirada perdida.

– ¿Qué? – inquirió ella.

– Piénsalo. Tu estas aquí, mojada y con tu tobillo lastimado, y lo mas probable es que Harry este cómodamente sentado en alguna cafetería. O durmiendo en su hotel, o quien sabe donde. – dijo y enfocó los ojos –. El caso es que esta a salvo de este torrencial, y nosotras estamos en un bosque, en medio de la nada.

Hermione la miró fijamente unos segundos y luego, sonrió. Las palabras 'cafetería' y 'torrencial' y 'bosque' habían despertado un viejo recuerdo en ella. Con mucho esfuerzo, recargó todo el peso en su pierna sana y se levantó. Ginny la vio sacar la varita y frunció el ceño.

– ¿A dónde vas? – preguntó Ginny, sin entender nada.

– Sé donde esta – dijo Hermione y se desapareció, sin hacer ruido.

Ginny se quedó mirando el pozo de agua que Hermione había pisado, viendo como las gotas aguas lo llenaban hasta desbordarse y después lo volvían a llenar, repitiendo el ciclo. Entonces, inesperadamente, su varita mágica empezó a vibrar, y Ginny entró en pánico. Eso sólo significaba una cosa. Se puso de pie y maldijo el no poder aparecerse.

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El Richmond Park, ubicado a orillas del río Támesis, tiene más de mil hectáreas de área verde. La misma noche en que conocieron a Grace, él y Hermione, habían explorado parque y descubierto algo interesante. En una pequeña colina del extremo norte del parque, cercana a la orilla del río, había cabaña de madera muy antigua. Tan antigua que estaba hecha de un tipo de madera, que se había extinguido luego de la revolución industrial.

Allí estaba Harry, bajo la lluvia, frente a la cabaña. No sabía porqué había sentido la necesidad de ir a ese lugar. Quizás para descansar un poco. O quizás para olvidarse del presente, y acordarse del pasado. Sí, era eso. Olvidar el presente, visitando los lugares que le recordaban la felicidad pasada. Primero el café, ahora la cabaña.

Harry temblaba, por el frío. La lluvia no cesaba y tampoco parecía próxima a hacerlo. Era probable que se enfermara, con su suerte, gravemente. Suspiró y entró en la cabaña. Le recordó mucho a la cabaña que Hagrid tenía en Hogwarts, sólo que vacía y mucho mas descuidada. Los tablones crujieron cuando caminó y se acercó a la chimenea para encenderla. Harry se sacó la túnica, que estaba pesada por el agua que retenía, y la arrojó al suelo. Tembló cuando el aire frío golpeó su pecho, encogiéndole los pulmones.

Se arrodilló frente a la chimenea, con la tela de los pantalones protegiendo sus rodillas del áspero, y mohoso, suelo. Empuñó su varita, pero el chirrido de la puerta al abrirse detuvo lo que iba a hacer. Escuchó un suspiro de alivio, y pasos vacilantes que se acercaban a él.

Hizo una floritura y, con un estruendo, la chimenea se encendió. El calor de las llamas reemplazó el ambiente austero de la cabaña, la llenó de una calidez que contrastaba con el clima en el exterior, con la gélida lluvia. Sabía quien era la que había entrado, y casi pudo verla mordiéndose el labio con nerviosismo. Un suspiro de cansancio abandonó sus labios y se sentó en el suelo, para desatarse los zapatos.

– Harry, soy yo… – murmuró Hermione, para llamar su atención, con la voz temblorosa por el frío.

Sólo cuando los zapatos acompañaban a la túnica en el suelo, Harry le respondió.

– Ven aquí – dijo, palmeando el suelo a su lado.

Hermione lo hizo. Se sentó junto a él y puso las manos hacia el fuego. Otra floritura con la varita y una enorme manta de lana, se materializó a los pies de Harry. Fue entonces, para colocarle la manta sobre los hombros, que Harry la miró. Hermione estaba completamente mojada, y por alguna razón eso a Harry le pareció excitante. Le puso la manta y devolvió su atención al fuego.

– ¿Cómo estuvo la fiesta? – preguntó Harry, para hacer conversación.

Tronó y relampagueó, y Hermione se arrimó más a él. Nunca le habían gustado las tormentas

– No lo sé – respondió, abrazando el brazo de Harry –, me fui antes de que terminara.

Hubo algo en ese inocente toque, que hizo que Harry se calentara, y no precisamente por las llamas. La sintió temblar y pensó que lo mejor era que Hermione se quitara la ropa mojada. O mejor toda la ropa. Lanzó un suspiro entrecortado.

– ¿Harry? – dijo ella.

Se demoró un segundo de más en contestar.

– ¿Sí?

– Bésame.

Él parpadeó varias veces, sintiéndose ansioso. La mirada siempre fija en las llamas.

– ¿Cómo? – preguntó él, con un nudo en la garganta.

– Quiero que me beses – repitió.

Esta vez, Harry si la miró. Las gotas de agua que rodaban por su rostro, estaban perladas e iluminaban su rostro de manera especial. Era tan difícil resistirse. ¿Por qué le estaba haciendo eso? No era justo. Harry se sintió impotente. Se sintió utilizado.

– No.

Harry vio como le temblaba el labio inferior, y eso fue todo lo que se necesitó. El 'no' se convirtió en 'sí', y la besó con desesperación. Con el fuego de la pasión quemando sus entrañas. La necesitaba, la deseaba, y la tomaría, allí, en ese preciso momento.

Trazó un camino de besos desde la mandíbula hasta el cuello. Hermione ahogó un gemido al sentirlo besar su cuello. Lo sentía tan caliente, tan ansioso, tan diferente a la primera vez. Y le gustaba que fuera así, la hacía sentirse deseada, amada y… húmeda. Tembló cuando Harry le quitó el vestido y el sujetador, y lo abrazó sintiendo piel con piel. La suya, la de él. Harry la recostó sobre la manta de lana y la volvió a besar, ferozmente.

Perdió el aliento cuando Harry le besó los senos. Primero uno, luego el otro. Lamió sus endurecidos pezones, haciéndola humedecerse más. ¿Era el agua de lluvia o ella misma? Realmente no importaba. Harry dejó sus senos y ella se arqueó contra él, buscando su toque. Él se despojó de su pantalón y su bóxer. Y Hermione se sonrojó al verlo desnudo, en todo su esplendor. Vio como los ojos de él brillaban de deseo desbordado y separó las piernas ligeramente.

Harry se recostó sobre ella de nuevo y buscó sus labios. Gimió fuertemente, al sentir que la masculinidad de él rozaba su entrada.

– Oh, Merlín, Hermione – gimió Harry, excitado.

Hermione levantó las caderas hacia él, y gimió de nuevo cuando lo sintió entrar. Ella le rodeó la cintura con las piernas y empujó para que entrara completamente, pero Harry se mantuvo firme donde estaba. A medio camino. Levantó la cabeza, pero no la miró. Hermione se removió incitándolo a continuar. 'Oh merlín' pensó.

– ¿Qué pasa? – preguntó Hermione, con voz aguda, frustrada.

Harry cerró los ojos, desesperado. Le era tan difícil no moverse; no terminar de entrar.

– Estos no es sólo sexo, Hermione – dijo, débilmente.

– Lo sé.

Él abrió los ojos y le dedicó esa mirada especial para ella; esa mirada que le decía cuanto la amaba.

– Te voy a hacer el amor – dijo, con deseo.

Ella asintió, sonriendo, y volvió a atraerlo con las piernas. Harry recostó la cabeza contra el hombro de ella, y se dejó ir. La mente de Hermione se detuvo. La virilidad de Harry estaba tan adentro, tan profunda; estaba empalada, llena por completo. Harry se estuvo quieto por un momento, abrumado por el placer que sentía. Hermione gritó cuando Harry retrocedió y embistió contra ella. Una, y otra vez; con movimientos rítmicos.

Más rápido, más fuerte y más salvaje. Hermione se retorció de placer contra él y buscó mas contacto, levantando las caderas con cada embestida. Los movimientos se aceleraron, el orgasmo estaba cerca. Harry la besó, con pasión, y le masajeó los senos. Le pellizcó un pezón y un mar de sensaciones explotó dentro Hermione.

La dejó besar porque Hermione se apartó. Ella quería gemir y gritar. La sintió estremecerse bajo él, y humedecerse todavía más. Hermione estaba teniendo un orgasmo, y él, en consecuencia, también. La intensidad aumento y la pasión se desbordó. Los dos gimieron, y Hermione se aferró a la espalda de Harry, desesperada. Harry sintió las paredes de ella apretarse alrededor de él, intensamente. Estaba cada vez más caliente, más mojada; cada vez más deliciosa.

– ¡Oh, Harry!… – gritó Hermione.

Harry le dio una última, y profunda, embestida, antes de que todo terminara.

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N. del A.: Pienso que la actualización fue relativamente rápida, tomando en consideración lo que me demoro generalmente. Como dije, el capítulo siguió en el mismo punto que lo deje la vez anterior. Y también incluí el lemmon que espero no haya ofendido a nadie. Quedan, si nada extraordinario pasa, dos capítulos para que termine la historia; más un epilogo que todavía no estoy seguro si voy a escribir. Ahora sí, me despido. Gracias por los reviews y gracias por leerme.