Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen (Muchas ganas no nos falta a cualquiera que le guste Inuyasha verdad?) le pertenecen a Rumiko sama!
Y ni el tiempo borra tu partida
Autor: Aydé
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Capitulo 1.-
-Remembranzas-
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-Ja, ja, ja, a que no me atrapas!-
Un pequeño de cabello negro corría por el enorme jardín de la mansión que visitaba. Corría por entre los arbustos tratando de esconderse de su compañera de juegos que corría tras él tratando de alcanzarlo pero sin éxito, ya que él le llevaba bastante ventaja.
-Vamos, eres muy lenta!- Miraba hacía atrás divertido, sabía que no lo podría alcanzar, así que se sintió orgulloso y sonrió victorioso. En su carrera la voz imponente de un hombre lo distrajo de su aparente victoria.
La curiosidad de un niño de 8 años es enorme y en él no fue la excepción, así que se escondió detrás de un enorme arbusto, lo suficientemente grande como para cubrir su pequeño cuerpo, se abrió paso entre las ramas para poder observar a quien captaron su atención.
Se sorprendió al ver al amigo de su padre, Naraku, quien era el dueño de la mansión en la que estaba. Era un hombre alto y de mirada fría, siempre que lo veía le causaba un poco de escalofríos. Su cabello café oscuro le llegaba a la mitad de su espalda, por algo, esa característica le resultaba admirable, tal vez por que su padre lo llevaba igual que él, solo que un poco más largo. Su inocente conclusión fue que todos los hombres importantes usaban el cabello largo, he ahí su decisión de no cortárselo nunca, quería llegar a ser tan importante como su padre y tal vez así lo lograría. Al lado de aquel hombre, una niña que aparentaba unos 11 años sollozaba. La presencia de la niña le sorprendió ya que él no la había visto antes, notó que tenía el mismo color de cabello que el de Naraku. Sus dudas crecieron más, él no había dicho que tuviera una hija.
-Te lo advierto niña, donde esta?- La dureza en sus palabras provocaban un estremecimiento involuntario en ambos niños.
-Ya le dije que no lo sé!- La niña de ojos rojos mostraba el miedo en su mirada, que sentía hacía el hombre frente a ella que la acusaba.
-No te hagas la tonta, vi perfectamente que la tomaste y corriste hasta aquí-
-Pero… no la tengo…- Sus ojos cristalizados estaban a punto de desbordarse.
El pequeño que estaba escondido entre los arbustos, estaba tan metido en la conversación que no se dio cuenta de que su compañera ya lo había alcanzado.
-Inuyasha!-
El grito sorprendió tanto al mismísimo Inuyasha como a Naraku y la pequeña que aprovechando la distracción corrió hacía el interior de la mansión.
-Quien demonios…- Arrugó el ceño mostrando su enfado, mientras daba unos pasos.
Al ver que se acercaba, Inuyasha sintió temor, pero no por él, si no por su amiga, la cara que Naraku acababa de mostrarle le aseguraba que si la encontraba no sería para tratarla bien, sino para tratarla como a la otra niña. "Kagome" Pensando en ella se alejo antes de que Naraku lo descubriera, tenía que encontrar a Kagome.
No muy lejos de ahí una pequeña de unos 6 años buscaba a su amigo.
-Inuyasha, donde estas!- Gritaba la niña adentrándose entre los arbustos.
Escuchaba los gritos de su amiga cada vez más cercas, sus ojos la buscaban desesperados, mientras oía los grandes pasos del mayor que los buscaba.
Los grandes arbustos impedían que el hombre encontrará la pequeña que había escuchado, tal vez esa niña había encontrado lo que tanto buscaba y si era así, haría todo por quitárselo.
Con temor observó como Naraku estaba tan cercas de Kagome aún sin verla y ella como se había parado al verlo, rápido tomó a su amiga de la mano y se tiraron los dos hacía n lado donde los arbustos se hacían más estrechos y eran más altos, logrando esconderse entre las raíces sin ningún problema.
La niña se hallaba bastante confundida por la actitud de su amigo.
-Inu…- Pero una mano tapo su boca impidiéndole terminar.
-Shhh…- Fue lo único que escucho ya que después de eso Inuyasha la acercó a su pecho abrazándola protectoramente. Su mano acariciaba su espalda tranquilizándola y la otra en su nuca apretándola levemente.
Inuyasha observó temeroso como Naraku caminaba alrededor de ellos como si ya los hubiera descubierto. Pensaba que tal vez él ya sabía que estaban ahí y que estaba esperado a que salieran por ellos mismos. Cuando su mente contemplo el salir de su escondite y afrontar la situación se sorprendió cuando lo vio retirarse de ahí. Sonrió al verlo alejarse de ellos, pero su sonrisa se esfumó al oír a su protegida sollozando.
-Que te pasa Kagome?- Preocupado por ella, levantó su mirada para verla a los ojos.
La pequeña trataba de no llorar y así explicarle a su amigo. –Es que… tuve mucho miedo…-
-No seas tonta Kagome, yo siempre te protejo de los peligros!- Le grito inconscientemente tratando de hacer que no llorará más.
-No me digas tonta!- Igualando su tono de voz, pero quebrándosele y llorando abiertamente.
Inuyasha la miraba atónito. Nunca le ha gustado ver llorar a alguna mujer, mucho menos a su Kagome, porque así era como él la llamaba secretamente, ya que esa niña llorona siempre había estado a su lado, incluso sin que él se lo pidiera, por que confiaba en él ciegamente. Se sintió culpable por hacerla llorar y la estrecho en sus brazos nuevamente consolándola.
-Perdóname Kagome…-
Bajo su vista sintiéndose avergonzado por hacerla llorar y entonces, ahí, entre la tierra vio algo que brillaba. La agarro con su mano sin romper su abrazo con kagome, para luego guardarlo en la bolsa de su pantalón.
-Por que… nos escondimos Inuyasha?- Preguntó la niña ya más calmada y mirándolo a los ojos.
Inuyasha sonrió, no quería verla llorar más, así que sacó de su bolsa el tesoro que había encontrado y se lo mostró a Kagome.
-Mira Kagome-
La pequeña lo observó asombrada. –Que es?- Olvidándose de las lagrimas y mirando intrigada aquella hermosa piedra.
-Es mi tesoro, no quería que nadie la viera así que… por eso nos escondimos-
Inuyasha miraba la piedra color violeta entre sus manos, en realidad era bellísima; de pronto se le ocurrió algo. Si le daba la piedra a Kagome ella se sentiría mejor, además de que olvidaría que la había hecho llorar.
-Kagome… te la regalo- Ofreciéndole la piedra a su amiga quien al escuchar esto sus ojos color chocolate se abrieron más.
-Que!- Lo miró esperando algún comentario que lo hiciera arrepentirse de lo que había dicho, pero al no oír nada lo miro de intensamente y de una manera especia que hizo sonrojar a Inuyasha.
-La quieres si o no?- Le reprocho escudándose en su famosa aptitud, ocultando el leve sonrojo que adornaba sus mejillas.
Kagome sonrió al oír el comentario de Inuyasha. Sabía que ese tipo de reproches solo lo hacía cuando se sentía intimidado así que tomó la piedra. Al tenerla en sus manos la piedra brillo y cambio de color violeta a un rosa resplandeciente.
-No sabía que era mágica- Sentencio Inuyasha asombrado, pero feliz al ver a Kagome, su Kagome, contenta y con una hermosa sonrisa en sus labios.
Miraba por los ventanales del edificio, todas aquellas lucecitas que iluminaban Tokio y que, desde la oficina de Taisho Company se podían observar sin ningún problema ya que el edificio Taisho era uno de los más imponentes de Tokio. Un joven perdía su vista ambarina en una de las tantas luces de la ciudad. La luna iluminaba la oficina, la que indicaba que de nuevo era la noche él que lo acompañaba en sus recuerdos.
-Quien… iba a decir… que quien debió protegerse… era yo, pero… de ti-
Se dirigió a su escritorio donde una botella de vino junto con una copa a la mitad lo esperaba. Le dio un trago bebiéndose todo el contenido para luego llenarla otra vez. El alcohol nunca había sido su mejor amigo, pero en ocasiones lo hacían olvidar y eso era lo que necesitaba hacer.
Subió su copa a la altura de su cara en señal de brindis. –Por ti…-
Al tratar de tomársela cayó hacia atrás por la inclinación que había echo, dejándolo en el suelo y riendo abiertamente reaccionando a los efectos del alcohol.
La luz del despacho lo hizo cerrar los ojos que empezaban a molestarlo. Parpadeo un par de veces para acostumbrarse a la luz.
El joven de cabello café oscuro que estaba parado en la puerta, recorría con la mirada la oficina. Se detuvo al encontrar lo que buscaba a un lado del escritorio, en el suelo.
-Inuyasha…- Camino hasta el ayudándolo a levantarse. - Has bebido? Pero que te pasa?- Le preguntó decepcionado.
-Miroku… que haces aquí?-
-Que, que hago aquí? Bueno, te llamé como unas diez veces y no contestabas, Eri me dijo que cuando salió, aun no salías de tu oficina, así que supuse que aquí estabas-
Inuyasha trataba de alejarse de Miroku quien se empeñaba en sentarlo en la silla, tomando la botella de vino. –No necesito de tu ayuda, Miroku-
Miroku negaba con la cabeza. Era increíble lo terco que llegaba a ser su amigo. Le arrebató la botella y la guardo en la vitrina mientras Inuyasha se bebía la copa que había llenado minutos antes. –Y por fin, me dirás el nombre de la mujer que te tiene así?-
-Ya te dije que no es una mujer! Oye donde esta el vino?- Buscándolo con la mirada.
-Vamos Inuyasha- Tomó la mano de Inuyasha y la puso alrededor de su cuello para ayudarlo a caminar y salir de la oficina. –Bueno, al menos como es ella?-
-Por que crees que tiene que ser una mujer!- Aún tambaleándose, su carácter era el mismo.
-Por que es por lo único que te emborracharías…- Sonriendo irónicamente
-Yo no… me emborracho por ella… no quiero volver a verla! No quiero ver… de nuevo sus… hermosos ojos color chocolate… ni oler… su dulce perfume…- Al fin se había entregado completamente al alcohol.
-Y dices que no te trae así?- Mirándolo sarcásticamente.
-Oye Miroku… te quiero mucho-
-Oh, de verdad?- Ahora si que tendría con que molestar a su amigo por un largo tiempo.
Continuará…
Hola! Bueno, este es mi segundo fic que hago, espero y les guste. Antes que nada quisiera agradecerle a mi amiga Jenny "Inumoonhp05" muchas gracias amiga sin ti no lo hubiera hecho posible!
Besos y cuídense.
&& Ayde &&
