Perdón por el retraso, es que mi imaginación se fue de vacaciones, y no quería regresar (la imaginación de anita, coge sus maletas y se va) además, mi novio tiene gripa, y no lo he podido ver, por qué estoy castigada, si señoras y señores, la autora esta castigada, hasta Agosto, cuando termine el semestre ¬¬. Es que reprobé Biología, no hagan lo que hice yo, tuve una buena nota, 89/100, pero reprobé por faltar a clase… XD
Ahora si, esta es una historia basada en el libro, "El mundo encantado de Ela" de Gail Garson Levine. Y los personajes son de la rubia, ósea, ya saben escribo sin lucro… bla, bla, bla…
Saludos y más comentarios al final, ahora si a leer….!
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EL MUNDO ENCANTADO DE GINNY.
By:RaNaBaNaNa ®
Magia mayor y ¿Escuela de señoritas?
Mi boca se abrió automáticamente. Me acerqué la cuchara y un sorbo de sopa caliente descendió por mi garganta. Tonks había escogido las zanahorias que estaban en su punto, las más dulces, las más jugosas. Otros aromas acompañaban al de las zanahorias: el del limón, el caldo de pollo y el de una especia que no podía identificar. Era la mejor sopa del mundo, aquella sopa mágica que sólo Tonks podía preparar.
La alfombra, la sopa… Eran mágicas… Entonces, ¡Tonks era un hada! Pero si lo era, ¿por qué dejó que mamá muriera?
-Tú no eres un hada.
-¿Por qué no?
-Si lo fueras habrías salvado a mamá.
-¡Oh, cariño, lo habría hecho si hubiera podido. Si tu madre no hubiese quitado la crin de su sopa ahora estaría viva.
-Si lo sabías, ¿por qué no se lo dijiste?
-Lo supe cuando ya era demasiado tarde y tu madre estaba muy enferma. Ya no podía hacer nada para salvarla.
Me desplomé sobe la silla que había junto a la estufa, sollozando tan amargamente que luego costó recuperar el aliento. Entonces Tonks me abrazó, y lloré sobre el cuello de su delantal, allí donde había llorado tantas otras veces por cualquier tontería. Una lágrima cayó sobre mi dedo. Era de Tonks, que también lloraba. Su cara reflejaba el dolor.
-Yo también era su hada madrina, y también la de tu abuela- dijo Tonks mientras se sonaba la nariz.
Aparté los brazos de Tonks para verla mejor. No podía ser un hada. Las hadas no tienen el cabello de un color rosado, o si?
-Demuéstramelo- le ordené
-¿Qué te demuestre qué?
-Pues que eres un hada. Desaparece, o haz algún truco.
-No tengo por qué demostrarte nada. Además, a excepción de Lockhart, las hadas no desaparecen en presencia de los mortales.
-Pero ¿puedes hacerlo?
-Pues claro que podemos, lo que pasa es que no lo hacemos. Lockhart es el único lo suficientemente tonto y grosero como para hacerlo.
-¿Y por qué es tonto?
-Porque se cree más importante si demuestra sus poderes mágicos- contestó Tonks mientras empezaba a lavar los platos –Ven, ayúdame.
-¿Lo saben Neville y Augusta?- pregunté mientras llevaba los platos.
-¿Saber qué?
-Que eres un hada.
-¡Otra vez con lo mismo! Nadie excepto tú lo sabe. Y será mejor que guardes el secreto- dijo Tonks con cara de pocos amigos.
-¿Por qué?
Tonks no me contestó. Se limito a fruncir el ceño.
-Lo prometo. Pero ¿por qué?
-Te lo diré; a la gente le gusta pensar que existen las hadas, pero cuando encuentran una de verdad siempre surgen problemas- comentó mientras lavaba un florero y me lo pasaba. Luego dijo: Tu secas.
-¿Por qué?
-Porque la vajilla está mojada, por eso- respondió, y al ver mi cara de sorpresa dijo –Hay dos razones básicas. Como la gente sabe que podemos hacer magia quiere que resolvamos los problemas por ellos. Y si no lo hacemos se ponen como locos. La otra razón es que somos inmortales, y eso no pueden soportarlo. Después de que muriera su padre, lady Molly no me habló durante una semana.
-¿Y por qué a Lockhart no le importa que la gente sepa que es un hada?
Al muy tonto le gusta presumir. Quiere que todos le den las gracias cuando otorga uno de sus horribles dones.
-¿Son siempre horribles?
-Sí, siempre lo son. Claro hay gente que está encantada de recibir un regalo de un hada, aunque les haga desgraciados para toda la vida.
-¿Y cómo sabia mamá que tú eras un hada? ¿Por qué me lo has contado a mí?
-Todos los de tu linaje son amigos de las hadas. Tú tienes sangre de hada en tus venas.
-¡Sangre de hada! ¿Puedo entonces hacer magia? ¿Soy inmortal? ¿Mamá lo habría sido si no se hubiera puesto enferma? ¿Tienen muchos amigos las hadas?
-En realidad muy pocos. Aquí, en Hogwarts, tú eres la única. Y acerca de tus otras preguntas, debo responderte que no tienes poderes mágicos ni eres inmortal. Sólo tienes una gota de sangre de hada. Pero hay una cosa que delata que hay algo mágico en ti: tus pies. Son más pequeños de lo normal, y no han crecido desde hace mucho tiempo. Eso es un rasgo característico de los seres mágicos.
-Ninguna parte de mi cuerpo ha crecido desde hace tiempo, si te refieres a eso.
-No es cierto. Tú crecerás, pero tus pies no. Tendrás pies de hada, como tu madre.- Tonks dijo aquello mientras levantaba su falda y las cinco enaguas que llevaba debajo para mostrarme sus pies, no mucho más grandes que los míos. –Somos demasiado altas para tener unos pies tan pequeños. Es lo único que no podemos cambiar con nuestra magia. Los hombres que tienen poderes mágicos rellenan sus zapatos para que nadie se dé cuenta de que tienen los pies pequeños, y nosotras, las hadas, los ocultamos bajo nuestras faldas.
Asomé uno de mis pies fuera del vestido. Tener los pies pequeños era elegante, pero ¿me harían ser más torpe cuando creciera? ¿No sería más difícil guardar el equilibrio?
-Si quisieras,¿podrías hacer que me crecieran los pies? O…- Me detuve pensando en alguna otra posibilidad, mientras miraba la lluvia que caía -¿Podrías detener la lluvia?
Tonks asintió con la cabeza
-Hazlo, por favor.
-¿Y por qué tendría que hacerlo?
-Por mí. Quiero ver magia, magia mayor.
-Nosotras no hacemos magia mayor. Sólo la hace Lockhart. Es demasiado peligroso.
-¿Qué hay de peligroso en detener una tormenta?
-Quizás algo, quizá nada. Usa tu imaginación.
-Aclarar el cielo tiene que ser algo bueno, la gente podría salir…
-Usa tu imaginación- repitió Tonks.
-Los pastos necesitan agua, las cosechas también…
-¿Qué más?- continuó Tonks.
-Quizás algún ladrón esté a punto de robar, y no lo hace debido a al mal tiempo.
-¡Eso es! O quizá si detengo la lluvia podría iniciarse una sequía y luego tendría que remediarlo, por que habría sido mi culpa. Y quizá la lluvia que viniera después podría romper una rama y caer sobre el tejado de una casa, y entonces también tendría que arreglar ese desastre…
-Pero tú no tendrías la culpa de todo eso. Los dueños de la casa tendrían que haber construido un tejado más resistente.
-Quizá sí, quizá no. O a lo mejor mi magia podría provocar una inundación y causar víctimas. Éste es el problema de la magia mayor. Por eso yo sólo uso practico magia menor: buenos guisos, mi sopa curativa, mi tónico…
-Cuando Lockhart me hechizó, ¿practicó la magia mayor?
-Pues claro que sí. ¡El muy tonto!- Exclamo Tonks.
-Dime cómo romper el hechizo. Por favor, Tonks.
-No sé cómo hacerlo, sólo sé que puede romperse.
-Si le digo a Lockhart lo terrible que es para mi, ¿tú crees que lo deshará?
-No lo sé. Tal vez sí. Pero si te levanta ese hechizo puede hacerte otro todavía peor. El problema de Lockhart es que todas las ideas que entran en su cabeza salen convertidas en hechizos.
-¿Qué aspecto tiene?
-Es distinta al resto de nosotras. Pero será mejor que nunca llegues a conocerla.
-¿Dónde vive?- pregunté, por si podía encontrarla y persuadirlo de que rompiera mi hechizo. Quizá Tonks estaba equivocada acerca de Lockhart.
-No tenemos buenas relaciones. No me interesa por dónde anda ese tonto de Lockhart. ¡Cuidado con ese plato!
La orden llegó demasiado tarde. Fui a buscar la escoba mientras preguntaba:
-¿Son todos los amigos de las hadas tan torpes como yo?
-No, cariño. La sangre de hada no hace que uno sea torpe, eso es propio de los humanos. ¿Me has visto alguna vez romper un plato?
Empecé a barrer, pero no fue necesario. Los trozos del plato se reunieron y fueron directo a la basura, como por arte de magia. No podía creerlo.
-Ése es el tipo de cosas que hago, cariño. Magia menor, que no puede causar ningún daño y sin embargo es útil. No quedan trozos cortantes en el suelo.
Miré fijamente la basura; los fragmentos de loza seguían allí.
-¿Por qué no reconstruiste el tazón, Tonks?- pregunté.
-El poder de la magia es muy fuerte, aunque no lo parezca. Podría herir a alguien, nunca se sabe.
-¿Quieres decir- continué –que las hadas no pueden ver el futuro? Si pudieran lo harías, ¿verdad?
-No podemos prever el futuro. En eso somos como tú. Sólo los gnomos pueden hacerlo, bueno, sólo algunos.
Sonó una campanilla en la casa; papá estaba llamando a los sirvientes. Mamá nunca la había usado.
-¿Tú también eras el hada madrina de mi bisabuela? Se me ocurrían infinidad de preguntas: "¿Durante cuánto tiempo habia sido Tonks nuestra hada madrina? ¿Qué edad tenia…?" entonces entró Augusta, anunciando que sir Lucius quería verme en el estudio.
-¿Qué quiere?- pregunté.
-No lo ha dicho- contestó Augusta nerviosa, mientras jugueteaba con su buitre disecado.
Augusta se asustaba por cualquier cosa. ¿Qué había de malo en ello? Mi padre quería hablar conmigo, eso era todo.
Terminé de secar un plato, luego otro, y otro.
-Por favor, no se entretenga, señorita- dijo Augusta.
Iba a secar otro plato cuando Tonks me aconsejó que fuera en seguida, y que me quitara el delantal. También parecía asustada. Hice lo que me sugirió y fui a ver a papá. Me detuve en el umbral del estudio. Papá estaba sentado en el sillón que solía ocupar mamá. Examinaba algo que reposaba en sus rodillas.
-¡Ah, ya estás aquí!- dijo levantando la vista- Acércate Ginevra.
Le miré, desafiando su orden. Entonces di un paso hacia adelante. Era el mismo juego al que jugaba con Tonks: obediencia y desafío.
-He dicho que te acerques, Ginevra.
-Ya estoy cerca.
-No lo suficiente. No tengas miedo, no voy a morderte. Sólo quiero que nos conozcamos un poco más.
-Se acercó a mí y me condujo hasta una silla que había frente a la suya- ¿Has visto alguna vez algo tan maravilloso como esto?- comentó mientras me mostraba el objeto que reposaba en sus rodillas. A continuación me lo tendió –También puedes sostenerlo tú, aunque es bastante más pesado de lo que parece a simple vista.
En ese momento pensé en dejar caer aquel objeto, ya que tanto le gustaba. Pero una vez que lo hube mirado ya no pude hacerlo.
Se trataba de un castillo de porcelana no más grande que mis dos puños juntos, con seis torres diminutas, terminadas en un candelabro en miniatura. Y… ¡Oh! Entre las ventanas de las torres pendía un hilo de gasa del que colgaba… ¡La ropa! Había allí unos calcetines, una túnica, un delantal de bebé, todo tan fino como el hilo de una tela de araña. Pintada en una ventana del piso de abajo, aparecía una doncella que saludaba con un pañuelo de seda.
Papá me lo quitó de las manos.
-Cierra los ojos.
Oí cómo cerraba las pesadas cortinas y le espié con los ojos entre cerrados. No me fiaba de él. Puso el castillo sobre la repisa de la chimenea, colocó unas velas en ella y las encendió.
-Ahora abre los ojos.
Corrí para verlo más de cerca. El castillo era una maravilla que resplandecía. Las llamas hacían relucir los tintes perlados de las paredes blancas, y las ventanas brillaban con una luz dorada que sugería fuegos vivos en el interior.
-¡Oh!- exclamé.
Papá abrió las cortinas y sopló las velas.
-Es fantástico, ¿no crees?
Asentí con la cabeza.
-¿Dónde lo has conseguido?
-Es de los elfos, uno de ellos lo hizo. Son unos alfareros fantásticos. Es obra de uno de los alumnos de Dobby. Siempre he querido tener un Dobby auténtico, pero éste no está mal.
-¿Dónde vas a ponerlo?
-¿Dónde quieres que lo ponga, Ginny?
-En una ventana.
-¿En la de tu habitación?
-En cualquiera, pero junto a una ventana, para que su titilar se vea desde dentro y desde fuera de la casa.
Papá me miró fijamente durante unos segundos.
-Le diré a su futuro comprador que haga lo que dices.
-¡Lo vas a vender!
-Soy un comerciante, Ginny. Me dedico a vender cosas- después reflexionó para sí mismo –Quizás pueda venderlo como un Dobby auténtico. ¿Quien notaría la diferencia?- Luego volvió a dirigirse a mí –Ahora ya sabes quién soy: sir Lucius, el mercader. Pero dime, ¿quién eres tú?
-Una hija que antes tenía una madre.
Hizo caso omiso de mi respuesta.
-Pero ¿quién es Ginny?
-Una muchacha a quien no le gusta que la interroguen.
Pareció satisfecho con mi respuesta.
-Eres valiente al atreverte a hablarme así- comentó, mirándome de arriba a bajo -Tienes mi barbilla- dijo acariciándomela – Fuerte, decidida. Y mi nariz. Y mis ojos, aunque los tuyos sean de color café. Muchos de tus rasgos los has heredado de mí. Me gustaría saber cómo serás cuando crezcas.
¿Por qué creería papá que era agradable hablarme así, como si fuera un retrato y no una chica?
-¿Qué debo hacer contigo?- se preguntó a sí mismo.
-¿Por qué tienes que hacer algo conmigo?
-No puedo dejar que crezcas como una cocinera. Debes recibir educación- dijo, y entonces cambió de tema -¿Qué te parecen las hijas de Madame Fleur?
-No son demasiado agradables- respondí.
Papá rió con ganas, echando la cabeza hacia atrás y agitando los hombros. ¿Qué era lo que le hacía tanta gracias? No me gustaba que se rieran de mí. Intente decir algo agradable acerca de las odiosas Hermione y Romilda:
-Tiene buenas intenciones, creo.
Papá se enjuagó las lágrimas de los ojos.
-No tienen buenas intenciones. La mayor es una desagradable liante, como su madre, y la más joven es una simplona. No hay cabida en sus cabezas para las buenas intenciones.- El tono de su voz se tornó serio –Pero Madame Fleur tiene títulos, y es rica.
-¿Qué tiene eso que ver?
-Quizá debería mandarte a la escuela de señoritas, junto a las hijas de Madame Fleur. Deberías aprender a caminar con elegancia, y no como un pequeño elefante.
¡Una escuela para señoritas! Tendría que dejar a Tonks. Y constantemente me dirían qué debía hacer, y yo tendría que hacerlo, fuese lo que fuese. Intentarían librarme de mi torpeza, pero no lo conseguirían. Entonces me castigarían, y yo me vengaría, y a continuación me volverían a castigar.
-¿Por qué no puedo quedarme aquí?
-Quizá podría buscar una institutriz. Si es que encuentro alguna…
-Preferiría tener una institutriz, papá. Estudiaría mucho si la tuviera.
-¿Y si no, no lo harías?- preguntó levantando las cejas, aunque hubiera jurado que le hacía gracia lo que yo decía. Se puso de pie y se acercó al escritorio donde mamá solía llevar las cuentas de la casa –Ahora vete, tengo trabajo.
Cuando me despedía dije:
-Quizá los pequeños elefantes no pueden ser admitidos en las escuelas de señoritas. Quizá los pequeños elefantes no pueden ser adiestrados. Quizá…
Me callé: papá estaba riendo de nuevo.
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Pues además de lo que les conté al principio del capitulo, no pude subirlo tampoco por que mi computadora no me ha dejado ingresar a fanfiction… no se por qué… pero por el retraso, he subido dos capítulos…. Espero que les guste un beso…
Ahora muchas gracias a: CrazySiriemBlack, Lan.EXE, Vivi-G Weasley, MoonyGem, y en especial a MaryGin muchas gracias por lo que me dijiste para continuar el fic…
RaNaBaNaNa ®
