Mil disculpas por el retraso, es que no se imaginan, la universidad, las tareas, exposiciones, peleas con mi novio T.T, peleas con mi familia T.T, pero tranquilos, ya todo regreso a la normalidad…

Bueno lo que se dice normal, normal, nunca ha sido mi vida, pero se hace lo que se puede…. nn

»-(¯v´¯)-»J¤NnªThðN TëÄmÕ Mü©hø»-(¯v´¯)-»

SOY RUBIA Y MULTIMILLONARIA?

R: NO

Entonces ya saben que nada de esto me pertenece… Es una historia basada en el libro, "El mundo encantado de Ela" de Gail Garson Levine, ósea, ya saben escribo sin lucro… bla, bla!

------------------------------

EL MUNDO ENCANTADO DE GINNY.

By:RaNaBaNaNa ®

La maldad hecha persona

Hermione no sabía nada ni de Lockhart ni del hechizo, pero lo que sí había comprendido era que yo siempre obedecería sus órdenes. De hecho, después de que le lanzara la bola de polvo a la cara se había limitado a son reír maliciosamente. Sabía que tenía mucho más valor el poder que ella acababa de adquirir que mi afrenta.

Me retiré a un rincón del coche y me puse a con templar el paisaje. Hermione no me había ordenado que le quitase el collar. ¿Y si se lo sacaba por la cabeza, o se lo arrancaba del cuello? Prefería que estuviese roto a que ella lo tuviera.

Lo intenté. Ordené a mis brazos que se movieran y a mis manos que lo agarraran. Pero el hechizo no me dejaba. La única forma de lograrlo habría sido que alguien me lo hubiese ordenado, puesto que yo sola no podía desobedecer una orden. Intenté acostumbrarme a ver el collar en el cuello de Hermione. Cuando yo lo miraba, ella lo acariciaba satisfecha.

Al cabo de un rato se durmió, con la boca entreabierta, y empezó a roncar. Entonces Romilda aprovechó para sentarse a mi lado.

—Yo también quiero un regalo como prueba de nuestra amistad.

— ¿Por qué no me das tú algo a mí? —contesté.

Frunció el ceño.

—No, no. Tienes que dármelo tú.

— ¿Qué te gustaría? —pregunté ante la obligación de cumplir una orden.

—Quiero dinero.

Tal y como había prometido, papá me había dado una bolsa llena de Knuts de plata. Tomé mi maletín y le di una moneda.

—Aquí tienes. Ahora ya somos amigas.

Ella escupió sobre la moneda y luego la frotó para que brillara.

—Ahora sí que somos amigas —concluyó. Volvió a su sitio y se acercó la moneda a los ojos para verla bien.

Yo miraba a Hermione, que seguía roncando. Probablemente estuviera soñando en lo que me ordenaría después. Luego miré a Romilda, que se pasaba el canto de la moneda por la frente y luego por la nariz. Tenía ganas de llegar a la escuela, por lo menos allí tendría otras compañeras.

Al poco rato Romilda también se durmió. Sólo cuando estuve segura de que las dos dormían profundamente me atreví a sacar de mi bolsa el libro de cuentos que me había regalado Tonks. Me puse de espaldas a ellas, para ocultar el libro y aprovechar la luz que entraba por la ventanilla.

Cuando abrí el libro, en lugar de un cuento de ha das encontré una ilustración en la que aparecía Tonks. Estaba cortando una cebolla a trocitos, con la que después cocinaría el pollo que aquella misma mañana había desplumado. Estaba llorando. Comprendí que se había contenido al abrazarme. La página se volvió borrosa porque mis ojos también se llenaron de lágrimas, aunque no quise llorar ante Hermione y Romilda, a pesar de que estuvieran dormidas.

Si Tonks hubiera estado en el coche conmigo me habría abrazado, y entonces habría podido llorar tanto como hubiese querido. Me hubiera dado unos golpecitos en la espalda y me habría dicho...

No, aquellos pensamientos no debían hacerme llorar. Si Tonks hubiera estado allí me habría dicho que podía ser maravilloso usar la magia para convenir a Hermione en un conejo. Y entonces yo me preguntaría de nuevo para qué sirven las hadas si no es para usar la magia.

Aquello me ayudó. Me aseguré de que mis compañeras de viaje continuasen dormidas y entonces pasé la página del libro. Mostraba la imagen de una habitación, probablemente en el castillo del rey James ya que Harry estaba allí y el escudo de Griffindor estaba pintado en la pared, sobre un tapiz. Harry estaba hablando con tres de los soldados que habían vigilado a los ogros.

No entendía lo que significaba aquella escena. Quizá la siguiente página lo explicaba. En ella encontré dos ilustraciones más, pero en ninguna aparecían ni Harry ni los soldados.

En el reverso había un mapa de El valle de Godric nuestra propiedad, debajo del cual figuraba la inscripción: "Sir Lucius". Mi dedo siguió la ruta hacia el viejo castillo, junto al que estaba la colección de animales del rey. Había otro camino hacia el sur; era el mismo que recorríamos en aquel momento. Quedaba más allá de los límites del mapa, más allá de la propiedad. La ilustración de la derecha mostraba el coche de papá, seguido de tres carros tirados por mulas y llenos de mercancías para vender. Papá, con la cara al viento, estaba sentado junto al cochero, que alzaba su látigo.

¿Qué más me mostraría el libro?

Esta vez parecía un cuento de hadas como El zapatero y los elfos. En esta versión, sin embargo, cada elfo tenía su personalidad y llegué a conocerlos mejor que al propio zapatero. También entendí por qué desaparecen después de que el zapatero les haga unos trajes. Resulta que van a ayudar a un gigante a deshacerse de un enjambre de mosquitos que son demasiado pequeños y que él no puede ver. Los elfos dejan una nota de agradecimiento para el zapatero que él no llega a leer porque pone su taza de café encima. Ahora entendía mejor aquel cuento.

—Tu libro parece fascinante. Déjamelo ver —dijo Hermione, que acababa de despertarse.

Me sobresalté. Si también me quitaba el libro la mataría. Cuando se lo tendí pareció aumentar de peso.

Sus ojos se abrieron a medida que leía.

— ¿Te gusta esto? "El ciclo vital de la garrapata del centauro." —Pasó las páginas—. "Minas gnómicas de plata en terrenos peligrosos."

— ¿No te parece interesante? —pregunté aliviada—. Puedes leerlo si quieres, si vamos a ser amigas tenemos que tener intereses comunes.

—Tú no puedes compartir mis intereses, querida —dijo devolviéndome el libro.

Aquel viaje me sirvió para saber qué podía esperar de Hermione. Una vez en la posada donde íbamos a pasar la primera noche, me informó de que el lugar que ocupaba yo en el coche era el destinado a su sirvienta.

—Pero no importa, porque tú puedes ocupar perfectamente su lugar —dijo ladeando la cabeza—. Aunque, pensándolo mejor, como perteneces a la nobleza sería un insulto convertirte en mi criada. Serás mi dama de compañía, y algunas veces también la de mi hermana. Oye, Romilda, ¿hay algo que Ginny pueda hacer por ti?

—No, yo ya sé vestirme y desvestirme sola —contestó Romilda desafiante.

—Nadie ha dicho que no sepas —dijo Hermione sentándose en la cama que íbamos a compartir. Levantó los pies y dirigiéndose a mí ordenó—: Arrodíllate y ponme las zapatillas, Ginny. Me duelen los tobillos.

Las tomé sin decir nada. Mi nariz se llenó del agrio olor de sus pies. Llevé las zapatillas hasta la ventana y las tiré abajo.

Hermione bostezó.

—Te has buscado trabajo extra. Ve abajo y recógelas.

Romilda corrió hacia la ventana.

— ¡Tus zapatillas han caído en un cubo de agua sucia!

Aunque me vi obligada a subir las malolientes zapatillas a la habitación, Hermione no tuvo más remedio que llevarlas puestas hasta que encontró otras limpias en su baúl. Después de aquello pensaría con más cuidado las órdenes que me daba.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, calificó los cereales de incomestibles.

—No los comas, Ginny. Te pueden sentar mal —dijo mientras tomaba ella una cucharada.

Salía humo de mi plato, y pude apreciar el aroma de la canela. Tonks también solía ponérmela en el desayuno.

—Pues si es tan malo, ¿por qué comes? —Preguntó Romilda a su hermana—. Yo estoy hambrienta, la verdad.

—Tus cereales parecen buenos. Yo me como los míos a pesar de que están asquerosos... —masculló mientras lamía los restos de cereales que le habían quedado en la comisura de la boca—. Es necesario que me alimente para poder dirigir nuestro viaje.

—Tú no vas a di... —empezó a decir Romilda.

— ¿No les gusta su desayuno, señoritas? —preguntó el posadero preocupado.

—El estómago de mi hermana es muy delicado —dijo Hermione—. Ya puede retirar su plato.

—Yo no soy su hermana —protesté mientras el posadero se iba.

Hermione rió mientras revolvía sus cereales con la cuchara.

El posadero volvió con un plato de pan moreno relleno de nueces y pasas.

—Quizás esto le sentará mejor al estómago de la señorita.

Tuve tiempo de dar un buen mordisco al pan antes de que una señora de la mesa vecina solicitase al posadero.

—Déjalo, Ginny —dijo Hermione tras tomar una puntita de pan y probarla—. Es demasiado empalagoso.

—La comida empalagosa me gusta mucho —dijo Romilda alcanzando el pan.

Entre las dos se acabaron mi desayuno en un momentito. Aparte del tónico, aquel pedazo de pan era la única comida que había probado en tres días. Hermione también me hubiera prohibido tomar mi tónico, de no ser porque lo probó. Al tragarlo puso cara de asco.

0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o

Mil disculpas nuevamente por el retraso, si tienen suerte en unos dos días voy a actualizar mí otro fic, "El sirenito" es un J/L

Gracias a los que me dejaron Reviews y a los que no me dejan también… Un beso! xoxoxo

RaNaBaNaNa ®