Ya saben, esto no es mío, si lo fuera tendría suficiente dinero para morirme varias veces, renacer y seguir siendo rica.
Black Future
¿Crees en la reencarnación?
Capítulo II
FUEGO EN PRIVET DRIVE
Harry miraba aburrido por la ventana de la sala, era medio día y los Dursley estaban afuera mirando orgullosos a su único hijo. Y es que como regalo por los 17 años de su primo Dudley, sus tíos le habían comprado una motocicleta. Independientemente de que su tío Vernon siempre recitaba su bien conocido discurso acerca de que los motociclistas eran un grupo de vagos que le costaban al país y que debían ser castigados, nada mas su hijo exigió una su tío cambió todas sus creencias para convertir la motocicleta en "El transporte de los valientes".
Y ahora estaban afuera mientras Dudley pasaba a toda velocidad sobre su motocicleta plateada quemando el asfalto, claro, eso también incluía comentarios en voz alta acerca de las habilidades de su primo y lo fantástico de su estilo y gracia natural. Harry seguía pensando que su primo bien podía formar parte de un circo, era como ver un elefante sobre un monociclo.
La mirada de Harry se desvió hacia un grupo de personas que aparentaban hacer algunas cosas banales y otros que miraban un poco anonadados a su primo dando vueltas una y otra vez. Negó con la cabeza y se puso de pie lentamente para volver a su habitación. Y es que todo lo que había hecho desde que llegara a casa de sus tíos era eso, dar vueltas por la casa, salir al jardín y regresar a su habitación. No había ni intentado cruzar la puerta principal, la razón era muy simple: estaba harto de que lo vigilaran. Desde la noche que llegó a la estación y luego a la casa notó la cantidad inusual de personas que rondaban el lugar, no podía creer que fueran tan ilusos ¿de verdad no sabían que se dio cuenta en cuanto los vio? Algunos parecían traer errores básicos en la vestimenta muggle, como total falta de coordinación en los colores o traer pantalones cortos con saco y corbata. Según había investigado desde el primer día, el Ministerio parecía tomarse muy en serio su seguridad. Aunque mas que cuidarlo parecía estar en arresto domiciliario.
Harry no quiso darles el gusto de verlo fuera, simplemente se había mantenido dentro de casa por casi un mes, no porque tuviera miedo o algo así, simplemente porque estaba harto de todo eso y sabía muy bien que de una manera u otra terminaría perdiendo los estribos al ser seguido por medio batallón. Ellos no podían entrar a la casa, asi que Harry optó por hacerles un poco la vida imposible y no salir bajo ninguna circunstancia.
Sabía también que siempre había alguien de la Orden del Fénix escondido bajo una capa de invisibilidad, evidentemente no lo había visto pero lo sabía, era muy predecible y además Hermione se lo había dado a entender en una de sus cartas, nunca claramente pero se leía entre líneas. Harry no podía culparlos del todo, desde la muerte de Albus Dumbledore todo se había venido abajo.
El mundo mágico no lo había tomado para nada bien. El caos había caído sobre todos como una gran bomba. Nadie lo quería reconocer, pero habían perdido al mas importante pilar contra Voldemort y este había respondido con una serie de ataques indiscriminados, el mas cruel de todos había sido en Londres, las bajas habían sido impresionantes, cada vez era mas difícil mantener el secreto del mundo mágico sobre los muggles. Aún así el diario El Profeta intentaba calmar a las masas, bajo el total control del ministerio como pensaba Harry, habían elevado al Ministro Scrimgeour a la tabla a la que aferrarse en esos tiempos tormentosos, diario se publicaban extensos artículos de las valientes y heroicas incursiones del nuevo ministro y exaltaban cualquier arresto por mínimo que fuese. Incluso, para rabia de Harry, insinuaban que bajo su protección el salvador del mundo mágico, el niño que vivió, estaban en excelentes manos y prácticamente daban a entender que la derrota de Voldemort se iba a dar cualquier día de esos.
Como símbolo de que todo estaba "bien" el Ministerio había permitido la reapertura de Hogwarts, Harry lo había visto publicado hacía dos semanas. También sabía que era una inteligente táctica para mantenerle protegido, Harry estaba a punto de cumplir la mayoría de edad y dejaría de vivir en casa de sus parientes lo que obligaba al Ministerio a hacer rápidos movimientos para proteger al único que aún les podía dar la credibilidad necesaria ante la comunidad mágica.
Claro que ellos no contaban con que Harry no pensaba volver a Hogwarts.
La mesa de la habitación de Harry estaba llena de cartas, papeles y viejos periódicos. Habían varias escritas con una caligrafía muy conocida por el joven pues pertenecían a quien le había mandado las cartas de Hogwarts durante seis años: Minerva McGonagall. Todas traían lo mismo, insistían en que le dijera que estaba haciendo junto al antiguo director el día que murió, al principio las respondió, al final simplemente las ignoró. Sabía que le causarían muchos problemas y que de una u otra manera la Orden entera lo interrogaría sobre el asunto, pero Harry ya estaba preparado.
Había mantenido una constante comunicación con sus amigos, nunca decían nada de sus planes y ni siquiera mencionaban su conocimiento sobre los Horcruxes. Sabía que iría a la Madriguera para la boda de Bill y Fleur y, por lo que había deducido, vendrían por él el día de su cumpleaños, que sería mañana. Harry miró nuevamente su habitación, para mañana a esa hora habría abandonado ese lugar. Sentía una extraña mezcla de sentimientos, sentía una alegría inmensa de dejar esa casa, olvidarse de las indirectas, los maltratos y los sinsabores... pero, también tenía una extraña sensación de melancolía, ellos fueron la primera familia que recordaba y sabía que después de ese día no volvería a verlos jamás.
A decir verdad ni siquiera estaba seguro tener la oportunidad de volver a verlos. Sacó una cadena de debajo de su camiseta, un relicario colgaba de esta y los ojos verdes de Harry se perdieron en la pieza de joyería. No importaba que ocurriera, pasase lo que pasase tenía que mantenerse vivo hasta destruir los Horcruxes, hasta que Voldemort perdiera su inmortalidad.
Se lo debía a Dumbledore, a Sirius, a sus padres y a él mismo.
Escucho a su tía Petunia llamar a cenar a su primo, indirectamente ese también era su aviso de cenar aunque a los Dursley poco les importaba si Harry bajaba o no. Harry suspiró y se dirigió a la puerta, al mal paso darle prisa había oído por ahí.
Tal como pensó y como venía aconteciendo por los últimos dieciséis años, ninguno de los tres Dursley parecieron siquiera notar que Harry se sentó en la mesa, aunque como siempre un cuarto plato estaba colocado en su lugar. Mientras su tío Vernon adulaba la fuerza y habilidad de Dudley en la motocicleta por milésima vez en ese día, Harry se sirvió un poco de puré de papas y alcanzó un trozo de carne que comenzó a comer con total y completa calma en comparación a la aspiradora humana que era su primo. La cena se desarrollaba con normalidad, su tía Petunia hacía su informe diario de las actividades de los vecinos, incluyendo horas de salida y entrada, su tío Vernon también hacía exactamente lo que acostumbraba hacer: quejarse del gobierno, de las altas tarifas, de la gente diferente de ellos y cosas por el estilo. Por lo menos, según pensó Harry, en esos años algo había cambiado, el tema favorito de su tío "Quejémonos de Harry" había ido desapareciendo paulatinamente, simplemente lo ignoraban y él acostumbraba hacer lo mismo lo mas posible. Dudley miraba la televisión como había hecho desde que tenía uso de razón.
Pero esa noche tenía que haber algo un poco diferente y Harry también lo sabía, al día siguiente, a primera hora si por Harry fuese, iba a dejar esa casa para siempre. Dumbledore ya se los había dicho el año pasado durante su visita. Harry esbozo una sonrisa triste mientras miraba su plato, todo se vía tan lejano, todavía le era difícil aceptar la idea de que el grandioso Albus Dumbledore había muerto un mes atrás. Sería muy fácil dejar todo para el último minuto y evitar toda la charla que iba a tener pero sabía que su director así lo hubiese querido y Harry tenía la firme convicción de honrar todo lo que le había intentado inculcar o que había aprendido de él. Además no era un niño, tenía que comenzar a tratar con personas por muy desagradables que fueran, ya que no había nadie mas que lo hiciera por él.
-Hmm... tío Vernon, tía Petunia –dijo Harry con el tono más tranquilo que pudo. La plática se interrumpió apenas diez segundos y luego volvieron a sus conversaciones sólo que un poco más errantes, Harry sabía que esa era la señal de que le estaban poniendo un mínimo de atención. –Hay algo que me gustaría decirles.
Otra vez hubo un mínimo silencio en el que su tía Petunia frunció el ceño como si viera lo mas desagradable del universo y a su tío le temblaba el bigote, su primo seguía en su programa. Algo le decía a Harry que eso iba a acabar siendo causa perdida.
-Si es algo de tu escuela de raros, no quiero saberlo –vociferó tío Vernon poniéndose rojo
-No se trata de eso –contestó Harry con tono cansado. Esto iba a ser difícil. –Mañana me voy de la casa.
La cara de sus tíos se puso un poco más pálida al tiempo que su primo le prestaba atención por primera vez en toda la noche.
-¿Y vendrán a buscarte la gente de tu tipo? –preguntó inmediatamente tío Vernon como si Voldemort hubiese ido a tocar a su puerta. Su tía se abrazó a Dudley mientras este se encogía.
-Supongo –contestó Harry encogiéndose de hombros, la verdad es que ya se había imaginado esta reacción
-Espero que no vuelva a venir ese... ese... –balbuceó tío Vernon. Harry levantó una ceja antes de entender a quien se referían.
-¿Dumbledore? –aportó Harry y ante la mención del nombre los tres Dursley brincaron, que irónico era todo eso al parecer de Harry. De todas formas lo único que hizo fue cerrar los ojos y suspirar, no tenía ni caso decirles lo que había ocurrido, de todas formas lo único que lograría es que se alegraran por la muerte de un gran hombre y Harry no estaba de humor para soportar eso –No, no vendrá él. La verdad es que no se quien vaya a venir.
Lo cual era muy cierto, al final del curso Ron y Hermione le habían dicho que ellos personalmente irían por él pero la verdad Harry dudaba que el resto de la Orden los dejara, ya ni hablar del Ministro. Asi que Harry solamente podía intuir con quien iría, la verdad no sabía ni como dejaría la casa.
-¿A... a que hora vendrán? –habló tía Petunia por primera vez, había comenzado a ver a todos lados como si en cualquier momento fueran a aparecer magos en su impecable cocina.
-No lo se, supongo que temprano. No me han dicho nada.
Aunque para Harry era claro, fueran a ir por él o no, Harry se iba de esa casa mañana, no iba a esperar ni un día mas.
-Espero que quien venga se sepa comportar porque no voy a permitir que cada vez que vengan...
-No te volverán a molestar –le interrumpió Harry con voz cansada –Mañana será la última vez... no voy a volver.
Otro pequeño silencio siguió a estas palabras, podía ver al pequeño cerebro de tío Vernon trabajando a toda velocidad intentando unir las neuronas, luego su tío pareció recordar algo.
-Oh si, algo así había dicho el viejo la otra vez. Algo de la mayoría de edad en ese... mundo. –Harry asintió intuyendo que seguía -¡Y esa es una excelente noticia¿Tiene que ser mañana¿Por qué no hoy?
-Porque es hasta mañana que cumple los diecisiete –dijo tía Petunia. Todos la miraron extrañados, Harry quien mas, no creía que su tía Petunia siguiera sabiendo cuando era exactamente su cumpleaños cuando los últimos seis los había pasado por alto olímpicamente. Al parecer había sido adrede cuando conocía tan bien la fecha.
-Pues... entonces bien –dijo tío Vernon un poco confundido, luego giró de nuevo su rostro enfadado hacia Harry al llegarle una idea terrible a su cabeza -¡Espero que no nos hayas dicho esto pensando que te voy a dar dinero, porque mucho hemos hecho por ti todos estos años!
-¿En serio? –contestó Harry de manera peligrosa comenzando a perder un poco la paciencia, luego contó mentalmente hasta diez –No te preocupes tío, sólo era para avisarles mi partida, por el dinero no te preocupes, mis padres me dejaron el suficiente para vivir todo este tiempo. –Harry casi saboreó el efecto de sus palabras, pero evito sonreír.
-¿Cuánto es suficiente? –preguntó tio Vernon y Harry no pudo evitar sonreír ligeramente.
-Una pequeña fortuna –dijo sencillamente encogiéndose de hombros y metiendo un poco de puré de papas en su boca para no reírse, podía ver como otra vez el color de la cara de sus tíos desaparecía ante la perspectiva de haber vivido con un rico en potencia. Sabía que estaba mal, pero que diablos, era tan divertido hacerles pagar un poco. El color de la cara de tío Vernon volvió a ponerse de un tono rosado peligroso.
-¿Y por qué nunca mencionaste eso! –vociferó -¿Sabes cuanto hemos gastado en mantenerte?
Harry mantuvo una mortal calma e incluso tuvieron que esperar a que terminara de masticar lo que tenía en la boca y que Harry, con total parsimonia, bebiera un poco de agua antes de hablar.
-Me enteré cuando Hagrid vino por mí el día que cumplí once –relató Harry y sonrió ante el escalofrío que recorrió a sus tíos ante la mención de ese evento y como su primo instintivamente se encogía y tocaba el trasero –tal vez si no me hubiesen ocultado mi origen por tanto tiempo me hubiese enterado de mi herencia antes. Luego mi padrino, el asesino convicto ¿recuerdan? –otro escalofrío de los Dursley que casi logra que Harry se carcajeara –él también tenía una buena cantidad de dinero de una antigua y poderosa familia asi que eso aumenta mis ingresos considerablemente, creo que el director Dumbledore lo mencionó de pasada la vez que estuvo aquí.
Una chispita de comprensión iluminó a la familia que seguía mirando de pronto a su sobrino no querido como un brillante sol. Y aunque Harry sabía que pasaba por sus avariciosas cabecitas, también sabía como hacerles caer de sus sueños de grandeza.
-¿Y después porque nunca dijiste nada? –volvió a preguntar tío Vernon con voz baja y peligrosa
-Supongo que lo olvidé –dijo con total inocencia Harry –Además no creo que les fuera útil ni que quisieran aceptarlo. Es dinero mágico, sólo útil en el mundo de los magos, así que supuse que de todas formas no les interesaría.
Con esto Harry se puso de pie para colocar su plato en el lavabo. Los tres Dursley se habían quedado helados ante la mención de que el dinero era del mundo de los magos, ellos nunca tocarían algo así ni querían tener nada que ver con algo relacionado con ese mundo y Harry lo sabía. Así que sonriendo descaradamente Harry salió de la cocina, aunque se detuvo en el marco de la puerta y se dio la vuelta.
-Oh, no tienen que preocuparse por donde viviré –dijo Harry con voz como si quisiese tranquilizar a unos amorosos tíos acerca del techo que tendría –También heredé una mansión bastante grande y el dinero que tengo me basta para comprar otra. Hasta mañana del adiós.
Les dijo y salió de la cocina sonriendo y dejando a tres silenciosos ocupantes de la cocina con las bocas ligeramente abiertas. Había exagerado bastante y sinceramente a él el dinero no le importaba, además de que bajo ninguna circunstancia pensaba vivir en la mansión Black cuando le traía tantos recuerdos dolorosos, pero eso sus tíos no lo sabían, y había sido endiabladamente divertido decirles todo eso.
-o-
Henry Porter se preparaba como si estuviera a punto de librar una batalla mientras su hijo, en pijama, lo miraba sentado en la cama que compartían de ese pequeño cuarto. El niño veía con admiración el traje negro que su padre se había puesto y las botas altas que siempre había envidiado (hasta que tengas edad le dijo su padre), se cerró el cuello alto de la camisa de manga larga y se acomodó el largo cabello castaño con una liga negra, pronto, los gruesos guantes de cuero estuvieron en su lugar y dejo caer sobre sus hombros, con un movimiento circular, la capa negra, todo el tiempo con una mirada extraña en su rostro, sus ojos verde agua lejos, muy lejos de donde se encontraba.
Finalmente su padre guardó un pequeño cuchillo en su bota y colocó dos varitas dentro de su ropa, una mas oculta que la otra. Sirius sabía que una, la que ocultaba mejor, era la verdadera varita de su padre y la otra la que siempre usaba, la que todos conocían. Y también sabía que tenía estrictamente prohibido decir algo acerca de la existencia de la primera.
El hombre se dio una última mirada en el espejo, tenía una mirada aburrida o tal vez ligeramente abatida, como si algo no terminara de cuadrar en esa apariencia, miró por el reflejo a su pequeño hijo con las piernas encogidas mirándolo con interés. Sonrió ligeramente y cuando se giró hacia él aquella mirada había desaparecido para ser sustituida por total tranquilidad.
-¿Vas a irte¿Me vas a dejar aquí solo? –el hombre sonrió suavemente y le revolvió el cabello
-No hasta que estés dormido –le pasó un vaso de leche –Ahora bebe que va siendo hora que te acuestes.
-¡Pero no quiero!
Pero la mirada retadora del niño se cruzó con la calmada de su padre, que dejaba fuera de toda discusión su pequeña rabieta. Aún con el ceño fruncido, el niño apuró el vaso y se metió en la cama mientras el hombre lo veía caer en los brazos de Morfeo. Su rostro se rodeó de culpa, no le gustaba usar pociones con él pero necesitaba que bajo cualquier costo se quedara quieto porque la noche iba a ser muy larga.
-o-
Harry, con el pantalón de la pijama y una playera encima solamente, revisaba cada rincón de su cuarto por cuarta vez, el pequeño madero suelto debajo de la cama estaba fuera de lugar y el hueco totalmente vacío. Todo estaba dentro del baúl, no precisamente en orden, pero adentro al fin y al cabo. Y es que después de todo lo que le había pasado las últimas veces en la que las prisas lo atrapaban y terminaba rogando que nada se le olvidara cuando empacaba a toda velocidad, esta vez quería que fuese diferente, no iba a volver a esa casa sin importar que algo se le olvidara. Cerró la tapa del baúl y colocó encima la jaula de Hedwig, se dirigió ala ventana para mirar ansioso en busca de una mancha blanca en el horizonte, aunque era difícil de ver con toda esa bruma que seguía sin desaparecer debido a los dementores. Si su lechuza no aparecía esa noche esperaba que fuese lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que ya había partido. Dio la espalda a la ventana cuando un batir de alas le alertó y una imponente ave blanca apareció y se posó en la mesa, Harry se acercó a ella para acariciarla mientras esta le daba un cariñoso mordisco en la mano.
-Hedwig, necesito que vayas con Ron –le informó, el ave giró la cabeza y extendió la pata como si esperase la carta que debía llevar, Harry negó con la cabeza –No, esta vez no habrá carta, Ron sabrá que pasa y yo mañana estaré por ahí.
Hedwig se subió al brazo de Harry cuando este se lo ofreció y con una última mirada la dejo ir y se quedo en la ventana viendo como desaparecía en las alturas. Harry suspiró y apagó la luz de su habitación para sentarse en la cama, tenía que descansar porque mañana sería un día agitado.
El sonido de unos pasos subiendo por la escalera alertó a Harry, los pasos pequeños de tía Petunia justo después de su limpieza nocturna de la cocina, siempre pasaban por el cuarto de Harry y seguían al de Dudley para darle las buenas noches para finalmente apagar la luz y terminar con el sonido de una puerta cerrándose que era cuando la casa se envolvía en el silencio. Harry se sabía la rutina de memoria, sin embargo esta vez hubo algo diferente, los pasos se detuvieron frente a la puerta de Harry por, por lo menos, 30 segundos, Harry miraba atento por debajo de la puerta donde la sombra de una persona se reflejaba a través de la luz del pasillo un poco confundido ¿Por qué tía Petunia se detendría en su puerta si en su vida lo había hecho? Pero nada mas pasó, los pasos se volvieron a escuchar, luego el buenas noches a Dudley, la luz se apagó y finalmente la puerta se cerró en la recámara principal.
Harry se dejó caer en la cama sobre las colchas, sus lentes aún encima y se quedó mirando el techo solo iluminado por la vaga luz que provenía de la calle. Esa sería su última noche en Privet Drive, la última vez que estaría en es cuarto y que escucharía los ronquidos de sus tío y primo por sobre el silencio de la casa, no mas gritos, regaños o malvadas tías que soportar, adiós a los maltratos y abusos, adiós a la indiferencia, adiós a los malos recuerdos, adiós a la infancia infeliz, adiós alacena debajo de las escaleras, adiós arañas, adiós al encierro... pero también adiós a todos esos recuerdos, al olor de las magnolias en verano, a los jardines inmaculados, al sonido de tía Petunia cocinando, las quejas de tío Vernon y la televisión a todo volumen de Duddley...
-Adios Privet Drive –murmuró Harry con media sonrisa.
-o-
No tenía idea de que hora era pero el murmullo incesante que venía de afuera lo despertó. Todo se veía muy claro ya que para su sorpresa, se había quedado dormido con los lentes puestos, era imposible que ya fuese de día si sentía que apenas y se había dormido, pero la claridad afuera parecía indicar lo contrario. Harry agitó su cabeza para despejar el sueño cuando la realidad lo golpeó.
No era el sonido habitual de una mañana de trabajo lo que llegaba a sus oídos, sino gritos histéricos de masas. Y no era la claridad del día lo que iluminaba su habitación sino un resplandor dorado y rojo. Harry saltó de la cama y sujetó la varita que tenía sobre la mesa para asomarse por la ventana. La sangre se le heló de golpe.
¡Toda la calle estaba ardiendo en llamas! Pero eso no era lo que mas horrorizó a Harry sino la visión de por lo menos cincuenta sujetos vestidos con túnicas negras y usando máscaras blancas¡mortífagos!
Harry ni siquiera se preocupo por ponerse algún tipo de calzado, se arrojó tal como estaba fuera de su habitación la varita en alto, casi choca con un totalmente aterrorizado Dudley que vestía su pijama de rayas rojas y blancas que le daba apariencia de carpa de circo. Dudley nada mas vio la varita de Harry gritó con fuerza al tiempo que se prendía la luz del pasillo y tío Vernon parecía en su pijama azul con una bata del mismo color con tía Petunia oculta detrás con su bata de encaje blanco y su ridículo gorro, ambos pálidos como la cera. Al ver a Harry con la varita tía Petunia gritó también y tío Vernon sacó una pistola de su bata.
-¡Soy yo, soy yo! –le paró Harry antes de que su tembloroso tío perdiera un tiro. Bajo la pistola en parte porque también Dudley estaba cerca de Harry, su primo inmediatamente corrió a refugiarse con su madre.
-¿Qué demonios pasa! –gritó tío Vernon a Harry como si todo eso fuese su culpa.
-¡No lo se¡Eso mismo quiero averiguar! –le contestó Harry con enojo.
Echó a correr por el pasillo con dirección a las escaleras, los tres Dursley atrás, casi se cae cuando sus calcetas se resbalaron en el impecable piso de su tía al momento de frenar y bajo las escaleras de tres en tres, al llegar al recibidor paró de golpe al ser iluminado por un destello verde que impactó contra la casa e iluminó todo. Detrás de él escuchó el grito histérico de su tía Petunia. Harry se había quedado tan estático como ellos, sin embargo la casa seguía intacta. Al girar la cabeza vio a sus tíos y primo a tres pasos de él, al pie de la escalera, mientras mas resplandores iluminaban el jardín y los alrededores.
De pronto un gritó se elevó por sobre el caos y los gritos de la gente a su alrededor, una voz que le sonó conocida a Harry.
-¡Harry¡Por ningún motivo salgas de la casa!
Harry maldijo por lo bajo al reconocer la voz como la de Lupin ¿qué diablos estaba pasando?
-¡Son gente como tu! –gritó tío Vernon -¡Seguramente vienen por ti! –A Harry la sangre le hervía en confusión
-¿De que diablos hab... –pero su voz murió al tiempo que sus ojos verdes se abrían por completo.
¡Pero claro! Por primera vez en su vida su tío tenía completa razón, venían por él... ¡Los mortífagos venían por él! Sabían que cumpliría diecisiete, sabían que el hechizo de protección de Dumbledore tenía que terminar ese día ¡Era la única explicación! Volvió a mirar a su aterrorizada seudo familia.
-Las casas... –musitó tía Petunia con la voz mas asustada que Harry le había oído jamás –todas están en llamas ¡Vernon, todas se queman y la gente huye¿Por qué nuestra casa sigue bien?
-Porque... el hechizo sigue activo –susurró Harry terriblemente nervioso ante la sorpresa de los demás.
-¿Hechizo¡¿Qué hechizo! –volvió a gritar tío Vernon con voz ligeramente mas aguda.
-¿Qué hora es! –exigió Harry ignorando a su tío.
-¿Qué...?
-¡La hora! –volvió a gritar Harry histérico
-11:57... –contestó Dudley con voz queda.
-El hechizo debe desactivarse en el momento exacto en el que yo cumpla la mayoría de edad... –dijo Harry mas para si mismo que para los demás que lo miraban temblando –por eso esta es la única casa intacta, pero todo cambiara en exactamente tres minutos.
Tía Petunia gritó con mas fuerza totalmente histérica mientras tío Vernon lo miraba cada vez mas confundido, rojo y asustado.
-¿DE QUE DIABLOS HABLAS¡¿QUÉ HECHIZO¡¿QUÉ PASARA EN TRES MINUTOS!
Harry se giró a ver a su tío como si por primera vez se hubiese dado cuenta de su presencia, su rostro estaba muy pálido, su voz se oía lejana y ligeramente temerosa.
-El encantamiento que protegía esta casa desaparecerá y ellos atacarán...
Otra maldición impactó la casa y nuevamente iluminó toda la instancia, como si la absorbiera y dispersara para luego volver a la normalidad.
-¿Qué vamos a hacer Vernon? –lloró tía Petunia, gruesas lágrimas cayendo sobre su impecable bata blanca
A Harry se le partió el alma al verlos ahí, indefensos y muertos de miedo, no sabían que hacer y para ser sincero, Harry tampoco. Pero no podía permitir que nada les pasara, podían haber sido unos malvados, abusivos y despreciables parientes, pero eran su familia y por sobre todas las cosas le habían dado cobijo esos años, tía Petunia incluso había aceptado mantenerlo ahí a sabiendas de que la casa tenía una protección especial, si algo les pasaba sería su culpa y jamás se lo perdonaría.
Pensaba a mil por hora, él podía huir fácilmente, le gustara o no la idea, aunque era mas tentador salir y patear muchos traseros por atacar a esa pobre gente inocente que nada tenía que ver con la magia y cuyo único pecado era vivir cerca de él, pero tampoco se podía lanzar a luchar y dejar a los Dursley sin protección, estaba contra la espada y la pared.
-¡Arriba, rápido! –ordenó Harry.
-¿Qué¿Quién te crees...? –comenzó tío Vernon
-¡No hay tiempo que perder! –exigió Harry con la varita en alto y una mirada de completo terror por ellos en el rostro.
Esto pareció convencer a los tres Dursley que comenzaron a subir las escaleras lo más rápido posible mientras Harry intentaba pensar lo mas rápido que su cerebro le permitía entre los gritos y los resplandores que volaban por todas partes. Tenía su escoba guardada, pero volar con ellos tres no era opción, en primera no entraban, en segunda no había tiempo de llevarlos uno a uno y en tercera serían un blanco de lo mas fácil. Era incapaz de desaparecer a los tres al mismo tiempo, con trabajo había logrado desaparecer con Dumbledore hacía un mes... tenía que haber una manera de sacar a los tres al mismo tiempo...
¡Eso era¡Un trasladador! Nunca había conjurado uno en su vida, pero había visto como los hacían y tenía una vaga idea de cómo funcionaban, no importaba donde aparecieran con tal de que fuera lejos de ahí, luego el podría regresar.
-Esperen aquí –ordenó Harry ansioso ante sus tres parientes que se encogían en la esquina del final del corredor. Harry entró veloz a la habitación de sus tíos ignorando las quejas de tío Vernon y tomó lo primero que alcanzó su mano, que resultó ser un zapato de su tío. Regresó con el resto de su familia y concentrando todo su poder (al tiempo que rogaba por un milagro) tocó el zapato con la varita y este vibró un instante aunque, tal como observó Harry, no brilló azul como solían hacer los objetos, pero no tenía tiempo para pensar eso, tenía que intentarlo. –Bien, necesito que todos toquen el zapato al mismo tiempo.
-¿Estas demente¡Yo no pienso tener nada que ver con magia! –objetó su tío mientras Harry contenía las ganas de maldecirlo
-¡Pues si no quieres acabar siendo quemado vivo te recomiendo que no discutas conmigo! –gritó Harry a su vez ¿Qué su tío no notaba la peligrosa situación en la que estaban?
-¿Qué... que hace esa cosa? –preguntó tímidamente tía Petunia
-Sacarnos de aquí... espero–contestó ansioso Harry –Es la primera vez que hago uno así que solo nos queda probar que funcione –los tres Dursley lo miraron con pánico, ese "es la primera vez que hago uno" no les agradaba mucho. Pero el sonido de la explosión de la casa vecina, que hizo saltar a los cuatro, pareció despejar sus dudas. Los tres miraron el zapato en las manos de Harry –Bien, a la cuenta de tres lo tocan todos a la vez. Uno, dos... ¡tres!
Harry sintió un tirón conocido en el ombligo pero duró prácticamente un instante, al momento en que miró arriba otra vez, el corazón por salirle del pecho, vio a sus tres acompañantes abriendo los ojos temerosos para encontrarse de nuevo en su corredor.
-¿No...no funcionó? –preguntó con voz queda Dudley
-¡Maldición! –gritó Harry arrojando el zapato lo mas lejos que pudo e impactándolo contra la pared ante la mirada asustada de los Dursley. ¡Estaba casi seguro que funcionaría! Ahora solo le quedaba una opción.
-¿Ahora que hacemos? –le preguntó tía Petunia temblando de pies a cabeza y abrazando a Dudley, Harry levantó la cabeza para mirar el reloj digital que su primo nunca se quitaba, indicaba las 11:59, eso era menos de un minuto.
-No hay otra opción, tendré que desaparecerme con ustedes de uno en uno.
-¿Tu que..?
-Que uno de ustedes me de la mano, lo sacaré de aquí y regresaré por el otro.
-¡Tu no vas a desaparecer a ninguno de nosotros! –gritó su tío lívido y aterrorizado, mientras tía Petunia abrazaba mas fuerte a Dudley
-¡Mira ya me cansé! –gritó Harry fuera de sus casillas, tan fuerte que su tío se encogió en su lugar y eso que era mas alto que su sobrino -¡Esos tipos vienen por mi, pero a mi me van a sacar vivo de aquí, de eso estoy seguro, pero ustedes no van a correr con tanta suerte y sin bien les va los mataran rápidamente, pero no pienso permitir eso y creo que tu tampoco querrás que nada les oase a ellos dos así que mas les vale que me hagan caso y confíen en mi por una vez en su vida!
Harry respiraba entrecortadamente, estaba furioso, no había tiempo, tía Petunia cerró los ojos y miró a su hijo. Le dio un ligero empujón.
-Saca a Dudley de aquí primero –dijo ella con lágrimas en los ojos. Harry conectó su mirada con la de su tía por un instante, podía sentir todo el amor y el dolor que su tía reflejaba y por un instante sintió el mismo sacrificio que su madre había hecho por él, sabía que para tía Petunia no habiá nada mas importante que Dudley, como para Lily no había habido nada mas importante que Harry al punto de hacer cualquier cosa por salvarlo, incluso morir. Harry sonrió amargamente y tomó a Dudley del brazo.
-Sujétate muy fuerte de mi y no te sueltes. -¿Pero a dónde llevarlos¡A donde fuese! Las afueras de la ciudad le pareció un buen lugar.
Pero justo cuando se concentraba en la desaparición una cascada de eventos ocurrió, todos a la vez. El reloj digital de Dudley comenzó a sonar marcando la media noche y una explosión proveniente de abajo se dejo escuchar haciéndolos saltar. Habían entrado.
Harry se encontró a si mismo nervioso y sin saber que hacer, podía desaparecer con Dudley, pero el sonido alertaría a los mortífagos y antes de que pudiese volver habrían matado a sus tíos, incluso logrando llegar antes por uno, era imposible salvar a los tres. Maldijo su suerte.
-Todos callados –susurró regresando a Dudley con su madre mientras voces se oían abajo. –No hagan ni un movimiento o nos descubrirán.
Los cuatro se pegaron a la pared y entraron en silencio a la habitación principal, estaban atrapados, solo había una ventana y era imposible sacarlos. De pronto se comenzaron a escuchar nuevamente maldiciones yendo y viniendo acompañados de mas voces y el sonido de trastes cayendo junto con muebles destrozados. Tía Petunia gimió y se encogió mas mientras no paraba de llora y temblar. Harry solo necesitaba ese instante, volvió a tomar a Dudley con la esperanza de que entre la confusión le diera tiempo de desaparecerse con los tres, pero la puerta se abrió de pronto con una explosión.
Al tiempo que tía Petunia y Dudley gritaban, Harry se paraba en toda su altura, con mirada fiera y la varita en alto. Los dos, mortífago y Harry, se apuntaban el uno al otro, ninguno haciendo un movimiento, Harry quería evitar a toda costa una batalla temeroso que una maldición perdida impactara a los Dursley, él estaba frente a su tío, quien a la vez estaba frente de tía Petunia y Dudley. Tras la máscara blanca unos ojos lo miraban, ojos indecisos que tampoco disparaban, eso le dio a entender a Harry que sus suposiciones eran correctas.
-Pero miren nada mas, si me saqué el premio mayor –dijo con voz alegre y venenosa. Harry no se movió fulminándolo con sus ojos esmeralda. Si sus suposiciones eran correctas tenía que conseguir hacer tiempo a como diera lugar, lo suficiente para que alguien de la Orden o del Ministerio llegara y le ayudara a sacar a los Dursley de ahí. –Ahora, se buen niño Potter, date por vencido y quítate de en medio –un resplandor brilló en los ojos de Harry un instante al tiempo que tía Petunia chillaba mas
-Oh si, claro –ironizó Harry –y supongo que si lo hago, amablemente dejaras ir a estas personas.
-Ja,ja,ja, lo siento Potter, no estas en condiciones de negociar con tres muggles detrás de ti incapaces de hacer magia. Pero también se cuanto te preocupas por este tipo de escorias así que si te rindes pacíficamente prometo que los mataré rápido, incluso no sufrirán... mucho –terminó con mucho veneno mientras su tía Petunia se encogía en el piso y se hacía ovillo junto a Dudley, su tío Vernon seguía en pie, aunque amedrentado.
-No, creo que no me moveré gracias –casi disfrutó escuchar el gruñido del mortífago –Además, se cuanto te preocupas por que yo siga vivo, porque ya me hubieses matado sino fuese porque tu querido Voldemort no te perdonaría si lo hicieses.
El mortífago sufrió un espasmo al escuchar el nombre y Harry sonrió, si, tal como lo pensaba, tenía que evitar moverse de ahí hasta que alguien llegara, pero los gritos y las maldiciones seguían sonando abajo.
-Bien, es cierto que el Señor Tenebroso ordenó no matarte, pero nadie dijo nada sobre que tan vivo te necesitaba.
Harry vio la maldición venir hacía él, hubiese tenido tiempo para moverse pero sabía que si lo hacía impactaría en tío Vernon, conjuró un escudo pero supo que era inútil cuando lo traspasó y reconoció la sensación del Crucio por todo su cuerpo.
Harry cayó de rodillas al tiempo que un rugido de dolor salía por su garganta, era como mil espadas ardientes por toda su piel y su mente estaba tan inundada por el dolor que casi no escuchaba los histéricos gritos de tía Petunia detrás de él. De pronto se escuchó un disparo y el dolor cesó de golpe para un tembloroso Harry que con toda su fuerza se obligó a mirar para saber que había pasado.
Tío Vernon temblaba de pies a cabeza, blanco como la nieve y con los brazos extendidos empuñando una pistola humeante, la misma que había tenido guardada en el bolsillo. Sin embargo el mortífago seguía en pie, había detenido la maldición imperdonable a tiempo para conjurar un escudo que desvió la bala. Ahora el mortífago lo miraba con odio.
-¿No te han dicho estúpido muggle, que esas cosas no sirven en nosotros? –levantó la varita ante un aterrorizado y estático Vernon Dursley al tiempo que un resplandor verde salía de su varita.
Harry actuó en milésimas de segundo, haciendo uso de toda su fuerza considerando que su tío pesaba fácilmente el triple que él, se lanzó hacia las piernas de su tío derribándolo como si fuese un jugador de football americano, apenas a tiempo para que la maldición asesina fallara por poco y golpeara la pared justo donde había estado el hombre, haciendo caer sobre ellos una lluvia de concreto y pintura. A la vez Harry se dio media vuelta en el suelo y lanzó el Impedimenta mas fuerte que pudo, lanzando al mortífago para impactarlo contra la pared.
Al tiempo de esto otro rostro enmascarado apareció por el rellano de la puerta y miró a su compañero aturdido en el suelo, maldijo y lanzó otra maldición púrpura que estuvo a punto de darle a un desprevenido Harry justo en el momento en que un escudo plateado se interpuso en el camino.
Todos a un tiempo giraron para ver al hombre que estaba parado en la ventana de la habitación, se veía muy sucio y lleno de cenizas, resultado de la batalla fuera, sin embargo había un brillo peligroso en sus ojos verde claro, por un instante la furia reflejada en esa mirada le recordó la que solía tener la de Dumbledore, aunque ese escudo de plata también le resultaba familiar, ya lo había visto antes. El sujeto, todo vestido de negro seguía apuntando al mortífago quien a su vez le gruñía con ira, el sujeto desvió un poco la mirada para ver a Harry y a los tres Dursley pero no hizo ningún comentario, fue el mortífago quien habló:
-¿Tu quien diablos eres?
Pero no hubo contestación, en cambió fue lanzado otro hechizo que hizo al mortífago ocultarse tras la pared del cuarto y salir el tiempo suficiente para que el sujeto de negro apuntara a la cama y la lanzara hacia donde estaba Harry y compañía. Estaba a punto Harry de repeler la cama al creerse atacado cuando esta se detuvo y se depositó suavemente frente a ellos de forma tal que funcionaba como un fuerte, de pronto la cama volvió a brillar y se volvió de piedra sólida.
Estaba Harry a punto de preguntarse que rayos ocurría cuando miró por encima de la cama que el sujeto esquivaba con una rápida desaparición y regresaba la maldición con furia.
-¿Qué estas esperando? –le gritó el sujeto -¡Sácalos de aquí!
Harry entendió la orden y tomó el brazo de Dudley con fuerza sujetando a su primo con fuerza. Con un tronido desapareció ante la histeria de sus tíos.
Apareció fuera de la ciudad, cerca de la carretera desde donde se veía el resplandor brillante de la batalla, Dudley lo miraba asustado, tembloroso y al mismo tiempo confundido por estar en un lugar totalmente diferente. Harry no tenía tiempo de explicar nada.
-Escóndete detrás de esos arbustos –le ordenó –iré por mis tíos y los traeré también. –Esperó hasta que Dudley con su caminar de pato se metiera casi de cabeza detrás de donde le dijo Harry.
Sin esperar nada mas volvió a desaparecer para estar de nuevo junto a sus horrorizados tíos. Tía Petunia gritó al ver aparecer a Harry esta vez sin su pequeño retoño mientras las maldiciones se incrementaban, en el momento en que abrazó a su tía, a la fuerza claro esta, un trozo de cama voló por los aires, sin esperar un segundo mas desapareció con su tía en brazos para caer justo donde había llegado con Dudley. Su tía parecía casi tan confundida como Dudley y buscaba por todos lados a su hijo al tiempo que se soltaba de Harry, Dudley asomó la cabeza y tía Petunia corrió a reunirse con él, pero Harry no se quedó a ver esto pues volvió a desaparecer con un crujido para reaparecer junto a su tío que lo veía anonadado.
-Vamos –le apuró. Tío Vernon le sujetó el brazo a regañadientes y Harry se desvaneció al momento que la cama era destruida por completo.
Al aparecer se dejó caer en el piso al tiempo que tía Petunia exclamaba el nombre de tío Vernon y este se reunía para abrazar a su familia. Harry tomó aire unos momentos, quería volver a la batalla, tenía que hacerlo, pero tampoco quería dejarlos solos cuando se veían tan asustados. Tomó su decisión, tenía que volver al campo de batalla.
-Simplemente no se muevan de aquí –les dijo acercándose a ellos.
Estaba a punto de desaparecer cuando una pequeña y fría mano le sujetaba el brazo, se giró sorprendido para mirar la asustada cara de su tía Petunia que negaba suavemente.
-No... –susurró ella –No nos dejes aquí. Podrían... podrían volver
Harry cerró los ojos derrotado, no podía dejarlos aquí a su suerte, ni siquiera estaba seguro de que era imposible seguirlos, si los atacaban nadie los ayudaría, finalmente no creía que a nadie les importaran tres muggles, nadie mas que a él. Suspiró abatido.
-Esta bien, me quedo.
Una sonrisa triste apareció en la cara roja y surcada e lágrimas de tía Petunia al tiempo que soltaba el brazo de su sobrino. Harry se quedó mirando el horizonte rojizo debido a las llamas que provenían de Privet Drive. Vaya cumpleaños, este era, por más, el mas terrible que había enfrentado, el problema era que ahora sus tíos se quedaban también sin hogar, no quería ni imaginarse como quedaría aquella calle, ni cuanta gente había muerto para ese momento, cuantas caras dejarían de transitar por esos jardines perfectos llenos de gente perfecta.
Esa era la verdadera despedida a su antigua vida... Ese era el verdadero adiós a Privet Drive.
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