Nueva brisa de Noviembre
Crimen y castigo.
Los juicios que habían de seguir como un procedimiento rutinario para devolver la paz al mundo mágico tendrían lugar durante las dos primeras semanas de noviembre, casi a cuatro años de que la guerra hubiera iniciado. Aquellos criminales cuyas ofensas a la comunidad mágica resultaban imperdonables, sufrían, dependiendo de la gravedad de su falta castigos ejemplares.
Aparentemente, las sanciones se habían pensado como un medio para evitar que los acontecimientos pasados se repitieran. Se crearon nuevas regulaciones y leyes, se reestructuraron los departamentos del ministerio de magia y se buscaron nuevas formas de seguridad para los muggles. Las cosas empezaban a mejorar y recuperar la tranquilidad anterior.
Los procesos judiciales de los mortífagos más odiados y temidos por el mundo mágico serían la semana siguiente. Reconocidos cabecillas y prominentes figuras en el mundo de las artes oscuras vieron llegar el momento en que sus acciones serían expuestas ante sus congéneres y juzgadas. Desde sus celdas de máxima seguridad y custodiados de manera permanente hasta el momento de la sentencia, Nott, los Crabbes, los Goyle, los Parkinson, McNair, Bellatrix Lestrange, los Zambini y Draco Malfoy observaban el torbellino de actividad de jurisconsultos, magos y brujas del ministerio, aurores y prensa que bullían en tareas relacionadas con el dictamen.
Malfoy pensaba en lo deprimente que resultaría pasar una vida en Azkaban. Sus crímenes de guerra, habían escandalizado a la comunidad mágica, y la posibilidad de que pudiesen indultarlo era muy lejana. Mirando largo y tendido el pequeño recuadro de cielo que se apreciaba en el techo encantado de su celda, Draco recordó el momento en que por fin despertó tras su enfrentamiento con los otros mortífagos en el salón de baile.
Las tinieblas se disiparon lentamente. Por lo que podía ver, se percató de que estaba en un hospital. El hecho de que las lámparas estuvieran encendidas, le hizo suponer que era ya entrada la noche; le hubiera gustado saber más de lo que había ocurrido o de su actual estado, sin embargo, la luz era demasiado tenue como para poder deducir algo más. Sentía un dolor punzante en el hombro derecho, justo donde un hechizo malogrado que no pudo identificar lo golpeó. Luchando contra el mareo y el dolor, trató de sentarse para hacer un breve recuento de los daños. La visión que lo recibió hizo que el corazón le diera un vuelco: Hermione Granger estaba leyendo tranquilamente en la silla junto a su cama.
Él sonrió para sus adentros.
Hermione se veía delicada y angelical bajo la pálida luz de las lámparas. Sostenía el libro con firmeza y los rebeldes rizos que coronaban su cabeza, enmarcaban su rostro dándole un aspecto inocente. Ella levantó la mirada y lo observó con atención. Durante unos minutos se dedicaron a mantener la mirada del otro, tratando de adivinar qué pasaba por su mente. Draco empezó a sentirse demasiado cansado para continuar, sin embargo se negaba a rendirse. No quería que ella lo viera vulnerable. Para su sorpresa, Hermione entendió esto sin necesidad de que él dijera una sola palabra. Su mirada dejó de ser aguda e inquisitiva y se suavizó con una chispa de buen humor apenas disimulado. 'Descansa Malfoy, te hará bien.' Con delicadeza, lo ayudó a arroparse; él parecía renuente a caer en brazos de Morfeo sin presentar batalla. 'No hay porqué preocuparse. Nadie te hará daño... estaré aquí cuando despiertes' Sin poder explicar la razón, el saber que ella velaría su sueño le recordó su agotamiento, y en muy poco tiempo, dormía apaciblemente.
Cuando despertó, la luz invadía la habitación. Miró al lado de su cama. La silla estaba ocupada. Draco temía verla allí. Desde que sus caminos se cruzaron, su vida había dejado de ser estable para verse envuelta en un torbellino de pasiones incomprensibles. Lo más irónico era que la única certeza que tenía era la mujer a la que más odiaba. Su peor enemiga, una mujer a la que lastimó sin piedad; la misma mujer que lo tenía atado por un juramento y a la que había prometido dar muerte... la única persona que seguía a su lado a pesar de saberlo... Ella pareció sentir su mirada porque dejó el libro en la mesita al lado de sí y lo ayudó a incorporarse.
-No puedo creer que sigas aquí Granger. Supongo que al ministerio le preocupa que intente escapar. Me sorprende que te hayan designado a ti mi custodio y no a un grupo de trolls de seguridad.-dijo todavía adormecido en voz baja impregnada de sarcasmo.
Ella, levantó una ceja y dejó ver una sonrisa venenosa.
-Me parece que te concedes mucho crédito. No estoy aquí como tu custodio, Malfoy. Es virtualmente imposible salir de este lugar, no hay necesidad de mayor precaución, no es posible hacer magia aquí dentro y no puedes moverte más allá de la cama. La razón por la que estoy aquí es porque no me pareció correcto dejarte solo después de lo que hiciste por mí. –al final de la frase su voz se suavizó y luego de una breve pausa continuó- Largo tiempo he temido el que nuestros caminos volvieran a cruzarse. No sabía qué pensar o a quién encontraría al final del trayecto: un amigo o un enemigo. Aún intento descubrirlo.
El silencio era incómodo.
-¿Qué hay de Potter y Weasley?¿Saben que estás aquí?-interrumpió con una mezcla de curiosidad y ansiedad.
Ella meneó la cabeza con tristeza.
-No. Probablemente se hubieran opuesto vehementemente a que estuviera sola contigo bajo cualquier circunstancia.- sonrió con picardía- Es casi como en Hogwarts. Las cosas no han cambiado mucho- dejó escapar una risa alegre.- Al menos no tendremos que salir a mitad de la noche para trabajar en secreto. Tenemos mucho tiempo por delante...
El no pudo evitar devolverle la sonrisa al evocar las noches que pasaron ideando nuevas excusas y atajos para concluir con sus trabajos, la cantidad de horas que trabajaron en la biblioteca en apacible silencio o noches llenas de dudas que ella solía despertar en él.
Draco se recuperaba satisfactoriamente. Su reestablecimiento era atribuido por los sanadores a la calidad de la atención médica que el dinero de su familia podía comprar, pero, de haber observado con mayor atención, habrían notado que tratarlo era más fácil cuando ella se encontraba cerca.
Las visitas de Granger eran frecuentes y, aunque no estuviera dispuesto a reconocerlo, las esperaba con ansias. Draco encontraba reconfortante y verla allí, leyendo o escribiendo largos pergaminos. Y al finalizar el día, nada la producía más placer que sentirla cerca de él hasta quedarse profundamente dormido.
Con el paso de los días y antes del término de la semana que pasó en el hospital, la confianza de antaño empezó a crecer hasta convertirse en una situación que ninguno de ellos se atrevía a nombrar pero que semejaba bastante una amistad tenue pero innegable. La mayor parte del tiempo compartían un confortable silencio, salpicado ocasionalmente por charla insustancial. Una mañana, Hermione le preguntó qué pensaba hacer tras el juicio. A Draco, la pregunta lo tomó por sorpresa. Sin detenerse a pensarlo, contestó:
-No lo sé. Toda mi vida luché para tener poder y control, para seguir a mi padre... para ser alguien... Y un día, simplemente me di cuenta de que nada de eso compensaba el esfuerzo. Demasiados sacrificios, demasiado dolor... Lo único que me mantenía andando era la desesperación. Quería ser libre... –respondió sombrío- No importa realmente lo que pase conmigo. No me queda nada por perder. Iré a Azkaban y terminaré allí mi vida. No tiene caso hacer planes.
Hermione notó la amargura que había en las palabras de Malfoy. Ese día en particular se veía desanimado. El juicio tendría lugar pronto y era evidente que el ministerio no tardaría en acabar con lo poco que quedaba de su miserable existencia. Granger trató de disimular su desconcierto. La increíble muralla que él había construido a su alrededor pareció desaparecer. Ante ella estaba el verdadero Draco Malfoy, no el hombre, no el mortífago, sino el ser humano. Tomó su mano y la apretó con delicadeza.
Sus oscuros pensamientos se disolvieron en la nada. El reconfortante contacto de alguien que se preocupaba genuinamente por él lo hizo estremecerse con una sensación por completo desconocida. Draco no podía explicarse cómo ella podía sentir simpatía por él. De no ser porque su propia vida dependía de ello, él jamás habría intercedido para salvarla. El peso de la culpa se cerró sobre su pecho. Había olvidado lo que era sentirse culpable hasta ese momento. Ella jamás había dudado en tenderle la mano sin importar la manera en la que él respondiera. Dirigió su mirada hacia Hermione esperando ver una respuesta, pero todo cuanto vio fue un reflejo de su propia consternación. Draco podía sentir su respiración y percibía su suave olor cítrico, fresco y dulce, parecido al de las manzanas. Dudoso, estrechó su mano. '¿Será posible que ella entienda...?'
Draco suspiró al recordar cómo terminó su estancia en el hospital de la prisión.
Casi como si el destino hubiera decidido arrebatarle todo una vez más, hubo un gran estruendo de pasos en el corredor. Un grupo de aurores de aspecto hosco, entraron en su pequeño remanso de paz y uno de ellos se llevó a Hermione con él; luego le ordenaron vestirse y prepararse para conocer la prisión en dónde pasaría el tiempo previo al juicio. Después de eso, todo fue difuso e irrelevante. Desde el inicio supo que estaba condenado sin importar lo que hiciera. Mientras sus guardianes lo arrastraban sin ceremonias al exterior, dirigió una última mirada a la silla que Hermione había ocupado apenas unos instantes antes. Sus ojos grises recuperaron la ilegible expresión de quién lo ha visto todo y lo encuentra insignificante y aburrido, la expresión de un hombre muerto en vida. El porte altivo y la mueca desafiante. Las murallas se levantaban nuevamente fuertes y amenazantes.
Le reminiscencia se disolvió en el frío aire de la celda. El día de hoy se enfrentaría al escarnio público. No esperaba la misericordia de nadie, ni su ayuda ni su aprobación. No dejaba de pensar en lo que le esperaba al cruzar la puerta, pero una cosa parecía segura: no volvería a ver a Granger. Por un momento, la posibilidad la pareció muy atractiva. Libre al fin del juramento, libre al fin de ella... pero igualmente vacío y solo. No habría nadie para llenar sus ratos de risas y charla, de ridículas preocupaciones, nadie que viera algo en él más allá de la fortuna familiar o su oscuro pasado. Solo...
Algo estaba decididamente mal. Jamás había sentido tanto apego por ninguna cosa o persona anteriormente. Debía mantener las distancias. Debía odiarla; y aún habría algo de dignidad en el que la deseara; pero lo que resultaba en verdad alarmante era la remota posibilidad de que pudiera sentir por ella algo tan profundo e intenso como el odio y a la vez tan cercano y tan lejano al simple deseo.... Algo más allá de lo que se atrevía a nombrar. Lo consternaba principalmente el repentino impulso que lo llevó negarse a acatar la voluntad de su padre y que le costó la vida cuando ella estuvo en peligro. Un momento de debilidad que casi le había costado la vida a Granger fue todo lo que pasó por su mente antes de que la resolución lo invadiera. Sin importar lo molesta que resultaba su forma de entrometerse en asuntos que no era de su incumbencia, Draco sabía que ella no merecía morir por otra mano que la suya propia. Lo supo en ese instante en que Lucius amenazó con tomar su vida y el no hubiera dudado en matar al hombre al que había admirado, temido y amado durante toda su vida. Lo habría hecho de no ser porque Potter se le adelantó. Malfoy meneó la cabeza con incredulidad. Era casi como si él hubiera empuñado el arma asesina.
No había sido Potter quien mató a Lucius. Fue el vínculo que lo unía a ella. Golpeó la pared furioso. Se sentía utilizado. Pero extrañamente aliviado. Ella viviría y él habría cumplido su palabra.
La puerta de su celda se abrió en ese momento para revelar la presencia de un grupo de aurores fuertemente armados que lo escoltarían hasta la sala del tribunal. Recuperando el aplomo, se levantó lánguidamente del camastro de la celda y avanzó con estudiada apatía hacia donde lo esperaban. Uno de los aurores avanzó y lo tomó del cuello de la camisa con desprecio. Aún cuando se veía demacrado y sucio, Draco conservaba el aura imponente que sus enemigos y allegados había aprendido a respetar. Su fría elegancia y delicadas maneras resultaban mucho más insultantes que cualquier cosa que pudiera decir o hacer a sus captores. El sujeto lo soltó con renuencia y le dio un empujón antes de hacer seña a sus hombres de que lo sujetaran y lo movilizaran. Draco se sintió sumamente liviano en cuanto las ataduras restringieron sus movimientos y la guardia lo levitó hacia el gran salón cuyas puertas de nogal se abrían ante sí.
Al llegar y ser firmemente adosado a su sitio, notó que el resto de los mortífagos capturados con él se encontraban en la sala, igualmente esperando una sentencia. El juez aún no llegaba, lo que le dio a Draco la oportunidad de dirigir una rápida mirada a su alrededor.
Sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo, buscaba entre la multitud un rostro delicado enmarcado por rebelde cabello castaño. Sabía que ella estaba en la sala, aunque no podía precisar en dónde, y entonces, la vio: entre Potter y Weasley unas cuantas filas detrás de los Goyle. La tensión que había estado creciendo en su cuerpo, pareció llegar a su clímax. Al verla, una idea brillante se le ocurrió y se sintió mucho más calmado. Decidió observarla.
***
Aquí nos encontramos de nuevo. ¿Querían más romance? ¡Lo tendrán! Aunque tenga que esperar en una angustiosa agonía para tenerlo… He mencionado antes que esto no surge de la nada.
