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Hermione tomó asiento frente al escritorio de su pequeño cubículo en la sala de maestros. El profesor titular de la materia había decidido mudarse a Londres buscando mejores oportunidades, lo que le daba a Hermione la oportunidad de tomar su puesto de forma permanente. Revisó el pequeño espacio reparando por primera vez en el desorden imperante. Hizo un mohín. Poner todo de nuevo en orden para hacer el lugar habitable tomaría tiempo...
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Ron observó con desgana la pila de archivos que se acumulaban frente a su escritorio. Probablemente los últimos vestigios de los mortífagos remanentes, entre presos y rehabilitados. Si él pudiera opinar, ninguno de ellos hubiera podido reintegrarse a la vida pública. Pero la decisión no era suya. Suspiró. Tomó el primer expediente para ponerse al corriente del trabajo. Ansiaba salir temprano para ver a Lavender; ahora que llevaban algunos meses saliendo, esperaban formalizar su relación, y Ron había decidido hacer la gran pregunta esa noche.
El caso Lestrange. Un matrimonio conocido por su apego a Voldemort. Sintió un escalofrío al pensar en la manera en la que debieron conocerse. Se rió ante lo absurdo de su preocupación y continuó leyendo.
Las primeras páginas tenían sólo los básicos: datos personales, modus operandi, currículum, algunas actividades, el resumen del proceso judicial de Bellatrix Lestrange y las hipótesis de los aurores que acudieron a la escena del crimen para determinar lo que había pasado con Rodolphus Lestrange, que desapareció sin dejar rastro después de que Hermione lo atacara. Aún no había una explicación convincente. Un poco más adelante, encontró el diagnóstico de Malfoy. Los sanadores se habían declarado incompetentes para determinar qué había pasado al joven, la herida se desvaneció sin permitirles descubrir su naturaleza y no parecía haber datos anteriores sobre el origen de la maldición empleada. Había al respecto otras tantas hipótesis un tanto inconsistentes.
Ron arqueó una ceja.
Había muchas lagunas en la información. La ausencia de cadáver era sospechosa en sí misma, por no mencionar la herida de Malfoy-desde luego, en cuanto más letal fuera, mejor-. Por la mañana hablaría con Harry al respecto, no quería preocupar a Hermione, porque no obstante lo que sucediera, ella necesitaba un respiro de todas las preocupaciones que la agobiaron durante la guerra. Quizá fuera conveniente pedir una entrevista con la señora Lestrange. Con un poco de Veritaserum, podría ser de gran ayuda.
Viendo el reloj de pared, Ron notó que era ya tarde para su cita con Lavender, aunque se sentía ligeramente incómodo por tener que abandonar ahora el expediente. Miró el rimero de documentos y llegó a la conclusión de que no podía avanzar más tras una larga tarde de trabajo. Cerró la carpeta y decidió enviar una lechuza al director de Azkaban solicitándole el permiso pertinente para realizar la entrevista. Con una última mirada a su escritorio, salió cerrando la puerta tras de sí.
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Cuando cerró la puerta, un grupo de niños no mayores de 10 años lo miró expectante. Draco se sintió sumamente incómodo. No sabía como empezar. Todo cuanto había aprendido cuando llegó al pueblo con Hermione parecía haberse borrado de su memoria. Sonrió la recordar la manera en la que él le aseguró que se las arreglaría bien sin su ayuda. Ya no estaba tan seguro...
Buscando una forma de aproximarse a los niños, miró a su alrededor esperando inspirarse. Una pizarra blanca. Abrió la mano para observar qué había puesto en ella Hermione y descubrió con sorpresa que era un objeto que reconoció de inmediato: un plumón. Mucho más confiado, procedió a escribir su nombre y luego se volvió a su auditorio:
-Soy el profesor Draco Malfoy. Vengo de Londres y esta materia es... –nervioso rebuscó en su bolsillo hasta dar con una tarjeta en la que había anotado los básicos para su primer día-... Formación cívica y ética...- hizo una breve pausa para ordenar sus pensamientos. Tratando de que la repulsión que sentía por sí mismo no fuera evidente en su rostro, continuó- No toleraré preguntas ni interrupciones, así que siéntense y permanezcan callados ¿entendido?
La clase continuó en medio de un silencio terriblemente tenso. 'Las cosas que hago por quitarme de encima al ministerio' pensó de mal humor. Tras una explicación bastante concisa de la temática del curso, les pidió que trabajaran en el libro. Repasó mentalmente su plan: una vez que Hermione confiara lo suficiente en él, podría escapar de la casa. Quizá necesitaría seducirla para asegurarse de que ella sería masilla en sus manos. Pero había visto antes los ojos de la mujer y se daba cuenta de que no sería nada fácil conseguirlo. Sonrió para sus adentros. 'Tal vez este año sea más divertido de lo que supuse…'
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Los días transcurrían en la escuela. Gracias a Hermione, él conocía perfectamente los alrededores. Enseñar por las mañanas y sentarse al lado de la chica por la tarde, se había convertido en parte de una rutina maravillosamente cómoda. Había momentos en que había llegado a dudar de sí mismo, de sus motivaciones, llegaba a pensar que dejaría de lado sus ambiciones y sus planes de escape sólo por disfrutar del placer de su compañía; y en el instante que el pensamiento empezaba a tomar forma dentro de su mente, él lo ignoraba y dedicaba su atención a algo más. No podía permitirse el ceder a un mero capricho.
En medio de lo que ya se había vuelto una costumbre, los días transcurrieron con mayor fluidez. Haciendo un esfuerzo metahumano, Draco trataba de sonreír con mayor frecuencia, ser amable, ocasionalmente aparentar interés por los asuntos de otros, y en última instancia, procurar que Hermione estuviera cerca cuando tuviera uno de sus despliegues de benevolencia.
Sin embargo, en algún punto la actuación se volvió tan increíblemente buena, que él empezó a dudar de su presunta falsedad. Las sonrisas dejaron de ser reflejos meramente mecánicos, y empezaba a preocuparse sinceramente por ella. De alguna manera, aún los chicos de su clase habían notado el gradual cambio de actitud del profesor. La forma en que los habitantes de Alne lo observaban con orgullo y cariñoso respeto le daban una sensación de calidez y pertenencia que nunca antes habían sentido. Sin embargo, le deprimía pensar que esa noble apreciación no era de él, Draco Malfoy, el mortífago, el mago, sino de alguien que él había inventado, Draco Malfoy, un simple sociólogo, un buen vecino, maestro de la escuela,… un muggle…
Al cruzar el umbral de la puerta, vio la familiar figura de Hermione. De inmediato abandonó cualquier otro pensamiento y la observó sin que ella pudiera verlo. Compartir su vida había dejado de ser un problema y pronto descubrió que resultaba en verdad placentero. Viéndola batallar con algunos libros que pretendía meter en la mochila, sonrió. Podría acostumbrarse a esto…
Siguió observándola desde su privilegiada posición, sin hacer ruido, fundido en las sombras, estudiándola en silencio. De cuando en cuando, sus alumnos se detenían para saludarla. Él había escuchado que las matemáticas eran algo muy aproximado a aritmancia -una de las disciplinas más difíciles y menos apreciadas por los magos- , y por regla general, igualmente detestada por los muggles; por lo que le sorprendió ver la manera en la que su compañera era recibida.
Esa tarde, de vuelta en casa, comieron y charlaron un largo rato. Al anochecer, tras una abundante cena, Draco partió a su habitación más satisfecho de lo que había estado en toda su vida. 'No sé qué pasa conmigo; me he suavizado... la guardia baja... estar con ella es el mejor castigo que pudieron idear... de seguir aquí probablemente perderé el toque y la motivación de antaño ¿sabría Dumbledore que esto pasaría?' Encogiéndose de hombros, decidió irse a la cama.
Hermione lo contempló mientras desaparecía en las sombras hacia su habitación.
'Es raro. Draco se ve tan diferente. No acabo de entender qué lo ha hecho cambiar, pero es agradable... me sentía tan sola antes... a nadie parecía importar lo que sé o lo que podría enseñar... salvo a él... ¿No se supone que debía mantenerme al margen? Debo confiar en que Albus tuviera una buena razón para pedirme esto.'
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Ron estaba en su escritorio de nueva cuenta. Había estado pasando cada minuto de su tiempo libre con Lavender en los últimos meses, era un hecho que amaba en verdad a la chica, ¡Dios! ¡Se casaría con ella a inicios de mayo!. Buscaba cualquier pretexto para verla o para hablarle. Tanto que había olvidado por completo lo que hacía casi un mes lo llevó a escribir al director de Azkaban, pero la carta que había recibido esta mañana, lo había traído de vuelta a la realidad.
Bellatrix Lestrange se había suicidado hacía unos días. No dijo nada y nadie sabía a qué atribuir su decisión. Simplemente la encontraron colgando del techo de su celda.
Lo que había parecido una investigación de rutina, se complicaba al punto de volverse peligrosa. ¿Cómo era posible que una mujer que era custodiada 24/7 pudiera hacer algo así?
Nunca se lo comentó a Harry, tal vez éste fuera un buen momento.
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Trato de mantener la emoción y el interés, ya saben, si tienen algo que decir –o aún si sólo quieren saludar-, espero con ansias su review.
Exlibris
