***
Ella se sentía cansada y mareada, trastabilló y perdió el equilibrio; sin embargo, nunca tocó el suelo porque un par de brazos fuertes la sostuvieron delicadamente. Ella rodeó su cuello con los brazos para sostenerse y tras un doloroso instante en que la cercanía les hizo conscientes de sensaciones y deseos indecibles, finalmente ella lo soltó con renuencia.
Él se disponía a hacer lo propio cuando notó un ligero estremecimiento de la mujer entre sus brazos. Recordó en ese momento que mientras él llevaba ropas calientes y confortables, ella no tenía más que su ropa de dormir. Hermione rodeó su cintura y se estrechó contra su pecho buscando calor. Draco la observó con embeleso. Protegida en la cálida seguridad de sus brazos, Hermione se veía delicada y endeble, el suave e indomable cabello castaño cayendo sobre su espalda enmarcaba su rostro pálido y sus facciones dulces y extrañamente frías. Maravillosamente reales e incomprensiblemente magníficas a pesar de que su belleza no era fácilmente observable. La recorrió con la mirada una y mil veces preguntándose qué se sentiría perderse para siempre en sus ojos castaños o rodearla con sus brazos hasta que el tiempo y el espacio dejaran de existir. Aspiró su esencia y sintió que un pesar oscuro le llenaba el corazón. Podía desearla, mas no poseerla. La estrechó con más fuerza y se maravilló con la suavidad de su piel y la absoluta confianza con la que ella se refugiaba en su pecho. Le sorprendía que un envoltorio tan desgarbado, tan pequeño y tan frágil, pudiera contener un intelecto claro y tajante, fortaleza indubitable, voluntad férrea, fuerza inimaginable y tanto afecto como sólo era concebible en las fantasías muggle sobre ángeles.
Ella se estremeció de nuevo, probablemente a fuerza del irónico agotamiento remanente del hechizo que no se había disipado del todo, probablemente por el endurecido aliento del viento de la noche, lo cierto es que comenzaba a temblar. La ayudó a sentarse en el pasto húmedo, sobre su capa y se arrodillo frente a ella para mantenerla tibia y protegida. Hermione levantó la mirada y le sonrió melancólicamente, rompiendo con su tren de pensamiento.
-¿Qué podría tener tan pensativo a Draco Malfoy? ¿Un nuevo esquema de dominación mundial?¿Maquiavélicos planes para transformar a la humanidad a su imagen y semejanza...? Cuando todo esto termine, me matarás como a tantos otros y...
Una sombra certera y amarga nubló sus ojos grises.
-No cuentes con ello. Te ayudaré a llegar con la gente del Ministerio, pero me temo que no es tan simple como eso. No creo en su causa, así que no pienses que pretendo ayudarles...
Ella lo miró con extrañeza.
-Pensé que estabas de su lado.
Él meneó la cabeza y habló en voz baja.
-Debes entender que la gente no nace siendo buena o mala. Simplemente lucha por llenar un vacío que siente dentro, un vacío que nada parece reducir. Dejan de importar los medios para lograr que esa oscura vacuidad desaparezca. ¿Entiendes lo que quiero decirte? No puedes hacer de mí una buena persona; no puedo dejar de ser lo que soy. Mi voluntad ha sido mil veces corrompida y mi alma mancillada al punto en que creo haberla perdido. Soy 'el chico malo', Hermione; no el héroe...
Ella lo miró con tristeza antes de responder con igual suavidad
-¿No te das cuenta Draco? Un héroe no lo es por la grandeza de sus obras sino por el sacrificio que para él significa hacerlas. Nadie debería ser juzgado por sus méritos, sino por sus actos, y ésta Draco, es una de las acciones más desprendidas que conozco. Creo en ti y te confiaría mi vida...
-No deberías decir eso. – La tomó con fuerza de los brazos y la observó con furiosa desesperación- Debes saber que planeaba matarte y lo hubiera hecho de no ser por la oportuna intervención del destino. -Añadió con voz atronadora- No debes confiar en mí. Morirías en mis brazos.... y aunque en algún momento no deseé otra cosa con tanto fervor, ahora sé que contigo se iría lo poco que queda de mi humanidad.- añadió con una emoción desconocida en la voz y los ojos claros- Tú eres una buena persona, Hermione, de las mejores, por eso no puedo continuar a tu lado, lo entiendes ¿verdad? Mi lugar está en el extremo opuesto del tablero y tú lo sabes. Aún debo matarte...
Mientras él hablaba, ella bajó la mirada tratando de ocultar las lágrimas que amenazaban con verterse. Sin darse cuenta de ello, estrechaba la mano de Draco con fuerza. Él se percató de la lucha que libraban su corazón y su mente. Sonriendo con tristeza, acarició el rostro de la chica y se inclinó hacia ella en la oscuridad del claro. Colocó su frente sobre la de ella y respiró –por lo que creyó probablemente la última vez- su suave aroma. Ella se relajó de nuevo y dejó escapar un suspiro. Tomando entre las suyas las frías manos de Hermione, Draco cerró el espacio que había entre ellos y depositó un beso casto en la frente de su compañera.
Ella finalmente levantó la mirada y lo observó con los ojos húmedos.
-¿Es esto una despedida?
-Probablemente.
-¿Por qué volviste?
Él se encogió de hombros sin saber qué decir.
-Me pareció que sería lo mejor volver a nuestra cacería donde la dejamos. Juego limpio. Uno de nosotros eventualmente morirá a manos del otro. El bien y el mal coexisten todo el tiempo, pero, eventualmente, sólo uno gana. Lo sabes. No puedes cambiar lo que está escrito ni lo que somos, sólo debemos permitir que el destino nos lleve a ese punto. Es inútil luchar contra los designios de los hados. El destino te encuentra siempre.
-Malfoy, podrías renunciar a esto, unirte a nosotros. Volver a vivir...
-No. Mi lugar está aquí.-observó el comprensivo rostro de la mujer, y la calma que ella emanaba no hacía sino aumentar su desesperación y su furia- ¡Deberías odiarme!, ¡Debiste dejarme morir aquella tarde! ¡No valgo nada! ¡He matado antes y lo haré después sin ningún remordimiento! ¡¿No lo entiendes?! –hizo una pausa enloquecida y continuó con mayor desesperación- ¡¿Cómo podrías?! ¡Sólo eres una sangre sucia!
-...sí, no soy más que eso...- dijo ella en voz baja asintiendo- Pero entiende que entraste en mi vida de forma intempestuosa y sin que mi voluntad mediara. De no ser por ti, probablemente estaría en casa, preocupando por algún estúpido papeleo, ¡pero estamos juntos en esto, te guste o no! ¡Yo no pedí que volvieras a mi vida! ¡Yo nunca pedí nada de esto!
Se hizo el silencio.
-Lo sé. Pronto, todo será como antes. Nada de esto habrá sucedido... – miró con atención los suaves ojos castaños que lo contemplaban con curiosidad, atentos a cada palabra y sintió un ligero estremecimiento de placer al notar su presencia, cálida y femenina, tan cerca de él-... seguiré deseándote a la distancia incapaz de tocarte, seguiré odiándote a lo lejos sin poder doblegarte, seguiré... pensando en ti sin poder olvidar...
Incapaz de contenerse, ella se arrojó de lleno en sus brazos y permitió a las lágrimas fluir por su rostro, empapando el pecho del joven que la sostenía por la vida misma.
No estaba acostumbrado de ninguna manera a ver a Hermione tan descompuesta. Casi podía sentir que la preocupación lo invadía. La misma pequeña vocecilla que había hablado antes deseaba saber qué causaba su llanto y cómo remediarlo, y otra parte, que ahora le parecía extrañamente artificial y lejana, le recordaba que no debía importarle porque finalmente tenía lo que deseaba: ella estaba llorando y debía ser profundamente miserable.
Sintió nauseas.
La abrazó con fuerza antes de apartarla de sí. Con el pulgar, limpió las lágrimas que aún corrían por sus mejillas y la obligó a mirarlo. Hermione sonrió levemente y Draco le devolvió el gesto fugazmente.
-Aún te odio, Granger
Con resuelta voluntad nacida de la desesperación, atrajo su rostro hacia el suyo. Cediendo a la tentación y proporcionándole una respuesta al mismo tiempo, lo besó con timidez. Para su sorpresa, él respondió primero con desconcierto y luego con pasión. Saboreando la suavidad de sus labios, el no pudo menos que sorprenderse ante su desenvoltura.
El beso, al igual que el calor que parecía nacer en la boca de sus estómagos, empezó a crecer. Expansivo, demandante y lleno de deseo y curiosidad, ávidos de cercanía, insaciables, la sensación no hacía sino extenderse y dar vida a sus cuerpos. Cada caricia se convertía en fuego líquido, cada beso en pequeñas degustaciones celestes equiparables al arrebato religioso del que habían escuchado hablar. El tiempo se terminaba y deseaban saciarse por completo del otro antes de que el plazo venciera. Cada vez que sus cuerpos se tocaban, sentían la desesperada pasión que los consumía.
Pronto ansiaron sentir por completo al ser amado, sin las constricciones de la ropa, la segunda piel que denota la división y remarca las diferencias, libres de las ataduras y de las miradas, del pudor y de las dudas, libres al fin para desatar la pasión que llegaba en oleadas. Con delicadeza y dolorosa lentitud, exploraron el cuerpo del otro, repartieron caricias y afectos, descubrieron y memorizaron cada parte, cada rincón, cada luz y cada sombra con la conciencia de que podría ser la primera y última vez que lo hicieran.
Sintiendo que el deseo lo abrasaba implacable, él la miró pidiendo silenciosamente permiso para llegar a donde nadie se había aventurado antes. Ambos sabían que sin importar si llegaban a cruzar esa línea, las cosas jamás serían iguales. Acariciando con delicada dulzura su rostro, ella sonrió y lo besó, el deseo parecía arder en sus ojos castaños de la misma manera en que parecía irradiarlo su cuerpo. Siguiendo el instinto, la tomó entre sus brazos y la acostó con delicadeza sobre su capa, extendida sobre el prado bañado de rocío, bajo la azulada luz fría de la noche; se posicionó sobre su cuerpo y acercó el rostro a su oído.
-Granger, es un buen momento para detener esto. Cuando la noche acabe volveremos a ser enemigos, y no quisiera...-susurró antes de que un delicado dedo sobre los labios le impidiera terminar la frase.
La presión del cuerpo de Draco sobre el suyo, embargaba sus sentidos con su deliciosa cercanía y su embriagador aroma a madera y limón, al viento del verano y a las hojas muertas empapadas por la lluvia del otoño. Ella sonrió y lo torturó dulcemente con sus caricias antes de responder con el mismo tono.
-Está bien. En este momento no somos sino una pareja de enamorados como cualquier otra, bajo las estrellas; las mismas estrellas que han dirigido nuestros pasos todo este tiempo Draco, las mismas estrellas que continuarán brillando en la oscuridad mientras nuestras vidas se extinguen...
Sus palabras parecieron romper el dique en que contenía peligrosamente sus emociones y mirándola con una mezcla de sorpresa y melancolía, la besó con pasión mientras unía sus cuerpos desnudos hasta hacerla suya. Despacio, juntos, en perfecta sincronía, crearon sensaciones placenteras y ansiosas, con suavidad; acariciando, besando y volviéndose uno en la oscuridad de la noche hasta alcanzar las estrellas.
Sin aliento, se acurrucaron el uno en el otro, aún unidos, temblando por la fuerza de la pasión que habían liberado.
Cuando despertó, Draco notó que algo era diferente. Tras un instante de vacilación, se dio cuenta de que lo que había hecho este amanecer distinto a los demás, era la presencia de la mujer que dormía apaciblemente acurrucada en su pecho. La estudió con muda fascinación. En medio de su sueño, el oscuro cabello castaño ocultaba buena parte de su rostro y contrastaba de forma deliciosamente cómica con la blancura de su piel y algo en la forma en que parecía sonreír entre sueños, le hizo desear que su sueño se realizara antes de que lograra matarla.
Por un momento pensó en lo que sería despertar junto a su cuerpo frío y exánime; congelado en el último estertor de la muerte. Los ojos castaños mirando al infinito, y el cabello tan revuelto como ahora. Tan pálida... y tan vacía como cuando se encontraron por primera vez en la mansión de los Malfoy.
La imagen resultaba aterradora y desconcertante. Sabía que deseaba matarla, pero ¿era en verdad necesario? Con ella a su lado se sentía dueño de sí, de su destino; el calor de su cuerpo parecía devolverle sensaciones que creía haber olvidado, despertaba sus sentidos y excitaba su intelecto. Se preguntó si ella se daría cuenta de las dudas que sembraba en él, o de la forma en que a cada paso parecía destruir sus creencias y desfigurar su pasado. Su mundo perfecto se tambaleaba a causa de una mujer menuda y curiosa.
Al verla desnuda y abrazada a él, recordó lo que había sucedido en el seno de la noche. Jamás había experimentado algo semejante en su vida. La observó con tristeza preguntándose si su persecución continuaría indefinidamente hasta que alguna jugada del destino decidiera otra cosa. Vivían tiempo prestado y supo que muy probablemente lo que había sucedido moriría al desgarrarse el velo nocturno.
El amanecer se acercaba, y con él, su verdugo.
Draco miró fijamente a su compañera y la besó dulcemente antes de separarse de su cuerpo. Deseaba tomarla nuevamente, explorar su cuerpo y besarla hasta la saciedad, el simple recuerdo bastaba para despertar en él el deseo. Pero sabía lo que estaba por suceder y debía asegurarse de que no la encontrara.
-Amanecerá en muy poco tiempo.- poniéndose de pie, la ayudó a incorporarse- debes irte.
Empezaron a vestirse en silencio. Tras cubrirse de nueva cuenta con el sencillo camisón, ella rompió el frágil silencio lleno de pensamientos que hacía vibrar el aire nocturno.
-¿Volveré a verte?
-Probablemente no, pero es mejor que sea así.-acarició con suavidad su rostro tratando de grabar en su memoria las facciones de la mujer, la expresión de sus ojos, el aroma de su cabello y el sabor de sus besos. Puso un mechón de cabello castaño tras su oreja y le dirigió una sonrisa triste.
Ella parecía adivinar que algo oscuro rondaba sus pensamientos.
-¿Qué harás, Malfoy?
-Comprar tu vida-respondió dándole la espalda
Ella frunció el ceño
-Sospecho que eso no es todo- lo tomó con fuerza de los hombros y lo obligó a mirarla de frente- ¿Qué intentas, Malfoy?
Él dejó escapar un suspiro.
-Si en verdad quieres saberlo Granger, primero debes hacerme una promesa.- Ella asintió y al ver el gesto de aceptación, él tomó su capa y la puso sobre los hombros de la mujer-Lleva esto contigo, vuelve a casa, y no intentes buscarme.- Ella lo miró alarmada y apenas comenzaba a formular la pregunta cuando él la interrumpió- ¿Recuerdas lo que te dije? Cada una de esas palabras es cierta Granger. La luz no puede existir sin la oscuridad...
-La suerte está echada entonces... Debes hacer lo que tienes que hacer, pero, no quiero que intentes salvar mi vida esta vez. Moriré luchando.- Hermione no había logrado que su voz mostrara una calma que estaba lejos de sentir. Draco adivinaba el cansancio y la pesadumbre que ocultaba.
-¡NO!¡ES ALGO QUE TENGO QUE HACER! ¡NO PERMITIRÉ QUE MUERAS ENTRE MIS BRAZOS PORQUE YO...!- Respondió Draco apasionadamente y al notar hacia dónde parecían dirigirse sus pensamientos, enmudeció.
El silencio cayó sobre ambos.
-Debes mantener tu palabra Granger. Es lo único que te pido.
Ella se acercó despacio a él y acarició su mejilla. Sus ojos se encontraron y acortando la distancia que separaba sus rostros, susurró:
-Tienes mi palabra, pero te encontraré... He escapado de ti por mucho tiempo, pero no pretendo continuar oculta...
Algo en sus palabras le recordó a Draco la extraña recomendación de Dumbledore
-...lo que por tanto tiempo he buscado...-susurró desconcertado
Con una sonrisa triste, él se inclinó y la besó con timidez casi como si temiera romperla. Estrechándola contra su pecho, dirigió su vista hacia uno de los bolsillos de su capa y sintiendo el cálido peso de Hermione entre sus brazos, susurró de forma apenas perceptible las palabras 'Per hoc verbum tu tueor meus sanguis et terra magi tu eripio ego' y besó su frente.
Ella se sentía cansada y mareada, trastabilló y perdió el equilibrio; sin embargo, nunca tocó el suelo porque un par de brazos fuertes la sostuvieron delicadamente. Ella rodeó su cuello con los brazos para sostenerse y tras un doloroso instante en que la cercanía les hizo conscientes de sensaciones y deseos indecibles, finalmente ella lo soltó con renuencia.
Él se disponía a hacer lo propio cuando notó un ligero estremecimiento de la mujer entre sus brazos. Recordó en ese momento que mientras él llevaba ropas calientes y confortables, ella no tenía más que su ropa de dormir. Hermione rodeó su cintura y se estrechó contra su pecho buscando calor. Draco la observó con embeleso. Protegida en la cálida seguridad de sus brazos, Hermione se veía delicada y endeble, el suave e indomable cabello castaño cayendo sobre su espalda enmarcaba su rostro pálido y sus facciones dulces y extrañamente frías. Maravillosamente reales e incomprensiblemente magníficas a pesar de que su belleza no era fácilmente observable. La recorrió con la mirada una y mil veces preguntándose qué se sentiría perderse para siempre en sus ojos castaños o rodearla con sus brazos hasta que el tiempo y el espacio dejaran de existir. Aspiró su esencia y sintió que un pesar oscuro le llenaba el corazón. Podía desearla, mas no poseerla. La estrechó con más fuerza y se maravilló con la suavidad de su piel y la absoluta confianza con la que ella se refugiaba en su pecho. Le sorprendía que un envoltorio tan desgarbado, tan pequeño y tan frágil, pudiera contener un intelecto claro y tajante, fortaleza indubitable, voluntad férrea, fuerza inimaginable y tanto afecto como sólo era concebible en las fantasías muggle sobre ángeles.
Ella se estremeció de nuevo, probablemente a fuerza del irónico agotamiento remanente del hechizo que no se había disipado del todo, probablemente por el endurecido aliento del viento de la noche, lo cierto es que comenzaba a temblar. La ayudó a sentarse en el pasto húmedo, sobre su capa y se arrodillo frente a ella para mantenerla tibia y protegida. Hermione levantó la mirada y le sonrió melancólicamente, rompiendo con su tren de pensamiento.
-¿Qué podría tener tan pensativo a Draco Malfoy? ¿Un nuevo esquema de dominación mundial?¿Maquiavélicos planes para transformar a la humanidad a su imagen y semejanza...? Cuando todo esto termine, me matarás como a tantos otros y...
Una sombra certera y amarga nubló sus ojos grises.
-No cuentes con ello. Te ayudaré a llegar con la gente del Ministerio, pero me temo que no es tan simple como eso. No creo en su causa, así que no pienses que pretendo ayudarles...
Ella lo miró con extrañeza.
-Pensé que estabas de su lado.
Él meneó la cabeza y habló en voz baja.
-Debes entender que la gente no nace siendo buena o mala. Simplemente lucha por llenar un vacío que siente dentro, un vacío que nada parece reducir. Dejan de importar los medios para lograr que esa oscura vacuidad desaparezca. ¿Entiendes lo que quiero decirte? No puedes hacer de mí una buena persona; no puedo dejar de ser lo que soy. Mi voluntad ha sido mil veces corrompida y mi alma mancillada al punto en que creo haberla perdido. Soy 'el chico malo', Hermione; no el héroe...
Ella lo miró con tristeza antes de responder con igual suavidad
-¿No te das cuenta Draco? Un héroe no lo es por la grandeza de sus obras sino por el sacrificio que para él significa hacerlas. Nadie debería ser juzgado por sus méritos, sino por sus actos, y ésta Draco, es una de las acciones más desprendidas que conozco. Creo en ti y te confiaría mi vida...
-No deberías decir eso. – La tomó con fuerza de los brazos y la observó con furiosa desesperación- Debes saber que planeaba matarte y lo hubiera hecho de no ser por la oportuna intervención del destino. -Añadió con voz atronadora- No debes confiar en mí. Morirías en mis brazos.... y aunque en algún momento no deseé otra cosa con tanto fervor, ahora sé que contigo se iría lo poco que queda de mi humanidad.- añadió con una emoción desconocida en la voz y los ojos claros- Tú eres una buena persona, Hermione, de las mejores, por eso no puedo continuar a tu lado, lo entiendes ¿verdad? Mi lugar está en el extremo opuesto del tablero y tú lo sabes. Aún debo matarte...
Mientras él hablaba, ella bajó la mirada tratando de ocultar las lágrimas que amenazaban con verterse. Sin darse cuenta de ello, estrechaba la mano de Draco con fuerza. Él se percató de la lucha que libraban su corazón y su mente. Sonriendo con tristeza, acarició el rostro de la chica y se inclinó hacia ella en la oscuridad del claro. Colocó su frente sobre la de ella y respiró –por lo que creyó probablemente la última vez- su suave aroma. Ella se relajó de nuevo y dejó escapar un suspiro. Tomando entre las suyas las frías manos de Hermione, Draco cerró el espacio que había entre ellos y depositó un beso casto en la frente de su compañera.
Ella finalmente levantó la mirada y lo observó con los ojos húmedos.
-¿Es esto una despedida?
-Probablemente.
-¿Por qué volviste?
Él se encogió de hombros sin saber qué decir.
-Me pareció que sería lo mejor volver a nuestra cacería donde la dejamos. Juego limpio. Uno de nosotros eventualmente morirá a manos del otro. El bien y el mal coexisten todo el tiempo, pero, eventualmente, sólo uno gana. Lo sabes. No puedes cambiar lo que está escrito ni lo que somos, sólo debemos permitir que el destino nos lleve a ese punto. Es inútil luchar contra los designios de los hados. El destino te encuentra siempre.
-Malfoy, podrías renunciar a esto, unirte a nosotros. Volver a vivir...
-No. Mi lugar está aquí.-observó el comprensivo rostro de la mujer, y la calma que ella emanaba no hacía sino aumentar su desesperación y su furia- ¡Deberías odiarme!, ¡Debiste dejarme morir aquella tarde! ¡No valgo nada! ¡He matado antes y lo haré después sin ningún remordimiento! ¡¿No lo entiendes?! –hizo una pausa enloquecida y continuó con mayor desesperación- ¡¿Cómo podrías?! ¡Sólo eres una sangre sucia!
-...sí, no soy más que eso...- dijo ella en voz baja asintiendo- Pero entiende que entraste en mi vida de forma intempestuosa y sin que mi voluntad mediara. De no ser por ti, probablemente estaría en casa, preocupando por algún estúpido papeleo, ¡pero estamos juntos en esto, te guste o no! ¡Yo no pedí que volvieras a mi vida! ¡Yo nunca pedí nada de esto!
Se hizo el silencio.
-Lo sé. Pronto, todo será como antes. Nada de esto habrá sucedido... – miró con atención los suaves ojos castaños que lo contemplaban con curiosidad, atentos a cada palabra y sintió un ligero estremecimiento de placer al notar su presencia, cálida y femenina, tan cerca de él-... seguiré deseándote a la distancia incapaz de tocarte, seguiré odiándote a lo lejos sin poder doblegarte, seguiré... pensando en ti sin poder olvidar...
Incapaz de contenerse, ella se arrojó de lleno en sus brazos y permitió a las lágrimas fluir por su rostro, empapando el pecho del joven que la sostenía por la vida misma.
No estaba acostumbrado de ninguna manera a ver a Hermione tan descompuesta. Casi podía sentir que la preocupación lo invadía. La misma pequeña vocecilla que había hablado antes deseaba saber qué causaba su llanto y cómo remediarlo, y otra parte, que ahora le parecía extrañamente artificial y lejana, le recordaba que no debía importarle porque finalmente tenía lo que deseaba: ella estaba llorando y debía ser profundamente miserable.
Sintió nauseas.
La abrazó con fuerza antes de apartarla de sí. Con el pulgar, limpió las lágrimas que aún corrían por sus mejillas y la obligó a mirarlo. Hermione sonrió levemente y Draco le devolvió el gesto fugazmente.
-Aún te odio, Granger
Con resuelta voluntad nacida de la desesperación, atrajo su rostro hacia el suyo. Cediendo a la tentación y proporcionándole una respuesta al mismo tiempo, lo besó con timidez. Para su sorpresa, él respondió primero con desconcierto y luego con pasión. Saboreando la suavidad de sus labios, el no pudo menos que sorprenderse ante su desenvoltura.
El beso, al igual que el calor que parecía nacer en la boca de sus estómagos, empezó a crecer. Expansivo, demandante y lleno de deseo y curiosidad, ávidos de cercanía, insaciables, la sensación no hacía sino extenderse y dar vida a sus cuerpos. Cada caricia se convertía en fuego líquido, cada beso en pequeñas degustaciones celestes equiparables al arrebato religioso del que habían escuchado hablar. El tiempo se terminaba y deseaban saciarse por completo del otro antes de que el plazo venciera. Cada vez que sus cuerpos se tocaban, sentían la desesperada pasión que los consumía.
Pronto ansiaron sentir por completo al ser amado, sin las constricciones de la ropa, la segunda piel que denota la división y remarca las diferencias, libres de las ataduras y de las miradas, del pudor y de las dudas, libres al fin para desatar la pasión que llegaba en oleadas. Con delicadeza y dolorosa lentitud, exploraron el cuerpo del otro, repartieron caricias y afectos, descubrieron y memorizaron cada parte, cada rincón, cada luz y cada sombra con la conciencia de que podría ser la primera y última vez que lo hicieran.
Sintiendo que el deseo lo abrasaba implacable, él la miró pidiendo silenciosamente permiso para llegar a donde nadie se había aventurado antes. Ambos sabían que sin importar si llegaban a cruzar esa línea, las cosas jamás serían iguales. Acariciando con delicada dulzura su rostro, ella sonrió y lo besó, el deseo parecía arder en sus ojos castaños de la misma manera en que parecía irradiarlo su cuerpo. Siguiendo el instinto, la tomó entre sus brazos y la acostó con delicadeza sobre su capa, extendida sobre el prado bañado de rocío, bajo la azulada luz fría de la noche; se posicionó sobre su cuerpo y acercó el rostro a su oído.
-Granger, es un buen momento para detener esto. Cuando la noche acabe volveremos a ser enemigos, y no quisiera...-susurró antes de que un delicado dedo sobre los labios le impidiera terminar la frase.
La presión del cuerpo de Draco sobre el suyo, embargaba sus sentidos con su deliciosa cercanía y su embriagador aroma a madera y limón, al viento del verano y a las hojas muertas empapadas por la lluvia del otoño. Ella sonrió y lo torturó dulcemente con sus caricias antes de responder con el mismo tono.
-Está bien. En este momento no somos sino una pareja de enamorados como cualquier otra, bajo las estrellas; las mismas estrellas que han dirigido nuestros pasos todo este tiempo Draco, las mismas estrellas que continuarán brillando en la oscuridad mientras nuestras vidas se extinguen...
Sus palabras parecieron romper el dique en que contenía peligrosamente sus emociones y mirándola con una mezcla de sorpresa y melancolía, la besó con pasión mientras unía sus cuerpos desnudos hasta hacerla suya. Despacio, juntos, en perfecta sincronía, crearon sensaciones placenteras y ansiosas, con suavidad; acariciando, besando y volviéndose uno en la oscuridad de la noche hasta alcanzar las estrellas.
Sin aliento, se acurrucaron el uno en el otro, aún unidos, temblando por la fuerza de la pasión que habían liberado.
Cuando despertó, Draco notó que algo era diferente. Tras un instante de vacilación, se dio cuenta de que lo que había hecho este amanecer distinto a los demás, era la presencia de la mujer que dormía apaciblemente acurrucada en su pecho. La estudió con muda fascinación. En medio de su sueño, el oscuro cabello castaño ocultaba buena parte de su rostro y contrastaba de forma deliciosamente cómica con la blancura de su piel y algo en la forma en que parecía sonreír entre sueños, le hizo desear que su sueño se realizara antes de que lograra matarla.
Por un momento pensó en lo que sería despertar junto a su cuerpo frío y exánime; congelado en el último estertor de la muerte. Los ojos castaños mirando al infinito, y el cabello tan revuelto como ahora. Tan pálida... y tan vacía como cuando se encontraron por primera vez en la mansión de los Malfoy.
La imagen resultaba aterradora y desconcertante. Sabía que deseaba matarla, pero ¿era en verdad necesario? Con ella a su lado se sentía dueño de sí, de su destino; el calor de su cuerpo parecía devolverle sensaciones que creía haber olvidado, despertaba sus sentidos y excitaba su intelecto. Se preguntó si ella se daría cuenta de las dudas que sembraba en él, o de la forma en que a cada paso parecía destruir sus creencias y desfigurar su pasado. Su mundo perfecto se tambaleaba a causa de una mujer menuda y curiosa.
Al verla desnuda y abrazada a él, recordó lo que había sucedido en el seno de la noche. Jamás había experimentado algo semejante en su vida. La observó con tristeza preguntándose si su persecución continuaría indefinidamente hasta que alguna jugada del destino decidiera otra cosa. Vivían tiempo prestado y supo que muy probablemente lo que había sucedido moriría al desgarrarse el velo nocturno.
El amanecer se acercaba, y con él, su verdugo.
Draco miró fijamente a su compañera y la besó dulcemente antes de separarse de su cuerpo. Deseaba tomarla nuevamente, explorar su cuerpo y besarla hasta la saciedad, el simple recuerdo bastaba para despertar en él el deseo. Pero sabía lo que estaba por suceder y debía asegurarse de que no la encontrara.
-Amanecerá en muy poco tiempo.- poniéndose de pie, la ayudó a incorporarse- debes irte.
Empezaron a vestirse en silencio. Tras cubrirse de nueva cuenta con el sencillo camisón, ella rompió el frágil silencio lleno de pensamientos que hacía vibrar el aire nocturno.
-¿Volveré a verte?
-Probablemente no, pero es mejor que sea así.-acarició con suavidad su rostro tratando de grabar en su memoria las facciones de la mujer, la expresión de sus ojos, el aroma de su cabello y el sabor de sus besos. Puso un mechón de cabello castaño tras su oreja y le dirigió una sonrisa triste.
Ella parecía adivinar que algo oscuro rondaba sus pensamientos.
-¿Qué harás, Malfoy?
-Comprar tu vida-respondió dándole la espalda
Ella frunció el ceño
-Sospecho que eso no es todo- lo tomó con fuerza de los hombros y lo obligó a mirarla de frente- ¿Qué intentas, Malfoy?
Él dejó escapar un suspiro.
-Si en verdad quieres saberlo Granger, primero debes hacerme una promesa.- Ella asintió y al ver el gesto de aceptación, él tomó su capa y la puso sobre los hombros de la mujer-Lleva esto contigo, vuelve a casa, y no intentes buscarme.- Ella lo miró alarmada y apenas comenzaba a formular la pregunta cuando él la interrumpió- ¿Recuerdas lo que te dije? Cada una de esas palabras es cierta Granger. La luz no puede existir sin la oscuridad...
-La suerte está echada entonces... Debes hacer lo que tienes que hacer, pero, no quiero que intentes salvar mi vida esta vez. Moriré luchando.- Hermione no había logrado que su voz mostrara una calma que estaba lejos de sentir. Draco adivinaba el cansancio y la pesadumbre que ocultaba.
-¡NO!¡ES ALGO QUE TENGO QUE HACER! ¡NO PERMITIRÉ QUE MUERAS ENTRE MIS BRAZOS PORQUE YO...!- Respondió Draco apasionadamente y al notar hacia dónde parecían dirigirse sus pensamientos, enmudeció.
El silencio cayó sobre ambos.
-Debes mantener tu palabra Granger. Es lo único que te pido.
Ella se acercó despacio a él y acarició su mejilla. Sus ojos se encontraron y acortando la distancia que separaba sus rostros, susurró:
-Tienes mi palabra, pero te encontraré... He escapado de ti por mucho tiempo, pero no pretendo continuar oculta...
Algo en sus palabras le recordó a Draco la extraña recomendación de Dumbledore
-...lo que por tanto tiempo he buscado...-susurró desconcertado
Con una sonrisa triste, él se inclinó y la besó con timidez casi como si temiera romperla. Estrechándola contra su pecho, dirigió su vista hacia uno de los bolsillos de su capa y sintiendo el cálido peso de Hermione entre sus brazos, susurró de forma apenas perceptible las palabras 'Per hoc verbum tu tueor meus sanguis et terra magi tu eripio ego' y besó su frente.
