-Esta historia es una narración de la vida de la reina María de Aragón, que hasta el día de hoy no ha sido debidamente representada en la literatura ni en la ficción. La trama contiene ficción, pero para desarrollar los acontecimientos históricos que sucedieron realmente. Muchos de los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más otros personajes, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "Crazier" de Taylor Swift para Sakura, "Hungry Eyes" de Eric Carmen para Sasuke, "A New Day Has Come" de Celine Dion para Mirai, y "A Thousand Years" de Christina Perri & Steve Kazee para el contexto del capitulo.
Lisboa, Portugal/Enero de 1511
Era un día muy importante en la corte portuguesa; el rey Sasuke había convocado a las cortes del reino por segunda vez en su mandato—en Lisboa, la cede del rey—y naturalmente Sakura había estado sentada a su lado durante dicha reunión en que su esposo y rey había propuesto la reforma de los tribunales de justicia que no le parecían del todo eficaces y había pedido un análisis de las condiciones de vida de su pueblo para cambiar los impuestos pensando en los tributos pero también en los derechos de sus súbditos, y para estudiar los distintos municipios del reino. Recostada sobre su cama tras la reunión de las cortes y sin haberse cambiado de ropa siquiera, la reina Sakura se dejó examinar por su físico Dan Kato, ataviada un exquisito vestido de seda naranja de escote cuadrado con margen dorado y pequeñas cadenetas de cristal, con diminutos fragmentos de oro que descendían hasta la altura de su vientre, falda abierta en A con un margen dorado exponiendo una falda inferior más clara y repleta de bordados cobrizos, y mangas abullonadas—ceñidas de los codos a las muñecas y finalizando en holanes de encaje dorado—repletas de pequeñas perlas bordadas sobre la superficie y cristales ámbar a la altura de los codos; sus largos rizos rosados o estaban recogidos en una coleta alta para masificar la corona real de Portugal, y unos pendientes de oro y ámbar en forma de lagrima a juego con una opulenta guirnalda de dos vueltas de oro, ámbar y perlas alrededor de su cuello.
—¿Y estáis segura de haber hecho todo cuanto os aconseje?— preguntó lord Dan Kato enderezándose y acomodando la falda de su reina en el proceso.
—Sin duda; bebí las tizanas, repose, guarde abstinencia el tiempo prudente— enumeró Sakura sentándose sobre la cama mientras veía a su físico lavarse las manos en el recipiente la dispuesto como de costumbre, —y…he gozado del favor del rey muy frecuentemente— agregó sin poder evitar sonrojarse pese al pasar de los años.
—Y me alegra saber de vuestra entrega al reino, como siempre— sonrió el físico con una sonrisa y feliz de que fuera diligente como paciente.
A la mente de Sakura acudieron imágenes sumamente eróticas provenientes del último año y medio desde el nacimiento de su hijo menor Rai; como si el nacimiento de su nuevo heredero fuera una prueba más y fidedigna de que Dios estaba con ellos, Sasuke y Sakura se habían entregado con gran esmero y devoción a su amor y deseo como marido y mujer, felices si de ello surgía un nuevo hijo o hija, tanto que la Haruno se mordió el labio inferior sin darse cuenta al rememorar todas las ocasiones y formas incansables en que Sasuke la había hecho suya; contra las puertas cerradas de sus aposentos y nada más ingresar a estos por la noche, desgarrándole la ropa con ímpetu voraz; contra uno de los ventanales en el salón del trono mientras se encontraban a solas, subiéndole la falda del vestido, amasando sus pechos a través del estrecho corsé y haciéndole sentir su agitada respiración contra su cuello; en las caballerizas en un agitado momento tras una cacería en que por cierto habían vuelto a hacer el amor en el bosque aunque vestidos por el apremió del tiempo; y sobre la cama claro, ella recostada de espadas sobre el cuerpo de Sasuke quien amasaba sus pechos mientras penetraba profundamente en su interior…y sin embargo, volviendo a la realidad y preocupada más allá de toda duda razonable, Sakura llevaba más de un año sin dar señales de un posible embarazo, el tiempo más largo desde que estaba casada con Sasuke.
—¿Creéis que ya no pueda tener hijos?— preguntó la Haruno no pudiendo callar su preocupación.
—No— negó lord Dan volviéndose hacia su reina, —solo creo que este último embarazo afecto vuestro cuerpo de una forma que ni vos misma esperabais— ella arqueó una ceja pues eso era un eufemismo. —Vuestro cuerpo solo esta resentido; perseverad y sed paciente— aconsejó sabiendo que esto era difícil para ella.
—Gracias, lord Dan— suspiró Sakura sabiendo que nada conseguiría frustrándose en vano.
Aproximándose a su reina por quien sentía un respeto profundo así como una gran admiración, lord Dan solicitó una de sus manos y se inclinó para besar el dorso de esta antes de volverse hacia su botiquín y recolectarse su instrumental, siendo observado atentamente por la Haruno quien no tardo en volver a sumergirse en sus pensamientos. No era la primera vez que le pedía a su leal físico que la examinara, de hecho la visitaba sin falta una vez por semana pero el motivo no era solo que no se quedara embarazada a un año y medio de su último parto y yaciendo continuamente con su esposo, sino que desde el nacimiento de su pequeño Rai —quien crecía con fuerza, salud y vitalidad—sus cursos mensuales de sangrado se habían visto interrumpidos, podía sangrar un mes sí y otro o incluso dos no, e incluso estos se habían tornado en extremo irregulares, de hecho incluso Sasuke había comenzado a llevar registro de esto por su cuenta debido a la preocupación que sentía por ella. No había bebido ninguna hierba para no concebir, sabía que existían pero como su deber era proporcionar herederos al reino, prefería evadirlas completamente, y agradecía que su propio cuerpo le diera un descanso o tregua de embarazos tan riesgosos, ¿Pero por qué tanto tiempo? Inclinando la cabeza a modo de despedida para su físico lord Dan quien hizo igual mientras abandonaba la habitación, Sakura alzó la mirada con sorpresa al ver a su leal Temari Sabaku ingresar con expresión agitada:
—Alteza, vuestro caballo— mencionó la Sabaku únicamente y sabiendo que su reina lo entendería.
Apenas escuchó esa mención, Sakura se levantó de la cama y abandonó la habitación con andar veloz pero correcto siendo seguida por su leal Temari, siendo reverenciada a su paso pero ella no pensó en detenerse en ningún momento; su caballo Ranah la había acompañado desde su infancia en Castilla hasta su presente en Portugal, pero en el último tiempo su salud se estaba deteriorando, estaba viejo en palabras de un criador de caballos especializado que estaba cuidando de él, pero pensar en perderlo se convertía en un dolor muy duro en el corazón de Sakura quien se negó a creerlo hasta que por fin cruzó el umbral de las caballerizas. La reina Haruno se dirigió al establo de su caballo, cuya puerta estaba entreabierta y por la que ingresó, sujetándose la falda y arrodillándose junto a su Ranah que yacía tumbado en el suelo y respirando débilmente—con el encargado de las caballerizas junto a él—, emitiendo unos quedos quejidos que quebraron el corazón de Sakura quien alzó una de sus manos y acarició su hocico recibiendo a cambio un débil relinchó que la hizo sonreír con lágrimas en los ojos, percibiendo como cerraba los ojos y dejaba de moverse. Mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas sin que pudiera evitarlo y acercando la cabeza de su ahora inerte Ranah a su regazo, Sakura agradeció que su viejo amigo hubiera esperado a que ella estuviera a su lado para morir. Nunca te olvidare, prometió inclinándose para besar su pelaje por última vez...
Londres, Inglaterra/Torneo de Westminster, Febrero de 1511
Convertirse en madre no había sido algo tan fácil como seguramente Mirai había supuesto tras su noche de bodas; gozaba del favor de su esposo todas las noches, se sentía hermosa, plena y deseable a sus ojos, un sentir que solo aumento cuando a los nueve meses de la coronación de su esposo y la propia como reyes de Inglaterra, Mirai pudo dar a su esposo la feliz noticia de que estaba embarazada. Todo era alegría, quizás demasiada alegría y tras la que con solo cinco meses de gestación había sufrido un aborto espontaneo; pero su vientre había continuado hinchado como si siguiera embarazada y por lo que los médicos habían teorizado que esperaba gemelos, que había perdido uno y que otro continuaba en su vientre para justificar su aspecto. Aunque albergando dudas y temiendo por el parto, Mirai esperó como todos hasta el día del parto...solo que nada había ocurrido, los médicos se habían equivocado extraordinariamente y tras un nuevo examen físico en la posible fecha del parto se diagnosticó que no seguía embarazada sino que padecía una infección. Naturalmente este primer embarazo fallido los había distanciado a Kiba y ella, pero era parte del pasado y ahora—un año después—tenían mucho que celebrar tras el nacimiento de su primer hijo el príncipe Asuma quien dormitaba serenamente en su cuna junto al trono de su madre la reina quien atestiguaba el Torneo de Justas que tenía lugar como parte de las festividades por su nacimiento hace casi un mes.
—Mi lady— llamó Kiba sacándola de sus pensamientos y aproximándose a su palco sobre el lomo de su caballo. —¿Me hacéis el honor de otorgarme vuestro favor?— solicitó extendiendo la punta de su lanza y deseando dedicarle su victoria.
—Sera un placer, Sir Cueur Loyal— sonrió pícaramente Mirai llamándolo por el nombre impreso en su armadura y que era en honor a ella, levantándose de su trono y aproximándose al borde del palco para anudar el listón que sostenía.
Era una tradición que una dama brindara su respaldo a un caballero que participara en una Justa y por lo que Mirai anudó un largo listón de seda carmesí—como una granada, su emblema familiar—mientras Kiba le guiñaba un ojo sobre el lomó de su corcel ataviado en una armadura completa del cuello a los pies, acomodándose el casco sobre la cabeza una vez que su esposa anudó el listón y volviéndose hacia la arena para disputar su triunfo y honrarla con su victoria. Ocupando tan solemne lugar de honor en la Justa y acompañada por sus damas o los caballeros más importantes de la corte, Mirai volvió a tomar asiento sobre el trono de su pabellón, reluciente y portando un elegante vestido de sed fucsia brillante con el centro del corpiño y falda inferior estampado en líneas horizontales y verticales color negro, con los lados del corpiño y la falda superior estampada en opacos bordados cobrizos, de mangas acampanadas sobre unas ceñidas y de color ámbar con holanes de encaje; alrededor de su cuello reposaba una guirnalda de oro con un dije en forma de rosa con un cristal ámbar en el centro a juego con unos largos pendientes y la corona real de Inglaterra sobre su cabeza. Todo en este torneo—mientras el rey bajaba el visor de su casco y se preparaba para arrojarse contra su rival—era magnifico y caballeresco como todo dentro de la propia corte inglesa, magnificencia orquestada destinada a rivalizar con la corte borgoñona o francesa de donde procedía tal pompa marcial.
—Vuestro padre es un rey maravilloso— susurró Mirai a su pequeño hijo a su lado, —y un día vos seréis igual que él— sería un gran rey, y esperaba vivir para verlo.
Todo había sido muy difícil, hasta antes de casarse con Kiba le había parecido que la idea la felicidad era un imposible para ella, pero si la habían experimentado su madre la reina Seina, sus fallecidos hermanos Takara y Sai, y sus hermanas Hinata y Sakura—ella más que nadie—, ¿No merecía ella ser feliz? Ahora podía verlo, podía decir e incluso gritar a los cuatro vientos que amaba a Kiba Inuzuka, que compartía sus sueños y que era la mujer más feliz de Inglaterra por ser su esposa y reina. Halando las riendas de su caballo con su mano izquierda y empuñando su lanza con la derecha, Kiba se puso en marcha contra su adversario sir Shino Aburame quien hizo lo propio al mismo tiempo en un acto de verdadera temeridad—una Justa era un deporte sumamente peligroso—, sin ver más que a través del espacio de los visores de sus cascos, arrojándose a gran velocidad; el ganador fue el rey Kiba quien rompió la lanza de su adversario al impactarla con la suya, detonando inmediatamente los aplausos y vítores de todos los presentes. Aunque en apariencia menos jubilosa que algunos de los presentes y que se levantaron de su lugar para celebrar por el rey, Mirai permaneció sentada en su trono y aplaudiendo con el decoro que se esperaba de una reina, mas sonriendo por su esposo y más cuando lo vio quitarse el casco.
—Por la reina Mirai— declaró Kiba alzando su lanza en que permanecía atado el listón dado por su esposa.
—¡Por la reina Mirai!— secundaron todos los presentes en un grito unificado.
Como rey, Kiba gozaba de poder, popularidad y admiración en cada hora de su día desde que había subido al trono; era joven, deportista, erudito y orgulloso, además tenía por esposa a una mujer de gran belleza y aunque su primer intento de tener hijos había resultado mal, ahora tenían un príncipe sano y que dormitaba en su cuna junto a su reina quien aplaudía por él, ¿Cómo no querer compartir su alegría alabando a su reina? Mirai se merecía eso y mucho más. Acostumbrada a tener atención pero no a ese punto, Mirai contuvo una risa nerviosa, sonrojándose como una adolescente y llevándose una mano al centro del pecho al no saber bien cómo reaccionar en una situación como esa pero sin duda sintiéndose honrada por su esposo, tanto por su victoria como por sus caballerosos elogios, siendo aplaudida por sus damas tanto aquellas nativas de Castilla como aquellas que eran inglesas. Sin olvidar en ningún momento el motivo tras estas celebraciones, Mirai se levantó de su trono e inclinándose sobre la cuna de junto, cargó en brazos a su pequeño hijo, acomodándolo cerca de su pecho para que todos pudieran verlo, para enorgullecer a su Kiba y demostrarle a todos que la dinastía Inuzuka continuaría por siempre, porque el futuro era seguro y porque ella se sentía inmensamente feliz, como nunca.
Ningún momento podría ser tan perfecto como ese.
Palacio de Westminster, Inglaterra/22 de Febrero de 1511
Caritativa y siempre preocupada de las necesidades de sus súbditos como su madre la reina Seina les había enseñado a ella y a sus hermanas, pero sin tener por ello una política de puertas abiertas como su hermana Sakura pues lo ingleses eran distintos, el escritorio de Mirai—y ante el que se encontraba sentada mientras sus doncellas bordaban junto a la chimenea—siempre se encontraba atestado de documentos, y su cabeza siempre repleta de una cosa o la otra, como era el deber de una reina. Pero un siendo un mujer tan atareada, es mañana Mirai encontró tiempo para visitar la guardería y ver a su hijo quien dormía serenamente en su cuna, habiéndose levantado con un extraño presentimiento. Elegante y sobria cuando no había festividades por montón de las que gozar, al menos durante este día, Mirai portaba un vestido verde jade de escote cuadrado con un margen dorado en el contorno del mismo, de falda superior amplia que se abría en A rebelando una falda inferior color café con bordados cobrizos como las abullonadas mangas inferiores y que finalizaban en holanes bajo unas superiores y acampanadas forradas en piel, a juego con el tocado ingles con velo que caía sobre sus hombros cubriendo su cabello ébano y resaltando el crucifijo de oro alrededor de su cuello, decorado con cristales ónix y lágrimas de perlas, inclinándose sobre la cuna en que su pequeño hijo dormía como un ángel.
—Asuma — llamó Mirai descubriendo ligeramente a su hijo para cargarlo. —¿Asuma?— insistió extrañada al no recibir respuesta alguna.
Su pequeño Asuma no era en lo absoluto ruidoso sino tranquilo, pero usualmente y cuando menos movía alguna de sus extremidades o emitía un pequeño quejido antes de seguir durmiendo, mas esta vez no había nada de eso mientras lo acunaba en sus brazos, acariciando sus mejillas y que percibía frías; alzó la mirada hacia la nodriza o institutriz del pequeño y quien debía velar por su seguridad cuando ella no lo hacía, sintiendo que se le congelaba el corazón en el momento en que vio al doctor Bunpuku Shukaku junto la mujer, dirigiéndole una mirada antes de negar ligeramente como única respuesta. Como paralizada en su lugar ante la sola idea de que le hubiera ocurrido algo a su hijo y sin que ella se hubiera enterado antes para estar junto a él, Mirai negó en su lugar mientras una solitaria lagrima resbalaba por su mejilla, cayendo sobre la frente de su pequeño; al instante Mirai se reprochó esta acción, acercando a su pequeño Asuma para besarle la frente y limpiar cualquier signo de tristeza, articulando o esbozando una torpe sonrisa, negándose a creer aquello y también casi como si temiera que su hijo pudiera oírlo y se entristeciera por ello. No, su hijo no podía estar muerto…no, su pequeño Asuma solo era un niño muy tranquilo y estaba durmiendo, solo tenía seis semanas…no, no, no, ¡No! Mirai se negaba a creer que nuevamente y cuando la sentía más cerca la felicidad le fuera arrebatada.
—No…— murmuró Mirai, temblando como una hoja y sintiendo furia pura cuando el doctor pretendió acercarse a ella. —¡No, no!, ¡Mi hijo solo está dormido!— determinó con voz clara pero sin gritar por ello por temor a asustar a su hijo.
—No hay más que hacer, Alteza, ha muerto— insistió el doctor Shukaku, sabiendo que era doloroso pero preciso que ella lo entendiera.
—No…¡No!— sollozó la reina, no pudiendo creer que algo tan horrible fuera posible.
Su pequeño Asuma solo había tenido seis semanas, el tiempo perfecto para que ella pudiera enamorarse de él, para que viera a su hijo como el niño más perfecto sobre la faz de la tierra, y sin embargo ahora—al cargar a su bebé inerte—Mirai tuvo que asimilar como todo el hermoso futuro que había vislumbrado hasta apenas ayer se había perdido, desplomándose de rodillas sobre el suelo y abrazando el frio cuerpo de su bebé, sollozando desconsoladamente y sintiendo como si le arrebataran una parte de su corazón. No debería ser posible, Dios sabía que no, una madre no debería vivir más que su hijos, ello iba contra las leyes de la naturaleza y sin embargo Mirai había vivido para atestiguar como lentamente sus seres queridos le eran arrebatados a su madre; primero Sai, luego su hija nacida muerta, su hermana Takara, su hijo el pequeño príncipe Yosuke…Pero creí que eso no me sucedería a mí, se dijo Mirai viendo como sus ilusiones se hacían pedazos delante de sus ojos mientras una voz perniciosa le susurraba al oído; no eres una reina apropiada. ¿Cómo respondería ante Kiba?, ¿Y ante su pueblo?, ¿Por qué Dios la estaba probando de ese modo?, ¿Qué había hecho mal para merecer este castigo? Llevaba casi tres años casada y ya había perdido dos hijos, una niña que había terminado en un aborto, lo que quizás podía consentirse, pero no ahora y tratándose de un príncipe heredero...
Lisboa, Portugal
Debería estar trabajando y no perdiendo el tiempo, se dijo Sakura entornando los ojos para sí bajo las manos de Sasuke quien la guiaba por un recorrido del que ella poco y nada podía ver, solo sintiéndose segura al tenerlo a él a su espalda y acompañando su andar con sus propios pasos. La Haruno portaba un elegante vestido de seda esmeralda—debajo una enagua blanca de cuello alto y cerrado—estampado en bordados florales de hilo de plata, escote alto y cuadrado ceñido a su cuerpo por un ajustado corsé, falda de una sola capa y mangas holgadas que se ceñían por muñequeras negras que finalizaban en holanes blancos; sus largos rizos rosados estaban pulcramente recogidos tras su nuca y sobre su coronilla por una trenza en forma de cintillo resaltando unos largos pendientes de oro y esmeralda con una lagrima de perla al final a juego con el broche que pendía de su escote. Absteniéndose de esbozar una sonrisa y recorriendo los pasillos del palacio cubriendo los ojos de su esposa, Sasuke se sintió realizado de que ella no tuviera todo el control, el Uchiha vistiendo un jubón de terciopelo marrón oscuro—debajo una holgada camisa blanca de cuello redondo y mangas ceñidas en las muñecas—que formaba una chaqueta superior con bordados que replicaban el emblema de la familia Viseu y faldón hasta las rodillas, pantalones de igual color, botas de cuero y sobre la ropa un abrigo de piel.
—Sasuke— nombró Sakura sintiendo que perdería la paciencia en cualquier momento. —¿Qué queréis mostrarme?— interrogó pero no por ello dejando de caminar.
—Ya veréis— sosegó Sasuke, cubriéndole los ojos con una mano y sosteniendo una de las manos de ella con la otra para impedir que tropezara al bajar los escalones.
Sabía que Sakura no era ninguna tonta y—frunciendo el ceño bajo su tacto—evidentemente podía darse cuenta sin necesidad de ver para saber que estaba bajando escalones, ¿Pero hacia dónde? Esa era la sorpresa y que Sasuke se encargó de corroborar estuviera lista al cruzar el umbral de las caballerizas y observar al encargado, deteniendo entonces sus pasos y haciendo que Sakura también, comprobando una vez más que ella no viera nada—escuchándola suspirar de impaciencia—y finalmente apartando su mano de sus ojos para que ella pudiera ver la sorpresa. Pareciendo molesta por su tono de voz e impaciencia pero estando todo menos eso, Sakura contuvo un jadeo cubriéndose los labios con las manos ante lo que encontró al abrir los ojos; el encargado de las caballerizas sostenía la brida de un hermoso caballo de pelaje blanco como la nieve de pies a cabeza pero con su crin y cola de un contrastante color negro, un animal maravilloso de contemplar y que le quitó el aliento a Sakura que volvió la mirada a Sasuke y quien sonrió ladinamente, dando su inmediato consentimiento y a lo que ella se aproximó para tomar la brida de manos encargado y alzó su otra mano para acariciar el hocico del corcel, susurrándole bajo para entrar en confianza. Sasuke se sintió complacido ante la reacción de Sakura, había escogido a un purasangre árabe precisamente para verla feliz, lo que reafirmó al verla volver la mirada por sobre su hombro con una deslumbrante sonrisa.
—Que animal tan maravilloso— apreció Sakura sabiendo la pasión que su esposo y ella sentían por los caballos.
—Ella es mi regalo, para vos— declaró Sasuke, viéndola voltear a verlo con sorpresa y que se convirtió en una alegría aún mayor. —Se lo difícil que es perder a un amigo y no quería que os sintierais sola— justificó aproximándose a Sakura quien estaba ensimismada con su regalo. —Es joven y fuerte, la he seleccionado personalmente— había tomado un par de meses pero había valido la pena.
—Gracias, Sasuke, es hermosa— sonrió la Haruno alargando una de sus manos para entrelazarla con la suya. —Quiero montarla— decidió en voz alta y ante lo que el encargado reverenció a su reina antes de proceder a preparar la montura.
—¿Estáis segura?— inquirió el Uchiha preocupado de que ella quisiera hacerlo tan pronto.
—¿No está domada?— preguntó Sakura solo para estar segura, aunque de no ser así eso no la detendría.
—Sí, pero puede ser peligroso— insistió Sasuke y ante lo que ella arqueó una ceja únicamente, —aún no os conoce— obvió temiendo que pudiera pasarle algo.
—Oh, ya lo hará— sosegó ella no viendo eso como un problema. —Seremos buenas amigas— vaticinó acariciando el hocico de su nueva amiga para mantenerla tranquila.
Tranquilizando a su nueva amiga que en su mente decidió llamar Llina, Sakura aguardó a que el encargado ciñera la montura y riendas, buscando en todo momento que Llina no se sintiera incomoda y una vez hecho esto, sin necesidad de ayuda pero si sujetándose la falda para mayor comodidad, Sakura apoyó sus manos en la montura y con un ágil movimiento subió al lomó de la equina que emitió un relinchó claramente alegre mientras su ahora amazona se acomodaba sobre su lomó. Acomodando la falda de su vestido y recibiendo las riendas de manos del encargado a la par que teniendo a Sasuke pendiente de ella y a su lado en todo momento—lo que inevitablemente la hizo sonreír—, Sakura pensó en salir a galopar inmediatamente pero prefirió no hacerlo aún y contemplar la musculatura de Llina, palpando la sedosidad de su pelaje y crin, fascinándose por todo cuanto era su nueva amiga…interiormente tuvo un deje de culpabilidad ante la idea de reemplazar a su Ranah, pero pronto comprendió que no estaba haciendo tal cosa sino que esta era una nueva amiga porque el recuerdo de su compañero de infancia y juventud continuaba impreso en su memoria. Tranquilizando sus temores al ver que su presente era una yegua dócil y que de inmediato parecía haber entablado un vínculo con Sakura, Sasuke se acercó a su esposa situando una de sus manos sobre uno de sus muslos a través de la falda de su vestido.
—Es magnifica— elogió la Haruno en voz alta y absolutamente fascinada. —Pero me haría muy feliz si alguien me acompañara— agregó y pestañando coquetamente para convencer de ello a Sasuke que sonrió ladinamente.
—Ensillad mi caballo— instruyó el Uchiha al encargado, incapaz de negarse a nada de lo que le pidiera su esposa.
Negarse a sí mismo los enormes deseos que tenía de salir a montar a caballo probablemente sería la mayor estupidez que podría cometer, de hecho llevaba estos últimos meses saliendo muy escasamente de caza o del Castillo en general y sintiéndose culpable ya que desde la muerte de su caballo Sakura no había vuelto a montar, hasta ahora y él no quería dejarla sola más de la cuenta; solo hicieron falta unos segundos—quizás un minuto—para que el encargado de las caballerizas tuviera listo su caballo y al cual Sasuke no tardo nada en subir, acomodándose el abrigo, volviendo la mirada hacia Sakura y viceversa. Acostumbrados a rutinas de ese tipo y que no habían podido efectuar desde hace meses por la muerte del caballo de su esposa, Sasuke no apartó la mirada de Sakura quien haló ligeramente de las riendas para instruir a Llina a abandonar las caballerizas y naturalmente el caballo de Sasuke no tardó en imitarla; como si quisiera poner a prueba a Llina, inicialmente Sakura solo se concentró en caminar, luego en trotar ligeramente, pero apenas estuvo claro que Sasuke podía seguirle el ritmo y queriendo sentirse libre de preocupaciones u obligaciones—por primera vez en mucho tiempo—sin importar lo egoísta que fuera, la Haruno haló de las riendas haciendo galopar a su corcel con Sasuke codo a codo a su lado, pleno de volver a compartir aquella pasión tan única con su esposa.
Su felicidad parecía no tener fin.
Meses Después, Julio de 1511
Aunque la paz reinase en la corte portuguesa, eso no quería decir en ningún momento que el rey Sasuke hubiera dejado de lado sus deseos expansionistas y de prosperidad durante su mandato sino todo lo contrario, pues había estado planeando durante años un ataque para hacerse con el control marítimo en la costa asiática sabiendo que debía cuidarse de sus poderosos vecinos como lo eran los chinos, un plan que había ideado junto a su esposa pero no fue hasta ese momento y a solas en el salón del trono que Sasuke informó a Sakura de sus recientes victorias. La Haruno portaba un elegante vestido azul oscuro de escote cuadrado con bordados de encaje negro y un recorte de seda cobriza clara en V en el centro del corpiño como la falda inferior que se abría en A y que estaba bordada en múltiples broches de oro y diamantes que replicaban el emblema de la familia Uchiha como el elaborado margen que formaba el contorno del escote, el falso fajín a la altura de sus caderas y el margen de las mangas bajo unas abullonadas hombrera que continuaban en mangas acampanadas sobre otras abullonadas que se anudaban a lo largo de los brazos; sus largos rizos rosados estaban recogidos en una coleta formada por un elaborado broche de oro y zafiros a juego con unos largos pendientes que le rozaban los hombros y la guirnalda alrededor de su cuello. La feliz noticia era que Malaca y Adén en territorio asiático habían caído, el primer paso para frustrar el comercio musulmán en el Océano Índico.
—¿No es una broma?— preguntó Sakura aun sin creer lo que acababa de oír de él.
—No, es la realidad— asintió Sasuke con una sonrisa ladina. —Malaca es portuguesa ahora, así como Adén— señaló como prueba el camino exacto sobre el mapa en el escritorio ante ambos y donde se encontraban sus huestes.
—El siguiente paso es Ormuz y el comercio en el Océano Indico nos pertenecerá, no a los turcos o moros— vaticinó la Haruno ya que el propósito era bloquear el comercio a través de Alejandría y al capturar Ormuz, y el siguiente paso debía ser bloquear el comercio a través del Golfo Pérsico y Beirut. —¡Es un sueño!— obvió con un chillido de emoción y volviéndose a su esposo a quien abrazó efusivamente.
—Por ahora, pero nos habremos adueñado completamente de Malasia en cuestión de semanas o unos pocos meses cuando mucho— asintió el Uchiha envolviendo sus brazos alrededor de su esposa y sintiéndose pleno al tener su apoyo. —Ningún soberano podría derrotar por si solo y permanentemente a los turcos, tomaría siglos— previno siendo quizás más realista que la mayoría de los soberanos europeos. —Pero si podemos frenar su expansión momentáneamente— y en ello era de gran importancia la captura de Malaca como estrategia para controlar el comercio con China.
—No es un logro menor, en absoluto— protestó Sakura no queriendo que él menospreciara este triunfo. —Hay que celebrar— decido sin dejar de sonreír y separándose de su esposo para rodearlo mientras no apartaba su mirada de la suya.
—¿Vos queréis celebrar?— cuestionó Sasuke pues ella prefería la vida contemplativa, ambos de hecho.
—Me siento feliz— obvió ella encogiéndose hombros y retrocediendo hacia el trono sosteniendo su mano, —y quiero compartir esa alegría— aclaró tomando asiento sobre el trono de su esposo y subiéndose lentamente la falda del vestido.
Dándose cuenta de las intenciones de Sakura y disimulando una sonrisa ya que le resultaba imposible negarse a ella siendo tan endemoniadamente tentadora, Sasuke se desabrochó los pantalones mientras su esposa levantaba lo suficiente la falda de su vestido y abría las piernas para situarlas a cada lado de cuerpo; tenían que celebrar…La verdadera celebración sin embargo tuvo lugar esa noche ante toda la corte en un banquete espectacular que representó toda la opulencia de Portugal y más tras este triunfo militar, precedido por el rey Sasuke, su esposa y sus hijos mayores el príncipe Itachi y las Infantas Sarada y Mikoto, o al menos ellos estuvieron presentes hasta que fue hora de retirarse a sus habitaciones. Sentado en su lugar de honor, el rey Sasuke vestía un elegante jubón marrón oscuro—debajo una holgada camisa de cuello redondo con mangas ceñidas en las muñecas—con bordados de oro que replicaban el emblema de la familia Viseu, con mangas ceñidas—por sobre estas lienzos lisos que formaban mangas abiertas desde los hombros—y largo faldón hasta las rodillas, ceñido a su cuerpo por un cinturón de cuero marrón oscuro como sus botas, y pantalones negros, con su rebelde cabello azabache azulado ligeramente despeinado como siempre. Ahora que la celebración podía proseguir en su totalidad tras la partida de los hijos de su señor, lord Idate Morino se levantó de su lugar para hacer un brindis:
—¡Por nuestro rey, que ha asestado una brutal bofetada a los turcos!— proclamó lord Morino alzando su copa en señal de respeto.
—¡Por muchos triunfos más!— respaldaron todos los nobles presentes antes de beber de sus copas en señal de apoyo.
—Y por la reina— agregó el rey Sasuke, levantándose de su lugar para sorpresa de todos, —sin cuyo apoyo este triunfo no habría sido posible— agregó no pudiendo considerar esto un triunfo de no ser por ella.
—¡Por la reina!— secundaron todos centrando su atención en su bella soberana.
Sentada junto a su esposo el rey, la reina Sakura relucía como la joya más brillante del reino ataviada en un vestido de capas de gasa aguamarina con bordados de encaje celeste grisáceo, semejante a una túnica griega por su diseño, de escote corazón y caída holgada y ligeramente traslucida hasta el suelo, mangas dobles que se abrían como lienzos desde los hombros para exponer los brazos, con un fajín dorado ceñido bajo el busto y decorado por broches de diamante como la guirnalda de oro que abrazaba su cuello; sus largos rizos rosados caían sobre sus hombros con una trenza en forma de cintillo sobre su coronilla y decenas de pequeños cristales de múltiples colores entrelazados con sus rizos y una diadema de hileras de perlas con un broche de oro y esmeralda sobre su frente. Alzando su copa en respuesta a su esposo y todos los presentes, Sakura bebió todo el contenido de ella y que alzó hacia los presentes que vitorearon su evidente alegría, permitiendo que el festejo continuase hasta bien entrada la noche como de costumbre, entre bailes y celebraciones sin par; todo era tanto una festividad espontanea como una muestra de los eventos que enriquecían a Portugal con el comercio exterior, siendo el reino más próspero de Europa y que ahora tenía formalmente un vasto imperio de ultramar...Más tarde esa noche, muy cerca de la madrugada a decir verdad, Sasuke y Sakura cruzaron el umbral de los aposentos de la reina para pasar la noche juntos como siempre:
—Sois una bailarina magnifica— elogió Sasuke apenas las puertas de la habitación privada de su esposa se cerraron a su espalda.
—¿Solo yo?— rió Sakura habiendo bailado con su esposo toda la noche. —Vos no lo hacéis mal— mencionó con fingida arrogancia viéndolo entornar los ojos.
Sosteniendo la mano de su esposo y queriendo disfrutar lo más posible de esta noche, de su Edén y del Imperio que estaban construyendo juntos—él en su rol de rey y gobernante, y ella en su rol de reina y madre—, dirigiendo sus pasos hacia la cama y sentándose en la parte trasera de esta sin apartar los ojos de Sasuke quien se sentó frente a ella, la Haruno desabrochó el cierre de su vestido, sintiendo las manos de su esposo cuando ella pretendía desvestirse, desnudándola lentamente antes de fundirse en un beso lento y recostándose sobre la cama. Siendo veloz con sus manos mientras sentía los labios de Sasuke descender por su cuello, Sakura lo despojó del jubón y la camisa lo más rápido posible, desabrochándole los pantalones que bajo lo suficiente para que él la hiciera suya, abriendo sus piernas para él. Sujetando por la nuca a Sakura para encontrar sus labios y lenguas en un nuevo beso, Sasuke apoyó su peso en uno de sus brazos para no aplastarla y usó su otra mano para guiar su miembro a su estrecho interior, penetrándola con un solo movimiento que los hizo gemir de placer contra los labios del otro, comenzando a moverse lenta pero profundamente mientras dejaba que ella se acostumbrara. Rompiendo el beso y encontrando su mirada con la de Sakura, Sasuke contempló la calidez en sus ojos esmeralda y su gran belleza, sintiéndose abrumado por un amor tan insaciable por ella que lo amaba de igual forma a él…nunca dejaban de sorprenderse por ello.
—Llegareis aún más lejos, ¿verdad?— preguntó Sakura en un jadeo mientras lo sentía llenarla profundamente, pero no lo decía en ese sentido.
—Mucho más— asintió Sasuke descendiendo sus labios por la mejilla de ella y llegar a su oído. —He enviado emisarios y navegantes, nos aliaremos con China— susurró moviéndose ligeramente más rápido y sintiendo las piernas de ella envolver sus caderas.
—¿Es así?— jadeó la Haruno, mordiéndose el labio inferior para no gritar. —Por eso habéis tomado Malaca, los habéis amedrentado— comprendió sin que la cegara la bruma de la lujuria.
—Habría ido al frente yo mismo, pero no quería dejaros sola— respaldó el Uchiha, acallando cualquier deseo de gloria en el frente de guerra…y que era nada ante el sublime placer de hacerla suya toda las noches.
—Qué bueno, porque me habrías hecho añoraros— se quejó ella, arqueando su cuerpo contra el suyo y sintiéndolo gruñir contra su oído. —Pero estáis aquí y os adoro— perdonó, apartando sus manos de su espalda para acunar su rosto y verlo a los ojos. —Mas no descuidéis vuestros flancos; los Persas— señaló adelantándose a cualquier posible eventualidad. —No dejéis que se conviertan en vuestros enemigos sino en vuestros aliados o podríais lamentarlo— los Persas podían aliarse con los turcos en su contra si no ganaban inmunidad de sus bocas, y debían hacerlo.
—¿Creéis que son de fiar?— cuestionó él cejando en sus embestidas y agradeciendo su brillantez política, así como su habilidad de adelantarse a los conflictos.
—Sois un rey magnánimo, todos lo ven— sonrió Sakura no teniendo dudas de su poder de persuasión. —Ahora demostradlo, demostrad vuestra bondad y el mundo os aplaudirá— no podían disuadir a los turcos, pero si comprar a los Persas.
—Y a vos— correspondió Sasuke, volviendo a moverse y deleitándose con las expresiones de placer en el rostro de su esposa ante la primera de sus nuevas embestidas. —Seréis la joya de este Imperio, mi Emperatriz— susurró inclinándose para encontrar sus labios, sintiéndola arañarle la espalda de placer.
Su amor no era solo placer o lujuria, esa era la parte más agradable pero ninguno de los dos olvidaba que también era política, y en nada les extraño discutir asuntos de estado mientras se entregaban el uno al otro haciendo el amor, reflexionando en la importancia de forjar tratados comerciales y alianzas diplomáticas con la dinastía Ming de China y que Sasuke había iniciado a través de sus embajadores, y ahora también lo haría con la dinastía Safavid persa por consejo de su amada Sakura. Mientras sus esposo penetraba impecablemente en su interior, dejando de tomarse las cosas con lentitud sino que con hambre renovada por saberla suya en todo sus sentidos, Sakura encontró sus caderas contra las de su esposo quien gruñó por lo bajo, encontrando sus labios en un nuevo beso; si bien se sentía satisfecha con el contacto pero anhelando mucho más, Sakura deslizó sus manos de la espalda al pecho de Sasuke y que presionó en una señal inconfundible a la par que separaba más las piernas, indicándole que deseaba estar arriba esta vez y ante lo que él no dudo en apartarse ligeramente pero sin abandonar su interior, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de su esposa para permitirle sentarse sobre su regazo, ambos frente a frente y aún más cerca el uno del otro. Dejando a su esposa tener el control y sujetarse de sus hombros para moverse, Sasuke se prendó por la fina capa de sudor que comenzó a impregnar su piel, lamiendo la piel de su cuello y descendiendo por el valle entre sus pechos.
Tener el deleite de ver a su esposa estremecer, retorcerse deliciosamente y gritar de placer no tenía comparación para Sasuke quien amasó sus pechos, recorriendo con sus labios y lengua cada poro de piel que su tacto no podía abarcar, sintiéndose en la gloria al saber a Sakura tan especialmente receptiva en esa área de anatomía, que era su predilecta por lejos y que no había pasado inadvertido para él en las últimas semanas…Sasuke tuvo que cerrar los ojos para centrarse en disfrutar lo más posible de la maravillosa sensación del cuerpo de Sakura contra su suyo, de su estrecho interior mientras hacían el amor. Apoyando sus piernas contra el colchón y sus manos en el cuerpo de Sasuke, Sakura lentamente inclinó su cuerpo sobre el de él haciéndolo recostarse sobre la cama bajo suyo, fundiéndose en un nuevo beso, sintiendo sus manos descender por sus costillas a su espalda, jugando con sus largos rizos rosados mientras ella balanceaba sus caderas en movimientos cortos pero rápidos, apresándolo de manera dolorosamente placentera en su interior y gimiendo descaradamente en medio de la lucha entre sus lenguas, ella arqueando la espalda cuando sintió sus manos sobre sus sensibles pechos y que sostuvo entre las suyas para guiar sus movimientos, sintiendo la tensión subir a cada segundo así como una lujuria y pasión desenfrenadas como ninguna otra, incapaces de apartar los ojos del otro.
Conteniendo un grito al sentir el clímax aproximarse más ante cada penetración del miembro de su esposo contra su interior, Sakura recargó sus manos sobre su pecho, presionando sus labios y encontrando su lengua con la suya desesperadamente y con torpeza por los gemidos que trataban de escapar de sus labios ante el inmenso placer que estaba sintiendo, deseando pedirle a Sasuke que tomara el control y no sabiendo si podría seguir moviéndose ante el torrente de placer que sentía, pero ni siquiera tuvo que decirlo. Sintiendo el clímax cada vez más cerca al igual que su esposa, Sasuke cambió la posición con un ágil movimiento; volvió a recostar a Sakura sobre la cama bajo suyo y gimiendo desesperadamente mientras no cesaba de penetrar en su interior, situando sus manos en sus caderas para encontrarlas contra las suyas, tratando de llegar aún más profundo en su interior de ser posible, y rápido para alcanzar la cúspide de su placer. Sentir las uñas de Sakura en su espalda, el seductor vaivén de sus caderas, el roce de sus pechos contra su torso y escuchar sus melodiosos gemidos fue demasiado para Sasuke quien cerró los ojos mientras enterraba su rostro contra el cuello de su esposa, sintiendo las embestidas tornarse torpes y descoordinadas ante la proximidad del clímax, pero eso no hizo menos placentera la entrega para Sakura quien arqueó su cuerpo contra el suyo y echó la cabeza hacia atrás, gritando su nombre al alcanzar la cúspide de aquel placer.
Sin embargo, cualquier placer que Sakura pudiera creer sentir se tornó un mayor al escuchar a Sasuke gruñir roncamente el suyo contra su oído propinando esa última embestida con que lo sintió correrse en su interior y un instante después derrumbarse encima suyo y jadeando agitadamente, agotado, pero brindándole a Sakura un sentir como ningún otro en el mundo, al menos para ella. Sentir el peso de Sasuke sobre su cuerpo le recordaba lo afortunada que era de tenerlo mientras aún lo sentía en su interior, envolviendo sus brazos alrededor de su espalda para mantenerlo presionado contra sí y disfrutar de un amoroso abrazo post coito, sonriendo en medio de todo. Recuperando el aliento y sintiéndose más pleno que nunca al ser uno solo con su esposa, Sasuke balanceó sus caderas contra las de Sakura aún presó por su estrecho interior, no buscando retomar o iniciar una nueva ronda de hacer el amor sino que simplemente disfrutando de ser uno solo y deseando que ese sentir pudiera durar para siempre. Sin romper el abrazo realmente pero si irguiéndose ligeramente con ayuda de sus brazos, no queriendo aplastar a su ninfa y ángel, Sasuke alzó su rostro para encontrar su mirada con la de Sakura, acunando su hermoso rostro con una de sus manos y besando lentamente sus labios, disfrutando de su dulce sabor y los estremecimientos que recorrían los cuerpos de ambos tras el orgasmo…
¿Cuánto tiempo había transcurrido? Sakura no podía medirlo, tenía un reloj sobre su escritorio y sin embargo en ningún omentos e le pasó por la cabeza observarlo, siendo abrazada por Sasuke quien estaba recostado sobre la cama abrazándola a su cuerpo por la cintura y acariciando sus largos rizos rosados mientras ella trazaba líneas invisibles sobre su torso; en su jornada habitual de hacer el amor hasta el cansancio por las noches, Sakura ya le habría pedido a Sasuke que volviera a hacerla suya pero en ese momento no tenía deseos de ello, era sumamente placentero pero en esta ocasión no buscaba la misma realización pasional pues sentía—y esperaba no estar errada—su vientre lleno, era una sospecha pero sus cursos mensuales se habían ausentado durante tres meses seguidos en el último tiempo siendo que estos se habían regularizado lenta y difícilmente desde su último parto en los meses previos a este inesperado salto de tiempo, ¿Podía realmente estar embarazada otra vez? Le había costado tanto mostrar síntomas que Sakura no quería ilusionarse si acababa equivocándose. Cerrando lentamente los ojos y no teniendo problemas en dormir por unos minutos—no pudiendo evitar sentirse algo cansado pues tenía cuarenta y dos años y Sakura veintinueve—hasta que su lívido o el de su esposa los instara a volver a hacer el amor, Sasuke esbozó una sonrisa ladina al sentir el perfume de su esposa.
—¿Sasuke?— llamó la Haruno temiendo que su esposo se estuviera quedando dormido.
—¿Qué sucede?— preguntó el Uchiha abriendo los ojos y bajando la mirada hacia ella.
—Estoy embarazada otra vez— reveló Sakura lamentando ser tan directa pero no sabiendo de que otra forma decírselo.
—¿Estáis segura?— inquirió Sasuke olvidándose por completo de dormir, rompiendo el abrazo y tomándola del mentón para verla a los ojos.
—Aún no he llamado a lord Dan Kato para que me revise, si a eso os réferis— diferenció ella ciñéndose a lo que decía la ciencia, —pero llevo cuentas exactas y no he sangrado en tres meses— defendió con expresión pensativa y cavilando en ello.
—Y vuestros pechos están sensibles— meditó él en voz alta sorprendiendo a su esposa. —Me doy cuenta de todo aunque no lo notéis— obvió sonriendo ladinamente.
—Y yo que creía que vuestro favoritismo por cierta área de mi anatomía había aumentado espontáneamente— sonrió Sakura pícaramente, gateando para recostarse sobre su torso y presionando sus pechos contra su piel para deleite de ambos.
—No os menospreciéis, sois irresistible— afirmó Sasuke tomándola por la nuca para acercar su rostro al suyo.
Ese encuentro de miradas fue suficiente para que cualquier ápice de sueño que cualquiera que los dos pudiera tener se evaporara por completo, simplemente observándose a los ojos y con sus rostros muy cerca el uno del otro con la chispa del deseó ya danzando entre ambos y atrayéndolos de manera invisible hasta que Sakura se inclinó hacia adelante a la par que Sasuke la sostenía de la nuca, presionando sus labios y que no tardaron en entreabrir para encontrar sus lenguas pero no con vorágine desesperada sino que con lentitud, queriendo disfrutar del momento presente como de ningún otro. Sasuke respondió al beso con un gruñido de satisfacción mientras sus lenguas bailaban una contra la otra, y Sakura montando a horcajadas sobre su regazo con sus piernas a cada lado del cuerpo del rey luso que sostuvo su rostro entre sus manos negándose a romper el beso mientras disfrutaba la forma en que ella frotaba y rozaba su cuerpo contra el suyo, partiendo por sus pechos sensibles y que los hizo gruñir a ambos en medio del beso, el Uchiha descendiendo su tacto para envolver sus brazos alrededor de ella mientras sus labios se separaban lentamente para recuperar el aliento. Mientras ambos jadeaban suavemente para recuperar el aliento y pegando sus frentes a la del otro para mantener el contacto, Sakura vio una chispa en los ojos de Sasuke, una chispa que había visto hacía un año y medio atrás y que por poco los había sumido en la abstinencia; el miedo.
—Estáis preocupado— notó la Haruno en voz alta y ante lo que Sasuke dejo libre un suspiro.
—¿Cómo no estarlo?— cuestionó el Uchiha temiendo que su vida volviera a estar en peligro.
—Todo fue bien la última vez, perfectamente— protestó Sakura intentando sosegar sus temores.
—Y habéis tardado meses en volver a sangrar, medio año— recordó Sasuke sin menospreciar aquella repercusión. —Antes casi morís por una hemorragia— temblaba de solo recordarlo, —y me han dicho que me ocultasteis que habíais tenido fiebre pos parto del parto previo— no había esperado que su esposa le ocultase algo así.
—¿Quién...?— interrogó ella o eso pretendió antes de darse cuenta de quién podía ser responsable. —Emi— gruñó por lo bajo, mas no pudiendo pedirle a su cuñada que guardara secretos a su hermano y soberano.
—Y también lord Morino, que nos es tan leal— asintió él viéndola suspirar y apartar la mirada. —¿Por qué si no creías que me había distanciado de vos, antes que naciera Rai? Estaba loco de temor por perderos, y tengo que preocuparme; sois mi esposa— inquirió sosteniendo el mentón de ella y viéndola a los ojos. —Si tan siquiera pudiera sostener vuestra mano mientras...— quizás sus temores serían menores de estar a su alado al momento del parto, pero eso no estaba permitido para un rey.
—Sabéis que lo permitiría de estar en mi mano, pero un hombre no tiene nada que hacer en un parto, lo he visto y todos lo saben— lamentó protestar la Haruno escuchándolo suspirar con pesar. —Pondréis verme apenas nazca, bien lo sabéis, nadie podría pararos— intentó consolar pues la espera valdría la pena.
—Hacedme una promesa, por favor— pidió Sasuke sabiendo que no podía aspirar a más y viéndola asentir. —Que luchareis, que no me abandonareis— rogó no pudiendo continuar si no la tenía a ella a su lado.
—Siempre me tendréis— sosegó Sakura alzando sus manos y revolviendo el cabello azabache azulado de su esposo quien no dejo de observarla; esa no era la respuesta que él quería oír. —Pero si, os prometo que esto no me vencerá— aseguró prometiendo luchar por no morir si realmente estaba embarazada.
No estaba en su poder intentar controlar el destino y puede que un día este empeño de proporcionar herederos al trono acabara cobrando un precio que ella insistía en minimizar tras cada parto sin importar que estos pusieran en riesgo su vida, pero Sakura se sentía joven—aún no tenía treinta años—, fuerte y capaz para salir con bien de otro embarazo, por lo que su promesa no era infundada; se comprometía a no dejar que la muerte intentara conquistarla. Esbozando una sonrisa y encontrando sus orbes esmeralda con los pozos ónix de su muy amado esposo, Sakura envolvió sus brazos alrededor de su cuello e inclinó su rostro hacia el suyo para atraerlo a un nuevo beso que no tardó en profundizar, encontrando su lengua contra la suya con hambre renovada. Aunque gozar de los labios de su esposa era un placer como ningún otro, el sueño se había espantado de la mente de Sasuke siendo reemplazado por el temor y ahora la calma que solo podía proporcionarle el amor de Sakura y por lo que el Uchiha cambió drástica y bruscamente las posiciones para sorpresa de su esposa quien jadeó con el rostro vuelto hacia la almohada y sintiendo a Sasuke situarse tras ella, levantándole las caderas para acercarlas a las suyas y penetrándola hasta la empuñadura de un solo movimiento, gruñendo por lo bajo y embistiendo con profundidad antes que ella pudiera acostumbrarse, relegada a enterrar el rostro contra la almohada y gemir necesitada del placer que solo él podía darle.
Si no había estado embarazada, lo estaría antes del final de la noche.
A primera hora de la mañana siguiente y tan pronto como Sasuke y ella desayunaron juntos antes de comenzar con las actividades de sus respectivas jornadas como rey y reina, la Haruno hizo llamar a su leal físico Dan Kato quien no tardó más que unos minutos en presentarse y, tras recibir una explicación por parte de la reina, procedió a examinarla para salir de cualquier duda de un posible embarazo. Recostada sobre la cama mientras el físico examina su feminidad y el interior de su cuerpo, la reina Sakura portaba un solemne vestido de seda carmín estampado en hojas rojo opaco, de escote cuadrado—debajo una enagua blanca de cuello alto y cerrado que formaba cortas hombreras—con el contorno del escote de color dorado, mangas abullonadas que se ceñían en las muñecas, corsé estrecho y falda de una sola capa, con sus largos rizos rosados pulcramente recogidos tras su nuca y formando una trenza de tipo cintillo sobre su coronilla; alrededor de su cuello se hallaba un elegante collar de dos vueltas de perlas y de cada lateral de sus hileras pendía una letra S de oro como pequeños dijes—la inicial de su nombre y el de Sasuke—, a juego con un par de pendientes de oro en forma de rosa de los que pendían dos lágrimas de perlas. Aunque ligeramente incomoda por la presencia de su esposo en ese examen tan privado, Sakura se mantuvo calmada e inmutable para dejar proceder a lord Dan:
—¿Cuánto falta?— preguntó la Haruno, impacientándose ante tanta espera
—Aguantad un poco más, Alteza— sosegó el físico bajo su falda y actuando profesionalmente.
No era la primera vez que atendía a una mujer estando el esposo de esta presente, lo que agregaba cierta y muy justificada incomodidad en un proceso tan…intimo, pero sin duda la situación era todavía más incómoda siendo su paciente la esposa del rey y estando este presente de pie junto a la cama con expresión seria a la vez que contenidamente preocupada y sosteniendo la mano derecha de su esposa entre las suyas, ¿Para calmarla únicamente o también para calmarse a sí mismo? De pie junto a la cama e intentando no separarse de su esposa de quien estaba preocupado a la par que intercalaba su atención de ella al físico que se encontraba examinándola bajo la falda de su vestido, el rey Sasuke portaba un elegante jubón de terciopelo esmeralda de cuello alto y en V forrado en piel marrón oscuro con mangas holgadas y abiertas desde los hombros para exponer las manga inferiores de seda dorada y ceñidas hasta las muñecas, con faldón hasta las rodillas y cerrado a su cuerpo por un cinturón marrón oscuro como sus botas de cuero y pantalones de igual color, revolviendo ligeramente su cabello azabache azulado con su mano libre haciéndolo lucir más despeinado que de costumbre. Nunca había estado presente en un examen como ese, y aunque Sakura se mostraba tranquila—igual de impaciente que él por saber el resultado del procedimiento—, era evidente para él que ella estaba incomoda por aquel íntimo examen, apretando los labios y respirando pausadamente.
—¿Y bien?— inquirió Sasuke deseando que todo terminara y pronto por su esposa.
—¿Está todo en orden ahí abajo?— interrogó Sakura apremiando una resolución.
—Sí, todo bien— contestó lord Dan sin inmutarse a la premura de sus soberanos.
Había tratado a todo tipo de mujeres—no encontrando diferencias entre plebeyas, nobles, judías, gentiles o herejes—y por lo que Dan se tomó el tiempo de examinar minuciosamente las reacciones del cuerpo de su reina a su examen, analizando la piel de su vientre, su feminidad y naturalmente palpando el interior, teniendo cautela de no incomodarla más de la cuenta y siendo consciente de lo que podía provocar la presencia del rey; por ello la mayoría de las veces los maridos de sus pacientes no estaban presentes en exámenes de ese tipo, pero él se mantuvo sereno en todo momento como profesional que era, levantándose de su lugar bajo las faldas de la reina, revolviéndose el cabello ligeramente despeinado y volviéndose hacia el escritorio donde yacía un recipiente con aguada para lavarse las manos. En otras circunstancias, lord Dan Kato le levantaría la falda del vestido mientras ella yacía recostada sobre la cama, pero ahora y por la presencia de Sasuke el examen había variado un poco, sin embargo ella solo quería una respuesta para sus síntomas, acomodándose la falda mientras se sentaba sobre la cama con Sasuke sin separarse de su lado. Aunque Sasuke estaba acostumbrado a tratar con el físico de su esposa, le asombraba la calma del hombre para realizar un examen tan intimó como aquel y ahora estar lavándose las manos sin apremió alguno, como si no estuviera tratando con reyes sino una pareja común, y eso tenia su encanto…pero no ahora.
—¿Qué me ocurre?— volvió a preguntar Sakura, conteniendo una sonrisa ante la impaciencia de su esposo y que rivalizaba con la suya.
—Hablad— insistió Sasuke agradeciendo su intervención. —¿Acaso algo no va bien?— ese sería su mayor temor.
—En absoluto— tranquilizó lord Dan volviéndose con una sonrisa. —En hora buena, Altezas, tendréis otro hijo— declaró por fin, compartiendo su alegría.
En otras condiciones, recriminaría a su reina por embarazarse como ya había hecho a lo largo de estos años y en que apenas había dejado pasar un par de meses entre embarazo y embarazo lo que evidentemente le había pasado factura a su cuerpo e incluso ahora, con la diferencia que sus cursos mensuales se habían vuelto regulares de nuevo en los meses previos, antes de comenzar a ausentarse otra vez pero por un motivo totalmente distinto; su cuerpo ya estaba recuperado del parto y en medio de aquella calma, gracias al favor del rey quien visitaba su cama todas las noches—todos en la corte lo sabían—, había vuelto a quedarse embarazada. La inmediata reacción tanto por parte de Sasuke como por parte de Sakura fue de incredulidad, sospechar que iban a tener un hijo y afirmar que lo harían eran dos cosas muy distintas, tanto que pese a su ilusión ambos se habían preparado mentalmente para que solo fuera un susto infundado, una sugestión mutua, pero no era así, era real; tendrían otro hijo. Las demostraciones excesivas de afecto no eran habituales en la realeza y el caso de Sasuke no era distinto, aun así y mientras ella descendía la mirada para acariciar su vientre por sobre el vestido en espera del momento en que este creciera por su nuevo hijo en camino, sintió la mano de su esposo entrelazarse con una de las suyas, y al alzar la mirada lo vio sonreír ladinamente, orgulloso y profundamente agradecido como siempre por esta nueva prueba del inmenso amor de ambos…
Lisboa, Portugal/31 de Enero de 1512
Seis meses después de aquel diagnóstico, Sasuke nuevamente se encontró ante las puertas cerradas de los aposentos de su esposa, suspirando sonoramente cuando escuchaba los gritos de Sakura, a casi tres años del nacimiento de su hijo menor el Infante Rai—quien se encontraba en la guardería real junto a sus hermanos Itachi de nueve años, Sarada de ocho, Mikoto de siete, Baru de cinco y Kagami cuatro—, orando porque todo saliera bien y porque todo el reino pudiera celebrar al ver lo consagrada que estaba su esposa a su deber como reina de Portugal. El rey Sasuke vestía un elegante jubón de seda naranja opaco con bordos marrón oscuro, de mangas holgadas que se ceñían en las muñecas—debajo una camisa holgada de cuello redondo y mangas ceñidas en las muñecas—, con el cuello en V y el dobladillo del faldón hasta las rodillas, forrado en piel y cerrado a su cuerpo por un cinturón de cuero marrón oscuro como sus botas y pantalones de igual color, con su rebelde cabello azabache azulado ligeramente despeinado. Volviéndose hacia las puertas apenas escuchó el llanto de un bebé, el Uchiha aguardó hasta que las puertas se abrieron por las doncellas de su esposa que abandonaron la habitación privada con lienzos y agua ensangrentada, pasando junto a ellas e ingresando en la habitación mientras Sakura recibía de manos de su hermana Emi a su hijo envuelto en una pequeña manta; lucia cansada, fatigada y sonrosada pero aparentemente bien mientras él se aproximaba a su lado.
—¿Estáis bien, Sakura?— preguntó el Uchiha sentándose sobre la cama y sin perder detalle de ella.
—Fue otro niño, Sasuke, un Infante...— dio a saber la Haruno en casi un suspiro, agitada y cansada por el parto.
—No os esforcéis— asintió Sasuke aún más orgulloso de ella por este regalo, —hacéis tanto por mí— murmuró inclinándose para besarle la frente, dándose cuenta de algo preocupante. —Estáis ardiendo— notó, separándose y palpándole la frente.
—Me siento bien— protestó Sakura y sin sentir malestar alguno o no dándose cuenta de ello más bien.
Enfocada como había estado en el parto que había comenzado en la madrugada y que finalizaba ahora siendo más de medio día—eso le daba a entender la ubicación del sol—, no había tenido tiempo de preocuparse por otras cuestiones, sí que sentía algo de calor y tenues escalofríos pero creía que esto último se debía a que las ventanas de la habitación estaban abiertas para permitir que el aire circulase, ¿Qué era un poco de fiebre? Ya se repondría, no era la primera vez que la padecía después de todo, por ahora su mayor preocupación era el bien de su pequeño hijo y que le tendió a su querida cuñada Emi para que pudieran bañarlo y vestirlo. Levantándose de su lugar junto a Sakura para aproximarse a lord Dan Kato, Sasuke dirigió una última mirada a Sakura, observándola de arriba abajo y sintiéndose ligeramente más calmado al ver que no parecía aquejarla nada más preocupante, mas sabía que por sí misma la fiebre post parto era un peligro real, pero ya que esta no era la primera vez que Sakura arriesgaba su vida intentando tener otro hijo—varón, fuerte y sano, lo que merecía el mayor de los elogios—intentó convencerse de que ella se recuperaría con bien de esto, mas una voz siniestra le susurró interiormente; ¿Y si no lo hace? Nunca podría olvidar la muerte de Takara, su fallecida primera mujer y hermana mayor de Sakura, y no podría seguir viviendo si semejante destino se repitiera, no con Sakura.
—¿Está bien?— preguntó Sasuke directamente y viendo la físico soltar un suspiro.
—Es fiebre post parto, pero no parece serio— intentó consolar lord Dan mas no queriendo dejar nada al azar. —Ya la estamos tratando, no debería empeorar— agregó sabiendo lo mucho que el rey se preocupaba de su esposa.
—Haced todo lo posible— asintió el Uchiha de inmediato, —y por Dios no permitáis que muera— encomendó confiando en él y sus conocimientos.
—Lo hare, Majestad— prometió el físico cavilando en los posibles peligros si no actuaba apropiadamente. —Pero necesitare apoyo, como medida preventiva— agregó viendo la preocupación brillar en los ojos de su soberano. —Conozco un par de amigos que podrían asesorarme, pero uno de ellos es judío y otro moro— advirtió en caso de que él tuviera algo que objetar al respecto.
—Todos somos hijos del mismo Dios, solo nosotros nos distanciamos, y respeto eso; ambos— determinó Sasuke, volviendo la mirada por sobre su hombro hacia su esposa por quien estaba tan preocupado. —Hacedles venir, y decidles que si salvan a la reina, mi generosidad sabrá estar a la altura— garantizó siendo hombre de palabra.
Portugal era un reino basto y multicultural en muchos sentidos, y Dan Kato tenía amigos tanto cristianos—como el mismo—como judíos y moros, creyendo que el ser superior al que veneraban no podía ser mezquino para jugar a la política o juzgar a otros en base a su forma de creer, y por ende prefería no emitir una opinión sobre las tendencias absolutistas de su rey y reina quienes sin embargo eran sumamente respetuosos y protectores de otras creencias; la reina Sakura incluso había estudiado la Torá hebrea o el Corán en musulmán original. Reverenciando al rey quien regresó al lado de su esposa, Dan Kato procedió a retirarse junto a Hanabi Hyuga, una de las doncellas de la reina, en busca de sus contactos que esperaba pudieran salvar la vida de la reina si todo se torcía peligrosamente y lo veía muy probable. No era la primera vez que alguien tachaba a Sasuke de intolerante con otros credos y la verdad no le ofendía, había expulsado a los judíos no conversos de su reino para casarse con su fallecida primera mujer, Takara, pero ese era el pasado, actualmente inclusive los judíos convertidos gozaban de protección contra cualquier abuso y él los consideraba cristianos en todo el sentido de la palabra, y quien eligiera practicar su fe—judíos o moros—tendría el derecho de vivir en Portugal en tanto no instigase revueltas o guerras internas. Ya lo decía Sakura; para vivir, debían dejar vivir.
—No me apartare de vos— prometió Sasuke volviendo a sentarse sobre la cama y sosteniendo las manos de su esposa entre las suyas.
—Me recuperare— correspondió Sakura estrechando sus manos en respuesta, —os lo prometí y lo cumpliré— recordó siendo mujer de palabra y más tratándose de él.
Al barajar meses atrás la posibilidad de tener otro hijo sin contar con la confirmación por parte del leal lord Dan Kato, ambos se habían prometido seguir siendo tan incondicionales el uno con el otro como una reafirmación de la fuerza de sus sentimientos, quizás algo innecesario a ojos de muchos pero que no era fútil en lo absoluto y más cuando la posibilidad de morir era muy real, en cierto modo les hacía sentir que vivían mil vidas en un solo instante y nada tenía más valor que el presente. Es cierto que tantos embarazos fácilmente podrían pasarle factura a cualquiera y no es que Sakura se hubiera acostumbrado tanto a la idea que de un modo masoquista estuviera dispuesta a cargar con cualquier efecto colateral del parto o embarazo sin importar lo que este fuera, no, simplemente se sabía joven, se entregaba a su deber y se sentía fuerte para seguir entregándose a su rol, mas no moriría aun, no sentía que Dios tuviera pensado llamarla a su lado y quería continuar viendo crecer a sus hijos, en especial a sus pequeños Itachi, Sarada y Mikoto. Sonriendo ligeramente ante las palabras de Sakura, Sasuke inclinó su rostro sobre el de ella, primero para besarla en la frente orando en silenció porque la fiebre que la azoraba pudiera pasar y ambos pudieran dejar esto atrás como solo un mal recuerdo, descendiendo con cortos besos por sus mejillas hasta llegar a sus labios que besó con infinita ternura.
No permitiría que las garras de la muerte la tocaran.
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, agradeciendo como siempre su apoyo, deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado:3 las próximas actualizaciones serán "Kóraka: El Desafío de Eros", luego "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin" y comenzare la adaptación de "Avatar: Guerra de Bandos" :3 esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a NagatoYuki-chan (animándole a publicar su historia "Tsunade Camino a la Corona", y agradeciendo sus palabras), a dl7107637 (agradeciendo que valore tanto el trabajo de este pobre intento de escritora, es todo un honor para mi), a dickory5 (agradeciendo su consideración para con mi trabajo y dedicándole la historia en señal de afecto), a kazuyaryo (agradeciendo infinitamente el poder contar con su apoyo y dedicandole esta historia por lo mismo) y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besos, abrazos y hasta la próxima.
Personajes:
-Sakura Haruno como María de Aragón (29 años) -Sasuke Uchiha como Manuel de Portugal (42 años)
-Idate Morino como Diego de Silveira -Emi Uchiha como Isabel de Viseu -Dan Kato como Alonso Torres (físico de la reina)
-Mirai Sarutobi como Catalina de Aragón (26 años) -Kiba Inuzuka como Enrique VIII de Inglaterra (20 años)
-Temari Sabaku como Beatriz de Melo -Hanabi Hyuga como Carlota de Cadaval
-Bunpuku Sunagakure como Thomas Linacre -Shino Aburame como Thomas Knyvett
-Seina Uchiha como Isabel I de Castilla -Hinata Hyuga como Juana I de Castilla (32 años)
-Sai Yamanaka como Juan de Aragón -Takara Uchiha como Isabel de Aragón
-Itachi Uchiha como Juan III de Portugal -Sarada Uchiha como Isabel de Portugal -Mikoto Uchiha como Beatriz de Saboya
-Baru Uchiha como Luis de Portugal -Kagami Uchiha como Fernando duque de Guarda y Trancoso
-Rai Uchiha como Afonso de Portugal -Daisuke Uchiha como Enrique I de Portugal
-Yosuke Uchiha como Miguel de la Paz -Asuma Sarutobi como Príncipe Enrique
Perdidas & Conquistas: el capitulo abre con una Sakura teniendo problemas para concebir, y esto parece haber sido un hecho real que si bien no se documentó, al calcular el parto de su ultimo hijo y el nacimiento del siguiente—el Infante Enrique quien se convertiría en rey de Portugal—la reina tardó poco más de dos años en volver a quedarse embarazada. Paralelamente su hermana Mirai en Inglaterra ya se ha embarazado dos veces, primero sufrió un aborto espontaneo y el siguiente bebé solo vive seis semanas, algo muy trágico pero real ya que el historial de partos y embarazos de Catalina de Aragón es realmente triste y esto no es más que el preludio de lo que esta por venir. La escena de la muerte del caballo de Sakura es de mi autoría para representar la muerte de mi querido perrito hace poco más de un mes, y también para crear una nueva escena para Sasuke y Sakura, quienes por cierto celebran las conquistas marítimas que esta teniendo su reino a la par que descubren que tendrán otro hijo. La última escena del parto con fiebre post parto fue hecha tanto por los riesgos alumbramientos de María de Aragón como para representar la tolerancia religiosa hacia otros credos existente en Portugal.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
