Sin más complicaciones, Hermione y Neville aparecieron en la sala de la pequeña casa. Tan pronto como sintió la segura atmósfera de su hogar, Hermione se desprendió del abrazo de su regordete amigo y se dirigió a la cocina buscando la seguridad de las labores manuales.
Sus pensamientos eran confusos y distantes. Aún sentía que la parte baja de su abdomen conservaba el calor del cuerpo de Malfoy, y a pesar de que sabía perfectamente que él no tenía ninguna intención seria con ella, no pudo evitar preguntarse lo que sería tenerlo cerca. Como cada tarde al volver del colegio. Como una constante en su vida... Se recriminó mentalmente. Ya había ocasionado bastante daño por permitir que sus sentimientos nublaran su razón. No podía continuar así.
Ensimismada en sus pensamientos, no había reparado en la presencia de Neville. El joven la había estado observando con la preocupación escrita en el rostro. Sonriendo con la intención de que dejara de preocuparse, se dio a la tarea de preparar un desayuno tardío para todos.
Neville, mientras tanto, empezó a devolver a la cocina cierto aire de orden y pulcritud. Mientras caminaba hacia la despensa, reparó en unas marcas circulares en el piso que casi habían desaparecido. Se preguntó si Hermione las había utilizado como parte de alguno de sus planes o si tenía algún significado especial. Se rió de sí mismo. Aún cuando le preguntara, bien sabía que podría no conseguir una respuesta. 'No creo que un "indecible" se encuentre precisamente libre para discutir detalles del trabajo con curiosos casuales'. Levantando una silla, Neville decidió que pasaría el asunto por alto.
Cuando Hermione se sintió satisfecha con el orden devuelto a la habitación, se dirigió a la sala. Neville la siguió.
Aparecieron en un lugar no muy lejano a la casa de su amiga, de hecho, se encontraban en el mismo lugar del que habían partido. Harry observó de mal humor el cielo que empezaba a oscurecerse y amenazaba con empezar a llover cuando hacía unos instantes brillaba el sol. 'Al menos' se dijo al percibir la terrible ironía 'no estamos tras la estación del ferrocarril...'
Notó que Ron estaba allí. Parecía inspeccionar los alrededores como si buscara algo. Antes de que pudiera externar su pregunta, el pelirrojo levantó un pequeño libro, el mismo que Malfoy intentara ocultar la noche en que desapareció. Con una sonrisa satisfecha, levantó el objeto con orgullo y se lo mostró a Harry.
-Tal vez esto nos dé una pista de lo que intenta Malfoy o de cómo logró escapar.
Harry sonrió.
-Es un buen principio. Ya era hora de hacernos de algunas respuestas...
La suave llovizna que interrumpió el diálogo les recordó que debían volver. Intercambiando una mirada de hastío, reanudaron la marcha asegurándose de que el libro no se mojara.
El trayecto fue-en opinión de Harry- mucho más corto que el primero que hicieran para llegar, aunque la distancia se vio disminuida en su mente porque al ver el libro, una escena que había notado vagamente horas antes, volvía a presentarse en su imaginación. En esta imagen, podía ver nuevamente a Malfoy leyendo ayudado únicamente por la débil luz de su varita. En apariencia, Draco Malfoy era el mismo que había salido de Hogwarts a los 17 años para unirse al lado oscuro. Los fríos ojos grises, las despiadadas maneras de los mortífagos y el desprecio que sentía por otros, característico de su familia, lo seguían como parte de su esencia. Una de las razones por las que Harry llegó a ser un destacado jugador de quidditch, fue su capacidad de observación, que lo llevaba a notar cosas que muchos otros no veían; y el cambio que se había operado en Malfoy podría entrar en esa categoría.
Teniendo tantas oportunidades para matar a Hermione como todos sabían que intentaría algún día; la había dejado ir. Cada ocasión en que se habían encontrado, él había decidido perdonar su existencia una vez más. Harry sonrió. Sus acciones son tenían nada que ver con la cobardía –había demostrado con anterioridad lo letal y temerario que podía ser- o con la ambición –no había verdadera ganancia en dejarla ir. Cada vez que lo hacía, se veía obligado a retroceder-. Definitivamente, la diferencia entre el Malfoy de entonces y el que vio bajo la mortecina luz de la varita era invisible a los ojos. Lentamente, y sin proponérselo o esperarlo, Draco había empezado a enamorarse de ella. El problema es que representaban causas opuestas, y la idea de amar a quien se supone debía odiar con pasión lo confundía, lo asustaba y definitivamente, le molestaba más allá de lo que simples palabras pueden decir.
Probablemente por eso había intentado deshacerse de ella tan desesperadamente, mantenerla lejos, ignorarla...
Y había fallado miserablemente.
Harry odiaba a Malfoy, sin embargo, no pudo evitar sentir un poco de pena al pensar en la manera en la que él había intentado evitarla sin darse cuenta de que no hacía sino alimentar la insatisfecha necesidad que lo llevaba a enfrentarla y buscarla cada vez... No había salvado la vida de Hermione por una razón en especial. De alguna manera, había logrado convertir un acto heroico en un mero desplante de egoísmo: la necesitaba para sobrevivir...
Sorprendido, Harry se preguntó si Hermione habría pensado en ello con anterioridad y si Ron habría llegado a la misma conclusión que él.
Sumido en sus meditaciones, había perdido la noción del tiempo y el espacio. Unos cuantos metros eran lo que lo separaban de la casa de su amiga. ¿Qué tanto debería aventurarse a decir?
