Al escuchar el sonido del timbre, Neville atendió la puerta. Harry y Ron, ligeramente humedecidos por la repentina lluvia entraron.
-Es bueno verlos de nuevo, nos tenían preocupados. Hermione preparó el almuerzo, espero que tengan apetito porque ella apenas probó bocado...-dijo en tono de disculpa
Intercambiando una mirada, los dos miembros del trío de Gryffindor se sentaron en silencio frente a la comida que había sido cuidadosamente dispuesta en la pequeña mesa de la sala y comieron con desgano. Ron, incómodo con el preocupado mutismo de Neville y la profunda contemplación que ensombrecía el rostro de Harry, sacó el libro de entre los pliegues de su capa y lo abrió con fastidio. Neville, notando el mal humor de Ron y no queriendo empeorar la tensa situación, tomó un libro sobre 'Extracción sin extinción' y repasó el capítulo referente a la Ryelop, una de las plantas más extrañas del mundo mágico encontrada únicamente en la zona norte-centro de América.
Ron empezó a pasar las páginas con violencia. Parecía querer arrancar al libro las respuestas a las preguntas que se formaban una tras otra en las profundidades de su mente y que la desaparición de Malfoy había dejado sin contestación. El libro era viejo, y la sensación polvosa y arrugada que emanaban sus hojas amarillentas, no hacían sino aumentar su mal talante. Harry, el eterno héroe, y Hermione, que siempre tenía una respuesta a cualquier enigma, acaparaban todo protagonismo y lo hacían sentirse relegado. Él vivía a la sombra de los logros de sus hermanos y a pesar de sus méritos, el ser simplemente 'el secuaz' de Harry Potter o 'el celador' de Hermione Granger, estaba lejos de ser lo que él era. ¿Cómo podría demostrarles su valor si nunca le permitían participar, si todo el tiempo escondían algo, si... nunca podía ser realmente él cuando estaba con ellos...? Sintió una punzada helada y se avergonzó de sí mismo. Harry y Hermione tenía sus propios monstruos, batallas y temores. Todo ese tiempo, una de las pocas cosas que ambos valoraban era su simple presencia. No lo buscaban por su intelecto o por sus habilidades superiores al promedio; para ellos, lo mejor de Ronald Weasley, la razón por la que acudían a él y lo hacían parte de sus aventuras era por ser Ron... el mismo Ron de siempre, probablemente la única constante en un escenario siempre cambiante.
Miró el libro con un atisbo de culpabilidad. Aún no sabía con certeza qué estaba pasando o si la vida de su mejor amiga se encontraba aún en peligro y no hacía sino envidiar la atención que sus dos mejores amigos acaparaban. Dejó caer los hombros antes de recordarse porqué odiaba tanto ese simple gesto. No era un gesto de victoria o de derrota; denotaba una vacía ignorancia y vil indiferencia.
Se recriminó mentalmente antes de volver su atención al libro. Malfoy había encontrado aquí una clave para resolver el misterio y encontrar a Hermione. ¿Sería posible que por otro golpe de suerte pudiera encontrar en ese texto amarillento una solución al enigma?
Había una anotación al borde de una de las páginas, un tosco garrapateo realizado indudablemente por Malfoy. Su elaborada caligrafía podía apreciarse aún cuando era evidente que el instrumento con el que había realizado el comentario le resultaba difícil de utilizar en un espacio tan reducido y sin apoyo. Tras observarlo con detenimiento, se dio cuenta de que distaba de ser inglés. Probablemente se trataba de francés. Tras hacer algunos intentos sin mayor éxito por atribuir significado a la frase, se volvió hacia su compañero.
-Eh... Ummm... Harry...- dijo en voz alta tratando de no alterar a su compañero. El otro chico lo observó ligeramente sorprendido.
-¿Podrías echar un vistazo a esto?- pidió alargándole el cuaderno- Tal parece que Malfoy escribió algo, pero no parece tener mucho sentido...
Harry revisó el párrafo, y pasando las hojas, se dio cuenta de que dispersos a lo largo del libro había algunas otras anotaciones al margen. La última, apenas legible, se encontraba sobre una curiosa figura que parecía ser una runa. Harry la observó con detenimiento antes de darse cuenta de que las indicaciones que acompañaban a ese capítulo en particular estaban escritas en latín.
Ron observó la consternación de Harry y la manera en la que parecía tratar de entender qué sentido podría tener la imagen.
-¿Tienes idea de lo que significa?
-No realmente. Me temo que mi latín es muy malo y lo poco que sé no parece aplicable a una conversación cotidiana, menos aún a un libro culto... –añadió el joven con un dejo de humor- Sin embargo, algo en esta runa me parece extrañamente familiar... cómo si la hubiera visto antes...
-¿Y cómo es posible que la hayas visto con anterioridad? No me malinterpretes Harry, pero es una runa muy antigua y definitivamente poco común. Ni siquiera yo estoy seguro de haberla visto antes, aunque...- hizo una breve pausa como recordando algo súbitamente- ... puede que me equivoque, pero esta imagen es muy similar al 'mal de ojo', desde luego, en una versión mucho más arcaica...
-¿Mal de ojo?- repitió Harry sin comprender
-Es una maldición rústica pero muy efectiva- interrumpió Neville sobresaltando a los dos hombres que se habían olvidado por completo de su presencia-No se requiere que el que la realiza posea algún poder extraordinario, tanto muggles como squibs pueden utilizarla sin problemas- añadió meditabundo- Desde luego, nunca he visto la runa de cerca, pero he escuchado muchas cosas al respecto- agregó acercándose a Harry y Ron para observar el dibujo en el libro. Al ver la figura en la lámina, palideció considerablemente
-¿Neville...?- interrogó Ron al ver que el chico empezaba a temblar de pies a cabeza- ¿Qué pasa?
Un suave silbido armónico que parecía provenir de la cocina rompió su concentración. El sonido de una canción lejana parecía llenar la casa de vida y una extraña calidez. Los tres hombres observaron con curiosidad la puerta tras la que se encontraba Hermione. Cayendo de rodillas, Neville logró hablar apenas en un susurro ahogado:
-... Hermione...
Ella y Neville habían estado trabajando en la cocina antes de empezar a devolver un poco de orden al resto de la casa. Tras una breve explicación de su participación en el rescate, los pormenores de lo que sucedió en su ausencia y la narración de su frustrada búsqueda, Neville decidió explorar los alrededores y ella volvió a la cocina buscando entretenerse con alguna labor manual.
Se sentía impotente. En cierta forma, de no ser por ella, probablemente nada de esto habría pasado. Maldijo su mala suerte.
Cansada de la sensación de pesadez que se abatía sobre su estómago, se sentó en la misma silla que ocupaba cuando todo empezó a salir mal. La misma silla en que la pesadilla había comenzado.
Se llevó pensativamente la mano al bolsillo como parte de un gesto inconsciente. Se sorprendió con el contacto de la tela, pesada y tibia, suave, impregnada del aroma de la noche y de... su olor... Acarició la capa con un aire de tristeza apenas disimulado. Había olvidado que la traía puesta hasta entonces. Después de todo, él no había dejado de cuidar de ella aún sin estar a su lado. Sintió una lágrima solitaria, salada y curiosamente amarga deslizarse por su mejilla. '¿Es que todo lo que amo tiene que morir?' Limpió la lágrima con desprecio ¿Era esa una admisión? Ella NO amaba a Draco Malfoy. No podía amar al enemigo, y sin embargo... había decidido entregarle su virginidad... ¿Era eso la aceptación de sus más oscuros sentimientos o el llamado de bajas e instintivas pasiones que debían ser satisfechas? Su mano se topó con un objeto pequeño, frío y liso. Lo acarició consternada. Un frasco. ¿Qué podría guardar en su interior que impelía a Malfoy a suplicarle que lo guardara?. Lo sacó con delicadeza de entre los tersos pliegues de la tela para examinarlo con detenimiento.
Era un frasco común. La tapa de corcho mantenía el líquido espeso del interior a salvo; pero había algo en él vagamente escalofriante y excepcionalmente familiar que la hacía sentir segura y protegida. Sin embargo, la consistencia del líquido y su color marrón, le traían a la memoria miedo y muerte. El olor que la recibió una mañana de febrero y que convirtió su vida en un festival de salvaje carnicería y devastación. El olor de la guerra, en donde la sangre y las lágrimas no hacían sino ornamentar un interminable proceso de destrucción. Sintió nauseas y apartó el pensamiento de su mente.
Incapaz de contenerse, necesitando distraer esas sombras que ribeteaban su razón, quitó el corcho y se acercó el frasco a la nariz. La impresión le revolvió el estómago: sangre. Su olor metálico le estremecía. ¿Por qué le daría Draco un frasco con sangre? ¿De quién sería? La sangre era uno de los elementos más poderosos conocidos en el mundo mágico ¿en qué estaría pensando al dárselo?
Miró el frasco con detenimiento, y a través del cristal, percibió en el piso una imagen deslavada que bien podía ser una runa. El espíritu científico, llevado por la curiosidad, la llevó a estudiar la figura. Se encontraba por la zona en que estaba la 'alacena'. Acercándose, notó que la efigie se volvía cada vez más clara y brillante al acercarse ella al centro. Evidentemente, debía haber una conexión entre la sangre y el dibujo. Ligeramente temerosa al enfrentarse a una posibilidad por completo desconocida, colocó el corcho en su sitió para prevenir cualquier derramamiento del precioso líquido y se aproximó lo suficiente como para examinar la runa con cuidado.
La tiza con la que había sido dibujada originalmente se había desvanecido casi por completo, dejando apenas algunos rastros lilas en la pulida superficie del piso, sin embargo, podía adivinar que tenía un diámetro de aproximadamente un metro, y las muescas desmayadas de quemaduras apenas visibles-a no ser que se conociera el piso con anterioridad- indicaban que en cinco esquinas de un segundo círculo dentro del primero se había dibujado probablemente un pentágono; y en el centro, donde la marca parecía más profunda, no se veía ninguna forma que el ojo pudiera adivinar. Tratando de desentrañar el sentido de la imagen que se perdía en un océano de posibles interpretaciones, se olvidó del recelo original y dio otro paso en dirección al círculo.
La runa empezó a cobrar vida y significado, como si se hubiera sumido en un profundo letargo y sólo la esperase a ella para revelar sus misterios. Fascinada, Hermione continuó avanzando hasta encontrarse en el centro mismo de la figura, perdida en fantasmales meditaciones, lejos del mundo y lejos de sí misma, embebida en una círculo imposible que parecía crecer y cubrirlo todo... un círculo que la devolvía al instante que atormentaba sus sentidos: nuevamente se encontraba en el bosque de Essex...
Sentía la brisa helada de la mañana acariciar su piel, y los penetrantes rayos de luz dorada herir sus ojos de forma dolorosa. Levantó la mano para llevársela al rostro, y allí en donde supuso que encontraría la rebelde masa de cabello castaño coronando su cabeza, no había sino una delicada hebra de suave cabello rubio. Sin un segundo pensamiento apartó el mechón bruñido de su frente. Miró a su alrededor. A lo lejos, dos figuras hablaban en voz baja. Como entre sueños, vio sus rostros contorsionados por la ira y la sombra de la amarga venganza. Sintió que sonreía, como si fuera miembro de esa secreta conspiración, como si pudiera reconocer a esos hombres, como si conociera esos rostros y pudiera evocar sus nombres a voluntad; como si el propio fuego de su odio insatisfecho empezara a arder de nueva cuenta en su pecho... Por un instante se sintió confundida. Nada de lo que pasaba parecía tener sentido. Sabía que aún estaba en Yorkshire, segura, en la cocina de su pequeño y acogedor hogar, sin embargo, la brisa fresca y húmeda de la mañana; la sensación del pasto bajo sus pies y el aroma indefinido de musgo y lluvia eran tan reales como ella misma.
Uno de los hombres se acercó a ella y la contempló con una expresión vacía; pronto, una sonrisa torcida iluminó su rostro y dejó escapar una breve risa tan seca como su expresión.
-Granger es quien inició todo esto y es quien debe terminarlo. –señaló con desprecio- Los nuestros se han reunido ya y devolveremos a aquellos que nos han sido fieles aquello que se les ha arrebatado, y gozarán de suficiente libertad como para vengarse de quienes los despojaron de lo que por derecho de nacimiento les corresponde. –sonrió despectivo-Tú debes encargarte de devolvernos la honra perdida. Alguna vez, antes de que la sangre sucia lograra trastocar tu buen juicio, fuiste el mejor de nosotros. -Añadió en un susurro imperceptible- Es hora de que recuerdes quién eres y qué sangre corre por tus venas. Es el momento que esperaste durante años, el momento en que por fin, toda gloria conquistada te pertenecerá ¡Volveremos a tener el poder!–prometió tentador- Pero antes, será necesario sacrificar algunas vidas.... ¿Lo harás?
Hermione lo observó desconcertada antes de negar con todas sus fuerzas, deseaba gritarle que jamás participaría de una causa tan ruin como esa, sin embargo, su mente y su cuerpo, desensambladas, expresaron voluntades encontradas. Mientras ella negaba con pasión, su cabeza hizo un ligero gesto de asentimiento y sus labios dejaron salir un 'sí' tan apagado como el rostro del hombre que esperaba una respuesta. Aterrada, intentó dar marcha a tras a las traicioneras palabras que sellaban su destino, y sin embargo, no consiguió hacer que esa ira fría que la consumía y la embotaba por completo le permitiera actuar de otra forma. El hombre sonrió complacido, y el brillo del gesto iluminó su semblante ligeramente moreno y sus facciones aristocráticas, varoniles y bien definidas. Un rostro que ella recordaba haber visto en una noche lejana cuyo recuerdo se perdía en una marea de sueños y recuerdos. Con la mirada refulgente con un odio determinado y enfermizo, asintió a su vez.
-No hay tiempo que perder. Tus hombres te esperan. Atacaremos al anochecer...
Un grito sordo nació en su garganta antes de que muriera en su pecho. Sus protestas eran inútiles, parecía actuar con una voluntad ajena a sí misma. Sintió que el bosque se desvanecía lentamente hasta quedar rodeada únicamente por la familiaridad de la cocina. Temblando, se dejó caer al suelo. La cabeza le daba vueltas y el corazón parecía comprimírsele entre las costillas.
Lo había comprendido.
El repentino estrépito que llegó desde la puerta la trajo de vuelta a la realidad.
