Apenas podía concentrarse. Se encontraban por fin de frente a Bradbury's, el lugar donde su bienamado mentor había sido asesinado a sangre fría, el mismo lugar en que ella y el hombre al que amaba volvía a separar sus caminos. Estaba cansada. Todo debía terminar de una vez. No podía seguir el juego. Cada paso que daba en ese enorme tablero representaba siempre un sacrificio –grande o pequeño- que le robaba un poco de su pasado y destrozaba lentamente su futuro.
Tiró discretamente de la manija de la puerta para entrar. La recibieron la oscuridad y el silencio del último lugar donde Albus Dumbledore hiciera escala en vida. ¿Qué clase de hombre pudo ser su asesino? Era obvio que se conocían. Probablemente ayudado por un plan –o alguna protección que impidiera que sus emociones lo traicionaran-, se había acercado al anciano y quizás charlaron. El asesino seguramente se sentó a su lado, para tener una mejor perspectiva del movimiento ¿Lo habría estado vigilando? ¿Cómo supo en dónde encontrarlo? Y lo más importante ¿Por qué Dumbledore no hizo nada para evitarlo?
Avanzó por el pequeño pasillo acompañada por el suave repicar de sus pasos y el cuidadoso avance de Harry y Ron. Miró alrededor esperando encontrar una pista cualquiera que los aurores pudieran haber pasado por alto. Los dos hombres que la acompañaban, se detuvieron sin decir una palabra. Observándola con ansiedad.
Recorrió apresuradamente las mesas tratando de no ver las marcas en el suelo que identificaban el lugar en que el ex director había caído; trataba de escapar al griterío jubiloso proveniente de las calles, de la multitud ante la cual se presentaba el convicto- el asesino-, Malfoy. La única persona a la que había llegado a amar y odiar a partes iguales. Se inclinó sobre la silla que probablemente ocupó Dumbledore esperando alguna especie de iluminación súbita. Debía descubrir al culpable, pero, por otro lado, una certeza oscura empezaba a formarse en su cabeza: si encontraba la evidencia –como eventualmente lo haría- y ésta apuntaba hacia el único culpable que ella no quería ver... Lo viste con tus propios ojos, Hermione ¿Cómo puedes rehusarte a creerlo? Mató despiadadamente a gente inocente. No dudó ni un instante. Aquí, en el mismo lugar donde el hombre que fue como un padre para ti durante todos estos años fue misteriosamente asesinado. Recuerda que las chicas buenas no deben amar a los chicos malos. Nunca funciona. No permitas que un hombre nuble tu juicio. Buscas la verdad ¿no es cierto? Y esa certeza destruye las fantasías. ¡Despierta!
Con una ligera sacudida levantó la mirada del asiento de terciopelo rojo. Y como si la señal hubiera estado esperando agazapada el momento de salir a la luz, la vio. Una varita. Conocida. Una varita que había visto muchas veces a lo largo de su vida. La varita de uno de sus mejores amigos.
La varita de Harry Potter.
Las evidencias cayeron sobre ella con el aplastante peso de la lógica. La noche de su desaparición, Draco Malfoy había hurtado las varitas de Harry y de Ron. Recordaba vagamente, por el momento en que sus planos existenciales se cruzaron en la cocina, que él volvería a su antigua vida, que él volvería 'por mí...'
Levantó la varita y vio palidecer aún más el semblante de Harry. Abrió la valija sin decir más y la metió dentro. Buscó en el suelo algún rastro del asesino Probablemente de Malfoy. Se recriminó mentalmente. No estaba pensando con claridad. Volvió al sitio en donde había encontrado la varita, e inclinada frente al lugar del incidente, empezó a formular hipótesis sobre la razón por la cual el homicida, quizás Malfoy, la había dejado caer allí. Hizo anotaciones apresuradas en una libreta que sacó del maletín y tras cerrarlo cuidadosamente, con una seña indicó a sus acompañantes que era momento de partir.
Mientras caminaba hacia la puerta empezó a sumar factores conocidos, rostros, impresiones, lugares, evidencias que mucha gente hubiera pasado por alto. Dejó que su imaginación trabajara un rato. Detalles.
Había empezado a atar cabos. 'Ningún Malfoy actúa sólo y menos si no hay en eso un provecho, de no ser que...'
Lotería.
Sonrió por primera vez en la noche. Hermione lo había descubierto todo una vez más.
Lo que había ocurrido en los últimos minutos -¿horas?- se perdía en una bruma confusa. Sentía los miembros como ajenos y había profusas lagunas en su memoria, sin embargo, podía recordar hasta el último detalle de la habitación en que se encontraba. La misma celda de alta seguridad en que se le retuviera antes del juicio que marcaría el rumbo de su vida. Un extraño dejà vu. El olor a humedad, muerte y desesperación impregnaba las paredes oscuras dejando apenas espacio para que un par de pálidos rayos de luz se filtraran sobre el camastro descolorido.
Había sido interrogado sin miramientos por un grupo de aurores mal encarados que recurrían a medios poco ortodoxos de confesión, siempre bajo la atenta mirada de Cornelius Fudge que parecía ansioso. Probablemente sólo buscaba un chivo expiatorio. El prolongado tormento no arrojó luz sobre el asunto, y a falta de pociones o hechizos que pudieran quebrar seguros de memoria, no obtendrían nada. Pero el ministro era orgulloso. No permitiría que nadie opacara su momento de gloria. No de nuevo.
La última vez que se encontró en una situación semejante –por no decir la misma-, empezaba a resignarse a que pasaría en esa celda el resto de su vida –o menos, considerando que era muy probable que de no haberse resuelto el juicio a su favor, lo habrían ejecutado.- Pero en esta ocasión, Dumbledore no intercedería por él, porque el viejo loco estaba MUERTO.
Hubiera lamentado su muerte en el silencio de su enclaustramiento involuntario, pero, prefería dedicar los últimos instantes de su vida a revivir en su mente el último año. No cabía duda; si el año anterior había tenido suerte, con seguridad la había derrochado. Podía adivinar en el fondo de sí mismo que el juicio que se le haría la tarde del día siguiente sería todo menos justo. No recordaba gran cosa de lo que había pasado en las últimas horas. Su mente y su cuerpo volvieron a unirse cuando sintió frente a sí la presencia de la única persona a la que amaba como a la vida misma. '¿Amarla?¿No podría ser sólo lujuria teñida de melancolía? Pero la forma en que la deseo no tiene nada que ver con el sexo, es mucho más que eso: la necesito... ¿Necesitarla? ¿No es inútil ahora? Me he vuelto débil...'
Se sentía sucio y avergonzado. No temía a la muerte. Desde que se enroló en las filas de los mortífagos poco después de la mayoría de edad, supo que al final de su camino no habría otra cosa. Lo único que le importaba entonces, era llevar por delante de él a tanta gente como fuere posible. Hasta ella. Su convicción por hacer lo correcto había sacudido los fundamentos mismos de los dogmas de su niñez. Ahora, la matanza que había iniciado lo llenaba de remordimiento y un vacío que había olvidado. Había dejado de ser un refugio, de ser placentera. Podía saborear la sangre. Sintió nauseas.
Ella debía odiarlo.
Se dejó caer en el camastro con un sonido seco. Había dejado de importar. Para la mañana del tercer día, estaría muerto y permitiría que el olvido se encargara de enterrarlo. Pensó en ella, en su aroma hogareño y a la vez silvestre, sus colores rojizos y castaños sobre una superficie ebúrnea, su risa cristalina...
-Lo que estaba buscando...- murmuró en voz queda- Parece que la única forma de encontrarlo era renunciar a todo... ¡¿Eso es lo que querías decirme, VIEJO ESTÚPIDO?! ¡¿DE QUÉ SIRVE TODA ESTA FARSA?! ¡ESTÁS MUERTO Y ENTERRADO, ME LO HAS QUITADO TODO!- Gritó con la garganta oprimida. De súbito, el miedo y el odio se confundían en su pecho con la añoranza y el dolor. No volvería a verla y deseaba escupir en el rostro sonriente del anciano por ofrecerle algo que a lo que nunca debió aspirar, por mostrarle la felicidad que le sería cruelmente arrebatada.
De espaldas a la puerta de la celda, tomó la pequeña mesa del centro de la habitación y la lanzó con fuerza contra la pared mirando impasible y ligeramente más calmado la lluvia de astillas. Temblaba de ira y no se percató del momento en que alguien entró a la celda.
-¿Llego en un mal momento?
-¿Te das cuenta de que el planteamiento que haces de eso es poco menos que imposible?
Ella sonrió.
-A decir verdad, siempre fue evidente. No entiendo cómo no me di cuenta antes...
-¿Cómo esperas que lo solucionemos?- inquirió dándose por vencido.
-Es más simple aún...
Ron giró la varita entre sus dedos por lo que debía ser la milésima ocasión. Había en ella un aire familiar aún si no era exactamente la suya. Probablemente era cuestión de tiempo que se la devolvieran. Al menos, hasta que Malfoy dijera en dónde la había abandonado. Sin embargo, la idea de que la varita que tenía entre manos era absolutamente familiar, no se disipaba del todo. La observó con cuidado una última vez antes de ponerla en su cinturón. La mirada de Harry decía claramente que lo estaba poniendo nervioso.
-¿Cómo se supone que lo atraparemos?
-Sin ningún problema. Hermione dice que lo tiene todo resuelto. Sólo tenemos que esperar aquí. Él vendrá a nosotros.
-¿Crees que la mataría explicarnos las cosas, para variar?
-Ron, tenemos que confiar en ella...
-Sí, sí, entiendo; no necesitas darme sermones...
Nuevamente guardaron un tenso silencio en la habitación oscura dónde sólo se oía el crepitar del fuego. El cambio en el color de las llamas fue la señal.
Intercambiaron una mirada. Había llegado.
Malfoy observó al visitante con asombro. Se volvió despacio sin perder el contacto visual ni un instante. Su voz, lo mismo que sus ojos, tenía una tonalidad helada y graciosamente aterciopelada.
-¿Por qué volviste?
-¿No es evidente? Vine a liberarte
