Los huesos le dolían, y parecían arder dentro del cuerpo magullado del hanyou. Su piel estaba llena de heridas, sangre seca y veneno que traspasaban hasta llegar al músculo dañándole todo el cuerpo.
De dentro a fuera, de fuera a dentro.
Aún así estaba consciente, gracias a la curas que la hembra hacía en su cuerpo. Sentía el paño húmedo de agua de río recorrerle el cuerpo; sonrió débilmente estando estirado en el suelo y recordando la primera vez que él había dejado que la humana hiciera lo que estaba haciendo justo en ése momento, resignado… ahora en cambio, era la parte buena de estar herido y a punto de morir: que Kagome lo curara.
Todo el alrededor perdía importancia, tan sólo sabía, sentía, u oía lo que pasaba dentro de la pequeña cabaña.
Estornudó con un gran dolor en la garganta, escupiendo sangre.
La humana le limpió la boca enseguida con otro trozo de ropa, olía a cerezos… no a agua limpia; ése trozo pensó, debía ser un pañuelo que perteneciera a ella, que lo llevará encima siempre… y ahora debía de estar lleno de sangre… No pudo evitar darse la culpa a sí mismo.
Tenía la culpa de no ser lo suficientemente fuerte para ganar al malvado Naraku, consiguiendo solamente herirlo pero no derrotarlo. La semana de búsqueda echada a perder por ser débil y no tener cuerpo de un youkai completo. Lo que más le dolía era que a causa de su ineptitud la hacía entristecer o llorar…
El olor a agua salada que le llegaba, era sin duda las lágrimas de la pelinegra y el peor dolor a soportar.
Intentó levantarse para demostrarle que no debía preocuparse, quería verla feliz y sonreír, pero el sobreesfuerzo le quemó las entrañas y de la herida medio vendada de su estomago, brotó más sangre que antes.
"¡Inuyasha no te muevas por favor! Estás muy herido…" su intentó de alegrarla solo consiguió preocuparla más. El tono de la voz de ella era de suma angustia a causa de ver tan malherido al hanyou. "Estírate voy a curarte"
"¡Keh! No soy un perro débil." Masculló el hanyou mientras Kagome le ayudaba a estirarse otra vez. El pelo azabache de la chica le rozó la cara, que por su suerte no había ninguna herida, provocándole una agradable sensación de cosquilleo. Kagome vio el sonrojó del hanyou y con cuidado le pasó la mano en la frente creyendo que tenía fiebre, sin ella saberlo aumentó el sonrojo, enseguida el hanyou empezó a notar como un sutil desmayo aparecía en su cabeza a causa de la acumulación de sangre, ¡eso le hizo caerse a Inuyasha de la impresión!
"¿Inuyasha?" Kagome estupefacta se acercó al hanyou otra vez, verdaderamente muy espantada…
"E-estoy bien… creo." En pocos segundos recuperó la conciencia y a causa del olor amargo que emanaba de Kagome por el susto, unió todas las fuerzas que le quedaban para permanecer despierto y usarla para hablar.
"Vale pero no te levantes. Dime que quieres o necesitas y yo lo haré."
"¡Keh! Lo que sea" esa acción de arrogancia ayudó a Kagome a darle esperanzas de que Inuyasha ya se estaba recuperando.
"Yo te cuidaré. Como tu haces en las luchas"
"Haz lo que quieras…" Kagome se sintió un poco decepcionada a causa de la poca alegría que mostraba Inuyasha de estar con ell, pero enseguida se esfumó al oír la siguiente frase de Inuyasha. "Pero no te vayas… Aunque me desmaye o me duerma; N-no te vayas…"
"No lo haré Inuyasha. Tranquilízate… y descansa"
Maldijo un par de veces a Naraku y se durmió. Kagome no pudo evitar preocuparse por Inuyasha que estaba descansando enfrente de ella. Le cambió el paño húmedo de la frente; cogió otro y lo pasó por el cuerpo lleno de heridas, curándolo de la manera más cuidadosa posible y con la práctica de haberlo hecho muchas veces antes.
…
Se sentía orgullosa de ése dormido hanyou, que la cuidara y protegiera aún saliendo él herido; que consiguiera debilitar a Naraku hasta que tuviera que huir…
"Eres genial Inuyasha. Todos los youkais deberían envidiarte…"
El hanyou movió delicadamente las orejas, creyendo haber escuchado mal. Pero sabiendo que si alguien debía decirle algo parecido, solamente podía salir de la boca de Kagome.
El olor a sangre y veneno había desaparecido de él, pensó el hanyou. Debía ya de estar medio limpio y la cabeza ya no la sentía mareada; aunque el veneno aún le afectaba los músculos.
"No lo soy" dijo de repente, sorprendiendo a Kagome que no pudo articular palabra. "No pude acabar con él, además salí tan herido que ni siquiera puedo moverme. ¡Keh! ¡Sólo soy un maldito hanyou! Soy débil y un medio humano. ¡Soy sólo un híbrido!... ¡Auch! ¡Eso ha dolido perra!"
"¡No digas estupideces!" al ver como Inuyasha se había estado auto insultando, despreciándose a si mismo, Kagome le dio un pequeño golpe en la cabeza para que callará. "¡Sin ti estaríamos todos muertos! Sino fuera por ti, Miroku y Sango nunca se hubieran conocido. ¡Y Shippo estaría solo en el mundo, seguramente ya muerto por ser tan pequeño!" El hanyou sintió que los sollozos de Kagome eran de verdadera tristeza…
"N-no llores" Kagome miró a Inuyasha con los ojos aún llenos de lágrimas. Le vio con una cara de abatimiento y verdadera culpa que nunca le había visto. "N-no llores…"
"¡No lo haré si tu dejas de decir estupideces!" Inuyasha miró hacía otro lado con la vista turbada. Kagome apartó las gotas salinas de sus ojos e intentó sonreír para el hanyou. Cuando Inuyasha volvió a atreverse a mirarla, su corazón dio un vuelco, enviándole descargas eléctricas extrañamente agradables en todo su cuerpo.
Sus brazos dejaron de pesarle durante unos segundos cosa que aprovechó para abrazarla: con un rápido movimiento Inuyasha la tiró hacia el pecho de él y se apoyaron los dos juntos en la pared de la cabaña.
Olía a dulce sorpresa y a la vergüenza, emanando de cada uno de los poros de Kagome su perfecto olor femenino parecido a un perfume de cerezas. Inspiró fuertemente deseando que ése aroma no se fuera nunca.
A la chica el corazón le palpitaba tan fuerte que tenía miedo de que él lo oyera, pero no por eso se separó de él. Kagome ruborizada y sin pensar pasó sus brazos por la cintura de Inuyasha y apoyó su cabeza en el pecho de él con mucho cuidado.
Tenía miedo de que Inuyasha estuviera tan herido a causa del veneno que no se recuperará, así que concentró toda su energía e intentó por primera vez purificar el veneno del cuerpo del hanyou.
Inuyasha no creyó que Kagome quisiera abrazarlo, ya que estaba lleno de heridas, vendas, sangre… pero entonces el veneno empezó a desaparecer asombrosamente muy rápido. Miró hacia Kagome que lo abrazaba más fuerte que antes, pero en vez de sentir dolor, todo su cuerpo se recuperaba.
"¿K-Kagome? ¿Qué?" Kagome abrió los ojos de repente. Todo el poder que había usado para eliminar el veneno había sido demasiado, su cuerpo se sentía débil pero estaba feliz de ayudar a Inuyasha.
"He… eliminado el… veneno… pero… me siento cansada…" Inuyasha no cabía de asombro. Miró a Kagome que cerraba los ojos agotada, pero con una sonrisa de satisfacción en su dulce cara.
Al ver como ella parecía dormirse a causa del esfuerzo, Inuyasha se estiró otra vez sin apartar a Kagome de entre sus brazos; la dejó delicadamente a su lado mientras la miraba. Le encantaba verla tan preocupada por él. Le pasó delicadamente las garras por su pelo azabache, el aroma de ése pelo perfecto se pegó a sus dedos. Se dio cuenta de que algunas lágrimas aún querían salir de sus ojos y las limpió con un pañuelo que había guardado hacía tiempo de ella, aunque más bien pensó, lo que deseaba era lamer ésas lágrimas y sentir el sabor cristalino de Kagome.
Sin poder evitarlo pensó en el sabor de los labios de ella, rosados y medio abiertos respirando pausadamente, si cerraba los ojos aún podía recordarlo. Se estiró a su lado con uno de sus brazos debajo del cuello de ella y el otro en su cintura.
¿Cómo había estado tanto tiempo sin volver a abrazarla?
Acarició débilmente por encima de la ropa la cintura de ella, sintiendo su tersa piel a través de la camisa. Apoyó la cabeza a pocos centímetros de la cara de ella, mientras el respirar de Kagome cosquilleaba la piel de su mejilla, sin poder evitarlo sus ojos fueron a parar a los labios rosados por donde tan calido aliento salía.
Se acercó poco a poco a ella, imaginando lo que podría hacerle a esos labios si los juntaba con los suyos, sintiendo exactamente lo mismo que días antes… cuando estaban solos en la cabaña. Sus mejillas volvieron a encenderse y se apartó en contra de lo que deseaba. Estaba claro, pensó, que tenerla cerca le hacía volverse loco, puesto que en su mente pasaban imágenes que no se le habían ocurrido en su vida.
Solamente con poder abrazarla ya se sentía hechizado por ella. Con temor de despertarla se acercó al cuello de ella y respiró el aire embriagador de ése lugar. Su nariz rozó la piel de ella, vio como se estremecía de placer, ella pareció inspirar débilmente de alegría. Inuyasha podía olerlo, podía oler el placer de Kagome cuando él la abrazaba y la acariciaba. Sabía que estaba dormida, pero le sorprendía que sus sentidos respondieran aún estando 'dormida'.
Tal vez fuera un medio demonio débil, pero era lo bastante fuerte como para proteger a Kagome y que ella creyera que lo era, que confiara en él como no lo hacía nadie, por lo menos debía significar algo.
…
El pequeño sonido de unos pájaros levantar el vuelo de repente lo despertó, aún así sentía el cuerpo cansado y no abrió los ojos. El veneno había desparecido de su cuerpo. Sus músculos parecían liberados del dolor, ¡jah! Su piel de seguro que ya no tenía ni una de ésas asquerosas y sangrientas heridas envenenadas. Ahora solamente sentía encima de él descansando… ¿un cuerpo encima de él? ¡Oi!
Un momento desde cuando… … …
Si abría los ojos ¡él! se moriría de vergüenza. No ella. Descubrió enseguida que Kagome ya estaba despierta, puesto que su corazón no sonaba como uno dormido; por lo menos estaba feliz. En ése momento se alegró de poder oler los sentimientos de los demás cuando los tenía cerca… muy, muy, muy, muy cerca.
Debería abrirlos y decir algo… algo como 'hola' o un '¿Oi perra? ¿Cómo va?'… si eso seguro le salvaría la vida.
La cuestión no era que ella estuviera pegada al cuerpo de él, sino que era él quien la abrazaba posesivamente, como un perro queriendo reclamar a su hembra… fue la primera frase que le paso a la cabeza para relacionarlo con lo que estaba haciendo. ¡Maldición! Era verdad que él era un perro hanyou, pero ella no era su hembra; y sin saber exactamente la razón pareció congelarse. Porque sino era de él, podría ser de cualquier otro, por ejemplo del lobo roñoso o del maldito humano. "Eso no", pensó con decisión.
Como un perro celoso la abrazó aún más fuerte, y si antes el cabello de ella le hacía cosquillas en la nariz, ahora era él quien se las hacía a ella. Escondió su cabeza en el hueco de su cuello, pasando los brazos más alrededor de su cintura; como si en verdad creyera que en cualquier momento vendría alguien a quitársela. Olió el alrededor: la cabaña estaba vacía-exceptuando por Kagome y él- fuera estaba Miroku y Sango, y además parecían avergonzados por algo, el olor de madera quemada le hizo a saber que ahora era ya de noche; Shippo y Kirara estaban en la parte trasera de la cabaña pero cercanos al fuego, durmiendo.
Estaban solos dentro de la cabaña.
Tragó nerviosamente al darse cuenta de lo que había hecho… nada… podría solucionarlo ahora, aunque tampoco entendía si lo que estaba haciendo suponía un problema, puesto que el olor dulce que procedía de Kagome mostraba que para ella no era nada desagradable que él le abrazará tan fuertemente.
"¿Inu-Inuyasha? ¿Estás despierto?" su oreja izquierda se movió en afirmación, ella lo vio y sonrió ruborizada. "¿Inu?" la otra se movió dos veces.
¡Mierda!
Estaba haciendo el imbécil lo sabía, debería hablar y no mover las orejas como solución… sí era estúpido, sobretodo porque no encontraba otra cosa que hacer…
"Mmm… ¿Hola?" abrió sus ojos dorados y lo primero que vio fueron sus ojos azul-grisáceos, casi marrones, felices y llenos de pequeñas lágrimas. "Oi perra, estoy bien. ¡N-no llores!" Pasó la mano de la cintura de la pelinegra a las mejillas, cerca de sus ojos para secarle las lágrimas.
"Gra-gracias" ella enseguida se ruborizó y sino fuera por las lágrimas, habría visto que Inuyasha lo estaba mucho más. "¿Aún te duele?" por reflejo iba a mirar hacía el duro pecho de él para poder tocar la herida, pero al intentar sentirla paseando las manos por su torso, se dio cuenta que no llevaba la parte superior roja ni la blanca, y mientras él dormía ya le había quitado y cambiado las vendas para que la herida se recuperará mejor; así que son quererlo había empezado a acariciar a Inuyasha… Bajó su mirada al pecho desnudo de él, seguía ruborizada. Inuyasha olía el deseo salir de ella, y a causa del contacto de sus caricias él también empezaba a sentirlo, no sólo estaba asustado por eso sino que el tacto de Kagome le gustaba tanto que no se veía capaz de pararla.
Él intentaba ahogar sus suspiros, medio de dolor de placer; empezó a acercarse lentamente a ella con la imagen fija en su cabeza de sus dulces labios posándose encima de los suyos.
Sin que Kagome estuviera al tanto de los que Inuyasha estaba pensando, la pelinegra rumiaba en lo mucho que le estaba gustando acariciarlo en el pecho desnudo liso y sin ningún tipo de vello o cicatriz, como si fuera el de un niño… pero no era así, Inuyasha era un hanyou y a ella le gustaba y le excitaba mucho más pensar en acariciar al medio demonio que no a cualquier otro hombre o muchacho… Inuyasha es sumamente atractivo, pensó.
Solamente atino a mirarle dos segundos los ojos dorados, cuando unos labios se posaron en los húmedos de ella. Inuyasha se separó un momento para mirarla a los ojos, para saber que no la había cagado aún más. Per el nerviosismo de ella y él de aumentaban por momentos, más en el momento que ella cerraba los ojos esperando otro, y él medio bloqueado no podía moverse. Aún así su cuerpo se movió sin darse cuenta, para volver a acariciar ésa piel tan perfecta y suave.
No podían hacer un movimiento brusco, sólo podían abrazarse con los labios, vigilando no hacer ruidos extraños. Intentaban besarse con ternura y a la vez mostrando el miedo que habían sufrido horas antes en plena lucha.
Era un beso cálido e inexperto, demostrando los deseos de no separarse. Inuyasha rodeaba los labios femeninos con los suyos, dándose cuenta la sensación agradable y única que era.
Mientras sus labios seguían uniéndose una y otra vez, buscando aire en cualquier momento evitando tener que apartarse, sus bocas seguían creando un beso lento pero salvaje, apaciguando el dolor de no poder declarar abiertamente sus sentimientos. Inuyasha decidió que debía terminar con el problema de raíz, puesto que la larga conservación pendiente con la mujer fría ya la había tenido durante la misma batalla y dos noches antes, debía hacerlo porque en el momento en que su cálida muchacha lo besaba sabía que no podría estar ni un segundo más sin volver a hacerlo, puesto que en los últimos días ya había tenido que usar todo su autocontrol para no seguir con la caricia que noches antes había empezado.
Kagome se separó débilmente como si en realidad no lo deseará, puesto que en realidad no quería pero en el aura del hanyou percibía algo extraño como si estuviera debilitando. Inuyasha creyó que lo estaba rechazando pero luego se dio cuenta que estaba cansado, casi agotado como si hubiera luchado con cien youkais a la vez, tsk y solamente por besarla un par de minutos eternos.
"Ma-mañana hablamos" los ojos brillosos de ella lo miraron con extraña tristeza, así que cerró los ojos y apoyó su frente a la de ella sintiendo el cosquilleo de las manos de Kagome peinarle sus largas patillas plateadas, y aclaró. "Debemos terminar con esto, ya no aguanto más" Con ésa afirmación deseo dejarle claro a que se refería, pero en vez de oler la alegría, un amargo olor a tristeza y algo de rabia le taponó la nariz. "N-no entiendes…"
"¡Si que entiendo! Ya sé que la aún la quieres a ella, pero aún así yo… yo…" las lágrimas le empañaron los ojos y parecía querer separarse de él, pero Inuyasha la obligó a mirarlo.
"Me… refería a lo de Kikyou…- susurró.
"¡Ya lo sé!" estaba llorando, gimiendo de desilusión por haberse esperanzado a causa de un beso.
"No a que termine contigo, sino terminar con ella… decirle que no me iré con ella, ¡qué no lleva a ningún lugar que me vaya con ella al infierno!... a eso me refería."
Miró a que Kagome que ahora sólo sollozaba, con sus ojos brillantes y llenos de incredulidad; después de todo era demasiado bonito para que se lo creyera, pensaba Inuyasha.
"No vuelvas a asustarme después de besarme de ésa manera…"
La cara de asombro ahora se observaba en el medio demonio, que después de haberse medio declarado, no entendía como era que ella parecía tan poco sorprendida…
"¿Por qué has cambiado de idea así de repente?" Intentó parecer neutral, casi con tristeza, pero no podía y sólo se le veía una sonrosa tímida escondida, que no había podido evitar.
"Ahora no Kagome… estoy muy cansado y me duele a muerte la cabeza… mañana hablamos."
Se acercó otra vez para darle un beso corto, pero que aún así el cosquilleo electrizante de ése segundo le recorrió todo el cuerpo, lo miró con sus ojos azul-grisáceos, casi marrones, y la cara de un hanyou durmiendo, sustituyó al arrogante niño que creía que era hasta ese momento.
Sonrió y se durmió entre los brazos del hanyou, aunque se había estado ya toda la noche anterior y también todo el día mirando, y sobretodo, admirándolo nunca se separaría de entre sus brazos si él la abrazaba con tanta necesidad… mañana sería un gran día, pensó. Y al no dormir antes por la intranquilidad… después de saber los sentimientos de Inuyasha, la paz de su corazón, la ayudó a dormir totalmente.
Flash back
Sus ojos se cerraban, sin poder evitarlo no veía nada más que el cielo. Estaba postrado, sin poder moverse, a no ser que pudiera soportar un dolor desgarrador cortarle por dentro.
La lucha había sido tan agotadora que el hanyou perro, después de la huida rápida del medio demonio Naraku, no podía ni siquiera levantarse; los brazos no le respondían. Como las piernas y el resto de su cuerpo. No sabía en donde estaba, ni él ni los demás… ya que el olor a sangre y veneno no le dejaba oler su alrededor. ¿Cómo estaría Kagome?
Eso pareció darle fuerza, giró la cabeza al oír un ruido de pasos a su lado, esperando verla corriendo hacia él, con una sonrisa y a salvo… Pero no vio a Kagome, no era ella.
Era Kikyou…
No había heridas visibles en ella, ni la ropa parecía cortada a causa de la lucha. Su pelo lacio y totalmente liso estaba perfectamente recogido en su cola trasera; sus ojos fríos y oscuros fijos en él, como siempre que decide decir algo importante. Con la misma mirada que noches anteriores.
"Eres tan mediocre" Su voz resonó en el lugar. El hanyou no podía hablar, sus orejas oían por inercia pero le sonaban más a susurros. "Sólo un medio demonio. Débil. No vales nada, nunca has valido nada. No puedes luchar como los demás porque enseguida te atacan, y pierdes. ¿Cómo vas a protegerme? Si ni siquiera puedes moverte… ¡patético! ¡Eres un hanyou patético! Sin fuerza, ni futuro, sin nadie. Estás solo y eres débil. Como un niño pequeño abandonado. Eso eres: un abandonado. Has vivido toda tu vida sólo y morirás solo. No sé ni porque deseo tu vida, no vale nada… Pero tú debes morir porque morí por culpa de una escoria; por culpa de un híbrido morí. Así que cuando todo esto termine, morirás en mis manos. Y de esta manera yo podré descansar en paz."
No hubo despedida, sólo el lejano ruido de unos pasos que se iban. El débil hanyou aún en el suelo se dio cuenta de todo lo que esa mujer era. Sabía que ella lo odiaba, así que no fue un gran golpe como seguramente la no-muerte creería; aún así se dio cuenta que era verdad lo que decía: estaba solo, abandonado, era débil así que morir ahora o más tarde no importaba…
Ella lo entendería… Kagome lo entendería que cuando todo terminé ella deberá irse. Porque aunque la tenía a ella, seguro que no estaría mucho tiempo con él, pensó que cuando lucha contra Naraku terminará Kagome al final se cansaría de ir y venir cada día solamente para verlo. Ni siquiera sabía hasta que punto lo querría: ¿Cómo compañero? ¿Amigo? O… ¿Cómo algo más?
Maldición necesitaba saberlo.
Si descubría que sentía exactamente hacía él, un sentimiento mayor al amor que mostraba por los demás, como el que sentía por Shippo, a Miroku y sobretodo a Kouga. Entonces hablaría con la no-muerta, y que esa promesa estaba rota.
