Apoyado en mi rama preferida, abro los ojos para observar el cielo estrellado y la luna plateada brillando en medio del azul oscuro de la noche.

Al cabo de unos segundos me doy cuenta que mis ojos por inercia se han girado para observarla. Con una mirada tierna y a la vez adormilada entrecejo los ojos para ver como unos cabellos se han pegado a su mejilla, a causa del calor y el rubor tan perfecto que aparece en ésas mejillas húmedas, y el impulso de bajar para besar esos puntos rojos, y apartar con mis garras su pelo azabache y sedoso, se apodera de mí. Como noches anteriores.

Puedo cerrar los ojos y recordar con total nitidez los hechos de semanas anteriores, donde después de ésa terrible batalla y las sucias palabras de Kikyou, Kagome me confesó lo que sentía por mí y yo le contesté que estaba ya harto de mi relación extraña con la no-muerta. El beso fue perfecto. Y al explicarle a la mañana siguiente las palabras de la fría mujer y el por qué de mi decisión, otro beso cerró nuestro pacto no dicho. Ella volvió a decirme que me amaba; pero yo baka de mí no me atreví a decirle nada.

Maldición soy un cobarde. Desde ése momento no volví a atreverme a besarla… Y huía de las ocasiones en las que ella podría hacerlo…

Aunque oigo mi nombre salir de ésos labios tan apetecibles, mi cuerpo esta parado en la misma rama. Temo que cualquier cosa que ocurra complique más la situación, y ahora no estoy con fuerzas para poder estar cerca de ella y controlarme.

Me miró las manos, ésas que me ayudan a abrazarla en los peores momentos; las manos que se apoyan casi durante todo el día en su muslo para llevarla cómodamente en mi espalda. Estoy seguro que más de una vez se da cuenta que en vez de agarrarla, lo que hago es acariciar débilmente ésa piel cálida escondida debajo de su falda.

Mis manos junto con sus garras se cierran, recordando que una vez tuve la suya alrededor de la mía, agarrándome con confianza y ternura, una ternura que solamente ella puede mostrar tan abiertamente.

Y aunque a veces las usó para poder cortar, desgarrar e incluso matar a cualquier enemigo – o no- que se cruza en nuestro camino, no hace que Kagome se aleje de mí, o que me rechace cuando me coloco peligrosamente demasiado cerca de ella, sino que sonríe tiernamente y puedo jurar que también se acerca incluso más a mí.

Me pasó el tiempo pensando en ella, deseando que llegue la noche para poder estar así todo el tiempo: admirando la manera en la que sueña apaciguamente, balbuceando cualquier palabra. Puedo estarme todo la noche sin dormir, y todo sólo para poder observarla. Pero igualmente anhelo que despierte y así poder perderme en su mirada azul-grisácea, casi marrona, casi perfecta.

Cierro los ojos ensimismado aún con la imagen de ella y su sonrisa de niña durmiente en la mente. Ni siquiera en mis sueños olvido cada uno de los detalles de esa muchacha terca.

Al pasar al tiempo, sentía miedo al imaginar que ella verdaderamente se aborreciera de mí, y que al final no volvería más; pero en realidad fue todo el contrario, puesto que nunca se aleja de mi lado: intenta que nuestras peleas sean cada vez menos a menudo… la última vez fue porque no quise compartir con ella mi ramen de gambas… E igualmente al final la tentación de verla usar los mismos palillos con los que yo había comido segundos antes, sucumbió mi orgullo. La vi colocar sus labios rosados y lamer cuidadosamente los palos, mientras una gota del caldo escapaba de la boca de ella y terminaba en la lengua húmeda… finalmente ganó mi corazón y le quite el ramen y los palillos en milésimas… haciéndole creer que estaba cabreado por lo que acababa de hacer. En un par de segundos comprobé si el aroma y el sabor de ella aún seguían en la madera de ésos palillos con gusto a gambas, y así era… Por suerte nadie me vio a hacerlo, ni tampoco se dieron cuenta que me escondí esos palos en mi haori para observarlos en las noches eternas como las de hoy.

Al pensar que en pocas horas llegará el amanecer, me hace pensar en Kikyou… en el momento en que nos prometimos un futuro juntos, para traicionarnos el día siguiente. A pesar de los sentimientos contradictorios sobre todo eso, algo dentro de mí parece feliz que ella o que yo, nos traicionáramos… porque sino nunca habría conocido a la muchachada 15 años. Ni tampoco me sentiría tan a gusto conmigo mismo. Por muy egoísta que eso suene.

Me habría pasado 50 años de humano, aburrido al lado de una mujer que siempre desconfiaría de mí. Además ser humano acarree muchas debilidades; un hanyou nunca podría ser humano… y aunque yo lo hubiera conseguido con la ayuda de la Shikon, al levantarme cada mañana me sentiría vacío al saber que la mujer que amaba y quería como única compañera no me amaba completamente, sino solamente una parte de mí. Finalmente mi vida de humano habría sido una negación y un gran rechazó a la sangre noble Inu Youkai que corre mis venas, y ni padre ni mi madre merecerían esto. Padre me dio mi Tetssusaiga, mi colmillo, mi espada, mi katana… se podría decir casi el tesoro más protegido y apreciado que tengo.

Casi. Puesto que ahora que me doy cuenta lo más apreciado, y lo que mas deseo proteger con tanto fervor es la chica de pelo oscuro y ojos azules que, sino me equivoco se está despertando… extrañamente feliz en estos momentos.

En cuestión de segundos, doy un pequeño salto, sentándome al lado de ella, mirándola directamente.

"Ohayo Inuyasha…"

"Ohayo dormilona…"

Y os juro que su sonrisa podía iluminar el mundo entero.

El día ha sido tranquilo, como la mayoría de días de estas últimas semanas. Por desgracia el frío a hecho resfriar a Miroku y Sango, ésos dos son demasiado débiles. Keh! Creo yo.

Kagome… gracias a TODA la jodida ropa que lleva encima, evita que el frío la helé. Pero me ofende, maldición. Toda esa maldita ropa le tapa el cuerpo entero. Estaba acostumbrado a verla, admirarla, tocarla la tez blanca de su perfecto trasero mientras la llevo… Pero por culpa de la maldita nieve, es casi imposible ver un cm de piel blanca de ella.

Por lo menos no estaba enferma, ni triste… Creo que el hecho de abrazarla por las noches para darle calor fue una buena idea. Al final y al cabo la idea fue de ella. Aún no puedo creerme que cada mañana… y en especial la primera al levantarme tuviera a Kagome entre mis brazos. Dormida, pero ruborizada. Tímidamente con sus brazos rodeando mi brazo derecho mío. Esa mañana me había levantado temprano… mire de reojo, y no encontré ni peligro cerca, ni pervertido mirando. Así que la abracé entre los míos rodeándola poco a poco, acercándola lentamente hacía mi pecho. Temí despertarla, pero estaba más asustado de que me rechazará y me dejará sin poder corresponderle el gesto.

¡Keh! Estaba abrazándola igual como lo estoy haciendo ahora. Por lo menos ya sé que no me rechazará, ni que me mirará mañana con cara de asco y/o desprecio.

Es más turbador pero que me dedique una sonrisa tierna y agradecida cada vez que nuestros ojos se cruzan.

En realidad lo más atrevido que hecho en mi vida fue justo la noche del dia siguiente de la primera vez que dormimos abrazados en ése templo perdido. Dentro de su futón Kagome temblaba débilmente, intentando disimularlo, y yo son decir nada levanté la manta, mientras ella me miraba con sus mejillas arreboladas y muy nerviosa, y entré en el futón. Colocándome justo al lado de ella, muy cerca, a pocos centímetros de sus labios, (tarde unos segundos en reaccionar puesto que esa boca medio abierta me nubló la mente); susurró en pregunta mi nombre, y yo aproveché ese momento de duda para abrazarla, haciendo que se sorprendiera claro. Le dije que se durmiera y al cabo de unas horas, para acostumbrarme al hecho de estar en ésa posición tan 'íntima' con Kagome, otra vez, dormí abrazada a una mujer que no era mi madre, pero que me daba incluso más paz que ella.

Fue la primera vez, pero no es ni será la única que la tenga entre mis brazos.