Capítulo 12. Sin ganas ni cerebro para poner un título.
¿Qué? Así me siento ahorita...
Como sea, Kirei removía con una cucharilla su café. Yo tomaba el famoso té con leche para las pesadillas.
No sé cómo puedes tomarte eso, es horrible.- me regañó mi madrina.
El té no es tan malo.- recordé que a Kirei le desagradaba mucho el té.
Claro que lo es.- replicó ella.
Tomé un sorbo grande de té y me sentí mejor, aunque no lo creyeran. Kirei me miraba fijamente.
¿Y bien?.- cuestionó ella.- ¿Me vas a decir qué soñaste?
Ya te lo conté la otra vez.- respondí.- Es el mismo Sueño.
Pero ha cambiado.- insistió Kirei.- ¿No es así?
¿Cómo lo sabes?.- me sorprendí.
Porque cuando sueñas con el Futuro, el sueño cambia de forma conforme los hechos van modificando.- contestó Kirei.
Qué más daba. La única persona en quien podría confiar para contarle los sueños aparte de Lily era Kirei. Le conté a mi madrina sobre los cambios que dio mi sueño y sobre lo desesperado que me sentí al tenerlo.
Ya veo.- Kirei dio un sorbo a su café.- Supongo que ya has de saber que esto se relaciona con la enfermedad de Kielo.
Lo sé.- asentí.- Pero no sé como es que voy a ayudar a mi mamá. No quiero que se muera...
Y yo tampoco lo quisiera.- dijo Kirei.- Pero quizás en ti está la clave para salvarla. ¿Cómo? No lo sé. Tarde o temprano tú vas a descubrirlo.
Era confuso y un tanto desesperante, pero creo que no me quedaría más remdio que esperar.
¿Cuándo llegaste?.- pregunté, para desviar un poco el tema.
Hace como dos horas.- respondió Kirei.
¿Viniste sola?
No, Eirina vino conmigo.- respondió Kirei.
Por cierto, nota informativa, siempre tengo problemas para escribir el apodo de Kazuki Sorimachi, en más de una ocasión he recibido llamadas de atención por parte de mi madrina, yo espero que en algún momento mi torpe cerebro consiga guardar tan complicado dato.
¿Ya fue la final del torneo?.- me sorprendí.
Claro que sí, ha pasado casi una semana desde la última vez que hablamos.- respondió Kirei.
Lo siento, desde que supe lo de mamá el tiempo se he detenido para mí.- suspiré.
Te comprendo...
No recuerdo qué más pasó ese día. Quizás me quedé dormido sobre la mesa, quizás fue en la sala, solo sé que desperté a la hora de siempre el sábado. La alarma no había sonado pero aun así mi cuerpo, ya acostumbrado al horario, supo que ya era hora de levantarse. Abrí los ojos deseando que lo ocurrido los últimos días hubiese sido una pesadilla, pero bien que sabía que no era así.
Me levanté y me vestí con mi uniforme de portero y bajé a la sala. No me sorprendió encontrar a papá sentado en la sala, esperándome.
¿Cómo está mamá?.- le pregunté.
Descansando.- respondió Genzo, mirándome.
¿Paso buena noche?.- pregunté.
Supongo que quieres una respuesta directa.- suspiró Genzo.- Supongo que no quieres que te mienta.
Así es.- asentí.
Nunca fuiste un niño normal, Daisuke.- comenzó a decir mi padre.- Siempre aparentaste mucha madurez para tu edad, con todo y las travesuras que haces. Es como si fueras un adulto viviendo en el cuerpo de un niño.
Lo sé.- musité.- Y no creas que eso me ha gustado siempre, muchas veces solo quisiera ser un niño y nada más.
Lo lamento, Daisuke.- murmuró Genzo.
Dime la verdad.- pedí.- ¿Cómo está mamá?
Tuvo fiebre ayer.- respondió Genzo.- Gwen nos dijo que eso podría pasar cada vez con mayor frecuencia. Tu madre estuvo toda la noche delirando.
Ya veo.- murmuré.- ¿No puede hacerse nada?
El tratamiento definitivo comenzará pronto.- me dijo Genzo.- Mientras tanto, solo podemos darle medicina para controlar sus molestias.
"Controlar sus molestias". Creo que mamá tenía mucho más que unas simples molestias por controlar, pero en fin... Ya no dije nada, mi pocas energías se fueron al caño al escuchar que mi madre había pasado toda la noche enferma.
¿No deberías quedarte a cuidarla?.- pregunté.
Eso me gustaría, créeme, pero le hice a tu madre la promesa de que no dejaría que ni tú ni Jazmín se alejaran de sus vidas cotidianas por culpa de su enfermedad.- me respondió Genzo.- Y por lo tanto, debo llevarte a los entrenamientos.
Uhm.- quería decirle a mi padre que yo no tenía ganas de estar en el equipo de fútbol, pero supe que ése no era el mejor momento.- ¿Pero quién va a cuidarla?
Jazmín lo hará.- respondió Genzo.- Tu hermana se ofreció y tu madre aceptó.
Vaya que Jazmín estaba dando muestras de entereza y madurez que me sorprendieron. Creo que ella ya había aceptado la noticia como algo inevitable y tenía puestas sus esperanzas en que todo mejoraría algún día.
Mi padre me condujo al entrenamiento en el más absoluto silencio, cosa que me irritó. ¿Por qué le costaba tanto trabajo a mi padre el acercarse a mí? Soy su hijo, es cierto que su esposa estaba enferma, pero aunque me duela decirlo, Lily no es solo su familia, también estamos Jazmín y yo. Ya, que me estoy comportando de una manera muy infantil...
En el entrenamiento no me pude concentrar. Quizás haya personas que pueden realizar una cirugía cerebral o construir un rascacielos con miles de problemas ocupando su mente pero yo no era de ésas, o al menos no en ese momento. No solo Gabriel, también mis otros compañeros me anotaron varios goles.
¿Qué es lo que te pasa, Daisuke?.- me preguntó el entrenador Kopke, quien no sabía nada de lo ocurrido y ni quería que lo supiera.
No estoy en mi mejor forma.- repliqué.
Eso se nota.- gruñó el hombre.- A este paso creo que tendré que cambiar mis planes y no te pondré de titular en el partido inicial.
Lo dijo como si fuese una especie de castigo. A esas alturas, mis deseos de seguir jugando sóccer eran tan grandes como los que podría tener cualquier persona de recibir una patada en el estómago. Cansado, me quité los guantes y me acerqué a la banca para tomar un poco de agua. Sorprendentemente, Liz estaba ahí, pero apenas y le tomé atención.
Hola, Dai.- me saludó ella, muy dulcemente.- ¿Cómo estás?
De la fregada.- bufé.
Lo entiendo... Supe lo que pasó con tu mamá, lo siento mucho... .- murmuró Liz.
Gracias, Liz.- sonreí.
Si necesitas algo, hablar con alguien, desahogarte, llorar o solo estar con alguien, llámame.- ofreció ella.
¿En serio? Me quedé atónito, no porque Liz no fuese así de comprensiva, sino porque no esperaba que eso me lo fuese a decir a mí.
Sé lo que estás pensando.- Liz me leyó la mente.- Pero Jazmín tiene mucha gente que la apoye, y me parece que tú no. No es que no tengas amigos, pero quizás no te sientas en confianza con ninguno de ellos para decir lo que realmente quieres decir. Por eso te digo, si necesitas hablar con alguien, aquí estoy yo.
Gracias, Liz.- realmente me sentí conmovido.
En serio, búscame cuando me necesites.- insistió Liz.
Créeme que lo voy a hacer.- sonreí.
Ya les he dicho miles de veces que me gusta Liz, pero creo que me enamoré de ella a partir de ese día. Muchas veces ella me salvó de hundirme, y cuando caía siempre me levantaba. Creo que fueron esas reuniones a solas las que hicieron que los dos termináramos por estar juntos... Pero ésa ya es otra historia...
Mejor regreso al juego.- dije.- No vaya a ser que el entrenador me expulse del equipo.
Si no te pone de titular va a ser porque es un idiota.- gruñó Liz.- Mejor portero que tú no hay, aunque no te guste admitirlo.
Gracias.- me reí, un poco más animado.
Sin embargo, el entrenador Kopke no estuvo de acuerdo con Liz y al finalizar el entrenamiento anunció que el portero que habría de jugar en el primer partido de la temporada sería Margus Hoffman, el cual fue nombrado como portero suplente. Hasta eso, el entrenador me puso a mí como el titular, pero no me dejaría jugar el primer partido. A pesar de todo, me sentí frustrado, y como era de esperarse, a mi padre no le pareció el veredicto.
No puede ser que no te vaya a dejar jugar.- gruñó Genzo.- Claramente se ve que eres mejor que ese Hoffman.
Uhm.- gruñí.
Había mucho alboroto en la zona en donde jugaban los muchachos de dieciséis años. Decidí acercarme a ver, tanto por curiosidad como por alejarme de papá. Me di cuenta de que había un duelo entre Franz Schneider y otro muchacho el cual no conocía... Era rubio y de ojos verdes y se notaba que era tan buen jugador como Franz. De hecho, ahora que lo miraba bien, se me hacía algo conocido el muchacho... Algo me llamó la atención en las gradas y volteé a ver, descubriendo que ahí se encontraba nada más ni nada menos que Pierre Le Blanc, ex capitán de la Selección Francesa. Con razón se me hizo conocido el muchacho, ya que no era otro que Louis, el hijo de Pierre. Cosa que era de esperarse, Louis venció a Franz de una manera un tanto humillante, pero mientras el alemán se iba derrotado, el francés se veía de lo más tranquilo. Claro, así era Louis, tranquilo y calmado, nunca vanidoso en el triunfo. Por otro lado, comenzó a haber un gran alboroto cuando la supermodelo Claire Ford, la madre de Louis, llegó para acompañar a su esposo e hijo.
Vámonos, Daisuke.- ordenó papá.- Ya es tarde.
Obedecí. Sabía que Genzo tenía tantas ganas como yo de querer ver cómo se encontraba mamá. Pero claro, primero que nada, estaba el regaño...
¿Qué es lo que te pasa, Daisuke?.- preguntó Genzo, en el camino de regreso.- Jugaste pésimo hoy, es por eso que el entrenador no te puso para abrir la temporada.
Pero me dio la titularidad de todas maneras.- gruñí.
No me hables en ese tono.- advirtió papá.- Y el hecho de que seas titular no te garantiza que vas a jugar. ¿Sabes cuantos porteros titulares se han quedado en la banca por culpa de sus malas actuaciones?
Hablas como si me hubieran castigado para una final de Copa del Mundo.- repliqué, es solo un simple juego.
Papá frenó frente a nuestra casa, con más fuerza que la necesaria.
Esto no es un simple juego.- me dijo Genzo, muy enojado.- A tu edad, el sóccer era mi vida.
¿Sí? Pues te tengo noticias.- grité.- Yo no soy tú y el sóccer no es mi vida. Para ti todo fue muy fácil, ¿no? Como un cuento de hadas. Tú y tus grandes amigos enfocaron sus vidas al fútbol, se esforzaron y llevaron a Japón a ganar la Copa del Mundo. Nunca tuviste dificultades reales, provienes de una familia de millonarios, tuviste tu propio entrenador personal y te fue de lo más fácil el triunfar en un equipo europeo. Pero el hecho de que a ti todo te haya salido bien no significa que a todos nos va ir bien, habemos muchos que no tenemos tan claro cuál será nuestro futuro, y aunque a ti tu madre te haya valido un comino no significa que a mí nome vaya a importar que se muera la mía.
Me bajé del coche y azoté la puerta y entré a la casa con la furia del huracán Wilma, ése que azotó las costas del Caribe mexicano hace ya varios años. Me encerré en mi cuarto a piedra y lodo. Por mí, Genzo Wakabayashi podía irse mucho al infierno...
Unos golpes a la puerta me despertaron. Fui a abrir, aun adormilado, y me encontré con Gabriel.
Pero te peinas, cuñado.- dijo Gabriel, burlándose de mi cabello.
No molestes, Gabo.- gruñí.- ¿Qué hora es?
Pasan de las cinco.- respondió Gabriel.- ¿Te sientes mal?
De la patada, mi padre es un completo idiota y mi madre es una moribunda..- respondí.
Sí que andamos de mal genio hoy.- comentó Gabriel.- Ya me supuse que a tu padre no le caería en gracia el hecho de que no vayas a jugar el primer partido.
No soy perfecto como él.- me dejé caer en la cama.- Y cuando se entere de mi calificación en el examen de francés, me va a ir mucho peor... Lástima que tenga que esperar hasta el lunes...
¿Y por qué tanto?.- cuestionó Gabriel.- Podríamos entrar a los archivos de la escuela desde la computadora y verificar los resultados.
No me digas que sigues pensando en cambiar tu calificación.- gruñí.- Gabo, sabes que eso no está bien.
Yo lo sé.- replicó Gabriel.- ¿Pero qué más daría? ¿Quién se daría cuenta?
Mis padres, los tuyos, y toda la escuela.- respondí.
Vamos, nada más hay que verlas... .- insistió mi amigo.
Encendí mi computadora y después de ciertos procesos dignos de un hácker, conseguí entrar a los archivos de la escuela a través de Internet. Busqué mi nombre y vi que a duras penas había sacado un espantoso 6 en la prueba de francés...
Papá va a colgarme.- me dejé caer nuevamente sobre la cama.- Estoy perdido...
Puedes corregir eso.- insistió Gabriel.- ¿Qué sería peor? Quizás nunca se enteren y entonces saldrías mejor librado que si esperas a que tu padre se entere de la verdad.
No lo sé... .- mi mente comenzó a dudar.
¿Realmente sería tan malo? Un seis podría convertirse fácilmente en ocho y así se podría alegar que hubo una confusión al momento de leer las pruebas. Un ocho era una calificación razonable para alguien tan pésimo en el francés como yo... Y Gabriel tendría su ocho punto cinco en matemáticas y nuestros problemas se resolverían...
¿Pero qué rayos me pasaba? Me estaba comportando como un perdedor, y ni los Wakabayashi y ni los Del Valle somos así. Me imaginé a mi mamá desilusionada de mí por mi comportamiento y a mi padre dándome el sermón de su vida, por no mencionar que quizás Jazmín también se decepcionaría... Claro, si hacía trampa y cambiaba la calificación, decepcionaría a mi familia entera...
No, Gabo.- me negué.- No es la forma correcta de hacer las cosas... Ya te lo dije, no somos tramposos.
Lo sé.- reconoció Gabriel.- No sé en qué estaba pensando... No, esto es una completa idiotez... Prefiero mi seis punto cinco en matemáticas bien ganado a un ocho punto cinco con trampas y una marca permanente en mi expediente escolar.
Yo suspiré, aliviado. Cerré la página y apagué la computadora.
Ni modo, a afrontar las consecuencias.- suspiró Gabriel.
Ya saldremos de ésta.- dije.
O al menos eso era lo que nosotros esperábamos... Lo que ni Gabo ni yo sabíamos era que alguien más iba a cambiar las calificaciones por nosotros.
