Intro:
Okis capitulo final no es muy emocionante pero creo que completé mis expectativas. Les agradezco una vez más a todos por sus comentarios que me animan a seguir escribiendo aún mas. Bien no los lateo más... lean no mas y opinen que ahora es cuando se empieza a poner bueno.(supongo yo p)
Capítulo quinto
Verdad y Poder
Su andar se sentía pesado, abrió los ojos sólo para ver el camino pasar frente a ellos.
- ¿Qué era todo esto?
Pensaba para si misma y no encontraba respuesta, buscaba incasable a su espíritu pero no la encontraba, se sentía indefensa y sola. Quería llorar a gritos pero sería inútil, no ganaría nada con eso. Sus pies y manos estaban atados, y estaba tan débil que ni siquiera podría invocar la magia para buscar a Yukari.
Pudo voltearse un poco para ver el camino, sorprendentemente era una ruta conocida para ella, sí, era el sendero que había justo antes de entrar en las tierras de su pueblo natal. Miró hacia donde se encontraba el hombre que la había secuestrado y lo maldecía por haberla alejado de su única amiga y del último recuerdo de su madre.
- Déjame… ir – logró balbucear.
-No seas tonta, no me digas que quieres seguir luchando en ese estado – le respondió el anciano en tono burlesco.
- ¡Déjame ir! – dijo enfurecida.
- Claro que no… ¿y perderme la cara de tu gente cuando te vean derrotada? Ja-ja
- Te lo advierto…
- Vamos ¿que vas a hacer¿llamar a tu brujita del viento?
Decía mientras la desató de a poco. La dejó caer del caballo y le decía que luchara con él de nuevo a ver si podía. La golpeó una vez con su arma mientras yacía en el suelo puesto que no se podía levantar, pero cuando quiso hacerlo otra vez el anciano quedó estático, su arma se rompió antes de poder tocarla siquiera. Una fuerte luz destelló desde el báculo de Mayah. De pronto abrió los ojos, pero su mirada no era la misma de antes… se levantó lentamente mientras el terror se apoderaba del viejo, que nunca imaginó ocasionar tal reacción en la chica.
- Ahora… estas perdido… - ella hablaba con una voz que no era suya.
La suave brisa de la tarde se detuvo en el lugar, sólo se oía el silencio asfixiante del ambiente. Y se respiraba un frío y seco susurro de miedo que dominó por completo el alma del hombre que extrañamente se regocijaba ante tal muestra de poder y sombras. Sólo con el pensamiento, la chica dio un duro golpe al viejo cuerpo tembloroso y eso bastó para que comenzara a pedir piedad.
- No hay perdón para los débiles – el susurro era sombrío, la mirada penetrante.
Mayah había descubierto un poder que guardaba en su interior y que, al no tener el espíritu guardián de Yukari, pudo fácilmente apoderarse del cuerpo de la joven desatando así una fuerza terrible y despiadada. Comenzó a atacar al anciano de una manera tan horrible que al final a penas podía pedir auxilio y hablaba cosas extrañas. Estuvo a punto de acabar con él cuando…
Una luz dorada se divisó no muy lejos de ahí y se acercaba de prisa. Sin pausa caminaba hacia ella Yoh Asakura, guiado por la fuerte emanación de energía que emitía el espíritu de la muchacha y gracias a las instrucciones del espíritu de la hechicera pudieron encontrarla. Él sabía que podría contrarrestar el poder de la chica con el suyo.
- ¡Mayah! …¡Tú estas ahí!... – exclamó el moreno, que era respaldado por sus amigos esta vez.
Al escuchar esa voz una confusión inundó la mente de la muchacha, no podía pensar con claridad.
- ¡Es muy fuerte! – rugía entre voces - ¡No… puedo!
- ¡Tú eres más fuerte! – le repetía Yoh.
- ¡No! – se escuchó amenazante mente, sus ojos brillaban con furia - ¡Yo soy fuerte… tú debes ser acabado! – atacó a Yoh, lo hacía con tanta furia que lo dejó mal herido. Él no quería atacarla, se sabía fuerte y no quería lastimarla.
- ¡Yoh debes hacerlo! – se escuchó la voz de Len por fin.
- ¡Perdóname! – escuchaba a lo lejos una voz angelical. Y se vió caer.
Mayah despertó entre luces y algodón. Estaba en su casa. Luego notó las tibias manos que rodeaban las suyas y vio a su padre junto a ella, su corazón se aceleró, él dormía profundamente, se notaba que llevaba bastante tiempo ahí. Vaya ¿Qué había pasado? No recordaba mucho sólo que Yukari… un momento.
- ¿Yukari?..¿Dónde estas? – murmuró suavemente. Pero nadie contestó.
No comprendía ¿qué había pasado? y ¿por qué su papá estaba allí con ella? Se esforzó por recordar algo de lo ocurrido pero no consiguió nada más que la imagen recurrente de un espíritu malvado que se llevaba a todos con él, incluyendo a Yoh.
De pronto se vió en un lugar desconocido, ya no estaba en su casa y todo era oscuro y tenebroso. Una carcajada demoníaca se escuchó en todas partes, ella trataba de pedir ayuda pero no encontraba a nadie, seguía corriendo y pidiendo que alguien le contestara. No quería estar sola, era lo que más temía en el mundo: la soledad. La carcajada se detuvo para hablarle, trató de convencerla que se unieran para ser más fuertes.
- Vamos, niña yo sé que te gustaría ser muy poderosa para demostrarle a tu padre que estaba equivocado. – decía la voz.
- ¿Cómo?..¿Qué sabes de mi padre? – preguntó Mayah muy sorprendida y asustada.
- Sé mucho más de lo que crees, yo soy parte de ti y no puedes escapar a tu destino - hubo un gran silencio antes que la chica contestara.
- ¡Tú no sabes nada de mí! – luego otro silencio vacío.
- Sé que nadie te quiere, todos tus amigos te han abandonado o ¿no? Sólo yo estoy contigo. Si te unes a mi seremos invencibles.
Mayah la escuchó, tenía toda la razón. Su padre no la quería por lo que era sino por lo que él quería que llegara a ser: Yukari se había esfumado sin decir nada, había roto su promesa de nunca separarse: e Yoh, era un buen chico y ella lo había dejado ir por que no tuvo la fortaleza de escuchar la decisión que él tomaría. La duda se apoderó de su mente y no la dejaba pensar claramente.
- No te vayas por favor… Mayah – otra voz la llamaba.
- ¿Qué?...¿Quién es? – preguntaba la chica, que aún no dimensionaba bien donde, ni en qué estado se encontraba.
- Tú sabes quien soy mi niña. Vivo en tus pensamientos cada día – la voz se hacía más placida y dulce a medida que la escuchaba.
- ¿M-mamá? – sus ojos se inundaron y su llanto se hizo más intenso cuando la imagen de una dama de blanco apareció ante ella.
Su cuerpo se hizo más pesado y se desplomó en los brazos de la mujer que tiernamente la abrazó y la mimó como lo hubiera hecho su madre. Era tan hermosa como un ángel, la muchacha no podía creer que estuviera aquí.
- Mayah, hija, he venido para protegerte y para que sepas que tu padre se encuentra confundido.
- ¿Cómo?...¿Qué le pasa a papá?
- Él te necesita… no lo abandones…
De pronto, la vió desvanecerse lentamente, sabía que estaría con ella por siempre y le sintió mucha alegría de saber que su madre estaba bien y feliz.
El anciano estaba muy mal pero aún así pudo levantarse. Yoh, mientras sostenía a Mayah en sus brazos, le exigió una explicación para todo eso. Él, con mucha dificultad logró decir que no era quien creían que era, que por favor tuvieran compasión y lo dejaran pedirle perdón a la persona que más amaba en el mundo. Yoh quedó pasmado (junto con Liserg y Len) cuando lo vió arrastrarse con mucho esfuerzo hacia donde estaba la joven de los cabellos oscuros.
- ¡Perdóname… por favor! – se escuchó muy suavemente.
- Aquí estoy – quería gritar, pero sólo pudo susurrar un sonido tan ligero que no pudo escucharse.
Sintió un cálido abrazo y pudo abrir los ojos por fin. Con sorpresa se encontró entre los brazos de su padre, que le pedía una y otra vez que lo perdonara.
- Por favor, perdóname, hija mía – su voz quebrada delató su llanto.
- ¿Papá eres tú? – logró hablar bien.
Al verla conciente su padre la soltó para quedarla mirando. Ahora que ella podía ver bien distinguió las ropas que traía puestas y al observar bien la peluca gris y la barba falsa comprendió. Todo el tiempo había sido él: el anciano que luchaba contra ella.
- Pero ¿por qué? – preguntó la chica en forma de reclamo.
Él le dijo que luego que la enviara por el mundo quiso saber como era su manera de enfrentar la vida sin él cerca, además que se había arrepentido de haberla tratado mal cuando debió apoyarla más que nunca. Pero algo salió mal, él percibió una fuerte energía que quería apoderarse de ella y cuando trato de protegerla el espíritu de se metió de su cuerpo.
- Era muy fuerte y no pude controlarlo, entonces cuando te vi, hace unos momentos supe que había logrado apoderarse de ti hija – decía desdichado.
- Pero ya estoy bien papá – dijo la chica con una sonrisa, para calmar el dolor y la culpa de su padre.
- Por favor, perdóname por todo lo que te hice, no tiene excusa…
- Papá… - su mirada lo decía todo, no había nada que perdonar si el estaba arrepentido. La abrazó y ayudo a ponerse de pie.
No veía a nadie más y al no sentir la presencia de su espíritu con ella se puso nerviosa.
- Un minuto ¿en donde está Yukari…¿Yukar?...¡Yukari! OH Dios ¿la habré perdido? – se preguntaba mientras miraba en todas direcciones.
- Todo está bien – entre una brisa y un susurro escuchó la voz de su amiga. Su luz se había desvanecido un poco, pero ella estaba aquí y no la dejó sola en ningún momento.
- Me alegro que no te hayas rendido – dijo la hechicera.
- Jamás – respondió y rieron juntas.
- Mayah... – la llamó una voz angelical y muy conocida. Vió a quien buscaba sin saberlo.
- No sé que decir, si no fuera por este chico creo que nunca hubiera vuelto a ti – mientras sostenía a su hija, dirigió su mirada a Yoh que con sorpresa aun mayor preguntó.
- ¿Yo? – con su cara de desentendido – Pero yo no hice nada jejeje – rió como de costumbre.
- ¿De verdad salvaste a mi padre? – le dijo la joven con tono entre agradecido y de alabanza.
- Claro que si, tus poderes son muy fuertes y gracias a eso pude controlar al espíritu y sacarlo de mí.
Yoh apenas se podía parar debido a la paliza que la chica le había dado, pero se mantuvo firme mientras estuvo frente a ella. Sus miradas se cruzaron y ambos pudieron ver un brillo especial en los ojos del otro.
- Gracias – dijo Yoh repentinamente.
- ¿Eh? – la muchacha no comprendía - ¿Por qué?
- Me salvaste la vida – respondió con una sonrisa.
- ¿Cómo?...Pero… ¿sí?...yo…este…
- Si no hubieras controlado tu poder ese monstruo me hubiera matado y a todos conmigo.
- Lo siento – dijo con tristeza – ya se que soy un monstruo… no volveré a usar magia. Nunca más – sentenció.
- ¡Pero Srta. Maya! – exclamó Yukari - ¡No lo haga!
- ¿es que no lo entiendes? – dijo Yoh emocionado – Tú tienes un gran poder y pudiste controlarlo cuando era más fuerte…tú sola… jejeje yo necesité algo de ayuda.
- Es cierto – era su padre quien hablaba ahora - de alguna manera pudiste mantenerte en control frente a ese demonio y lo mantuviste bajo tu dominio
Le explicó que ese viaje al que había sido sometida, era una prueba para medir sus poderes, su criterio y su corazón. Él había estado tanto tiempo lejos de su hija que aprovechó esa misión como pretexto para seguirla, probarla, y con un fin aún mayor: conocerla. Él estaba sorprendido de la capacidad que ella poseía para controlar situaciones tensas y además su buen sentido para elegir a sus amigos y contendientes.
Mientras su padre hablaba, Mayah meditaba con respecto a él y de a poco el rencor que sintió en el pasado se esfumó al ver que realmente estaba arrepentido de lo ocurrido. Tras cada palabra recordaba que gracias a ese viaje había conocido a gente maravillosa y eso la había unido aún más con su amiga Yukari.
De pronto la mirada de la joven se desvió nuevamente para lentamente coincidir con el rostro gentil de Yoh que la observaba con una dulce sonrisa, lo que produjo igual reacción en ella. Pero el cansancio y el peso de la batalla comenzaron a manifestarse, y nuevamente se desvaneció con la imagen del moreno grabada en la mente.
Despertó asustada, al abrir los ojos lo primero que vio fue la sala acogedora del hospital, tenía un hermoso decorado color durazno que le pareció muy calido. Se tranquilizó al poder recordar lo ocurrido e intentó levantarse. Sintió que alguien le cogía su mano y lentamente reconoció a quien velaba su sueño: su tez morena que ahora modelaba un suave tostado debido al sol que los acompañaba, sus cabellos castaños relucientes, adornados con las vendas del hospital, en ese momento le parecieron lindas en él; y sus ojos, esos bellos ojos que habían capturado su imagen en ellos ahora estaban dormidos, y serenos al saberse dueño de su vida otra vez.
- ¿Por qué habrá vuelto? – pensó para si misma, mientras la opresión de su mano sobre la de ella hizo ruborizar sus mejillas. Se avergonzó un poco al pensar que ella podía ser el motivo del retorno del chico de los audífonos y dibujó una sonrisa en su rostro.
Yoh abrió sus ojos lentamente al sentirse observado y se alegró de encontrar esa mirada pícara de nuevo ante él. Recorrió su rostro con cuidado, como si quisiera memorizar cada milímetro de su cara para no olvidarla y al encontrar sus ojos pardos de nuevo, se le oprimió el pecho, su corazón se aceleró de una manera que él nunca hubiera imaginado, ambos pudieron sentir ese suave sonido. Ella quiso decirle algo pero antes que algún sonido escapara de su boca, él atrajo su cuerpo hacia si y la rodeó en un abrazo sin fin. Mayah escuchó su corazón unificar sus latidos con los de él y se quedó ahí sintiendo sus brazos, su pecho y su leve respiración que dejó escapar un suspiro para luego volver a su curso normal.
- ¿Por qué has vuelto? – preguntó tímidamente sin separarse de su abrazo.
Él la apartó un poco hasta que pudo quedar frente a su rostro.
- ¿De verdad no lo imaginas? – Respondió con una sonrisa cándida – Volví por ti Mayah… - los ojos de la chica se inundaron de felicidad y un suave rubor escarlata decoró rápidamente sus mejillas.
- Pero Anna… ella era todo para ti.
- Anna, yo la quiero mucho, pero en ti he encontrado mi verdadera felicidad y también… - se detuvo con nerviosismo –… por que me salvaste la vida y tengo que acompañarte en tu viaje hasta que te devuelva el favor – le sonrió como sólo él puede hacerlo.
- Hahaha ¿En verdad?... pero no tienes que hacerlo – rieron juntos nuevamente como lo habían hecho hace un tiempo
No podía creer que finalmente estaba frente a ella, luego de mucho tiempo tratando de aclarar su corazón la respuesta era muy simple. Sólo acarició su suave rostro y acercó lentamente sus labios a los de la jovencita audaz que había terminado de conquistarlo con su partida.
- Sus labios sí eran dulces como había imaginado - pensaba la muchacha mientras el moreno apuesto la besaba con ternura - "Por favor que no termine jamás"- Deseaba en complicidad de sus manos que jugueteaban con los suaves cabellos castaños.
